Consuelo Por Mario Salas, F.R.C. Revista El Rosacruz A.M.O.R.C. Muchos de nuestros amigos, miembros y no miembros, han pedido un ejemplar del folleto “Liber 777” el cual explica el origen, propósitos y programas de los servicios que ofrece El Sánctum Celestial. Estas personas han hallado inspiración, guía y consuelo en la práctica de las instrucciones de este Sánctum. Usando los principios expuestos han sido capaces de entrar en éste, cada vez que lo han deseado, libres de toda limitación que pudiera interponerse en una institución física. Como resultado de su participación en las actividades han obtenido la fuerza para hacer frente a las exigencias de la vida y considerar sus problemas personales con una actitud más filosófica. Existen propósitos definidos en los períodos que se practican en El Sánctum Celestial; o sea, se puede tomar parte en ciertos servicios, para un propósito determinado. Uno de estos servicios comprende tres períodos de consolación, que la mayoría de nosotros tal vez necesite alguna vez en la vida. Es conveniente que nos detengamos a considerar de vez en cuando las necesidades que pueden surgir en otra ocasión. Con demasiada frecuencia las personas esperan hasta que la necesidad les sorprende y entonces encuentran que no pueden afrontarla. No es preciso ser un avaro para tomar en cuenta una necesidad futura. Aunque nadie niega lo razonable que es considerar las necesidades físicas, en cuanto a lo que nos es necesario acumular para un momento dado, pocos son los que prestan la debida atención a aumentar su caudal de paz espiritual, de vigor en el propósito y de previsión comprensiva, los que podrían utilizarse en momentos de tensión psicológica o emocional. Es difícil definir la consolación, porque consolar no es un acto limitado sólo a la mente física, objetiva. Para quien está de luto ninguna explicación lógica de las causas de éste puede aliviarle la angustia mental. Casi todas las personas necesitan consuelo, cualquiera que éste sea, por motivo de que los peligros, reveses, necesidades, dolores y agravios figuran más o menos en el destino de cada ser que viene al mundo. La humanidad tiene que hacer frente en el transcurso de la vida al hecho inevitable de que habrá de ajustarse a los incidentes desagradables que ella misma a veces crea, y este hecho vale por sí mismo, como reconocimiento de la habilidad del ser humano en prepararse para el instante en que sobrevengan las adversidades. Es ciertamente triste el caso del individuo a quien sorprende la muerte sin haberse formado una filosofía de la vida. Es en estos casos cuando el miedo a la transición se manifiesta, porque ésta es desconocida. Pocos, entre quienes hayan cultivado hábilmente la fortaleza humana, temen lo desconocido; lo que causa el miedo y las vacilaciones en la mente del hombre. La preparación interna Habrá momentos en que buscaremos el consuelo; es inútil negar esto. Trataremos de ser consolados por una pérdida, sea ésta la de un ser querido o la de un ideal. Si no nos hemos preparado previamente, entonces a donde quiera que dirijamos la mirada, no encontraremos quizás más que razonamientos, los cuales no nos consolarán. Es bueno que nos preparemos ahora, cuando no necesitamos consolación, acerca del hecho de que la vida y las circunstancias posiblemente cambien y que algunos de nuestros planes pueda que fracasen. Sin embargo, cuando se tiene salud y vigor y nuestros planes van adelante, es natural que para muchos sea sombrío y poco estimulante, para el futuro desarrollo espiritual, el hacer un alto y meditar sobre la posibilidad de un fracaso que cause pérdidas y como consecuencia las aflicciones traigan consigo la necesidad de buscar consuelo. El consuelo que nos afecte hasta el punto de reemplazar una pérdida, estriba en una actitud de la mente y en la adquisición de una manera de reaccionar, que debemos establecer ahora. Quien tenga una filosofía de la vida sabrá el por qué y para qué de su existencia. Comprenderá la fuerza de la vida en sí, y entendiéndola será capaz de contemplar su manifestación total, ya sea en lo puramente físico o en su más sublime estado de vida eterna. El conocimiento y la aplicación de él, cuando no se está bajo tensión emocional, crea una actitud que es un baluarte de protección cuando las incertidumbres llegan. Recordemos que nuestros amigos pueden darnos su simpatía y ayudarnos con ella y con su actitud comprensiva. Sin embargo, no es cierto que un individuo pueda dar a otro el verdadero consuelo. La consolación está tan íntimamente ligada a nuestra vida emocional que casi podemos decir que se aproxima más a un atributo del alma que del cuerpo. Es por esto que hay un período de consolación en El Sánctum Celestial. No es un evento hacia el cual dirigimos nuestra atención únicamente cuando el pesar, la tristeza y las pérdidas nos afectan y el desengaño nos abruma; aunque es cierto, que cualquier periodo de este Sánctum sublime que se use sinceramente dará ayuda en el instante que la necesitamos. Sin embargo, todos deberíamos usar este periodo ahora; ahora que no necesitamos consolación por ninguna pérdida o suceso. Ahora es el momento para edificar dentro de nuestro ser una filosofía y una comprensión que nos capaciten y nos den perspectivas permanentes para adaptar nuestras reacciones emocionales a las condiciones que nos rodeen, del mismo modo, como esperaríamos que un hombre inteligente aplicara su razonamiento a los problemas de la vida diaria. La consolación, en este caso, es una reserva, un fondo interno, no externo. Se basa en la creación de una comprensión interior. Como alguna vez tendremos que apelar a esta reserva, no olvidemos pues la actitud, los estudios y (quizás más que todo) este período de consolación ofrecido por El Sánctum Celestial, que son los que nos permiten fundar una base sobre la cual podamos resistir, mientras soportamos la carga que tengamos que llevar.