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“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
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FRAGMENTOS DEL NUEVO HORIZONTE
Yo pensaba que el horizonte era aquella raya intocable
puesta en el confín laminar de la lisura de la tierra,
aquella ansiedad de perseguir lo que se trocaba imposible,
lo que la mano jamás tenía a su alcance
y se mostraba como reino que no se podía perseguir
(tampoco se han encontrado los vestigios de Camelot);
era el horizonte, entonces, un Dios entregado a la seducción,
un ser habitable en la complejidad de su abstracción lejana,
y no importaba que la raya del rimel de mi madre
fuera ayer un fragmento diminuto de aquel horizonte,
una presencia de su embajada manifiesta,
porque entonces yo no atendía a lo concreto,
no escudriñaba el rastro del fin puesto en su sendero,
siempre mis pupilas habitaban lo infinito
como si, en derredor, no hubiera partículas imposibles
o todo se antojara factible por el tacto de su cercanía,
-una rosa alcanza la lejanía si se desconoce el secreto de su
construcción-,/
pero la madurez del niño que se hace hombre
ya sabe que el horizonte deja sus despojos en el camino
como el rimel rayaba la perfección puesto en el ojo de mi madre,/
que sus huellas se quedaron ancladas en la tierra,
indelebles, inmarcesibles, detenidas por un descuido
cuando aquel Dios geográfico huyó al refugio de la frontera
en la que, ahora, permanece distante y eterno,
mas sus pisadas, nunca borradas, dejaron la presencia de su aroma,/
lo dejaron, como un fragmento, como una pincelada leve,
cuando, por ejemplo, dos labios se encontraron en un beso;
cuando alguien dobló las esquinas de la ciudad;
cuando una mirada de un hombre presenció a la hija en nacimiento;/
quizás cuando la Historia escribió la página de alguna revolución/
que se antojaba el horizonte soñado por muchas generaciones
y la liberación, entonces, expelía ambrosías para la memoria;
quizás también cuando una boca calmó su hambre
destruyendo lo compacto de un bocado excelente,
o cuando un rostro distinto se acercó para ser contemplado;
a lo mejor también cuando nos vimos reflejados en el espejo,
o en cualquier circunstancia en que el paso del horizonte
fue dejando sus jirones en las ramas del tiempo.
¡Rompamos hermanos el horizonte, bebamos de sus fragmentos,
que de eso os hablo!
ELEGIA EN CARNE VIVA A JOSE MARIA FERNANDEZ NIETO
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
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(Poeta al borde del horizonte eterno)
Eres un amigo para el más allá,
¡oh fruto maduro que sólo el tiempo conserva
en espera de la muerte visitante!,
-ay de esa remolona trabajadora que no te lleva
porque, quizás, se resiste en tus brazos la agonía-;
mas todo preludia que no sobrevivirás:
hasta esta pantalla blanca tan moderna,
en la que siempre dúctil te encuentro,
no deja de ser más que un hablar con tu espíritu,
pues no te toco ni te palpo; tan intangible te haces,
que ni en los encuentros concertados logramos vernos,
así es la niebla que se cierne sobre nosotros,
tal la desaparición en que te conviertes
sustituyendo la materia por el aire,
¡oh prestidigitador excelso
que has elegido este escenario informático
para que con lentitud atendamos a tu desaparecer!.
Sé que la expresión de tu rostro
es vaho que se deshace en el pasado,
lo cual no es triste, no la sonrisa del payaso
que, en su esbozo, oculta la tragedia,
sino expresión cristiana de gozo
a la que has vertido tu pasión alejandrina
regalándonos el poder de la fe.
Siempre he hecho amigos cercanos al último tránsito,
los cultivo como las flores próximas a su marchitar;
de las flores de mi tallo nadie conmigo habla,
no del existir inexorable de la muerte;
todos rehuyen el enfrentamiento, siquiera verbal,
en torno a la figura mayestática de tal Señora.
(rindámosla hoy sólo un besamanos prudente)
Pienso que no creer en EL, -sea quien sea EL,
el tuyo o el mío, tanto da el de aquel-,
deviene una suerte cobarde de huída al horizonte
donde probable parece la existencia del calor del infierno,
llamas que abrasan la irrazonable negación de la vida,
pues, afirmar la vida más allá de la vida,
es pensar que, el aroma último que las flores expelen,
transita hacia una dimensión distinta
que huye de los sentidos y se hace tan imperceptible
que llega a no creerse, pues, tontos, negamos lo que no se
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
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percibe/.
Encontrar a un poeta, amigo José María,
es saludar a un embajador de todos los dioses
que en el mundo han sido,
quizás tantos como hombres, quizás todos bellos,
quizás todos únicos en su excelencia trascendente,
y, tal vez, aquella realidad que ambos olvidamos
cuando empezamos con nuestros versos de juventud
ya se ha difuminado tanto que no nos reconocemos
en el pasado devorado de aquella tangible materia.
Creo que vamos preparando el viaje, tal es el destino,
tal la importante tarea del hombre sobre la tierra,
que lo preparamos desde el principio
hilvanando la postrer cara ante la muerte.Unos ponen cara de enamorados,
otros rehuyen su solaz abrazo compasivo.
¡Pobres de aquellos que se resisten a la fusión
de lo animado con lo inanimado!
pues rechazan la visión del ETERNO,
huyen del amor verdadero, del sempiterno
habitar más allá de las fauces voraces del universo.
Yo creo en una Causa, José María, no en los clavos de Cristo,
literatura hermosa donde las haya que, por imaginada,
quizás por excedida en su realidad, se hace divina,
pues todo lo que se imagina alcanza divinidad,
(¡Bendita sea la literatura que deifica la realidad
insoportable/
que fuera digestión pesada de cántaros rotos!).
Esta es nuestra diferencia, amigo poeta:
creer en dos causas distintas que a lo mejor son una,
¿no se refunden acaso todos los dulces caminos
en aquel en el cual desembocan?.
¿ no difiere nuestra poesía en las maneras
al punto de que ninguno dejamos de ser poetas?
¿no me dices que mi divergencia no es esencial?.
¿ Nos hace menos creyentes creer en Dioses diferentes?
Encontrar a un hombre como tú, uva mayor
entregada a la fermentación de lo senecto,
pero volcado en la vida entera del presente,
a la habitable modernidad de los hombres,
encontrarte a ti es encontrar la esperanza en el horizonte,
saber que es posible Ser por encima del tener,
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
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y que se puede volver la cara a la vida pasada
volando de regreso, planeando en silencio,
estableciendo una sombra sobre el paisaje vivido,
existiendo con la majestad del Rey que es uno mismo,
-única monarquía en la que creo, única densidad del espíritu,
única delimitación de la soledad elegida
que permite cultivar tranquilo el jardín bombardeado-.
Eres esperanza amigo, pero esperanza entregada a la muerte,
lo sé. Sé que tú mismo la abrazas y la comprendes,
-también la comprendía mi abuelo Guillermo
cuando con él danzaba aquella melodía final que lo llevó para
siempre/ -,
y sucede que me haces falta en la eternidad;
siempre he tenido amigos mayores que luego se fueron,
te necesito en esa dimensión nueva donde los sentidos no
saben del jazz/,
ni de los libros, o la pintura, ni quizás del pensar,
pues quizás todo se refunde en algo único e inatacable,
en la uniformidad etérea que no deja escapar la disensión,
ni por tanto el odio, ni la violencia, ni el dolor.
Albacea de tus letras, heredo el camino que emprendieras.
Somos pocos los poetas, pero somos ciertos como el mar,
creíbles porque ellos, los soberbios, nos han creado,
han erigido nuestra escultura para afirmarse,
para decir: ¡miradles qué absurdos horizontes tienen!.
Por eso nos dejan sobrevivir en el desierto de la marginalidad
que, ellos, ignoran ser oasis irrepetible.
Hay que ser tercos para seguir despreciando el cielo literario
al que tú ya has accedido, tu gloria trabajada, tu único
soneto/,
pero son así los que a su vez a nosotros nos afirman,
manos que no abren libros, que no pasan hojas,
ojos que no leen lo que los siglos han escrito,
oídos que no oyen las palabras repetidas en la mente,
tacto que no toca el papel, que ignora lo delicuescente
que el aire al pasar mece y mece,
gusto que no admira lo que otros hicieron,
que no se queda en la estela del tiempo,
polvo que no será nunca, con Quevedo, enamorado,
sino polvo muerto, intrascendente, sepulto con dinero.
