Muertos incómodos - Pensamiento Crítico

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Paco Ignacio Taibo II
Subcomandante Marcos
Muertos incómodos
PRÓLOGO
Hace una semana Paco Taibo II recibió una carta del subcomandante Marcos en la que
le proponía escribir una novela policíaca a “cuatro manos”, se fijaron las reglas, y éste es
el resultado. Una novela que se está escribiendo, diseñada como un juego de ping pong
en el que cada autor y su personaje reaccionan a lo que el otro escribe, en una historia
que promete meterse en las tripas del desastre nacional.
El libro, que hoy comienza a presentar La Jornada por entregas, será editado
posteriormente en todo el ámbito del idioma español por Planeta, y en los próximos días
se cerrarán convenios de edición en Italia, Francia, Estados Unidos, Grecia y Turquía.
CAPÍTULO I
“A VECES TOMA MÁS DE 500 AÑOS”
Todo lo que tarde más de seis meses,
o es un embarazo o no vale la pena”
ASÍ ME DIJO EL SUP.
Yo me lo quedé mirando por ver si estaba bromeando o lo decía en serio. Y es que a
veces al Sup como que se le cruzan los cables. O sea que a veces los bromea a los
ciudadanos pero con nuestro modo, y a veces hace bromas con nosotros pero con el
modo de los ciudadanos. Y entonces como que nomás no le atina. Aunque no se ve que
mucho le importe. El se ríe. Pero no, esa vez no era así. El Sup no bromeaba. Bastaba
ver que tenía la mirada seria, fija en la pipa mientras le daba fuego con el encendedor. La
miraba a la pipa como si esperara que ella, y no yo, le diera la razón.
El me había dicho que me iba a mandar a la ciudad, que tenía que hacer unos trabajos
para la lucha, que primero iba a pasar un tiempo agarrando el modo de la ciudad y ya
luego iba a hacer los trabajos. Fue entonces que yo le pregunté que cuánto tiempo iba a
estar agarrando el modo ciudadano y él me contestó que seis meses, y yo le pregunté si
abastaba con seis meses y el Sup dijo entonces lo que dijo.
El Sup me dijo eso después de tardar hablando con un tal Pepe Carvalho que había
llegado a La Realidad, trayendo un mensaje de Don Manolo Vázquez Montalbán y
pidiendo verlo al Sup. Bueno, eso me dijo el Max, que fue el que lo recibió. Yo también
que lo conocí a Don Manolo. Ya tiene días que vino a hacerle una entrevista al Sup. Trajo
un montón de butifarras, o sea de carnes, en su mochila. Yo no conozco qué cosa es
butifarras, pero cuando lo fui a alcanzar con el caballo, lo vi que tienen rodeado los perros
al Don Manolo. Le pregunté si trae algo de carne en su mochila y él me dijo “traigo
butifarras, pero son para el Subcomandante Insurgente Marcos”, así dijo. Ahí claro lo miré
que lo respetaba mucho al Sup, porque así sólo le dicen los ciudadanos que mucho lo
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respetan y lo cariñan. Pero les decía que qué cosa es butifarras, porque yo le pregunté si
traía carne y él respondió que traía butifarras, así que las butifarras son unos modos de
cómo hacen la carne en su país de Don Manolo.
A Don Manolo no le gusta que le digan “Manolo”, sino “Manuel”. Eso me lo dijo cuando
íbamos camino a la comandancia. Tardamos en llegar. Primero porque Don Manolo no
sabía de caballos y tardó un buen rato en subirse a la montura.
Y aluego pues le tocó un caballo muy pajarero y él digamos que no muy se le da lo de la
jineteada y entonces el caballo garra para el potrero en lugar de irse por el camino real.
Como tardábamos en enderezar los caballos, lo platicamos con Don Manolo y creo que
hasta nos hicimos amigos. Así fue como supe que no le gusta que le digan “Manolo”, pero
a mí me abasta con que me digan que una cosa no, para que yo terco en que sí. No lo
hago por malora, es que creo que así me hicieron, o sea que es mi modo, o sea que
contreras. Así me dice el Sup, “Elías Contreras”, pero no porque así me llame. “Elías” es
mi nombre de lucha y “Contreras” pues así me puso el Sup porque dijo que yo también
necesitaba un apellido de lucha, y que como siempre llevaba la contra en lo que fuera
pues me queda ba bien el apellido “Contreras”. Esto pasó un buen tiempo antes de que yo
fuera a Gua- dalajara, a recoger un correo en los baños públicos La Mutualista y
conociera al chino Fuang Chu. Y sí, también mucho antes de que me encontrara con el
comisión de investigación que se llama Belascoarán, en el Monumento a la Revolución,
allá en la Ciudad de México.
Yo le digo “comisión de investigación”, pero el Belascoarán dice “detective”. En nuestras
tierras zapatistas no hay “detectives”, hay “comisiones de investigación”. El Belascoarán
dice que en la Ciudad de México no hay “comisiones de investigación”, hay “detectives”.
Yo le digo que cada quien su modo. Pero les decía que todo esto fue más después de
que el Sup me dijo eso de los seis meses. Y más después fue también que encontré a la
Magdalena en la Ciudad de México. ¡Ah la Magdalena! Pero de eso les platico más
luego… o a lo mejor ni les platico porque hay heridas que no sanan manque uno las
platique. Al contrario, más sangran cuando se visten de palabras.
Pero mucho tiempo antes de que el Sup me dijera lo de los seis meses, yo ya había
investigado algunas cosas que pasan en los municipios autónomos rebeles zapatistas. Se
dice “casos”, no “cosas”, me dijo aluego el Belascoarán que se la pasaba dándome carrilla
porque según él yo hablaba muy otro y, siempre que le daba su gana, se la pasaba
corrigiéndome el modo de hablar. Pero yo, en lugar de corregirme, pues más le daba.
Contreras, pues. Uno de esos “casos” fue el que ahora le da título a este capítulo de esta
novela que, ahí lo van a mirar, es muy otra.
Pero déjenme y les platico un poco de quien era yo. Sí, era. Porque ahora ya estoy finado.
Yo fui miliciano cuando nos alzamos en 1994 y combatí con las tropas del Primer
Regimiento de Infantería Zapatista, que comandaba el Sup Pedro, en la toma de Las
Margaritas. Ahora tendría yo unos 61 años pero no los tengo porque ya estoy muerto ya.
O sea que soy finado. Al Sup Marcos primero lo conocí en 1992, cuando se votó la
guerra. Ya después lo volví a ver en 1994 y jun- tos nos cotorreamos cuando los federales
nos atacaron en febrero de 1995. Yo andaba con él y con el Mayor Moisés cuando nos
echaron encima los tanques de guerra, los helicópteros y las tropas especiales de los
ejércitos. Estuvo un poco duro, sí, pero ya ven que no nos pepenaron. Nos pelamos,
como quien dice. Aunque todavía tardamos días oyendo el “chaca-chaca” de los
helicópteros.
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Bueno, ya es mucha vuelta. Yo sólo quería presentarme. Yo me llamo Elías, Elías
Contreras, y soy comisión de investigación. Pero antes no era comisión de investigación,
era nomás base de apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, aquí en Chiapas
que está en nuestro país que se llama México. ¿Qué ónde mero queda eso? Bueno, pues
ahí mírenlo en una mapa que está en la…
COMANDANCIA GENERAL DEL EZLN
Un tucán solitario saca lustre a su pico en lo alto del tronco de un bayalté. Abajo el
Teniente Hilario revisa si los caballos no han acabado con la pequeña milpa y la
insurgenta Martina termina de repasar los nombres de las capitales de los estados La
guardia limpia su arma, sentada a la puerta de una champita.
A un lado, y prendida de una varita, ondea una vieja bandera de tela negra, con una
estrella de cinco puntas y las siglas EZLN. La estrella y las letras son de un rojo
desteñido. En la puerta aparece el Sup. La guardia se cuadra.
- Llámalo al Teniente Coronel José —dice el Sup.
José llega. El Sup le entrega unos papeles diciéndole:
- Acaba de llegar esto. Después de leer, el Teniente Coronel le regresa los papeles con
una pregunta.
- ¿Y qué vas a hacer?
-No sé —dice el Sup, y se quedan los dos pensando… Se va el tucán con un ruidoso
aleteo y distrae la mirada de ambos.
-Después de un momento se miran y, al mismo tiempo, dicen, se dicen:
- Elías.
Ya parpadea la tarde cuando en la punta del cerro se dibuja la figura del Teniente a
caballo. Recorre la orillada del pueblo, evitando lodo y miradas extrañas. Llega hasta
donde Adolfo tiene su posta.
- ¿Y el Mayor? —pregunta.
- Está en la reunión con las autoridades del municipio. Va el Teniente.
El Mayor recibe y lee: “Localiza a Elías y dile que se dé su vuelta donde ya sabe para
hablar con el viejo. Si puede mañana, está bien, si no pues cuando tenga chance. Es
todo”. En el radio, el Mayor transmite:
“Gama, Gama. Si copias dile al del ojo grande que compre su anteojo mañana cuando
pueda”.
En lo alto de un cerro, el operador recibe y a su vez trasnsmite:
“Tortolita, tortolita, si copias, hay un 40 para Elías, que dice Nube que vaya mañana”.
En el pueblo, el encargado de la posta lo va a hablar al responsable:
“Que lo busques a Elías y le digas que mañana vaya para La Realidad”. Ya tiene rato que
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el sol se tapó con la ondulada cobija de los cerros, cuando aparece Elías en la puerta de
su champa, cargando un bulto de calabazas con el mecapal.
En una mano lleva la chimba y en la otra…
EL MACHETE
Sí, el Sup no mero me enseñó el papel pero sí me dijo que de qué se trababa el asunto.
Era una desaparición. Que en el papel le avisaban que desapareció una compañera y que
el Sup hiciera un comunicado acusándolo al mal gobierno. Que de por sí es su trabajo del
Sup pero que la problema es que la gente de la ciudad o sea que los ciudadanos ya están
hallados a que los zapatistas les hablamos con la verdad o que sea que no les
mentiríamos. Y entonces que la problema es que qué tal que el Sup hace el comunicado
de denuncia y arresulta que la compañera no está desaparecida o que no fue el mal
gobierno el que la perjudicó y entonces pues vamos a echar nuestra mentira y entonces
pues nuestra palabra como que se hace débil y entonces aluego no nos van a creer. Y
entonces que mi trabajo era que tenía que investigar si la compañera ésa estaba
desaparecida de veras o lo que sea y entonces yo le avisaba al Sup qué mero pasó y él
ya veía entonces qué hacemos.
Le pregunté al Sup que cuánto tiempo tengo y él me dijo que tres días nomás. Yo no le
pregunté por qué tres días y no uno o diez o quince. El lo sabrá. Yo me fui a ensillar la
mula y, esa misma tarde, enrrumbé para Entre Cerros, que así se llama el pueblo donde
desapareció la compañera que se llama o se llamaba María, porque qué tal que ya estaba
finada, y es o era esposa del responsable zapatista local de ese pueblo.
En llegando al pueblo lo hablé al compa responsable que su nombre es Genaro, y que es
o era su esposo de la finada María. Bueno, no es finada… todavía. El Genaro me dijo que
él cree que salió por leña y aluego pos ya no regresó. La buscó, sí. No la encontró, que si
la hubiera encontrado pues no avisaba a la Comandancia. Que eso fue hace unas tres
semanas. Que por qué no avisó luego. Que porqué pensó que aluego aparecía. Que si no
sabía pá dónde había jalado. Que no. Que la buscara yo. Que tal vez la habían robado los
ejércitos o los paramilitares o ya estaba finada. Que quién le iba a hacer su pozol y sus
tortillas. Que quién le cuidaba a los hijos.
Yo me despedí. Como que lo vi más preocupado por quién le hacía la comida que por la
suerte de la finada. O sea que no la acordaba bien, que sea con amor que dicen, sino que
la acordaba para los trabajos. Entonces pos mejor me fui al arroyo, a donde lavan las
mujeres y ahí la encontré a la comadre Eulogia.
Ella estaba con mi ahijado, el Heriberto, y taba lavando saber qué. Y entonces la hablé a
mi comadre Eulogia porque ella es de por sí muy averigua- dora. Y ella me dijo que, antes
de desaparecerse, la finada María que no era finada todavía, había dejado de ir a las
reuniones de la Cooperativa Mujeres por la Dignidad, mero cuando la iban a nombrar
autoridad, y que ella, la Eulogia, la fue a ver a la supuesta finada para ver por qué ya no
iba a las reuniones, y que ella, la María, le dijo “Acaso me mandan”, y que no le dijo más
porque ahí nomás llegó el Genaro y la María se quedó callada, moliendo el maíz. Le
pregunté si tal vez se perdió en el monte la María, y entonces la Eulogia dijo:
- ¡Qué se va a perder, si mero se conoce todas las trillas y todos los piques!
- Tons no se perdió —le digo.
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- No —me dice.
- ¿Y entonces? —le pregunto.
- Pos yo creo que fue el Sombrerón que se la llevó —me responde.
- No chingue comadre —le dije —usted tan grandota y todavía cree en los cuentos esos
del sombrerón.
- Pos ya ve que aluego pasan cosas compadre, como lo de la mujer de Ruperto —insiste
la Eulogia.
- ¡Ah que comadre!, pero eso no fue el Sombrerón, fue el Miguel. ¿A poco no se acuerda
que los encontraron debajo del fogón a los dos, bien desnudos? —le insistí.
- Bueno —dijo la Eulogia— , pero aluego hay otras historias del Sombrerón que se me
afigura que sí son ciertas.
Yo nomás no tenía tiempo de explicarle a mi comadre Eulogia que los cuentos del
Sombrerón eran eso, cuentos, así que me fui rumbo a la trilla que va a donde sacan leña.
Ya iba saliendo del pueblo cuando escucho una voz que dice:
- ¡Ese Elías Contreras! —lo volteé a mirar quién me habla y era el Comandante Tacho
que iba llegando al pueblo, creo que a dar plática.
- ¿Idiay Tacho? —lo saludé.
Yo me iba a quedar a hablar con él del neoliberalismo y de la globalización, de esas
cosas, pero me acordé de que sólo tengo tres días para el asunto de la tal finada María y
ahí nomás me despedí del Tacho.
- Ya me voy ya —le dije.
- Ah, ¿andas de comisión? —me preguntó.
- Sí —le dije
- Vaya con dios Don Elías —me despidió.
- Vaya usted Don Tacho —le dije y agarré camino.
En llegando al acahual, empezó a
llover. Yo no llevaba nylon, así que nomás ahí empecé a decir groserías, que no tapan de
la lluvia pero cuando menos algo calientan. Seguí la trilla de la leña por todos lados. Y es
que la caminadera de la leña se parte muchas veces, como si fuera la rama de un árbol.
Onde quiera anduve y nada me encontré nada pa saber qué había sido de la supuesta
finada María. Me arrimé al arroyo y tomé mi pozol sentado en una piedra. Se anocheció
entonces. Aunque la luna era una pelota, tuve que usar mi focador para regresar al
camino real. Había seguido una picada vieja. “¿Y ora?”, me quedé pensando y mirando
como baboso las ramas cortadas por el machete… machete… ¡Machete!
¡Eso mero! No había encontrado por ningún lado el machete con el que la pretendida
finada María se había ido a cortar leña. Entonces me recordé que en el sitio del Genaro
había visto un mache te al lado de los tercios de leña que se apilaban contra la pared de
la champa. Había un buen tanto de leña, así que, ¿para qué había ido por más leña la
entonces ya no tan finada María si ya tenía como para un buen rato? Se me ocurrió
entonces que a la María no la habían desaparecido y que ella misma se había
desaparecido. O sea que, como luego decimos acá, se había huido. Hecho la raya agarré
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el camino real pa Entre Cerros y, después de un café donde mi comadre Eulogia, me
acomodé a dormir en la troje. Acaso pude dormir. Con el chaquiste y la preocupación
nomás no entró mi sueño. Cuando no entra mi sueño pienso mucho. La Sara me regaña
porque mucho pienso. Yo le digo que ni modos, que así me hicieron. Lo quedé pensando
mucho. Que si la María no está finada, que si no la desaparecieron, que si ella se
autodesapareció, que si pa dónde jaló, que si se autodesapareció era porque no quería
que la aparecieran, que si entonces tal vez estaba donde nadie la apareciera.
Amaneció lloviendo, así que lo empresté un nylón con mi compadre Humberto. Le dejé la
mula cargada y me fui para el Caracol de La Realidad. En llegando, lo pedí hablar con la
Junta de Buen Gobierno. Me pasaron primero con la Comisión de Vigilancia. Ahí estaban
el Míster y el Brusli. Les dije que andaba de comisión de investigación y lo quería hablar a
la Junta de Buen Gobierno. Me pasaron luego. A la Junta le pedí que si tenían
información de los colectivos de mujeres en los pueblos. Me pasaron una lista.
Tardé un buen rato. No me cuadró nada de la lista. Se las devolví.
- ¿Qué buscas pues? —me preguntaron.
- No sé —les dije, porque la mera verdad, que sea que yo mero no sabía qué buscaba,
pero sabía que lo sabría cuando lo encontrara.
- Tá muy revuelto tu pensamiento —me dijeron los de la Junta.
- De por si — les dije.
- Entonces, ¿no lo encontraste lo que buscabas? me preguntaron.
- Pos no —les respondí.
- Pos en esa lista están todos los colectivos de mujeres —me dijo uno de la Junta.
- Sí, todos… menos uno que apenas se está formando —dijo otro.
- ¡Ah sí!, pero es en una nueva región que apenas se está naciendo, todavía no tienen
municipio autónomo, pero ya las mujeres se están organizando en colectivo —dijo el
primero.
- Pos sí, de por sí las mujeres son las más primeras en organizarnos, si estamos tardando
en la lucha es por los hombres que tienen muy chiquito su pensamiento —dijo la única
compañera que hay en la Junta. Los varones nos quedamos callados.
Yo sentí que ya mero encuentro lo que no sé que estoy buscando, así que pregunto:
- ¿Onde mero está ese colectivo que se está formando?
Es en la región Ceiba, en el pueblo Tres Cruces, por allá de la carretera de Comitán —dijo
la compañera.
Empresté su yegua con el Brusli y jalé para Tres Cruces. En el camino se anocheció y la
yegua se espantaba con cualquier sombra, así que la dejé encargada en una ranchería y
me seguí a pata. Ya se estaba acabando el segundo día, así que casi me corretié. Llegué
al pueblo cuando la luna ya llevaba más de la mitad de su carrera. Fui donde le
responsable local y me presenté. El se fue un rato. Me imagino que a checar por radio si
yo era quien decía que era, porque al poco regresó muy contento y hasta me ofreció de
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cenar. Echamos café y guineo. En acabando le pregunté de los trabajos y él me dijo que
ahí nomás iban un poco bien, que el colectivo en veces de desanimaba, pero con la
plática política se levantaba otra vuelta y así.
El que va un poco mejor es el colectivo de mujeres, pero es que mucho le echa ganas
Abril —dijo el responsable.
- ¿Abril?, y ése quién es? —le pregunté.
- Acaso es un ése, es una ésa —me respondió. Yo le di otro sorbo al café y esperé. El
responsable continuó: Abril es una compañera que llegó hace como tres semanas, dijo
que era comisión de mujeres. La acomodamos en casa de Doña Lucha, que está sola
desde que el Aram se pasó a ser difunto. Ahí se vive esa Abril y yo creo que tiene bueno
su pensamiento porque mucho la quieren las mujeres del pueblo. Cada semana se
reúnen para la política y los trabajos. Y creo que ya hasta pidieron registrar su colectivo
en la Junta de Buen Gobierno.
Me despedí del responsable y le dije que iba a tomar posada en la iglesia. Como no
queriendo le pregunté dónde mero vivía Doña Lucha. Me dijo que en la orilla del pueblo
que da al cerro. Me fui, pero en lugar de ir a la iglesia, me seguí de largo. Sólo había una
champa del lado del cerro, así que supuse que ésa era la casa de Doña Lucha. Quedé un
rato esperando. No mucho. Se abrió la puerta y, lo que primero fue una sombra, a la luz
de la luna llena se hizo una mujer.
-Buenas noches María —le dije saliendo de detrás de la pileta de agua.
Ella se quedó como engarrotada. Después de un momento, se agachó para agarrar una
piedra y me encaró diciendo:
-Acaso me llamo María, yo me llamo Abril. Yo la miré en silencio, pensando que cualquier
otra mujer se hubiera espantado y hubiera gritado o corrido, o las dos cosas. Ella, en
cambio, estaba dispuesta a enfrentarse a un desconocido. Una mujer así no se queda
callada si algo no le parece. Tampoco se queda a vivir con alguien que la maltrata. Sin
dejar de vigilar la mano donde llevaba la piedra, le hablé despacio:
- Yo me llamo Elías y soy comisión de investigación.
- Ando viendo qué pasó con una mujer que se llama María que se desapareció del pueblo
Entre Cerros y es que está muy preocupado su marido.
Ella, sin soltar la piedra:
- Acaso conozco el pueblo Entre Cerros, no a la María ésa, ni a su marido Genaro. Ahí
nomás le aventé:
- Yo no dije que el marido se llama Genaro. Yo me imagino que se puso pálida, porque la
mera verdad sí alcanzaba a ver su cara, pero no mero me daba cuenta si cambiaba de
color. Después de un largo silencio, ella dijo con firmeza, agarrando ahora un palo con la
mano libre:
- No me voy a dejar que me lleven a la mala.
- Yo no vengo a llevar a nadie compañera, ni a la buena ni a la mala. Sólo ando
investigando —le dije y me di la vuelta para retirarme.
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Apenas di unos pasos y escuché su voz:
- ¿No quiere pasar a comer algo? Doña Lucha hizo tamales….
Después de comer, mientras María-Abril, o Abril-María me contaba su historia, Doña
Lucha me ofreció…
UN CAFÉ
“El Sup te está esperando de por sí”, me dijo el compañero insurgente que estaba en la
posta, a la entrada de la Comandancia.
Y sí, ahí nomás donde amarran los caballos estaba el Sup, fumando su pipa. Me abrazó,
me ofreció café y nos sentamos en un tronco. Estaba también el Teniente Coronel José.
Yo les informé todo. Porque resulta que a la María, que sea a la Abril, el marido, que sea
el Genaro, mucho la maltrataba, y no la dejaba participar, y mucho la celaba. Que cuando
el Genaro, que sea el marido, supo que la iban a nombrar autoridad en el colectivo de
mujeres pues hasta le pegó. Que ella pasó la problema a la asamblea de su pueblo, pero
que no hubo acuerdo y las cosas seguían igual. Que sus hijos ya están grandes y no la
necesitan. Que la Ley Revolucionaria de Mujeres dice que ella tiene derecho para
avanzar. Que cada tanto, escuchándola hablar, la Doña Lucha movía la cabeza como
estando de acuerdo y cerraba los puños como si estuviera muy brava. Que la Abril, que
sea la María, se cansó nomás de que la trataran como perro. Que antes de
autodesaparecerse le había dejado un buen tanto de leña al Genaro, nomás pa que viera
que no se iba por haragana. Que se había autodesaparecido porque nomás ya no
aguantaba. Que la Ley Revolucionaria de Mujeres dice que ella puede escoger a su
pareja o si tiene o no pareja. Que se fue para Tres Cruces porque ya había conocido en
una reunión de mujeres a Doña Lucha y que sabía que ella la iba a apoyar. Que aceptaba
que era un su delito el echar mentiras de que era “Comisión de Mujeres”, pero que así se
le ocurrió para que la dejaran entrar en el pueblo. Que se cambió de nombre y se puso
“Abril”, porque así se llama el mes de las mujeres que luchan. Que yo no le aclaré que el
mes de las mujeres que luchan es marzo y no abril, porque estaban muy bravas las dos.
Que mejor se los aclarara otro cuando ya estuvieran más calma- das. Que Abril aceptaba
su castigo por estar mentirando de eso de que era “comisión de mujeres”, pero que no iba
a regresar a que la maltrata- ran. Que ella era zapatista y que se estaba portando como
zapatista.
El Sup y el Teniente Coronel me escucharon en silencio, el Sup sólo rellenaba la pipa y la
encendía cada tanto. Cuando acabé de informar me dijo:
-Pues es una sorpresa. A ese compa Genaro lo conocí en una reunión de responsables,
hablaba bien y parecía muy zapatista.
Yo le dije:
- Oí Sup, ¿acaso conoce a alguien que no pueda ser zapatista por un rato?
El movió la cabeza como pensando.
- ¿Cuánto se toma para ser zapatista pues? me preguntó mientras me ayudaba a ensillar
la mula.
- A veces toma más de 500 años —le dije y me apuré a agarrar camino porque mi pueblo
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de por sí queda retirado.
Arriba el sol se iba como si algo le hiciera…
FALTA
A mordiscos, el cielo arranca la oscuridad que ya florece en las copas de los árboles.
Distraído con el vuelo de una nube, el Sup mordisquea la pipa ya apagada.
- En la cuestión de mujeres falta mucho —dice el Teniente Coronel.
- Falta —dice el Sup y mete los papeles del caso en una abultada carpeta que dice:
“Elías: Comisión de Investigación”.
Alguien, lejos de ahí, recibe un sobre cerrado cuyo remitente advierte:
Desde las montañas del Sureste Mexicano. Subcomandante Insurgente Marcos. México,
noviembre del 2004.
CAPITULO II
“VAMOS DEJANDO UN RECUERDO”
Había más antenas o había menos? Había muchas más, se dijo. Muchas más antenas de
televisión.
¿Muchas más que cuándo? Que antes, claro. Y dejó que ese “antes” se desvaneciera.
Cada vez aparecían más “antes” en su conversación o en las imágenes que le cruzaban
por la cabeza, se estaba volviendo un adulto prejubilado.
Pero, la verdad, lo de las antenas, lo tenía bastante claro. Había muchas más que antes,
y no hay duda que formaban la cúpula de una selva. La selva de las antenas de televisión
del DF. La selva de antenas y postes de luz y arbotantes, que se enlazaban con árboles,
surgían de azoteas, colgaban de tendederos, se izaban sobre palos de escoba, gloriosas,
arrogantes. La selva del DF, con todo y sus montañas, los cerros contaminados del
Ajusco.
La tarde se estaba desvaneciendo, Belascoarán encendió el último cigarrillo y se dio de
tiempo los siete minutos que había de durarle, para dejar el observatorio. En los últimos
meses le gustaba ver la ciudad de México desde arriba. Desde los más altos techos,
azoteas, puentes elevados, que podía encontrar. Era menos dañina, más ciudad, de una
sola pieza hasta donde la vista abarcara. Le gustaba, le seguía gustando.
Cuando iba por el minuto cinco y medio de su cigarrillo, su compañero de oficina, el
tapicero Carlos Vargas, apareció chiflando por la puerta metálica que daba acceso a la
azotea.
Chiflaba Volver empezar, aquella canción que había hecho famosa la orquesta de Glenn
Miller, y en el DF los bailes de quince años de los años 60. La silbaba sin desafinar, con
notable precisión.
- Jefe, tengo media idea de que estas desapariciones de usted a la azotea se deben a
que ha empezado a fumar mota a escondidas. Se ha vuelto pacheco, motorolo,
fumarolas.
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- Te la vas a pelar y te vas a desengañar –dijo Belascoarán ofreciéndole la casi colilla
mordisqueada de su delicado con filtro.
Carlos negó con la cabeza.
-Lo busca un funcionario progresista. –
- ¿Y esos cómo son?
- Igual que los otros, pero no aceptan mordidas, éste trae la corbata manchada de
chocolate y trae a un perro cojo con él.
Héctor Belascoarán Shayne, detective independiente, acostumbrado a los enigmas
absurdos, porque vivía en la ciudad más maravillosamente absurda del planeta,
descendió los siete pisos preguntándose qué significaría “un perro cojo” en el críptico
lenguaje del tapicero, tan sólo para descubrir que un “perro cojo” era un pinche perro cojo,
con la pata delantera derecha entablillada, rostro sufridor y unas orejas que le llegaban al
suelo. El perro reposaba dócil y triste a los pies del “funcionario progresista”. Carlos,
ignorándolos, se dirigió a su esquina del despacho donde estaba trabajando en las tripas
de un sillón de peluchín cuasi rosa.
Belascoarán se dejó caer en su silla y las ruedas se deslizaron elegantemente hasta
hacerlo topar con la pared. Miró al funcionario progresista fijamente y alzó las cejas, o
más bien alzó una ceja, porque desde que lo habían dejado tuerto tenía problemas de
movilidad con la otra.
-¿Usted es un hombre de izquierda? preguntó el funcionario y quién sabe por qué a
Belascoarán no le pareció un arranque inesperado en tiempos como aquellos donde las
monjas de la inquisición volvían en sus escobas al conjuro del gobierno del tal Fox, que
de zorro no tenía ni los pelos.
Tomó aliento:
-Mi hermano dice que soy de izquierda natural, pero pinchemente inconsciente- respondió
Héctor sonriendo
–. O sea, como que de izquierda pero sin haber leído a Marx a los 16, sin haber ido a las
manifestaciones suficientes y sin tener en mi casa póster del Che Guevara. O sea, pues
sí, de izquierda, yo.
El alegato pareció convencer al personaje
- ¿Me garantiza que esta conversación será confidencial?
- Si lo sabe Dios, que lo sepa el mundo respondió Héctor, que no garantizaba nada desde
hacía mucho tiempo.
- ¿Es usted creyente? –preguntó el progresista desconcertado.
- Un amigo mío dice que dejó la religión católica por dos razones, por culpa de que le
parecía una mentada de madre lo de los tesoros del Vaticano en un mundo de pobres y
porque no dejan fumar en las iglesias. Supongo que eso se extiende a todas las
religiones. Yo me sumo. La idea de Dios me da güeva –remató Héctor muy serio.
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Aprovechando el silencio observó al “funcionario progresista”, que contra lo que le había
informado Carlos Vargas no tenía corbata, aunque sí una mancha de chocolate en la
camisa amarilla, una barba medio descuidada y lentes de miope terminal. Era alto, muy
alto. Cuando se excitaba movía la cabeza de lado a lado, como negando. Parecía un
hombre honesto, eso que su mamá llamaba “una buena persona”, refiriéndose siempre a
los seguidas, como Smiley–Guinness usaba el método de interrogatorio más eficaz del
mundo: ponía cara de idiota (si no fuera inglés se atrevería decir que era la mejor cara de
pendejo que había visto en su vida) y miraba fijamente a las personas, lánguido, como sin
mucho interés, desinteresado, como haciéndoles el favor, y la gente hablaba, y hablaba, y
él sólo de vez en cuando, muy de vez en cuando, soltaba una lacónica pregunta, como
quien no quiere la cosa, nomás por no dejar. El método surtió efecto.
Llevo una semana escuchando mensajes en el contestador telefónico de un cuate, pero
ese cuate murió en 1969. Lo mataron. Y ahora me habla, me deja recados. Me cuenta
historias. Pero no sé qué quiere, bien a bien, no sé qué quiere. Y yo creo que llama
cuando sabe que no estoy en casa, para que se quede grabado... A lo mejor es una
broma. Pero si es una broma es una broma muy pinche.
Héctor mantuvo su rostro de Alec Guinness.
- Me llamo Héctor –dijo el hombre.
- Yo también –respondió Belascoarán como disculpándose.
- Héctor Monteverde.
- ¿Y el muerto?
- El muerto se llama Jesús María Alvarado. Y era a toda madre.
Héctor pasó al silencio.
- ¿Usted cuánto cobra?
- Poco –dijo Belascoarán. El tipo pareció darse por satisfecho. El perro también.
-Aquí están las cintas. Total las oye en cinco minutos, decide y nos vemos luego.
- No tengo contestador en esta oficina. Si me las presta, mañana...
- No, mañana, no, al rato. Aquí le dejo mi dirección –dijo Monteverde tendiéndole un
papelito que tenía ya preparado. Y aquí hay unas notas que preparé sobre cómo conocí al
muerto. Estaré en mi casa... Yo no duermo.
- Yo tampoco –dijo Héctor.
Y vio cómo el homónimo Monteverde se ponía en pie, y seguido por su perro cojo dejaba
la oficina.
- ¡Qué pinche historia! –dijo Carlos Vargas con la boca llena de tachuelas y sacudiendo su
pinche martillo sobre el sillón rosa.
- Me viene a la cabeza la frase esa de que la realidad se está poniendo muy rara
–contestó Belascoarán.
11
Horas más tarde, en su casa, Héctor escuchó la voz del muerto que hablaba desde una
cinta.
-Hola, soy Jesús María Alvarado. Ya te llamaré de nuevo, mano. La voz no le resultaba
familiar, era de un hombre ronco y no parecía haber ansiedad, premura, nada, en esa voz
afónica que decía un nombre.
-Desde luego no era cavernosa ni le habían metido efectos especiales, no pretendía ser la
voz de un muerto.
¿Cómo eran las voces de los muertos? Hablar con los muertos...
Pero Jesús María Alvarado estaba muerto, aunque no en el 69 como había dicho el
funcionario progresista Monteverde, sino en el 71. O sea, pura prehistoria, hacía 34 años.
Lo habían asesinado al salir de la cárcel. Un tiro en la nuca para el primer preso político
que dejaba la prisión después del movimiento de 68. Ley fuga. Sin explicaciones oficiales.
Monteverde y Alvarado se habían conocido en una preparatoria donde ambos daban
clase de literatura. Conocido brevemente, de lejos. Un par de cafés juntos, un par de
reuniones del colegio de profesores. Las asambleas del 68, la creación de la Coalición de
maestros en apoyo al movimiento estudiantil. Monteverde era despistado, enamoradizo,
tímido, hijo de un empresario de pompas fúnebres que había hecho su fortuna con el lujo
de la muerte, cosa que a Héctor Monteverde (siempre según las notas que estaban
inteligentemente redactadas) le parecía no sólo amoral, sino vergonzosa y ocultable en el
año del movimiento. La literatura universal era por tanto el antídoto a las agencias
funerarias. Alvarado era un hijo de campesinos poblanos que había llegado a la literatura
por inexplicables razones de patriotismo, a fuerza de recitar la Suave Patria y aprenderse
versos de Díaz Mirón, Gutiérrez Nájera y Sor Juana para recitarlos en su pueblo.
Eternamente miserable, llegaba a fin de mes sin dinero para lavarse la ropa, con deudas
en la tienda de la esquina y enfurecido.
Por lo visto, Héctor Monteverde, en aquellos años mágicos y terribles, siguió a la distancia
la historia de Alvarado y sus huellas, hasta el asesinato del hombre.
Héctor dijo que había que pensarse el asunto con calma, dejó de lado la contestadora, las
notas y el jugo de durazno que se estaba tomando, y subió a la azotea de su casa con el
paquete de cartas que había encontrado en el buzón. Con toda paciencia se dedicó a
fabricar avioncitos de papel, que iba colocando en el pretil del cuarto piso. Abajo el nuevo
bullicio de la colonia Condesa, los motociclistas, los adolescentes jolgoriosos.
Soplaba poco viento, pero de vez en cuando los avioncitos de papel lograban despegar y
flotaban haciendo giros maravillosos, escapándose uno de vez en cuando en la brisa.
Cuando se le acabaron regresó a su cuarto. Había dejado todas las luces encendidas, el
mejor antídoto contra la soledad, convertir tu casa en un pinche árbol navideño. Rebobinó
la cinta del contestador. Lo que había oído era lo que había oído, la voz dijo de nuevo:
- Oye, soy Jesús María Alvarado. Ya te llamaré de nuevo, mano.
- Otro Jesús María Alvarado, el hijo de Jesús María Alvarado, el fantasma de Jesús María
Alvarado, el alter ego homónimo de Jesús María Alvarado, un bailarina de table dance
que quería llamar la atención, los de la Secretaría de Gobernación que querían volver loco
a Monteverde por quién sabe qué razones ocultas, resumió.
La segunda llamada era mejor:
12
-“Mira, mano, habla Jesús María Alvarado. Espero que tu cinta dure un rato porque te voy
a contar una historia que me pasó. Una historia bien pendeja, bien loca. Estaba yo en
Juárez en una cantina, y como todas las mesas estaban ocupadas, me quedé parado
tomándome una cerveza frente a la pinche tele. Había un ruido cabrón y no oía nada,
pero ahí estaba el Bin Laden con cara de palo en uno de esos comunicados que manda a
través de la tele; a mí ese güey me caga y no estaba haciendo mucho caso, pero
entonces, atrás de mí, unos cuates gritaban, algo así como: “¡El Juancho, el Pinche
Juancho!” Volteé la cabeza para ver qué pedo con el pinchejuancho. Y vi a dos cabrones
musculosos y medio pedos que seguían con la letanía: ¡El Juancho, el pinche Juancho!,
mientras señalaban a la tele. Giré la cabeza para checar que no estaba en el error, como
uno acostumbra, y seguía el Bin Laden muy mono con una metra en la mano y el
turbantón y la cara de menso. Giré de nuevo para ver a los promotores del Juancho y me
les encaré. ¿Qué pedo con el Juancho?, les digo, y ahí, medio tartajas por el chupe, me
dicen que ese es su cuate el Juancho, ese mero, que mira nomás de qué se disfrazó el
muy puto. Y medio que averiguo que Juancho era un amigo de éstos, taquero allí en
Juárez, que se cansó de la mala vida y hacía unos tres años se fue de mojado para poner
una carnicería en Burbank, California. Y yo no salía del sacón de onda y volteé a la tele y
sí, allí estaba el pinche Bin Laden, y cuando giré la cabeza para preguntarle al par de
beodos si sabían más sobre Juancho y si seguro que era él y qué a qué horas Juancho se
había dejado barbita de chivo, los dos pinchurrientos briagos se habían hecho ojo de
hormiga. Y por más que los busqué dentro de la cantina y hasta la salida, ya no los pude
hallar. Y me dije: qué pinche casualidad, el alter ego de Bin Laden es un taquero de
Juárez. Pero luego se me juntan los cables y me digo: Alvarado, ¿qué sabes de Burbank?
Y resulta que algo sé, porque Burbank es la capital del cine porno de Estados Unidos, un
pueblucho cerca de Los Ángeles, moteles y empresas triple x, coge y coge, filma y filma,
viva el capitalismo salvaje. Y junto todo y me digo: ‘¿A poco estos culeros de Bush y sus
amigos están haciendo los comunicados de Bin Laden, los mensajes del demonio, en un
estudio porno en Burbank, California, que hasta desierto tienen por allí? ¿A poco todo es
un montaje, una fábrica de sueños de mierda, con un ex taquero mexicano llamado
Juancho de personaje central? Yo, de verdad, no me lo tragaba’, me decía: ‘¿cómo vas
creer?’ Pero, ¿a poco no es bonita la historia?”
Héctor apagó la contestadora telefónica. Fue al baño, se miró en el espejo y se lavó la
cara con agua fría. Como todas las gentes que viven solas, solía hablar con su propia
imagen reflejada, pero ahora no se le ocurrió nada que decir. Lo pensó de nuevo y
comenzó a reírse a carcajadas. Kafka en calzoncillos en Xochimilco. Bin Laden Juancho
en Burbank. Claro, en los ratos libres que le dejaban los comunicados, como decía
Alvarado, Juancho se dedicaba a coger y dejarse filmar. Las mil y una noches en versión
taquería de Ciudad Juárez, cachondos pero simpáticos, el pito más menso de la frontera.
La tercera cinta empezaba como siempre:
“Habla Jesús María Alvarado”, como si se tratara una y otra vez de dejar en claro que el
muerto había vuelto del valle de las sombras. Tras el nombre seguía una pausa. Luego
una frase críptica: “Mejor no hubiera vuelto”, luego un largo silencio y el clic del final de la
llamada.
Había una cuarta llamada que empezaba con el “Habla Jesús María Alvarado”, y luego sin
más recitaba unos versos: “Donde yo sólo sea/ memoria de una piedra sepultada entre
ortigas/sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.” Y ya. El poema le sonaba, pero no
lograba saber de quién o de dónde.
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El progresista Monteverde vivía en la colonia Roma Sur, a una docena de cuadras de su
casa, de tal manera que Héctor Belascoarán se fue dando un paseo, caminando por el
camellón de Alfonso Reyes, que era mejor cuando se llamaba Juanacatlán y estaba lleno
de putas sindicalizadas o intentándolo. Se detuvo en una de las taquerías a comerse dos
de arrachera con queso y mucha salsa verde, y prosiguió el paseo sonriendo a
desconocidos, dando de vez en cuando las buenas noches por el placer de ver cómo los
educados mexicanos del DF recuperaban su educación básica y le contestaban.
Por lo visto, el personaje vivía solo. Solo con el perro de la pata entablillada que cuando
Belascoarán cruzó la puerta se acercó a lamerle la mano en signo de reconocimiento, de
identidad o simplemente de solidaridad entre cojos. No había signos de niños en la casa,
no había fotografías, sólo en las paredes reproducciones de cuadros de montañas y
volcanes, desde un Velasco, hasta el Paricutín de Atl, pasando por fotos muy buenas del
Everest a lo National Geographic.
Monteverde tenía la misma camisa con mancha de chocolate de unas horas antes. Héctor
le pidió permiso para pasar al baño. Estaba reluciente, brillaba. Monteverde en sus ratos
libres debería ser un fanático del detergente y el limpiavidrios. Un toque de sentido del
humor incongruente en tanta sobriedad higiénica lo conmovió: un póster sobre una de las
paredes decía: “El estreñimiento promueve la lectura”. Decidió poner uno así en su casa.
La idea no era nueva, y no era su caso, pero constituía una justificación más para leer
sentado en el retrete.
El pasillo estaba lleno de libros en el suelo, a falta de libreros los habían acomodado de
canto apoyados contra la pared, de manera que con tan sólo agacharse, podía uno
escoger. Reconoció muchas de sus propias lecturas: Remarque, Fast, Haefs, Ross
Thomas, Neruda, Hemingway, Cortázar completito.
- ¿A poco no está rarísimo tocayo?
Sin responder, Belascoarán llegó a la conclusión de que tenía que posponer el método
Alec Guinness. Era el momento de las preguntas. Se dejó caer en un sillón gris rata y sin
esperar a que Monteverde hiciera lo mismo soltó:
- ¿Reconoce la voz?
- No, pues vaya usted a saber. Han pasado tantos años.
- ¿Eran ustedes muy amigos? Tan amigos como para que si estuviera vivo...
- Yo fui al velorio, está muerto. Lo vi muerto en el ataúd, con un parche que le asomaba
de la parte de atrás de la cabeza, en donde le dieron el tiro –interrumpió Monteverde.
- ¿Y eran muy amigos?
- Pues amigos. Él era muy aventado para todo, yo era más tímido, pero ahí andábamos
en el movimiento y dábamos clases de literatura en las prepas y tuvimos una novia a
medias, primero él y luego yo, y comíamos comida corrida en la calle, de la más barata.
Lo de dar clase de literatura en las prepas le recordó a Belascoarán el poema:
Donde yo sólo sea/memoria de una piedra sepultada entre ortigas/ sobre la cual el viento
escapa a sus insomnios...
Donde habite el olvido/ en los vastos jardines sin aurora/ donde yo sólo sea... dijo
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Monteverde.
- Claro, Cernuda, Donde habite el olvido, me sonaba, pero no lograba... –dijo Belascoarán
palmeando, aplaudiendo a su memoria recuperada.
- Maravilloso poema –dijo Monteverde, y remató:
–Donde penas y dichas no sean más que nombres,/cielo y tierra nativos en torno de un
recuerdo;/donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo; disuelto en niebla, ausencia/
ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;/ donde habite el olvido remataron a coro.
Mucho poema, de esos que te agarraban de los huevos y apretaban suavemente hasta
que el dolor iba convirtiéndose en una idea. Mucho poeta el viejo español exilado en
México. Héctor encendió un cigarrillo, aprovechó la pausa para ordenar sus ideas, el perro
que debería ser un antitabaquista de mucho cuidado se alejó del humo cojeando.
- Eso me asustó más que los otros mensajes, era el poema favorito de Jesús María, a
cada rato se lo recitaba a sus alumnos, yo empecé a hacerlo por su culpa.
Héctor encendió un nuevo cigarrillo con la colilla del anterior, el perro ya ni protestó.
- ¿Por qué Alvarado, el fantasma de Alvarado o alguien que se quiere hacer pasar por él
le enviaría estos mensajes? ¿Quién es usted, Monteverde? ¿Qué hace en la vida?
- Trabajo en el Gobierno del DF, soy investigador especial de la Contraloría. Un trabajo
medio delicado y más en estos tiempos, por eso me mosqueé. Si no, hubiera pensado
que era una broma. Pero sabe, últimamente las cosas están tan turbias...
- ¿Y en qué está trabajando ahora?
- Lo siento, es confidencial y además parece que no tiene que ver con esto de las
llamadas del muerto. Parezco policía chino -remató Monteverde sonriendo–¿Verdad?
Pero es que es delicado, con tanta pinche corrupción que había de la época priísta y que
esos culeros nos heredaron...
- ¿Y usted no es corrupto? Perdón que se lo pregunte,
pero como no nos conocemos.
Monteverde produjo una sonrisa triste. -Nomás se puede comprar a quién se pone a la
venta. Yo soy de acero, amigo, inoxidable, incorruptible, un poco pendejo y muy de
izquierda. Yo no insulto a mis muertos. La mirada tristona se le fue transmutando y
echaba una que otra chispita por los ojos. Hasta el perro se animó y levantó la cabeza.
- ¿Y usted se pone a la venta? –le preguntó al detective.
- Para los días que vamos a vivir, amigo, no me gustaría despertar con un güey que huele
a podrido todos los días. Nomás que yo si me oxido, aunque no me pandeo –respondió
Belascoarán tocándose la pierna donde tenía un clavo de acero que hacía danzar a todos
los detectores de metal de los aeropuertos.
- ¿A quién le ha contado esta historia?
- A Tobías –dijo Monteverde señalando al perro.
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- Y esa historia de Bin Laden, ¿usted se la cree?
- No, pero está pocamadre. Me hubiera gustado contarla a mí.
Belascoarán volvió al Alec Guinness silencioso, pero esta vez no produjo efecto,
Monteverde se quedó pensando en algo que estaba lejos, muy lejos.
- ¿Y usted, a qué hora se volvió insomne? preguntó finalmente el detective.
