TEXTO Orden progreso sport_Gina rodriguez

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ORDEN, PROGRESO Y SPORT.1
Por Georgina Rodríguez Hernández
All the world is a stage and sportmen
hustle across it.
Would you play your part in the great play?
The Mexican Sportman.
5 de septiembre, 1896.
A lo largo del siglo XIX, en su recorrido por el mundo, el deporte fue un entusiasta compañero de
viaje del capitalismo en expansión. Instructor de cuerpo y almas, manía y obsesión de incontables
adeptos, el sport se convirtió en expresión cultural de la buena era económica. “Mente sana en
cuerpo sano” fue la frase que se exhumó de los clásicos para promover su práctica y, con ella
como estandarte, se intentó exorcizar las tentaciones que impedían el avance de la civilización.
Si bien los deportes modernos alcanzaron su desarrollo como una forma “racional” de
organizar el ocio de las clases dominantes, muchos de ellos retomaron arcaicas y populares
prácticas de destreza física, en otros tiempos prohibidas. El espíritu deportivo se transformó en
ideología e instituyó nuevas concepciones sobre el cuerpo y el juego, el triunfo y la derrota, el
individuo y la nación.
En el México decimonónico, cincuenta años de vida independiente no habían hecho
mucho para mostrar el potencial de nuestra civilización. Por si fuera poco, el traumático fin del
Segundo Imperio nos había sumido en un aislamiento internacional que nos calificaba como “país
bárbaro”. Sin embargo, al término de tan convulsionado siglo y durante la primera década de éste,
la máxima positivista “Orden y Progreso”, sostenida a lo largo del gobierno de Porfirio Díaz,
elevaría a México en el ranking mundial, confirmando las posibilidades de ser un país a la altura de
cualquiera. La mano dura del General logró implantar el orden y, tras la pacificación, los anhelados
capitales extranjeros comenzaron a llegar, contribuyendo a un visible progreso, notorio en la
ciudad de México, que consolidó su hegemonía como centro del poder.
En un territorio definido principalmente por inversiones provenientes de Estados Unidos e
Inglaterra, los deportes modernos llegan, con un fuerte sabor anglosajón, a aquellas ciudades con
mayor presencia foránea. Al parecer, fueron los mineros de Cornwall quienes patearon en Real
del Monte los primeros balones de futbol y, ya para 1904, la prensa considera al club de beisbol
“El Águila” –integrado por trabajadores veracruzanos- como un ejemplo que el proletariado debe
seguir. En su entusiasmo, el anónimo reportero recomienda incluso establecer, tanto en los demás
estados como en la capital, “centros de recreo donde la clase obrera encuentre entretenimientos
tan útiles y agradables como son los que ofrece el sport”.2
1
Rodríguez, G. (1998). Orden, progreso y sport. Luna Córnea número 16, Deportes, pp. 14 -19. CONACULTA:
México, D.F.
2
“El Club Águila de Veracruz”. El Mundo Ilustrado. 24 de abril de 1904, p. 12.
Otras colonias extranjeras tuvieron influencia decisiva en la difusión y práctica de otros
deportes. En 1986 se realizan en la capital exhibiciones de gimnasia sueca3 y a los clubes alpinistas
se les reconoce su carácter europeo4, aunque por lo general se olvida que las bien equipadas
cuadrillas solían estar acompañadas de guías indígenas sin mayor abrigo que sus jorongos y
sombreros. En Puebla se construye el primer velódromo, que hizo posible que se llevara a cabo el
Primer Campeonato de la República en 1894,5 y esto no sorprende si consideramos a las miles de
familias italianas que llegaron a ese estado entre 1881 y 1882. La numerosa afición a la pelota
vasca en buena medida se debió al espectáculo que ofrecían “genuinos” pelotaris de apellidos
Goenaga, Irribaren y Gurruceaga,6 pero tampoco se debe olvidar que mientras era permisible y
hasta bien visto apostar en el frontón, por aquellos años los juegos de azar y los palenques
celebrados en las tradicionales ferias estaban prohibidos, entre otras cosas por su inevitable
asociación con la ingestión de bebidas alcohólicas, una de las lacras que implacablemente atacaba
el régimen.
Franceses y alemanes tenían su lugar de encuentro con lo más selecto de la sociedad
mexicana en las populares, pero aristocráticas, carreras de caballos. Formalmente encabezados
por Díaz, tales eventos eran el marco propicio para celebrar el cumpleaños del Kaiser y los
aniversarios de la revolución gala, y entre otras cosas, eran el termómetro de la moda en nuestras
tierras. Lo más chic de las temporadas de primavera e invierno se lucía en los derbies de Semana
Santa y Todos los Santos, a los cuales era im-per-do-na-ble faltar.