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
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ENSAYO SOBRE EL BESO
Lo más corriente de un beso es que fusione dos fronteras,
que dos labios se impregnen de la posible piel contraria
que anule aquel vacío de aire tan abismal
que nos hacía sentir exclusivos o solos,
que nos introduzca en el olvido de nosotros mismos
con la simple suavidad del aleteo de una mariposa,
y que nos reconcilie con la humedad de otra boca
después de la travesía del árido desierto de la soberbia,
-aquel pecado nuestro que nos rodeaba cual marea
y nos hacía habitar nuestra propia isla-;
lo más probable de un beso es que nos haga cerrar los ojos,
entregados a la oscuridad, confiados en otro alma,
-oh dulzura del ocaso de la luz hecho hermosura-,
pues un beso es un salto valiente que al otro alcanza,
y un beso son dos continentes unidos por un estrecho,
la silueta de una sombra puesta en el suelo
que confunde en un área a dos marionetas en manos de un
destino incierto,/
(nadie sabe del rumbo del amor cuando se surca),
mas un beso es un contacto eléctrico de dos otros
que eran dos yos ebrios de soledad dialéctica,
ese estado de las palabras metidas en los valles del silencio.
¡Ay de la orografía egoísta del que de sí mismo no sale
porque desconoce la belleza magnánima de la llanura
donde ninguna silueta se esconde,
donde cielo y tierra son dos amantes que se besan en el
horizonte/
y besar, por tanto, es un ensueño lejano que se atisba,
un leve roce que se muere con el llegar de la noche
y se oculta, saboreándose, falleciendo en su delicuescencia,
muriendo como se muere un poema cuando las palabras no salen.
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
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RUPTURA DEL PRIMER HORIZONTE
Fuiste mi primer horizonte excelso,
ahormado vientre de entonces,
oscuro lecho donde estaba ciego,
ya sonaba el primer tic-tac de corazones
compartiendo la sangre bajo el mismo techo,
ya aquella primera complicidad se labrada
con el trasegar del umbilical alimento;
vientre, abdomen, piel curvada,
qué fácil construcción aquel tabique tierno,
qué primaria en su elegancia deformada,
qué suave protección para el viento;
mas una mañana de marzo de aquel año nuevo
me puse el traje de la prisión del tiempo,
ya no sonaba el dulce latir de tu corazón inmenso,
existía la musicalidad nueva del universo,
pero un latir luctuoso de descenso,
un agotarse, un morir de cada momento
anunciaba la carrera del vivir muriendo.
¡Bella aurora, madre mía, primera rosa...!,
todavía siento aquellos pétalos hermosos,
tus piernas recorridas por la sangre,
tus pechos henchidos de leche rebosante,
tu probable sonrisa tras los dolores parturientos,
tu desnudez primigenia, ya inencontrable,
de aquellos veinte años tuyos
que me vieron cogiendo los primeros segundos completos,
aquellos entre confusos y llenos de desacierto
que yo no atinaba a prender en mi cuerpo.
No sabía entonces que existiría el minuto,
vals de sesenta compases pequeños,
ni tampoco el horizonte de la primera hora,
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
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larga danza de los compases intermedios,
ni el día entero, (veinticuatro horas bailando al completo);
sólo sabía del llanto,
lluvia primera que entrecortara el aliento,
y luego del sueño tras mis labios en tu pecho,
nacer, pero nacer muriendo,
ese era mi destino cierto tras tu romance postrero,
ese el momento que, por pasado, al poema elevo.
HORIZONTE DE LA NAVIDAD DOS MIL.002
Imaginad la Navidad como una muerte dulce,
un derretirse el tiempo en cada copo frío,
un acolcharse gélido de hojas de invierno
que caen borrando el horizonte del suelo
y disfrazan su antigua cara, llena de historia,
con la máscara blanca que invita a la paz;
cerrar los ojos entonces, sí, cerrarlos,
venceros al peso sólido de los párpados
como en el momento del último viaje,
y sentir vivos la plenitud del óbito vuestro,
pues veréis en este ensayo un nuevo nacimiento,
una proyección hacia el ego majestuoso
donde Dios mece sus lloros primeros,
-Oh invisible espectro de inimitable armonía-.
Da igual que Belén se antoje espejismo,
que no haya Reyes Magos turnando la guardia,
ni calor de bueyes soportando tumbados el peso de su
sueño/
ni una virgen tras un parto bimilenario,
ni la santidad de nadie aceptando una paternidad que no
le pertenece,/
ni una estrella que fuera guía celeste,
ni ningún actor de aquella historia hermosa
que algún día nos contaron los mayores,
pues basta que Dios haya nacido en nosotros
en la Nochebuena de este exclusivo tiempo
anunciándose así mismo como nuestro señor,
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
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dómino absoluto de nuestro comportamiento decente,
regidor de la moralidad que de nosotros se espera,
basta eso, cualquiera que sea su forma,
incluso si sin forma le viéramos,
bastaría un soplo de sabernos deudores de una Causa
para que la vida plena adquiriera brillo renovado.
No es necesaria la crucifixión posterior de nadie,
no la muerte de un embajador genético,
no debe nacer Dios en diciembre para morir en Abril
si la luz de nuestros párpados escénicamente yertos
ya le han visto nacer al compás de las primeras nieves.
¿ Acaso necesitamos el sadismo de la negritud impura,
la muerte de esta Navidad excelente,
para realimentar la necesidad de otra nueva?
¿ No vale una sola, sencilla, una primigenia rosa
que viva instalada en el corazón de los hombres?.
El universo vive en nosotros hace mucho tiempo,
tan esencial se reproduce en cada ser,
y en cada uno adopta la conveniencia de una forma,
quizás un particular entendimiento.
Es sombra comprensiva en un asesino,
una blancura manifiesta en el hombre de paz,
literatura verbal en el hombre hecho a las oración,
lujuria generosa en la mujer entregada por merced,
inocencia en el pecador que no encuentra su amparo,
manto protector en el enfermo,
liberación en el hombre encarcelado,
plenitud en el alma de los niños,
y una luz en el largo etcétera de todas las almas;
sólo basta vernos para verle cómo es en nosotros,
cómo le hemos hecho nacer al mundo una Navidad cualquiera
que bien hubiera podido ocurrir en septiembre,
y basta conocernos todos, sin los prejuicios de siempre,
para ver la expresión de todas sus caras unidas,
¡Oh Sol magnánimo que dicen que nace en diciembre!.
¡Que nazca pues, vale, el próximo veinticuatro,
pero que nazca de nosotros, oh hermafroditas del amor
que ya lo llevamos gestando tantos años sin verlo,
ya rompen las aguas de nuestra Navidad,
ya eclosiona, se alumbra, se muestra,
ya la Causa de las otras causas
se hace eficiente quitando nuestra penumbra,
ya se deshilacha huidiza la oscuridad,
no hay tiniebla espesa en el alma
cuando los ojos yertos dejan posar los copos de nieve.
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
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EL GNOMO.
Esta mañana me he visto en el espejo,
-fragmento rumoroso de la corriente del tiempo-,
y, aunque hasta hora no me había dado cuenta,
creo que la Historia me esculpe un rostro concreto.
Esta mañana estaba apostado en la orilla,
viendo mi cara en ese espacio cierto
donde el narciso vigila las líneas de su frontera,
cuando he adivinado que un gnomo me voy haciendo.
Ya puntiagudas, las orejas extreman sus excrecencias,
se apartan del curvar gravitacional que caer las hiciera,
expelen su crecimiento al cielo aromando su trayectoria eterna,/
convergen en sus puntas las carnes antes discretas,
y ni la cascada del pelo es agua suelta
que taparlas a mis ojos pudiera.
Transito a otro estado nuevo en la irrealidad del espejo,
leve metamorfosis a la permanencia de lo viejo.
Todos los gnomos somos jóvenes en el acumular del tiempo,
nunca es tarde para más hojas, arrugas que vienen del cielo.
Envejezco hacia la eternidad de todas las horas,
ya me piden vivir en el bosque más denso,
escondido de los demás hombres,
habitando la intemporal tormenta de los sucesos que no son
sucesos/,
sucede que domino el devenir perfecto de lo por mágico
supremo;/
soy un hombre en el devenir de duende,
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
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¿quién antes hubiera podido imaginar que tender a lo viejo
permitiera este crecimiento interno
donde ya no importa el tiempo porque el antes severo
se acrisola en las entrañas haciéndote su siervo,
pero su sabio esclavo sincero?.
Tender al gnomo trasciende la vida doméstica,
se aceleran los momentos, todos se ven en uno quieto,
viene la sabiduría que el atrás te regala,
surgen las respuestas sin el hacer de la pregunta,
ya no hay razón que contrapese el subconsciente,
los sentimientos afloran al estanque,
¡Oh nenúfares inmortales, cómo nadáis tan ligeros!.