- Cuando perdimos las elecciones del 88, el día en que se cayó el sistema, cuando el
fraude electoral. No sé por qué me dio en la cabeza la idea de que en la noche iban a
venir por nosotros, nos iban a matar a todos... ¿Y usted?
- Hace unos meses, una noche en la que la mujer que a veces iba a dormir conmigo no
llegó, me quedé esperando y ahora no duermo de noche –dijo el detective un poco
avergonzado. Su argumento resultaba pobre al lado del de Monteverde, poco valía su
insomnio desamoroso al lado del insomnio histórico del profesor de literatura de
preparatorias devenido funcionario progresista.
- ¿Quién le dio mi dirección? ¿Quién le sugirió que hablara conmigo?
- En la oficina de Cuauhtémoc Cárdenas trabaja un cuate que tenemos en común. Mario
Marrufo Larrea. Le dije que me estaba pasando un rollo muy raro y me dijo que usted se
especializaba en rollos raros.
- En México no soy el único.
Para celebrarlo se tomaron dos cocacolas con limón, la de Belascoarán sin hielo.
Ya se vuelve un lugar común eso de decir que uno está prendido como por un cordón
umbilical a esta ciudad, atrapado en una mezcla de amor y odio. Belascoarán insomne,
contemplando la noche de neón por la ventana, repasa sus propias palabras. Se siente el
último de los mohicanos. Constata, confirma: No hay odio. Sólo una enorme, una infinita
sensación de amor por la ciudad mutante en la que habita y lo habita, sueña y lo sueña.
Una voluntad de amor que más que definirse en la rabia, la posesión o el sexo, se desliza
a la ternura. Deben ser las manifestaciones, el color dorado de la luz en el Zócalo, los
tenderetes de libros, los tacos de carnitas, los ríos de solidaridad profunda, los amigos del
taller mecánico de enfrente que lo saludan al paso. Será esa maravillosa luna de invierno.
Será.
Héctor se sentó a fumar en un sillón. Pasó la noche fumando y escuchando los ruidos de
la calle. Sin saber por qué, le vino a la imagen el rostro del perro cojo de Héctor
Monteverde. Al amanecer, se quedó dormido.
Desde la Ciudad de México. Paco Ignacio Taibo II. México, diciembre del 2004.
CAPÍTULO III
Que es un poco bastante largo porque de un sopetón da cuenta del Club del Calendario
Roto; detalla cómo Elías resuelve el Caso del Pájaro Carpintero; previene sobre los
peligros de ignorar los usos y costumbres; advierte que los muertos no tienen compañía; y
narra el viaje y la llegada de Elías a la Ciudad de México con las maravillosas aventuras
que lesucedieron, además de reflexionar sobre el mal y el malo.
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- Yo no soy el asesino -.
Una cerilla se enciende y alumbra el cigarro y la cara que en torno a él se convoca: corte
de pelo a lo “skin head”, rostro con ojos brillantes, anillos plateados, mejillas sin afeitar.
- Me parece que es necesario aclararlo desde ahora, para evitar confusiones.–
- Tampoco soy el mayordomo. Me supongo que es preciso decirlo desde el principio
porque ya ven que luego en las novelas policiacas el asesino es el mayordomo... o al
revés. En cambio, he sido portero. Pero no de puertas sino de porterías. Algunas veces
jugué en esa posición en los partidos de futbol que se hacen en el Caracol de La
Garrucha. Las primeras veces no entendía yo de qué se trataba, pero cada domingo,
después del rezo en la Iglesia, se hacía un barullo entre los niños y un parloteo en tzeltal
entre los adultos. Yo sólo alcanzaba a entender la parte que decía “campamenteros,
zapatistas“ y luego todos se dirigían a la cancha. Bueno, la cancha no es propiamente una
cancha. Es un potrero de lunes a sábado, pero los domingos se convierte en una cancha
de futbol. Como si supieran que es domingo, las vacas se van del potrero dejando el
campo minado de sus mierdas. Entonces algunos del pueblo llegan cargando las bancas
de la Iglesia y de la escuela e improvisan una especie de tribuna. El terreno que sirve de
campo de futbol está en la falda de una loma, así que una portería queda en un nivel
superior respecto de la otra, dándole evidentes ventajas al equipo que juega “arriba”. Sin
embargo, el cambio en segundo tiempo compensa. O bueno, eso se supone. Se
organizan entonces los equipos, un habitante del pueblo, invariablemente uno que es
autoridad, hace las veces de árbitro. Les decía que yo a veces fui portero del equipo de
los “campamenteros”, como dicen los del pueblo, o “campamentistas”, como decimos
nosotros los campamenteros. O sea que los hombres y mujeres que, provenientes de
diversos países del mundo, estamos en el campamento de paz, nos agrupamos en un
equipo de fútbol y jugamos contra los equipos de los pueblos zapatistas.
Cuando yo jugué, perdimos la mayoría de las veces. Pero no crean ustedes que fue
porque la habilidad de los zapatistas fuera mayor, no. Fue más bien un problema de
comunicación. Unos y otras (porque nuestro equipo fue invariablemente mixto, de
hombres y mujeres) nos gritábamos indicaciones en francés, en euskera, en italiano, en
inglés, en alemán, en turco, en danés, en sueco, en aimara. Nadie entendía nada y, como
dicen acá, era un relajo padre, pero la pelota siempre iba para donde no debía.
Con esto del fútbol entendí algo de lo que estos zapatistas llaman “la resistencia”. Bueno,
eso creo. Resulta que en uno de estos partidos, de nuestro lado jugaban 2 danesas
impresionantes, como de dos metros de alto y con una habilidad sorprendente para el
balompié. Su altura, sus saltos y el tranco de su paso dejaban muy abajo y atrás a los
zapatistas que, sobra decirlo, son chaparritos y tienen el paso corto. A los primeros toques
del balón se vio que nuestra superioridad no tardaría en reflejarse en el marcador. Y sí,
como a los 10 minutos ya íbamos ganando 2 a 0.
Entonces simplemente ocurrió. Yo me di cuenta porque era el portero y porque, además,
aquí he aprendido a observar con atención y a mirar lo que no es evidente. No hubo una
indicación precisa de nadie, ni una reunión, ni un intercambio de palabras, señas o
miradas de los zapatistas. Sin embargo, yo creo que tienen su forma de comunicarse,
porque después del segundo gol nuestro, todos los zapatistas se fueron para atrás, a
defender su portería. Le dejaron todo el campo a nuestras flamantes danesas, que corrían
felices de un lado a otro. Aunque claro, con tanta gente en el área zapatista, esa parte del
terreno se convirtió en un lodazal. El balón se quedaba pegado, como con cemento, y se
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necesitaban varias patadas internacionalistas para hacerlo rodar. “Se conforman“, pensé
“y van a no perder por una goliza“, así que me puse a contemplar el partido como un
espectador más, pues el juego estaba todo el tiempo del lado contrario. Pasaron varios
minutos y entonces pasó lo que pasó. Nuestro equipo, que corría de un lado a otro,
empezó a mostrar síntomas de agotamiento. Para el segundo tiempo era evidente que
estábamos casi parados. Nuestras estrellas danesas jalaban aire desesperadamente,
deteniéndose cada dos o tres pasos. Entonces, sin que tampoco ahora hubiera una señal
explícita, ¡zaz!, que se me viene encima todo el equipo zapatista. Nos hicieron 7 goles en
20 minutos, ante el regocijo del público que, sobra decirlo, en su totalidad le iba al equipo
local. 7 a 2 quedó el partido, y la mitad de nuestro equipo tardó una hora recuperándose y
tres semanas en caminar normalmente.
Así que he sido portero, pero no soy el mayordomo ni el asesino. Como ya lo habrán
adivinado, soy un campamentista y soy de otro país. He estado de campamento de paz
en los 5 caracoles, desde antes de que se llamaran “caracoles”, y en algunas
comunidades más que han padecido militarización o paramilitarización. Ustedes se
preguntarán qué hace un campamentista “extranjero” en esta novela policiaca. Yo me
pregunto pregunto lo mismo, así que no podré ayudarles en esto. Mientras se ve de qué
va el asunto, les voy a contar un poco de mí. A lo mejor así descubrimos juntos que
diablos estoy haciendo en esta novela.
EL CLUB DEL CALENDARIO ROTO
Soy filipino y me llamo Julio@ y me apellido Isileko. Según me dijeron, “Isileko“ quiere
decir “secreto” en euskera. Trabajo de mecánico en un taller de autos en Barcelona y mi
nombre lo escribo con arroba: Juli@. Lo hago así porque... ¿es necesario que diga que
soy gay? Bueno, sí, soy gay, homosexual, maricón, florecita, puto, mampo, mariposón,
joto, puñal o como se diga en sus mundos de cada quien. Pero no, creo que no es
necesario que lo diga... ni conveniente, porque ya ven que luego asocian “homosexual”
con “criminal”. Así que dejemos de lado las preferencias sexuales y quedémonos con que
soy un filipino con apellido vasco, mecánico de profesión en Barcelona, Estado Español, y
portero de afición en Chiapas, México. A mí en el pueblo me dicen “Julio“.
Para más señas llevo el cabello cortado al ras y algunos tatuajes en el cuerpo. En la
espalda, entre los omóplatos, me he grabado, con letras góticas, un letrero que dice
“ESTE LADO HACIA ATRÁS” y en el pecho uno que señala “ESTE LADO HACIA
ADELANTE”. Por si me descuartizan. Tengo otro tatuaje un poco más abajo del ombligo
que dice “MANÉJESE CON CUIDADO” y una flecha apuntando a mi sexo.
Otro más lo tengo tatuado en las nalgas y reza “NO SE ADMITEN DEVOLUCIONES”.
También soy “aretudo” o sea que tengo “piercings” o “pendientes“, como les dicen en
España, pero no muchos: uno en la ceja izquierda, dos en la oreja derecha, tres en la
izquierda, uno en la nariz, uno en cada tetilla y ya. Yo llegué a tierras zapatistas porque
me cansé de leer comunicados. Sí, yo me empecé a interesar en el movimiento zapatista
porque leí un libro de Manuel Vázquez Montalbán sobre el tema. No es que yo conociera
personalmente al escritor, lo que pasa es que una vez estaba yo arreglando un auto y
encontré el libro en el asiento posterior. Después de leerlo le pregunté a un compañero
del taller si sabía algo de los zapatistas de Chiapas. Me respondió que no, pero que cerca
de su casa había un lugar donde se reunían unos jóvenes, algunos “aretudos” como yo, y
pedían apoyo par a esos zapatistas. Fui. Conseguí otros libros y unas direcciones de
internet donde están los comunicados. Los leí todos, bueno, todos hasta antes de venirme
a Chiapas. Y es que me cansé de leer porque yo sabía que ahí sólo aparecían pedazos
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de una historia más grande, como si los escritos sólo me dieran unas piezas de un
rompecabezas y escondieran las otras, las más importantes. Sí, me enojé con el Sup sin
conocerlo siquiera. Empecé a cuestionar por qué se hablaba de unas cosas y no de otras.
¿Con qué derecho ese enmascarado de estambre me muestra unas cosas y me oculta
otras? Tengo que ir, pensé.
Dejé de ir a los partidos de fútbol profesional. De todas formas el Barça no estaba en su
mejor momento. Así pude ahorrar unos dólares. Vine. Tenía yo razón y no la tenía. He
aprendido que sí, que los mensajes de los zapatistas muestran unas cosas y ocultan
otras, las más grandes, las más terribles, las más maravillosas. Pero he aprendido que
no, que no tratan de engañarnos, sino de invitarnos... Un momento... Espérenme...
Bueno, me acaban de informar que yo no estoy en esta novela, así que todo debe tratarse
de una lamentable equivocación que, según me avisan, resolverán en la mesa de
redacción del periódico o en la editorial del libro. Como es probable que eso tarde un
poco, aprovecharé para contarles de algunas personas con las que estuve en el
campamento de paz de La Realidad y de cómo conocí a Elías.
Una nueva llama enciende otro cigarrillo... ¿Gustan? ¿No fuman? En esta novela todo
mundo fuma. El Belascoarán fuma, el Elías fuma, yo fumo, el Sup ni se diga. Deberían
anexar un extinguidor con cada ejemplar y ponerle en la portada un letrero que avisara:
“El tabaco puede ser nocivo para su salud” o “Fumar durante el embarazo, aumenta el
riesgo de parto prematuro y de bajo peso en el recién nacido” o esas cosas que ponen en
las cajetillas de cigarros y nadie lee. Así, aunque la novela no gane ningún premio
literario, cuando menos le dan uno de la “Sociedad de no fumadores activos “, si es que
existe tal cosa.
Bueno, le sigo. En los campamentos de paz he encontrado personas de todos los países,
aunque no muchas de México. Algunas están poco tiempo y otras permanecen por años.
Claro que hay algunos personajes que son intermitentes, como el Juanita Punto Com que
no sé de qué país viene ni si se llama como dice que se llama, pero seguro que tiene su
página web. Ese siempre que llega lo hace con un montón de revistas y periódicos, y se
va con sólo una sonrisa. En fin, aunque somos de países y lenguas diferentes, y aunque
la mayoría de las veces diferimos en nuestra apreciación sobre el zapatismo, los
campamentistas solemos crear lazos de camaradería más o menos firmes. En La
Realidad tuve una relación estrecha y fraternal con otros tres campamenteros. Con ellos
hicimos el grupo que bautizamos como “El Club del Calendario Roto” que, aunque sería
un buen título para una novela policíaca o para una sociedad esotérica secreta o para un
grupo de conejitas desplazadas de las páginas centrales de Playboy, es sólo el nombre
de un equipo de personas que se autodenominaron así por razones que ahora les
explicaré:
En “El Club del Calendario Roto” hay una alemana. Trabajó un año repartiendo pizzas en
una moto para conseguir el dinero para el viaje hasta acá. No es necesario que diga que
es lesbiana, por las mismas razones que aduje antes, pero en cambio les diré que se
llama Danna Mayo y se apellida Bí Mát, que es un apellido vietnamita que quiere decir
“clandestino”. Danna Mayo juega de defensa en nuestro equipo de fútbol y vino a tierras
zapatistas a algo así como una luna de miel con su pareja, una doctora en matemáticas,
que ahora no está porque regresó a Berlín para conseguir dinero y alargar su estadía en
Chiapas. A Danna Mayo en el pueblo le dicen “Mayo“.
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También se encuentra una francesa, maestra de escuela en Toulouse, que se llama Juin
Héleney que lleva el apellido serbio croata de Protuzakonitost, que quiere decir “ilegal”. A
Juin Hélene le gusta mucho el jazz, dice que la vida es como una pieza de Miles Davis y
vino, dice, para aprender cómo es eso de la autonomía, porque a su regreso a Francia
piensa organizar con sus alumnos un municipio autónomo rebelde y ponerle de nombre
“Charlie Parker”. Juin juega como “elemento de disuasión” en nuestro equipo de fútbol
–por las patadas que da, no en el balón sino en los tobillos del contrario–, y en el pueblo
le dicen “la güera” o “la francesera”.
El cuarto elemento es un italiano, de profesión cocinero, que se llama Vittorio Francesco
Augusto Luiggi y se apellida Nidalote, que en albanés significa “prohibido”. El cree
firmemente en los extraterrestres y, según nos ha confiado en las largas noches de la
selva chiapaneca, sostiene que hay extraterrestres malos y extraterrestres buenos. Los
malos, dice, ya aterrizaron hace tiempo en Washington, Londres, Roma, Madrid, Moscú,
México y tornaron el poder e impusieron la moda del “fastfood”. Y los buenos... bueno, los
buenos no han aterrizado todavía, pero si en algún lugar van a aterrizar, es en suelo
zapatista. Y no vendrán a conquistarnos ni a enseñarnos sus altas tecnologías, sino a
aprender cómo derrotar a los malos. Vittorio Francesco Augusto Luiggi supone que los
extraterrestres buenos necesitarán un cocinero, por eso está aquí. Vittorio Francesco
Augusto Luiggi tiene la posición de extremo izquierdo en nuestro equipo –porque dice que
hay que ser consecuentes en la posición política hasta en el juego–, y en el pueblo le
dicen “Panchito”, cosa que él y todos nosotros agradecemos.
Pues sí, somos un grupo digamos que original, y si “zapatizamos” nuestros nombres
tendremos: Mayo Clandestino, Junio Ilegal, Julio Secreto y Agosto Prohibido. O sea que
tenemos nombres de personajes de novela porno o de espías o de porno-espías, pero no
de novela policiaca. Y aunque le agreguemos a la Abril del capítulo primero, el calendario
sigue incompleto, roto.
No me hagan mucho caso, pero tal vez el Sup nos metió en la novela por mula, porque ya
ven que los zapatistas sostienen que el mundo no es sólo uno, sino muchos, y por eso le
están aventando a la novela un mecánico homosexual y filipino, una alemana repartidora
de pizzas en moto y lesbiana, una maestra francesa amante del jazz, y un cocinero
italiano que cree en los extraterrestres. O sea que no nada más hay hombres y mujeres.
Así que es posible que luego aparezcan más personajes “extraños”.
Aunque yo creo que el cocinero italiano aparece aquí sólo porque en las novelas
policiacas a los detectives luego les da por la gastronomía. El otro día, por ejemplo,
encontré a Vittorio Francesco Augusto Luiggi (el Agosto Prohibido de nuestro Calendario
Roto) ensayando una receta que, dijo, le pasó el Sup. Se llama “Marco‘s Special” y se las
paso tal y como me dijeron: una ración de carne de res a criterio, se parte en pedacitos y
se fríe; se le agrega una latita de salsa mexicana y queso; se bate todo y se sirve caliente.
Cuando Agosto Prohibido terminó de guisar le dije: “parece vomitada de borracho”. El la
probó y agregó: “y sabe a lo que parece”. Pero Agosto es de los que cree que los
zapatistas no se equivocan ni cuando se equivocan, y da como pretexto que la salsa era
de la marca “Herdez”, “y el Sup claro me dijo que debía ser de “La Costeña”.
Como quiera que sea, con el perdón de Pepe Carvalho y de Manuel Vázquez Montalbán,
en esta novela no se va comer muy bien que digamos.
Y hablando de comer, ahorita vengo, voy a la letrina...
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ELÍAS Y EL CASO DEL PÁJARO CARPINTERO
Y sonso, porque el pájaro, además de ser carpintero, era sonso, como verán ahora que
les platique. Resulta que me mandaron de comisión de investigación al caracol de
Morelia, en la zona Tzots Choj. La cosa o el caso era de un cristiano al que lo habían
difunteado unos que decían que no, que no ellos lo habían matado. La Junta de Buen
Gobierno de ése lado había mandado una solicitud de apoyo a la Comandancia General
del EZLN. El Sup no estaba, así que le avisaron por radio y me dicen que dijo que me
mandaran a mí. En La Realidad, el responsable local me dio para el pasaje, unas
tostadas, una bola de pozol y unos papeles. En uno leí...
“Acta de levantamiento Comunidad Nich Teel perteneciente al Municipio Autónomo
Rebelde Zapatista Olga Isabel, Chiapas, a 25 de Junio de 2004. El c. Pedro Santis
Estrada, Comisión de Honor y Justicia Municipal Autónomo, a las 9.25 pm. hace las
siguientes descripciones del levantamiento del cadáver en la siguiente manera:
1. El difunto Francisco Hernández Solís de 38 años de edad, estado civil unión libre con 9
hijos.
2. El día 25 de Junio del año 2004 se dirigió a trabajar a su milpa a las 6 de la mañana en
autodenominado 6ª Wits, con una distancia de 5 Km. a su casa habitacional.
3. A las 13 hrs. (1 de la tarde) se regresaron junto con su hermano menor con el nombre
de Santiago Hernández Solís de 21 años de edad y acompañado con su hijo de nombre
Pedro Hernández de 10 años de edad, cuando habían salido a 300 metros a su milpa fue
emboscado en un lugar preparado, el tiro en contra de Francisco Hernández Solís a una
distancia de 2 metros en el camino en donde fueron disparados 4 tiros con arma de
calibre 22 con funcionamiento automático.
4. Fueron atravesados dos tiros en el mismo agujero del pecho derecho, uno más en el
centro de su pecho y uno en la nalga derecha.
5. En el lugar en donde fue emboscado corrió 48 metros gritando su nombre a los que
dispararon contra él, y le mostró todavía a su compañero en las partes de su cuerpo en
donde entraron las balas y de ahí se cayó muerto: boca arriba mirando al sur con los ojos
abiertos y su mano derecha al pecho y su mano izquierda firme y sus pies firmes. Datos
Personales:
El difunto Francisco Hernández Solís llevaba cargando media costalilla de maíz, con un
machete y una lima de afilar en su cintura y una morrateta, camisa blanca rayada,
pantalón de mezclilla color blanco y cinturón de piel color negro y botas de hule, cabello
negro lacio, cejas grandes, ojos negros, nariz grande, con bigotes negros, boca regular,
cara redonda color morena, orejas grandes, mide 1.60 cm.
SE CIERRA LA PRESENTE ACTA DE LEVANTAMIENTO
EN EL MISMO DÍA Y FECHA DEL INICIO. DOY FE.
Pedro Sántis Estrada.
Comisión de Honor y Justicia.”
Me fui pues para la comunidad de Moisés Gandhi y ahí me alcanzaron los de la Junta de
Buen Gobierno de Tzots Choj. Llegando a la comunidad Morelia, que es donde está el
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caracol, me reuní con las autoridades autónomas de los MAREZ Ernesto Che Guevara y
Olga Isabel. Según esto, el mismo día del asesinato detuvieron a dos personas que tenían
problemas con el finado. Que los problemas eran de solar, de cafetal y de leña. Que
habían empezado hace tiempo. Que los dos detenidos presuntos acusados se llaman
Sebastián Pérez Moreno y Fausto Pérez Gómez. Que de por sí son los nombres que dijo
el finado cuando todavía no era finado. Que declararon que ellos no fueron, que sea los
detenidos presuntos acusados declararon que no ellos son los matadores del finado. Que
ellos habían ido a trabajar en su cafetal de ellos. Que llevaban arma de cacería por si
topaban animal. Que en un acahual toparon un pájaro carpintero. Que lo dispararon 4
tiros pero no le dieron. Que ya luego se regresaron a sus casas por la calor. Que ahí lo
supieron del muerto.
Pedí que me llevaran al lugar donde había pasado todo. Me llevaron pero ya era tarde ya,
así que sólo tomamos café y un poco de pan. Me dieron hospedaje en la escuela de la
comunidad. Al día siguiente, temprano, fuimos al lugar. Recorrí el terreno alrededor de
donde se difunteó el finado. Que sea lo reconocí el terreno. Puro acahual por un lado.
Puro potrero por otro lado. Sólo un poco de montaña, que sea de árboles altos ya más
pegado a donde están los cafetales. Seguí su paso del finado hasta donde se murió
todito. Lo caminé también donde dicen los presuntos acusados detenidos que se
caminaron. Algo no me checaba y no encontraba lo que buscaba. Seguido así me pasa.
Seguí buscando sin saber qué mero buscaba, pero pensando que cuando lo encontrara lo
iba a saber. Tomamos pozol ya tarde. Le pregunté a los que iban conmigo si el día ése de
la desgracia llovió. Que sí. Que un poco bastante. Que todo el santo día. Que no escampó
hasta la noche. Lo quedé pensando. Tardé. Aluego supe que no iba a encontrar lo que
buscaba y que eso era lo que buscaba, que sea que buscaba no encontrar lo que
buscaba. Los que iban conmigo me dijeron que está muy revuelto mi pensamiento. Les
dije que de por sí. Nos regresamos. Fui con las autoridades y les dije que no encontré lo
que buscaba y que por lo tanto los acusados sí eran culpables. Las autoridades también
dijeron que tengo muy revuelto mi pensamiento. Yo pensé que debería cargar en mi
morraleta un montón de papeles que dijeran “De por sí”, para no estar batallando a cada
rato. Como no traía los papeles que dijeran “De por sí”, entonces les dije a las autoridades
que de por sí, pero que la problema era que no había encontrado el pájaro carpintero.
Que y eso qué, dijeron las autoridades. Que seguro también se había difunteado como el
finado. Yo les dije que o el pájaro carpintero era muy sonso y salía a picotear cuando
estaba lloviendo y en un acahual donde no hay árboles para picotear, y además seguía
volando ahí nomás aguantando 4 tiros, o no había pájaro carpintero. Que qué tal que no
había pájaro carpintero, dijeron las autoridades. Que qué tal, dije yo. Que suponiendo-sinconceder que no hubiera pájaro carpintero, entonces a qué le dispararon los acusados,
dijeron las autoridades. Que lo mismo digo yo pero sin hablar como abogado, les dije.
Que clarito se ve que están mentirando, dije otra vez. Que qué tal que alguien más anda
en el asunto, dije otra vuelta. Que lo van a ver, dijeron las autoridades. Que ya me voy a
bañar al río porque agarré mucha mostacilla en el acahual y en el potrero, dije yo. Que
pinche mostacilla onde quiera se mete, no dije yo pero lo pensé. Que fui a la tienda
cooperativa por unos cigarros. Que de cuáles, dijo el compa. Que “Gratos”, dije yo. Que si
mentolados, dijo el compa. Que quiero un cigarro, no un dulce, dije yo. Que ya en la
noche llegaron a decirme que las autoridades ya detuvieron a otra persona más con el
nombre Pascual Pérez Silvano de 16 años de edad, soltero que vive junto con su familia.
Que él dijo claro sobre los hechos ocurridos. Que ya lo están tomando su declaración de
los acusados. Que ya más tarde me trajeron la...
“Declaración preparatoria pública
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Pascual Pérez Silvano, dice claro cómo fueron sus caminos en vista de las tres personas,
que se encontraron en el cruce de camino con el Fausto y Sebastián que llevaban armas
de calibre 22, rifle de 16 automático y que invitado a la cacería y que no iba a aceptarlo
porque va a ir a traer maíz, al final acepté acompañarlo, fuimos en ese camino de
Corostik, pasamos en el camino de Mustajá y seguimos el de Xaxajatik, yo ya estoy
cansado y no hemos encontrado nada, le dije que yo no puedo seguir caminando más y
Sebastián me dijo que soy mujer si ya no puedo seguir y seguimos caminando, hasta
llegamos en donde ya no hay camino y me decidí quedar, me empezó a decir que si le
dices algo primero te voy a disparar, –ahí me quedé como 15 metros y ellos llegaron al
camino de la milpa, no lo vi cómo entraron y empezaron a disparar sus armas, yo salí
corriendo porque tuve miedo, porque yo no sabía qué iban a hacer, fueron varios tiros, si
me hubieran dicho yo no iría con ellos. Sólito salí escondiéndome y me regresé en el
mismo caminito que encontramos pero ya no encontré a Fausto y Sebastián, tuve que dar
vueltas todavía para encontrarlo el caminito que se va en mi milpa, para tapiscar el
maicito, por el miedo ya no puede llenarlo mi costal y vine rápido a mi casita pero no dije
nada a mi familia. Pasando rato cuando empezaron a decir que alguien fue asesinado en
el camino y que era el señor Francisco Hernández Solís, de allí que pensé que son ellos
los que dispararon en el camino, porque yo no lo sabía, ni lo vi qué es lo que dispararon.
Se empezaron a reunir la gente para ir a verlo, por lo que sé no ha hecho nada. Fausto y
Sebastián no pudieron decir nada, sólo estuvieron viendo su ojo a su compañero por la
declaración que dio el Pascual Pérez Silvano. Al fin dijeron que ellos fueron, aceptaron ser
los responsable del asesinato a Francisco Hernández Solís.
NO HABIENDO MAS ASUNTO QUE TRATAR, SE DA POR TERMINADA LA PRESENTE
ACTA DE AVERIGUACIÓN PREVIA AL MISMO DÍA Y FECHA DE SU INICIO. DOY FE.
Pedro Sántis Estrada. Comisión de Honor y Justicia.”
Al otro día me avisaron que me regreso yo para La Realidad. Me dieron las gracias, para
mi pasaje, y unas tostadas y pozol para el camino. Estaba lloviendo. Los cigarros se
mojaron toditos. Ahí nomás en Cuxuljá agarré carro para Altamirano y de ahí a Las
Margaritas. Llegué a La Realidad ya tarde, en la noche. En casa de Max había tamales,
café y guineo. El Max me dio otros cigarros. Llovió otra vuelta. Yo agarré posada en la
tiendita que se llama “Don Durito”. No muy dormí. Traía mostacilla hasta en el alma.
ELIAS Y EL CLUB DE CALENDARIO ROTO
Bueno, ahora les cuento cómo fue el encuentro de Elías con el “Club del Calendario
Roto”. Una noche se hizo un pequeño escándalo en la champa donde dormimos los
campamenteros. Resulta que Juin Hélene, la francesera, padece insomnio y desde su
hamaca alcanzó a ver que algo se movía en el techo. Alumbró con su lámpara y resultó
ser una culebra, víbora o serpiente. Por supuesto que empezó a gritar y por supuesto que
todos nos despertamos. Lo que siguió fue un pánico generalizado, pero disfrazado de
debate ecológico esquina con terapia colectiva. Primero discutimos si la matábamos o no.
A la culebra, no a Juin Hélene. Por parte de Danna Mayo se dieron argumentos naturistas
en contra de matarla, alertando sobre el peligro de alterar la biodiversidad; por parte de
Vittorio Francesco Augusto Luiggi se proponía matarla y se dieron razones culinarias que
abundaban sobre las bondades gastronómicas de la culebra, pues había leído en un
comunicado del Sup que la víbora asada tenía sabor a pescado. Juin Hélene estaba por
alterar el equilibrio biológico matando a la culebra y a mí el pescado me gusta mucho, así
que, por mayoría aplastante, se optó por condenar a muerte a la serpiente. Claro que el
problema era primero hacer que bajara del techo, y segundo, matarla. Danna Mayo dijo
que consiguiéramos una silla y que Vittorio Francesco Augusto Luiggi la bajara dándole
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con el cucharón de la sopa de fideo. Panchito dijo, con un notable acento mexicano, que
ni madres. En ésas estábamos cuando llegó Elías, se enteró rápido de qué iba la cosa,
salió y regresó con una vara larga, golpeó a la culebra tirándola al suelo y, con el
machete, le cortó la cabeza.
- Era una nauyaca -, dijo y se llevó las dos partes no sé donde.
Al rato volvió y nos preguntó si íbamos a salir y cuándo. Le dijimos que sí, que el
domingo. Danna Mayo tenía que retirar dinero del banco, Juin Hélene regresar a Francia,
Vittorio Francesco Augusto Luiggi comprar algunas cosas, y yo renovar mi visa de turista.
Todos teníamos que ir a la Ciudad de México. Elías nos preguntó si podía salir con
nosotros. Le respondimos que sí, que por supuesto, que claro, que sería un honor que
etcétera.
- Tá bueno–, dijo.
Le preguntamos que a dónde iba él y a qué.
- Voy a México a buscar una medicina, pero no lo vayan a publicar–, nos respondió y se
perdió en las sombras de la noche.
Después del susto de la nauyaca, nadie pensaba en dormir, así que se convocó a una
sesión extraordinaria del Club del Calendario Roto. ¿Tema? El viaje de Elías.
Junio Ilegal sostenía que lo de la medicina era mentira, que Elías iba a salir para comprar
boletos para el Festival de Jazz en la Ciudad de México, al que el Sup iría disfrazado de
saxofón y ya luego se iba a trabajar en un Table Dance “sólo para mujeres” para juntar
dinero para la causa. Mayo Clandestino alegaba que no, que Elías iba a averiguar la
dirección de un hospital donde hacían operaciones de cambio de sexo, porque el Sup es
lesbiano, o sea que le gustan las mujeres pero no le hacen caso y se iba a hacer mujer
para que lo quisieran. Yo, o sea Julio Secreto, dije que Elías iba para averiguar cuándo
era la Marcha del Orgullo Gay en la que el Sup se haría presente y saldría,
simultáneamente, de la selva y del closet. Agosto Prohibido nos escuchaba en silencio y,
cuando los demás nos cansamos de discutir, intervino:
- No saben nada–, nos dijo con desprecio.
- El Sup es más machito que Pedro Infante y Lando Buzzanca juntos, y le gustan los
sones y los huapangos. Además, si leyeran el periódico sabrían que Elías va a lo del
asunto del Wall Mart de Teotihuacan–.
Nos quedamos mirándolo, sin entender nada.
Agosto suspiró antes de acceder a explicarnos:
- Resulta que la Wall Mart puso una tienda en Teotihuacan para robarse las pirámides del
Sol y de La Luna. Se las van a robar por partes. Cada pedazo que se lleven lo van a suplir
con uno idéntico, pero hecho de cartón piedra. Las partes originales las empacan en las
cajas vacías de mercancías. Por eso, si vas a pedir cajas para una mudanza o para
guardar libros, ropa, discos o ayuda humanitaria, ni madres que te dan siquiera una. Se
van a robar primero la Pirámide de La Luna, para que el 21 de marzo todavía esté la
original de la Pirámide del Sol y así tengan todavía un año para desmantelar ésa sin que
nadie se dé cuenta–.
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Seguíamos mirándolo y seguíamos sin entender nada. Junio Ilegal preguntó para qué
querría la Wall-Mart robarse las pirámides de La Luna y el Sol en Teotihuacan. Agosto
Prohibido le respondió con tono de “elemental, mi querido Watson”:
- Pues para que los extraterrestres buenos no ubiquen el lugar para aterrizar. Los
extraterrestres buenos están esperando que los zapatistas extiendan su territorio y funden
un Caracol en Teotihuacan, entonces van a bajar en las pirámides y tan-tan, se acabaron
los Mac Donalds y las Pizzas Hut. Pero si las pirámides no son las pirámides, pues
entonces no bajan los extraterrestres buenos y entonces sí tendremos Bush, Blair,
Berlusconi, Aznar y FMI forever. ¿Ci siamo capiti?–.
Mayo Clandestino preguntó a dónde se iba a llevar la Wall Mart las pirámides de
Teotihuacan. Julio Secreto, o sea yo, me sumé a la pregunta. Junio Ilegal se estaba
quedando dormida.
- Eso es lo que va a ir a investigar Elías–, respondió Agosto Prohibido.
Todos estuvimos de acuerdo en que ya estaba bueno de nauyacas, pirámides, puestos de
comida rápida y extraterrestres, y que había que dormir.
Ya en la hamaca, en la duermevela, se me confundió todo. Porque resulta que, a
diferencia de los demás meses de nuestro roto calendario, yo ya había leído el capítulo
uno y dos de la novela ésta de “Muertos Incómodos” y, aunque folia lo que falta, yo ya
sabía a qué iba Elias a la Ciudad de México.
Y tuve miedo. Mucho miedo. Pero no un miedo a lo desconocido. No, era algo más
racional. Miedo a lo conocido. Miedo a la larga historia de derrotas. Miedo a la costumbre
y a la resignación que nos produce esa cuenta en la que siempre aparecemos en las
restas y divisiones, nunca en las sumas y multiplicaciones. Tuve miedo de que el
Belascoarán y el Elías perdieran, y que nosotros, todos nosotros, perdiéramos con ellos.
Porque es sabido que el asesino siempre regresa a la escena del crimen. Pero
supongamos que el Elías y el Belascoarán no van detrás de un asesino, sino de EL
asesino. Si es quien yo me imagino, entonces EL asesino no va a regresar a la escena del
crimen, simple y sencillamente porque él es la escena del crimen. EL asesino es el
sistema. El sistema sí. Cuando hay un crimen hay que buscar al culpable arriba, no abajo.
El MAL es el sistema y los MALOS son quienes están al servicio del sistema.
Pero el MAL no es una entidad, un demonio perverso y maléfico que busca cuerpos que
poseer y, con ellos como instrumento, hacer maldades, crímenes, asesinatos, programas
económicos, fraudes, campos de concentración, guerras santas, leyes, juzgados, hornos
crematorios, canales de televisión. No, el MAL es una relación, es una posición frente al
otro. Es también una elección. El MAL es elegir el MAL. Elegir ser el MALO frente al otro.
Convertirse, por elección propia, en verdugo. Convertir al otro en víctima.
Hay que joderse. Los campamenteros no deberían hacer reflexiones metafísicas. Los
campamentistas deben contar tanques de guerra y soldados, deben enfermarse por la
comida, deben pelearse entre ellos por tonterías, deben jugar fútbol y deben perder contra
los equipos zapatistas, deben ayudar en los proyectos, deben escuchar Radio Insurgente,
deben criticar al Sup por no ser ni hacer como ellos quieren que sea y haga, deben hacer
planes de cómo exportar el zapatismo a sus respectivos países, deben aburrirse la mayor
parte del tiempo. Todo eso y muchas cosas más, pero definitivamente no deben hacer
reflexiones metafísicas. Tampoco se deben colar de indocumentados (nadie le ha pedido
el pasaporte a los miembros del Club del Calendario Roto) a novelas policíacas, mucho
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menos si es una novela a cuatro manos, veinte dedos, ocho extremidades, dos cabezas,
muchos mundos.
Pinches zapatistas, van a luchar contra un monstruo con ayuda de un detective y de un
chino. Seguro va a aparecer por ahí un ruso. Y clavado que el chino ése es trotskista y el
ruso es maoísta. Puta madre. Puta Wall Mart. Puta nauyaca. Putas pirámides. Puta
comida rápida. Y puto yo, porque así como en los extraterrestres hay malos y buenos,
también hay putos malos y putos buenos, y yo soy de los buenos. Y soy de los buenos
porque elegí no ser de los malos. Pinche hamaca. Hay que joderse. No puedo dormir. La
hostia que no vuelvo a cenar pozol con frijoles. Y entonces me quedé dormido.
ELIAS Y LOS USOS Y COSTUMBRES
Déjenme y me fumo un cigarrito y les sigo contando de cosas que pasaron antes de que
me encontrara con el Belascoarán en el monumento a la Revolución, allá en la Ciudad de
México. Yo fumo “Gratos”. O “Alas”. Es lo que hay acá para fumar y aluego pos se me
hizo modo. Que sea aunque haya de otros, yo me fumo los “Ingratos” o los “Alacranes”,
que así les decimos acá nomás por hacemos los chistositos. Bueno pues les cuento de
los días antes de que me fuera para México a agarrar el modo ciudadano. Me fui para la
Comandancia para que el Sup me diera unas cosas y ya me fuera ya para la ciudad. Me
fui con el Mayor Moisés, Después de pasarla posta, nos topamos con un grupo de
insurgentes. El Capitán Noé estaba con la guitarra, cantando una canción con la música
de “El Venadito”, ésa que dice “Soy un pobre venadito que habita en la serranía”, pero con
una letra muy otra:
“Soy un pobre capitán que no tiene compañía. Soy un pobre capitán que no tiene
compañía. Y aunque yo no estoy casado pos tampoco estoy capado por eso es que tú me
gustas morenita vida mía. Quisiera ser tu blusita para siempre estar contigo. Quisiera ser
tu blusita para siempre estar contigo. Pa tocarte los pechitos Y abrazarte la cintura Los
primeros por chiquitos La segunda por madura“.
El Sup no estaba mero en la Comandancia, sino en una orillada del cuartel. Estaba con el
Comandante Tacho, en una champa con paredes pero sin techo, con el armazón a medio
construir. Saludamos y nos saludaron.
Mira Elías–, me dijo el Sup, –aquí tenemos una discusión con el Tacho. Estamos aquí
haciendo la champa de la sanidad y él dice que el techo tiene que tener un travesaño
así–, y el Sup señaló al techo que no era techo todavía, puro armazón de palos.
El Sup sacó su pipa y la encendió y dijo:
- Entonces yo le pregunto a Tacho que por qué tiene que llevar ese travesaño, que si es
algo científico o es por usos y costumbres. Porque si es científico quiere decir que hay
una razón para que pongamos ese travesaño ahí y yo le pregunto cuál es la razón y él me
dice que no sabe, que así le enseñaron que porque si no el techo se cae–.
- Para esto, el Comandante Tacho estaba risa y risa. El Mayor Moisés se empezó a reír
también. Se ve que ya habían tenido esa discusión muchas veces.
El Sup siguió hablando mientras se subía al armazón del techo:
–Yo voy a aplicar el método científico para ver si el travesaño tiene que ir aquí o no. O sea
que voy a usar el método del ensayo y el error, que quiere decir que se prueba y si sale
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mal es que no es por ahí, y si sale bien es que sí es por ahí.
-Entonces, si yo me subo en esta viga y si se cae la armazón quiere decir que de por sí no
va aguantar el peso del techo–.
Para esto el Sup ya estaba sentado sobre la viga como si fuera caballo. O sea como si la
viga fuera caballo. Mientras se balanceaba el Sup me preguntó: –Entonces Elías, ¿tú qué
dices? ¿Es científico o es por usos y costumbres?–.
Yo me salí de debajo de la armazón y alcancé a decir:
- Es por usos…Se oyó un crujido, la viga se quebró y el Sup se cayó y quedó tirado boca arriba. Yo
completé:
... y costumbres–.
El Comandante Tacho se doblaba de la risa. El Mayor Moisés ni siquiera se podía hablar
por la risadera que tenía. Llegó entonces la Capitana Aurora corriendo hasta donde está
el Sup y preguntó un poco preocupada:
- ¿Se cayó compañero Subcomandante?–
- No, es un simulacro para ver cuánto tiempo tardan en reaccionar los servicios zapatistas
de sanidad en un accidente–, dijo el Sup sin levantarse. Se fue la compañera capitana
riendo. Todavía estaba el Sup tirado en el suelo, buscando su pipa y el encendedor,
cuando llegó una compañera insurgenta:
- Compañero Subcomandante Insurgente Marcos–, dijo y se cuadró saludando.
- Compañera Insurgenta Erika– dijo el Sup respondiendo el saludo desde el suelo.
- Compañero Subcomandante te quiero hablar – dijo la Erika retorciendo un paliacate
entre las manos.
- Hábleme usted compañera Erika – dijo el Sup acomodándose en el suelo, jalando un
pedazo de viga rota para usarla de almohada y encendiendo la pipa.
- Es que no sé qué me vas a decir pero el compañero capitán Noé me está toqueteando–,
dijo la Erika. El Sup se atragantó con el humo de la pipa y, tosiendo, preguntó:
- ¿¡Te está queeee...!? –.
Me está toqueteando, o sea que hace su ojo así–dijo la Erika y cerró un ojo haciendo un
guiño.
- ¡Ah bueno!, no se dice “toqueteando” sino “coqueteando–, dijo el Sup, ya respirando
tranquilo y volviendo a encender la pipa: –¿Quieres que lo regañe? –.
- No–, dijo la Erika, –Sólo pregunto para saber si está permisado, porque si está
permisado pues está bien. Y si no, pos entonces que primero se permise y ya luego me
toquetee –.
- “Coquetee“, se dice “coquetee“ le aclaró el Sup.
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- Eso– dijo la Erika.
- Está bueno, voy a preguntar y ahí te aviso luego dijo el Sup fumando desde el suelo.
- Es todo compañero Subcomandante Insurgente Marcos – dijo la Erika. Saludó y se fue.
El Sup quedó pensando y mordiendo la pipa. Se oyó un crujido, sacó la pipa de la boca y
escupió un pedazo de boquilla.
- Puta madre, creo que ya estoy demasiado viejo para este trabajo–, dijo entonces el Sup
y no se sabe si lo dijo por la viga que se rompió, o porque se cayó y quedó tirado en el
suelo, o porque la pipa se le apagaba a cada rato, o porque la Erika decía “toquetea” en
lugar de “coquetea”, o porque ya rompió otra pipa a mordidas, o por sus usos y
costumbres del Sup.
- Ya me voy ya–, le dije.
- ¿Ya conseguiste con quién salir?– me preguntó.
- Ya–, le dije, –me salgo con unos campamenteros que de por si van a México
–.Al monstruo, acuérdate que a la Ciudad de México le decimos “el monstruo “–, me dijo
el Sup
- Eso –, le dije. No le conté que a los campamenteros les dije que iba a México, que sea al
monstruo, a conseguir una medicina. No sé si me creyeron, pero así me dijo el Sup que
dijera. Me dijo que su abuelita le decía que, cuando no pudiera decir qué estaba haciendo,
que inventara una historia, la primera que se le ocurriera, pero que la contara como si
fuera un gran secreto y que pidiera que no le dijeran a nadie. Así le creerían. Eso dijo el
Sup que dijo la abuelita del Sup. Quién lo dijera. Yo siempre había pensado que el Sup no
tenía abuela.
- Está bueno–, dijo el Sup y, volteando a donde está el Mayor Moisés le dijo: –Pásale a
Elías los sobres con las cartas–.
El Mayor Moisés me entregó unos sobres. Los guardé en mi morraleta. Ya empezaba a
llover cuando le pregunté:
- Oí Sup, ¿se te ofrece algo? –
- Sí –, dijo el Sup, –varias cosas... Lo primero es que me pases esa bolsita de nylon que
está allá–.
Le pasé la bolsita y el Sup, todavía acostado en el suelo, puso la bolsita sobre la pipa
para que no se le mojara el tabaco encendido con la lluvia.
Y lo segundo es que me traigas del monstruo un refresco que se llama “Chaparritas El
Naranjo”, uno de sabor uva. Y otra cosa, dile al Belascoarán que si no te enseña a jugar
dominó en parejas, quiere decir que es muy baboso. No, baboso no, esa palabra es un
insulto muy fuerte acá. Mejor dile que es muy pendejo, eso no es tan duro allá y sí lo va a
entender.
- ¿Y eso para qué sirve? –, le pregunté al Sup porque no sé qué cosa es dominó.
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- Si no son las marchas y los temblores, el dominó en parejas es lo más cercano que
tienen los ciudadanos al trabajo en colectivo. Tú aprende y vienes y nos enseñas porque
qué tal que luego lo vamos a necesitar para que no nos ahorquen con la muía del seis
¿verdad?–, dijo el Sup y volteó a mirarlos al Tacho y al Moy y que se ríen. Ellos sabrán.
- ¿Dominó? ¿No ajedrez? –, le pregunté porque yo miro que en los pueblos mucho les
gusta el ajedrez y mucho lo juegan con los campamenteros.
- No, eso de que el ajedrez lo juegan los mandos militares y los detectives es un mito. Los
mandos militares juegan baraja, solitario para ser más precisos, y hacen rompecabezas. Y
los detectives juegan dominó. Tú dile que te enseñe–, me dijo el Sup mientras se
levantaba.