El mismo Don Porfirio era un asiduo practicante del ejercicio diario. A pesar del inevitable
paso del tiempo, el presidente proyectaba una imagen atlética, que deliberadamente pretendía
encarnar la buena salud de la nación. De su gusto y aptitud por el sport, Díaz se ufanaba con
orgullo. En sus Memorias recuerda que, siendo muy joven, a sus manos llegó un libro de gimnasia,
“el primero probablemente que fue a Oaxaca”, y tal debió haber sido su entusiasmo hacia esta
disciplina que improvisó en su casa “un pequeño gimnasio”.7 Enrique Krauze recupera otra
anécdota que hace referencia a su notable condición física. “Todas las mañanas [Díaz] se levantaba
al toque de diana, hacía ejercicio y se bañaba con agua fría.”8 Cuenta también que, cierto día, unos
“dubitativos” inversionistas visitaban las instalaciones del Colegio Militar acompañados de José
Ives Limantour, Ministro de Hacienda durante 18 años y reconocido mago financiero. Al llegar a las
3
4
5
“La Gimnasia Sueca”. El Municipio Libre. 9 de jul. De 1986, p. 2 y 17 de jul. de 1986, p. 2.
“Una Ascensión al Ixtaccihuatl”. El Mundo Ilustrado. 16 de nov. de 1902, pp. 6-7.
“Campeonato de la República. Velódromo de Puebla”. El Mundo. Nov. de 1984, p. 2.
6
Almanaque Bouret para el año de 1987. Sección “El Sport en México”. México: Instituto de Investigaciones
DR. José María Luis Mora, col. Facsímiles, 1993, p. 211.
7
Enrique Krauze. Porfirio Díaz, místico de la autoridad. Col. Biografía del Poder/1. México: FCE, 1987, p. 9.
8
Ibidem.
instalaciones del “flamante gimnasio”, se detuvieron sorprendidos al ver a “un viejo que levantaba
pesas. <<Ah sí>>, respondió Limantour, <<es el Presidente Díaz>>. Viene aquí todas las
mañanas>>”.9 La escena y el comentario fueron suficientes para convencer a los inversionistas.
Carmelita, la encantadora y joven primera dama, también era entusiasta promotora del
deporte. El 5 de febrero de 1892 el Lakeside Club, el club de remo más importante del país, con
doscientos miembros activos y con sede en el Lago de Texcoco, dedica la primer competencia de
ese año –día de la Constitución- a su honorable persona. Desafortunadamente, según crónica
periodística, ni ella ni el presidente pueden asistir, debido a “cuidados de familia”.10 En
representación oficial acuden miembros del gabinete y el gobernador del Distrito. Entre la
concurrencia destaca la presencia de “señoras y señoritas de nuestra buena sociedad”, como las
señoras de Mariscal, de Ryan y de Honey, quienes reparten los premios a los vencedores. De las
competencias sobresale la sexta, en la cual corrieron en chalupa, la distancia de media milla (800
metros), “tres mujeres indígenas: Gregoria Galicia, Juana Bolaños y Margarita González”.11 La
ganadora, Juana Bolaños, se adjudicó la nada despreciable cantidad de $8.00 pesos, si recordamos
que en ese entonces los pesos eran de oro. Al término de las regatas, en “los grandes salones del
establecimiento balneario”, se llevó a cabo un five ‘clock tea que finalizó en baile, en el cual
participaron todos los concurrentes. Dos años después, las políticas sanitarias de desecación de la
ciudad obligan al Lakeside Club a trasladarse al pueblo de Ixtacalco y, aunque éste sigue activo
hasta principios de este siglo, los veracruzanos Club de Regatas, Club de Remadores y Club
Zaragoza ocuparon su lugar en importancia y boato.
Si en un primer momento los eventos deportivos coexisten con eventos sociales que, “de
manera lenta, pero segura, [implantaron] entre nosotros las costumbres de los europeos, las que
tienen las clases más refinadas de las grandes capitales como País, Berlín y Londres…”,12 a medida
que el régimen consolidaba sus fueron, el deporte servía para engalanar todo tipo de fiesta patria.
El aniversario de la Independencia, convenientemente ajustado a celebrar “El Grito” la noche del
15 de septiembre –fecha del cumpleaños de Díaz- pronto incorporó diversos eventos de sport en
los programas de festejos. Cabe anotar que, aunque esta celebración llegó a incluir otro tipo de
hazañas físicas como el palo ensebado y la acrobacia,13 éstos no calificaban como deportes y su
práctica se fue restringiendo a espacios circenses o a fiestas populares; en cambio, en 1893, las
9
Ibidem.
10
El Siglo XIX. Feb. De 1992, p. 3.
11
Ibidem, p. 77.
12
“Las Carreras de Peralvillo”. El Mundo Ilustrado. 13 de mayo de 1900, p. 8.
13
“En las 2a. Demarcación”. El Municipio Libre. 16 de septiembre de 1897, pp. 2-3.