Soy ya casi un gnomo, una espalda del tiempo,
veo lo invisible, lo intangible casi toco,
todos los sonidos abarco, mezclo los aromas con mis manos,
sé de aquello que quisierais saber si duendes fuerais,
mas soy una figura irreal puesta en el espejo
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
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ENSAYO SOBRE EL HAMBRE.
Nunca he pasado hambre, lo confieso,
no la verdadera que se prolonga en el estómago hecho caverna,
la que genera ese vacío de humedad inmenso
que, no sé por qué, santifica las almas de los que nada comen.
Parece como si la ausencia de materia masticable,
ese adelgazarse hasta hacerse una raya leve como el horizonte,
les trasportara a las intocables dimensiones de lo incorpóreo,
quizás de ahí esa sonrisa en medio de la desolación,
ese oasis escueto que rompe la monotonía de la piel llorando,
y se antoja puerta abierta a lo increíble...,
o reflejo adverso de las propias sombras de nuestras caras,
siempre dolientes en medio de la abundancia
(la gordura no deja creer en nada más que en uno mismo).
Nada hay más hermoso que el hambre de los inocentes,
pero la estética de la muerte puesta en dosis de ayuno
se revierte efecto de culpa sobre el sol de Occidente
porque hace tiempo que no creemos en otro pan que el que
cocemos/
y, su ausencia en otras bocas, nos remuerde los adentros
justificando la labor sacrosanta de los curanderos de
almas,/
(¿qué harían ellos sin los pecados?).
Ellos son nuestros embajadores en la Tierra sin Pan,
-la diplomacia siempre se ha servido de lo políticamente
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
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correcto:
ésta vez, Santidad nacida de la apariencia cuando nadie existe
sin pecado-/
Yo no he pasado nunca hambre, pero no me asusta ser un
marginal/
porque hace mucho que sé que la felicidad ronda los arrabales,
¡Oh excelsos suburbios centrifugados por la monarquía del
Centro!/.
No. Nunca he sentido la punzada aguda de la muerte lenta
hecha metáfora en la vaciedad de la bandeja que refleja
luz en el metal/,
nunca he sentido la pesadilla de una camarero en blanco y
negro/
que reiterara el imposible servicio de la literatura de la
carta/,
-quizás el hambre es el eco devuelto del menú que soñamos-,
nunca los alimentos han sido nubes o palabras habitando éter,
gases, ideas, meras posibilidades para relleno del horizonte,
y, sin embargo, a pesar de eso, nunca me he sentido culpable. He
comido de todo, -siempre y en cada hora de mi vida-,
lo he hecho rutilando la noria del diente circulando su
masticar vertical/
mas también en cada hora subsiguiente, en cada tiempo de ocio
en digestión/
cuando ya era posible soñar el porvenir de un nuevo alimento,
tanta suerte he tenido en el mundo, tanto saldo en mi
despensa/,
que imaginar el hambre no me es posible sino en forma del
espectro de algún fantasma/.
Pero en Occidente nadie cree en los fantasmas,
-también engañan los espejismos en el desierto-,
nadie extiende su mano al aura de lo intangible
porque el miedo es un horizonte que detiene,
una frontera establecida por el poder
con ese rigor solemne que generan las islas incomunicadas
cuando el gobernante es el único que tiene la barca,
nadie cree que el hambre alimenta porque hay alguien, algún
ministro/
que no ha educado en la posibilidad de la reversión,
pero creo que la vida deviene siempre en reflujo,
quien aprende enseña, quien enseña aprende,
quien ama odia, quien odia ama,
quien en un etcétera se encuentra otro etcétera inverso
habita/
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
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quien ayuna se alimenta y viceversa.
Es posible que el hambre sea una puerta al universo,
que la Tierra sea un estanque en el que haya que buscar un
hueco/,
nadie permanece en lo continuamente quieto,
sólo los cisnes, si bien con la inercia elegante puesta en el
gesto,/
cierto, mas nadie sabe del sueño de esas aves entre el agua y
el cielo,/
puras habitantes de la intersección, del territorio de nadie.
Yo creo que los hambrientos son cisnes en trance de abandonar
el estanque/,
cisnes dejando de ser cisnes para ser aire,
por eso desprecian la pesada ignorancia de querer permanecer
sobrando de los huesos la grasa indecente e indecorosa de la
abundancia,/
pero nadie es culpable de no querer abandonar el agua quieta
que promete mansedumbre sin necesidad de ser eterna,
basta esa quietud dispuesta, la lisura de las aguas
permanentes/,
para que la voracidad o la gula almacenen el lastre.
El infierno, entonces, está en el fondo del estanque,
y es insoportable haber comido aquellas sobras que, un día,
nos parecieron necesidad insoslayable,
ya lo sé, y sé cómo se siente el tragón irremediable
cuando la culpa se reduce a aquel instante no detenido de
voracidad/
que una vez pudimos parar antes de convertir en pecado,
pero nadie es culpable de los miedos que siembran los de
siempre/,
-ellos, sin embargo, están orondos, apetitosamente indecentesy la gula antecede a la salvación porque, la saciedad,
también es un camino que llega al postrer ayuno.
¿No os dais cuenta de que todos estamos salvados?
Nos salva que nuestros males no perjudican otras almas,
-ningún alma se perjudica por los pecados materiales-,
que Dios es compasivo en su intersección graciosa,
alegres y prestos, los hambrientos abandonan el estanque,
le sonríen antes de habitar las cavidades del pasado,
-no hay mayor elegancia que sonreír a la muerte
cuando esta nos reserva una sepultura en la Historia-;
En la cena de nochebuena del dos mil dos pienso comer...
una dulce sopa de almendras que me recuerde a mi padre,
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
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-hay veces que se come para resucitar a los muertos-,
y también comeré besugo, como él hacía.
Es la cena de la resurrección de mi padre Guillermo,
-cada cual ve en Jesús el espectro que desea
porque Dios resulta polivalente la noche del veinticuatro-,
y comeré besugo como él comía y pocos hombres comen,
comeré lo mismo que comíamos en nuestras nochebuenas
porque yo también tengo derecho a escenificar una última cena
-, no sólo los cristianos lo tienen-,
también yo estoy hambriento del espíritu corpóreo que no
llega/
-son muchos años esperando a Jesús, catorce a mi padre-,
da igual comer cada día decentemente,
¿es que no hay nadie que anote en el borrador de la historia
que los hombres de Occidente comemos para matar la ausencia de
amor/,
que algo tenemos que hacer para soportar nuestra verticalidad
tambaleante sobre la tierra, -sí es probable que estemos
borrachos-;
es fácil ser compasivo con los muertos de hambre,
-yo lo soy, pero no hago filigranas decorosas de corrección
piadosa-/,
no me sale de las entrañas ponerme del lado indiscutible.
Nunca he visto misioneros dedicados a dar pan a los
dictadores/,
ni a los soberbios, ni a los definitivos tragadores de la
Historia/,
aquellos que se cenan todas las noches el dolor de la gente;
no, nunca he visto curas sanando el espíritu de los culpables,
ni dándoles el pan invisible de la compasión.
Les he visto repartiéndose las migas posibles del poder
que no formaban parte del imperio de Cristo,
-hay veces que hacer culpable al poderoso
da los beneficios de las migajas que eran un imposible:
ese es el negocio-;
pero no les he visto dar gratis el pan de compasión,
se han repartido el mundo representando la misma historia
Se necesita un malo para reparto y un dedo que acuse,
entonces el botín desparece, -¡oh sortilegio inexorable!-,
da igual que luego haya embajadores para los pobres,
todo forma parte de un mismo espectáculo,
-ya se sabe que la hipocresía se disfraza de mil colores-;
El hambre, el hambre es un hueco. Hay ayunos voluntarios
cuando nadie quiere comer comprensión,
ayunos que adelgazan el ánimo de los pecadores
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
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hasta hacerlos desaparecer en el horizonte.
Que no me digan por favor que no cene esta nochebuena,
-ya estoy harto de esa chorrada de los nuevos poetasCenaré todas las sobras del mundo que me recuerden a mi padre.
Comeré sopa de almendra y besugo,
y brindaré por todos los pobres repartidos por la tierra,
les diré que como con mi padre y con todos mis muertos.
Sé que ellos son los que lo entienden todo.