- Tá bueno –, le dije.
El Mayor Moisés se despidió de mí porque él iba para otro lado. Me dio un abrazo y me
dijo que me vaya bien. También los abracé al Sup y al Comandante Tacho. También me
dijeron que me vaya bien y que me cuide. Que no se me olvide lo que me explicó. Que
con los comunicados me va a ir diciendo cómo. Me fui cuando el Sup se estaba trepando
a la parte del armazón del techo que no se había caído y le estaba diciéndole al
Comandante Tacho:
- Bueno Tachito, ahora vamos a probar la otra viga. ¿Qué método usamos? ¿El científico
o el de usos y costumbres? –.
Cuando iba pasando por la posta todavía escuchaba clarito las risotadas del Comandante
Tacho. En el camino metí las cartas en una bolsita de nylon, para que no se mojaran
EL VIAJE DE ELIAS SEGÚN EL CLUB DEL CALENDARIO ROTO
El domingo salimos muy temprano.
En un camión de tres toneladas nos subimos los cinco: Mayo, Junio, Julio, Agosto y Elías.
Llegamos a tiempo para agarrar el autobús para México, Junio se sentó con Elías,
cediéndole la ventanilla por si se mareaba. Yo tuve de pareja a Mayo, y Agosto quedó en
el asiento detrás de nosotros.
Al llegar a La Ventosa el autobús se paró en el puesto de Migración. Subió un oficial y
pasó de largo apenas mirándonos a Mayo y a mí. Agosto se hizo el dormido y roncaba
como si tal. De regreso se paró al lado de Junio y Elías, quien hojeaba un ejemplar de la
edición francesa de “Le Monde Diplomatique “.
- Su identificación, por favor – dijo.
Junio hizo por sacar su pasaporte.
- Usted no, el señor – dijo señalando a Elías.
Elías, sin voltear a verlo y concentrado en la lectura del periódico, sólo respondió:
- American citizen –
Aunque el acento de Elías era el de un espalda mojada, el oficial de Migración titubeó.
Después de unos instantes que parecieron eternos y que, supongo, se alargaron lo
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necesario para mantener el suspenso que toda novela policiaca requiere, dio media vuelta
y salió. El autobús reinició su marcha. Junio, sin decir palabra, le dio vuelta al periódico
que “leía” Elías pues lo tenía de cabeza.
- Ahí¡Tras que por eso no encontraba la sección de deportes!–, dijo Elías y se quedó
dormido. Esa noche y durante todo el trayecto, el “Club del Calendario Roto” monopolizó
el baño del autobús. Sin ponernos de acuerdo, todos le echamos la culpa de la diarrea al
pozol de la noche anterior. Al llegar a la Central de Autobuses nos despedimos de Elías.
Él se fue. Nosotros también.
Al regresar a La Realidad le pasé al encargado del Caracol el mensaje que me dijo Elías:
“El del ojo grande ya está con el doctor “.
Yo le pregunté al Sup, el otro día que lo topé en el arroyo, si íbamos a ser su compañía de
Elías en la novela. Me respondió que no, que sólo íbamos a aparecer en un capítulo. Le
pregunté por qué y me respondió:
-Porque los muertos no tienen compañía”
Así que hasta aquí nomás llegamos. Ahora, para saber qué va a pasar, tendremos que
esperar a leer los siguientes capítulos de la novela, ¡Joder! De todas maneras, no sé
ustedes, pero yo ya estoy cansado de esas novelas policíacas donde todos los
personajes son muy inteligentes y cultos, y el único tonto e ignorante es el lector. No sé si
tontos, pero aquí todos somos ignorantes... porque siempre falta lo que falta.
EL VIAJE DE ELÍAS SEGÚN ELÍAS
Pues sí. Me fui para el monstruo. Me desperté cuando íbamos bajando una loma bien
empinada. Los campamenteros iban bien dormidos. La vi a la ciudad. Ahí se estaba
nomás, quieta porque estaba todavía lejos.
-Y sí omo aluego dice el Belascoarán, tiene un chingo de antenas, como sombreros flacos
en su cabeza de las casas. Ya más de cerca lo miré que, además de antenas, la ciudad
tenía gente, mucha gente. No conté, pero me parece que había más gente que antenas.
Aunque carros había tantos como antenas. Saber.
Acá puedo saber onde mero queda tal pueblo mirando los árboles. Se me afiguró que los
ciudadanos tenían también su modo y que viendo las antenas podían saber onde mero
quedaban las casas. Después supe que no, que ellos tienen calles con nombres y
números y aluego pos hay casas altas, muy altas, como si quisieran estarse arriba de las
antenas, y entonces le ponen número también a cada pedazo de casa. En la estación de
los autobuses me esperaban Andrés y Marta, que son dos ciudadanos que sea
compañeros de la ciudad, pero vivos los dos, no finados como yo. Los miré desde lejos y
rápido me despedí de los campamenteros para que no los conocieran al Andrés y a la
Marta. Muy pálidos los vi a los cuatro campamenteros, pero yo creo que de por sí es su
color en su mundo del que son.
-a vine ya–, los saludé a Marta y a Andrés.
El Andrés me preguntó si traigo maleta. Le dije que sólo mi mochila. Me dijo que
vamonos. Le dije que vamonos. Nos trepamos en el metro ése que le dicen.
Que cómo me fue, me preguntó Marta. Que sin novedad, le respondí. Andrés me dijo que
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vamos a tardar como una hora en llegar, por el tráfico, que depende de si hay partido de
futbol, que él le iba a los pumas de la UNAM pero que cuando se enteró que también le
iban la Rosario Robles y un locutor de Televisa, mejor se cambió de equipo y ahora le va
a los Jaguares de Chiapas pero que tienen uniforme de chetos. Qué a qué equipo le voy
yo. Yo le dije que al de los jodidos. Ya no dijo nada de futbol.
Llegamos a una su casita que está trepada en un edificio. Les di su carta que les
mandaba el Sup. La leyeron. Me preguntaron que cuánto tiempo voy a estar con ellos.
Les dije que como 6 meses, agarrando el modo ciudadano y haciendo unos trabajos. Que
así hasta que salga el comunicado del Sup donde hable de la finada Digna Ochoa y del
finado Pável González.
- ¡Ah! Otros muertos incómodos –, dijo el Andrés.
- Sí –, dijo la Marta,– los muertos de abajo nunca se están quietos –.
- De por s í–, dije yo.
Eso fue en julio o agosto, no muy me acuerdo, pero fue antes de que salieran los
comunicados con los informes de las juntas de buen gobierno. Todavía no empezábamos
a buscar al más hijo de la chingada de todos los hijos de la chingada y de la chingada
incluida, que sea el tal Morales, que era como si el mal y el malo se hubieran casado y
hubieran tenido un hijo, que sea el tal Morales. O sea que ya pasó tiempo ya. No me
había acordado hasta que me llegó una carta del Sup que terminaba con un...
Subcomandante Insurgente Marcos,México, Diciembre del 2004 Desde las montañas del
Sureste Mexicano
CAPÍTULO IV
“DONDE HABITA EL OLVIDO”
El Palacio Negro de Lecumberri, la cárcel histórica de la ciudad de México, una de las
columnas vertebrales de las tinieblas del viejo DF, se había vuelto hacía varios años el
Archivo General de la Nación. Este acto de maquillaje político, la transmutación, no había
logrado quitarle al enorme edificio su halo maligno, y más en uno de esos días de
principio de invierno en que la ciudad de México tenía querencia de grises. Nubarrones y
smog, un vientecillo frío, pero por alguna razón asociada a su historia, sobre el edificio
había unas cuantas nubes, ligeramente más negras que las demás.
Vio a Fritz cruzar desde la entrada principal del Palacio sorteando a los automóviles,
trataba de impedir que lo atropellaran y al mismo tiempo de encender un cigarrillo. Se
sentaron en el parque ante la estatua de Heberto Castillo.
- Años, mano, años sin saber de ti. Y seguro no voy a saber nada de ti, seguro me quieres
para que te cuente alguna pendejada.
Belascoarán sonrió. Fritz Glockner, por razones históricas, políticas y personales, llevaba
cuatro años metido en la historia de la guerra sucia, revisando los archivos de las policías
secretas del viejo régimen. Archivos que por casualidad habían ido a dar al archivo
nacional, a la vieja cárcel. Una casualidad deliciosa, alguien los había confundido en el
desplome priísta, con materiales de la comisión de fomento de las aguas territoriales, o
algo así.
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-¿Qué sabes de Jesús MaríaAlvarado?
Fritz miró fijamente a Belascoarán antes de contestar, no en balde aunque de nombre
austriaco, era poblano y, por tanto, justificadamente desconfiado.
- Está muerto, lo mataron en el 71, como a mi padre... Un tiro en la nuca.
Un aire frío flotó entre los dos. Héctor se quedó mirando fijamente la silueta del Palacio
donde había pasado Alvarado los últimos días de su vida. Un edificio que cubría una
enorme extensión, muy achaparrado, vetusto. Parecía un gran internado de señoritas
cuidado por monjas que trataban de que las chicas gozaran la vida.
- ¿Por qué lo mataron?
- Ve tú a saber, en esa época primero disparaban y luego preguntaban. Habrán pensado
que estaba en contacto, o que era el eje de alguno de los grupos de resistencia armada
que se formaron después del 68... O tenía un grupo antes y al salir iba a reanimarlo...
Eso, o una venganza personal, de las autoridades de la cárcel, porque él fue uno de los
organizadores de la huelga de hambre del 69.
- ¿Tú lo conociste?
- Lo vi alguna vez, de lejos.
- ¿Tenía hijos?
- Cuando yo visitaba a mi padre, a él lo visitaba una mujer ya muy grande, que sí, que
traía a un chavito de la mano, un poco más chico que yo; o sea que si yo tengo 42, el
chavito tendrá sobre los 38 o así, ahora. Pero no sé si era su hijo, no recuerdo haber visto
a una mujer joven con el niño. A lo mejor era su sobrino o un hermano chiquito. Recuerdo
al chavito porque durante las visitas se ponía a jugar con un yoyo alrededor de unas de
las fuentes que hay en los patios de la crujía.
- ¿Y en la investigación que se ha estado haciendo, se sabe quién lo mató? ¿En los
papeles que han estado revisando se dice algo de la muerte, de los responsables del
asunto?
- Déjame revisar y preguntar a los topos que estamos metidos en esos archivos. Si sale
algo te llamo.
Se abrazaron y Fritz volvió a intentar el paso suicida de la avenida. De repente se detuvo
y giró en medio de los automóviles que tocaban el claxon:
- ¿Por qué no buscas al Chino? Era su compañero de celda.
-Qué chino?
- Fuang Chu, el único chino del movimiento de 68. Nomás él y los pósters de Mao Tse
Tung. Creo que ahora vive en Guadalajara.
El despacho de Héctor Belascoarán Shayne, detective independiente, está situado en
Donato Guerra casi esquina con Bucareli, en el corazón del más corazón de la ciudad de
México. Y resulta, como si fuera canción de Juan Luis Guerra, un corazón no consciente
de serlo, que poca gloria acumula y sólo ruido. En las mañanas la esquina está dominada
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por los distribuidores de periódicos, que hacen paquetes y bulla, en las tardes por las
tiendas de discos y las loncherías.
El elevador no funcionaba y subió renqueando los tres pisos. El frío acentuaba la cojera,
se pegaba al hueso. ¿Duelen los huesos? “Sólo cuando hace frío”, se dijo. Carlos Vargas
se cruzó con él en la puerta.
- Tiene a su funcionario progresista ahí, jefe.
Sin embargo fue el perro Tobías el primero en recibirlo. Cojeaba, claro, arrastrando la
pierna entablillada; debería ser por el frío además de por la pata rota. Miró fijamente a
Héctor y le lanzó un lenguatazo que le mojó al detective el Delicado sin filtro que estaba
sacando de su cajetilla. Héctor le entregó el cigarrillo al perro que se lo tragó muy feliz.
- Le gusta. No le gusta que yo fume, pero le gusta fumar a él– dijo Monteverde.
Pensándolo bien, ambos, can y dueño (¿quién había adoptado a quién?) tenían cara de
perro triste.
Héctor le señaló un sofá de cuero negro a su tocayo, fue a la caja fuerte que siempre
estaba abierta, sacó dos cocacolas y una automática y las depositó sobre la mesa. Con
un gesto le ofreció un cigarrillo a Monteverde.
- Tengo dos nuevos mensajes– dijo éste encendiendo con una imitación de ronson, muy
dorado, demasiado, comprado sin duda en un tianguis.
Héctor destapó las cocacolas usando la mira de su pistola y le ofreció una a su misterioso
informador. Guardó el arma en la caja fuerte y se sentó. Nuevamente la cara de Alec
Guinness, ahora, porque no sabía qué decir.
- ¿De dónde saca las cocacolas de corcholata? En mi barrio sólo venden de envase de
plástico.
–De aquí abajo, de un changarrito. Han de ser viejísimas, por eso todavía
tienen–respondió Héctor.
Se hizo un silencio.
Monteverde le tendió una nueva cinta de contestador telefónico, lo miró y alzó los brazos,
como disculpándose de la molestia, lanzó el humo hacia el techo y él también esperó.
Así pasaron unos minutos, fumando. El ruido de un merengue subía de la calle por las
paredes del edificio, parecía mezclado con los graves de algo que parecía remotamente
tex-mex. El resultado era horrible.Quizá fue por eso que Belascoarán rompió el silencio.
- ¿Alguien más sabe de estos mensajes?
- No, cómo va a creer. Vivo solo, y en la chamba no me atrevería a contarlo, iban a pensar
que me volví loco... Además, ni sé qué me está diciendo Alvarado. Ni sé qué me cuenta.
- ¿Es Alvarado?
- Jesús María Alvarado o quien sea. ¿Qué importa? Su pinche fantasma. ¿Y por qué a
mí? Digo, éramos cuates, pero cuates, ¿no? Nomás eso. Y hace tantos años.
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- ¿Y por qué a usted?
Monteverde se puso de pie. No sólo era alto, de alguna manera era desgarbado. Tobías,
el perro se alzó también y renqueó hasta su dueño.
- Le juro que le he dado vueltas y no le hallo.
- ¿Y por qué a mí?
Monteverde lo miró fijamente con cara de asombro.
- Pues porque usted se dedica a estas cosas, ¿no?
- ¿Se dedicaba a “estas” cosas?
Vagabundeó por la calle Victoria para comprarse una grabadora que pudiera reproducir
las cintas chiquitas de los contestadores telefónicos. “Esas cosas”. Muertos que hablan en
un país en que a los vivos no los dejan hablar mucho o hablan demasiado. “Esas cosas”.
Al descubrir vendedores ambulantes que ofrecían vírgenes de Guadalupe rodeadas por
foquitos de color rosa, se dio cuenta que se acercaba el 12 de diciembre. A un mes de su
cumpleaños.
- Esta es una historia narrada por Jesús María Alvarado, y que seguro te interesa, mano:
Un día en Burbank, a Juancho, al que hacía de Bin Laden, le prohibieron que se
anduviera cogiendo a las actrices de las películas que filmaban en el estudio de al lado, el
motel de al lado, para los efectos, dizque por razones de seguridad. Aunque Juancho
cuando iba de su hotel al de enfrente se quitaba la barbita chafa que le ponían para los
comunicados y se disfrazaba de luchador de lucha libre, El Horrible, con una máscara
verde que tenía cuernitos, y hablaba con puros gruñidos. Pero sus controladores se
enojaron porque a Juancho los del hotel de enfrente, el estudio Lux Cal XXX hasta le
habían ofrecido un papel fijo aunque se quejaban de que era un eyaculador precoz, y eso
sucedía en plenas elecciones Bushianas, ¿cómo ves?, y Juancho estaba haciendo todo el
día, parriba y pabajo, videos de prueba, y que ahora la kalashnikov pa´acá, y que
tomándose un tecito, y que las cejas depiladas, y sus controladores lo querían a tiempo
completo, y le dijeron: Mister Juancho, no more fucki fucki. Y Juancho les metió unos
gruñidos pero se cuadró, porque le pagaban en efectivo, condición de taquero que no
fiaba y no creía en los bancos, ni en las cuentas numeradas en Suiza, porque después del
gobierno de Salinas los mexicanos tienen dudas que la tal Suiza exista, y tenía debajo de
la cama de su cuarto una maleta con billetes de cien dólares, que sacaba en las noches y
desplegaba sobre la cama. Total que aparentemente se cuadró, pero a la mañana
siguiente, el agente que estaba sentado frente a su puerta, cuando intentaba llevarle unos
hot cakes de desayuno, descubrió que Juancho había desaparecido. ¿Cómo ves? ¿Se les
peló Bin Laden? Pero un Bin Laden que pensaba que estaba haciendo comerciales de
turbantes o de tiendas de campaña. Un pinche Bin Laden que no sabía que era Bin
Laden. ¿Cómo ves? Y se llevó la máscara, el güey...
Luego el sonido de línea ocupada. Héctor apagó la grabadora, se llevó las manos a la
cabeza y se las pasó por el pelo. Ultimamente lo traía muy corto, manchado por algunas
canas. Y ahora le iban a salir unas cuantas más. Se asomó, la ventana y comenzó a
reírse suavecito, como sin atreverse a la carcajada. Encendió un cigarrillo con toda la
calma del mundo sin dejar de hacer gorgoritos de risa.
Héctor Belascoarán Shayne era mexicano, de tal manera que el absurdo no le espantaba.
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Era mexicano y tuerto, de manera que veía la mitad de lo que veían los demás
mexicanos, pero con mayor precisión focal. En los últimos años había vivido en las
fronteras, en el límite, de unos extraños territorios que bordeaban la incoherencia, la
irracionalidad y la extravagancia, y también la tragedia, la pendejez, el agravio colectivo,
la impunidad, el miedo y el ridículo. Territorios que eran cualquier cosa menos inocentes,
en los que de repente se perdía un ojo, moría un amigo, te soltaban una descarga de
escopeta cuando salías de comprar unas donas de chocolate. Territorios que retaban a la
razón y que sin embargo estaban repletos de oscuras razones. El país era un gran
negocio, un territorio convertido en botín por jinetes apocalípticos chafas y medio narcos;
un supermercado gerenteado por un Federico Nietzsche pedo, muy pedo, donde nada era
lo que parecía. Era como una telenovela venezola con Alí Babá de secundario y los 40
ladrones de estelares. Pero esto... Esto era demasiado:
Bin Laden Juancho era más de lo que podía soportar. Era una intrusión planetaria, era
como si México ahora se dedicara impunemente a ganar los mundiales de futbol, las
Olimpiadas y la Copa Davis. Era como, y sin el como, un taquero mexicano se metiera de
lleno en los planetarios noticieros de la CNN.
La segunda historia que Alvarado proporcionaba al contestador del progresista
Monteverde, parecía estar en otro nivel de realidad, pero desconectada de las que había
contado anteriormente.
- Oye, mano, habla Jesús María Alvarado–decía la voz rasposa y sin más entraba en
tema– ¿Sabes cómo se hizo rico Morales? Contrató siete policías judiciales que se habían
quedado sin empleo porque habían torturado a la persona equivocada, un comerciante
rico que era primo de un diputado del PRI, y se compró una pluma de metal, de ésas con
las que se cierran las colonias de los ricos, para hacer barreras de tráfico, y la puso en lo
alto de una brecha, un camino vecinal que la mayor parte del año era lodo y tierra suelta,
pero que durante un par de meses servía como ruta de salida de comunidades cafetaleras
y por ahí, por donde bajaba el café, tenía su pluma y sus pistoleros con escopetas y no
dejaba pasar nada. Ahí detenía a los que bajaban el saco o el burro cargado y les decía:
A tanto, y lo compraba, pero lo compraba a mitad de precio del precio ya de mierda que
los intermediarios pagaban 20 o 30 kilómetros sierra abajo. Eso hacía, eso estuvo
haciendo un par de años, chingando, pero eso sí, con modernidad, con una pluma
metálica, de esas que usan en las calles de los ricos, con un letrero que dice Privado. Eso
hizo. Eso es el más culero de los neoliberalismos culeros, privatizar una carretera de
pueblo, una brecha, chingarse a los pobres.
Héctor marcó lentamente los ocho números.
- Oiga, Monteverde, ¿usted se cree esa historia de Juancho Bin Laden?
- Para nada. Me parece una locura absoluta.
Aunque viendo como se comportan losnorteamericanos...
- ¿Y había oído antes hablar del tal Morales?
- Nunca en mi vida.
- ¿Y qué piensa de todo esto?
- Ya ni pienso. Nomás recibo estas orateces y se las paso... Se supone que usted es el
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que piensa. Y luego, ¿qué piensa usted?
- Que si el difunto Jesús María Alvarado quería darnos un recado, escogió la manera más
enrevesada de hacerlo– dijo Belascoarán.
- Ahora, que si quería llamarnos la atención, bien que lo logró– contestó Monteverde.
La realidad se está poniendo bien rara.
- ¿Mande?
- No, nada, una frase de un escritor amigo mío– respondió el detective y colgó.
Estaba imaginándose el camino en la sierra, la brecha, la pluma metálica, los pistoleros
con escopeta. ¿En qué sierra era?
- ¿En qué estado de la República? ¿Qué comunidades cafetaleras? ¿En qué año?
¿Cómo subió la pluma hasta...? El teléfono interrumpió la ronda de preguntas, las
imágenes. Era Fritz.
- Belas, ¿querías hablar con el Chino, con Fuang Chu? ¿Verdad?
- El que era compañero de Alvarado.
- Pues si vas a la Gayosso de Félix Cuevas ahí casi seguro te lo vas a encontrar en la
noche. Después de las 10. Estará en el velorio de Samuel, casi seguro, o eso me dijeron.
Mañana te hablo porque te conseguí algunas cosas sobre el Alvarado...
- ¿Qué Samuel?– preguntó Héctor, pero Fritz ya había colgado.
Comió enfrente de la oficina unos tacos al pastor que estaban medio secos y no había
salsa que los arreglara. Volvió a la oficina y perdió el tiempo repasando en la guía
telefónica del DF a los 12 mil Morales que había, como si un nombre, una dirección y un
número le fueran a dar una clave. Le pidió a una amiga suya, medio hacker medio
curiosópata, lo que en los 60 se llamaba chismosa, que le averiguara en Internet qué
Morales salían más y cuáles eran los más raros, y se descorazonó media hora más tarde
cuando ella le contó:
- Belascorancito, Google me da 3 millones setecientas mil entradas de Morales, ¿no
puedes ser más específico? ¿Poemas de Lolo Morales? ¿Recetas de cocina de Lola
Morales? ¿La academia de Ciencias Morales?
- Prueba con un Morales mexicano.
- Espera– dijo Cristina Adler, y casi podía oírla teclear. –Sólo le bajamos a 870 mil. ¿La
Hacienda de los Morales? ¿Martirio Morales, la tía de alguien que le regaló un dibujo?
- ¿Puedes asociarlo a 1971?
- Puedo, Belasquín. Puedo...
Silencio, tosecillas.
- Sólo 64 mil entradas...¿Es Mexicano tu Morales?
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- Sí.
- Déjame limitar la búsqueda a noticias en México. Héctor esperó tratando de no hacer
ruido en el teléfono no fuera a ser que la Cristina se desconcentrara.
- Vaya, 9 mil 510, vamos de gane... Espera, voy a excluir un restaurante, La Hacienda de
los Morales y todos los Morales con minúsculas... Auditores externos... Charros, Elba
Esther se llama Elba Ester Gordillo Morales... un futbolista con el número 7 en la playera,
una imprenta en Chihuahua.
- No sirve– dijo Héctor, y eso que no sabía qué estaba buscando.
- El DF, déjame cerrarlo al DF... 815 entradas.
- Eso es un número sensato, manejable... déjame quitar la dirección “Insurgentes sur”,
que es de un despacho que sale muchas veces. Vale...
- ¿Qué vale?
- 671 entradas.
- Busca por policía– dijo Héctor, que ya se estaba desesperando. El exceso de
información era muy parecido, demasiado parecido a la falta de información.
- OK– dijo la Cristina en el teléfono– 171.
- Muy decente. ¿Qué buscas?
- No sé.
- Te leo: Policía veterinaria, un fotógrafo, hay unos hermanos Morales en la Brigada de
Ajusticiamiento del Partido de los Pobres de Lucio Cabañas... ¿Y eso qué es?
Belascuarín, yo no había nacido en el 71... Un subjefe de policía de tránsito que tiene el
Morales de segundo apellido, un taller de alta costura que hace uniformes para la policía...
Héctor produjo un suspiro que casi le vuela el tímpano a su auxiliadora internauta.
- Ese tipo está tonto, es un menso, simplemente eso, estamos condenados a ser
gobernados por rateros o por mensos, uno y uno, ahora toca menso– dijo el ingeniero
Javier Villareal, alias El Gallo, experto en drenajes profundos y demás subterraneidades.
- Cierro a doses– dijo Gilberto Gómez Letras, de oficio plomero, golpeando la ficha sobre
la mesa.– Lo más peor es cuando son rateros y mensos. Paso, claro.
- Las nalgas– dijo Carlos Vargas, ilustre tapicero y soltó el dos/cuatro–. ¿No llevábamos
dos mensos seguidos?
Héctor guiñó el ojo sano e hizo un gesto con el brazo hacia su izquierda. El pasaba. Más
le valía a Gilberto haberse quedado con la firme de doses.
- ¿Y qué lo enoja tanto del menso?– preguntó.
- Que siempre dice que estamos creciendo, que la economía crece, y dice números, que
el siete, que el cinco, que el 13, que el medio. ¿De dónde los saca? No coinciden con los
números de nadie. Si este güey dirigiera la Lotería Nacional no le tocaba a nadie nunca.
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¿Cuál economía que crece? Será la suya, chingá– dijo El Gallo que no solía ser
vehemente en cuestiones políticas, pero que sabía bastante de matemáticas.
- Nos vamos, socio– le dijo a Héctor y dirigiéndose a sus oponentes, los fustigó con un: A
contar, plebe– dijo Gilberto soltando el último dos.
El dominó es ciencia inexacta, como el marxismo de Engels, de Plejanov, de Bujarin. Sólo
hay 28 fichas distribuidas en el tablero y siete rondas para ponerlas. Teóricamente, viendo
los movimientos iniciales, pueden deducirse el quién tiene cada cuál, a partir del
conocimiento de las siete que tiene uno. Eso, como el marxismo, en teoría. Pero la
revolución social no se produjo en Inglaterra en el siglo XIX por más que estuviera repleta
de fabriquitas horrorosas y una clase obrera luchona y cervecera, y la dictadura del
proletariado nunca representó al proletariado, y a veces los saltos cuantitativos producían
regresiones cualitativas. Porque en el dominó, como en la vida misma, el factor azar
cuenta y cuenta mucho, y por si esto fuera poco, además, sobre todo, hay cuatro culeros
en torno a la mesa tratando de engañarse unos a otros.
Esa noche de viernes, como en las últimas 45 o 50, cumpliendo un propósito de principio
de año, el club Francisco Villa, integrado por los cuatro compañeros de oficina se reunió a
jugar dominó y hablar de política, ambos factores de educación de todo mexicano
respetable.
- ¿Cómo vamos?– preguntó El Gallo.
- Mal, no dice usted que ya no se puede confiar en los números– respondió Carlos
Vargas.– Sesenta y dos a 42. Números derechos, sin intervención presidencial.
Perdiendo.
- No llore, ingeniero, y haga la sopa.
Villarreal comenzó a mover las fichas sobre la mesa en lentos movimientos circulares,
mezclándolas.
- A usted, lo que le pasa es que el Tratado de Libre Comercio no afecta a los plomeros.
- Si usted lo dice, pero llevo un año a mitad de chamba. Si a los culeros de ahí afuera se
les descompone el grifo, no llaman profesionales, ahí lo parchan con dúrex y ligas...
- Charros, para eso quería Bejarano las ligas, para arreglar la plomería de su casa dijo
Belascoarán haciendo referencia a un sonado caso de corrupción en el que un dirigente
del PRD había sido filmado recibiendo millares de dólares y al final se había llevado las
ligas en su portafolio.
Habían perdido, es más, en los dos últimos juegos, Carlos y el inge Villarreal los habían
destazado, humillado. Por eso hasta agradeció el tener que ir a buscar a su chino y se
metió en el aire nocturno del centro de la ciudad de México. Tomó un taxi hasta la
funeraria de la colonia Del Valle. El día seguía gris, plomizo, el tráfico infernal.
Quién sabe si había más antenas de televisión pero lo que seguro había era más coches.
¿Qué hacían los chilangos ahora, cuando no tenían nada mejor que hacer? Andale,
mano, vamos a ver cómo anda el tráfico, o como decían petulantemente en la radio, la
“carga vehicular”. Héctor probó la fórmula con el taxista:
- Y qué, ¿cómo anda la carga vehicular?
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- Carga vehicular mis tompiates, es la pinche clase media pendeja del DF que como no
tienen dinero para comprar en diciembre salen a disimular que compran, antes iban al
cine, ahora van al estacionamiento del súper y luego se regresan a su pinche casa–
respondió el taxista demostrando un notable percepción sociológica.
- Pero gastan en gasolina y en parquímetros y en propinas a los selocuidos, los valeparkin
y los vieneviene– dijo Héctor demostrando que en materia de percepción sociológica, él
también la hacía, y que había descubierto la nueva fauna del DF.
Los selocuidos habían aparecido en los últimos años. Uno estacionaba su coche en una
calle solitaria y de repente, salido de la nada, aparecía un personaje, franela roja al
hombro, que sonriendo sugería: ¿Se lo cuido, jefe? Con la implícita amenaza de que a tu
coche le iban a caer todas las maldiciones talmúdicas y los temblores del DF si te
negabas. Los valeparkin eran no como su nombre indicaba bailarines del Bolshoi en paro
laboral, sino estacionadores particulares de restaurantes. Los vieneviene eran una
variante de los selocuidos, solían ser más jóvenes y aparecían en el momento del
estacionamiento, cuando prudentemente ibas de reversa y el sonriente personaje, casi
siempre con cachucha de beisbolista, se ponía a tu lado diciendo: Viene, viene,
quebrándose tantito. Héctor que era peatón o ferviente usuario del transporte público, no
había tenido tratos profesionales con esos nuevos hijos de la endémica crisis económica
del DF, pero no había podido menos que registrar su aparición urbana.
De que se la chingue el PRI la gasolina de Pemex, para financiar las campañas de uno de
sus culeros, mejor que se la chingue el personal– remató el taxista, que sin duda llevaba
años votando por Cuauhtémoc Cárdenas.
La Gayosso de Félix Cuevas estaba relativamente vacía. Hacía frío en el inicio de la
tarde. La ciudad de México sin sol es peligrosa para el dolor de huesos, se dijo Héctor.
Buscó y encontró a un Samuel entre la lista de los difuntos. Se dirigió hacia una de las
salas. Samuel no debería tener demasiados amigos, o era muy temprano, porque en
torno al ataúd y a unas mesitas con ceniceros sólo se encontraba media docena de
hombres y mujeres por arriba de los cincuenta. Avanzó de cabeza hacia el único chino
que estaba allí. Un hombre extremadamente flaco, arrugado, correoso, con un traje color
hierro oxidado y corbata negra.
- ¿Fuang Chu?– preguntó Héctor acercándose al personaje.
- Martínez... Todo el mundo me llama por el apellido de mi mamá... ¿Para qué soy bueno?
- ¿Sabe usted si de casualidad Jesús María Alvarado podría estar vivo?
El chino lo miró fijamente.
- Y usted, ¿quién es?
- Héctor Belascoarán Shayne, detective independiente– respondió Héctor, e
instantáneamente, al ver la cara de su interlocutor, se arrepintió.
- Ay, no mames– dijo el Chino como si le saliera del alma.
Desde la Ciudad de México.
Paco Ignacio Taibo II.
México, diciembre del 2004.
CAPÍTULO V
39
“ALGUNAS PIEZAS PARA EL ROMPECABEZAS”
–Hay vivos y hay muertos. Son mejores los muertos que los vivos–.
Así me dijo el Sup cuando me estaba dando orientación antes de irme al monstruo.
Que sea que me estaba explicando de los buzones, de los buzones ciudadanos. Porque
hay buzones de montaña. Que sea los buzones de montaña son donde se guardan
medicinas, alimentos, armas, balas, equipos, libros. Que sea son para no andar cargando
todo de una vuelta, o sea que se ponen en diferentes lugares según el plan. Los buzones
de montaña son muy delicados y hay que estar dándoles su vuelta cada tanto porque
aluego la lluvia o el tlacuache los chingan. Que sea los echan a perder. Pero en la ciudad
no es igual. Que sea en la ciudad sí hay lluvia y aluego dicen que también hay tlacuaches,
pero no es lo mismo. Porque arresulta que en la ciudad los buzones se usan para dejar
mensajes o para recogerlos. O sea que no son lo mismo los buzones de montaña que los
de la ciudad. Entonces pues resulta que hay buzones muertos y buzones vivos, en la
ciudad. Y buzones muertos es cuando no hay una persona que pepene el mensaje o
entregue, sino que nomás se deja el mensaje y alguien lo recoge y entonces no se
conocen entre ellos los que dejan el mensaje y los que lo recogen. Entonces se llama
buzón muerto cuando no hay gente, sólo lugares, cosas. Y entonces buzones vivos es
cuando un cristiano recibe el mensaje o lo entrega o las dos cosas. Y entonces se llama
buzón vivo porque hay una persona viva que recibe las cosas, las guarda un tanto de
tiempo y ya aluego las entrega a otro que llega y dice claro la contraseña. Y entonces me
estaba explicando el Sup lo de los buzones ciudadanos vivos y muertos y que eran
mejores los muertos. Yo digo que de por sí. Que sea eso fue antes de que me fuera para
el monstruo, que sea la Ciudad de México.
Fue un poco bastante difícil. Que sea moverse en el monstruo. Seguido se me iba otra
vuelta el pesero, que sea la combi, que sea el microbús. O sea que por estar pajareando
se me iba hasta tres vueltas la combi y nomas no acababa de irme por quedarme mirando
en la calle que es muy grande, que sea que se llama avenida porque está un poco gorda,
que sea que está muy doble y van los carros para un lado y van para otro lado y si uno no
se pone bien trucha pues lo pasan a uno a difuntear. Bueno, yo ya estoy difunto, pero qué
tal que los carros no lo sabían, así que más me valía que me esperaba a que se hiciera
un tantito de tiempo y dale con la corredera para llegar al otro lado. Cuando uno andaba
en el metro no era tanto batalle porque el metro camina por debajo de la tierra y ahí no
hay carros. Todavía. Bueno, les decía pues que estaba ya en la Ciudad de México, que
sea en el monstruo. Creo que era el Sup el que decía que era la tierra que se crece para
arriba, pero yo creo que lo dijo porque no se ha caminado por allá, porque la mera verdad,
es la tierra que se creció para abajo. Que sea que arriba hay puros carros y, bueno,
también hay un chingo de antenas que en sus patas tienen casas, que sea en sus patas
de las antenas. En el monstruo hay casas chicas y grandes, altas y chaparras, gordas y
flacas, ricas y pobres. Que sea como la gente, pero sin corazón. En el monstruo lo más
importante son los carros y las casas, y entonces la mandan a la gente para abajo, que
sea al metro. Si la gente anda arriba, los carros como que se encabronan y lo quieren
cornar a la ge nte como si fueran machos de vaca, que sea toros y bueyes.
En la ciudad no muy hablan bien la castilla porque en lugar de “buey”, dicen “güey”.
Cuando los ciudadanos no saben decir cómo se sienten o cómo piensan o si están bravos
o si están contentos o asi nomás, entonces dicen “güey”. Una vez iba yo en el pesero, que
sea en el microbús, y estaban dos jóvenes, que sea un joven y una jovena, estaban
queriéndose y entonces el joven le pregunta a la jovena si lo quiere, que sea si la jovena
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lo quiere al joven, y entonces la jovena nomás dijo “güey” pero con mucho sentimiento en
su corazón, y entonces en su ojo de la jovena se veía que “güey” quería decir “sí te estoy
queriendo un poco bastante”, y entonces ya se chupetearon, que sea se besaron. Pero
también otro día, la combi, que sea el pesero, se dio un buen frenón y todos nos caímos
para adelante y un señor le dijo a otro que le pegó con su mochila cuadrada, que sea su
maletín, que sea le dijo, “ora pinche güey” y claro se veía en su ojo que estaba
encabronado. Que sea que “güey” quiere decir muchas cosas diferentes. Que sea que los
ciudadanos también lo tienen muy revuelto su pensamiento. Como yo, que sea Elías
Contreras, comisión de investigación del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Bueno, pero les decía que cuando ven gente que anda a pie, que sea los ciudadanos
dicen “peatones”, los carros la quieren cornar a la gente peatona. Entonces si no tienes
carro tienes que corretearte para que no te difunteen o ponerte trucha para agarrar el
pesero o de plano meterte a la tierra y agarrar el metro. Cuando me bajaba otra vuelta de
la combi y estaba otra vez en la calle, aluego me tenía que meter bajo la tierra. Que sea al
metro. El metro es como un buen tanto de carros pegados, como si estuvieran amarrados
con un hilito y uno jala a los otros. Cuando llega el metro, se aprieta mucho la gente que
está afuera y se aprieta mucho la gente que está adentro, y entonces unos quieren salir y
otros quieren entrar. Gana el que empuje más. Yo las primeras vueltas pensé que era su
modo de hacer deporte de los ciudadanos y yo empujaba echándole muchas ganas y
animando a todos con ésa de “el pueblo unido, jamás será vencido”, pero aluego me di
cuenta de que no, que sea que así viven. Que sea empujándose. Que sea los que andan
a pie. Los que andan en carro se mientan la madre cada rato. Yo pensé que es que están
encabronados, pero no, que sea que así viven. Que sea que mentándose la madre. El
otro día le pregunté al Andrés y a la Marta que qué había más, si gente o carros. Me
dijeron que gente. Yo pensé que entonces por qué los carros eran más importantes que la
gente. Porque clarito se mira que la ciudad está hecha para los carros y para las antenas,
pero no está hecha para la gente. Y entonces como no caben juntos la gente y los carros
y las antenas, entonces le hicieron un hoyo debajo de la ciudad, que sea debajo de la
tierra. Bueno, pues ahí debajo de la tierra hay mucha gente. Hay hombres y mujeres y
niños y ancianos y también hay policías. La gente es de todos los tamaños, que sea como
las casas de arriba. Nomás que abajo no hay ricos.
Un día me fui para una estación de metro que se llama... que se llama... Pérenme, voy a
ver en la mapa que me traje de recuerdo. Bueno, pues se llama “Azcapotzalco”. Cuando
llegué ahí me fui a agarrar otro pesero que tarda un buen tanto y entonces llega a una
parte que tiene un como potrero pero que no es potrero. Ahí había una cosa que se llama
circo. En el circo fui a buscar dónde está su casa de las jirafas. Las jirafas son unas como
vacas, que tienen su cacho, que sea su cuerno, pero tiene un pescuezo como que las
jalaron mucho de la cabeza cuando se nacieron, o como que quieren ver muy lejos y
entonces estiran el pescuezo, o como que quieren parecerse a las casas del mostruo.
Que sea las jirafas son como una vaca pero con antena.
Bueno, pero yo no iba a ver jirafas. Iba a buscar a un compa que iba a estar viendo a las
jirafas a las 7 en punto de la noche y que iba a tener el pelo azul. Que sea el compa, no
las jirafas. El compa era joven, o sea que no muy se le daba llegar a tiempo a la cita
porque es su modo de por sí de los jóvenes, pero por fin llegó. En el mostruo en veces los
jóvenes y las jóvenas se pintan su pelo de colores. En veces de rojo, o de verde, o de
amarillo, o de muchos colores, o de azul. Entonces el joven que llegó tarde tenía el pelo
azul. Yo me puse a su lado, pero no mero pegado porque qué tal que no era.
Entonces, sin mirarlo, dije: “caminan como si estuvieran bailando rock, las jirafas”. Y el
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joven, sin mirarme, dijo “las jirafas unidas jamás serán tapete”. Yo entonces lo miré que sí
es un compa y dejó una su bolsita de pan a un lado de la reja y, sin decir nada más, se
fue
¿Qué cómo supe dónde buscar al joven de pelo azul? Bueno, pues arresulta que las
claves, que sea las pistas, venían en los comunicados del Bolsillo Roto, en el saludo a
Don Manolo Vázquez Montalbán y en el comunicado de las Jirafas. Ya el Sup me había
explicado que con los comunicados me iba a mandar decir ónde mero recibía o ponía
mensajes. En veces en buzones vivos y en veces en buzones muertos. Entonces con las
claves yo supe dónde y cuándo voy a recibir un mensaje. Ahí les dejo de tarea que
investiguen cuáles mero eran las claves. Como quiera ése fue fácil. Las claves más
difíciles fueron las de los comunicados del video que se lee. Fui a parar hasta un lugar
muy pupurufo, que sea muy elegante, que se llama Santa Fe y buscar detrás de una
letrina, que sea detrás de la taza del baño, en un lugar donde venden tamales. Ahí había
un su mensaje del Sup. Y aluego tuve que saber que tenía que recoger el mensaje el día
8 y entregar mi informe el día 15 ahí mismo, que sea en la letrina de la tamalería. O
también cuando, con el comunicado de la velocidad del sueño, fui al metro Oceanía, y
busqué una zapatería con el número 69 en la puerta y me dieron un par de zapatos que
primero no muy me quedaba el zapato izquierdo pero ya luego lo miré que adentro tiene
un papel que me mandan y por eso no muy entraba mi pie y entonces ya lo saqué el
papelito y ya me quedó el zapato y ya lo leí el papelito, que sea el mensaje. Y con el
comunicado del Miguel Enríquez fui a dar hasta el centro, a una calle que se llama
“República de Chile” y buscarlo un letrero que decía “se vende” y detrás del letrero lo
pegué mi informe para que otro lo recogiera, que sea que era un buzón muerto.
Total que mucho batallé al principio, pero ya aluego pues le agarré el modo y pos me
gustó. Que sea la ciudad de México me gustó. Ya me había dicho el Sup que al monstruo,
para conocerlo, hay que caminarlo. “Caminalo a pie”, me dijo, “verás que esa ciudad tiene
abajo a quienes la pueden salvar”. Y eso hice, la caminé a la ciudad. Onde quiera anduve
y onde quiera encontré gente como nosotros los zapatistas, que sea gente que está
jodida, que sea gente que es luchona, que sea gente que no se deja.
Bueno, pero les decía que el joven de pelo azul dejó una su bolsita de pan al lado de la
reja donde están las jirafas de un circo que se llama “Circo Unión”. Pues entonces yo me
acerqué y la pepené la bolsita de pan que no tenía pan, sino que tenía una su carta del
Sup que decía nomás: “Búscala a Mamá Piedra”.
EL EJE BARCELONA-LA REALIDAD-ELMOSTRUO
- Mucha vigilancia, mucho movimiento, mucha desconfianza -.
Eso fue lo que le dije a Elías como recomendación general antes de partir. Repetía así la
del Ché Guevara en el libro “Pasajes de la Guerra Revolucionaria”, y la que cada uno de
nosotros recibimos cuando hubimos de movernos solos. Le hablé también del D.F. Más
bien de lo que yo recordaba de la Ciudad de México. Y no me refiero a la que, generosa y
atenta, nos recibió en la Marcha por la Dignidad Indígena. No, le hablé de aquella ciudad
que dejé hace más de 20 años, cuando me vine a la montaña. Según supe después, la
ciudad de entonces no tiene nada que ver con la de ahora. Lo de la salida de Elías
empezó a cocinarse después de que Pepe Carvalho trajo unos papeles escritos de puño y
letra por Manuel Vázquez Montalbán. Los papeles venían acompañados de una pequeña
nota de su hijo: “Subcomandante: revisando los papeles de mi padre, a raíz de su muerte,
encontré estos apuntes que, supongo, algo le dirán. Un abrazo. Daniel”.
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En uno de los papeles venía una especie de esquema que hilaba con flechas, rayitas,
bolitas y cuadritos, lo siguiente:
“.–BARCELONA. Hotel Princesa Sofía. Plaza Pius XII, 4., Centro Financiero, Avenida
Diagonal; Estación María Cristina del metro. Morales.
.–VALIJA DIPLOMÁTICA MÉXICO-MADRID-MÉXICO. Checar vuelos 1994-2000.
Morales.
.–DESAPARECIDOS - GUERRA SUCIA. Morales. La Brigada Blanca.
.–ACTEAL. General Renán Castillo. Morales.
.–MONTES AZULES. Morales.
.–ZEDILLO-CARABIASTELLO.Morales.
.–BIODIVERSIDAD - TRASNACIONALES. Morales. Cheques. ¿Asesorías?
.–EL YUNQUE. Morales. Reactivación de paramilitares. ¿El MURO reeditado?
En otro papel, una serie de preguntas:
“1.-¿Qué hacía Morales en la suite del Princesa Sofía? Se hospedaba solo. ¿Qué hacía
en el Centro Financiero? Entraba a las 21:00 y salía a las 22:00. ¿Y en el Metro María
Cristina? Entraba a las 22:30 y salía a las 23:00. Al hotel.
2.-¿Qué hacía Morales viajando continuamente México-Madrid-México? Nunca en la
misma línea aérea en forma consecutiva. Sin orden aparente.
3.-¿Cuál fue la participación de Morales en la Guerra Sucia en México? ¿Brigada Blanca?
¿Y en Acteal?
4.-¿Qué hacía Morales con los materiales sobre Montes Azules que carga en su maletín?
5.-¿Qué hacía Morales en aquella cena con el ex presidente Ernesto Zedillo, Julia
Carabias y Carlos Tello Díaz?
6.-¿Para qué o quién eran los maletines con euros con los que Morales trasegaba del
Centro Financiero a la estación María Cristina del metro en Barcelona?
7.- ¿Cuál era la función específica de Morales en el nuevo organigrama del Yunque en
México?”
El tercer documento no era tal, era una servilleta. En ella se leía:
“Barcelona agotada. Respuestas... ¿En México?, ¿En Chiapas?, ¿Un eje Barcelona - La
Realidad - Ciudad de México?”.
¿Estaba Manuel Vázquez Montalbán haciendo una investigación o un rompecabezas? En
cualquiera de los casos había que investigar las piezas. Fui a hablar con los compas del
Comité. Estuvimos pensando un rato y entonces decidimos mandar a Elías al monstruo.
