Ausentismo docente

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Contribución al cambio paradigmático en la Facultad de FilosofÃ−a y Letras de la UNAM o Yo
quiero un trabajo como el de Boris
Durante años he criticado de forma inmisericorde al ausentismo docente. Ahora sé, y lo reconozco sin
vergüenza, que he sido profundamente injusta. La historia de la civilización humana ha sido la de la larga
lucha por trabajar menos y comer más y mejor. TecnologÃ−as fundamentales en nuestras vidas
contemporáneas, como la licuadora, nos han permitido gozar de comodidades que nuestros ancestros ni
siquiera hubieran soñado, y al mismo tiempo liberar cada vez más tiempo del trabajo para dedicarlo, por
citar un ejemplo, a la televisión. AsÃ−, el profesor ausente no es un mediocre e irresponsable aviador que,
amparado por una corrupta red de compañeros, cobra cÃ−nicamente un generoso salario a la universidad
pública y se mofa con su actuar de colegas y estudiantes por igual. Nada de eso. El profesor ausentista nos da
con su ausencia la mejor de las lecciones. Ã l es la vanguardia de nuestra especie, el individuo que ha
conseguido llegar al último estadio del progreso social, el exponente máximo del nuevo paradigma: un
mundo en el que el trabajo, que tontamente pensábamos era la base de la apropiación, haya sido erradicado
de la sociedad humana.
Tomemos por caso a un prominente miembro de nuestra comunidad académica, el Doctor Boris Berenzon
Gorn, profesor de tiempo completo de nuestra querida Facultad de FilosofÃ−a y Letras. En fechas recientes
ha sido llamada la atención del Consejo Técnico sobre la cualidad que más netamente caracteriza la
práctica docente del Dr. Berenzon: su ausencia. Y es aquÃ− donde no podemos evitar hacer un
reconocimiento al profesor, puesto que con él no hay medias tintas. No es uno de aquéllos que se ha
apropiado del ausentismo de forma pragmática, presentándose ocasionalmente, manteniendo un perfil bajo.
Hablamos aquÃ− de un purista, de un hombre coherente que ha hecho del ausentismo una filosofÃ−a laboral
y una bandera: hace años que el señor Boris pisa su salón de clases de forma absolutamente excepcional.
DecÃ−amos, se presentó ante el Consejo Técnico una queja por esta incomprendida situación. No
podÃ−a ser sino un grupo de retrógrados alumnos, empecinados en permanecer dentro de un paradigma
caduco, el que osó exigir al máximo órgano de gobierno de la Facultad que interviniera para que el Dr.
Berenzon impartiera las asignaturas de las que es profesor titular. Afortunadamente, el Consejo Técnico se
comportó a la altura de la situación y, mediante un cuidadoso proceso que un observador ingenuo
calificarÃ−a injustificadamente de corrupto, fue revirtiendo la situación hasta conseguir que ninguna
sanción fuera aplicada. Yo aplaudo al Consejo Técnico, pues ha sabido proteger al más revolucionario
fenómeno de nuestra comunidad utilizando para ello únicamente los recursos del paradigma anterior, por
ejemplo, argumentos administrativos. Arguyendo que no existÃ−a una documentación probatoria de las
inasistencias, sino únicamente el simple testimonio de generaciones de (retrógrados) alumnos, fue posible
exonerar al Dr. Berenzon por “falta de pruebas”. Esto es posible, claro está, gracias a un procedimiento
cuidadosamente planificado para adelantarse a estas situaciones, el que permite a un profesor que no asiste a
su curso modificar la lista de asistencia donde se registró su ausencia. Para esto le hacen falta únicamente
dos instrumentos: una goma, puesto que la marca “falta” se consiga a lápiz, y una pluma. Un espÃ−ritu
genuinamente previsor diseñó el sistema de tal forma que los docentes puedan “corregir” su ausencia hasta
meses después de que ésta fue consignada, y justificarla, de ser necesario, de forma retroactiva con tantos
comprobantes médicos como se requiera.
Habiendo enterado al lector de esta encomiable situación, me permito ahora proponer a su consideración
algunos proyectos que, estoy segura, acelerarán enormemente el progreso de nuestra institución y la
pondrán a la vanguardia de nuestra especie.
