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CULTURA / 45
EL PAÍS, viernes 12 de enero de 2007
50 AÑOS DE ‘BEARN O LA SALA DE LAS MUÑECAS’
Baile de disfraces
Libreros y editores
catalanes divergen
sobre el proyecto
de Google
JOSÉ CARLOS LLOP
Entre las novelas presentadas
al Premio Nadal de 1956 hay
dos insoslayables, cuyos títulos ya señalan su diferencia
teórica y su divorcio sentimental. Una es la ganadora, El
Jarama. La otra es Bearn o la
sala de las muñecas, de Llorenç Villalonga, que entonces
aún se llamaba Lorenzo. El
año 1956 es también el del nacimiento de la revista de Cela,
Papeles de Son Armadans, ese
cuerpo diplomático en absoluto ajeno al hecho de que el
escritor gallego llegara a vestirse de frac en Estocolmo. En
principio, nada tienen que ver
una cosa y otra, más allá de
que Sánchez-Ferlosio colaborara en alguna ocasión en Papeles. Pero en la vida de Villalonga y su mutación en uno de los
escasos fetiches de la novela catalana —el mejor, junto a Mercè Rodoreda—, esa fecha de
1956 roza si no lo cabalístico, sí
lo simbólico. La derrota de su
novela frente al llamado behaviorismo —que a Villalonga le
producía urticaria— y el comienzo de las reticencias entre
el novelista tonante —“pobre
Lorenzo”—, y el novelista local, cada vez más solo en su
mesa camilla, fueron dolorosas.
Lorenzo Villalonga —médico
funcionario de la Diputación—
tenía 59 años y al otro lado del
mar sólo era —si era— el hermano de Miguel, un autor
muerto —Miss Giacomini— y
aparcado en el purgatorio de
los raros. Ese mismo año, Villalonga acabaría publicando su
novela rechazada, en una editorial local, Atlante.
Pero en el dolor se agazapa
la metamorfosis: en 1961, la sala de las muñecas ya era “la
sala de les nines”, y el nombre
literario de Villalonga, Llorenç.
La novela obtendría el Premio de la Crítica. El moderno
diletante de entreguerras, el falangista ocasional durante la
guerra y el hombre conservador, facción fatalista mediterránea, se había convertido —vía
mutación idiomática o asimilación de la lengua coloquial en
literaria— en flamante autor de
la literatura catalana, eso que
en castellano le había sido negado. Pero hemos citado la gue-
El escritor Llorenç Villalonga. / ANTONI CATANY
Hay una Mallorca,
estructurada en
castas, que se
desvanece
rra: también ella está ahí al fondo. En el verano de 1936, tras el
fracaso del desembarco de Bayo en Mallorca, Villalonga concibió la idea de la novela. Las
fuerzas anarquistas de Bayo fueron lo más cerca que estuvo la
Mallorca tradicional del novelista —que era, además, la Mallorca real— del peligro revolu-
cionario. Una vez desmantelada la invasión, Villalonga vio
que había llegado la hora de
escribir la elegía de un mundo
que no había sido destruido
por la guerra, pero que estaba a
punto de desaparecer. La misma sociedad que lo había creado era ya incapaz de sostenerlo;
es decir, de reinventarlo. Para
esa tarea era necesaria la literatura.
Bearn es una novela narrada
por un cura del que apenas sabemos nada, aspavientos, sensatez y sumisión aparte. Quiero
decir que en el libro se mantiene el equívoco del origen del
narrador, que suponemos es
don Toni de Bearn, el sujeto
narrado. Este asunto del equívoco es muy villalonguiano. Como lo es el antepasado que fue
amante de la reina —el guardián de la sala de muñecas—,
pero que también pudo serlo de
Godoy. Hay un matrimonio basado en el interés, la inteligencia y un afectuoso sentido del
humor. Hay una Mallorca, estructurada en castas, que se desvanece mirándose al espejo.
Hay un globo Montgolfier y
una especie de De DionBouton que revienta entre risas.