Juntas Patrióticas promovieron carreras ciclistas en la capital como parte de las celebraciones
independentistas.14
De esta manera, en un ambiente urbano que ostensiblemente alcanzaba mejoras y
modernizaba las costumbres, los deportes se difundían a través de la prensa y su ejercicio se
generalizaba, alcanzando poco a poco al resto de la población. El ejército entrenaba a la tropa con
prácticas de atletismo, mientras los militares de rango podían optar entre la exclusiva Escuela de
Esgrima, dirigida por el profesor Lucien Marignac, o el equipo de equitación. Hasta los coqueteos
de Díaz con el imperio Japonés tuvieron su colofón deportivo: en distintas instalaciones militares
se llevaron a cabo demostraciones de jiu-jitsu.15 La población civil, ayer como hoy, conformada en
un alto porcentaje por niños y jóvenes, tuvo sus primeros contactos a través de las escuelas.
Gracias a la educación física, párvulos y bachilleres moldeaban cuerpo y espíritu. Y para que no se
pusiera en duda la capacidad del magisterio para tan trascendental tarea, las futuras maestras
adquirían condición al ritmo de acompasados movimientos calisténicos, que paulatinamente las
fueron liberando de apretados corsés y cinturillas.
Mucha atención se prestaba a las palabras del Barón Pierre de Coubertin, fundador de las
Olimpiadas de nuestra era: “El servicio más grande que puede prestar el deporte a la juventud es
el de mantenerla, no en la ignorancia, sino en la indiferencia hacia lo que amenaza con despertar
en ella una sensualidad prematura”.16 Revistas especializadas aconsejaban a los padres de familias
fomentar el ejercicio en sus hijos e hijas, con el fin de reprimir tales apetencias.17 Sin embargo,
mucho se cuidaba que, en las prácticas deportivas de participación femenina, imperara la
moralidad y las buenas costumbres. En 1983 el periódico El Monitor Republicano anuncia “el
segundo torneo de señoritas patinadoras” en el Skating Rink de San Juan de Letrán; para que no
quedara duda de la imparcialidad y honorabilidad de los jueces, se advertía que, “esta vez, el
jurado calificador de las guapas patinadoras estará formado por caballeros que por su edad y por
otras circunstancias no tengan preferencia por tal o cual persona y sean absolutamente
imparciales para otorgar los premios”.18
Al llamar la atención sobre los cuidados y el bienestar de los cuerpos, el deporte también
contribuyó a promover su imagen. Criticando la apariencia enfermiza de las clases medias
citadinas que aún no adoptaban el ejercicio dentro de su cotidianidad, The Mexcian Sportman –
primera publicación nacional dedicada a la materia- puntillosamente ponderaba la mejor
14
Almanaque Bouret para el año de 1897, p. 203.
15
“El jiu-jitsu en el Cuartel de Artillería”. La Semana Ilustrada. 12 de nov. de 1909. “Luchadores de jiu-jitsu”
y “La Moderna Lucha del jiu-jitsu” en Fin de Siglo, 16 de enero de 1910, p. 3 y 10 de julio de 1910, p. 3.
16
Para los Amantes del Deporte. Madrid: Grupo Anaya, col. Aguamarina, 1995.
17
El Amigo de la Juventud. Órgano de la Sociedad Mexicana Sanitaria y Moral, 5 de abril de 1913.
18
El Monitor Republicano, 4 de mayo de 1893, p. 1.
condición física de los indígenas, en particular la de aquellos que “mantenían una vida de trabajo
ligada a la naturaleza”.19 Pretendidamente culto, este semanario adaptó una cita de Shakespeare
como su lema: All the world´s a stage, /And all the men and women merely players… Y como parte
de su cruzada, que entre otras cosas servía de publicidad para tiendas, distribuidores y clubs,
comenzó a publicar la imagen de los héroes deportivos. Fotografías de ciclistas, gimnastas y
particularmente de boxeadores –de muy buenos bigotes- aparecieron semana tras semana,
provocando sin duda ampulosas y contradictorias sensaciones entre los lectores y lectoras, sobre
todo cuando se mostraban considerables porciones de epidermis y musculatura.
Afortunadamente, contradiciendo la aspiración del Barón de Coubertin, en los oscuros imaginarios
del deseo, el espíritu deportivo tiene un significativo lugar, tangible en la corporeidad de aquellos
que, sudando en los gimnasios, nos permiten disfrutar de su excelente condición.
Este artículo fue parte de un proyecto mayor sobre fotografía y deporte que se presentó como exposición y
catálogo para la Coordinación Nacional de Museos y Exposiciones y el Sistema Nacional de Fototecas, ambas
dependencias del INAH. Agradezco la asistencia de Cecilia Riquelme en la investigación hemerográfica y la de
Antonio Arellano y Rogelia Laguna en la selección de imágenes.
19
The Mexican Sportman, 19 de septiembre de 1896.
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