1) Creación de plazas de tiempo incompleto: Es evidente que las plazas de tiempo completo y de medio
tiempo no fomentan en lo más mÃ−nimo el desarrollo del proceso civilizatorio del que es escenario nuestra
Facultad, puesto que la Legislación Universitaria, y especÃ−ficamente el Estatuto del Personal
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Académico (códigos legales que obstruyen el progreso al pretender que la realidad se ajuste a sus
conservadores principios) contemplan sanciones graves contra el ausentismo. El profesor que decida recorrer
la senda de la evolución se encontrará permanentemente expuesto a un eventual castigo: no siempre habrá
un Consejo Técnico tan sensible al progreso humano como el que hoy tenemos. Por esto, es necesario crear
plazas de “tiempo incompleto”, que no obliguen al académico a absolutamente nada, pero le reconozcan
antigüedad, prestaciones y la posibilidad de ingresar a programas de estÃ−mulos asÃ− como a asociaciones
sindicales.
2) Desarrollo exponencial del sistema de adjuntÃ−as: Uno de los elementos claves en este revolucionario
proceso social es la figura del profesor adjunto, que no sólo facilita sobremanera que el titular pueda jamás
presentarse en su salón, sino que además le libera de toda la molesta carga administrativa que la docencia
trae consigo. Considero que esta fortaleza de nuestro sistema académico debe ser potenciada al máximo:
propongo que los estudiantes y trabajadores de la universidad también tengan adjuntos. SerÃ−a un
importante paso hacia el futuro, pues la comunidad de la Facultad, entera, podrÃ−a enviar a alguien más a
trabajar por ellos a cambio de un salario mÃ−nimo. Eventualmente, por supuesto, los adjuntos podrÃ−an
tener adjuntos, y establecer cadenas que permitan la disolución de la responsabilidad en una intrincada red
cÃ−clica.
3) Establecimiento del premio anual a la docencia “Boris Berenzon”: Un jurado compuesto por los más
prominentes integrantes de esta revolución paradigmática, que podrÃ−an por supuesto enviar a sus
adjuntos a las reuniones, seleccionarÃ−a anualmente al profesor que con su ausentismo haya sido más
formativo para su alumnado y valioso para la comunidad en general. Se tomarÃ−a en cuenta la coherencia en
la práctica docente, manifiesta en la asignación de generosas calificaciones aprobatorias a todos los
estudiantes; pero también la entrega, puesto que caminar esta senda requiere de gran coraje, capacidad para
soportar crÃ−ticas constantes de los conservadores y el ánimo para intimidar a los estudiantes reacios al
progreso. El premio consistirÃ−a en una fuerte cantidad de dinero y, por supuesto, en la publicación de un
trabajo realizado por un adjunto bajo el nombre del ganador.
4) Apertura de la Cátedra Extraordinaria “Maestros del exilio docente”: Organizada por un cuantioso
ejército de becarios y adjuntos, “Maestros del exilio docente” convocarÃ−a a los más destacados
especialistas en ausentismo. Permitirá, en un ambiente óptimo garantizado por la asignación de generosos
viáticos, intercambiar experiencias, generar vÃ−nculos solidarios y desarrollar estrategias conjuntas para la
ampliación de esta nueva y prometedora ideologÃ−a. Como es lógico, los participantes estarÃ−an exentos
de presentarse a las sesiones, especialmente cuando sea su turno de exponer. Las excusas más creativas para
ausentarse recibirán una mención destacada y anualmente se publicará una antologÃ−a que las recopile
todas.
La izquierda, durante años autoproclamada progresista, ha errado. La justicia social no se alcanzará al
destruir los privilegios de los que hoy goza la elite. La verdadera justicia sólo será posible cuando estos
magnÃ−ficos privilegios sean patrimonio común. Espero que mis propuestas ayuden a ampliar el ausentismo
y a reducir el estigma que sobre él injustamente pesa, peligroso subproducto de una mentalidad anclada en
el pasado. Por mi parte, estoy satisfecha de concluir mis estudios universitarios teniendo, gracias al persistente
ejemplo de estos verdaderos maestros, una certeza. No es poca cosa tomando en cuenta la crisis de las grandes
ideologÃ−as polÃ−ticas, la precariedad de la vida, el declive de las instituciones organizadoras de la
modernidad y la experiencia posmoderna de la temporalidad cuya única seguridad es que en el futuro las
cosas sólo pueden empeorar. Mi Ã−ntima certeza es la siguiente: yo quiero un trabajo como el de Boris.Â
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