HORIZONTE DE LA ESPERANZA PUESTA EN CARMEN
Tus ojos verdes son mi esperanza
porque deposito en ellos las probabilidades,
todas las que el destino pretende construir
en nuestro andar inevitable por el mundo;
ya eres un vagabundo en el camino del tiempo,
-te recomiendo que hay que llevar un hatillo repleto de
ilusiones/
mientras silbamos cualquier canción que nos hace feliz-,
Tu melena rubia cayendo en cascada,
esa inercia que se detiene expedita en tu cuello,
ese agua cuya quietud aparente sólo mecen el viento
o mi soplo paterno, tan inevitables,
resuena en mi interior como un rumor poético,
pues habito tras la pared trasparente de tus cabellos,
en ella me escondo y me protejo,
pues he encontrado en ti una ermita donde rezar,
donde quedarme quieto respirando un paréntesis (aire entre
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
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corcheas)/
que es un vacío que tú llenas viviendo por mí,
-nunca imagine que este hueco tuyo, interludio de mi
biografía/,
sirviera para refugiarme del viento tormentoso de la vida,
pero es así la inmersión en este oasis que te aísla de todo,
y hasta hay veces, accidentes efímeros de tiempo que son islas,
pero islas breves en el océano del tiempo,
que no quisiera cerrarlo,
tan resuelto habito tras tu agua dulce cayendo,
tan importante es todo cuanto califica tu existencia
que he aprendido a relativizar los demás sucesos.
Ya no importa tanto aquello que antes me enervara,
Reconozco que soy más compasivo desde que el horizonte
ha dibujado el perfil de tu rostro como un Sol manifiesto.
Todos los días amaneces, te sumas a la aurora,
te elevas sobre los rasos del techo doméstico que delimita el
hogar/,
eres la luz que sustituye la propia de esta parte del
Universo,/
y todos los días construyes tu ocaso con el sueño,
-nunca la negritud me pareció más dulce que ahora,
cuando, dormida, te contemplo hecha un arrebujo que es un Sol
tras la loma,/
(siempre hay una suerte de orografía que permite la
escapatoria de los astros)-;/
Yo no sabía que el horizonte se reconstruía con cada
nacimiento,/
pero un día de mayo, quizás casi el último, llegaste al mundo,
lo hiciste tras una noche de luna llena y nubes negras que la
subrayaban/,
-lo recuerdo perfectamente porque, esos instantes que uno anda,
son huellas tras pisadas que calcamos con mucha fuerza
(la vida es un andar que a veces se hunde profundamente sobre
el limo,/
estableciendo entonces la hondura inexorable del recuerdo)-;
Dejé de mirarme las botas, manchadas de barro húmedo y pesado,
y te encontré expuesta en la raya que separa la tierra del
cielo,/
-el horizonte siempre habita en esta intersección
extraterrena-,/
y, desde entonces, sucede que ando con más denuedo,
recogido en la sencillez habitable de un paseo hermoso,
-nada hay tan bello como andar tu propio recorrido, créeme-.
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
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Carmen, ¡qué bella eres!, lo digo con la objetividad de un
tercero,/
qué tierna, qué sensible, qué sensitiva, que definitiva
escultura inmensa/,
tan en ti sucede esto que me reconozco, que parece que me
vierto./
Creo que soy el plomo del oro en que te has convertido,
ese el es secreto de nuestra alquimia,
todo lo que el tiempo ha ido trayendo y trayendo.
Yo no sabía que el trasmutar de los metales fuera cierto,
ya ves qué ignorancia tan manifiesta,
imaginaba que el laborar oculto del alquimista que llevamos
dentro/
devenía misterio de un simple y escueto entretenimiento,
mas en la equivocación encontré la sorpresa.
Justificas cualquier entero sufrimiento,
cualquier penar que habita en la desilusión del caminante
sempiterno,/
y eres una planta que crece excelsa
en la sabiduría del tropismo hacia la luz,
tal es tu dulce movimiento, tal tu batir de alas creciendo,
que sólo pido que no te detengas,
que no mires atrás nunca el ocaso que me contempla,
-los padres ya vamos siendo tragados por el horizonte
antitético,/
ese cierto que contradice la verticalidad que supuso el
nacimiento/.
Carmen, ya acabo el poema, todo tiene fin, este es el ejemplo.
Todo se diluye en la blancura de la nada,
todo menos tus cabellos nuevos, todo menos tu eterna mirada,
todo menos tú, menos ese tú inmenso que llevo dentro.
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
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ENSAYO SOBRE EL ROSTRO
El rostro es un horizonte para quien en él detiene su mirada,
quizás todos hemos ido en la búsqueda de uno que nos detuviera
porque todo horizonte es un habitáculo para la esperanza,
o el proyecto de un sueño probable.
Quizás sería imposible amar un cuerpo sin rostro,
un tronco decapitado que no tuviera puerta para el alma,
porque nadie se entretiene en la contemplación de lo que se
cercena,/
nadie da vueltas en torno a un viaje imposible
cuando amar es una expectativa de caminar en compañía.
Vivir tiende a hacernos habitar la casa de otro,
y no es posible agotar el tiempo solidificando la soledad
que, en su inercia, se hace perpetua,
no es posible sufrir sin la expectativa de levantar la cabeza,
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
19
o limpiarse el sudor de la frente sin el encuentro del
horizonte,/
por eso necesitamos encontrar un rostro que también nos mire,
-quizás el horizonte tiene su antípoda en nosotros
y nosotros constituimos su entera esperanza
pues él tampoco puede resistir en su reducida mismidad-.
Un amor es un rostro que nos mira,
un punto fijo del espacio que hemos detenido
acercándonos a él como el zoom que se acerca a su objetivo.
Entonces el universo se contiene en ese rostro
y ya no hace falta mirar a las estrellas,
el vacío que nos aprisionaba se hace habitáculo infinito
que infinitamente se llena con toda la absoluta materia.
Dios, inmenso, cabe en cualquier rostro amado,
pero no vale cualquier mirada, ya no se puede fingir
si uno se ha detenido en el horizonte que rellenaba sus huecos.
Hay que ser valiente porque no es posible el regreso
dejando a la espalda el horizonte que buscábamos;
no, desde luego, nunca es fácil volver al mundo sin lo que nos
justificaba,/
no es posible dar la espalda al poniente sin sentir frío en el
pecho/,
retomar en sentido inverso aquellas huellas que nos dieron
sentido/,
volver indefensos a la soledad antigua;
nadie quiere habitarse de la niebla gélida del fracaso,
pero detenerse en el definitivo rostro tampoco es fácil
cuando se averigua que su mímica tiende a imitar nuestro gesto,
a ofrecernos el espectáculo de lo que hemos venido siendo,
y que todo se compone de tal suerte extrema
que, si no nos gustamos, huimos sino es él quien antes huye
perplejo./
Hay que ser valiente para verse reflejado en el espejo de un
rostro amado,/
para saberse responsable de una geografía humana
que sin nosotros no tiene sentido.
Yo soy responsable del rostro de mi amada,
quizás tanto como ella misma, -al fin lo entiendo-,
sé que me habla con la mímica expresa que yo le vierto,
que su enfado es un eco de mi irascible ego,
que su sonrisa extiende círculos concéntricos
de una piedra que, algún día, yo arrojé en el estanque,
que su mirada tranquila se construye desde mi gesto quieto,
sé que todo lo que yo hago tiene en ella su reflejo,
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
20
-lo malo, pero también lo bueno-,
al fin entiendo la propiedad de su lenguaje,
al fin domino el mundo de su inteligible silencio,
-todos los rostros mudos son más sabios que los boquiabiertos-.
Hay amantes despavoridos que huyen de su contemplación en el
espejo./,
mas son narcisos, espectros ajenos a todo compromiso
que no soportan el horizonte inverso de sus propios defectos,
-hay veces que el rostro vuelca la frente sobre su propio peso,
hace muecas expresas distorsionando el gesto,
y entonces no nos gusta su clarividente reflejo-,
pero hay que soportar esa tensión del rostro que es nuestro
horizonte/
cuando el ocaso aún no lo ha diluido,
hay que mantenerse erguido y sereno, -la paciencia es buen
consejo,/
pues nada hay que no repare la sabiduría del tiempo.
Hubo un amante antiguo, alguien ya en el fondo perdido,
-quiero decir perdido en el fondo del saco del tiempo-,
que iba buscando un rostro idealizado pero mal construido,
tanta era su ignorancia que despreciaba las caras deshechas,
aquellas romas facciones desprovistas de juvenil arrogancia,
le asustaban las arrugas que la historia sembraba
cuando, su cara, vertía surcos profundos sumidos en desgracia,
-no se veía en el reflejo de las caras que de sí mismo
hablaban,/
prefería la soledad de la imposible búsqueda que añorara-.
Murió solo, sin horizonte, sin el reflejo de otro rostro,
murió habitado por su soberbia ilustrada,
agonizó palabras de profunda rabia, sí, de rabia hecha hondura,
y dejó, como ejemplo, el surco de sus huellas equivocadas.
