base política par a la profesionalización Bruno Aceves / 2005 ricardo santillán Güemes Ricardo Santillán Güemes Base política para la profesionalización Ricardo Santillán Güemes es antropólogo. Véase Guillermo Bonfil Batalla, “Lo propio y lo ajeno: una aproximación al problema del control cultural”, en Adolfo Colombres (Comp.), La Cultura Popular, Premiá Editora, México, 1982. 1 A los elementos culturales los clasificaba de la siguiente manera: materiales, de organización, de conocimiento (incluyendo la capacidad creativa), simbólicos (códigos de comunicación y representación, y signos y símbolos), y emocionales (sentimientos, valores y motivaciones compartidas, y la subjetividad como recurso). Y agregaba que “Todo proyecto social requiere la puesta en accion de elementos culturales no sólo para realizarlo: tambien para formularlo, para imaginarlo.” 2 58 Hace ya varias décadas que Guillermo Bonfil Batalla planteó y nos legó esa importante herramienta heurística que denominó “control cultural”.1 No obstante el tiempo transcurrido entendemos que su planteamiento de fondo, más allá o más acá de lo que piensen las tendencias posmodernas, sigue siendo de gran utilidad sobre todo cuando lo que se pretende es comprender un contexto heterogéneo, complejo y dinámico como el actual. El espacio cultural presenta fuertes asimetrías e injusticias sociales. En él se entrecruzan realidades, imaginarios y creatividades en pugna, tiempos y ritmos culturales diversos, actores sociales que encarnan distintas formas de procesar lo real y, fundamentalmente, fuerzas culturales globalizadoras que tienden a fijar sus reglas de juego, sus hegemonías y sus propios proyectos absolutos, así como fuerzas culturales locales y regionales que se esfuerzan en mantener sus autonomías y su dignidad a partir de distintos tipos de respuestas, muchas de ellas sumamente creativas. Para Bonfil “control” significa intervención, gobierno, manejo o dirección que se le da a un asunto. Y por control cultural entiende la capacidad de decisión que tiene un grupo o sector social sobre los elementos culturales, que son todos los recursos de una cultura que deben ponerse en juego para formular y realizar un propósito social.2 El control cultural no sólo implica la capacidad de usar un determinado elemento, sino también —y esto para él resultaba sumamente importante— la capacidad de producirlo y reproducirlo. La relación que se busca, entonces, es la que se establece entre quién decide (grupo, institución o sector social) y sobre qué decide (elementos culturales). Tomando en cuenta que la cultura es una sola y dejando bien en claro su punto de mira (que no es “desde” la cultura hegemónica sino todo lo contrario) Bonfil nos ofrece la herramienta que nos ayuda a clarificar esa dialéctica entre el campo cultural de “lo propio” y el campo cultural de “lo ajeno” que se desarrolla en el seno de una misma sociedad. El campo de la cultura propia o de lo propio, incluye las expresiones de cultura autónoma (elementos y decisiones propias) y apropiada (elementos ajenos, decisiones propias) y el campo de la cultura ajena o de lo ajeno contiene expresiones de Patrimonio Cultural yturismo CUADERNOS 13 Ricardo Santillán Güemes Base política para la profesionalización cultura enajenada (elementos propios, decisiones ajenas) y, obviamente, de cultura impuesta (elementos y decisiones ajenos). 3 Por supuesto que las decisiones no se toman desde el vacío, fuera de un determinado contexto o en un contexto neutro, sino en el seno de un sistema cultural que incluye valores, conocimientos, experiencias, habilidades y capacidades preexistentes. Esto significa que el control cultural no es absoluto y abstracto, sino histórico, y el propio Bonfil Batalla plantea que su dinámica se manifiesta a través de cuatro procesos básicos: resistencia (de la cultura autónoma); imposición de la cultura impuesta y de elementos culturales ajenos (apropiación); y enajenación o pérdida de la capacidad de decisión sobre elementos culturales propios. Más allá del tiempo transcurrido desde su gestación estas ideas de Bonfil sirven, y mucho, para repensar las metas que asumen las distintas organizaciones culturales y, en este caso, para encuadrar la profesionalización de la gestión cultural. De acuerdo con sus lineamientos, más que nada en lo que se refiere a la historicidad, interacción y consecuente conflictividad, entre los cuatro procesos se torna indispensable, antes de poner en marcha cualquier diseño o programa de capacitación, formación o profesionalización, preguntarse “desde” y “hacia” dónde se pretende orientar los mismos. Lo que se busca es promover la democracia cultural, un tipo de integración plenificante y la “cultura del ser”,4 o sea, vivir (dignamente) en comunidad, con un sentido propio y con un fuerte respeto por la diversidad cultural americana o si, por el contrario, sólo se busca un tipo de eficacia y eficiencia manipulable y forjada a la medida de una globalización ajena, tecnocrática y salvaje basada en la “cultura del tener”. Desde esta perspectiva, y tal como hemos coincidido con Adolfo Colombres en trabajos realizados en común, entendemos que una base política para la profesionalización debería incluir la puesta en práctica de los siguientes “pasos” o lineamientos directamente relacionados con los procesos básicos propuestos por Guillermo Bonfil Batalla: • La reafirmación y actualización crítica, creativa y artística (sensorial y sensible) de aquellos aspectos de la cultura autónoma que promuevan el desarrollo humano en un marco de dignidad, solidaridad y justicia. Esto implica, también, dar lugar a lo nuevo a través de la generación de ámbitos propicios para el desarrollo de lo que podríamos llamar una experimentación “con raíces”. • El ajuste y la actualización histórica de los procesos de apropiación, adopción, adaptación y resignificación de elementos de la cultura “mundializada” o global que sirvan a nuestro propio desarrollo vital y cultural. • La recuperación del control de elementos culturales enajenados. • El rechazo a aquellos aspectos de la economía globalizadora y la cultura “mundializada” que atenten contra la vida, las identidades y los derechos humanos. Patrimonio Cultural yturismo CUADERNOS 13 Por supuesto que según cuándo se haga el corte histórico, un determinado conjunto de elementos culturales podrá ser considerado como formando parte ya sea del proceso de imposición o de apropiación y, por lo tanto, estará siendo impuesto o apropiado. 3 4 Véase Erich Fromm, Del tener al ser. Caminos y extravíos de la conciencia, Paidós, Buenos Aires, 1999. 59 Ricardo Santillán Güemes Base política para la profesionalización Véase Ricardo Santillán Güemes, “El campo de la cultura”, en Héctor Ariel Olmos y Ricardo Santillán Güemes, Educar en cultura. Ensayos para una acción integrada, CICCUS, Buenos Aires, 2000. 5 6 Idem. 60 Optando por esta postura se torna necesario: a) acordar un concepto operativo y amplio de cultura en el campo de la gestión cultural y educativa, tema que ya hemos tratado en varias publicaciones y que no vamos desarrollar ahora;5 b) pensar qué herramientas técnico-administrativas autónomas, apropiadas o apropiables son las aptas para sustentar este proyecto, sin olvidar que, además, es un proyecto de vida; y c) reelaborar, en función de lo acordado, el esquema organizativo del sector cultura con el propósito de incorporar nuevos campos de acción.6 Patrimonio Cultural yturismo CUADERNOS 13