Después de que Elías salió, mandé otras comisiones a conseguir informes sobre Montes
Azules y le mandé pedir a “garganta profunda” lo que supiera sobre las andanzas actuales
de Zedillo y la Carabias. Le escribí una carta a Álvaro Delgado, periodista de la revista
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Proceso y experto investigador sobre el Yunque y su reactivación en el gobierno foxista,
solicitándole encarecidamente información sobre ese grupo de ultraderecha. Hice una
carta más, dirigida a la Junta de Buen Gobierno de Los Altos, pidiéndole que se pusiera
en contacto con el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas para
reunir datos sobre la matanza de Acteal. Mientras yo reunía información, Elías podría
aprender a moverse en el DF.
Cuando, viendo los informes de Elías, consideré que ya estaba listo, le mandé decir que
buscara a Doña Rosario Ibarra de Piedra. Ella sabría dónde encontrar al Belascoarán y tal
vez ella y las doñas de Eureka sabrían algo del tal Morales y su papel en la guerra sucia.
UNA TARJETITA
Yo bien lo sabía que “Mamá Piedra” es como le decimos nosotros a Doña Rosario Ibarra
de Piedra, que sea que está con un grupo de señoras que les decimos las Doñas y que
están organizadas para buscar a los cristianos y cristianas que se desapareció el mal
gobierno priyista y que todos los malos gobiernos, que sea del partido pan y el partido
PRD, se hacen patos y no dicen claro dónde se desaparecieron a esas personas que sea
luchadores de la justicia de los pobres, que sea del lado de los jodidos, que sea del lado
de todos nosotros. El grupo ése se llama “Eureka” que quiere decir que se ponen muy
contentas cuando encuentran a un desaparecido y lo aparecen y entonces hacen una su
fiesta que se llama “Eureka”.
Entonces la busqué a Doña Rosario. Tardé un tanto porque ella no estaba en el monstruo,
sino que andaba por Monterrey. Ya aluego apareció y la fui a ver a su casita. Cuando me
vio se puso un poco bastante contenta y mucho me abrazaba y mucho me decía “mijo”,
así como golpeado, pero no era que estuviera enojada, es que es su modo porque ella es
norteña y de por sí es su modo de los norteños. Y me preguntaba por el Sup y que cómo
estaba y si estaba enfermo y que cómo estaba el frío allá o sea acá, porque el allá de los
ciudadanos es nuestro acá y nuestro acá es el allá de los ciudadanos. Ya lo ven por qué
dicen que tengo muy revuelto mi pensamiento. Bueno, pues yo ni podía decir nada porque
pura preguntadera y abrazadera de la mamá Piedra que le decimos. Ya aluego que acabó
con su abrazadera, la Doña me preguntó si tengo hambre, y le dije que un poco sí.
Mientras estaba cocinando cuche con mole o algo así, le platiqué entonces de qué mero
estaba haciendo yo en el monstruo y que andaba de comisión de investigación. Cuando le
menté al tal Morales se quedó quieta y en silencio, como pensando. Aluego me dijo que
ya está la comida y lo comimos bien sabroso el cuche con mole, creo, y un poco si pica.
Tomando el cafecito la Doña me dijo que la mera verdad no se acordaba del tal Morales,
pero que iba a preguntar con las otras Doñas y que también en la Casa Museo del Doctor
Margil que está en Monterrey. Le dije que está bueno. Entonces le dije que si no sabía
dónde podía encontrar a un señor que se llama Belascoarán y que trabaja de lo mismo
que yo pero en la ciudad, que el Sup me dijo que ella tal vez sabía de ese señor y ónde
mero vive, que sea ónde mero trabaja. Ella le
dio otra sorbida al café y aluego me
respondió:
Trabaja ahí por el centro. Tiene una oficina por la calle de Bucareli.
Ahorita te busco la dirección exacta–, y empezó a buscar entre un montón de papeles que
tiene en una su mesita. Nomás murmuraba que una tarjetita, que por aquí la tengo, que
donde chingaos la puse. Tardó. Por fin la encontró y me la dio, que sea me dio la tarjetita
que decía...
Héctor Belascoarán Shayne. Detective Independiente.
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Donato Guerra, casi esquina con Bucareli.
México, D.F.
FRAGMENTOS DE LA CONVERSACION ENTRE EL SUP Y EL QUE LLAMAN
“GARGANTA PROFUNDA”
(según como fue interceptada por un avión espía modelo EP-3, trasmitida a uno de los
satélites SIGNIT de la Red Echelon, y retrasmitida al Centro de Operaciones de
Seguridad Regional de Medina Annex, EUA, coordenadas 98º O, 29º N, del NAVSECGRU
y la AIA, con el código “morai”).
- Zedillo y Carabias tienen negocios en Montes Azules. La ong de la Carabias es sólo una
tapadera para el saqueo de especies animales, que colocan en varias partes del mundo
por medio de una especie de mercado negro internacional. Lo de traficar con
guacamayas, tapires, changos y otros animales que no me acuerdo ahora, es sólo el
primer paso. En realidad están preparando la entrada de grandes consorcios que van por
la madera, el uranio y el agua. El agua será tan importante en este siglo como lo fue el
petróleo en el pasado. Estoy hablando de dinero, mucho dinero. En el gabinete de Fox
saben todo y se hacen patos. El Morales es como una especie de agente de ventas y
cajero ambulante. Bueno, eso ahora, porque antes ha sido muchas cosas.
- ¿y Tello? .
- Un arribista mediocre, como toda su vida. Supongo que ya lo sabes, pero el libro que
según esto escribió él sobre el alzamiento zapatista en realidad lo hizo inteligencia del
ejército federal, por encargo directo de Zedillo. Le habían propuesto a Pérez Gay, no sé si
a Rafael o a José María, que lo firmara, pero se negó por una cuestión de ética. Entonces
Aguilar Camín recomendó a uno de sus cortesanos: Carlos Tello Díaz. El tal Morales es el
que reunió algunos datos e inventó otros mezclando historias de organizaciones
guerrilleras a las que combatió o infiltró en los setentas. Parece que el tal Morales estuvo
bajo las órdenes de Nazar Haro, pero tenía iniciativa propia. Cuando Nazar y Salomón
Tanús torturaban a los presos, el tal Morales era de los que tomaban nota de lo que,
inventado o real, soltaban las víctimas. Hacía reportes dobles. Uno lo entregaba y otro se
lo quedaba. Cuando Nazar cae de la gracia de sus jefes, el tal Morales se esfuma, pero
con una copia, su copia personal y sin editar, de los archivos secretos de la Dirección
Federal de Seguridad. Los archivos verdaderos, no los que hicieron públicos. El tal
Morales desaparece un tiempo y reaparece ahora. No soy experto en la Guerra Sucia,
pero sí te puedo decir que los de antes siguen activos, más bien los reciclaron. El
gobierno del cambio es más bien el gobierno del mal reciclado. Donde antes decía PRI,
ahora dice PAN. En fin, que el tal Morales redactó y Tello sólo firmó, parece que hasta ahí
es la relación entre esos dos. Zedillo quedó tan contento con el resultado del libro que
metió a Tello en su círculo íntimo. Mientras Juan Ramón de la Fuente dopaba a Nilda
Patricia, Zedillo inició una relación digamos que muy íntima con Julia Carabias. Los
pasados viajes turísticos de Tello a la Selva Lacandona coinciden con las apariciones de
Zedillo y Carabias en la zona. En las reuniones nocturnas, Tello Díaz comparte algo más
que la cena con esos dos. Tello podría ser algo así como el puente entre Zedillo- Carabias
y los grupos de las revistas Nexos y Letras Libres, pero parece que no. Creo que sólo es
el patiño de Zedillo, que sigue con el mismo sentido del humor que lució durante su
sexenio. No creo que Krauze o Aguilar Camín arriesguen nada vía Tello, no porque no les
interese sacar raja, sino porque para ellos Tello no es más que una servilleta desechable.
Aunque puede ser que Tello vaya a ser el “teórico” de la selva lacandona en su versión
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disneylandia ecológica. Saqueo de riquezas naturales con fachada de protección
ecológica y respaldo intelectual, un negocio redondo.
-¿Será que el tal Morales tuvo algo qué ver con Acteal?.
- No lo sé, pero no me extrañaría.
- ¿Averiguaste algo sobre el Yunque?.
- Eso se mueve en un círculo más cerrado. No he obtenido nada.
- ¿Tiene el tal Morales contacto con el gabinete de Fox?.
- Parece, pero no estoy seguro. Si es que lo hay, está muy mediado y difícil de encontrar.
En una reunión salió a relucir su nombre, todos voltearon a ver a Creel y cambiaron de
tema. Creo que el que lo mencionó fue Martín Huerta. Tal vez te interese saber que el tal
Morales tiene paso franco en la embajada norteamericana. Según mis informes lo vieron
comer con el embajador Tony Garza en un restaurante muy exclusivo.
- ¿Tienes alguna foto del tal Morales?
- No, sólo descripciones aproximadas. Entre los 50 y los 60, como de mi rodada. Digamos
que parece un próspero banquero. Le gusta vestir bien y la buena mesa.
- Bien, creo que con eso basta. ¿Tuviste algún problema para llegar acá?
- No, ninguno. Consideré que tenía que venir a decirlo personalmente, porque no confiaba
en mandarlo por escrito. Lo que sí te digo es que se cuiden. Están como locos con la
sucesión presidencial.
- ¿Los gringos?.
- No, ésos no se preocupan porque, salga quien salga, lo tienen comiendo de su mano.
Yo hablo de la mierda nacional, de lo que tú llamas la clase política. Hay en juego mucho
dinero. Hay una cantidad estratosférica para quien consiga las privatizaciones de la
energía eléctrica y el petróleo. Como se ve que ya no salen en este sexenio, la apuesta es
para el siguiente. Se van a dar con todo. A López Obrador lo atacan no porque le tengan
miedo por ser populista o de izquierda. No es ni una cosa ni otra. En sus 4 años de
gobierno no ha hecho sino tratar de congraciarse con los de arriba. Lo que pasa es que él
va adelante en la carrera por el premio mayor. Hoy lo atacan a él, mañana a quien puntee
en las encuestas. A López le están aplicando los relevos: le avientan por turnos a la PGR,
a Gobernación y a la Suprema Corte de Justicia, luego todos en bola. Las reuniones de
gabinete no son para acordar acciones de gobierno, sino para revisar encuestas y acordar
el siguiente golpe. Cuando se aplaque la polvareda, sólo va a quedar Martita de pie. En el
PRI se están dando con todo, lo que pasa es que los medios no se dan cuenta por los
otros escándalos. Lo de Enrique Salinas fue Carlos. Es un claro mensaje para Raúl y dice
“cállate”. En el PRD están haciendo cuentas para ver si es mejor negocio vender la
cabeza de López Obrador o subirse al tren. En la subasta, Cuauhtémoc es uno de los que
más pujan pidiendo la cabeza del Peje. Al final quedarán los peores de cada lado: Martita
por el PAN, Madrazo por el PRI y Cárdenas por el PRD.
- Te pedí informes de inteligencia, no análisis políticos.
- Ya lo sé, pero es que estos cabrones están convirtiendo a la Patria en una fulana
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sifilítica. Con perdón de las fulanas, pero da coraje... Oye, diles a los compas del Comité
que ya me saquen de ahí. Lo pendejo se puede contagiar.
- ¿No decías que hay aves que cruzan el pantano y no se manchan?.
- Es que eso no es un pantano, es un pinche drenaje profundo y se va a reventar. Vamos
a nadar en mierda.
- ¿”Vamos”? Me suena a Unión Europea...
- No chingues, si yo soy de este lado.
- Ya pues, no te angusties. Falta lo que falta...
OTRA TARJETITA
La mera verdad, me dio envidia su tarjetita del Belascoarán. Entonces lo que hice fue irme
para las imprentas de Santo Domingo, por allá por el Zócalo, y ahí me hice unas tarjetas
que dicen... que dicen... Pérenme, aquí traigo una en mi morraleta. Si aquí está. Mírenla:
Elías Contreras. Comisión de Investigación. EZLN. Montañas del Sureste Mexicano, casi
esquina con Guatemala. Chiapas, México.
Ora que la problema es que tengo que hacerme otras con lo mismo, pero en tzeltal,
tzotzil, chol y tojolabal. Ahí será en otra vuelta que vaya al monstruo. Bueno, pues estaba
en que no podía ir mero directo a buscarlo al Belascoarán ése, porque tenía que
preguntar primero si ya lo busco o todavía no lo busco. Entonces lo escribí uno mi informe
y se lo mandé al Sup y le pregunté si ya lo busco al Belascoarán ése y si ya lo hablo o
según qué me va a decir el Sup. Al tiempo me respondió:
-Todavía no lo busques al refresquero. Espérate a que te mando unos papeles. Ya que
los tengas, lo buscas. No lo veas en sus tienditas. Que sea en otro lado que reconozcas
bien antes. Chécalo a ver si no trae cola. Si está limpio, lo contactas. Y ahí lo ves tú, si te
da buen pensamiento, entonces le muestras los papeles y le dices que le proponemos
trabajar coordinadamente. Si ves que es un baboso, entonces sólo le dices que lo mando
saludar y ya. Es a tu criterio. Informa luego. Es todo. Un abrazo.
Desde la montañas del Sureste Mexicano. Subcomandante Insurgente Marcos. México,
Diciembre del 2004 EZLN.
CAPÍTULO VI
“UNA VEZ QUE HAS ENTREGADO EL ALMA...”
Héctor Belascoarán Shayne estaba enamorado de una mujer fantasma.
Una mujer que había desaparecido. Eso era habitual en su historia pasada. No el que se
enamorara de mujeres fantasmas, el que la mujer de la que estaba enamorado, y lo había
estado por largos periodos de amor y desamor durante los últimos años, desapareciera.
Según los misteriosos calendarios de la muchacha de la cola de caballo, que ya no era
una muchacha y que hacía mucho tiempo que no se peinaba de cola de caballo, sino de
fleco tapando el ojo, a lo Verónica Lake, tenía algunas maravillosas y elegantes canas,
era doctora en Filosofía y bebía caballitos de tequila; según pues esos azares que ella
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programaba, estaba en ninguna parte.
Y ni siquiera se había tomado la molestia, como era su costumbre, de despedirse.
Simplemente se había esfumado. No aparecía en su trabajo, en la Universidad estaban
de vacaciones, su teléfono no sólo no contestaba sino que se había tornado mudo y en la
puerta de su departamento se amontonaban los sobres de publicidad, recibos de luz,
saldos bancarios y ejemplares de La Jornada y Proceso.
A veces, Héctor asumía estas desapariciones como descansos obligatorios de una
relación que no podían definir claramente: ¿Enamorados ocasionales pero regulares?
¿Pareja inestable con fugas siderales? ¿Matrimonio a la maorí?
¿Amantes de “Un hombre y una mujer” pero 25 años después? ¿Pareja de hecho con
derecho a deshecho? Pero esta vez no debería haberse desaparecido así, porque sin
quererlo había logrado que Héctor se quedara triste, desvaído, como desvalijado por un
pesero pirata, y probablemente un poco más viejo que de costumbre.
¿A qué horas se había enamorado perdidamente de esta mujer al grado de estar
voluntariamente dispuesto a cortarse las venas por ella? Ella era esas inquietudes
repentinas, esos dolores de ausencia absolutamente adolescente que lo perseguían, esas
cadencias cinematográficas de su rostro que se le aparecían cuando se estaba lavando la
cara, comiendo tacos de carnitas o escuchando a Mahler.
Mahler. ¿Qué tenía que ver la ex muchacha de la cola de caballo con ese maravilloso
judío azotado del inicio del siglo XX? Había conocido a Gustav Mahler muchos años
después que a la muchacha de la cola de caballo. Ella había llegado antes. Y lo que unía
al músico y a la muchacha no era el adagietto de la Quinta sinfonía (pasó meses antes de
que descubriera que un adagietto es un adagio pinchón, un adagio que no acaba de
animarse, y adagio una composición que se interpreta lentamente), aquel que mucha
gente recuerda asociándolo a la película “Muerte en Venecia” de Thomas Mann pasado a
mejorar por Visconti. Ese incremento de pasiones que se pierden y se van, ondas en el
agua, y no hay chingada madre nadie que pueda recuperarlas. No, no era ese Mahler el
que asociaba a la muchacha de la cola de caballo y sus gloriosas apariciones y
desapariciones. Curiosamente era una música tremenda, grande, enorme, que había
descubierto cuando los de la Sinfónica del DF le pidieron que interviniera para recuperar
un camión cargado de instrumentos. Una tarde, a mitad de un ensayo, Héctor se
descubrió, en un teatro vacío, habitado tan sólo por los músicos y sus sonidos, a sí mismo
llorando con una música que lo sacudía y agitaba. Y por eso se había pasado más tiempo
en los ensayos que en la investiga-ción. Era la Octava de Mahler. Era ese canto a la
grandeza de los seres humanos, que Belascoarán intuía como algo personal, en medio de
las miserias del DF. Y ella, estaba asociada a eso. Y no te pregunten Héctor Belascoarán
Shayne, solitario detective de la ciudad más trastornada, extraviada del planeta, por qué.
No te lo pregunten, porque no sabrías decirlo.
O sea, que, con querencia femenina y mahleriana, se sentó en el borde de la cama, que
no había hecho en los últimos quince días y que merecía una cambiada de sábanas, y
puso a Mahler y su Octava en el tocadiscos con orden de repetir el disco hasta la infamia,
y de pasada se dedicó a repasar su conversación con el chino Fuang Chu Martínez,
mientras fumaba un cigarrillo y luego otro y así hasta llenar el cuarto de humo.
- Ay, no mames– dijo el Chino como si le saliera del alma.
Héctor no se sintió obligado a explicar por qué era detective en México, y aguantó estoico
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la mirada del chino que no estaba dispuesto a tomárselo en serio. Chino contra tuerto.
Ganó el tuerto, quizá porque concentraba todo su poder en un solo ojo.
- ¿Y por qué me pregunta sobre Jesús María Alvarado?
- Porque la persona que me encargó este trabajo ha estadorecibiendo mensajes de él en
el contestador del teléfono.
El chino volvió a mirar de Héctor de pies a cabeza.
- Alvarado está muerto. Yo no estuve en su velorio, porque estaba en la cárcel, pero está
muerto. Murió en el 71, hace un chingo de años... Y usted dijo que era policía
independiente. ¿De qué parte de la Secretaría de Gobernación?
Belascoarán encendió un cigarrillo. En las funerarias dejaban fumar; por alguna extraña
razón se habían quedado a salvo de la ola de puritanismo antitabaco que bajando de
Estados Unidos había arrasado con el México de clase media.
¿Cómo le explicaba a Fuang Chu Martínez estos últimos 30 años? ¿Cómo le explicaba
sus relaciones tortuosas y más bien cabronas con el poder? Optó por el camino de las
cicatrices. La vía de las cicatrices como dirían sus amigos cheyenes.
- El ojo que me falta me lo voló un ex comandante de la judicial, hoy finado. Cojeo por
culpa de un escopetazo que me metieron los mismos que organizaron los halcones. Y me
he pasado 7 meses y 3 días en una cárcel en Tabasco por documentar un fraude electoral
del PRI hace unos añitos. Me apalearon las hordas de un cura de Tlaxcala que quería
exorcizar los pokemones y yo fui el que reunió la documentación para encarcelar a
Luisreta, el banquero.
- Ah, usted es gente seria– dijo el Chino. Como quien dice, gente decente.
- Alvarado... Cuénteme. Todo lo que sé es que ustedes fueron compañeros de celda
después del 68.
- ¿Y para qué quiere saberlo?
Héctor le tendió copia de los cinco mensajes que había recibido Monteverde del muerto.
- Ah, qué Alvarado, qué cabrón, volviendo de entre los muertos...– dijo el chino sonriendo.
Sonreía como personaje del cine mudo, sólo con una parte de la cara.
- ¿Usted sabe quién lo mató?
- Mandando mensajes desde el más allá, qué a toda madre– dijo el chino respondiendo y
sin responder– Y se trae a Morales con él.
- ¿Qué sabe usted de Morales?– preguntó Héctor jurándose que sería la última pregunta
que le hacía al chino. Que contara lo que le diera la gana, que lo contara como quisiera.
- Pues a mí, me llegó esto– dijo el chino y sacó del bolsillo del pantalón un papel de fax
todo ·arrugado.
Héctor tomó el papel y lo leyó en voz alta:
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- “No es perro, pero muerde. o es Speedy González, pero sale borroso en las fotos No es
veneno pero mata No es avestruz pero tiene pluma Es como yo, vuelve hasta después de
muerto.¿Quién es?” Tu viejo compañero de celda, Jesús María Alvarado
Era una adivinanza medio pendeja, se dijo Héctor, pero aún así juntó el fax con las copias
de los otros mensajes sin que el chino tratara de evitarlo.
- ¿Usted tiene contestadora telefónica?
- No– dijo el Chino– Yo soy premoderno, no tengo tele, ni gas estacionario.
- Por eso se lo mandó por fax.
- No me lo mandó a mí, lo mandó a unos baños públicos, ahí en Guadalajara, donde
trabajo.
- Héctor puso cara de Alec Guinnes y le rezó a San Le Carré para que
funcionara. Funcionó. El chino tomó aliento y contó:
- ¿Sabe usted cómo se cocinan los traidores? No se pudren de un día para el otro. No se
acuestan guerrilleros y se levantan agentes de Gobernación. Simplemente se debilitan.
Se traiciona por cansancio, por aburrimiento, por inercia. Es como si el tejido del que
están hechos los hombres a fuerza de estirarse fuera volviendo guango, flácido; y en los
intersticios de los músculos se fueran depositando pequeños pedazos de mierda, viejos
temores. Y todo ello necesita de una permanente autojustificación, de un montoncito
creciente y denso de autoengaño y explicaciones.¿Sabes lo que hizo Morales cuando
cumplió 25 años? Delató a su ex esposa a la policía política y a ella la terminaron
torturando en los sótanos de las oficinas que tenían enfrente del Monumento a la
Revolución. ¿Sabes lo que hizo Morales para justificar la delación? Dijo que la estaba
salvando de la muerte. ¿Sabes en qué soñaba Morales? Soñaba con su ex mujer
paseando descalza por las arenas de una playa en Veracruz. Mientras a ella la violaban
tres veces y le rompían la mitad de la dentadura a patadas.
- ¿Y usted cómo lo sabe?
- Porque en una celda de 6 metros donde hay tres personas, nos sabemos hasta los
sueños. Hasta los pinches sueños conocemos. Aunque no haya palabras. Porque
Alvarado era cabrón y decidió que al Morales, que era un traidor y un soplón, que por
casualidad le sabíamos su historia, que lo habían puesto en la celda para ver si nos
sacaba algo, no le iba a dirigir la palabra, y yo como soy chino, pues me sumí en el más
oriental de los silencios e hice como si Morales no existiera... y ahí estábamos los tres en
la celda como si fuéramos sólo dos, y si Morales nos dirigía la palabra no le
contestábamos, si nos pasaba una cuchara la dejábamos caer, tropézabamos con él y no
nos disculpábamos, pasábamos a través suyo.
Héctor guardó silencio. El Chino se había quedado vagando por el pasado.
- ¿Era Morales su verdadero nombre?
- Vaya usted a saber. Con ese nombre alguna vez se presentó y así quedó.
- ¿Tenía nombre o sólo apellido?
- Morales. Sólo Morales. Salió mucho antes que Alvarado, y mucho antes que yo que salí
tres meses después que Jesús María.
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- ¿Y usted piensa que Morales mató a Jesús María Alvarado?
- Lo pienso. No me pregunte por qué, pero lo pienso. Jesús salió de la cárcel dispuesto a
rearmar la red que había creado cuando lo detuvieron al fin del 68, y quería todo, decía
que ya no había tiempo de palabras, y que las manifestaciones sólo servían para ponerle
los blancos al ejército. Iba muy grueso. Cinco días después de salir, lo mataron. Un tiro en
la nuca.
- ¿Y cómo lo conecta usted a Morales con esto?
- No lo conecto. Sólo lo sé. Recuerdo su mirada.
Héctor se quedó pensando, era un argumento tan bueno como cualquier otro.
- Yo me fui a Guadalajara, pero durante un tiempo checaba las sombras, andaba con la
espalda pegada a la pared, no fuera a ser la de malas.
- ¿Volvió a ver a Morales o supo algo de él?
- Nunca. Pero cuando llegó el fax me acordé de una frase de Henry Miller: “Una vez que
has entregado el alma, lo demás sigue con absoluta certeza.” Era un buen retrato de
Morales. Y si ahora Jesús María Alvarado, quiere venganza, pues en su derecho está, y
en el nuestro, y ojalá se lo chingue–le dijo el chino, y entró al interior de la funeraria dando
por terminada la conversación.
Héctor recordaba vagamente a Henry Miller. Los trópicos, que eran cualquier cosa menos
tropicales, eran calzones de mujeres volando por el aire, eyaculadores voladores, y la
puritana capacidad de espanto que tenía un estudiante de ingeniería de 19 años, hijo de
la exótica clase media mexicana que podía producir una cantante irlandesa de folk y un
marino vasco exilados en el DF. ¿A qué hora el muerto se había encontrado con Morales
y con Henry Miller? ¿Por qué sacarlo del olvido? A Héctor el Marqués de Sade y Miller, no
le parecían subversivos, le parecían simplemente putañeros. Y en el fondo de su más
silencioso corazón, aquel que se negaba a hablar de literatura con nadie, no fuera a ser
que le volvieran pecaminosos, políticamente incorrectos, o simplemente
anticonvencionales sus amores y sus odios, pensaba que Miller era un gringo que debería
tener un huevo mucho más grande que otro. Sin embargo lo de entregar el alma era algo
conocido. Algo sorprendentemente conocido para un ateo que no creía en las almas, sino
más bien en las “almacenes”. Las imágenes de las historias de las novelas de Miller se le
superpusieron a las frases sobre la ex mujer de Morales. Hizo un gesto de asco, un
repeluz; un escalofrío le subió por la espalda.
Con ese escalofrío acompañándolo se quedó dormido en una esquina de la cama, como
si no quisiera ocuparla toda, como si una parte fuera para los fantasmas y los muertos.
Fritz iba caminando unos metros por delante de él, cruzando la galería siete y previo
permiso para mirar, nomás tantito, una celda.
No había nada que ver. Cajas y papeles. Las huellas habían desaparecido. El archivo
histórico se había comido a la memoria histórica, a la simple memoria.
- ¿Hay manera de encontrar los registros del penal en 68?– preguntó Héctor.
- Fácil, vamos a la sala de lectura, ahí hay un cuate que está trabajando sobre el 68 y
Lecumberri. Se acercaron a un cuate con lentes de un grueso similar al fondo de una
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botella que estaba casi oculto por cajas de documentos y legajos.
- Mi amigo Belascoarán necesita saber algo sobre los presos del 68.
El supermiope levantó la mirada sonriendo.La celda que compartían Jesús María
Alvarado y Fuang Chu Martínez... ¿había alguien más en ella? ¿Hubo durante un tiempo
alguien más ella?
- ¿Crujía?
- La “C”– dijo Fritz sin dudar.
El estudioso se quitó una mata de pelo que amenazaba bloquearle la visión y escarbó
entre lo que parecían sus notas. Rápidamente llegó hasta una lista que fue siguiendo con
el dedo.
- Alvarado Estrada, Jesús María. Chu Martínez, Fuang
- ¿Y el tercer hombre?
- No hay. Según la dirección del penal nunca hubo un tercer hombre allí. Porque mira, en
la lista se muestran cambios, ingresos. Y cuando hay temporales, se ven las fechas entre
paréntesis... Y esta es la lista oficial de los presos del 68, la que tenía en su mesa el
director del penal.
- ¿Tienes en la lista de los presos un “Morales”? Morales a secas.– preguntó Belascoarán
ansioso.
Los dedos recorrían ahora otra lista buscando el orden alfabético.
- Ningún Morales estuvo preso a causa del movimiento del 68.– afirmó categórico el eficaz
miope.
Héctor tamborileó sobre la mesa provocando la mirada castigadora de otro estudioso al
que el ruido parecía desconcentrar.
- Sácale la foto– dijo Fritz.
- ¿Qué foto?– preguntó Belascoarán.
- Esta– y una docena de fotos aparecieron sacadas de las carpetas mágicas.
Héctor observó con cuidado. Eran los presos del 68, reconocía a Pepe Revueltas y a los
más conocidos: Cabeza de Vaca, Salvador Martínez, Luis González de Alba. Posaban de
manera caótica frente a una fuente.
- Hay tres que aún no logro identificar, pero todos los demás ya sé quienes son– dijo el
estudioso orgulloso y sacó un croquis de la foto donde en cada silueta había apuntado un
numerito que se correspondía a una tabla de identificación.
- ¿Cuál es Jesús María Alvarado?
- Éste– dijo sin dudar el investigador mostrando a un joven fornido de potente bigote y
melena rizada.
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- Y este a su lado es el chino Fuang Chu, ¿verdad?
- Sí, ese era fácil.
- Y este otro– dijo Héctor señalando con el índice– seguro que es uno de los tres que no
puedes identificar.
- ¿Cómo lo supiste?
- Aquí mi amigo es detective– dijo Fritz muy orgulloso mientras los tres contemplaban la
foto medio borrosa, medio de perfil de un joven de nariz afilada, muy flaco, con lentes de
miope, que no llegaría a los 25 años, un joven común y corriente.
Horas más tarde, en su oficina, su amiga Cristina Adler le informó a Belascoarán que en
el directorio de servidores públicos de primer nivel del gobierno federal no había Morales
machitos de primer apellido, sólo una Morales que trabajaba con Creel en la Secretaría de
Gobernación, haciendo galletas de animalitos para los regalos de compromiso del
ministro.
Héctor salió a la calle buscando el frío de la calle para ver si podía volverlo más
inteligente.Cuanto más escurridizo se volvía Morales, más real parecía. Hizo la parada al
primer taxi que pasó frente a la puerta de sus oficinas y dio la dirección del supermercado
de Pachuca, en la Condesa. Quería comprarse un cuarto de kilo de chorizo de cantimpalo
y un provolone para cenar.
Un cuarto de hora más tarde, el taxista, al entrar en una de las cerradas que abundan en
torno a la avenida Mazatlán, comenzó a estacionarse en una zona oscura, se volteó y le
mostró un cuchillo de cocina. Héctor que había estado tratando de ponerle treinta años
más al rostro de la foto de Morales lo miró sorprendido.
- ¡Dame toda la lana que traigas y las tarjetas!¡ Órale, güey, en chinga!– dijo el taxista
transmutado en asaltante
- Míreme joven, el ojo éste que tengo malo - dijo Belascoarán señalándose el parche
sobre el ojo. Y cuando el ex taxista sorprendido lo miró mientras le movía el cuchillo a
unos cinco centímetros de la cara, Héctor manoteó el cuchillo con la derecha y con la
izquierda le sacó una cuarenta y cinco escuadra de la funda sobaquera y le apuntó a
mitad de los ojos mientras alzaba el percutor.
- ¡Quihubole!
- Te vas a morir, güey. Suavecito, deja caer el pinche cuchillo, porque si no lo haces al
grito de újule, disparo.
El tipo soltó el cuchillo mientras a Héctor le costaba trabajo no disparar porque la
adrenalina cuando salta es cabrona. Y porque como tantos otros mexicanos ya estaba
hasta la madre de la violencia gratuita que impedía que un tipo terminara su jornada
laboral a gusto y se fuera a su casa a comer chorizo con provolone.
- ¿De quién es el taxi? ¿Tuyo o lo robaste?
- Es de mi primo que me lo presta– el asaltante tenía cara de cabrón, a pesar de que
repartía la mirada entre el agujero de la pistola y su propio cuchillo tirado en el suelo, no
tenía cara de derrota, sino de rabia.
- Pues ya se chingó también tu primo por estar prestándote el taxi para hacer
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chingaderas– dijo Héctor y le pegó tremendo putazo en el rostro con el cañón de la
pistola.
Puede ser que en las películas cuando esto sucede la gente se desmaye apaciblemente,
pero el taxista se puso a gritar como si él fuera el asaltado, sangrando por la cabeza a lo
güey, y Héctor tuvo que sonarle otras dos veces en la cabeza antes de que se quedara
quieto. Lo sacó del taxi arrastrándolo por los pies y lo encadenó a un árbol usando una
cadena y candado que encontró en la cajuela protegiendo que no se robaran la llanta de
refacción. Debería ser cierto lo de que se trataba de un taxi real, prestado y no robado,
porque tenía cubierta la placa trasera con lodo.
Decidió robarse el taxi. Ladrón que roba a ladrón... la mano estaba sangrando de una
cortada que llegaba de la parte inferior del dedo meñique hasta la muñeca. No era muy
profunda, pero sangraba mucho. Por otro lado tenía la camisa cubierta de sangre, de la
cabeza del taxista asaltante. Condujo hasta una farmacia que estaba a unas tres cuadras
y logró que la farmacéutica le hiciera en la trastienda una cura de emergencia.
- Qué fea cuchillada. ¿Cómo se la dio, joven?
- Mi mamá, sin querer, cuando estaba cocinando– dijo Héctor, al que le encantaban las
mentiras inocentes.
Se llevó el taxi hasta el barrio. Aprovechó la oscuridad de la calle Mexicali, para dejarlo allí
estacionado, anónimo de todo anonimato. Revisó los papeles:
Como el dueño del carro se llamara Morales... Afortunadamente, la factura estaba a
nombre de Casimiro Alegre, nada que ver con “Autos Morales”, “Morales Motors” o cosa
por el estilo. La cena se había jodido, a estas horas no iba a llegar al súper todo cubierto
de sangre a comprarse el chorizo y el queso. Abandonó el carro con la puerta
semiabierta, y dejó la llave escondida en el interior del forro del asiento delantero. Si se lo
robaban, ni modo, ladrón que roba a ladrón, que roba a ladrón...
En la puerta de su casa lo estaban esperando Monteverde y el perro cojo.
- ¿Qué le pasó en la mano?
- Me corté con una sierra tratando de salvar a niño que se estaba ahogando– dijo Héctor
sin darle mucha importancia. El perro pareció mirarlo con interés. La calle bullía de
pachanga. Los restaurantes de las cuatro esquinas estaban repletos, los selocuidos de lo
más animados, y los motociclistas de una versión nagual de nacidos para perder estaban
bien tranquilos ante la puerta de un supercito, consumiendo paletas heladas de limón y de
fresa.
Monteverde dudó si seguir preguntando por la salud del detective, o hacer algún
comentario pendejo sobre lo insegura que era la ciudad, o acaso decir que a él nunca la
pasaban esas cosas.
Pero ante el rostro despreocupado de Héctor decidió dejarlo correr.
- Tengo un nuevo mensaje de Alvarado. En su oficina me dijeron que aquí lo podía
encontrar, y como somos casi vecinos...
- Suban y lo escuchamos– dijo Héctor.– Tengo una torta de pavo vieja para su perro.
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- A Tobías le encantan las tortas.
El contestador telefónico recitó: Esta es la lección de historia contemporánea de México
número 27, proporcionada gratis por Jesús María Alvarado. Comienza cuando al triunfo
de las pasadas elecciones, el gobierno saliente del PRI y el gobierno entrante panista
firmaron un pacto. Era un pacto muy chistoso, porque nunca se escribió. El pacto secreto,
tenía que ver con la amnistía. “Si tu me dejas gobernar, todo el pasado será olvidado”,
decía el pacto que nunca se escribió. No había que escribir nada, bastaba con guiños de
ojo, sugerencias, alusiones, certezas sin certeza. Si alguien hubiera jurado algo habría
perdido verosimilitud. Nadie de estos güeyes se cree un juramento, ni aunque lo hagan
invocando a la virgen de Guadalupe y a la selección mexicana de fútbol. Pero ahí estaba
el pacto. Pocos días más tarde el ex presidente de la república apareció como miembro,
con derecho a sillón de cuero negro, de dos consejos de administración, el de la Procter
and Gamble y el de unas empresas ferroviarias gringas. Curiosamente ambas compañías
habían recibido favores durante su régimen: ventas a bajo precio de ferrocarriles
mexicanos, terrenos baratos y libres de impuesto.
Pero la amnistía estaba dada. El que el presidente entrante no hubiera dicho ni pío, no
hubiera comentado el sorprendente hecho de que su antecesor hubiera pescado un
paquete accionario tan importante como para agarrar sillita en esas ilustres reuniones,
significaba que el pacto había sido cerrado. Quizá el operador del asunto había sido el
canciller Jorge Castañeda, quien frecuentemente había dicho en el pasado que sin
amnistía no habría transición. Pero eso sólo era un botón. Los últimos 30 años habían
tenido abundantes juegos sucios; muchas fortunas extrañas, muchos asesinatos, muchas
inexplicables afinidades, mucha mierda que hay que barrer y esconder en tapete bajo la
puerta. Pero a veces las presiones son muchas y el pacto se resquebraja. Y ¿a poco el
pobre Morales se va a quedar colgando de la brocha? No, cómo va a ser... Continuará
próximamente...
Y luego silencio. Y luego el tono de ocupado.
Cuando Monteverde y su perro se fueron Héctor trató de substituir el provolone con
chorizo cantimpalo por una tortilla de ostiones ahumados japoneses. Cocinó escuchando
a Mahler.Comenzaba a caerle bien el muerto, tenía una cierta perspectiva histórica que
los vivos no tienen, unida a un extraño sentido del humor.
* * * El teléfono sonó al amanecer. En las luces difusas del primer día, el cuarto estaba
malamente iluminado. Avanzó hacia la entrada de la casa tropezando con un paquete de
24 cocacolas envueltas en plástico y dejó la mitad del dedo gordo embarrado. Echando
grititos bastante ridículo y agarrándose el pie, o sea que cojeando de ambos lados, llegó
hasta la mesa que estaba al lado del sillón de los sueños. En ese momento saltaba el
contestador:
- Óyeme manito, habla Jesús María Alvarado. (Una racha de tos) Sé que Monteverde y su
perro te encargaron el caso.¿Qué vas a hacer? ¿Demostrar que estoy muerto? ¿Y
cuando lo demuestres? En vía de mientras te dejo un regalo: ¿Sabes dónde está
Juancho? ¿Sabes quién tiene a Juancho? ¿Sabes dónde está el taquero Bin Laden de
Ciudad Juárez? Morales lo tiene... Para más datos, Juancho, con su maleta de billetes de
cien dólares, decidió que le gustaban el fucki fucki y las taquerías y entonces, pensó en el
DF. Donde dicen que hay chingo de las dos cosas. Y órale, pero...
Belascoarán sonrió a la cinta del contestador que comenzó a reproducir el tono de
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ocupado. Ni por un momento había dudado en descolgar, las reglas eran las reglas. Uno
lo buscaba, el otro le dejaba recados. Así era el juego, así se tendría que jugar. ¿Cómo
había conseguido su teléfono? Taquerías había muchas... Pero eso de que abundaba el
sexo en el DF. Puros rumores.
Delirios de grandeza generados en los subterráneos de la ciudad más grande del mundo.
Los pinches chilangos que andábamos de ostentosos. Y por lo visto el mítico y metafísico
y probablemente metafórico Juancho Bin Laden el taquero, el inexistente, Osama, el
genio del mal, había caído en la trampa de creerles a los defeñosdefectuosos nativos, que
en el DF se cogía mucho. Desde la Ciudad de México. Paco Ignacio Taibo II. México,
enero de 2005
CAPÍTULO VII
“Y PANCHO VILLA NO FUE TESTIGO”
- Que no me vengan a mí con esa mamada de que la globalización es la modernidá –. El
Ruso no está enojado, así habla. Y, sin dejar de hablar, sigue preparando tortas.
- Cuál modernidá, a ver, dígame usted. Eso viene de mucho antes. A nosotros ya noshan
tratado de globalizar desde hace 500 años. Primero los pinches españolistas, másluego
los pinches gringos, más después los pinches franceses. Y ahora se juntan todos enbola
para echarnos montón, junto con los japoneses–
El Ruso es indígena purépecha, pero vaya usted a saber por qué salió güero y alto. Pero
güero de veras, no “güero oxigenado”. Aunque es originario de Michoacán, el Ruso tiene
un puesto de tortas “salvadas” en Guadalajara, por el rumbo de la catedral cuya figura es
símbolo de “la Perla de Occidente”. Para entender lo de “tortas salvadas”, hay que ver el
puesto y a quien lo atiende. El ruso despacha con un delantal que dice “Salvavidas”, tiene
un póster gigante de Pamela Anderson en “Guardianes de la Bahía” y un letrero grande
en el que se lee “Nuestras tortas no están ahogadas, las salvamos a tiempo. Diga NO al
FastFood”. Más abajo otro letrero advierte “Este puesto es chiva, no se acepta
propaganda del América, ni de otras religiones”. Además de por güero, al Ruso le dicen el
Ruso porque en el 68 fue a la Villa Olímpica, en la Ciudad de México, a buscar a la
delegación deportiva de la URSS para pedirle apoyo para los presos políticos del
movimiento estudiantil. Lo mandaron por un tubo y él empezó a gritar que todos eran unos
pinches agentes de la CIA y que él, el Ruso, era más soviético que todos ellos porque él,
el Ruso, un día le vendió tacos a León Trotski en Coyoacán. El Ruso estuvo preso 3 días
en Lecumberri, “por faltas al espíritu olímpico y a la hermandad de los pueblos”, según
dijo el juez.
Lo metieron por revoltoso y por revoltoso lo sacaron. No lo aguantaron. En esos días en la
cárcel, el Ruso conoció al chino Feng Chu en una discusión política. Porque el Ruso será
muy ruso pero es maoísta, y el Chino será muy chino pero es trotskista. Se pasaron dos
días con sus noches discutiendo la naturaleza de la revolución mexicana, porque serían
muy ruso el uno y muy chino el otro pero los dos eran mexicanos. Acabaron de muy
cuates porque entró a mediar Adolfo Gilly, que estaba preso en Lecumberri desde 1966,
con una exposición que después sería parte de su libro “La Revolución Interrumpida”. Al
Ruso lo sacaron de la cárcel porque le dio una golpiza a un celador. Se necesitaron 6
custodios para controlarlo. Lecumberri no tenía mucho personal, así que era más fácil
soltarlo que cuidarlo. El Ruso y el Chino se volvieron a ver en la Convención Nacional
Democrática celebrada en agosto de 1994 en tierras zapatistas. Esa vez, después del
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aguacero, volvieron a discutir: el Ruso decía que los zapatistas eran maoístas y el Chino
decía que eran trostskistas. La noche del 10 de agosto de 1994 hablaron con el Mayor
Insurgente Moisés y con el Comandante Tacho y se hicieron simpatizantes del zapatismo.
Han vuelto a coincidir en las distintas iniciativas zapatistas. Los dos trabajan en
Guadalajara, Jalisco, en el occidente de la República Mexicana.
Frente al Ruso está ahora Elías Contreras, comisión de investigación del EZLN. Elías no
habla, sólo come una torta.
- Pinches gringos, nos robaron la mitad del país con una guerra, luego lo persiguieron a
Pancho Villa pero se la pelaron, pero ahora se están robando la otra mitad de México con
puras pinches hamburguesas transgénicas y hot dogs con residuos nucleares –.
El Ruso sigue preparando tortas y Elías comiendo de la suya.
- Y piches franceses que lo corretearon al Don Juarito Juárez que sí era un chingón, no
como el charrito mocho ése que ahora se retrata con la foto de Don Juarito atrás. Pero
Don Juarito se fue a la resistencia y los chingó a los franchutes.
Y luego los pinches japoneses con sus cacahuates, sus takechi y koyi, y su comida dulce
–.
Un mordisco de Elías a su torta.
- No, mi buen. ¿Cómo dijo que se llama en esta misión? Bueno pues, Elías, Elías
Contreras. Seguro que el Sup le puso ese apellido. Yo conocí a un Contreras por allá de
1969, muy culero él porque hacía trampa en el dominó, llevaba un plumón y le hacía
puntitos a las fichas y era un desmadre porque luego salían dos o tres mulas, sin agraviar.
La torta de Elías recibe otra mordida.
- No, el Chino se fue para el DF. Creo que se le murió un pariente o un amigo, no lo sé.
Pinches chinos. Primero nos chingaron con las películas de Bruce Lee, y luego con su
comida rara, y ahora con esos pinches desarmadores que se rompen al primer apretón.
Elías da la penúltima mordida a su torta.
Ora que si quiere, espérese. Al rato llega la Chechenia porque le va a llevar estas tortas a
los jóvenes altermundistas presos. A esos chavos los quieren quebrar y que se hagan
mochos y se entren en el YUNQUE, pero con estas tortas que les mando con hartas
vitaminas, hidrocarburos y minerales se van a resistir y ni madres que los quiebran. Ahí
viene la Chechenia. ¡Qué pues mi Chechenia! Aquí el señor don Elías lo anda buscando
al pinche Chino, quesque le trae un mensaje del Sup. Ya le dije que el Chino no está...
La muchacha, a la que el Ruso llama “Chechenia”, dirigiéndose a Elías:
- No le crea al pinche ruso purépecha, yo me llamo Azucena. Me dice “Chechenia”
porque quiere conmigo y alega coincidencias geográficas, pero no se le va a hacer. El
Chino acaba de regresar del defectuoso, ahorita voy a verlo, si quiere le doy un aventón.
La torta desaparece en la boca de Elías. La servilleta es ya nostalgia mantecosa. El Ruso
dirigiéndose a Elías:
- Lo que pasa es que la Chechenia quiere con un intelectual y yo ya le dije que yo mero
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soy su intelectual orgánico y no transgénico –.
Azucena: – Nomás no te pierdas otra vez en la Glorieta de Minerva... ¡y no te acabes las
tortas ni le vayas a dar ni una al pinche Chino!–
El Ruso, dirigiéndose a Elías: – Si lo ve al Sup, dígale que ya se deje de mamadas de
cuentos y novelas, que ya nos diga qué sigue...–
La Azucena, con un altero de tortas “salvadas” y Elías Contreras, se pierde en la Glorieta
de Minerva. ¡No manches!, dice la Chechenia quejándose de su extravío. Con disimulo,
Elías se mira las manos y se las limpia en el pantalón. Después de 1 hora logran salir. Se
estacionan a dos cuadras de “La Mutualista”. “Por si traemos cola”, dice Azucena. “Voy a
entrar primero”, vuelve a decir Chechenia. Elías Contreras queda esperando en el carro.