Encontrar un rostro por horizonte puede ser tarea imposible
si sólo nos hemos visto la nuca,
-nunca la espalda da nuestra ciencia segura-;
y hay que haberse visto antes la catadura del alma
para reconocerse en el rostro que será nuestra armadura,
-nadie puede habitar la vida desprovisto de coraza-,
hay que saber detenerse cuando los pasos son los últimos,
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
21
cuando el camino no absorbe más huellas,
cuando ese horizonte prometido se redujo a un gesto,
-sólo hay un gesto posible en cada rostro-;
entonces la vida se resuelve en una contemplación manifiesta,
el amor es un arte escénico del hablar de las caras
donde ya no importan los cuerpos.
Puede una cabeza vivir puesta frente al horizonte de otra,
da igual que la cuchilla haya borrado la descendencia del
cuello/
si el amor se basta para ser ingrávido y detener los rostros, no
cayendo estos, sino flotando ante la gravedad insolente.
Entonces no hay que tener miedo porque la faz se vale sola,
y sólo su geografía establece la cadencia armónica,
ya no hace falta el pilar del cuerpo que la sostuviera.
Da igual la inexistente juventud,
la deformación inexorable del cuerpo, su endeble consistencia,
la ausencia de aquella sangre hervida que la primavera había
florecido,/
-tampoco le importa el cansancio al campesino
cuando sólo la mirada al frente le sostiene-;
hay algo más en el alma humana, una fuerza insólita,
cierta invisible inercia espiritual que grana amapolas,
un ritmo que siempre se encuentra en otro rostro
cuando, éste, se convierte en el horizonte que importa.
ENSAYO SOBRE LA ESQUINA
En la esquina se sintetiza, excelso,
uno cualquiera de los probables rumbos perdidos,
se tuerce la vida, cansada de su antiguo destino,
convergen dos planos en la arista afilada de la recta,
nuevo horizonte donde la debilidad encuentra apoyo.
¿ Quién no ha besado, apoyándose, en la oscuridad de una esquina?
¿ Qué borracho no ha dejado en ella sus fauces pegadas,
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
22
quizás sus dosis de indigerible vómito regurgitado?
¿ Quién no ha encontrado en ella la quietud de un remanso
que nos refugiaba de aquel viento que nos perseguía?
¿ Quién no ha escuchado lo que tras la pared doblada se
hablaba?/,
¿ Quien en ella no ha detenido los latidos insoportables del
cansancio?/
¿ Quién al cambiar de camino no la ha rozado con el brazo
dejando en su piel la desprendida herida textil de su rastro?
Una esquina, como cualquier cosa quebrada,
deviene frontera que no pertenece al mundo,
éxtasis de la huída, mojón que delimita el espacio abandonado,
toda esquina concentra el poder de un pecho y una espalda,
síntesis de lo que el pasado deja y el futuro toma,
la esquina es un presente, liso como una línea,
que en un segundo se muere y termina.
Poca gente permanece viviendo en esa atmósfera torcida,
-quizás algún vagabundo, quizás algún alma perdida-,
mas el sentido del giro, la gravedad que nos arrastra,
es un instante que se posa, un nenúfar en el lago,
mas un nenúfar que no flota,
tal es la absorción del hombre secuestrado por una esquina,
tal su hundimiento, la génesis de una nueva perspectiva;
es el lugar donde el horizonte establece un nuevo guiño,
pero también el espacio que traiciona al otro de antes que nos
había seducido/,
zona de luz y penumbra, zona ecléctica que no se pronuncia,
la esquina no tiene lengua, nunca habla,
quizás se basta de esa fuerza indómita que nos cambia la vida.
Todos hemos tenido muchas esquinas,
hemos doblado el camino del amor tomando otros caminos,
hemos traicionado o nos hemos traicionado a nosotros mismos
olvidando aquel pasado cuya fidelidad prometimos,
nos hemos aburrido del consabido ritual de lo rectilíneo
cuando la sensatez se rendía a la locura de los prohibido,
todos nos hemos dejado trozos de lo que un día fuimos
en aquellas perdidas esquinas que quebraron los senderos
perdidos/
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
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ENSAYO SOBRE LA INFANCIA
De la espuma imaginativa de los niños,
burbujas aleatorias sin orden, nació la mar
pero surgió salada, sin posible dulzura,
nació antagónica, antítesis de la solidez elemental de la
infancia,/
nació probablemente imperfecta.
De la envidia de las gotas separadas,
que veían en esa infancia un mar unido de miradas,
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
24
surgió la más oceánica soledad,
excelsa interposición entre el horizonte y la tierra,
mas, vertida en un continente, nació contenida,
no aérea como la marea de las almas diminutas...;
éstas, pequeña contestación en su libertad ilimitada.
Y de la mar, parangonando la libertad de los niños,
nacieron las revoluciones contestatarias,
expresión rebelde de aquella más perdida infancia
que el poder fáctico de las ayas dominara.
Todas las revueltas devienen en pompas de espuma,
hay aros libres, combas, toboganes que se cabalgan,
hay sueños de marineros en carnaval de comunión,
meriendas interminables de cumpleaños,
ensoñación de los cuentos que los siglos han narrado,
quizás en ellos habitan mitos, pequeños Dioses, elementales
ilusiones/
que, en el alma de los niños, se trocan por realidades.
¡Ay de la paupérrima realidad si en las manos de los niños se
gobernara...!/
Me pregunto qué sería de ella, cuál su campo dominante,
si, incluso, el egoísmo natural fuera perfecto,
tan delimitado como la concreción de una sombra que da sentido
a la luz/,
si lo ideal y lo rechazable, en sus manos tiernas,
alcanzaran la belleza del mejor de los combates medievales.
Arturo fue el Rey niño de una pandilla de caballeros
que jugaban a darse lealtad dentro de un círculo perfecto,/
(la tabla redonda tenía el diámetro justo de los primeros
años),/
Jesús un creyente de la infancia resurrecta,
Gandhi, un rebelde diminuto, un microcósmico universo
que manejaba la bondad subatómica con precisión de cirujano
estético/,
Einstein, un travieso que escondía el universo dentro del espacio
de una pizarra con fórmulas ininteligibles y
perversas/,
Edison, un creyente iluminado por el poder beatífico de las
luciérnagas/,
Franklin, un niño valiente capaz de descargar tormentas en su
pecho /,
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
25
Cervantes, un jugador de póquer que barajaba dislates de loco
con su mano muerta/,
Shakespheare, un Peter Pan escribiente subido en el trono de
una nube inalcanzable/
Napoleón, un déspota pequeño que pensaba que el mundo era la
guardería que no le contuviera/,
Platón, un bebé habitando en la burbuja de una idea,
El Diablo, un travieso inadaptado a la eternidad de las
esferas,/
un narciso cansado de verse siempre la cara buena,
quizás un pastelero de la maldad para los días de fiesta,
el creador de la excepción que rompe la aburrida monotonía de
la regla/,
Los alquimistas, buscadores de las mil formas de la plastilina
tierna/,
Los magos, niños preocupados por esconder los juguetes en las
sombras de la nada manifiesta/,
Colón, un niño cansado de entender la tierra como si fuera una
recta/,
Hitler, un mal criado que, por su cumpleaños, no invitaba a
las razas imperfectas/,
Picasso, un niño hastiado que infló de volumen la lisura de los
lienzos/
Velázquez, el inventor de la linterna para la pintura moderna,
Dalí, un Quijote perseguido por la paranoia de las ideas
Lorca, el niño asustado que una pandilla de brutos fusilan en
la contienda/,
Todo los escritores, una pandilla de locos que se curan con
letras/,
El Papa, un niño que trenza oraciones como si fueran vagones de un
tren de juguete que en torno a Dios traquetea/,
Eva, la primera Blancanieves que muerde manzanas porque no
sabe que envenenan/,
Franco, un niño con madre mandona que le dijo que gobernara la
escuela/,
Julio Verne, el soñador que dice a la maestra que a la luna
no
sólo con la imaginación se llega/,
Todos los reyes, una suerte sucesiva de egocéntricos que con
la majestad de la tarta siempre sueñan,/
La Historia deviene corriente de infancia,
siempre la construyen los niños desde las guarderías cercanas,
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
26
y no importa que los cuerpos crezcan a la excelencia de una
sequoia inmensa/
cuando la sangre es una savia que vierte a las ramas nuestras más
infantiles excrecencias/;
lo bueno y lo malo siempre surgen de la más tierna inocencia,
del pensar que todo muda o todo cambia por rigor de lo que se
sueña,/
(Dios lo sabe pero no lo dice porque le da vergüenza)
y, en el seguir siendo lo que al principio se era,
o en el abandonar aquella minúscula expresión de la perfección
suprema/,
en esa diatriba exegética, ahí justo radica el dilema.
Muere el adulto en la dejación de lo que fuera.
Renace siempre el niño a la verdad eterna.