Hay filosofía volteriana, armazón bergsoniano, destellos
aforísticos a lo La Rochefoucauld y memorialismo del
Gran Siglo. Hay un misterio de
rosacruces y un adulterio con
una sobrina, un viaje a París y
otro affaire amoroso, esta vez
con Napoleón. En fin, el equívoco de nuevo.
Un equívoco donde la mallorquina Xima —la sobrina
amada— le pondrá los cuernos
a Eugenia de Montijo: otro guiño villalonguiano. Pero todos
esos equívocos tienen un doble
objetivo: cantar la elegía de un
mundo en vías de extinción y
elevarlo a la categoría de mito.
Para ello el novelista será eje,
narciso y disfraz, como disfrazadas están las muñecas de la
sala cerrada y disfrazado estaba el antepasado de don Toni
de Bearn cuando entraba en la
sala cerrada, a jugar con ellas.
Que equívoco y disfraz son
primos hermanos.
“En la novela Bearn intenté
hacer el retrato moral de la isla,
pues en Mort de dama había
hecho su caricatura”, nos dirá
en sus Falses memòries. Para lograrlo, Villalonga se disfraza de
afrancesado de mediados del
XX que escribe sobre otro
afrancesado del XIX, que a su
vez escribe disfrazado de caballero francés del XVIII. Los
tres hombres son el mismo y en
su particular juego de espejos
inventan una Mallorca imaginaria, universalizándola, que es el
mejor retrato de una Mallorca
que fue real. En su humus se
vislumbra el rostro solitario de
su autor, casi tan olvidado en
España, me temo, como lo era
hace poco más de 50 años.
CARLES GELI, Barcelona
Los editores y los libreros catalanes tomarán, de momento, caminos antitéticos ante el acuerdo que
Google alcanzó anteayer con cinco grandes bibliotecas, entre ellas
la Biblioteca de Cataluña, para volcar en la red 380.000 volúmenes de
sus fondos. Así, el Gremi de Editors de Catalunya ha decidido, tras
su junta directiva de ayer, enviar
una carta de protesta al consejero
de Cultura y Medios de Comunicación de la Generalitat, Joan Manuel Tresserras, por su “decisión
unilateral que nos perjudica como
editores”. Mientras, el Gremi de
Llibreters ha optado por iniciar
contactos con los responsables de
Google en España para lograr que
en su programa de búsqueda de
libros en la Red se incluyan los
enlaces con las librerías de sus asociados más próximas al usuario.
El presidente de los editores,
Antoni Comas, se mostró “profundamente disgustado por cómo se
han hecho las cosas, sin avisarnos
y más cuando este tema ya lo habíamos abordado con el anterior
consejero de Cultura, Ferran Mascarell, que nos entendió y paró el
tema”, reveló ayer a este diario.
“Pedimos una entrevista a Tresserras hace semanas y aún no hemos
sido recibidos”, se lamenta.
A pesar de que los responsables
de Google afirmaron que sólo volcarán en la Red libros que están
libres de derechos de autor, Comas
afirma que “el concepto de dominio público de Google es muy laxo
y cuando entran en una biblioteca
escanean a lo bestia”. Y como
muestra de sus “malas prácticas”,
recuerda las demandas que
Google tiene en EE UU, Francia,
Alemania “y una condena en Bélgica por cinco millones de euros. ¿Se
lo ha mirado la Generalitat?”. Comas defiende la digitalización, si
bien “se ha de contactar con los
editores y ajustarse a un trato de
mercado y a la ley; y eso ya lo
hablamos con Google”.
Eduard Garrell, secretario técnico del Gremi de Llibreters, cree
que “no habrá muchos problemas
para ponernos de acuerdo, pero lo
que no puede ser es que ofrezcan
enlaces con editores, distribuidores
y grandes librerías, amén de las virtuales, y nosotros no estemos”.
Tampoco habrá obstáculos técnicos porque, según Garrell, el 70%
de las 320 librerías catalanas asociadas están informatizadas.
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