Al rato regresa Azucena. “Ahí está. Que lo espera en los lockers”. Elías no sabe qué cosa
es “lockers”. Azucena explica: “son como unas cajas de fierro color gris con candado, hay
un chingo en varias hileras, ahí va a estar el Chino”. Se despiden.
Elías entra a los baños públicos. En una banca, frente a varias “cajas de fierro color gris
con candado”, está el chino Feng Chu. Elías y el Chino se saludan. El Chino pregunta
cómo están todos. Elías dice que bien, que anda de comisión de investigación, y le
entrega un sobre. El Chino lo abre y ve los documentos y una foto.
- Así que ustedes también están buscando al tal Morales... Parece epidemia. Allá en el
monstruo me encontré a un dizque detective independiente que también lo anda
buscando. A mí me mandó un fax un compa que ya está muerto. Yo conocí a un tal
Morales cuando estuve en la cárcel. Un ojete. Pero no se parece al de la foto. Orita te
escribo todo –.
Mientras el Chino escribe, Elías camina por las hileras de “lockers” como buscando algo.
En uno de ellos, detrás de un cartel viejo que anuncia un acto en honor a Manuel Vázquez
Montalbán en la Feria Internacional del Libro, despega un papelito. Elías lo lee y enciende
un cigarro. Regresa a donde el Chino ha terminado de escribir. El Chino le entrega a Elías
los papeles y la foto, le da la mano despidiéndose y le dice:
- Ahí lo saludas al Moy. Y si ves al Sup dile que ya se deje de mamadas de cuentos y
novelas, que ya nos diga qué sigue.. .–
UNA HACKER EN LA UNIÓN AMERICANA
Paris, Texas, USA, Diciembre del 2004. Natalia Reyes Colás, 100% indígena ñahñú,
siendo casi una niña se fue de mojada al otro lado en el 44, por ahí de la segunda guerra
mundial, y se casó con un “bolillo” a los 20, al que mandó a la fregada porque le pegaba.
Ahora acaba de cumplir 75 años y lleva 15 en eso del internet y la radiotransmisión.
Leyendo y practicando se ha convertido en una Hacker respetada en la red, en la que usa
el “nickname” de NatKingCole. Radio aficionada y experta en sistemas cibernéticos, esa
madrugada de diciembre interfiere una señal del sistema de espía electrónica satelital
llamada “Echelon”, al que lleva años siguiendo. NatKingCole “baja” la transmisión y la
decodifica. Escucha y piensa: “Cabrones zapaistas, no se están quietos. Vamos a darles
una ayudadita y que se chinguen los Halcones y Palomas”. Teclea con rapidez, cifra y
añade un “atachment”, vuelve a teclear y la transmisión de Echelon se modifica. En el
Centro de Escucha de Medina Annex reciben algo incomprensible: “Allá en la fuente había
un chorrito, se hacía grandote, se hacía chiquito”. El operador, desconcertado, repite una
y otra vez la cinta. Lentamente, el virus que será conocido posteriormente como “Pozol
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Agrio” invade el sistema operativo y se disemina por toda la red Echelon. Los técnicos
tardan tres semanas en “limpiar” el sistema de las obras completas de Francisco
Gabilondo Soler, alias Cri-Cri, cuya pertenencia ideológica no está en los archivos de la
Agencia Central de Inteligencia. El “accidente” provoca que Bush reorganice sus servicios
de inteligencia y el Departamento de Estado saca un boletín de prensa donde acusa a Al
Qaeda y a Osama Bin Laden de “terrorismo cibernético”.
NatKingCole, conocida entre los exbraceros de Tlaxcala como doña Natalia, apaga la
computadora, acaricia su gato Eulalio y le pregunta “¿Crees que nos hemos ganado unas
cookies con leche tibia?”. Eulalio maulla. “Yo también”, añade Natalia Reyes Colás,
neozapatista en Paris, Texas, USA, mientras abre la puerta del refrigerador.
LA MAGDALENA
A veces como que también el Dios se equivoca. El otro día andaba yo vuelteando por el
Monumento a la Revolución, que sea que estaba reconociendo el terreno. Que sea para
saber pá donde correr, que sea por si se ponía brava la cosa o el caso, según. Bueno,
pues andaba yo por esos rumbos y había estado un buen de tiempo en un parquecito que
se llama San Fernando, que está ahí nomacito de un cementerio. Y tardé frente a la
estatua de mi General Vicente Guerrero, ésa donde viene escrito en piedra el lema del
EZLN que es “Vivir por la Patria o Morir por la Libertad”. Y entonces se me hizo tarde y ya
era noche ya. Y entonces me fui caminando por esa calle que se llama “Puente de
Alvarado” y ahí nomás me paró la justicia, que sea los judiciales. Y entonces que me
dicen que quién soy, que qué ando haciendo, que me caiga con lo que traigo y otras
cosas que no muy entendí porque hablan muy otro esos judiciales. Y entonces ya me
querían subir a la patrulla, pero que se acerca una muchacha con una falda bien rabona y
una blusita, que sea que estaba bien encuerada y hacía mucho frío. Y entonces la
muchacha los habló a los judiciales y ya me dejaron ir ya. Y entonces la muchacha se me
acercó y se puso a platicar conmigo y me dijo que se llama Magdalena. Y entonces me
preguntó que de ónde era yo porque hablaba muy otro. Y entonces yo, como vi que es
buena gente porque me espantó a los judiciales, le dije que de Chiapas. Y entonces ella
me preguntó si era yo zapatista. Y entonces yo le dije que no conozco qué cosa es
zapatista. Y entonces ella dijo que claro se veía que yo sí era zapatista porque los
zapatistas no andan diciendo que son zapatistas. Y entonces ella me dijo que ella había
estado en el Frente Zapatista de Liberación Nacional, que sea el FZLN, pero que no muy
le daba tiempo de ir a las reuniones. Y entonces ella me dijo que no es una ella sino un él.
Y entonces, como muy no le entendí, ella se levantó la falta y ahí se miró su ése-cómo-sellama haciendo bulto en su calzón. Y entonces yo le pregunté qué cómo era que es un él y
se viste como una ella. Y entonces ella o él me contó que es mujer pero tiene cuerpo de
hombre. Y entonces me invitó a su cuartito, que porque no había clientes, dijo. Y entonces
en su cuartito me contó todo y que ella o sea él quiere ahorrar su dinerito para operarse el
cuerpo de hombre y hacerlo cuerpo de mujer y que por eso estaba taloneando. Y
entonces yo no muy entendí qué cosa es “taloneando” y ya me explicó. Y entonces se
quedó dormida. Y entonces yo me acomodé en un rincón con mi chamarra y una su cobija
de la Magdalena que me emprestó. Y no dormí porque estuve pensando que a veces el
Dios también se equivoca, porque a la Magdalena, que es mujer, la puso en cuerpo de
hombre. Y entonces al otro día tomamos cafecito ya tarde porque la Magdalena no se
alevantó luego. Y entonces yo le platiqué de la lucha zapatista y de cómo estamos
organizados los pueblos en resistencia y ella estaba muy contenta escuchando. Y
entonces yo no le dije que andaba de comisión de investigación y ella no preguntó qué
ando haciendo en el monstruo, que sea en la Ciudad de México. Y entonces yo lo miré
que es buena compañera porque es discreta y no pregunta qué ando haciendo. Y
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entonces ella me dijo que si me hacía falta podía quedarme en su cuartito el tiempo que
quisiera. Y entonces yo le di gracias y aluego salí y le compré un su ramo de rosas rojas y
se le di y le dije que cuando gánemos la guerra íbamos a poner un hospital para
enderezar todo lo que le había salido chueco al Dios. Y entonces ella se puso a chillar,
que sea porque nunca le habían dado flores, creo. Y entonces un buen rato estuvo
chillando. Y entonces ya luego se fue a talonear. Y entonces yo me fui a buscar su
trabajadero del Belascoarán.
FRAGMENTOS DE LA CARTA DE ALVARO DELGADO, PERIODISTA DE LA REVISTA
MEXICANA “PROCESO”, AL SUBMARCOS (fecha: finales del 2004)
“Es indudable que hay una liga entre el YUNQUE en México y cuando menos una
organización de corte fascista en España, llamada “Ciudad Católica”. Esta última se
mantiene aún fiel al franquismo y es detractora rotunda de la democracia.
El fundador del YUNQUE, Ramón Plata Moreno, (fue asesinado en 1979, supuestamente
a raíz de una delación interna) tenía como héroe a José Antonio Primo de Rivera, jefe
falangista español. Además de en España, el YUNQUE mantiene también relaciones con
organizaciones de ultraderecha en Francia, Argentina, Brasil y Perú. Todo lo referente al
YUNQUE tiene un tufillo al oscurantismo de la Edad Media y a la persecución de las
ideas”.
“En el gabinete foxista abundan miembros del YUNQUE. Algunos ejemplos: Emilio
Goicochea Luna (alias Jenofonte), secretario particular de Fox (además es jefe nacional
de los boy scouts); Guillermo Velasco Arzac, ideólogo de Fox y de Marta Sahagún;
Ramón Muñoz Gutiérrez (alias Julio Vértiz), jefe de la Oficina de la Presidencia para la
Innovación Gubernamental y, junto con Marta Sahagún, el poder tras el trono; Enrique
Aranda Pedrosa, director de Notimex; Martín Huerta, secretario de seguridad pública
federal; Alfredo Ling Altamirano (alias Daniel Agustín) en el Instituto de Acceso a la
Información; Luis Pazos, director general de Banobras y famoso por haber desviado
fondos federales a PROVIDA de Jorge Serrano Limón. En el PAN, Luis Felipe Bravo
Mena (presidente nacional), Jorge Adame (senador), Manuel Espino Barrientos
(secretario general); Juan Romero Hicks (alias Agustín de Iturbide) actual gobernador de
Guanajuato, entre otros”.
“No sólo el MURO (Movimiento Universitario de Renovadora Orientación) es una careta
del YUNQUE, también lo son las organizaciones Vanguardia Integradora Nacionalista
(VIN), Frente Universitario Anticomunista (FUA), Movimiento Cristianismo Sí, Consejo
Nacional de Estudiantes (CNE), Desarrollo Humano Integral y Acción Ciudadana (DHIAC),
Asociación Nacional Cívica Femenina (ANCIFEM), Comité Nacional Provida, Movimiento
Testimonio y Esperanza, Comisión Mexicana de Derechos Humanos, Alianza Nacional
para la Moral, A Favor de lo Mejor, Coordinadora Ciudadana, Guardia Unificadora
Iberoamericana (GUIA), por mencionar algunas. Los Legionarios de Cristo del Padre
Maciel surgen en forma casi paralela, así que es probable que tengan qué ver entre sí”.
“Aunque, como en lo que se refiere a la izquierda, la derecha no es una, única e indivisible
(existen diferencias e, incluso, confrontaciones), la ultraderecha en México tiene poder
real y actúa para expandirse en todos los ámbitos políticos, sociales y culturales”.
“Ignoro si hay un tal Morales en su estructura, pero es claro que el YUNQUE, también
llamado “el ejército de Dios”, tiene una estructura paramilitar y sus reuniones de
adoctrinamiento tienen disciplina militar. Una de sus ramas se llama “Cruzados de Cristo
60
Rey”. El YUNQUE se ha esforzado por ligarse al ejército, pero no tengo todavía datos que
lo vinculen a la formación de grupos paramilitares”.
“Le mando mi libro “El Ejército de Dios. Nuevas revelaciones sobre la extrema derecha en
México” de Editorial Plaza y Janés. En él encontrará más datos escalofriantes”.
COSA FACIL
“No se puede vivir / con una muerte dentro / hay que elegir / entre arrojarla lejos / como
fruto podrido / o al contagio / dejarse morir”.
Así empezaba el comunicado de la finada Digna Ochoa y el finado Pável González. Es
parte de una poema de una señora que estaba con los jodidos y que se llamaba Alaide
Foppa. La poema se llama “La Sin Ventura”. Del comunicado ése yo sabía que iba a salir
el día 6 de enero. Porque arresulta que un día lo vi al compañero Alakazam, que es un
mago, que sea uno que aparece y desaparece cosas y adivina el pensamiento. Y
entonces el Alakazam me dio un mensaje de que ya fuera a buscar al Chino onde ya
sabía yo, dijo, y me entregó unos papeles para que se los mostrara al Chino y que él me
dijera su pensamiento, que sea que el Chino me dijera su pensamiento. Y entonces me fui
para Guadalajara pero no llegué directo onde el Chino, sino que primero lo busqué al
Ruso. Y entonces estaba comiendo tortas con el Ruso y se llegó una ciudadana, que sea
una compañera de Guadalajara, que se llama Azucena y ella me llevó con el Chino. Y
entonces lo hablé al Chino y le di a mostrar los papeles y una foto que me había mandado
el Sup con Alakazam. Y entonces, mientras el Chino escribía su pensamiento, yo me di
una vuelta y busqué algo que tuviera qué ver con Don Manolo, que sea con Manuel
Vázquez Montalbán. Y entonces encontré un cartel que decía su nombre de Don Manolo.
Y entonces, detrás del cartel encontré un papelito que decía “Lo de los finados sale el día
de reyes, cuando tengas los papeles velo al refesquero”. Yentonces yo entendía que mero
ese día 6 de enero iba a saber ónde mero iba a encontrar los papeles para la
investigación que íbamos a hacer con el Belascoarán, aunque entonces yo no sabía si el
Belascoarán le iba a entrar o se iba a arrugar como saladito. Después de regresar de
Guadalajara, fui a buscar su trabajadero, que sea su oficina del Belascoarán, asegún la
tarjetita que me dio la Mamá Piedra, que sea Doña Rosario Ibarra de Piedra. Yo ya sabía
más o menos cómo era el Belascoarán porque el Chino escribió en su pensamiento cómo
era. Y entonces me fui para la calle ésa de Donato Guerra y me hice pato un buen tiempo
para ver si había vigilancia y a ver si aparecía el Belascoarán. Y entonces, ya tarde, entró
el Belascoarán a un edificio cargando unas coca colas. Y entonces yo claro supe que era
el Belascoarán porque está choco, que sea que le falta un ojo. Además está renco, que
sea que tiene una pata que no muy camina bien. Y entonces como quiera me esperé otro
buen tanto de rato porque qué tal que hay varios chocos y rencos en la calle de Donato
Guerra casi esquina con Bucareli, allá en el monstruo. Y entonces lo miré que no hay otro.
Y entonces pensé que ése era el Belascoarán porque estaba choco y renco, como me
escribió el Chino. Y cargaba coca colas, así que tras que por eso el Sup le decía “el
refresquero”. Y entonces les cuento que el Belascoarán es como de mi vuelo, que sea
como de mi vuelo cuando yo todavía no estaba finado. Que sea que debe andar por entre
50 años entrados en 60. Y entonces yo lo pensé que así como está, choco y renco, pues
rápido lo iban a mirar. Y entonces pensé que lo tenía que ver en un lugar con harta gente,
porque así entre la plebe pues no lo iban a mirar mucho. Y entonces yo creo que ahí
duerme el Belascoarán, que se en su trabajadero, porque yo me fui ya tarde y nomás no
salió. Y entonces al otro día lo estuve pastoreando desde temprano. Y entonces como al
mediodía se salió y yo rápido me metí al edificio. Y entonces la subí la escalera y lo
busqué su trabajadero. Y entonces encontré una puerta que tenía un letrero que decía
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“Héctor Belascoarán Shayne, Detective; Gilberto Gómez Letras, Plomero; Carlos Vargas,
Tapicero; Javier Villarreal, Ingeniero no sé qué”.
Y entonces pegué la oreja. Y entonces escuché que alguien estaba cantando ésa que
dice “de piedra ha de ser la cama, de piedra la cabecera, la mujer que a mí me quiera, me
ha de querer de a de veras” y se le iba chueca la tonelada cuando cantaba el “ay, ay”. Y
entonces toqué la puerta. Y entonces le dejé un recado al Belascoarán, se lo dejé con un
señor que se llama Carlos Vargas que se dedica a despanzurrar sillas. Y entonces el
recado estaba en un sobre y adentro le puse una mi tarjeta con estas palabras: “Lo
espero en la tumba de Villa. El día de reyes. A las 2300 hora del frente de combate
suroriental ”. Y entonces así hice porque en el Monumento a la Revolución había un
chingo de gente que estaba paseando con la familia y comiendo “garnachas”, que sea
que son como unas comidas con harta manteca que mucho les gustan a los ciudadanos y
yo ya probé y sí están un poco sabrosas. Y entonces, entre la gente y las garnachas,
pues no muy se iba a notar el Belascoarán choco y renco. Y entonces el día 6 de enero lo
compré el periódico que se llama “La Jornada” y lo miré que no venía nada de
comunicado. Y entonces los busqué al Andrés y a la Marta para ver si no sabían nada del
comunicado. Y entonces ya estoy un poco bastante preocupado porque si no salía el
comunicado entonces no iba a saber ónde mero recoger los papeles que eran para
mostrar al Belascoarán y entonces yo iba a hacer un papelón si llegaba sin los papeles a
verlo al Belascoarán. Y entonces el Andrés y la Marta se pusieron a picarlo a un aparato
que se llama computadora. Y entonces, como a la 4 de la tarde hora de Fox, que sea
como a las 5 de la tarde hora del frente de combate suroriental, el Andrés me dijo que en
Alemaña ya habían recibido el comunicado. Y entonces yo pregunté ónde mero queda la
Alemaña ésa. Y entonces la Marta me enseñó una mapa y lo miré que la Alemaña queda
bien lejos. Y entonces pensé si a poco el Sup se fue para Alemaña. Y entonces el Andrés
y la Marta me explicaron que no, que lo que pasa es que el comunicado lo mandan del
Centro de Información Zapatista para todo el mundo y que seguro ya lo tienen en La
Jornada pero que lo publican hasta el otro día. Y entonces yo pensé que ya me fregué. Y
entonces el Andrés y la Marta lo picotean otra vuelta la computadora y dicen “ya lo
tenemos”. Y entonces lo vuelven a picotear y ya se imprime el comunicado. Y entonces ya
me puse un poco contento porque ya lo tengo el comunicado. Y entonces lo tengo que ver
rápido ónde voy a recoger los papeles. Y entonces mi trabajo era leer con atención el
comunicado porque que sea ahí el Sup me mandaba decir ónde mero tenía que recoger
un mensaje. Entonces lo que hice fue que leí bien y entendí que tenía que ir a la biblioteca
de la UNAM, que sea allá en la Ciudad Universitaria del monstruo y ahí buscar el libro de
la señora Foppa y mero onde está la poema ése, entonces ahí iba a estar su mensaje del
Sup. Y entonces lo que hice fue agarrarme un metro para irme rápido hasta la Ciudad
Universitaria.
Que sea CU que le dicen. Pero arresulta que el metro no tedeja mero en CU sino que
nomás te avienta en la orillada. Y entonces pues me fui preguntando y caminando un
buen de tanto. Y entonces, aunque ya eran como las 6 de la tarde hora de Fox, onde
quiera había jóvenes y jóvenas con libros y mochilas. Muy alegre la CU que le dicen. Por
fin me llegué hasta onde mero está una casa que se llama “Filosofía y Letras” y onde
haymucha plebe y venden muchas películas en cidi bien baratas. Pero no ahí es la
biblioteca central, según me dijo una jóvena muy morena que estaba preguntando si
tienen una película que se llama “Alicia en el Subterráneo” o algo así, y no la tenían la
película. Y entonces la muchacha muy morena me señaló ónde mero queda la biblioteca,
que sea ahí nomancito. Y entonces entré y pregunté si tienen libros de Alaide Foppa y me
dieron uno que se llama “Poesía”. Y entonces lo busqué la poema que se llama “La Sin
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Ventura” que está un poco largo y que habla de una señora que estaba muy enamorrada
y se le muere un su marido y ella queda triste porque mucho lo quería
Y entonces la poema ése empieza en la página 87 y cuando llegué a la página 110
encontré la parte que puso el Sup en el comunicado de los finados Digna y Pável. Y
entonces en esa página estaba una llavecita y un papelito que sólo decía “Central de
Autobuses del Norte”. Y entonces yo entendí clarito que tenía que irme para ese lugar a
buscar los papeles que se necesitaban para mi trabajo de comisión de investigación. Y
rápido me fui porque ya eran la 7 de la noche hora de Fox, que sea las 2000 hora del
frente de combate suroriental. Y entonces estoy un poco bastante preocupado porque
sólo me quedan 3 horas para verlo al Belascoarán. Y entonces me volví a agarrar el metro
que iba bien lleno de gente y llegué a la Central de Autobuses del Norte como a las 2130
hora del frente de combate suroriental, que sea las 8:30 de la noche hora de Fox. Y
entonces pensé que ónde mero voy a buscar. Y entonces me acordé de los cajones de
fierro ésos que estaban onde trabaja el Chino. Y entonces pensé que la llavecita era para
abrir uno de ésos. Y entonces ya los encontré los cajones de fierro. Y entonces lo miré
que son muchos y ni modo de estar probando la llavecita en todos, que sea que tal que
piensan que ando de robador. Y entonces me senté un rato a leer otra vuelta el
comunicado. Y entonces me di cuenta que la poema que venía al principio tenía 7 líneas.
Y entonces rápido lo supe que la llavecita era para abrir la caja de fierro que tuviera el
número 7. Y entonces abrí y sí, ahí estaba un sobre un poco doble porque tenía hartos
papeles. Y entonces ya me puse un poco bastante contento y me lancé en el metro hasta
la estación que se llama “Hidalgo” para irlo a esperar al Belascoarán. Y entonces sí me
llegué a tiempo para verlo al Belascoarán. Y entonces que sea que ésa fue un caso o
cosa fácil, ¿qué no?
UN SOMBRERO
Me puse un sombrero. Pero no un sombrero como los que usamos acá, no. Este era un
sombrero ciudadano, como rabón del ala y con una tela muy bonitilla, calientita. Me lo dio
el Sup, me dijo que se lo había regalado su papá hace muchos años, cuando él todavía
era ciudadano, que sea cuando el Sup era ciudadano. “Te va a servir”, me dijo el Sup y sí
un poco me sirvió porque hacía frío en el monstruo, que sea en la Ciudad de México. Con
el sombrero me fui para el Monumento a la Revolución. Había bastante gente, que sea
familias, que estaban en la feria y tomándose fotos con los reyes magos. En medio de la
bulla, lo seguí al Belascoarán, que se detuvo a encender un cigarro frente al hotel ése
muy pupurufo que se llama Meliá. Se miró claro que él también estaba viendo a ver si
traía cola, pero no traía. El Belascoarán se atoró con la plebe que estaba hecha bola
frente a la casa del ISSSTE, así que yo me adelanté y lo esperé frente a la tumba de
Pancho Villa. Cuando llegó, lo miré en su ojo choco y le dije nomás: encendí un mi cigarro
de los que le decimos “alacranes”. El sacó un cigarro que clarito lo miré que es de los que
se llaman “delicados”, lo prendió y dijo:
–No era bolo. Lo mataron porque staba con los jodidos–.
Nos quedamos un rato callados, nomás fumando, mirándonos. Me dio buen aire el
Belascoarán ése, así que le di la mano y mi tarjeta diciéndole: Elías, Elías Contreras.
Comisión de investigación –.
El me dio la mano y su tarjeta diciéndome:
- Héctor Belascoarán Shayne, detective independiente –.
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Después me estuvo platicando que el finado Pancho Villa no estaba enterrado onde
estaba enterrado sino que el susodicho... Que sea que la palabra “susodicho” se dice
cuando uno está hablando del alguien ya de antes y para no estar vuelteando con el
nombre de alguien, que sea que en este caso o cosa el alguien es Pancho Villa y
entonces cuando digo “el susodicho” estoy diciendo Pancho Villa, pero no siempre, que
sea depende de cuándo se usa, que sea que está muy revuelto, pero como es una
palabra nueva que aprendí pues la estoy usando pero no mucho porque de por sí tengo
muy revuelto mi pensamiento. Y entonces pues que tras que el susodicho, que sea el
Pancho Villa, estaba enterrado saber ónde y en su lugar estaba difunteada una señora. Y
el Belascoarán me estaba contando eso del muerto susodicho que andaba por otro lado y
no ónde todos creían que andaba. Y entonces, después de otro tanto hablando, yo le dije:
–Ando buscando al mal y al malo.
Ahí lo ves si también le entras o según cómo es tu pensamiento–, y le pasé la carpeta con
los documentos que me mandó el Sup. El Belascoarán los miró rápido, tiró el cigarro y
dijo, muy claro: - Le entro –.
Y entonces yo me puse un poco contento porque qué tal que dice que no le entra y
entonces de balde dí mi vuelta al monstruo, que sea a la Ciudad de México. Y entonces
quedamos de vernos otro día, ya que él los hubiera visto despacio los papeles, para
ponernos de acuerdo de trabajar coordinadamente que sea de acuerdo ambos dos, él y
yo. Nos despedimos, pero antes de irse él me preguntó si no necesito algo. Yo le
respondí:
- Si, no sé ónde mero se consigue pozol aquí en el monstruo, que sea en la Ciudad de
México. Y también necesito un refresco que se llama “Chaparritas El Naranjo”, uno de
sabor uva –.
-Voy a ver, ahí te digo luego–, dijo el Belascoarán.
Nos fuimos. La bulla seguía. En su cuartito de la Magdalena le escribí un pequeño informe
al Sup.En unos días me respondió:
- ”Enterado del encuentro con el refresquero. Hay que volver a verlo para ponerse de
acuerdo en la investigación. Acá estamos un poco bien, riendo con las tarugadas que dijo
el Fox en su visita acá. Por si no lo has escuchado en las noticias, dijo la misma burrada
que dijeron Hernán Cortés, Agustín de Iturbide, Antonio López de Santa Anna,
Maximiliano de Habsburgo, los gringos Polk, Taylor, Pershing y Eisenhower, Porfirio Díaz,
Gustavo Díaz Ordaz, Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, o sea que dijo que
prácticamente somos cosa del pasado. Luego, cuando acabe de reírme, te mando más
información que me llegó. Un abrazo y feliz año nuevo.
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Subcomandante Insurgente Marcos.
CAPÍTULO VIII
UNA NOCHE CON MORALES
Del encuentro con el investigador zapatista Elías Contreras, tres cosas se habrían de
quedar en la memoria de Héctor Belascoarán Shayne: El súper desmadriento caos de
aquel Monumento a una Revolución perdida controlado por Reyes Magos y fritangas, la
cara del enviado Contreras cuando mencionó la virtud comparada de Pancho Villa y
Emiliano Zapata y “los expedientes Morales” que los zapatistas le habían hecho llegar.
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Las tres cosas juntas se quedaron en su alma. El Monumento a la Revolución de la
ciudad de México nació como un monstruo para mayor gloria del poder pofiriano, la
revolución de 1910 lo dejó a medias y así se quedó hasta el inicio de los años 30, cuando
fue reciclado para ser un grandilocuente monumento a la fenecida lucha armada. En los
pies de sus columnas se encuentran los restos de Venustiano Carranza, Plutarco Elías
Calles, Lázaro Cárdenas y supuestamente los de Pancho Villa, personajes que
frecuentemente se encontraron en campos opuestos y que sólo la magia pragmática del
PRI, con la cual la historia se volvía material de uso y legitimación de su poder, podía
reunir en un mismo suelo. Habría que recordar que Villa combatió a Carranza, que Calles
participó en el asesinato de ambos y que Cárdenas ordenó la expulsión de México de
Calles. Aún así, todos juntitos. Los habitantes del DF atribuyen a estos entierros
incómodos el exceso de temblores que sacuden la ciudad con excesiva y maligna
frecuencia. Esta vez estaba poseído por carruseles, caballitos, taquerías, juegos de
bolitas, carreras de caballos de metal, puestos de artesanía y centenares de Reyes
Magos, con tenderete y fotógrafo, la única forma de monarquía asumida popularmente por
el México republicano. Y esas horas de la noche, cumbias, norteñazo balín y el
chucachuca del tropical más pinchirriento, y a todo volumen, en medio del olor de las
manzanas con caramelo y los algodones de azúcar. El centro del monumento no estaba
invadido por la fiesta de Día de Reyes y en la sombras Belascoarán avanzó hacia el
personaje con sombrero gris que estaba al pie del mausoleo de Pancho Villa y con el que,
curiosamente, habría de identificarse con un formal intercambio de tarjetas.
- ¿Usted sabe que ahí donde dicen que está Pancho Villa no está Pancho Villa?
–preguntó Belascoarán señalando la muy oficial tumba.
- ¿Y a quién pusieron en lugar del susodicho? –repreguntó Elías Contreras.
- Verá, está medio complicado, pero está divertido. En noviembre de 1976 al presidente
Echeverría se le ocurrió ponerse una pluma más en su sombrero y ordenó que se trajeran
los restos de Villa de Parral para enterrarlos con honores militares en esta pata del
monumento. Pero resulta que ya en 1926 habían violado la tumba de Villa para robarle la
cabeza, que nunca apareció y una de las viudas...
- ¿Tenía más de una?
- Oficiales, tres, pero reales como 25... Pues una de las viudas, para que no fueran a
seguirle robando cachos a los restos de mi general, lo había sacado de la tumba y lo
había movido ciento veinte metros más para allá en el mismo cementerio de Parral, y fue
unos años después que una señora que se iba a curar a Estados Unidos de cáncer murió
en Parral y aprovecharon para enterrarla en la vieja tumba de Villa. Por eso, cuando
abrieron la fosa en el 76, con un antropólogo presente, alguien le hizo la observación al
ejército de que ese muerto tenía cabeza, y curva de pelvis femenina, pero los encargados
lo mandaron al diablo, ellos tenían misión y a la chingada; si Villa tenía cabeza o no, y
pelvis de mujer, valía madres. Y con honores militares, en un armón descubierto con
alumnos del Colegio Militar en uniforme de gala, se lo trajeron para acá y aquí enterraron
a la ñora y todos los años le hacen honores y le suenan la trompeta y el clarín. Que bien
merecido lo tiene la señora por andarse yendo a morir a Parral.
- ¿Y Villa?
- No, pues Villa se les escapó de nuevo. El sorprendente personaje, con un sombrero
antediluviano arriba del pelo parado, se le quedó viendo a Belascoarán fijamente.
- ¿Usted seguro ha de pensar que Emiliano Zapata era mucho más chingón que Pancho
Villa? –preguntó Belascoarán para darle una medida de aceite al compañero zapatista.
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Elías Contreras no sólo lo pensaba, sino que no entendía como alguien inteligente podía
tener alguna duda. Miró a Belascoarán preguntándose que clase de nauyaca lo había
picado quitándole el seso. Para impedir que le dijera que Villa era muchísimo mejor que
Zapata, lo que daría por muerta la relación, porque el sup le había dicho que si el
Belascoarán estaba medio pendejón, lo dejara tirado, Contreras le tendió el sobre. Héctor
tomó el paquete y vio en la carátula escrito en mayúsculas: “Morales”. Eran varios fólders,
una serie de expedientes sobre un “tal Morales”. La sorpresa casi lo paraliza. No sabía si
reírse o volverse budista. ¿A poco Juancho el Bin Laden iba a ser real? ¿Estaban también
los zapatistas tras las huellas de “Morales”? ¿Cree usted en las coincidencias? “Es en lo
único que no creo”. ¿Cree usted en la casualidad? “Nomás cuando no existe”.
El zapatista Conteras, muy serio, le dijo entonces:
- Ando buscando al mal y al malo. Ahí lo ves si también le entras o según como es tu
pensamiento.
- Le entro –dijo Belascoarán sin dudarlo. Héctor Belascoarán no creía en los complots,
había vivido en demasiados de ellos para acabar de creérselos. Era un mexicano sujeto a
la definición mexicana de paranoico: “un ciudadano con sentido común que dice que lo
andan persiguiendo unos tipos que realmente lo andan persiguiendo”. Tampoco tenía una
versión simplista del asunto. Su hermano Carlos, el militante eterno de la familia, decía
que, paradójicamente, el marciano Héctor era un marxista existencial, de esos que
piensan que el ser social acomoda la conciencia; que Alí Babá de tanto andar con los 40
ladrones de rola se había vuelto uno de ellos y priísta. Héctor pensaba en que a fuerza de
ser silla termina gustándote que te pongan el culo encima. Tampoco creía en la maldad
natural de los gobernantes. Pensaba que a fuerza de serlo terminas siendo un hijo de la
chingada, y que la estancia en el poder crea la obsesión por la perpetuación del poder, y
cuando el poder político se acaba, queda el poder del dinero y esa es la otra forma del
poder, y que por eso había tantos cajones abiertos donde meter la mano, tantos abusos, y
que para mantener en pie el país que les gustaba, los gobernantes de México de los años
recientes habían establecido una especie de ley suprema de la nación que nunca se hizo
pública, que estaba escondida en el supremo clóset del supremo jefe, y que decía cosas
como “El único principio de subsistencia es el principio de autoridad” y “Una vez que tu
moral se fue por el desagüe, lo mejor es ser rata” y “La revolución nos hará justicia” y
“Uca, uca, el que se lo encuentre se lo emboruca”, y “Este es el año de Hidalgo, chingue
su madre el que deje algo” y “Usted me rasca la espalda a mí y yo se la rasco a usted”.
Héctor creía que México había sido en los años anteriores un país esencialmente injusto,
dominado por el abuso del poder, la arbitrariedad, la violencia contra los desamparados, y
últimamente por la mediocridad, la mochería, la maldad y el mal gusto.
Pero cuando leyó por encima el “expediente Morales” estuvo a punto de que la boca no se
le acabara de cerrar y que el cigarrillo que traía entre los dedos se los quemara. Aquello
era demasiado. Aquello era el álbum Barbie y Ken del abuso del poder. Era la justificación
de la idea de que el sistema le había pagado mordida al demonio. El paquete contenía
los papeles de Manuel Vázquez Montalbán, una foto enigmática, una hojita
mecanografiada titulada “Los negocios del temblor”, el folleto negro de la brigada blanca,
algunos comunicados de la comandancia de Ejército Zapatista, el resumen de una
conversación entre Marcos (¿?) y alguien llamado “garganta profunda” y una escueta nota
del subcomandante que decía: “Reciba el saludo de todos nosotros y el mío personal.
Hace unas semanas llegaron hasta nuestras manos unas notas del escritor Manuel
Vázquez Montalbán, encontradas por su hijo entre sus papeles tras su muerte, que nos
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llamaban poderosamente la atención sobre un personaje al que él llama “Morales”.
Desconocemos cómo fue la investigación en Barcelona que generó esas notas. No
sabemos si eran notas para una futura novela o algo muchísimo más serio, o ambas
cosas. Dado que parece un rompecabezas detectivesco, se me ocurrió que quizá usted
estuviera interesado en ayudarnos a desentrañarlo. Sobra decir que el personaje, si
existe, puede ser extremadamente peligroso. Si usted acepta colaborar en la
investigación, el compañero Elías Contreras será su enlace permanente con nosotros. En
caso contrario le rogaríamos la máxima discreción. Un abrazo desde las montañas del
sureste mexicano, Subcomandante Insurgente Marcos.”
De todos los posible escenarios había elegido su oficina y la mitad de la noche, quizá
porque para extender ante sí todos los papeles necesitaba de los escritorios del Gallo
Villarreal, de la mesa de trabajo del plomero Gómez Letras y de los sillones desvencijados
de Carlos Vargas. Trató de ordenar el material y sumarle los datos por él conocidos;
poner todo en orden y perspectiva. Perspectiva, esa dama a la que le había perdido la
costumbre.
Hacia el final del 68 un ex guerrillero, de unos 25 años, traiciona a su gente, incluida su ex
mujer y se vuelve ¿aliado, informante, agente? de los servicios secretos del gobierno
mexicano (según el Muerto que Hablaba) Este hombre comparte celda en la cárcel con
Jesús María Alvarado y con Fuang Chu Martínez tratando de sacarles información (según
el chino). Se hace llamar “Morales”. Pero no existen huellas de su paso por la cárcel, a lo
más una foto en la que se ve a un joven de nariz afilada, muy flaco y con lentes de miope.
De unos 25 años máximo. Ese personaje asesina a Jesús María Alvarado cuando éste
sale de la cárcel en 1971 (dice el chino) En años posteriores estará (¿puede estar?)
relacionado con la Brigada Blanca (según los papeles de Vázquez Montalbán) en la etapa
de la guerra sucia. En el cuadernillo titulado “el folleto negro de la brigada blanca”, un
escrito anónimo, mecanografiado, de ocho paginitas, impreso en un arcaico mimeógrafo
con una carátula azul pálido se registra un poderoso catálogo de horrores respecto a esta
organización policiaco-militar nacida en el 74 siendo Luis Echeverría presidente de
México. Una organización trans secretarial, entre el ejército y la Secretaría de
Gobernación, dedicada a acabar como sea con las incipientes guerrillas urbanas. Y se
valía todo, más allá de cualquier ley: secuestros, asesinatos, torturas. La dirige un tal
Nazar Haro. Un brevísimo comentario en el folleto, que contaba varias operaciones de
esta “Brigada Blanca” parecía dar cuenta de la presencia de Morales en ella, estaba
subrayada con lápiz rojo una línea: “entre los torturadores se encontraban Morales, el
agentes Urteaga y una madrina de apellido Canseco”, nada más En los papeles de
“garganta profunda”, una nueva mención: cuando se torturaba en la Brigada Blanca, “el tal
Morales era de los que tomaban nota (...) cuando Nazar cae de la gracia de sus jefes, el
tal Morales se esfuma, pero con una copia sin editar de los archivos de la Dirección
Federal de Seguridad, Los archivos verdaderos, no los que hicieron públicos“.
Belascoarán escribió “1983” como la fecha probable del desvanecimiento de Morales. En
su pasado la fecha estaba más o menos clara. Luego existía un breve vacío y se podía
meter después los datos de la hojita mecanografiada que parecía un fragmento de la
transcripción de una grabación decía textualmente: “lo que me contó Gustavo Arce, que
formaba parte de una de las brigadas que los estudiantes de antropología hicieron para
pararlos a estos güeyes, porque después del temblor trataron, sobre todo en el centro, de
aprovechar las grietas y los hundimientos, para derribar las casas y sacar a la gente a
patadas para luego construir lo que les diera su chingada gana, y llegaban los granaderos
con órdenes de desalojo dizque por seguridad de la misma gente, ¿no? Y ahí las brigadas
de los estudiantes del INAH los pararon porque ponían sellos en los edificios que decían:
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edificio catalogado, ¿no? Como monumento histórico. No se puede derribar sin permiso
del Instituto de Antropología. Y junto con los vecinos los paraban. Era de la chingada,
unos cabrones especulando con la desgracia de la gente, y el que coordinaba la
operación con la policía y con los dueños de los edificios, era un tal Morales, el señor
Morales. Gustavo, que habló muchas veces con él, se gritoneó con él, dice que era un
sapo, un pinche cínico, como de 50 años, que cojeaba un poco y traía unos anillos con
piedrota roja en el meñique y en el anular de la mano izquierda. A mí luego me dio
curiosidad ese Morales, porque no era parte del gobierno del DF. Y luego que se asentó
todo, ya no lo vieron en el Centro Histórico.
Yo pregunté por él y nadie me dio razón, pero mandaba en cuadrillas de la Secretaría de
Obras Públicas del gobierno del DF, y en oficiales del cuerpo de granaderos como si fuera
su meritito padre. Cuando yo quise escribir de esto, ya no andaba por ahí, aunque Laura,
la de la Unión de Damnificados también me dijo del Morales éste, y se acordaba que tenía
bigote y canas en las sienes. Poca cosa, ¿no? Bueno...” Había pues que situar a Morales
en septiembre de 1985 en la ciudad de México cuando el temblor de los 8.1 grados en la
escala de Richter. Nomás que era un Morales de “como 50 años”, mientras que el
Morales de Alvarado y la Brigada Blanca no tendría más de 35-38. ¿Era el mismo Morales
avejentado? Quizá. Nadie era bueno para calcular edades. En esto de sacar la edad,
como bien había demostrado María Félix, que cumplió 50 años tres veces, los mexicanos
no eran muy hachas. Y luego un salto mortal. Un nuevo papel con una nota: Inicio del
alzamiento zapatista en Chiapas. Enero del 94. Levantó el teléfono y marcó el número de
Luis Hernández, un antropólogo y periodista que escribía sobre el zapatismo, tenía la
única mochila en el mundo de la que salían cervezas frías y contestaba el teléfono a esa
hora de la noche en el diario. – Habla Belascoarán. ¿Te suena un Morales?
- A estas horas de la noche me suena todo y no me suena nada. ¿Relacionado a qué, mi
buen?
- A los zapatistas, por ejemplo.
- Pues sí, está el Morales que los traicionó. Un cuate que creo que se llamaba Daniel. Hay
un artículo en internet de Gilberto López y Rivas. Es el tipo que le dio a Tello toda la
información sobre el zapatismo para el libro de Las Cañadas.
- Gracias, mano.
- ¿Y en qué andas? ¿Algo de lo que se pueda escribir? Belascoarán hizo unos gruñidos
en el teléfono que admitían múltiple interpretación.
- Ah, ta´ bueno. Marcó de nuevo, esta vez a su internauta Cristina Adler. No corría el
riesgo de despertarla. Solía trabajar en las noches como traductora de novelas policíacas.
-Oye, chaparrita, hay un artículo en quién sabe qué periódico en quién sabe qué año, de
un tal López y Rivas sobre un tal Daniel. ¿Puedes decirme qué pedo con el Daniel ese?
Sigo en la oficina.
- Menos mal que soy una tal genia. Te hablo al rato, Berlusquis. Héctor aprovechó para
salir al pasillo, llegar hasta el baño común del piso y mear largamente. Ni un refresco más,
se dijo, pero lo primero que hizo al entrar al despacho fue saquear la caja fuerte y abrir
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una cocacola que milagrosamente estaba fría. Justo cuando el primer timbrazo del
teléfono llegaba.
- Pues sí, hay un Morales, Salvador Morales Garibay, alias Daniel. A eso se debe la
confusión de los nombres. “Comandante Daniel”. Era uno de los dirigentes militares del
EZ, pero poco antes de la insurrección, en octubre del 93 salió de la selva con el pretexto
de que haría contacto con un cargamento de armas proveniente de Centroamérica y
nunca más volvió. Reapareció en la puerta del Estado Mayor Presidencial, allí en Molino
del Rey, ofreciéndose como informador al ejército mexicano. Les dio datos sobre la
dirección del EZ, los sacó del limbo, según este artículo.
-Y por qué desertó? - Parece ser que estaba a cargo de un campamento que descubrió
el ejército y que la cagó y que casi precipita el alzamiento de los zapatistas, y lo
regañaron o algo así. Y se piró y terminó de oreja “con grado de capitán segundo de
administración en intendencia y con funciones específicas en la fuerza de tarea de la
sección segunda del Estado Mayor de la Defensa Nacional”, remató citando el artículo.
- ¿Y dice cómo es? ¿Qué edad puede tener?
-No, en ese artículo no, pero en otro sí. Me anticipo a tus peticiones Bascorancín. Cito
textualísima: “de una estatura de un metro 70, de 42 años (45 hoy día, váyase a saber de
que día habla, debe ser de hace a lo más un par de años) cabello negro con calvicie
pronunciada, ojos café oscuro, labios delgados, piel blanca y complexión delgada, fue
bautizado como El Dedo por los militares de bajo rango; otros le decían Chava”.
- ¿Algo más, genia?
- Hay una entrevista con él de Maité Rico y de La Grange en Letras libres.
- Yo no leo Letras libres.
-Pues te jodiste, porque yo tampoco, que servidora era la responsable de la célula Angela
Davis de la JC en los años 80 y algo se le ha de haber quedado. Héctor volvió a los
papeles de los zapatistas. Afuera los ruidos de la noche se habían suavizado, tan sólo el
leve rumor del tránsito. Encendió un cigarrillo sólo para descubrir que tenía otros dos
encendidos en el cenicero. Entre 1994 y 2000, según las notas de Manolo Vázquez
Montalbán, Morales tiene acceso a la valija diplomática de la embajada de México en
Madrid. ¿Para qué la usa? ¿Con quién contacta? ¿Qué negocios está haciendo en
España? ¿Para quién negocia? Pero también está trabajando como delator para el
ejército, y también tiene los archivos de la Dirección Federal de Seguridad y está
conectado con el más grande fraude inquilinario de la historia de México después del
temblor. Y tiene... Momento, se dijo Héctor, primero ordenar luego preguntar. Volvió a la
secuencia cronológica y colocó un papelito que con letras mayúsculas decía Acteal.
11:20 horas del 22 de diciembre de 1997. Matanza de Acteal. Los papeles de Vazquez
Montalbán vinculan a Morales con la matanza y se pregunta: “¿Cómo se relaciona con el
general Renán Castillo?” Según un comunicado del EZLN: Un grupo paramilitar
organizado por el PRI y financiado y armado por el ejército, había asesinado a 45
tzotziles que estaban rezando en una iglesia, un grupo perteneciente a una facción
neutral, desvinculado del zapatismo. El comunicado era muy preciso: los paramilitares
estaban “apoyados, entrenados y financiados por dependencias oficiales y elementos del
Ejército Mexicano. Entre otros elementos castrenses intervinieron: el general de brigada
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retirado Julio César Santiago Díaz; Mariano Arias Pérez, soldado raso del 38 Batallón de
Infantería; Pablo Hernández Pérez, ex militar que encabezó la masacre, y el sargento
Mariano Pérez Ruiz”. En el informe no aparecía el nombre de Morales. ¿Había estado
allí? ¿Era parte de la estrategia de formar grupos paramilitares? Luego un salto hasta el
2002. En las notas de Vázquez Montalbán aparecía una geográfia urbana: Hotel Princesa
Sofía, Plaza Pío XII, Centro Financiero (¿en el hotel?).
- De nuevo yo, chaparrita. ¿Qué se puede saber de un hotel llamado Princesa Sofía, en
Barcelona?