EL HORIZONTE PLATONICO
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
27
La referencia idealizada de una rosa
siempre se nos escapa del sendero de las cosas hermosas;
si damos un paso, ella retrocede temerosa,
le tiembla el tallo por el temor que le azota,
y no es posible palpar la forma de esos pétalos
cuyo aroma un día nos tuvo cautivados,
este es el misterio del platónico amor hecho corola,
tal el imposible tocar su sombra,
mas, hubo un tiempo prendido en la memoria
que ese horizonte imposible habitaba sueños juveniles,
quizás también nos habitó en la densa infancia, cuando las
cosas/
adelgazaban su ser al punto de su cocción en vapor de almas
bobas/,
y, entonces, él o ella, se alzaban como una imposible montaña.
Admirábamos quizás la sensación etérea que nos hacia volar
como mariposas,/
trasparentes a la luz mínima que se posaba en las alas,
gráciles en el revolotear el amor que en cumbre se alzaba,
y eran sus ojos una ignota espesura que, al tiempo que nos
acercaba, también nos alejaba/,
quizás una profundidad millones de veces ignorada,
tal era la desconocida realidad de aquel ser que el alma
amaba,/
tal el ideal que nuestra mente abierta moldeaba.
No
no
si
si
hay que arrepentirse de haber amado un imposible,
el fijarse el objetivo que nunca se alcanza
su elixir se respira, si nos llega su fragancia,
aquel amor habita siempre en la trastienda de nuestro alma
destronada/;
no importa trabajar la tierra hincando en el suelo la azada
si al levantar la mirada hay un horizonte que quita aquel
sudor que nos cansaba/
Hubo un tiempo que todos amamos una rosa inalcanzada,
quizás siempre la seguimos amando bajo el escondite de la
almohada,/
pues tampoco el horizonte nos abandona en soledad desmesurada,
nunca la negritud, ni siquiera la noche, lo ocultan;
antes, tras el ocaso de cualquier día, su corazón palpita,
se le siente en la penumbra cuando, durmiente, respira.
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
28
Hubo un día que sobre el alma nos cayó aquella semilla
que hizo que nuestros días fueran habitables cual perfectos
oasis del desierto erigido en mediodía/;
nadie puede amar la esperanza sino ha idealizado una rosa
aparecida/,
(no siempre una flor amada alcanza la perfección consabida,
pues hay veces que aspiramos la fragancia imperfecta de la
vida),
no, nadie puede ser una persona sino se ha fijado un día en
una imposible rosa/,
nadie será decente sin poner su yo en una vasija más hermosa,
nadie que se precie, idealizara más rosas
sino tuvo una reina entre las flores que en el jardín crecían,
sino supo alzar el brillo más puro de una estrella
por encima de aquellas otras luces a su cabeza sobrepuestas ,
nadie puede ser un habitante de este mundo sino conserva el
tesoro de un recuerdo/
no, nadie nunca podrá soñar jamás las más bellas cosas
sino se detuvo un segundo en un nombre que era un eco en los
valles del silencio,
sino transitó del vuelo de su ego a las dulce posadas
donde, él o ella, eran el único tú que les llenaba el alma.
Pero el horizonte de la rosa nunca jamás se toca,
tal es su vertical armonía, esta su fragancia
que siempre de por vida nos acompaña;
puede morirse incluso un día, marchitar en agonía,
expeler su postrer aroma,
mas, si en el aire se diluye o difumina,
si no encontramos ya luego su acompañante perspectiva,
el alma nuestra se derrumbará sin cortesía,
se cerrarán aquellas ventanas que nos aireaban la vida,
y moriremos nosotros con el horizonte que se termina.
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
29
EL ALMA DE LA DEFENSA
A mis hermanos letrados, a los amigos y a los que no.
La defensa, fue un día un horizonte de alguien perdido
que descubrió que no tenía nadie que le tapara los huecos,
-esas ausencias del espíritu que nos presentan desnudos o
miserables en el error-/.
Alba entonces, sol puro de mañana elevándose al fulgor,
el abogado fue luz que iluminó el rostro del primer culpable
o la esperanza que amaneció tras la negritud de tantas noches
en que la culpa, esa pesada piedra, no le dejaba dormir.
Siempre ha habido un abogado cernido como una sombra
tras los pasos milimétricos de un vulgar asesino,
(quizás por eso la toga tiene ese pulcro tono negro luctuoso);
siempre un letrado ha separado la parte de un corazón roto hecho
pedazos/
que su cliente quería conservar después de aquella guerra
olvidada/
en que, el amor, se diluyó en la región amnésica de la memoria huída
de sí misma/;
siempre se practica un deslinde tras la huella del zapato de un
abogado/,
senda que hace camino al andar, y al andar a lo justo un día,
poniente excelso, definitiva agonía de quien al orgullo
dignifica/;
siempre un inquilino se refugiará en esa posesión efímera
que trae el tiempo breve de un arrendamiento,
quizás algunos niños pequeños pensarán la casa de su propiedad
sólo por el simple hecho de habitarla con la mágica alegría
de una inocencia que no entiende el juego perverso de la
especulación/,
(por lo que no necesito, pido la excesiva consideración del
dinero:/
esa es la regla injusta no arrinconada por la ley);
siempre un violador, manchada su carne con las células trémulas
de otra/,
huirá de sí mismo correteando o dando saltos por una pradera,
imaginando que nadie sabe que todavía lleva puesta aquella falda
que un día arrancó,/
y es probable que no pare de dar saltos hasta que un letrado,
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
30
quizás con el sonrojo propio de ese acercamiento íntimo,
le haga notar su ridículo escénico rogándole el silencio denso de
los culpables/,
aire de callar la nada o de habitarla, quizás masticarla
royendo los adentros inescrutables del pensamiento
antes de que un juez se vierta sobre nosotros con la maestría del
cirujano perfecto/,
pero siempre después de que el abogado, ese taumaturgo excelente,/
reordene las capas de nuestro silencio para habitarlo como se
habita el alma;/
él solo, ocupando la atmósfera de la negritud ponzoñosa y
envenenada de la culpa, diseccionándola...
Quizás encuentre alguna rata en esa cloaca
pero no la mirará más que el justo tiempo de un brillo en los ojos/,
el necesario que le trasmita la verdad de una historia que la lengua
de un rollo de papel empieza a envolver/,
-los autos no son más que una lengua que habla por escrito-;
Y siempre hay un abogado cuando el horizonte de la desconfianza/
constituye el único escenario de dos seres que contratan;
entonces el abogado es una espalda que al oído habla,
un alter ego que podría bailar con nosotros poniendo esas sonrisas
románticas,/
que nos devuelven la posibilidad de la esperanza.
Nadie nos quiere cuando la necesidad de lo justo
aún no se ha instalado en la piel del corazón
como una molesta pero impracticable capa de humedad;
tiene que llover mucha amargura en el alma
para que, los abogados, ocupemos el hueco que antes nos hacía
invisibles/,
¡Oh compensación exacta de la ausencia!,
somos la inversa función de la felicidad humana,
nacemos al mundo cuando el mundo justicia clama,
-qué fácil es pedirla cuando los platos ya se han roto,
y los golfos del barrio han desaparecido de escena llevando cada
uno un trozo-/,
mas somos ausencia pura, quizás la invisibilidad manifiesta,
y es así que nos evanescemos como las nubes gaseosas
cuando los hombres son justos o uno reconoce su culpa.
Hubo un tiempo en que aparecimos. No sé cuándo ni cómo.
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
31
El juez fue la necesidad de un tercero para la discordia
cuando dos, así mismos, se defendían,
mas, nosotros, los abogados, quizás surgimos del déspota que el
poder se arroga/,
quizás cuando aquel tercero perdió la venda negra de la
imparcialidad/,
y todo hubo de complicarse en la ceremonia ritual de una fiesta
negra y morbosa/,
-desentrañar las vísceras de las aves no es ver volar a las
mariposas-;
Arrastro mi profesión con el amor que le corresponde,
eso sólo la esencia del Cosmos lo sabe,
sólo esa Causa comprende que me haya tragado tantas amargas copas
de licor/
durante estos últimos trece años,
sólo la Gran Causa donde todas las cosas son justas,
habitáculo donde se residencia lo absoluto,
me ha visto laborar con el esfuerzo humilde y profundo
de quien, por obligación, ha de devorar las culpas que no son
propias,/
digiriéndolas con un extraño vértigo de tormenta
que tantas veces me ha desordenado por dentro
rompiendo los goznes de mi armadura.
Hubo un letrado primero que primero mordió la manzana,
quizás porque no sabía que los hombres no pueden administrar lo
justo/,
- en esto, todos tenemos las manos relativamente manchadas-,
pero la inercia ilógica del mundo ofrecido en escenario perverso/
nos disfrazó a algunos de abogados.