-¿Y que sigue después? ¿La cotización de la bolsa? ¿El precio del camote en el mercado
de mayoreo? Espérate, Belisquín, ni cuelgues... –segundos tan solo, debería tener una
máquina voladora, algún día Belascoarán entraría en el paraíso perdido de la red–. Lo
tengo, ¡bingo! Trescientos noventa euros la noche, ciento treinta y cuatro con tarifa
especial, con secador de pelo en la recámara, en avenida Diagonal, muy cerca del
Museo de las Artes Decorativas, un hotelote, grandote, lujosote, en la plaza Pío XII...
-
Se agradece –dijo Héctor. ¿Qué pasaba allá? Manolo dixit: Morales vivía solo en una
suite del reina Sofía. Iba al centro financiero. Entraba a las 21 y salía a las 22.
Entraba al Metro María Cristina a las 22:30 y salía a las 23:00. Y de ahí al hotel.
Según las notas del mismo Manolo el maletín que llevaba al Metro María Cristina
estaba repleto de billetes, de euros. Nuevo telefonazo.
-¿Cuando entra a circular en España el euro, m´hija? -Sin necesidad de máquina, caballero. ¿Qué estás haciendo? ¿Crucigramas para
tarados? Enero de 2002. Traía materiales en el portafolio (¿cómo lo sabía Manolo?)
(¿Qué materiales? Sobre Montes Azules) ¿Qué chingaos era Montes Azules? De nuevo
la Adler fue sacada de su retiro. - Nomás porque estoy traduciendo una novela de terror
bastante malita y estas exploraciones tuyas me tienen muy divertida. Un hotel en
Barcelona, un misterioso traidor llamado Daniel, la entrada en circulación del euro, una
reserva ecológica. ¿Te estás volviendo ecologista Belasquito?
-
No, sigo pensando que a los delfines hay que taqueárselos.
Diez minutos después sonaba el teléfono: Ahí te va, Belascucho, pero la verdad es que
tus intereses se están volviendo muy variados, pareces un detective del Siglo de las
Luces: 16 grados 4 minutos a 16 grados 57 minutos latitud norte y 90 grados 45 a 91
grados 30 longitud oeste, en Chiapas, al este del estado. Municipios de Ocosingo y Las
Margaritas. Charros, en la madre, eso es zona zapatista... La llaman una Reserva de la
Biosfera y tiene 331 mil 200 hectáreas. El 8 de diciembre de 1977 fue decretada Reserva
de la Biosfera; el decreto no fue publicado hasta el 12 de enero de 1978 en el Diario
Oficial de la Federación. Eso, y ahí te va una perla, mira como lo fundamentan, mi
estimado Belus: “Por otra parte, dadas las bellezas naturales de la zona, la reserva
presenta un notable potencial turístico incrementado por la presencia de restos
arqueológicos en su interior y en sus cercanías”. Se hicieron muchos “econegocios” al
final de los años 90 en esa reserva. Que mariposas, que muestras de bacterias, que aves,
yo que sé, no entiendo gran cosa del asunto. ¿Algo más, Belascas? Héctor colgó
mientras sumaba mentalmente: O sea que el gobierno federal activa el interés en una
reserva ecológica durante el gobierno de Zedillo, en plena zona de conflicto, años
después del alzamiento zapatista, en plena tensión militar. Una reserva ecológica, para
70
cuidar a los zopilotes y que los nativos no se fueran a mear en las aguas, y que los
turistas no dejaran botes de cocacola encima de una pirámide maya. Alguien había
estado fumando mota de mala calidad entre los federales. Había una foto en los
expedientes que le envíaron los zapatistas, a lápiz, en la parte de atrás una referencia
críptica: “Morales, presidente, Legazpi, Ramos de Miguel, Hotel Reina Sofía, Barcelona,
2002”. El que es indicado como Morales parece un hombre de poco más de 50 años,
calvicie prematura, mirada fuerte, con bigote; el que es identificado como “presidente”
está de espaldas. ¿Presidente o ex presidente? Ernesto Zedillo. ¿Estaba en España?
Héctor no reconoció a los otros dos personajes en la foto. ¿Qué seguía? 13 octubre
2004. Entre los papeles que envían los zapatistas estaba un comunicado de Marcos sobre
las comunidades de Montes Azules: “Debido al hostigamiento de grupos paramilitares y a
la intolerancia alentada en algunas comunidades por el Partido Revolucionario
Institucional, decenas de familias indígenas zapatistas se vieron obligadas, hace tiempo, a
desplazarse y formar pequeños núcleos de población en la llamada ‘biosfera de los
Montes Azules’. Durante el tiempo en el que han estado en esta terrible situación, lejos de
sus tierras originales, los zapatistas desplazados se han esforzado por cumplir nuestras
leyes que mandatan el cuidado de los bosques. No obstante, el gobierno federal, de la
mano de las trasnacionales que pretenden apoderarse de las riquezas de la selva
lacandona, han amenazado, una y otra vez, con desalojar violentamente a todos los
poblados de esa zona, incluyendo a los zapatistas. Los compañeros y compañeras de
diversas comunidades amenazadas de desalojo decidieron resistir mientras el gobierno
no cumpla con los llamados ‘acuerdos de San Andrés’. Su decisión es respetada y
apoyada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. En su momento lo señalamos y
ahora lo ratificamos: si alguna de nuestras comunidades es desalojada con violencia,
responderemos, todos, en el mismo tenor. “Zedillo, Carabias y Tello. Morales” dicen las
notas de Manolo. Hay una referencia a una cena. Ok. Montes Azules, el ex presidente, la
ex secretaria de Ecología, el escritor del libro sobre los zapatistas por encargo del propio
Zedillo y con la colaboración del capitán Morales. ¿Un negocio? ¿Un gran negocio? ¿Un
econegocio? Y eso lo llevaba al fin del 2004. A este personaje que según una adivinanza
enviada por el Muerto que Habla: “Tiene pluma” (¿escribe?), es más rápido que “Speedy
González”, “Vuelve después de muerto”, “Mata y muerde”. Hoy. Y hoy también las
relaciones con El Yunque. Esa sociedad secreta de ultraderecha que está enquistada
dentro del gobierno de Vicente Fox. Y hoy también, según los llamados de El Muerto que
Habla, Morales había secuestrado a un taquero de Ciudad Juárez llamado Juancho, que
la CIA usaba como doble de Osama Bin Laden.
Se asomó a la ventana para que le diera el aire. Si Morales era esos Morales, había
tenido una vida muy movida, pero algo no le cuadraba, a más de las diferencias de edad y
contradicciones entre las dos fotos, que al fin y al acabo no eran importantes, porque en
30 años la gente cambia mucho. El asesino espía vuelto torturador, vuelto capitán traidor
por segunda vez, vuelto financiero transa, vuelto operador de paramilitares, en Barcelona
haciendo bisnes raros, vuelto resuperfinanciero transa, vuelto enlace con la ultraderecha,
vuelto secuestrador de un taquero. ¿Habría tres Morales? ¿Uno mutante, cambiante?
¿Cinco? ¿Cincuenta? ¿Eran una familia? ¿Un trío? Los Morales, no esos eran otros.
¿Padre e hijo? ¿Cuál era el negocio de Montes Azules? ¿Y se había cerrado? ¿Quién era
el que había tomado la voz de Alvarado para revivir esta historia? ¿Era todo el guión de
una novela de Manuel Vázquez Montalbán con Carvalho en México? ¿Eso y un montón
de casualidades? Preparó un resumen de las grabaciones de El Muerto que Habla con
una nota previa para Contreras. Se descubrió bostezando. Cerró la ventana para que el
71
aire de la noche no le fuera a mover los papelitos que cubrían todo el cuarto. De repente
se acordó de algo fundamental.
–
Cristina, necesito que averigües dónde venden Chaparritas El naranjo, de uva.
-¿En serio? No mames, son las tres de la madrugada. Sí, claro, es en serio. Estás como
perro astronauta, Belascurris... Te llamo. Unos minutos más tarde sonaba el teléfono.
- Parece que en el DF ya no hay porque la página web de la compañía que la producía,
una tal Alimentaria de refrescos, ya no se abre... Pero en Guadalajara sí hay, y en Tuxtla
Gutiérrez las vendían a domicilio. “A la puerta de tu casa un paquete con 24 piezas de
mandarina, piña y uva, a 65 pesos. Pero se me hace que eso era en el pasado, porque
tampoco pude entrar en esa oferta para comprarte una... Dicen que se fusionó con la
cocacola. Y un señor que tiene una página que llama piropos nacos incluye uno que dice:
“Señor Naranjo, qué buenas están sus chaparritas” al lado de otro que dice: “Mamacita,
dichoso el clavo que ponche esas llantitas...” ¿Le sigo?
-
No, ahí muere.
Desde la ciudad de México. Paco Ignacio Taibo II. México, enero de 2005
CAPÍTULO IX
“EL MAL Y EL MALO”
En el que se narra de lo que platicaron la Magdalena y Elías en un café de chinos; se
explica que la geografía del mal está chueca y que el mundo está lleno de ventanas y
puertas; se da razón de cómo los comandantes zapatistas armaron el rompecabezas
enviado por el finado Don Manolo; y se da cuenta de lo que pasó cuando Elías fue a su
trabajadero del Belascoarán, de las preguntas que se hicieron y de las respuestas que se
dieron, del acuerdo al que llegaron, y de cómo se inició una partida de dominó de futuro
incierto. Todo esto y, además, algunas reflexiones (o definiciones) sobre el mal y el malo,
hechas por invitados involuntarios a esta novela. Que sea que es como un papá muy
grande, que sea un papá muy chingón, que dicen los ciudadanos.
Que sea que es como un papá muy grande, que sea un papá muy chingón, que dicen los
ciudadanos.
Así dije yo, Elías Contreras, comisión de investigación del EZLN. Y entonces la
Magdalena se echó una risa grande. Y entonces dale con risa y risa. Y entonces nomás
no paraba. Y entonces hasta se tuvo que ir al baño porque de la risadera le dieron ganas
de ir a 25, que sea orinar. Y entonces toda la gente nos miraba porque mucho reía la
Magdalena. Y bueno, también porque traía un vestidito muy chiquito y mostrando todo,
que sea que andaba bien encuerada, la Magdalena. Y entonces es que arresulta que
estábamos tomando un café en un café de chinos que está en la calle de Puente de
Alvarado, ya tarde en la noche, porque arresulta que la Magdalena pasó por mí a un su
cuartito que queda en la coloña Guerrero, allá en el monstruo, que sea en la Ciudad de
México. Y entonces en ese cuartito estaba yo sufriendo un poco bastante porque arresulta
que le cortaron el agua a la Magdalena, que sea que había que subir el agua con cubeta
por las escaleras, y entonces la cubeta estaba hoyada, que sea que se le salía un buen
tanto de agua y entonces pues tenía que dar varias vueltas, y entonces era un tiradero y
entonces me resbalé y me caí. Y entonces lo estaba lavando mi ropa y entonces sin
72
darme cuenta lo eché cloro a mi pantalón y se puso como pálido, como enfermo de
descolorido, y la camisa, que era blanca, pues ya no es blanca, que sea que quedó como
manchada porque la metí en la misma cubeta del pantalón, y entonces pues estaba yo
sufriendo porque que sea que ésa era mi ropa de salir, que sea la mejorcita que llevaba
yo a mi comisión de investigación en el monstruo, que sea en la Ciudad de México. Y
entonces llegó la Magdalena a decirme que esa noche había mucha competencia en la
taloneada y que lo único que iba a agarrar era una gripa y entonces me dijo que vámonos
a tomar un café a un café que yo te invito, dijo, que sea que la Magdalena me invitaba. Y
entonces, sin cambiarse la ropa, que sea sin ponerse nada más porque tampoco tenía
mucha ropa encima, nos fuimos a ese café de chinos. Y entonces, en el café onde
tomábamos café, nos pusimos a platicar y entonces yo le pregunté a la Magdalena que
qué cosa les dijo a los judiciales, que sea a la justicia, que me quería detener la otra
noche, que sea que qué les dijo para que no me llevaran en la patrulla. Y entonces la
Magdalena me dijo que les dijo a los judiciales que yo era su “padrote”. Y entonces la
Magdalena me preguntó si yo sé que cosa es “padrote” y yo le dije que sí sé y entonces
ella, que sea él, me preguntó qué cosa es “padrote” y entonces yo le contesté eso de que
es un papá muy grande, que sea muy chingón y entonces ella empezó con su risadera y
tardó un buen tanto de tiempo. Y entonces, ya cuando se calmó de su risadera, yo le dije
que entonces él, que sea ella, era como mi hijo o hija, según.
Y ella se pasó de la risadera a la chilladera, que sea que la Magdalena tiene muy revuelto
su pensamiento porque un rato está rise y rise y otra vuelta ya está con la lloradera. Y
entonces ya le pasé mi café con leche porque ella, que sea él, ya se había acabado el
suyo. Y entonces ya con el café se calmó un poco pero siempre algo se lloraba. Y
entonces yo le dije que no estuviera triste su corazón. Y entonces él, que sea ella, me dijo
que no estaba triste, que lloraba porque estaba contenta, que sea contento. Y entonces
yo claro lo miré que sí es cierto que la Magdalena tiene muy revuelto su pensamiento. Y
entonces yo le dije que cuando derrotemos al mal y al malo, ella, que sea él, se iba a
poder enderezar lo que estaba chueco y hasta se iba a conseguir un su marido y que yo
mero iba a ser su padrino de casamiento y que íbamos a llevar una marimba para echar
baile y que íbamos a dar pozol y tostadas dulces y quien quita y hasta matábamos una
vaca, según si conseguíamos la paga, y echábamos caldo. Y entonces la Magdalena
nomás decía “Ay Elías, ay Elías” y se reía y se chillaba pero al mismo tiempo todo, que
sea que era un relajo. Y entonces ella, que sea él, dijo que ojalá ganemos la guerra
porque nosotros, que sea los zapatistas, sí estamos luchando por la gente jodida. Y
entonces él, que sea ella, dijo que no importa si ella, que sea él, lo mira el día o la noche,
según, cuando ganemos, pero que nos apoya en todo lo que pueda porque una causa
así, que sea la causa zapatista, se merece el apoyo de lo mejor y que lo mejor está
siempre abajo, en la gente jodida. Y entonces la Magdalena me preguntó que ónde están
el mal y el mal para ir a partirles su madre orita mismo, dijo. Y entonces yo le conté que
eso mero es lo que estoy investigando, que sea ónde mero tienen su casa, que sea su
trabajadero, el mal y el malo.
EL MAL Y EL MALO SEGÚN FEDERICO GARCÍA LORCA.
Español, poeta, fusilado por los falangistas de Francisco Franco, acusado de ser
homosexual, intelectual, crítico de la iglesia y enemigo del conservadurismo.
“Los caballos negros son,
las herraduras son negras.
73
Sobre las capas relucen
manchas de tinta y de cera.
Tienen, por eso no lloran,
de plomo las calaveras.
Con el alma de charol
vienen por la carretera.
Jorobados y nocturnos,
por donde animan ordenan
silencios de goma oscura
y miedos de fina arena.
Pasan, si quieren pasar,
y ocultan en la cabeza
una vaga astronomía
de pistolas inconcretas.”
Fragmento de “Romance de la Guardia Civil Española”, en “Romancero Gitano”. 19241927.
EL MAL Y EL MALO SEGÚN LA MAGDALENA.
Mira Elías, tal vez tú me entiendas porque eres indígena y sabes lo que se siente con la
discriminación y el racismo. No sé, hay como un odio a lo que es diferente. Y ese odio no
es nada más que te vean mal, que se burlen de ti, que hagan chistes o que te humillen y
te insulten. Es algo que llega hasta el crimen. A algunas de nosotras, o nosotros, nos han
llegado a asesinar. A veces se sabe y a veces no. Y no me refiero a que nos asesinen en
un asalto o un secuestro. No, nos matan nomás por el coraje que les da nuestra
diferencia. Y además, por ser lo que somos, si pasa algo malo, de quien primero
sospechan es de nosotros, o nosotras. Porque ellos piensan que nuestra diferencia no es
natural, sino que es una perversión, una maldad. Como si nuestra preferencia sexual
fuera producto de una mente criminal, un rasgo de delincuencia... o de animalidad, porque
un obispo dijo que somos como cucarachas. No sé, pero el caso es que si uno, o una, es
homosexual, lesbiana, transexual o trabajadora sexual, ya estuvo que es el primer
sospechoso o sospechosa de algo malo. Entonces una, o uno, tiene que esconder su
diferencia o arrinconarla en una calle oscura. ¿Y por qué vamos a esconder lo que
somos? Trabajamos como cualquiera, amamos y odiamos como cualquiera, soñamos
como cualquiera, tenemos virtudes y defectos como cualquiera, o sea que somos iguales
pero diferentes. Pero no, para ellos no somos normales, somos como fenómenos
horribles, degenerados a los que hay que eliminar. Y no me preguntes quienes son ellos
porque no te sabría decir bien. Ellos. Todos. Hasta los que se dicen progresistas,
democráticos, de izquierda. Ya vez que en lo de Digna Ochoa y Pável González las
autoridades dijeron que ella era lesbiana y que el Pável era homosexual, como si eso
74
fuera un argumento para no hacer justicia. Y que, como eran así, pues se deprimieron y
mejor se suicidaron. Da asco. Pinche ciudad de la esperanza. Sí, porque si algo malo le
pasa a alguien como nosotros o nosotras, todos dicen “se lo merecía”, “por algo será”, y
cosas así. Además, ¿no se usa la referencia homosexual para insultar a alguien? “Puto”,
“marimacha”, “mampo”, “mariposón”. Bueno, pero qué te cuento a ti si “indio” sigue siendo
todavía un insulto en este país que se construyó y se levanta sobre las espaldas de los
indígenas. ¿Quiénes con ellos? Pues todos. O ninguno. Es como un ambiente. Como algo
que está en el aire. Y luego pues son hipócritas, porque los mismos que de día nos
insultan y persiguen, en la noche llegan a buscarnos “para saber qué se siente” o para
que su cuerpo confiese lo que su cabeza niega, o sea que son como nosotros. Cierto que
a veces también somos agresivos, pero es que sólo así nos defendemos. Si todo el
tiempo se la pasan chingándonos, pues claro que lo primero que pensamos es que
alguien se acerca para hacernos daño. La misma repulsa que provocamos la usamos
para protegernos. Pero, ¿por qué tiene qué ser así? Yo quisiera que fuera cierto lo que
me dijiste, que pudiera operarme y que mi cuerpo fuera lo que soy, y casarme, y tener
hijos. Pero no quisiera mentirle a ellos, a mis hijos, sobre lo que fui. Y no quisiera que
ellos se avergonzaran de mí. Cierto que ha habido cambios, que ya la homosexualidad y
el lesbianismo no son tan perseguidos, pero eso es arriba, con la gente de dinero o de
prestigio. Pero acá abajo sigue la misma chingadera. El mal es esa incapacidad de la
gente para tratar de entender la diferencia, porque tratar de entender es respetar. Y luego
la gente persigue lo que no entiende. El mal, papá Elías, ¿me dejas que te diga papá?, se
oye mejor que “padrote”. El mal, papá Elías, es la incomprensión, la discriminación, la
intolerancia. Está en todos lados. O en ninguno...
EL MAL Y EL MALO SEGÚN DON QUIJOTE DE LA MANCHA
Y SANCHO PANZA, SU ESCUDERO.
Viejo desfacedores de entuertos (ahora cumplen 400 años).
“En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así
como Don Quijote los vio, dijo a su escudero:
- La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque
¿ves allí, amigo Sancho Panza, dónde se descubren treinta, o pocos más, desaforados
gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos
comenzaremos a enriquecer?; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar
tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
– ¿Qué gigantes? –dijo Sancho Panza.
– Aquellos que allí ves –respondió su amo– de los brazos largos, que los suelen tener
algunos de casi dos leguas.
- Mire vuestra merced –respondió Sancho– que aquellos que allí se parecen no son
gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que
volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.
- Bien parece –respondió Don Quijote– que no estás cursado en esto de las aventuras:
ellos son gigantes; y si tienes miedo, quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que
yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.”
Miguel de Cervantes Saavedra. El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Tomo I.
75
1605.
EL MAL Y EL MALO SEGÚN DOÑA SOCORRITO.
Tal Vez camina por la orilla de la playa que, tal vez, a esa hora está casi desierta. Tal vez
de vez en cuando se detiene a recoger alguna concha de mar. Tal vez está por cumplir
71 años. Tal vez en marzo. Tal vez la acompaña una de sus nietas. Tal vez la niña tiene
menos de 5 años. Tal vez las dos tararean “Que siempre estarás con nosotros / y
nosotros contigo / en el mismo bolsillo del pantalón...” Tal vez la niña desafina en la
sílaba final.
Tal vez Doña Socorrito está diciendo ahora que el mundo puede ser como una casa
grande o como una cárcel pequeña; que el mundo está lleno de ventanas y puertas; que
el mundo es un gran rompecabezas lleno de habitaciones, algunas oscuras, algunas
iluminadas; que el mundo está lleno de realidades diferentes, distintas, y a veces
contradictorias; que en el mundo cada realidad tiene dos puertas y que una es la puerta
del mal cierto y otra es la puerta del bien incierto; que a veces uno puede elegir en qué
habitación va a vivir; que a veces uno no puede escoger y que la vida y el mal lo avientan
a uno donde sea; que si uno puede elegir, entonces tiene que elegir dos veces; que, si
puede, uno tiene que elegir dónde estar y, además, por cuál puerta entrar; que el trabajo
de los adultos es mostrarles a los niños y niñas todas las ventanas posibles para que se
puedan asomar a todas las habitaciones posibles; que el trabajo de los adultos es luchar
todo el tiempo porque los niños y niñas tengan siempre la libertad de elegir la habitación
del mundo en la que van a estar, y la libertad y la responsabilidad de elegir la puerta por
la que van a entrar a esa habitación; que entonces uno puede ser lo que sea y en donde
sea, pero tiene que elegir entre ser bueno y ser malo.
Tal vez Doña Socorrito está diciendo que el mal lucha por que no haya libertad ni
responsabilidad en elegir habitación y puerta; que los hombres y mujeres que luchan
contra el mal no hacen otra cosa que luchar por todos los niños y niñas, sin importar su
color, su apellido, su tamaño, su nacionalidad, su raza, su idioma; que de nada sirve un
mundo nuevo si nada hacemos por cambiar el que tenemos; que el mal presenta a la
niñez como coartada donde el mal es destino manifiesto; que quienes luchan contra el
mal quieren que la niñez sea, simple y sencillamente, una mirada abierta.
Tal vez eso dice Doña Socorrito, caminando frente al mar de oriente. Tal vez la niña la
escucha.
EL MAL Y EL MALO SEGÚN PEDRO MIGUEL, PERIODISTA
DEL DIARIO MEXICANO LA JORNADA.
“Pero el actual ocupante de la Casa Blanca (George Walker Bush, presidente de Estados
Unidos) habla tanto del Altísimo que lleva a preguntarse por la pertinencia de
desempolvar la teología y emplearla como instrumento de análisis del mundo
contemporáneo (...) George Walker (...) parece estar honestamente convencido de que él
y Dios (en ese orden) forman un equipo formidable. Por descontado, el presidente
considera que la ayuda divina es el activo más importante que las tradicionales alianzas
terrenales de Estados Unidos (Francia, Alemania, España, Canadá) (... ) Si el Imperio
Celestial forma parte de esa alianza, qué caso tiene lamentarse por la salida de ella de
uno que otro paisucho. Qué necesidad va a tener de formular una definición clara del
Mal, si resulta evidente que el Mal es todo aquello que antagonice con el Señor, Quien, a
Su vez, ha resultado ser estratega genial, economista preclaro y promotor (re) electoral
76
agudísimo y certero”.
“Bush y Dios”, en “La Jornada”, 25 de enero del 2005.
EL MAL Y EL MALO SEGÚN LA CHAPIS.
La Chapis es monja, hermana, religiosa, o como se le quiera llamar. No se puede decir
que “tomó los hábitos” porque anda vestida normal, aunque hay una cierta austeridad y
sencillez en su atuendo que la delata. La congregación religiosa a la que pertenece la
Chapis es, como dirían los zapatistas, “muy otra”: en lugar de encerrarse a rezar o adular
con la promesa de indulgencias a los poderosos, sus integrantes se dedican a esa
práctica cristiana que se llama “opción por los pobres”. O sea que, como luego dicen,
trabajan con los jodidos. Además de monja, la Chapis es chiquita. Tan pequeña es que el
apodo de “Chaparrita” le quedaba grande y por eso le dicen Chapis. O sea que es
chaparrita hasta en el sobrenombre. La Chapis escogió como nombre de lucha el de
“Lucrecia” porque, dijo, los malos nunca pensarían que “Lucrecia” es una monja. Pero de
balde se puso “Lucrecia” porque todos le siguen diciendo Chapis. Chapis Lucrecia está
ahora platicando con Elías Contreras, en una fonda de comida corrida, por el rumbo de
San Pedro de los Pinos, en el D.F. Elías quiere mucho a la Chapis porque, aunque sabe
que Elías está muerto, no le tiene miedo y habla con él, así que Elías está muy a gusto
comiendo, por 25 pesos mexicanos, una tacita de consomé de pollo, arroz, hígado
encebollado (¡guácala!), arroz con leche, y agua de horchata a discreción. Habla la
Chapis, Elías escucha.
- El problema con el mal y el malo es geográfico. O sea que la geografía del mal fue
invertida, la pusieron al revés. Y es que, cuando cuentan la historia de la creación, los
ricos voltean todo. Según esto el cielo, o sea el Dios, o sea el bien, está arriba; y el mal y
el malo, o sea el diablo, están abajo. Pero no, Dios no está arriba. Para corregir el error
fue que Dios mandó a su hijo, o sea a Cristo, a la tierra. O sea para demostrar que el
bien, o sea el cielo, no estaba arriba, lejano de lo que pasaba en la tierra. Los poderosos
de entonces habían convencido a todos de que la tierra estaba organizada como el cielo,
o sea que arriba estaban los buenos, o sea los gobernantes, los que mandaban, y abajo
estaban los que obedecían, los malos. O sea que el equivalente del cielo era el gobierno
y el equivalente de Dios era el gobernante. O sea que así justificaban, y justifican todavía,
que hay que obedecer a los que gobiernan porque son buenos. Ahí está Bush, que trae a
Dios como le da la gana, o sea que usa a Dios para justificar sus maldades. Entonces a
Cristo lo crucifican porque viene a cuestionar todo eso y, siendo el hijo de Dios, en lugar
de reunirse con los gobernantes, cenar en sus palacios, hacer un partido político o
convertirse en su asesor, ¿qué hace?, pues se va a nacer en un pesebre, rodeado de
animales, crece en una carpintería y se hace una organización con puros pobres. ¿Se iría
Dios a donde está el mal? No. Entonces se va con los de abajo y así nos dice que el bien
no está arriba, porque si así fuera pues hubiera nacido en la casa del cabrón de Salinas
de Gortari o del pinche Bill Gates ése, pero no. Entonces el cielo no está arriba, ni el bien
tampoco. El mal está arriba a la derecha, con los ricos, con los que mal gobiernan, con
los que oprimen al pueblo. ¿Dónde quedó entonces el bien? No lo sabemos, hay que
buscarlo. No sé si, al contrario, el bien está abajo a la izquierda, pero si sé que es un
buen inicio empezar a buscarlo por ahí. Por eso yo, cuando rezo, bajo la mirada, porque
estoy rezándole al Dios que está con los de abajo. Por eso no estoy de acuerdo con los
pinches obispos y sacerdotes que se la pasan con los ricos y se vuelven uno de ellos
hasta en la forma de vestir. Así es que yo te aconsejo que, si buscas al mal y al malo, los
busques arriba y a la derecha. Seguro que ahí viven. Oye Elías, no me vayas acusar con
el Sup de que digo groserías. Si no vas a querer el arroz con leche yo me lo como.
77
EL MAL Y EL MALO SEGÚN LEONARD PELTIER.
Indígena, artista, escritor y activista por los derechos indígenas en USA, actualmente
preso ilegal e injustamente.
“El gobierno, bajo el pretexto de la seguridad y el progreso, nos “libera” de nuestras
tierras, recursos, cultura, dignidad y futuro. Ellos violan cada tratado que han hecho con
nosotros. Uso la palabra “liberar” en tono de burla y sarcasmo, de la misma manera que
ellos usan las palabras “daño colateral” cuando asesinan hombres, mujeres y niños. Ellos
describen a la gente que defiende sus tierras como terroristas, salvajes y hostiles, y nos
acusan de ser los agresores. Mis palabras buscan encontrar a los no indios. Miren ahora
antes de que sea demasiado tarde, vean lo que se está haciendo a otros en vuestro
nombre y vean cuánta destrucción permiten ustedes cuando no dicen nada. Su propio
tratado, el que existe entre ustedes y el gobierno, es violado todos los días, este tratado
es conocido comúnmente como Constitución”.
Penitenciaria de Leavenworth, Kansas, USA.
Enero del 2004.
EL MAL Y EL MALO SEGÚN EL TAL MORALES.
No es que uno sea cínico, sino realista. Y la verdad es que si no chingas, entonces te
chingan a ti. Claro que hago negocios, y no me vengan ahora con tonterías de ética y
justicia porque todos los negocios son sucios, siempre se trata de comprar barato y
vender caro. ¿O cómo creen que se hicieron las grandes fortunas de los hombres y
mujeres más respetadas de México y del mundo? Todo se compra y se vende: la tierra,
el cuerpo, la conciencia, la Patria. Sí, bueno, no siempre compré. Sí, arrebaté, despojé,
pero si no era yo iba a ser otro. Y es que hay gente que nace para estar jodida, como que
lo traen en la frente grabado: “chínguenme”. ¿Traicioné? Depende de cómo lo vea uno.
Según yo, sólo cambié de paradigma, y eso lo hacen todos en todo el mundo, nomás que
le dicen “madurar”, “realismo”, “sensatez”. ¿Maté? Pues sí, pero es que uno no puede
ascender sin mancharse las manos. No, nunca lo hice de frente. No por cobardía, es que
me da lástima ver los ojos de los futuros difuntos. Además, de todas formas se iban a
morir, yo sólo les apuré la despedida. Bueno, sí, a veces sí tuve miedo de matar de frente
porque era gente brava. ¿Engañe? No más que cualquiera de los políticos o
empresarios.
Bueno, es que hay niveles. O sea que en esto de la maldad hay amateurs y
profesionales. Yo soy de los profesionales, pero empecé como amateur. Y no pierdo la
esperanza de entrar a las grandes ligas, o sea entrarle a la política y quien quita y hasta
llego a presidente de la República. Si ya otros lo han hecho, no veo por qué yo no. Y es
que, mire usted, en el mal hay niveles: están los que joden a los jodidos y están los que
joden a los jodedores de jodidos. Yo estoy digamos que en nivel medio. O sea que
alguien con mucho poder y dinero quiere hacer un negocio pero no quiere que se sepa y
no quiere batallar con las pequeñas dificultades que suelen surgir. Ahí es donde entro yo.
Algo así como un intermediario, pero más efectivo porque no sólo veo lo que se va a
comprar, también lo preparo, lo limpio y lo entrego lavadito y planchadito. El cliente no se
mancha las manos de sangre ni se fastidia con papeleos y trámites. Claro que me quedo
con mi comisión. O sea que se puede decir que soy como una especie de intermediario
del mal. Mire usted, ¿sabe cuál es la ciencia para triunfar en esto de la maldad? Pues
saber caer parado siempre, jugar en todas las canchas y con todos los equipos, estar
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bien con dios y con el diablo, chingar al que está siendo chingado por el más chingón,
bajar la mirada ante el poderoso y alzarla ante el débil. En suma, hacer política moderna.
O sea que en esto de la maldad hay que tener buen “timming”. ¿Qué? ¿Mirarme al
espejo? No, para qué, si con influencias y dinero todos te miran muy guapo. ¿Qué si
tengo alguna aspiración? Como no, mire usted yo aspiro a legar a viejito sin ningún
problema y, eso sí, con el colchón forrado de tarjetas de crédito y unos cuantos millones
en bancos en el extranjero. Sí, viejito así como el Pinochet. Ya ven que los viejitos
inspiran lástima, no importa cuántas chingaderas hayan hecho ni cuántos cristianos se
hayan despachado. En este negocio de la maldad, la jugada está en llegar a viejo, si no
dígame usted a quien de los malosos que esté viejito lo han castigado. ¿Militancia
política? Bueno, pues me cambio según me conviene, o sea que mis convicciones
políticas son como mis calzones. Sí, cualquier partido político te acepta si te pones guapo
con una feria. Dinero, sí, eso es lo que buscan ellos, lo que buscamos todos. Y yo sé
dónde está el dinero y lo que hay que hacer para conseguirlo. ¿Tenerle miedo a la
justicia? No me haga reír, ¿qué no ha entendido que nosotros somos la justicia?
EL MAL Y EL MALO SEGÚN ANGELA Y. DAVIS. Activista norteamericana contra el
racismo y la represión política. Estuvo presa injusta e ilegalmente.
“La publicitada función de la policía, “proteger y servir a la gente”, llega a ser la caricatura
grotesca de proteger y preservar los intereses de nuestros opresores y no está a nuestro
servicio sino al servicio de la injusticia. El Fascismo es un proceso, crece y se desarrolla
con la naturalidad de un cáncer. Mientras que hoy la amenaza del fascismo puede estar
primariamente restringida al uso de los aparatos de la ley, las fuerzas policiales, el
aparato judicial y penal, en contra de las resistencias abiertas y latentes de las
nacionalidades oprimidas, mañana podrían atacar a la clase trabajadora en masa y aún
eventualmente a los demócratas moderados”.
Cárcel del Condado de Marin, USA.
Mayo de 1971.
EL MAL Y EL MALO SEGÚN EL RUSO.
Traicionar la memoria de nuestros muertos. Renegar de lo que somos. Perder la
memoria. Vender nuestra dignidad. Avergonzarnos de ser indígenas o negros o chicanos
o musulmanes o amarillos o blancos o rojos o gays o lesbianas o transexuales o flacos o
godos o altos o chaparros. Olvidar nuestra historia. Olvidarnos de nosotros mismos.
Aceptar lo que nos da de tragar el poderoso. Rendirnos. No luchar. Hacer como que no
vemos que los pinches fascistas se están apoderando de todo. Asumir el “dejar hacer,
dejar pasar” en nuestras vidas y dejar hacer al poderoso y dejar pasar las chingaderas
que están haciendo con nosotros. Dejarnos engañar por los medios de comunicación.
Pelearnos entre compañeros de lucha. Pelearnos contra los que están jodidos como
nosotros. Dejar que le metan mano a la tierra y la envenenen con sus pinches
transgénicos. Quedarnos callados ante las guerras de dominación. Votar por Bush.
Comprar en la Wall Mart. Mentirnos a nosotros mismos y mentirles a los nuestros. Dejar
que ellos atropellen, maten, saqueen, engañen y, al final, se salgan con la suya. Eso es
el mal. Eso y otras cosas que ahorita no puedo decir porque ya me encabroné. Ahí está
su pinche torta.
EL MAL Y EL MALO SEGÚN EL GENERAL VICENTE ROJO, Jefe del Estado Mayor
Central del Ejército Popular Republicano. Combatió contra los franquistas en defensa de
79
la República Española.
“La No Intervención pesaba como una losa sobare la República; y en tanto se creaba en
torno de ésta una atmósfera de aislamiento, nosotros podíamos recibir informes
fidedignos relativos a las armas y pertrechos de guerra de todas clases que
desembarcaban en los puertos del Cantábrico y del Sur; apreciábamos cómo, a base de
la frustrada derrota total de la República, esperada en el mes de abril, se firmaban pactos
con los países que invadían nuestro suelo; veíamos crecer incesantemente los
contingentes de técnicos alemanes y los italianos que nutrían las Divisiones de Gambara,
y contemplábamos cómo se sucedían en el aire los nuevos modelos de aviones italianos
y alemanes, salidos de la experiencia de nuestra guerra, para hacer nuevos
experimentos en la carne y en la tierra españolas. ¿Qué terrible delito había cometido
una República que defendía su Constitución y sus leyes, para que se la sometiese
internacionalmente a una asfixia material y moral, condenándola a ver esterilizados sus
esfuerzos?
En “España Heroica”. 1942.
EL MAL Y EL MALO SEGÚN EL CHINO.
Hay una especie de Internacional de la derecha. Sí, así como hubo una internacional de
la izquierda, aunque luego se hizo un desmadre y desapareció. Ya ven que nos mataron
a León Trotski y nos persiguieron mientras duró el campo socialista. Para eso servía el
internacionalismo proletario, para que la izquierda se chingara internacionalmente. Sí
pues, a la internacional de izquierda no la acabó el imperialismo o la CIA, nosotros
mismos le dimos en la madre y tan-tan, se acabó, kaput, la internacional. Nomás que la
de la derecha sigue y ahora se está reorganizando. Eso es lo que es la globalización
neoliberal, una reorganización internacional de la derecha. Pero la derecha sí aprendió lo
que no aprendimos nosotros, o sea la vieja izquierda no de la de ahora que ni a centro
llega. Y es que la derecha tiene su parte abierta y su parte clandestina. Y aprendió a
infiltrarse, Infiltró a la Iglesia, a los partidos políticos, a los medios de comunicación, a las
universidades, a los empresarios, a los sindicatos, al ejército, a la policía, a los jueces, a
los diputados y senadores, hasta a los equipos de fútbol. Pero no vaya usted a creer que
la derecha es muy bien portadita y muy disciplinada. No, tiene sus divisiones y sus
pugnas. Por ejemplo, están los “doctrinarios” y los “negociantes”, éstos últimos van por la
plata, la marmaja, el money, la luz, la pachocha, el varo, el dinero pues, y aparecen en
todos lados. Los “doctrinarios” son los que se encargan de la parte ideológica y no ven
bien a los “negocientes”. Como quien dice, la derecha tiene sus contradicciones internas.
Los “doctrinarios” son fanáticos y ésos sí son capaces de provocar guerras. Andele, sí,
como la de los cristeros. Los “negociantes” son más prácticos, o sea que le ponen precio
a su “paciente prudencia”, un puestito grande, mediano o chico y ya. ¿A poco no ha visto
cómo los panistas saltan de un partido a otro? Bueno, es cierto, de todos los partidos, no
sólo el PAN. Andele, sí el PAN es un excelente ejemplo de una filial de la internacional
fascista. La Internacional del Mal, eso es la globalización. Son 45 pesos de la regadera,
con el champú, el jabón y la toalla. Sí, es que estamos en oferta porque hace mucho frío
y nadie se baña. Puro desodorante se echan. Sí, a veces ni eso.
EL MAL Y EL MALO SEGÚN MUMIA ABU JAMAL, periodista y activista contra el
racismo, actualmente condenado a muerte, injusta e ilegalmente, en USA.
(Haciendo referencia la reciente devastación provocada por los tsunamis en las costas de
Asia). Hay otra guerra del agua que está emergiendo y que puede afectar la vida de
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millones (...) A lo largo de todo el globo, en Africa, Asia y Latinoamérica –incluso aquí, en
Norteamérica–, la gente está viviendo bajo la amenaza de la corporativización del agua y
de los sistemas acuíferos. Las aguas de la tierra, que habían sido, desde el amanecer de
la civilización humana, para el uso colectivo de la comunidad, se están convirtiendo
rápidamente sólo en una comodidad más –algo para vender. Si tienes para conseguirla,
bien. Si no, peor (...) Dentro de poco, habrá dinero en el agua, y donde hay dinero hay,
también, corporaciones tratando de obtener ganancias. Ese es el lado oscuro, invisible y
traidor de la globalización que promueven los gobiernos occidentales y las corporaciones.
Eso también es lo que realmente significa la privatización: tomar la herencia común de la
naturaleza y convertirla en una propiedad privada más”.
Pasillo de la Muerte de Pennsylvania, USA.
30 de diciembre del 2004.
EL MAL Y EL MALO SEGÚN LA COMANDANTA ESTHER Y EL COMANDANTE DAVID
(Esther y David le explican al Sup el probable origen de los apuntes de Manuel Vázquez
Montalbán).
Yo creo que lo que pasó es que Don Manolo estaba haciendo un escrito sobre la derecha
en el gobierno de la España...–, empieza David mientras revisa sus apuntes.
-Sí–, dice Esther, –o sea que estaba viendo como el franquismo se había reorganizado–.
-Entonces estaba investigando a la organización española ésa de “Ciudad Católica” y
miró que esa organización fascista tenía relaciones con otras organizaciones de extrema
derecha en otros países– dice David mientras señala un mapamundi.
- En México con la organización que se llama EL YUNQUE–, señala Esther mientras
muestra el libro del mismo nombre, de Alvaro Delgado, y continúa:
- Bueno, entonces acá en México tenemos que, desde 1998, empieza a hacer viajes a
Chiapas la que se llama Comisión Internacional de Observación de Derechos Humanos,
que está, o estaba, formada por personas de varios países del mundo, principalmente de
Europa, que estaban preocupadas por las violaciones a los derechos humanos de las
comunidades indígenas, la militarización y paramilitarización. Esta Comisión hace su
primer viaje después de la matanza de Acteal y en pleno ataque de Zedillo y del
Croquetas Albores en contra de los municipios autónomos. Para evitar que vieran sus
chingaderas, el gobierno expulsa de México a varias de esas personas, principalmente
de Italia.
David sigue con la argumentación:
- En esa Comisión participaba, o participa, Daniel, el hijo de Don Manolo, que, entre otras
cosas, le hace a lo del video. Así que, en los trabajos de la Comisión, Daniel Vázquez
Montalbán tomó videos de los puestos militares y de las reuniones con los del mal
gobierno de Zedillo. De regreso en Barcelona, Don Manolo vio, en compañía de un tal
Pepe Carvalho, los videos que filmó su hijo en Chiapas–.
David vuelve a checar sus apuntes y sigue hablando:
- Pepe Carvalho era, o es, un detective y le estaba ayudando a Don Manolo en la
investigación del neofranquismo en el Estado Español. Cuando están viendo los videos, el
81
señor Carvalho pidió que repitieran las partes donde aparecen los representantes del mal
gobierno de Zedillo y los de los puestos militares. Ni Don Manolo ni su hijo entendieron
por qué, pero lo hicieron. En determinado momento, el señor Carvalho identificó a alguien
diciendo “Ese es Morales”. Esa persona aparecía a un lado del General Renán Castillo
que, como tú sabes, es el que organizó los grupos paramilitares en los Altos de Chiapas y
fue, junto con Zedillo, uno de los que planeó la matanza de Acteal el 22 de diciembre de
1997–.
Y entonces el señor Carvalho le explicó a Don Manolo que, en su investigación sobre la
derecha en España, había topado varias veces con ese personaje y que sabía que tenía
buenas relaciones con el gobierno de José María Aznar y que lo conocían por “Morales”,
así nomás, sin más datos. Entonces lo que hace Don Manolo es pedirle a Carvalho que
investigue más del tal Morales–, dice Esther.
- O sea que, como decimos acá, le pide que le ponga “cola” al tal Moales–, acota David.
- Eso–, dice Esther –le pone “cola” al tal Morales y descubre lo del hotel, la estación del
metro, el centro financiero, la embajada de México. Con alguna maña del Carvalho
averiguan lo del maletín con los papeles y lo de los euros.
Ahora es David:
- Siguiendo su investigación descubre relaciones del gobierno de Aznar con los servicios
de inteligencia del gobierno mexicano para hostigar a los ciudadanos vascos que residen
en nuestro país y acusarlos de pertenecer a la ETA. Como sabes a esos vascos los
secuestran, torturan, y ya luego los entregan a los jueces, con las mismas técnicas que
usaba la Brigada Blanca en la que se llama “Guerra Sucia”. Carvalho descubre no sólo
que en México hay un acuerdo entre los poderosos para que no salga la verdad de la
guerra sucia, también descubre que EL YUNQUE está reactivando grupos paramilitares
por medio de una de sus organizaciones que se llama “MURO”. Y no sólo, Carvalho
además encuentra a...
- El tal Morales–, interrumpe Esther.
–¿Y lo de Montes Azules, la Biodiversidad y las trasnacionales? –pregunta el Sup.
Esther le responde:
– Según el informe que nos pasaste de “Garganta Profunda”, el tal Morales estaría
traficando con especies animales de la Selva Lacandona, además de estar en las transas
de Julia Carabias y Ernesto Zedillo para vender terrenos de Montes Azules a las
trasnacionales. Tal vez Don Manolo lo supo porque el señor Carvalho encontró algo en el
maletín del tal Morales y porque supo de la reunión entre Zedillo, Carabias, Tello y
Morales allá en las Españas.
- Mmh, ya se empieza a ver completo el rompecabezas–, comenta el Sup encendiendo la
pipa.
- ¿Dónde está Elías? –pregunta David.
- En el monstruo. Ya se encontró con el detective Belascoarán, que estuvo de acuerdo en
cooperar en la investigación. Elías lo va a ver otra vez en estos días para intercambiar
información y decidir qué sigue–, responde el Sup.
82
- Yo creo que ya hay que traerlo de regreso–, dice Esther.
- Sí –dice David–, según los informes de la Junta de Buen Gobierno de La Realidad, el tal
Morales venía en el grupo del Fox que estuvo en la Selva Lacandona en estos días y
tuvieron una reunión a puerta cerrada con algunos personajes que llegaron ocultos, por
eso el Fox se quedó a dormir ahí. De la comitiva del Fox regresaron todos, menos uno...
- El tal Morales –vuelve a interrumpir Esther.
- La zona de Chiapas en la que estuvo el Fox tiene maderas preciosas, petróleo, mucha
riqueza de plantas y animales, uranio... y agua. Si en algún lugar están el mal y el malo es
aquí–, dice David y señala con el dedo una parte del mapa de Chiapas, México, que dice
“Reserva de la Biosfera Montes Azules”.
EL MAL Y EL MALO SEGÚN JOSE REVUELTAS.
Escritor y militante radical de izquierda en México. Fue, entre otras cosas, preso político
“El PAN representa a los sectores económicos cuyo trabajo es menos “fecundo y creador”
en la vida del país. Son los sectores del capital bancario y comercial, del capital
inmobiliario y del que vive y medra a la sombra de la importación, y que tiene al prototipo
físico de sus representantes en el “licenciado” cuya aparición histórica en el país data de
la colonia y la Universidad Pontificia (...) Ahora bien, el anhelo de Acción Nacional y sus
licenciados sería el de que México constituyera un campo abierto al desarrollo y la
prosperidad de los capitales extranjeros, sin cuyo impulso –según el propio PAN– nuestra
economía está condenada a que los buitres le devoren las entrañas, a causa de haberse
rebelado contra los dioses, en nuestro caso los grandes intereses del capital imperialista
norteamericano”.
“México: una democracia bárbara”. Octubre-Noviembre de 1957.
EL MAL Y EL MALO SEGÚN PABLO NERUDA.
Chileno, poeta y militante de izquierda.
“He visto al mal y al malo, pero no en sus cubiles.
Es una historia de hadas la maldad con caverna. (...)
Encontré a la maldad sentada en los tribunales
en el Senado la encontré vestida
y peinada, torciendo los debates
y las ideas hacia los bolsillos.
El mal y el malo
recién salían de bañarse: estaban
encuadernados en satisfacciones,
y eran perfectos en la suavidad
83
de su falso decoro”.
Fragmento de “Se reúne el acero” (1945) en “Canto General”.
PARTES DEL INFORME SOBRE LOS TRABAJOS DE ELIAS EN EL MONSTRUO,
ENVIADO POR EL SUB AL COMITÉ CLANDESTINO REVOLUCIONARIO
INDIGENACOMANDANCIA GENERAL DEL EJERCITO ZAPATISTA DE LIBERACION
NACIONAL A INICIOS DEL AÑO DEL 2005.
Según reportó, Elías fue camarero del restaurante Champs Elisées, en Polanco, y en él
provocó uno de los ataques de cólera más agudos que ha padecido Diego Fernández de
Cevallos, senador del Partido Acción Nacional, abogado de criminales, amigo de
narcotraficantes y arquitecto de la campaña de Santiago Creel, secretario de gobernación,
por la candidatura del PAN a la presidencia de México.
Resulta que la “Coyota” (así es como conocen a Fernández de Cevallos), estaba
comiendo en ese restaurante con sus amigos Jesús Ortega (un corrupto del PRD,
conocido por manejar en beneficio propio la nómina de ese partido, aspira a gobernar el
Distrito Federal después del desafuero de López Obrador), Manuel Bartlett (del PRI,
vinculado al narcotráfico y aspirante a engancharse con algunos de los grupos de narcos
que, tras los precandidatos priístas a la presidencia de la República, se disputan el Poder)
y Enrique Jackson (también del PRI, también precandidato, dueño de varios giros negros
en el D.F. y, según informes de la DEA norteamericana, también ligado a uno de los
cárteles de la droga). A Elías le tocó atenderlos. El señor Fernández de Cevallos le gritó a
Elías “A ver tú, pinche indio pata rajada, tráenos el menú” y, volteando a ver a sus
compañeros de mesa, agregó “a ver si no se queda dormido este indio holgazán” y los
demás lo festejaron con risas y aplausos. Elías les llevó el menú. Al recibirlo, Fernández
de Cevallos, le dijo “oye tú, no les vayas a creer a los zapatistas, los indios están para
servirnos, para eso los conquistamos”. Más risas y aplausos de los narcolegisladores.
Elías esperó a que terminaran de ordenar, haciendo como que escribía. Se fue y, después
de un rato, regresó pero no con la orden, sino con una botella de antiácido, con un moñito
pegado y una tarjeta que decía “Para la Coyota y sus crías”. Fernández de Cevallos se
puso de todos los colores y no podía ni hablar. Según Elías, la Coyota nomás pelaba
tamaños ojotes, como cuando regaña a los reporteros. El capitán de meseros se acercó a
ver qué pasaba y Fernández de Cevallos sólo alcanzaba a señalar a Elías, mientras sus
tres cochinitos le daban golpes en la espalda y lo abanicaban con las servilletas. Llamaron
a una ambulancia. Al subirlo, Fernández de Cevallos alcanzó a balbucear “esos pinches
indios”. Tal vez despidieron a Elías, pero él no se quedó para averiguarlo. En esos días
Diego Fernández de Cevallos fue hospitalizado, según dijo él, “para hacerse unos análisis
clínicos por si tenía cáncer”. En realidad fue un derrame de bilis que hasta le puso verde
la barba. En un exclusivo salón de belleza le cobraron un dineral por pintársela con canas.
La cuenta la pagó el Senado de la República. (...) Antes de lo de la Coyota Fernández de
Cevallos, Elías trabajó como recamarero en el Hotel Oxford, en la colonia Tabacalera.
Estando en esa chamba, le colocó un pasamontañas al busto del Che Guevara que se
encuentra en el parque que está detrás del Museo San Carlos, en la misma colonia. Eso
fue el 8 de octubre del año pasado, 2004. Nadie se percató porque personal de la
delegación Cuauhtémoc, en las primeras luces del día, retiró el pasamontañas y el
cartelito que decía “Volverá y serán millones”.
EL MAL Y EL MALO SEGÚN MANUEL VAZQUEZ MONTALBAN. Escritor catalán y crítico
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feroz de la derecha (y también de la izquierda).
“No. No hay verdades únicas, ni luchas finales, pero aún es posible orientarnos mediante
las verdades posibles contra las no verdades evidentes y luchar contra ellas. Se puede
ver parte de la verdad y no reconocerla. Pero es imposible contemplar el mal y no
reconocerlo. El Bien no existe, pero el Mal me parece o me temo que sí”.
En “Panfleto desde el planeta de los simios”.
Finales de 1994.
EL MAL Y EL MALO SEGÚN HECTOR BELASCOARAN Y ELIAS CONTRERAS.
Lo fui a verlo al Belascoarán en su trabajadero, que sea en su oficina. Me fui cuando ya
era la tarde, que sea casi la noche. En la mañana había estado leyendo, en el periódico
que se llama “La Jornada”, lo que decía un señor muy sabedor que se llama... que se
llama... aquí lo tengo... sí, se llama Miguel León Portilla. Y entonces aquí tengo escrito lo
que dijo ese señor León Portilla. Que sea que dijo “La palabra ni se vende ni se compra,
sentencia un testimonio (prehispánico) que una madre comparte con su hija. Es algo
hermoso ¿o no? Cuánto contrasta eso con los que hacen y piensan muchos políticos hoy
día”. Así dijo ese señor en ese periódico de “La Jornada”. Y entonces yo lo quedé
pensando lo que dijo ese sabedor, pero no tardé mucho porque ya me tenía que ir a
buscarlo al Belascoarán.
Creo que era domingo, no muy me acuerdo, pero sí me acuerdo bien que lo pasé frente a
la casa ésa grande del periódico que se llama “El Universal” y eran mero las 6 pm hora de
Fox, que sea las 1900 hora del frente de combate suroriental. Me acuerdo bien porque,
mero cuando estaba pasando enfrente, se escucharon las músicas del Himno Nacional
mexicano y entonces yo me cuadré, que sea que me puse firmes y saludando con la
mano izquierda apuntando a un lado de mi cabeza, que sea que así saludamos los
zapatistas al himno y a la bandera de nuestro país que se llama México. Entonces yo
estaba firmes, solitillo en la calle porque nomás nadie más andaba a esa hora ahí, y
nomás volteaba los ojos para un lado y para otro para saber ónde mero salía la música
del himno que dice “Mexicanos al grito de guerra...”, y nomás no encontraba ónde. Y ya
por fin se acabaron las músicas y lo miré que venían del reloj grandote que tiene mero
arriba la casa de ese periódico. Bueno, pues esa calle se llama Bucareli y ahí nomás a la
vuelta está la oficina del Belascoarán, que sea su trabajadero, en la calle que de un lado
se llama “Artículo 123” y del otro lado se llama “Donato Guerra”.
Apenas llegando yo, también se llegaba el Belascoarán cargando unos como vasitos y
una bolsita de pan y entonces nos saludamos y ya nos subimos hasta onde trabaja junto
con otros tres cristianos que son un poco buenos y echan mucha bulla. Y entonces el
Belascoarán me presentó con los otros y les dijo algo así como “Les presento a Elías
Contreras, viene de Chiapas”. Y entonces todos me saludaron y me preguntaron que a
qué me dedico. Y entonces yo, como vi que el Belascoarán los confía, les dije que soy
comisión de investigación. Y entonces el Belascoarán les dijo que yo era detective pero
que en mi tierra, que sea en territorio rebelde por la humanidad y contra el neoliberalismo,
así les decían, que sea a los detectives les decían “comisión de investigación”. Y
entonces yo le dije al Belascoarán que vamos a ver la cosa del tal Morales ése. Y
entonces el que eso mero, que vamos a ver la cosa o el caso, según, del tal Morales. Y
entonces el Belascoarán me dijo que no se dice “cosa” sino que se dice “caso”. Y
entonces yo le dije que eso mero, que vamos a ver la cosa o el caso, según, del tal
85
Morales.
Y entonces el Belascoarán sacó la carpeta que yo le di el otro día, que sea la otra noche,
y que tenía los papeles que había mandado el Sup con los informes que teníamos del tal
Morales. Pero ahora el Belascoarán los había acomodado los informes con otras sus
investigaciones del Belascoarán y todo estaba muy revuelto. Y entonces el Belascoarán
había ordenado todo para tener orden y “perspectiva”. Que sea que yo le pregunté qué
cosa es esa palabra “perspectiva” y entonces ya me explicó que quiere decir que se ven
las cosas, o casos, según, mirando todo y desde todos los lados al mismo tiempo y de
lejitos para ver todo junto. Que sea que yo entendí que “perspectiva” es mirar las cosas en
colectivo, que sea entre varios, porque uno solitillo sólo lo mira un lado y entonces ya con
otros pues se ven más lados y entonces pues es más cabal la mirada de la cosa o caso,
según. Y entonces se metió en la plática el señor que se llama Gilberto Gómez Letras y
dijo:
- No chingue jefe, mejor déle bien la explicación aquí al Don Elías porque si no va a ir a
contar por allá que somos muy ignorantes.
Y entonces habló el que destripa sillas, que sea el Carlos Vargas y dijo:
- A poco un pinche plomero sabe bien cuál es la definición de la palabra “perspectiva”. Y
entonces el que, según esto, era un pinche plomero dijo:
- AWilson, no por nada “Letras” es mi segundo apellido.
Y entonces que va sacando un libro bien doble, que sea bien gordo que se llama
“Diccionario del Español Moderno” y se puso a buscar y encontró la palabra y dijo que esa
palabra quiere decir... quiere decir... pérenme que lo busco en mi cuaderno porque bien
que lo apunté la palabra. Sí, aquí está, debajo de la palabra “susodicho”, aquí dice:
“Perspectiva.- arte de representar en una superficie los objetos de tres dimensiones. Obra
ejecutada con este arte. Aspecto que ofrecen los objetos al espectador, especialmente los
lejanos. Representación aparente y falaz de las cosas. Contingencia previsible en un
negocio”.
Bueno, pues eso fue lo que apunté que decía el libro gordo del señor ése Gómez Letras.
Y entonces el destripador, que sea el Vargas dijo:
–Puta madre, salió peor el remedio que la enfermedad.
Y el Belascoarán dijo que mejor se quedaba con su explicación de la palabra, que sea con
su explicación del Belasocarán. Y entonces yo pregunté si era como ver todo junto de un
jalón y entonces el Belascoarán me dijo que algo así y entonces yo pensé que mi
pensamiento está revuelto pero con “perspectiva” porque todo lo miro de un sopetón, que
sea de una vez todo en bola. Que sea el pensamiento del Belascoarán es de “perspectiva
ordenada” y el mío es de “perspectiva revuelta”, pero es que él es detective ciudadano y
yo soy comisión de investigación zapatista y entonces yo creo que por eso no es lo mismo
mi pensamiento que su pensamiento del Belascoarán. Y él entonces dijo que había que
acomodar las investigaciones según el modo de ver para saber cuándo pasaron y en
dónde pasaron y cómo pasaron y entonces así podemos ver si es que tienen qué ver las
cosas o casos, según, y entonces ahí se mira si vamos bien en la investigación o de plano
estamos miando fuera del hoyo. Y entonces el Belascoarán le dijo a los otros que se
apuren a comer sus donas. Que sea “donas” son unos como panes que tienen un agujero,
que sea que son unos panes que no están cabales pero te los cobran como si estuvieran
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completos.
Y entonces el Belasocarán les dijo que se apuren con su donas y su cafés y que se vayan
a ver si ya puso la puerca o que se quedaran callados, que les daba a escoger por
“disciplina democrática y libertaria”, así dijo. Y entonces ya se quedaron callados, nomás
oyendo, mientras el Belascoarán y yo veíamos la cosa o caso, según, del tal Morales, con
perspectiva, la del Belascoarán ordenada y la mía revuelta porque los dos estábamos
trabajando de común acuerdo ambos dos, que sea en colectivo, en la investigación del
mal y el malo. Y entonces el Belascoarán acomodó los papeles que tenía él y los que le
dimos nosotros y era un buen tanto y hasta arriba de la taza de café del señor que se
llama Villarreal puso un papel y entonces puso otros en las sillas destripadas y onde
quiera había papeles. Y entonces el Belascoarán me empezó a explicar que, como no
teníamos gente, que sea cristianos, a quienes les vamos a hacer preguntas entonces hay
que hacerle preguntas a los papeles y entonces que había preguntas grandes y preguntas
chicas. Y entonces yo entendí claro que no era que los papeles fueran a hablar, sino que
íbamos a encontrar las respuestas en lo que decían los papeles, o tal vez no las íbamos a
encontrar, según. Y entonces las preguntas grandes daban respuestas grandes y
entonces ya de ahí venían las preguntas chicas. Y entonces yo estaba bien contento
porque lo miraba que su pensamiento del Belascoarán estaba bien revuelto, igual que el
mío y entonces yo estaba entendiendo muy bien y entonces los demás estaban bien
callados y entonces no sé si era por “disciplina democrática y libertaria” o porque no
entendían nada. Y entonces el Belascoarán dijo que hay que hacer las preguntas grandes
y entonces yo saqué un mi cuaderno y lo escribí todo porque uno siempre tiene que estar
dispuesto a aprender cosas que qué tal y luego sirven para la lucha. Y entonces la
primera pregunta grande que hizo el Belascoarán fue:
– ¿Todas estas informaciones tienen una relación entre sí?
Que sea que la pregunta fue si todos los papeles se tenían qué ver unos con otros. Y
entonces el Belascoarán se quedó callado y los demás de por sí estaban callados y
entonces yo entendí que el Belascoarán estaba esperando que alguien respondiera y
entonces yo dije que sí, que sí tenían qué ver unas cosas con otras. Y entonces el
Belascoarán prendió un su cigarro y me quedó mirando y me preguntó por qué decía yo
que sí, que cuál era la relación entre todo eso. Y entonces yo dije:
– Los muertos.
Y entonces todos se quedaron callados pero no por “disciplina democrática y libertaria”
sino porque esperaban que yo explicara más. Y entonces yo expliqué que las
investigaciones se estaban haciendo porque los muertos las habían empezado. Que sea
que no les dije que yo ya estoy difunteado, que sea finado, que sea muerto, porque qué
tal que se enferman de espanto y les hace daño el café y los panes agujereados. Y
entonces yo les dije que el finado Manuel Vázquez Montalbán había empezado la
investigación zapatista y que la investigación del Belascoarán la había empezado el
finado Jesús María Alvarado, que uno escribía y otro hablaba por teléfono pero que los
dos estaban difuntos, que sea muertos. Que sea que eran unos muertos que no se
estaban quietos, que no se estaban esperando nomás el día de los santos difuntos para
tomar cafecito y cenar tamales y entrarle a las naranjas y al atole de pozol, sino que
estaban dando lata. Y entonces el Belascoarán se sonrío, se quedó mirando por la
ventana y dijo:
- Sí, muertos. Unos muertos incómodos.
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Y entonces, cuando yo estaba escribiendo en mi cuaderno la palabra “incómodos”, el
Belascoarán dijo que “muy bien Elías Contreras”. Y entonces dijo que no sólo, que sea
que no sólo los muertos incómodos hacían que todos los papeles tuvieran relación, que
sea que tuvieran qué ver unos con otros. Y entonces el Belascoarán dijo que esos
papeles eran como el libro gordo del pinche plomero, que sea el diccionario, porque esos
papeles eran como el diccionario de la corrupción y la mierda de un sistema, que eran
como una perspectiva de las chingaderas que hacía el sistema de los poderosos, que sea
de los ricos y sus malos gobiernos. Y entonces dijo que ahí había de todo, que sea
represión, asesinatos, cárceles, perseguidos, desaparecidos, fraudes, robos, despojos de
tierras, venta de la soberanía nacional, traición a la Patria, corrupción.
– En resumen –dijo–, los de arriba chingando a los de abajo.
Y entonces yo me quedé pensando y prendí un mi cigarro “ingrato” y me sonreí y dije:
– El Mal.
Y entonces yo lo miré que el Belascoarán se puso un poco contento porque fue y sacó
unos refrescos de un rincón y los abrió con la punta de una pistola escuadra, que sea con
el grano de mira, y nos dio a todos. Y entonces el señor que se llama Villarreal levantó la
mano y dijo:
- Pido la palabra.
Y entonces no esperó a ver si le damos la palabra, o sea que es muy otra esa “disciplina
democrática y libertaria”. Viera que el Villarreal hace así en una asamblea de mi pueblo,
seguro que todos lo miran. Pero el Villarreal no estaba en una asamblea de mi pueblo, así
que ahí nomás preguntó:
- ¿Y el tal Morales?
El Belascoarán y yo nos volteamos a mirar uno al otro, que sea ambos dos, y claro se vio
que los dos mutuamente de acuerdo estábamos pensando lo mismo porque parejo
dijimos:
- El Malo.
Y entonces el Belascoarán volvió a explicar con el revoltijo de papeles y con las fotos del
tal Morales que había pegado en la misma pared onde tenían pintada una foto de una
señora bien encuerada, que sea sin portapechitos ni nagüa ni medio fondo ni calzón ni
nada. Y entonces dijo:
– Del tal Morales no checan los lugares ni las fechas ni las edades.
Y entonces señaló la pared y dijo:
– Ni las fotos.
Y entonces claro se vio que todos estábamos mirando a la señora encuerada y no las
fotos del tal Morales. Y entonces el Belascoarán dijo que no seamos babosos, que estaba
hablando del Malo, no de la señora ésa que estaba bien buena, así dijo. Y entonces se
volteó a mirarme y me dijo, que sea que me preguntó:
– ¿Hay un tal Morales o son varios?
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Y entonces todos quedamos pensando. Y entonces yo dije:
– El Mal es grande y deben ser varios los malos.
Y entonces nos pusimos a ver cuántos tales Morales había sí es que había varios. Y
entonces vimos que sí, que se podían ver varios tales Morales. Y entonces el Belascoarán
dijo que no podíamos investigarlos y agarrarlos a todos, que porque éramos muy
poquitos, dijo. Y entonces yo le dije que tenemos que escoger a uno o a dos, porque de
por sí no dábamos abasto para agarrar más, que sea que no nos faltaban ganas sino
manos. Y entonces el Belascoarán dijo que una línea de investigación, así dijo, estaba en
el monstruo, que sea en la Ciudad de México, y que otra línea de investigación caminaba
para Chiapas. Y entonces que podíamos hacer que los dos nos fuéramos para Chiapas a
agarrar al malo que andaba haciendo sus chingaderas por allá, que sea por acá, o que los
dos nos pusiéramos a investigar en la Ciudad de México, que sea en el monstruo al malo
que estaba haciendo fregaderas por acá, que sea por allá. O que cada quien jalara en su
terreno, el Belascoarán en el monstruo y yo en Chiapas, pero apoyándonos mutuamente
ambos dos con las informaciones que juntáramos. Y entonces así quedamos. Que sea
que cada quien con su cada cual, que sea que el Belascoarán en el monstruo y yo, Elías
Contreras, en las montañas del Sureste Mexicano. Y entonces el Belascoarán me pasó
todas las informaciones que él tenía y que me iban a servir para mi comisión de
investigación acá en Chiapas, y yo le pasé todas las informaciones que yo tenía y que le
iban a servir para su detectiveada en el monstruo, que sea en la Ciudad de México. Y
entonces ya todos nos pusimos bien contentos y nos reímos un poco bastante con las
chistosadas que todos decían de la señora encuerada, que sea de la foto de la señora
encuerada.
Y entonces yo le dije al Belascoarán que el Sup me dijo que si tenía tiempo y modo que
me enseña a jugar el dominó que le dicen. Y entonces el Belascoarán dijo que “ahora es
cuando”, que sea que entonces era cuando me iba a enseñar. Y entonces no muy me
acuerdo de la clase y el juego, de repente el Belascoarán se acuerda y les cuenta, pero
yo sólo me acuerdo que en la bolsa de la chamarra yo llevaba un plumín negro por si lo
necesitaba, porque me acordé lo que me había contado el Ruso, que sea que se le
podían pintar puntitos a las tablitas del dominó. Y entonces ya nos sentamos todos y yo
les dije que todos éramos colegos. Y entonces el Belascoarán me dijo que no se dice
“colegos”, sino “colegas”. Y entonces yo le dije que no, que “colegas” es cuando son
mujeres y “colegos” es cuando son hombres. Y entonces me dijeron que por qué digo que
todos somos colegos. Y entonces yo les expliqué que nuestro trabajo no se mira si sale
bien, que sea que si hacemos bien nuestro trabajo, nadie mira que hicimos bien nuestro
trabajo. Pero que si lo hacemos mal nuestro trabajo, pues es una desgracia.
Y entonces les dije que el señor Gómez Letras es plomero, que sea que arregla que salga
cabal el agua por onde tiene qué salir y como tiene que salir. Y entonces, si el Gómez
Letras hace bien su trabajo pues nadie se da cuenta: el agua caliente sale por onde tiene
qué salir y la fría onde le toca y si uno le jala la palanquita a la letrina, que sea al
excusado, pues ya se va el 50 y el 25 onde se tiene que ir, que sea la mierda y los orines.
Pero si el Gómez Letras hace mal su chamba pues entonces es un desmadre, porque
para lavar los platos en lugar de agua salen orines, o sale el agua fría onde va la caliente
y al revés volteado. Y entonces todos dicen “pinche Gómez Letras, no hizo bien su
trabajo”.
Y entonces les dije que el Señor Vargas es tapicero, que sea que arregla las sillas y
sillones y las compone para que no se les salga la tripa o un fierro y para que estén
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blanditas. Y entonces, si el señor Vargas hace bien su chamba nadie se da cuenta porque
todos están sentados contentos, echando cafecito o viendo el fútbol o películas en la
televisión. Pero si el señor Vargas hace mal su chamba pues entonces es una problema,
porque cuando uno están bien emocionado viendo en la película que ya lo van a difuntear
al malo, ¡zas!, se le clava a uno un fierro, o se sienta uno y se queda hundido y ya no
puede salir ni aunque lo jalen a uno con mecapal, o se sienta uno en la pura tabla y le
quedan bolladas las nalgas. Y entonces todos dicen “Pinche Vargas, no hizo bien su
trabajo”.
Y entonces les dije que el señor Villarreal es ingeniero en drenaje profundo, que sea que
el hace las ingenierías para que el agua mala no se salga y no se ahoguen en mierda
todos los ciudadanos. Y entonces, si el señor Villarreal hace bien su trabajo nadie se da
cuenta y uno se levanta en las mañanas y camina por la calle y no está llena de mierda, ni
el metro está inundado de orines, y todo se mira así como normal. Pero si el señor
Villarreal hace mal su trabajo pues entonces es una gran desgracia, porque cualquier rato
se viene un tsunami de mierda y orin y la inunda toda la ciudad y entonces sí que
segundo piso ni que nada, puro pinche cayuco. Y entonces todos dicen “Pinche Villarreal,
ni hizo bien su trabajo”.
Y entonces le dije que el Belascoarán y yo somos comisiones de investigación, que sea
somos detectives, que sea que buscamos para encontrar al mal y al malo y lo miramos
que reciban su castigo por sus maldades. Y entonces, si hacemos bien nuestro trabajo
pues nadie se da cuenta porque el mal está onde tiene que estar, que sea onde no esté
chingando a la gente buena y la gente está contenta en sus casas y trabajaderos. Pero si
el Belascoarán y yo hacemos mal nuestro trabajo pues entonces es una gran problema
porque el mal y el malo andan onde quiera con sus maldades y entonces todos dicen
“Pinche Belascoarán y pinche Elías, no hicieron bien su trabajo”.
Y entonces todos quedaron callados, pensando, creo, que si es cierto que somos
“colegos”. Y entonces ya sacaron las tablitas ésas, que sea las fichas del dominó y
empezaron a hablar muy otro. Y entonces, ya después de que acabó la jugadera del
dominó ése, nos despedimos todos. Y entonces nos dimos un abrazo con el Belascoarán.
Y entonces ya me fui yo y creo que ellos también se fueron porque ya era tarde ya. Y
entonces ya le mandé un mi informe al Sup onde le contaba todo cómo había estado la
asamblea, que sea la reunión en el trabajadero del Belascoarán y de los acuerdos que
hicimos ambos dos mutuamente.
Y entonces me acuerdo que la luna estaba bien panzona, montada sin pena encima de la
joroba del monstruo, que sea colgada en medio de la noche de la Ciudad de México,
cuando me llegó en su mensaje del Sup que decía: “Enterado de los acuerdos. Según
nuestros informes, el tal Morales anda por acá, así que ya regrésate. Cuando llegues me
cuentas todo y ya hacemos el plan. Viaja con mucho cuidado y checa que no traigas cola.
Acá te espero porque falta lo que falta. Mientras tanto, un abrazo.”
Desde las montañas del Sureste Mexicano. Subcomandante Insurgente Marcos.
CAPÍTULO X
“SI DESAPAREZCO DEL PRESENTE”
- Ya no me llama. Jesús María Alvarado ya no me llama –dijo el funcionario progresista
con una cierta tristeza. El perro, con una mirada mucho más triste todavía, parecía
confirmarlo.
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- No, ahora me llama a mí –dijo Belascoarán sacando y tendiéndole la cinta del
contestador. Había aparecido a las dos de la madrugada, “Vi su luz encendida y por eso
llamé”, dijo a modo de excusa, mientras impúdicamente sacaba de sus ensueños al
detective. Ahora funcionario y perro cojo estaban acabándose la última reserva de
cocacolas, sentados en el suelo de la sala de Belascoarán, aunque Héctor les había
ofrecido el sillón.
- Me da como tristeza, ya me estaba gustando lo de estar mezclado en una locura, en una
investigación. Lo reconozco, es un poco morboso... Como que mi vida a veces se vuelve
medio aburrida –dijo Monteverde.
- A mí me gusta cuando mi vida se vuelve medio aburrida; duermo un montón... duermo
horas y horas, duermo días y días, leo todos los libros que no había podido leer, veo
películas de Stan Laurel y Oliver Hardy.
Al perro pareció gustarle la idea porque puso cara de El Gordo cuando El Flaco no
entendía nada, y se comió los restos de un chorizo viejo que Belascoarán le había
regalado.
- Oiga, qué bueno que sigue hablando Alvarado. Aunque le hable a usted y no a mí. ¿Y
está usted cerca de descubrir algo sobre ese Morales?
- Que hay más de uno –dijo Héctor enigmático, como cura de pueblo hablando de la
santísima trinidad.
- Aunque no me mande mensajes yo sigo pagando su investigación dijo Monteverde con
un cierto tono de firmeza, poniéndose en pie y tendiéndole a Belascoarán un sobre.
- ¿Y qué estoy investigando? ¿Quién es el Jesús María Alvarado que nos llama? O será
acaso, ¿quién es y dónde anda el Morales que un día lo asesinó?
- Usted diga, usted es el detective.
- La segunda, lo digo porque no podría aceptar su dinero si quiere que el centro de todo
esto lo pongamos en descubrir al nuevo Alvarado.
- Por mí... Yo últimamente empezaba a pensar en él como en un amigo que nos quería
contar cosas... sí, claro, está bien, téngame al tanto.
El perro se acercó rengueando a Belascorán y le lamió los pies descalzos. El detective lo
interpretó como un gesto de solidaridad y encendió un cigarrillo. Abrió un ojo, el ojo, y dijo
en voz alta:
- El perro se llama Tobías.
No sabía por qué hablaba en voz alta en las mañanas. Quizá porque necesitaba del
sonido de su propia voz pastosa para acabar de despertar. El sol espléndido de invierno
que entraba por la ventana hacía relucir las paredes blancas del cuarto. Encendió un
cigarrillo y saltó de la cama tropezando con una pila de novelas históricas, gruesas, de
pasta dura, que prometían centenares de horas de lectura. Camino al baño se preguntó
también en voz alta:
- ¿Cuál es mi Morales? ¿Cuál es mi pinche Morales?
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Cojeando doblemente, Héctor Belascoarán Shayne, detective independiente mexicano, se
miró al espejo y decidió que había llegado el momento de pasar a la acción. ¿Cuál
acción? Decidió que todo sería mejor si se lavaba la cara con agua bien fría.
Héctor contempló la enorme galería. Lo que había sido una de las crujías de la cárcel,
ahora acotado por un mostrador. Tras él, las celdas. Asu lado varias mesas. La mirada de
un par de estudiosos se alzó de los polvorientos manuscritos para evaluarlo. No debió
parecerles gran cosa el tuerto detective, porque volvieron a lo suyo. Fritz le hizo una seña
para que salieran al patiecito que había a un costado de la galería. Un par de árboles
bastantes tristones, una fuente sin agua, un par de pájaros mutantes, de esos a los que la
contaminación ha vuelto extremadamente inteligentes en la ciudad de México.
- Pausa para fumar –dijo compartiendo sus Delicados con filtro.
Belascoarán le largó de una parrafada el resumen que había venido armando en el
camino a la prisión convertida en archivo:
- Creo que puedo conectar al compañero de cárcel y después asesino de Alvarado con la
Brigada Blanca, pero nada después del 80. Si hubiera hecho carrera en las policías
políticas de este país a ti te tendría que sonar. Morales. Estos cuates ascienden. Un
Morales. El de la foto, nariz afilada, muy flaco y con lentes de miope. Si tenía 25 años en
el 71, ahora debe tener un poco menos de 60. ¿Existe públicamente ese personaje? ¿Te
suena?
- No –dijo Fritz. –Y mira que le rasqué a mis notas y a los albums de fotos, y conversé con
un montón de gente, y enseñé la foto que vimos el otro día. Nada, naranjas de la China.
Se esfumó. Pero eso es muy común en la historia de la guerra sucia en México. Hay
personajes que aparecen en estos vericuetos, hacen sus marranadas, les toca alguna
lotería, se roban algo grande, hacen un favor y se esfuman. Por ahí andarán: Próspero
empresario de una cadena de mueblerías en San Antonio, Texas; narcotraficante muerto
anónimo en Ecuador, se piensa que era mexicano; honesto presidente de la asociación
de padres de familia de un colegio de monjas...
- Tú tienes algo –afirmó Belascoarán.
- ¿Cómo sabes?
- Porque eres poblano, y los poblanos cuando tienen misterios son como los de Pénjamo,
sonríen y se ladean –dijo el detective.
- Sí, tengo. Jesús María Alvarado tenía un hijo. ¿Te acuerdas de lo que te conté la
primera vez, de aquel chavito que yo recordaba, y una señora mayor... La señora era la
madre de Alvarado y el chavito, su hijo.
- ¿Y cuántos años tendría ahora?
- Mi edad, dos años menos, algo así.
Pasados los 40 calculó Héctor.
- Y se llama Angel Alvarado Alvarado.
- ¿Y por qué el apellido doble?
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- Sepa, sería que Alvarado era padre soltero.
- ¿Un Alvarado hablando por su padre? ¿Recuperando la voz de su padre muerto porque
ha descubierto en el presente a Morales? ¿Al Morales que recuerda de cuando era niño?
Héctor tiró el cigarrillo que estaba fumando y encendió otro.
- Y tiene un teléfono para que lo llames.
Héctor tomó el papelito que Fritz le tendía sonriendo.
- Y un empleo que te va a encantar. Dobla monstruos en las caricaturas. Hace voces de
osos y dragones y renos. Hace doblajes para la tele. Es la voz de Scubydoo y de Barnie.
- ¿Quién es Barnie?
- Según mis sobrinas, no me hagas caso, es como un dinosaurio morado.
- Con esa definición podía ser ministro del actual gobierno.
- Será. Cosas más raras hemos visto en estos años.
En la oficina, Gilberto Gómez Letras y Carlos Vargas parecían muy atareados. Héctor
saludó con un gruñido y fue directo a su mesa, marcó el teléfono del Alvarado hijo y lo
dejó sonar. Cinco timbrazos, seis. Nadie en casa ni en la oficina ni en la lonchería. Se
volvió hacia donde reposaba el montón de papeles dentro de un fólder verde titulado
“Morales”. Tenía que separar a los Morales. Al menos a los tres que según sus
conversaciones con Elías Contreras se habían definido. El asesino de Alvarado, el
zapatista traidor y el operador de matanzas y negocios en Chiapas. Una vez que hubiera
logrado separarlos, encontrar los hilos que surgían de cada una de sus historias para
poder moverse hacia algún lado. Todo deja hilos, todo tiene cola, todo deja rastros. Era
coherente que el ex guerrillero chaquetero se hubiera vuelto oreja, lo hubieran puesto en
Lecumberri para sonsacar a los presos políticos y luego hubiera matado a Alvarado al
salir de la cárcel.
Era coherente que este mismo personaje hubiera formado parte de la Brigada Blanca y
que hubiera sido uno de sus torturadores; sería sin duda el mismo que se había fugado
con el archivo en el 83. Había que eliminar al que había hecho negocios sucios en el
temblor, ese tenía otra descripción física y podría ser el Morales de Chiapas y de
Contreras. Y eso nos llevaba a relacionar aquel Morales, el que llevaba en la nada 20
años con el delirio del Morales de Juancho y de Bin Laden que era conectado a la historia
por la voz del muerto.
Ese era su Morales. Ayudado por los martillazos de Carlos y los frecuentes madrazos que
Gómez Letras le daba a una llave oxidada con un tubo, Héctor trató de cambiar de
perspectiva: Lo que parecía obvio, se volvió verdadero. Un niño descubre (se encuentra
accidentalmente, tropieza, reconoce) muchos, muchos años después de que sucedió, al
asesino de su padre y se pone a hacer llamadas telefónicas, porque no sabe qué hacer
con esa información. El rostro de certeza de Héctor no pudo pasar desapercibido para sus
vecinos que lo miraban de reojo.
- ¿Y usted es muy culto? –preguntó de sopetón Gómez Letras.
- ¿Quién? ¿Yo? –respondió Belascoarán atrapado fuera de la base.
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- Sí, usted.
- No hombre, yo soy ingeniero. Para las cosas que importan soy autodidacta, las aprendí
oyendo, mirando, caminando y, sobre todo, leyendo. Pero sobre todo de los todos, las
aprendí escuchándolos a ustedes.
- Te dije, güey, sabiduría popular –le dijo Gómez Letras arrojándole una tuerca a Carlos
Vargas que la recibió en el cogote y se zarandeó tantito.
- ¿Así nos llevamos, pendejo? –dijo Vargas sobándose el chipote y avanzando sobre el
plomero con su martillo tachuelero en ristre.
- Sabiduría popular mis huevos, usted anda todo el pinche día leyendo la enciclopedia,
puro conocimiento pendejo.
Gómez Letras huyó escondiéndose tras el escritorio de Héctor.
- Sálveme jefe, está poseído de furia homicida.
- Doctor Vargas, si lo va a matar favor de no salpicar con sangre, sangre de plomero
putañero, muy mal rollo –dijo Héctor alzando las manos para protegerse del inminente
ataque.
- Mamón... furia homicida... Se lo perdono todo si me sopla un huevo.
El sonido del teléfono salvó la situación. Carlos Vargas dejó a un lado el martillo, tomó el
auricular con la derecha y se siguió sobando la cabeza con la izquierda. Escuchó un
instante en silencio y luego dijo:
- Su amigo Gritz-Pitz tiene un recado importante para usted, detective Belascoarán.
Héctor respiró hondo, encendió un cigarrillo y tomó el aparato.
- ¿Quieres hablar con uno de ellos? Puso condiciones dijo Fritz al teléfono.
- ¿Uno de ellos?
- Uno de ellos.
- ¿Cuáles condiciones?
- Yo no puedo decir quién es, tú no puedes preguntar, y no se trata de hablar de él, sólo
de tu Morales. Y no puedes grabar la conversación.
- ¿Y para qué “uno de ellos” quiere hablar conmigo?
- Todo el rato se pasan mandándonos mensajes a los que estamos trabajando sobre la
etapa de la guerra sucia, cantos de amor de sirenas: que si tenemos un rato, que les
gustaría conversar con nosotros. Ahora que todo se está destapando quieren hablar pero
no quieren. Quieren contar una parte de su versión, quieren inventar una versión. Eran
clandestinos, nunca salían en las fotos y no les daban medallas. Sienten que “otros” los
embarcaron, que “otros” les dieron las órdenes. Si algo odian más que a la izquierda es a
los presidentes a los que obedecían. Son además una punta de psicópatas mitómanos,
les gustaría tener otra historia.
94
- A nadie le gusta ser la bruja de Blancanieves dijo Héctor –¿Y le vas a hacer caso a las
condiciones de uno de esos tipos?
- Por ahora sí, si te hace falta destaparlo, ya veremos. Te espera en media hora en el
café La Habana, a 20 metros de tu oficina. Es un hombre de unos 60 años. Para que lo
reconozcas va a traer una Constitución en la mano.
- No mames. Eso es un abuso.
- Así dijo.
El café La Habana fue durante mucho tiempo tierra de nadie, hoy es tierra de nada. Las
meseras o se han avejentado o no les gusta el café que sirven. El café no es tan bueno
como solía, y de todas maneras a Héctor no le gustaba el café. En los años 60 los
periodistas del Partido Comunista convivían con los agentes federales de la cercana
Secretaría de Gobernación. Era un café donde si se escuchaba atentamente podría
parecer que se sabían cosas. Ahora, si se escucha atentamente se oyen los rumores de
la música narcorranchera, y si se mira atentamente hay en las tristes mesas, varios
narcorrancheros jubilados. La nostalgia no suele reparar los desperfectos. El hombre
sentado en solitario con la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos frente a
él, algo que a Belascoarán le parecía un cuento de Disney en versión aburrida (ojo, la
bruja de Blancanieves de travesti Blancanieves), no tenía rostro, era alguien que se
aproximaba a la vejez con la cara promedio que les gusta a los que hacen encuestas o
comerciales chafas de la Lotería Nacional. Era medianamente moreno, tenía un mediano
bigote con canas, era de altura mediana, complexión mediana, pelo negro pero no mucho
y un traje gris rata. Quizá en el señor Anónimo lo único que lucía era la corbata, rojo
granate brillante, brillosa, y un gran anillo con una piedra del mismo color en el anular de
la mano izquierda, no la derecha, con esa se dispara y no tiene chiste estorbarle al gatillo.
Héctor trató de disimular su cojera. Siempre lo hacía cuando se relacionaba con el
enemigo, y puso su más fiera mirada en el ojo bueno, esperando que el parche en el otro
la mejorara. Se sentó enfrente del personaje sin decir palabra.
El tipo dijo en seco:
- Había una guerra. Una bola de escuincles culeros que se creían la mamá del Che
Guevara y que pegaban tiros en la nuca a soldados del ejército mexicano. ¿Qué, los
íbamos a dejar?
No, no los habían dejado. Los habían perseguido, a ellos y a sus familias, los habían
asesinado, los habían torturado, habían matado a sus hijos, habían violado esposas
enfrente de sus compañeros, habían escondido los cadáveres y mentido a las madres de
los desaparecidos. Héctor había conocido a más de uno, torturadores y torturados, había
escuchado historias que le habían robado el sueño durante meses. Y lo peor es que las
había oído diez años después que habían sucedido. Porque él era un marciano cuando
todo esto pasó. El estaba siendo un ingeniero feliz cuando todo esto pasó.
- ¿Qué, no han entendido que nosotros somos la justicia?
Sí, claro, Héctor lo había entendido. Lo que no entendía era el uso del “ellos”, “otros
ellos”, “ustedes” y “nosotros” que hacía el personaje.
- No me vengan ahora con mamadas. Si hubieran ganado nos hubieran puesto a todos
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enfrente de las rejas de Chapultepec y nos hubieran fusilado: paredón, paredón, como en
Cuba cuando Fidel.
- ¿Conoció usted a Jesús María Alvarado?
- Oí hablar de él, pero nunca lo vi –dijo el Anónimo jugando con su anillo.
- ¿Conoció usted a un tal Morales?
- Era un pobre diablo, era de ellos, pero chaqueteó. Nunca le tuvimos mucha confianza, e
hicimos bien, fíjese. Bueno eso de no tener confianza. Terminó robándose cosas. A
nosotros nos robó –el tipo intentó una sonrisa, no le salió bien.
- Nos robó a nosotros papeles, para cubrirse. Pero no era tan güey, nunca los sacó,
nunca nos intentó hacer un chantajito pendejo.
- ¿Cuándo dejó a su equipo?
- No era de mi equipo.
- Usted dice “ellos” y “nosotros”. De qué habla cuando dice “nosotros”.
El Anónimo no contestó y se limitó a darle un sorbo largo a su café.
- ¿Cuándo dejó usted de verlo?
- Allá por el 83. No sé si le dieron comisión en provincia, o nomás se desapareció, o se
fue a comprar cigarros, ahorita vengo... chaqueteó otra vez. Chaquetero una, chaquetero
muchas...
- ¿Y sabe usted algo de su vida privada? ¿Esposa? ¿Tenía otro trabajo? ¿Dónde vivía?
¿Amigos?
- Era un solitario. Por eso de que a sus amigos y a su esposa se los había chingado. Y
trabajo... Vendía muebles –y al decirlo se le salió una risa un tanto fuera de lugar.
–Vendía muebles viejos... Vivía en la Santa María, creo... ¿Y a usted por qué le interesa
ese pobre pendejo del Morales?
Ahora le tocó a Héctor guardar silencio. Con un gesto le señaló a una mesera que iba
pasando con refrescos que le trajera uno a él también. Durante un instante Héctor y el
Anónimo se miraron.
- Morales no es un nombre, es un seudónimo. ¿Cuál era el nombre real de Morales?
¿Usted lo sabe?
- Yo sé todo –dijo el Anónimo sonriendo.
Héctor no le devolvió la sonrisa. Encendió un cigarrillo.
- Se llamaba Juvencio. Me acuerdo porque no podría haber nombre más pendejo en todo
el pinche mundo. Y el apellido no lo tengo en la memoria, pero le voy a dar una pista.
Una pista bien chingona. Una vez alguien le dijo: “Te apellidas igual que el ministro de
Juárez”.
- ¿Cuál Juárez?
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- Ahora me va a salir con que los de izquierda ya no saben quién es Juárez... Don Benito,
chingá.
- Ah.
Y parece ser que la evocación fantasmal del presidente liberal Benito Juárez le revolvió la
memoria, porque el anónimo dijo:
- Sabe qué, que en lugar de andarnos chingando con los papeles esos que andan
sacando, deberían ponernos una estatua, una pinche estatua en la Alameda, con...
Y de repente dejó la palabra en el aire, se puso de pie. La conversación había terminado.
Le tendió la mano al detective. Héctor la ignoró y tomó la nota, él iba a pagar el refresco y
el café, no iba a permitir que se lo pagara.
- Están pagados –dijo el Anónimo y se fue caminando lentamente hacia la puerta.
Con un poco de suerte el tráfico terrible de la calle Bucareli a las 12 de la mañana iba a
hacer justicia divina y algún microbús lo atropellaría. Pero Dios no existe, porque el
Anónimo, con su pasito cansino, cruzó la calle sorteando los coches e ignorando el
repiquetear de uno u otro claxon. Tenía un par de hilos para seguir la investigación, pero
para sacarse de la boca el mal sabor que le había dejado la entrevista con el Anónimo,
Belascoarán salió del café La Habana y tomó un taxi rumbo a Chapultepec.
Un vientecillo gélido corría por las terrazas del castillo de Chapultepec. Cuando el sol no
sale en las mañanas en la ciudad de México es una mala señal. Los chilangos, que son
como lagartijas aunque jamás lo reconocerán, se ponen nerviosos y hablan de onda polar
y otras cosas que puede que en Siberia o Gotemburgo estén bien vistas, pero que aquí
nunca arribaron. Cuando llegó al patio donde estaban los carruajes, el guía se estaba
echando un mini mitin a escondidas, con voz suavecita, pero no menos enfática:... una
vergüenza que tengan aquí las carrozas de Maximiliano, que están muy bonitas y muy
lujosas, al lado del carruaje de Juárez, donde estuvo la patria.
Cuando el grupo se alejó, Héctor se quedó dándole vueltas al carruaje de Juárez. Había
leído una novela donde se contaba la historia de la república itinerante, perseguida por
los ejércitos franceses a lo largo de 4 mil kilómetros. Un carruaje donde viajaba la
legalidad republicana y una escolta de soldados descalzos, porque el presidente no tenía
ni para pagar sus botas ni para pagarse a sí mismo su salario. De la ciudad de México a
Paso del Norte en los confines de Chihuahua, que por algo hoy se llama Ciudad Juárez.
Mientras el carro siga y esté rodando sobre territorio nacional, la República existe. Era
una historia bien bella.
Se acercó, esperando un descuido de los celadores, a sobar la rueda del carruaje
estirando la mano sobre el cordón rojo que establecía el perímetro de seguridad. La
rueda estaba brillante como si muchas manos la hubieran sobado a lo largo de los años.
Decidió comer en su casa. Pasó al mercado de Michoacán a comprar unas chistorras con
el Teacher, y aguacates, papitas, jitomate y fruta en el puesto de verduras. Le dio tres
vueltas al asunto y se decidió por un melón chino magullado pero que tenía buena
calada.
Al entrar en su casa la lucecita del contestador telefónico estaba parpadeando. Héctor se
lo tomó con calma, dejó las papas hirviendo en la cocina y el jitomate rebanado con sal y
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pimienta agarrando aire, y se sentó con una cocacola en el sillón del destino. Apretó la
tecla.