Es aleatorio, un sortilegio del viento que al aire lanza las
togas/,
luego basta alzar los brazos y tu rol en el carnaval está servido/
si, al alzarlos, la toga cae y recubre tu cuerpo
con el disfraz que el azar del mundo te había reservado.
Ya eres un abogado, pero podías haber sido un payaso.
Traje y corbata y meticuloso deslizarse los zapatos,
cuando andar por un Tribunal parece habitar un templo sin Dios/,
-se hace extraña la inexistencia de tal anfitrión
en un lugar donde se remiendan los trajes rotos-,
ya eres una clónica reproducción del primero que mordió la manzana,
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
32
-quizás fue más complejo crear el estereotipo-,
ya tu horizonte nunca la tranquilidad sentirá como una Pampa,
no como una llanura inmensa de aburrida mansedumbre habitable,/,
pero no importa la orografía nueva de una llanura que ondula
el magma irrespirable del alma de los culpables
si, eso que haces, lo amas como amabas todo lo que antes amaste/,
ni importa la soledad reducida del despacho
donde, tú mismo, un día te descubriste redoblando la posibilidad
de un argumento/
cuando caía la media tarde y ese Ocaso no era tan importante
como aquella primera defensa que fue a parar a tus manos;
Entonces ya lo sé, todo era tan hermoso como las azucenas.
Lo que no sabías era que las flores también expelen su mierda,
que tras la elegancia de las cosas manifiestas
siempre se cierne la galerna de una leyenda negra,
y habrán tenido que descender a la muerte muchos soles
para que tú, compañero, sepas que no todo lo que amas es bello,/
mas nadie ha dicho que haya que amar siempre lo perfecto,
Hemos sido y somos abogados, ya lo sé,
ni yo mismo me había dado cuenta de este pretérito,
y hasta hay veces que seguimos pensando que hemos sido elegidos/
para la resolución de cualquier asunto recóndito y complejo
que nos elevará por encima de las colinas
habitando en el planear mayestático de la luz más gloriosa.
Pero la gloria, hermano, siempre está en lo mínimo,
siempre en el microcosmos de aquel juicio pequeño
que no supimos mirar más que de reojo,
siempre en aquellos autos que despreciaban la mirada de los otros,/
siempre en aquellos pleitos en que, Jesús, hubiera puesto sus
sudores crucificados/
por ver el esbozo efímero de la sonrisa de los débiles.
Ahí la única luz que nos eleva por encima del ocaso,
ahí el único pleito importante que un día no vimos,
ahí lo justo, lo inmediato, la belleza del trabajo,
ahí el sendero seguido por los letrados sabios.
A ese camino, hermanos, nos encomiendo.
ENSAYO SOBRE MI MUJER MARIA JOSE
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
33
Te veo en todo lo que haces como la causa que desparrama el orden
en mi entorno/,
tal es la lluvia de las cosas perfectas que compones,
esa musicalidad hermosa de armonía cotidiana
que es probable que tenga más belleza que la poesía.
Nada hay tan hermoso como la limpieza de un olvidado lugar del
universo,/
hasta es seguro que allí haya barrido un ángel como tú,
pues los duendes actúan sin ser vistos,/
y Dios, ya ves lo que ha hecho desde su invisibilidad millonaria;/
Todos los más buenos sois los menos vistos en el espejo del mundo,/
todos los excelentes, que sois la sombra de la luz,
o el negativo de aquel positivo maravilloso que el papel plata
reveló al mundo un día;/
sois los ángeles, únicos en las ventanas de todas las casas,
que un día pusieron las alas para desbaratarnos el orden
o aquella anarquía antigua que regía nuestras horas de vagabundos
románticos/
Y tú, entre ellos, eres un eco de todas las causas
que quizás provienes del cosmos más originario,
del más viejo, de aquel que inevitablemente ordenaba el Todo
como si del orden de un hogar se tratara.
Probablemente eres, y no me he dado cuenta, un átomo de Helio,
uno de aquellos primigenios de hace quince mil millones de
años/....;
O tal vez un gnomo; ¡sí eso es lo que eres...un gnomo!,
todos los gnomos no pertenecen al bosque, sino a su trastienda
cosmogónica/,
y tú llegaste a mi vida como una causa y, desde entonces, no paro
de exigirte tus imposibles,/
(hay veces que mi lenguaje es un eco insoportable de muchas cosas
que rebotan en tus valles injustamente),
y hay veces que te he hecho llorar provocando ese límite o luz roja/
que dispara el automático que me dice que hasta ahí no debería haber
llegado/;
es entonces, con esas lágrimas nuevas, cuando percibo mi tozudez
de mula vieja
que olvida que todos tus aciertos y también tus errores, son la
única luz que da sentido a nuestras vidas,
porque no he visto ningún ángel más bueno que tú,
ni nadie que merezca la felicidad en su estado líquido o esencial,/
nadie que se muestre tan pura en su nobleza de diamante que nunca
se explota/
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
34
-otras mujeres serían insoportables contenidas en tu cualidad,
y de hecho hay muchas que lo son-;
por eso te quiero, porque eres guapa, noble, elegante y buena,
porque brillas como las estrellas,
y porque, sin embargo, eres humilde como las rosas,
sencilla en tu majestad.
REVOLUCION EN EL ALMA DE BLANCA
Hubiera olvidado el espíritu de la revolución,
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
35
-esa fiesta que explosiona los globos de las ideas
aireando al éter celeste la contravención de lo admitido-,
si tú, Blanca, no hubieras existido
como existió la toma de la Bastilla,
o como, de pronto, estalló la fiesta del té de Boston,
pues quizás ya soy reflejo de un poder anacrónico
que instaura en tu alma la represión educativa de los instintos,/
y no la hubiera adivinado en tu corazón rebelde
o en la disposición de esa melena grandiosa y dispersa,
si un día no hubieras empezado por inundar la casa
inventando tapones de papel higiénico
que fueron la pólvora para el primer estallido de tu causa,
la imaginación perfecta frente a la incautación dominante
de los tapones del vide que hube de retirar;
mas, la imaginación revoltosa de tu cerebro menudo,
tuvo que arbitrar la nueva forma del papel en instrumento
-¡oh eficaz artilugio capaz de descompensar mis órdenes!-.
A partir de entonces, descubierta la vía de la contravención,
no encuentro el sueño tranquilo de los dominadores,
me mantienes en esta expectación de tu ánimo travieso
sabiendo que, algún día, tendré que perder la partida
igual que, aquel día, el agua del baño inundó mi alma
haciéndome soñar de nuevo que es posible volver del revés lo
consabido./
Yo ya me había olvidado de mi alma revolucionaria,
quizás me había convertido en un burgués de nuevo cuño,
-todos tendemos a reinventar el disfraz de la comodidad-,
pero aquel agua me devolvió la memoria del espíritu perdido,
y, ahora, me habito en el ejercicio contradictorio
de imponerte las mismas normas que un día discutí.
Todas las revoluciones se iniciaron en el alma de los niños,
parece mentira que hayamos olvidado aquellas amapolas traviesas/
que un día debieron ser Robespierre o Washington,
aquellas mariposas que aleteaban sus indomables corazones
cuando, en su jardín de infancia, Luis XVI tenía un destino
absoluto,/
o el Rey Jorge pensaba que Inglaterra era una corona sin espinas
, al menos sin aquella indomable de la independencia americana/.
Quizás ellos, algún día, también inundaron sus casas
ante la mirada atónita de unos padres decentes
que pensaban que la Historia no podía cambiar,
no al menos desde la revuelta inesperada de los pequeños.
“Los Poemas del Nuevo Horizonte”
36
A lo mejor la Historia tiene también unos padres decentes que nos
gobiernan/,
da miedo pensar dónde está la sombra de su imperio,
aquella que delimita el esbozo de su silueta perversa;
quizás tú, no lo sé, tienes ese privilegiado destino
de inventar un tapón de papel
que empantane la corriente de la vida,
anegándola en su momento presente como si el tiempo fuera
dominable/,
quizás naces para renacer el enérgico poder de los sueños,
-todas las revueltas son el ejercicio onírico de una impresión que
nos habita por dentro-/,
mas, aún palpando tal probabilidad histórica,
no me queda más remedio que oponerme
sentándome en mi sillón absoluto de emperador dominante
que impide que hagas del hogar tu vasto imperio.
Me opondré, cierto, más lo haré con el humor de quien sonríe por
dentro/,
sabedor de mi debilidad argumental,
del pobre papel que me ha asignado el escenario de la Historia,
seré, no me queda más remedio, un Luis XVI resignado,
vencido a la llegada de la guillotina que me corte el cuello,
tal es mi inexorable destino,-ya lo sé-,
tal la restricción de la libertad de la que un día serás merecedora/,
y te pido perdón desde este instante, fijado en el desequilibrio,
si un día mi fuerza coactiva se impone a la inercia de tu rebeldía
manifiesta./
Ya llegará el momento nostálgico de mi destronamiento,
ya aquel horizonte que el porvenir presagia,
y nada me hará sentir entonces más contento
si me depones para encontrar un destino mejor que el mío.
SOLILOQUIO EN EL ALBA DE UN LUNES
Lunes que se irisa sobre el horizonte del alma
asentando la ansiedad de una flor que no crece,
que se estanca en su monotonía de simiente,
nunca convertida en el martes que se espera.
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Estoy herido del primero de los días inevitables,
tocado por la punta de una espada en el pleno del corazón,
mi garganta es aquella probable tierra
que no podía regurgitar el crecimiento del tallo
que evolucionaba hacia el tropismo positivo de la luz.
Hoy, además, ha amanecido con niebla
reinando ella en su majestad blanquecina,
borrando la lejanía que un día nos diera la probabilidad de la
respiración/;
nada hay más atosigante que un horizonte que se cierra sobre
nosotros mismos/
reduciéndonos a un naufragio en nuestra propia isla,
abandonándonos a la ceguera de la confusión
que provoca esa marea de nubes gaseosas
que ni un cuchillo puede llegar a cortar.
Hoy es un lunes más de la Historia inexorable,
el inicio simbólico de la rutina cíclica del siete,
y uno se siente indefenso ante esa soledad oceánica del principio/
porque, de pronto, siente sobre su ser un vacío rotundo,
o la responsabilidad de la construcción de una rosa
que tendrá que florecer inevitable la dulce mañana del domingo.
Ante mí se cierne el abismo,
quizás dan ganas de vencerse a esa seducción que nos convertiría
en una fracción de la nada/,
a lo mejor el jardinero aproxima la necesidad de una jubilación
porque ya nada le dice el crecimiento de una flor
que tendrá que disfrazarse de espinas ante la crucifixión de su
arrancamiento/.
Todo lo hermoso muere expeliendo aromas intensos
que sólo pretenden borrar el odio en derredor,
mas la agonía de cualquier rosa que, mimosos, cultivamos desde un
lunes/
es algo que nos ahoga desde un primer domingo que supimos que nacía
para enterrarse/;
al amanecer del lunes redoblan las campanas luctuosas,
el universo, entonces, oficia la muerte de las flores que todos
fuimos el día anterior./,
LA HERMOSURA
Todos nos hemos detenido alguna vez en su armonía lisonjera,
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quizás hemos oído también esos cantos de sirena
que hacia su horizonte encaminaron nuestros sedientos pasos,
mas nunca nos detuvimos en la consideración de su trampa,
no en el pensamiento de que la belleza era el telón de un teatro,/
una superficie, lisa como una cortina, que no nos dejaba ver el más
allá;/
siempre un rostro hermoso se ha interpuesto en nuestro camino
estableciéndose con la densidad flotante de la niebla,
siempre ha sido la belleza una máscara servida con traición,
pero nunca hemos querido caer en esa cuenta,
no en la conciencia de que más allá de su lámina milimétrica
podría existir un alma henchida de su propia imperfección,
gloriosa en la vanidad de sus excelencias manifiestas;
no es verdad que la cara sea el espejo del alma,
nunca una convención puede amparar una absoluta verdad,
cambian las formas con los gustos de las épocas,
la belleza transita leve hacia otra insinuación,
mas no el alma, no este espectro habitado de misterio,
invisible porque carece de máscara,
inaprensible porque no tiene rostro que se pueda besar,
no le vale el sortilegio del carnaval de invierno
porque es un horizonte que no ha sido puesto en el espacio,
nunca un alma se ubicará en la raya que devora todos los soles,
luz de luces, profundidad de las profundidades,
su hondura no exige el cartón de un rostro hecho hermosura,
se basta sola, no se marchita, vuela libre estelando claridad.
EL BESO NO DADO
A Isabel Tomás.
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Debería haber besado a Isabel aquella tarde de Burgos
cuando, no lo sé con puntual exactitud,
mis labios expelieron el aroma de un piropo hermoso
que vertí al aire de aquella atmósfera donde todo sobraba.
Me incliné para decirle lo bellos que tenía los ojos,
pero no supe posar mis labios en los suyos,
o decir con la piel lo que mi piel pedía decirle;
Hoy he soñado con la probable reversión de la historia de aquel
beso/,
me he despertado pensando en la Isabel nunca besada,
aquella que se me fue como un fantasma
cuando yo mismo me inclinaba en aquel banco
de aquella hermosa ciudad de invierno
y parecía imposible huir de aquella rosa rozándome.
Hubieran sabido frescos aquellos labios
porque tenían un néctar incomprendido y moderno,
sólo quizás la intuía futura como la lejanía que no se alcanza/,
-no hay nada más caballeroso que prescindir del tacto
cuando la educación consuma la represión como un logro-;
pero yo también estaba en una cota del horizonte, expuesto como
una probabilidad/,
¿Quién me iba a decir que aquel beso no consumado
fuera a tener esta importancia lejana,
cuando el pasado aquel se cierne ahora como una perspectiva
y no puedo regresar a aquel Banco para poner mis labios en los de
Isabel?/;
sé que la besé con palabras exaltando sus ojos verdes de entonces,/
pero no le puse más piel sobre su piel,
no sobre esa fina boca que era todo un instante de deseo;
recuerdo que ella me decía sigue...sigue...,
más mi verbo de entonces no podía incrementar su espacio
dominable,/
me callé como se callan las más espesas sombras
porque pensé que no me pedía más palabras,
ni siquiera imaginé que mis labios dulces de antes
tuvieran que soportar la gravedad de un beso.
No, no besé a Isabel después de la nieve desaparecida,
no en aquella primavera de aquella ciudad de invierno,
ni la he besado nunca a pesar de que mis labios azules
tuvieron los suyos a la discreta distancia de algunos
centímetros./
Pasó lo imposible. No besar cuando besar era una distancia corta/,
no unir los labios ardorosos de la juventud
que, así mismos, se refrescaban con palabras decentes,
no tocar, -¡ oh prohibición decorosa, exacto mandamiento para los
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castos!-/,
todo se quedó en la atmósfera de lo probable,
de aquello que hubiera podido suceder con una simple presión de
la Historia/,
(hubiera bastado un leve empujón en mi espalda hasta su pecho)
pero todo se quedó simple y escueto, intangible,
quizás porque nunca es bueno rellenar todos los huecos del
horizonte./
LA NOCHE
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Es bajo la sombra cuando granan los mejores sueños,
bajo ese manto grande que cubre un hemisferio
y nos regresa a nosotros mismos, caracoles en el caparazón;
tenderos en la trastienda;
soldados sumidos en la única importancia de una taquilla;
monjes que ya no soportan ningún rezo,
no, al menos, en ese día extinguido que acaba de morir;
políticos que huyen pensando que, la noche,
los refugia de la rutinaria persecución de los saludos,
esos monstruos que a diario les acechan
o les expelen el dulce rigor de la hipocresía;
la oscuridad borra la faz que el Sol iluminaba,
y sólo las luciérnagas saben de un día microcósmico
que se soporta sólo unos centímetros más allá de su cuerpo.
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SOLILOQUIO EN EL MUSEO
Siento la soledad urbana
cuando la luz del asfalto
se espeja en la lisura escénica
donde los tacones bailan su danza;
la puerta del museo es una boca
que me absorbe y me mastica,
digiere mi soliloquio de provincias
reflejando mi mirada en los lienzos.
Varios fragmentos de mi partitura
se adhieren al color hecho soles,
en ellos se diluyen
recapitulando su viejo son;
he pasado muchos años
componiendo la soledad de mi lenguaje,
el eco de mi mismo se repite
inundando mis valles, ¡Oh imperio!
¡Oh reino excelso del yo!.
Da igual que en derredor otros contemplen
la digestión que el museo les practica,
todos hemos perdido y ganado la unidad
frente a la gloria majestuosa que se reconoce,
nadie rompe su soliloquio,
todos pensamos que la importancia se refleja,
que se adhiere a nuestros rostros atentos
tan sólo por el hecho de la contemplación,
mas tal deviene una trampa:
no se puede contemplar el horizonte
pensando que la simple mirada lo hace tangible,
no que los ojos asumen la función de las manos
cuando ningún recorrido ha sido iniciado.
¡Oh soliloquio de mi mismo puesto en los cuadros,
todo converge a la mixtura de lo imposible.
Ni ellos se me alcanzan, ni yo les toco,
sólo están puestos en el horizonte.
Museo Thyssen-Bornemisza. Madrid 12 de marzo de dos mil tres.
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