- Don Héctor, le habla Jesús María Alvarado. Nomás se me ocurrió. No tenía nada mejor
que hacer y dije, vamos a hablarle al detective. Me recuerda el chiste ese del que va al
médico un sábado en la tarde y le dice: Doctor, estoy muy preocupado porque tengo tres
huevos, y el médico le dice, pues vamos a hacerle un tacto, una auscultación, ¿así se
dice, no? Y comienza a revisarle, y luego le dice: Pues no, se ve normal, sólo tiene usted
dos testículos. Y el paciente le dice: - No, a fuerzas, lo que pasa es que era sábado en la
tarde y no tenía nada que hacer y me dije: vamos a ver al doctor para que me toque un
rato los huevos... Pues eso. Y de pasada decirle que yo fui hace años tras Alvarado, pero
él me encontró antes y me puso el cañón de la pistola en la nuca y me mató y eso...
La voz se interrumpió. Sólo grababa mensajes de un minuto y medio.
Una vez que se hubo limpiado de la camisa las huellas del melón, Héctor hizo una
llamada a Fritz y luego salió paseando hasta La Torre de Lulio, una librería de usado a
unas cuadras de su casa, sobre la calle Nuevo León, y se consiguió por módico precio
las obras completas, cartas, discursos, notas y escritos de Benito Juárez en 15 tomos. El
problema no fue conseguirlas, sino cargar con las tres bolsas de plástico de
supermercado de regreso a su casa. Luego, como si hubiera regresado a sus peores
días de estudiante universitario, revisó los 15 tomos de portadas de horrible color
naranja, de arriba para abajo buscando todos los nombres de los ministros de Juárez.
Oscurecía cuando dio la tarea por terminada, absolutamente seguro de que algo se le
había pasado por alto, que seguro había algún cambio de ministro en algún gabinete aquí
o allá.
Marcó el teléfono del hijo de Alvarado y escuchó los reglamentarias timbrazos que nadie
contestaba.
De repente, Héctor recordó algo, un poema que había anotado. ¿De quién? Y había
guardado en un libro. ¿Qué libro? ¿Qué estaba leyendo cuando lo anotó? Estaba
leyendo Robin Hood. Buscó en uno de los libreros del pasillo hasta localizar la
despastada edición de Thor, cuyo lomo amarillo se estaba cayendo. Sacudió el libro
hasta que un papelito se deslizó volando hacia el suelo.
El poema del autor que no podía recordar, decía:
Si desaparezco del presente
y habito en el pasado
no hay duda
que terminaré siendo
real.
Las dos niñas correteaban alrededor del sillón. Debía parecerles muy divertida una casa
sin muebles, porque recorrían gozosas los pasillos y aceleraban para entrar en la sala, a
punto de caerse al darle la vuelta al sillón. Niñas disciplinadas se habían quitado los
zapatos al entrar en la casa y los habían dejado formaditos en la puerta.
- ¿Para qué querías a mis sobrinas? Mira si te tengo confianza, que tú nomás llamas y
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dices y yo te las traigo. Pero me costó un huevo que su mamá me las prestara. No
puedes andarle diciendo a las mamás, “préstame a tus hijas, ahorita te las traigo, vamos
a ver a un detective –dijo Fritz.
- Quiero que oigan algo, niñas.
Deberían tener seis o siete años, no más, pero sin duda eran disciplinadas y se frenaron
en seco, poniendo su atención en el señor tuerto.
- Quiero que cierren los ojos y escuchen una voz, y luego me digan de quién es la voz
que van a escuchar.
Las niñas asintieron moviendo la cabeza y cerraron los ojos. Belascoarán apretó el play
de la contestadora telefónica.
- Mira, mano, habla Jesús María Alvarado. Espero que tu cinta dure un rato porque te voy
a contar una historia que me pasó. Una historia bien pendeja, bien loca. Estaba yo en
Juárez en una cantina, y como todas las mesas estaban...
- Mira, es Barnie y dijo “pendeja”, dijo “pendeja” susurró la mayor de las niñas, la otra
asintió sonriendo y abriendo los ojos.
Desde la ciudad de México.
Paco Ignacio Taibo II.
CAPÍTULO XI
“LA HORA DE NADIE”
El truco está en hacer que la gente mire para otro lado
Así me dijo el compa ciudadano que se llama Alakazam y que es mago, que sea que hace
magias. Y es que me fui a despedir de él porque ya me tenía que regresar para acá. Y
entonces estábamos comiendo unos tacos que se llaman “de suadero”.
Bueno, no estábamos comiendo, él estaba comiendo y yo nomás lo estaba viendo,
porque el otro día me comí unos de esos tacos y nomás me pasaba el día pegado a la
letrina, que sea al excusado. Y entonces el Alakazam me estaba explicando cómo hace
sus magias, que sea esas cosas que aparece y desaparece cosas y que lee el
pensamiento de la gente. Y entonces yo muy no le entendí y él me explicó que él hace
que la gente mire una mano y ya con la otra mano esconde o saca lo que tiene escondido.
Y entonces yo le pregunté si es como hacen los políticos que te ponen a mirar una cosa
mientras por otro lado están haciendo sus maldades. Y entonces el Alakazam me dijo que
eso mero, pero que los políticos no eran magos sino que eran unos hijos de puta, así dijo.
Y entonces el Alakazam me empezó a explicar que, por ejemplo, hay dos agendas. Y
entonces yo le pregunté qué cosa es “agenda” y él me dijo... me dijo... pérenme porque
así como tengo revuelto el pensamiento también tengo revuelto mi cuaderno... aquí está,
después de la palabra “perspectiva”, dice que “agenda” es un como cuadernito donde uno
apunta lo que va a hacer y cuándo lo va a hacer y cómo lo va a hacer y con quién lo va a
hacer, y también quiere decir como la orden del día y según qué es lo más importante. Y
entonces el Alakazam me explicó que hay dos agendas: la agenda de los poderosos y la
agenda de los jodidos. Y entonces la agenda de los poderosos es lo que es más
importante para ellos, que sea aumentar sus riquezas y sus poderes. Y entonces la
agenda de los jodidos es lo que es más importante para nosotros, que sea luchar por la
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liberación. Y entonces el Alakazam me explicó que los poderosos, que sea los ricos y sus
malos gobiernos, quieren convencer a todos que su agenda, que sea la agenda de los
poderosos, es la agenda de todos, hasta de los jodidos. Y entonces que ahí nos tienen
escuchando todo el día de sus preocupaciones de los ricos y nos convencen que eso es
lo más importante y lo que es urgente que tenemos qué hacer. Y entonces nos tienen
mirando para ese lado y no miramos que por otro lado se están robando todo y están
vendiendo a la Patria y a sus recursos naturales, como el agua, el petróleo, la energía
eléctrica y hasta la gente. Y entonces, cuando nos demos cuenta, ya se habrán obado
todo mientras nosotros estábamos mirando para otro lado. Y entonces la maldad no nada
más está en que estamos distraídos, sino que también arresulta que sus preocupaciones
de los ricos las agarramos como que son nuestras. Y entonces la política moderna, dice el
Alakazam, se trata de que la democracia sea que la mayoría, que sea los jodidos, trabaje
y se preocupe porque le vaya bien a la minoría, que sea a los poderosos. Y entonces
también se trata de que todos los jodidos miremos para otro lado mientras nos roban
nuestra tierra, nuestro trabajo, nuestra memoria, nuestra dignidad. Y entonces los
poderosos quieren que hasta les aplaudamos con votos. Y entonces el Alakazam me dijo
que hay magia negra, que sea que se hace con los demoños; y que hay magia blanca,
que sea es la que hace el Alakazam y otros magos; y que hay magia sucia, que sea es la
que hacen los políticos.
Y entonces todo eso me dijo el compa Alakazam cuando me despedí de él. Ya antes me
había yo despedido de los demás ciudadanos. Bueno, no de todos. Porque arresulta que
no me vine solo, que sea que vino también la Magdalena. Y es que ella, que sea él, me
dijo que quería venir a conocer tierras zapatistas y que me quería ayudar a buscar al mal
y al malo. Yo le dije que no alcanza la paga para que viájemos los dos, y entonces él, que
sea ella, me dijo que iba a agarrar de lo que tenía ahorrado para su operación. Y entonces
yo lo pensé que está bueno que me acompañe la Magdalena para que vea cómo es la
lucha de las comunidades zapatistas. Y pues ya hicimos el viaje. Una parte del camino
nos fuimos con el Muciño y otra pues en camión.
EL VIAJE DE REGRESO DE ELIAS
Mi nombre no importa ahora, pero me dicen “Muciño”. Sí, como el jugador de futbol. Pero
a aquél le decían “El Centavo Muciño”, y creo que jugaba con el Cruz Azul. Nomás que yo
no soy futbolista, sino policía. Sí, de la Policía Federal Preventiva. No, no se asuste. Ya ve
que en todo hay bien y mal. Aquí en la policía también hay buenos y malos, aunque creo
que si hay una votación, pues los buenos perdemos por mucho. Bueno, pues yo le di un
aventón a Elías. Lo llevé de México hasta Puebla. Es que yo tenía que entregar la
patrulla, que si no pues hasta Chiapas lo llevo. Sirve que pasaba a saludar a los compas.
Pero no, nomás hasta Puebla lo llevé. No, no iba solo. Lo acompañaba una mujer. Bueno,
no mero mujer, pero vestida como mujer. Elías dijo que se llamaba “Magdalena”. Bueno,
es que me topé a Elías y me dijo que había venido al DF a curarse y que ya se iba de
regreso y entonces yo le ofrecí llevarlo aunque sea un tanto del camino. Sí, la verdad es
que yo quería platicar con él. Elías es muy buena gente, escucha con atención y, aunque
tiene un modo muy raro de hablar, siempre da buenos consejos. ¿Los zapatistas? Bueno,
yo ya había oído hablar de ellos desde el alzamiento. Yo estaba más chavo. Luego pues
me tocó lo de la Marcha Indígena en el 2001 y, como estábamos cuidando a la delegación
zapatista, pues me chuté todos los discursos de los comandantes en todos los actos.
Después de eso un grupo de compañeros nos juntamos y, platicando, nos dimos cuenta
de que es bueno lo que proponen ellos, los zapatistas. No, no hacemos nada en concreto,
sólo leemos y comentamos lo que sale de allá. Sí, una vez fui a Chiapas, a una de las
Juntas de Buen Gobierno. No, no fui a espiar. Aunque iba de civil, claro dije en la entrada
100
que yo era policía. Sí, me recibieron y los compañeros de la Junta me explicaron todo lo
que están haciendo. Ahí conocí a Elías. No, él no es de la Junta de Buen Gobierno ni es
autoridad. No, él estaba ahí porque había ido a un encargo. Yo estaba esperando un
carro para regresarme a la ciudad y empezamos a platicar. Me gustó mucho su palabra
porque le entendí todo. Sí, es que a veces los comunicados del Sup son muy
complicados, como que no se entienden porque a veces usa palabras muy elevadas. En
cambio Elías habla así como nosotros. Cuando me despedí de él le dije que si alguna vez
venía a México podía contar conmigo para lo que fuera, y pues se llegó el día. No, él casi
no habló en el camino, pero me escuchó con atención. ¿Yo? Le conté de lo de San Juan
Ixtayopan, en Tláhuac. Sí, donde lincharon a dos compañeros de la policía y al otro lo
dejaron medio muerto. Sí, salió en todas las noticias. Sí, para que se lo contara al Sup,
quien quita y a lo mejor sacaba un comunicado. Bueno, pues lo que pasó no es lo que
dicen que pasó. Y es que pues ahí tiene usted que estaban los de un canal de televisión.
Estaban haciendo uno de esos programas que se llaman reality show o algo así.
Bueno, pues ahí tiene usted que unas personas de la televosa ésa empezaron a decir que
los robachicos para acá y los robachicos para allá y se empezó a juntar la gente. Sí,
estaban frente a la escuela esa. Sí, como quien dice que empezaron a calentar a la gente.
Pero era mentira, o sea que querían filmar cómo reaccionaba la gente. Sí, estaban
filmando para un programa. No, no recuerdo el nombre. Bueno, pues ahí tiene usted que
por ahí andaban estos policías, pero de civil, y entonces alguien de los que estaban
haciendo el programa empezó a decir que ellos eran los secuestradores de niños. No, se
supone que en determinado momento iban a decir que todo era actuando, que era para
un programa de televisión, pero se les salió de las manos, como quien dice. Se pelaron.
Sí, los de la televisora se pelaron y dejaron a la gente enardecida. Luego los dueños de la
televisora pagaron carretadas de dinero a los del gobierno para que no dijeran nada de
cómo había empezado todo. Sí, por eso da coraje ver cómo ahora algunos medios de
comunicación se dizque preocupan mucho por lo que pasó. Puras mentiras. Si ellos son
los primeros en andar diciendo que todos los policías somos unos ladrones y
delincuentes, y ahora se desgarran las vestiduras. Bueno, sí, hay policías que de por sí
son peores que los delincuentes, pero también habemos policías buenos. No, a ellos no
les importan los muertos, sólo les interesa vender, vender mentiras. Y claro, también sirve
para que ellos quiten y pongan funcionarios según les conviene. Y es que ahora los que
gobiernan son los medios de comunicación. Bueno, las televisoras principalmente. Sí, los
de abajo ponemos los muertos y los de arriba ponen los anuncios comerciales. Dan ganas
de vomitar. No, como quiera le voy a poner la infracción porque no trae una luz trasera.
No, no me ofenda. Sí, la infracción la tiene que ir a pagar a la Junta de Buen Gobierno. A
cualquiera, hay una en Oventic, en La Realidad, otra en Morelia, otra en Roberto Barrios y
otra en La Garrucha. Sí, ahí ya me conocen. Sí, a todos los que infracciono los mando
para allá, para que aprendan. Sí, como yo.
LA HORA DE NADIE
Bueno, pues les cuento que nos reunimos con el Sup para pensar sobre de los informes
que habíamos juntado sobre el tal Morales. Fue el día 4 o 5 de febrero de este año, que
sea el 2005. Porque arresulta que, además de lo que yo había juntado con el Belascoarán
en mi viaje a la ciudad de México, que sea al monstruo, acá en Chiapas también habían
juntado un buen tanto de informaciones y todas eran sobre el caso o cosa, según, del tal
Morales que me había tocado a mí en la repartición de los males y malos que habíamos
hecho en la reunión aquella en su trabajadero del Belascoarán. Y entonces, una de las
informaciones que el Sup tenía era la que había mandado el Frayba a la Junta de Buen
Gobierno de los Altos, que sea a Oventic, como respuesta a la carta que les habían
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mandado los compas cuando las autoridades autónomas le pidieron apoyo al Frayba de
información sobre de los paramilitares. Unos días después, el mero día 9 de febrero de
2005, que sea cuando se cumplían 10 años de la traición del Zedillo contra de los
zapatistas, el periódico mexicano que se llama La Jornada publicó parte de ese informe
del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas, o sea del Frayba, que es
así como le decimos los indígenas acá en Chiapas y que es una organización que está en
Jovel, que sea en San Cristóbal de Las Casas, y que anda pendiente de que no se violen
los derechos humanos de los indígenas. Que sea ese informe era o es sobre de los
paramilitares y cómo los apoyan los malos gobiernos.
Y entonces pues ya no les digo todo lo que decía el informe porque ya está publicado en
el periódico que se llama La Jornada, pero ahí claro se ve que hay un acuerdo de los
malos gobiernos para chingar a los pueblos indígenas zapatistas por medio de lo se llama
guerra sucia que quiere decir que es una guerra así como escondida, que no se muestra,
que sea que hacen como que todo está bien pero no está bien, sino que hay muertos y
desaparecidos y desplazados y muchas desgracias para los jodidos. Y entonces la
problema es que no sólo se trata de los que hicieron sus maldades en aquellos años del
gobierno del Zedillo, sino que todavía por ahí andan los culpables y todavía se sigue
haciendo lo mismo por razón de que los zapatistas no nos rendimos si nos vendemos,
que sea que no nos olvidamos de por qué luchamos y por eso nos quieren derrotar como
quiera que sea.
Y entonces pues les cuento que estábamos con el Sup viendo todos los informes que se
habían juntado y claro se veía que una gran maldad se estaba, que sea que se está
apoderando de nuestro país que se llama México. Y entonces no estábamos tomando un
cafecito caliente, que sea que nomás lo estábamos mirando, porque estaba muy ardiendo
y aluego nos quemábamos la lengua.
Y entonces, mientras fumábamos y esperábamos a que se le bajara la calentura al café,
lo estábamos pensando cómo es que el Mal y el Malo estaban haciendo todas sus
fregaderas, que sea sus maldades, y nomás la gente no decía nada. Y entonces
pensábamos si será que la gente no se da cuenta o nomás ya no le interesa. Y entonces
pues lo vimos que lo que pasa es que la gente no lo mira al Mal y al Malo, pero no es
porque estén escondidos, que sea que el Mal y el Malo estén escondidos, no, si ahí se
andan paseando onde quiera. Que sea que no se esconden, pero como quiera no los mira
la gente, como si fuera magia. Y entonces yo me acordé de lo que me explicó el
compañero Alakazam y se lo conté al Sup. Y entonces el Sup dijo que sí es cierto, que lo
que pasa es que estamos mirando para otro lado. Que sea que los poderosos, que sea
los ricos y sus malos gobiernos, tienen a la gente mirando para otro lado y entonces están
distraídos todos los cristianos y entonces es cuando el Mal y el Malo nos pasan a
perjudicar a todos y nomás ni en cuenta. Y entonces lo probé mi café a ver si ya le pasó
su calentura y no le había pasado todavía, y entonces yo le dije al Sup que la están
desgraciando a la Patria, que sea a México, y entonces nos vamos a quedar todos como
huérfanos, llorando, perdidos, sin saber de ónde venimos y olvidados de nosotros
mismos. Y entonces el Sup no dijo nada, pero también lo probó su café y se dio una
buena quemada, y entonces empezó a decir muchas groserías y a mentar madres, no sé
si porque el café estaba muy caliente o porque lo están matando a nuestro país y estamos
mirando para otro lado. Y entonces yo pensé que es como si estuviéramos viendo la
televisión mientras nos están robando la casa. Y entonces la gente dice que está muy
bien informada pero es que sabe muchas cosas o casos, según, pero de otro lado, y no
sabe bien de que nos están robando el corazón. Y entonces yo me acordé de cómo se
brinca de una cosa a la otra en las noticias y nomás hasta duelen los ojos de estar
102
brincando de un lado a otro.
Y entonces lo miramos que ya se descalentó un poco el café y entonces ya lo
empezamos a tomar el cafecito sin pena de quemarnos la lengua.
Y entonces ya el Sup me dijo:
- Cómo ves Elías, creo que ya llegó la hora de Nadie.
NADIE
La ubicación estratégica del suroriental estado mexicano de Chiapas ha despertado el
interés de las grandes potencias mundiales. Debido a esto, los gobiernos de Estados
Unidos, Canadá, Japón, Rusia, China y los de la Unión Europea han colocado agentes
de sus respectivos servicios de inteligencia. Sumando éstos a los que mantienen las
diferentes dependencias del gobierno mexicano, tenemos lo que se llama “saturación” del
teatro de operaciones. Como cualquiera sabe, la “saturación” de servicios de inteligencia
provoca lo que se llama “intoxicación”, que quiere decir que la información recopilada no
sólo no sirve, sino que hace daño al aparato de inteligencia en cuestión. Puede ser que a
estos fenómenos de “saturación” e “intoxicación” se deba el que ninguna agencia se haya
dado cuenta de que en el organigrama del EZLN hay una rama que es el equivalente a
las tropas especiales o de elite de otros ejércitos. Su existencia es conocida sólo por
algunos cuantos: los miembros del Estado Mayor del EZLN y algunos de los más
antiguos comandantes y comandantas del CCRI. Esa parte de la estructura neozapatista
está formada por sólo seis personas y han desempeñado labores de gran importancia,
pero secretas, en distintos momentos de la historia del EZLN. Por ejemplo, sus
integrantes fueron los que protegieron al Sub Marcos cuando la traición de hace 10 años,
en febrero de 1995. Cuentan que, con la comunidad de Guadalupe Tepeyac
completamente rodeada por tropas aerotransportadas del ejército federal, sacaron al Sub
del cerco y lo pusieron en un lugar seguro. También a este equipo especial se debe la
investigación, en menos de 24 horas, de lo sucedido en Acteal el 22 de diciembre de
1997. La información que los miembros de este equipo obtuvieron fue con la que se
elaboraron la serie de comunicados de aquellas fechas, mismos que, junto con la
información proporcionada por algunos medios de comunicación y por ONG derrumbaron
la estrategia gubernamental de presentar la matanza como una pelea entre indígenas. En
enero de 1998, este equipo fue el encargado de poner a salvo a la Comandancia General
del EZLN cuando el ejército federal intentó tomar la comunidad de La Realidad el mismo
día en que tomaba posesión Francisco Labastida Ochoa como secretario de
Gobernación.
Si pocos saben de su existencia, el nombre de este equipo especial sólo es conocido por
sus integrantes y por el Subcomandante Insurgente Marcos. Sólo ellos saben que su
nombre clave es... NADIE.
1.- La Erika. Insurgenta. Indígena, 15 años entrados en 16. Tenía cuatro años cuando el
alzamiento. Su papá murió en los combates de Ocosingo y ella se crió en la resistencia.
Se decidió a entrar como tropa insurgente del EZLN en 2001, después de la marcha
indígena. Elías habló con ella. Entonces echó su mentira, porque dijo que ya tenía 16
años y en realidad tenía 11 entrados en 12. Es operadora de radio y, a veces, cuando el
Sup y el Monarca no suben rápido la loma del radio, inicia como locutora las
transmisiones de Radio Insurgente, la voz de los sin voz. También es conocida porque
seguido se pelea con los varones de la tropa zapatista porque hacen comentarios
103
despectivos o burlones de las mujeres. Muy buena para lo militar y para lo político.
Experta en radiocomunicación. Le gusta mucho la poesía, las canciones de Juan Gabriel,
Los Bukis y Los Temerarios. En las noches usa sin permiso la lámpara para leer un
maltratado libro de poemas de Miguel Hernández que encontró en un viejo buzón de
montaña. Desafina cuando canta la canción de los caracoles zapatistas. Es la de
comunicaciones de NADIE.
2.- La Doña Juanita. Indígena. Se dice que es la viuda del Viejo Antonio, fallecido en
1994. No se sabe cuántos años tiene pero ya está grande. Tiene grandes conocimientos
de medicina herbolaria, buen ojo clínico y una paciencia de 500 años. Sabe hacer tostada
dulce y marquesote, que es un pan de maíz con azúcar y manteca. Cuando habla en las
asambleas de su pueblo todos la escuchan con atención y respeto. Fue una de las
compañeras que redactó la llamada Ley Revolucionaria de las Mujeres y la primera en
plantear que las mujeres pueden ser autoridad. Hasta los hombres más machitos acuden
a ella para pedirle orientación y consejo. Es la enfermera de NADIE.
3.- La Toñita. Indígena. Tiene como 10 años entrados en 11. Hija de padres insurgentes.
Su madre la llevaba en el vientre cuando salió a la toma de Las Margaritas en enero de
1994. Es muy hábil para obtener e interpretar informes. Se disfraza muy bien y puede
pasar desapercibida en cualquier lugar y situación. Le gusta mucho dibujar y correr. No
hay varón que le gane a subir a un árbol ni que la supere en puntería con la tiradora
(resortera). Va a la escuela autónoma y cuando sea grande, dice, va a ser autoridad y va
a prohibir las matemáticas, porque batalla mucho con los números. Es la de inteligencia
de NADIE.
4.- El Maa Jchixuch (Maa quiere decir guacamaya en tojolobal y Jchixuch quiere decir
puercoespín en tzeltal; guacamaya también se dice Moo en tzeltal y puercoespín se dice
ixchixuch en chol y tek tikcal chitom en tzotzil). Joven mestizo. Debe andar por los 20
años. Se peina al estilo punk, por lo que tiene los pelos parados como puercoespín, y
pintados de muchos colores, como guacamaya. Es locatario en el Mercado de los
Ancianos, en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Vende de todo, según como corre el agua.
Vendiendo fuegos, pirotécnicos se hizo un experto en su uso. También es cantautor.
Bueno, hace canciones y las canta, pero no él les pone música. Según dicen, les manda
las letras que escribe a otras personas y ya ellos le ponen la música. Un ejemplo es la
canción que se llama Otras caricias y que dice así: En un rincón del mundo,/ Unas pieles
se encuentran./ Se hablan, se escuchan./ Se preguntan, se responden./ Se acarician./
Porque una caricia es una pregunta./ Porque una caricia es una respuesta./ Un pedacito
de piel pregunta: ¿aquí?, ¿así?/ Y un pedacito de piel responde: ahí, así./ No siempre./
Hay en el mundo hombres y mujeres./ Y también hay fantasmas./ Los fantasmas, por
ejemplo, son muy otros./ Los fantasmas, cuando acarician, lastiman./ Pero eso no es lo
grave o lo malo./ Tampoco que esa caricia deje una herida./ Tampoco que esa herida no
cicatrice nunca./ Lo grave es que los fantasmas dedican toda su torpe ternura/ En
acariciar la tierra entera./ E impedir así que cicatrice la memoria./ Cuando un fantasma
acaricia./ Pregunta y responde./ Rebeldía.
La canción se la mandó a unos roqueros de Europa y, según también dicen, tiene otras
canciones que serán parte de un disco que se llamará Fantasmas. Maa Jachixuch es el
de explosivos de NADIE.
5.- El Justiciero. Mestizo. Como de 40 años. Negro como la noche. Antes fue obreroalbañil. Ahora es chofer de un camión de transporte de materiales de construcción. En la
defensa trasera de su camión, El Justiciero puso un letrero que dice “Materialista
104
Histórico y Dialéctico”, más arriba del que advierte de “Viejo, pero no de todas”. Se habló
con Elías cuando se le descompuso su camión una noche frente al caracol de La
Garrucha. Dicen que los encontró la madrugada todavía hablando. Apartir de ahí se hizo
zapatista. Habló con sus compañeros y se registraron todos en la Junta de Buen
Gobierno. Después reclutó a los taxistas, a los de las tortillerías, a meseros y meseras, y
hasta a algunos soldados. Es el chofer-mecánico de NADIE.
6.- Elías, comisión de investigación. Ya lo conocen en parte. Está al mando de NADIE.
7.- La Magdalena. Ya la conocen. Se incorporó momentáneamente, a ofrecimiento de
Elías, como séptimo elemento. Apenas es parte de NADIE.
LLORAME UN RIO
La hablé a la Magdalena y le dije que iba a ir a agarrar al Malo, que me espera a que
vengo, pero ella, que sea él, me dijo que quiere apoyar en algo. Y entonces pues lo llevé,
que sea la llevé a donde nos reunimos con el colectivo que se llama NADIE. Y entonces
pues ya la presenté con todos y les dije que era mi hijo o hija, según, y se saludaron y ya.
Y entonces yo les dije que tenemos que hacer un plan para agarrar al tal Morales y que
no teníamos mucho tiempo, que tenía que ser mero el día 9 de febrero, o sea que ya. Y
entonces los vimos los informes que se habían juntado. Y entonces los miramos con
perspectiva. Y entonces yo les expliqué qué cosa es la palabra “perspectiva” y todos lo
apuntaron en sus cuadernos de vocabulario. Y entonces ya que analizamos en colectivo
y por todos lados el caso o cosa, según, del tal Morales, pues lo hicimos un nuestro plan
con una agenda. Y entonces yo les expliqué que es lo que quiere decir la palabra
“agenda” y todos lo apuntaron en su vocabulario. Y entonces la Erika se instaló su
chocolatera, que sea así es como le decimos nosotros a los radios de comunicación. Y
entonces antes lo puso su antena y la calibró bien para que llegue bien lejos su señal. Y
entonces ya se empezó a comunicar con las bases de radio que hay en los pueblos
zapatistas y en los cuarteles insurgentes. Y entonces la Toñita empeñó a escribir todos
los mensajes que estaba recibiendo la Erika. Y entonces el Maa Jchixuch se puso a
preparar unas cosas que nos iban a servir luego para agarrar al tal Morales. Y entonces
El Justiciero se fue para tener listo el camión según ónde teníamos que ir. Y entonces la
Doña Juanita empacó en su morraleta unas yerbas, pozol y tostadas, porque qué tal que
vamos a tardar. Y entonces la Magdalena empezó a preparar sus pinturas y sus ropas
que se iban a necesitar. Y entonces yo, que sea Elías Contreras, comisión de
investigación, lo di varias vueltas en mi cabeza al plan para agarrar al Mal y al Malo, que
sea al tal Morales que andaba haciendo sus maldades en tierra zapatista. Y entonces en
esas estaba, que sea pensando el plan, y que me acuerdo de algo y rápido les digo a
todos que dejen de hacer lo que estaban haciendo y que les digo que apunten en sus
cuadernos la palabra “susodicho”, y ya les expliqué que en este caso o cosa, según, el
“susodicho” era el tal Morales. Y entonces ya todos se fueron a seguir preparando el plan
para agarrar al susodicho, que sea al tal Morales, para presentarlo con la justicia
zapatista.
Y entonces todo este plan lo hicimos la madrugada del día 8 de los corrientes, que sea,
de febrero del año 2005. Y entonces ya estaba pardeando la mañana cuando la Erika y la
Toñita llegaron a decirme que, según los informes, el tal Morales, que sea el susodicho,
se había ido para la cabecera municipal de Ocosingo y que ahí andaba
emborrachándose y echando desmadre con las mujeres. Y entonces que el tal Morales,
que sea el susodicho, traía dos hombres como escolta, que sea que lo andaban cuidando
ónde quiera que iba, y creo que hasta al baño iban juntos. Y entonces la Toñita dijo que
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en Ocosingo tal vez no había mucha gente ni bulla porque ya había pasado la fiesta de la
Candelaria y ya la gente no tenía la paga para seguir fiestando. Y entonces dijo la Toñita
que tal vez podíamos agarrar al tal Morales, que sea al susodicho, sin hacer tanta bulla.
Y entonces El Justiciero dijo que el carro ya está listo. Y entonces el Maa Jchixuch dijo
que ya está listo. Y entonces la Doña Juanita dijo que ya está lista. Y entonces la
Magdalena dijo que ya está lista. Y la Erika y la Toñita ya lo habían dicho que estaban
listas. Y entonces yo dije que no estoy listo, que me esperen porque voy a 50 y ya
entonces luego nos vamos. Y entonces ya regresé del 50 y nos subimos todos en el
camión de El Justiciero y llegamos a Ocosingo cuando la noche ya se estaba
acomodando en las calles. Y entonces nos acomodamos en un ranchito, que sea en una
champita que está en la orillada de la ciudad, que sea que el ranchito se llama El
Paraíso. Y entonces la Erika lo puso su antena y su chocolatera y pasó el mensaje que
decía: “Ojo Grande a Caballo Viejo. Ojo Grande a Caballo Viejo. Nadie está listo. Repito.
Nadie está listo”. Y entonces que sea que ese era un mensaje para el Sup de que ya
estábamos listos para cumplir nuestra agenda en perspectiva para agarrar al susodicho,
que sea al tal Morales. Y entonces la Toñita sacó de su morraleta una caja de chicles y
dijo que ahí tiene uno de esos que tienen purgante y se salió a vueltear para mirar ónde
mero andaba el susodicho, que sea el tal Morales. Y entonces la Doña Juanita se fue
para hablarla a una su comadre que trabaja en el mercado de Ocosingo y que es bien
chismosa y onde quiera se mete, que sea que la comadre de la Doña Juanita es la
chismosa, no la Doña Juanita. Y entonces el Maa Jchixuch acomodó en el patio del
ranchito lo que había preparado. Y entonces El Justiciero lo fue a acomodar su camión
onde estuviera a la mano pero que no muy se viera. Y entonces la Erika acomodó su
aparato de sonido y cableó una bocina al patio y otra onde se acomodan los carros, que
sea al zaguán. Y entonces la Magdalena se empezó a arreglar. Y entonces yo pensé que
NADIE es bueno para los trabajos especiales que en veces encarga la Comandancia
General del EZLN. Y entonces ya regresó la Toñita y dijo que el susodicho, que sea el tal
Morales, estaba en el infierno. Y entonces yo dije que no que habían dicho que estaba en
Ocosingo, que ya dimos nuestra vuelta de balde. Y entonces la Toñita se me quedó
mirando y me dijo que de por sí, pero que así se llamaba la cantina onde estaba el tal
Morales, que sea el susodicho. Y entonces yo entendí que la cantina se llamaba El
Infierno. Y entonces la Toñita dijo que el tal Morales, que sea el susodicho, tiene como mi
edad y es como de mi rodada, que sea que andaba por los 60, está canoso y era un poco
gordo. Y entonces la Toñita dijo que seguro era el susodicho, que sea el tal Morales,
porque lo escuchó que así le decían sus escoltas. Y entonces la Toñita dijo que los
escoltas eran unos grandulones, bien dobles, que sea bien fuertes, y que tenían cortado
el pelo como de por sí se lo cortan los soldados del mal gobierno. Y entonces ya regresó
la Doña Juanita y entonces dijo que decía su comadre que el susodicho, que sea el tal
Morales, ya andaba medio chiles, que sea que andaba medio tomado, y que también sus
escoltas.
Y entonces ya nos reunimos todos para revisar bien el plan. Y entonces lo esperamos a
que la noche se camina otro tanto y a que se llegue la madrugada. Y entonces ya se
llegó la madrugada. Y entonces ya me puse mi sombrero. Y entonces ya todos
entendieron que ya iba a empezar la misión que nos había encargado el mando. Y
entonces NADIE estaba listo.
Y entonces ya el Maa Jchixuch, la Erika, El Justiciero y la Doña Juanita se pusieron todos
en sus posiciones. Y entonces ya nos fuimos caminando con la Toñita con su caja de
chicles y con la Magdalena que se puso unos zapatos de tacón bien altos que onde
quiera se andaba cayendo. Y entonces ya llegamos a las puertas del infierno, que sea a
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las puertas de la cantina que se llama El Infierno. Y entonces ya se metió la Toñita con su
caja de chicles. Y entonces ya salió otra vuelta la Toñita. Y entonces ya nos dijo que no
había mucha gente, que apenas unos cuantos, que ahí mero estaba el susodicho, que
sea el tal Morales, y que estaba bien bolo y que también estaban bolos sus escoltas. Y
entonces la Toñita dijo que les había regalado de sus chicles con purgante a sus escoltas
del tal Morales, que sea del susodicho. Y entonces la Toñita nos dijo que no luego hacían
efecto los chicles con purgante y que tardaban un tanto. Y entonces le dije a la Toñita
que se fuera a su posición. Y entonces ya le dije a la Magdalena que se entrara al
infierno, que sea a la cantina que se llama El Infierno. Y entonces yo también me entré al
infierno para mirar que no le fuera a pasar algún mal a la Magdalena.
Y entonces la Magdalena entró moviéndose muy otro al caminar. Y entonces al
susodicho, que sea al tal Morales, nomás se le caía la baba mirándola a la Magdalena. Y
entonces también los escoltas estaban de babosos. Y entonces el tal Morales, que sea el
susodicho, le empezó a decir de cosas a la Magdalena, que por qué tan solita mi reina,
que presta pa’ la orquesta y otras cosas que son groserías y que no les digo porque qué
tal que hay niños oyendo o leyendo, según. Y entonces la Magdalena se acercó al tal
Morales, que sea al susodicho, y le dijo que andaba buscando un hombre que le
cumpliera porque ella era mucha hembra, que sea que la Magdalena era mucha hembra.
Y entonces la Magdalena dijo que ahí no había hombres de a deveras y que mejor se iba
a ir con los zapatistas a ver si ahí. Y entonces el sudodicho, que sea el tal Morales, dijo
que los zapatistas son putos, así dijo. Y entonces los escoltas se rieron. Y entonces la
Magdalena se acercó al tal Morales, que sea al susodicho, y nomás paró la nalga y, sin
que se dieran cuenta, me volteó a mirar y me guiñó el ojo mientras decía:
- De por sí, tal vez uno que otro zapatista es puto.
Y entonces la Magdalena se le sentó en las piernas al susodicho, que sea al tal Morales y
le dijo que oyes papito qué haces en el infierno si yo te puedo llevar a conocer el paraíso.
Y entonces el tal Morales, que sea el susodicho, dijo que llévame mi chula. Y entonces ya
se levantaron y se salieron. Y entonces yo me fui detrás de ellos. Y entonces en la puerta
el susodicho, que sea el tal Morales, la empezó a manosear a la Magdalena. Y entonces
la Magdalena le dijo que ahí no, que mejor en su cuartito porque ahí tenía unas cositas
para que el tal Morales, que sea el susodicho, estuviera contento. Y entonces el
susodicho, que sea el tal Morales, dijo que bueno, que vamos. Y entonces fueron a onde
tenían su coche del tal Morales, que sea del susodicho. Y entonces ya yo me fui
corriendo para llegar antes. Y entonces ya llegué y tomé mi posición.
Y entonces al ratito se vieron las luces del carro. Y entonces ya el carro se metió en el
zaguán. Y entonces ya se bajaron todos del carro. Y entonces uno de los escoltas dijo
que oiga jefe ya me anda del baño que yo creo que me hizo daño la botana. Y entonces
el otro escolta dijo que a él también le andaba del baño. Y entonces la Magdalena les dijo
que ahí nomás en el patio estaba la letrina. Y entonces se fueron corriendo los escoltas
para ganar primero la letrina, pero se van tropezándose porque estaban bolos. Y
entonces la Magdalena entró en la casita. Y entonces le dijo al susodicho, que sea al tal
Morales, que espérame corazón que me voy a poner algo más cómodo que te va a
gustar mucho. Y entonces la Magdalena entró en el cuartito onde estamos metidos todos.
Y entonces ya di la seña. Y entonces la Erika prendió su aparato de sonido y empezó a
decir por el micrófono que ya se rindan todos, que los tienen rodeados. Y entonces el
Maa Jchixuch ya prendió los cohetes que tenía preparados. Y entonces se escuchó como
una balacera. Y entonces se hizo un relajo que parecía que había muchos tiros y mucha
bulla. Y entonces los escoltas salieron corriendo. Y entonces apenas podían moverse
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porque estaban bien bolos y con los pantalones bajados y bien cagados, que sea de
miedo y de cagada, porque los había agarrado la bulla mero en la diarrea por causa del
purgante de los chicles con maña de la Toñita. Y entonces se fueron corriendo al monte.
Y entonces el tal Morales, que sea el susodicho, dijo que qué chingaos pasa. Y entonces
yo creo que del susto se le bajó la borrachera, porque se escuchaba que ya estaba en su
juicio. Y entonces ya salimos todos del cuartito. Y entonces ya lo rodeamos para que no
se corretiara. Y entonces ya le dije yo al susodicho, que sea al tal Morales, que estaba
detenido por órdenes de las autoridades autónomas de justicia de las Juntas de Buen
Gobierno y que lo íbamos a llevar para que diera cuenta de sus maldades. Y entonces el
tal Morales, que sea el susodicho, dijo:
- A mí nadie me va a detener.
Y entonces la Erika dijo:
- De por sí nosotros somos NADIE.
Y entonces la Doña Juanita le iba a amarrar las manos al susodicho, que sea al tal
Morales. Y entonces fue cuando el tal Morales, que sea el susodicho, sacó una pistola y
nos apuntó y nos dijo que arriba las manos. Y entonces ya levantamos todos las manos.
Y entonces el tal Morales, que sea el susodicho, dijo que él era mucha pieza para los
pinches zapatistas, que a poco a él lo iban a detener unos don nadie. Y entonces le
apuntó con la pistola a la Toñita y dijo que pinche escuincla, y luego le apuntó a la Doña
Juanita y dijo pinche vieja arrugada, y luego le apuntó a El Justiciero y dijo pinche perro
negro, y luego le apuntó al Maa Jchixuch y dijo pinche punketo aretudo, y luego le apuntó
a la Erika y dijo pinche chamaca, y luego le apuntó a la Magdalena y dijo pinche puto, y
luego me apuntó a mí y dijo pinche indio. Y luego nos encañonó a todos, que sea que
nos apuntó a todos con su pistola y dijo que nos iba a matar a todos de una vez, que
nosotros somos los que siempre estorban, que nadie nos iba a extrañar porque de por sí
gente como nosotros siempre sobra.
Y entonces cuando el tal Morales, que sea el susodicho, nos estaba echando su rollo
neoliberalista, la Magdalena como que le entró su coraje y se le aventó encima y
empezaron a pelear cuerpo a cuerpo. Y entonces, como si fuera la señal, todos nos
aventamos en montón encima del susodicho, que sea del tal Morales. Y entonces se
escuchó un disparo. Y entonces ya lo agarramos bien y le quitamos la pistola. Y entonces
ya entre la Doña Juanita, El Justiciero, la Toñita y la Erika lo amarraron bien al tal
Morales, que sea al susodicho. Y entonces la Magdalena había quedado en el suelo. Y
entonces pensé que es porque la golpearon. Y entonces la fui a levantar. Y entonces, lo
miré que tiene un balazo en la barriga. Y entonces le dije a la Doña Juanita que rápido,
que la Magdalena está herida.
Y entonces la Doña Juanita rápido buscó en su morraleta unas yerbas. Y entonces le
empezó a poner las yerbas para pararle la sangradera que tenía la Magdalena. Y
entonces le dije a la Erika que avise rápido por radio que tenemos un herido. Y entonces
le dije a la Magdalena que no se preocupe, que la íbamos a llevar al hospital para que la
curen. Y entonces la Magdalena se iba poniendo bien pálida. Y entonces le dije a El
Justiciero que preparara el camión para irnos. Y entonces les dije a los demás que lo
suban al susodicho, que sea al tal Morales, al camión para irlo a entregar a la justicia. Y
entonces les dije que hagan lugar para llevarnos a la Magdalena al hospital. Y entonces
yo me quedé con la Magdalena. Y entonces la Magdalena me preguntó que cómo estuvo
en la misión. Y entonces yo le dije que muy bien, que gracias a ella, que sea a él,
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habíamos agarrado al Malo. Y entonces él, que sea ella, me preguntó que si se veía
bonita. Y entonces yo le respondí que parecía una princesa. Y entonces ella, que sea él,
se puso a chillar. Y entonces yo pensé que era por la herida y le dije que no chille, que ya
pronto la íbamos a llevar a curar. Y entonces él, que sea ella, dijo que no chillaba por la
herida sino porque nunca le habían dicho princesa. Y entonces yo le dije que de por sí
siempre parecía una princesa, pero que no le había dicho nada porque qué tal que iba a
pensar mal. Y entonces ya regresaron todos para estar pendientes de la Magdalena. Y
entonces la Doña Juanita la estaba cuidando de su herida a la Magdalena. Y entonces la
Doña Juanita me dijo al oído, bien quedito pa’ que nomás yo lo oyera, que la Magdalena
no se va a lograr, que le perjudicaron todas las tripas. Y entonces yo no me despegaba
de la Magdalena y la tomaba de la mano y la animaba. Y entonces ella, que sea él, me
preguntó si se va a morir. Y entonces yo le dije que no, que no se va a morir. Y entonces
él, que sea ella, me dijo que quería que la llevaran a un hospital zapatista, que porque
quería que de una vez la operaran para tener el cuerpo de por sí de lo que era, que sea
de mujer. Y entonces yo le dije que de por sí. Y entonces ella, que sea él, dijo que qué tal
que enamoraba a un zapatista y que se casaba con él y que me iban a decir “suegro”. Y
entonces yo le dije que seguro. Y entonces él, que sea ella, dijo que papá Elías, lo
chingamos al Mal y al Malo. Y entonces yo dije que de por sí lo chingamos mija. Y
entonces la Magdalena me dijo que oye papá Elías, si me muero llórame un río. Y
entonces yo le dije que no se va a morir, que sí pero no luego, que todavía va a tardar
unos años. Y entonces la Magdalena ya no dijo nada. Y entonces la Doña Juanita le tomó
el pulso y dijo que la Magdalena ya se había finado.
Y entonces todos nos quedamos bien callados, como si todos nos hubiéramos muerto...
EL TAL MORALES NO ES EL TAL MORALES
Acta de Averiguación.
Comunidad de la Realidad, Municipio Autónomo Rebelde Zapatista de San Pedro de
Michoacán, Junta de Buen Gobierno.
Siendo las 1000 horas, 10 de la mañana, del día 9 de febrero del 2005, reunidos las
autoridades de justicia de todos los municipios autónomos rebeldes zapatistas de las
cinco Juntas de Buen Gobierno de Los Altos de Chiapas, Zona Selva Tzetal, Zona Norte,
Zona Tzotz Choj y Zona Selva Fronteriza, para arreglar la problema que sucede en
Montes Azules, que está en nuestro estado de Chiapas de nuestro país que se llama
México, por culpa de los malos gobiernos nacionales e internacionales. La problema es
que los ricos y poderosos los quieren robar a los Montes Azules que es de toda la
humanidad y los quieren usar para su beneficio propio sin importar las grandes
desgracias que pueden provocar.
Para poder encontrar los presuntos responsables de estos hechos se detuvo en este
mismo día a una persona acusada de cometer este crimen con el apoyo de los malos
gobiernos. El detenido fue puesto ante su mano de las autoridades autónomas para su
investigación. El compañero que hizo la detención es el compañero Elías Contreras,
comisión de investigación del EZLN, que no se encuentra presente por causa de que un
su pariente quedó mal herido en la detención del detenido que fue presentado con el
nombre del tal Morales, pero que no mero se llama así sino que tiene muchos nombres.
El detenido fue presentado en buen estado de salud, sin golpes o heridas y sólo tiene un
poco bolladas las manos por causa del amarre que le hicieron los detenedores para que
no siguiera haciendo perjuicios, y además está un poco crudo por causa de una
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borrachera que tenía. Junto con el detenido, fueron entregadas a esta autoridad zapatista
las cosas o casos que portaba el detenido y que son las siguientes:
Un arma corta o sea pistola escuadra. Colt de calibre 45 acp, de las que usan los
oficiales del ejército federal mexicano. La pistola tiene el escudo nacional de México en
las cachas y tiene borrado el número de serie, o sea que no se mira el número. Con el
arma viene un cargador con seis tiros útiles. Diversas credenciales y pasaportes, todos
con la foto del detenido y con diferentes nombres, como son: Diego Manuel de Jesús
Cevallos Bartlett y Ortega. Santiago Felipe Creel Calderón y Sahagún. Onésimo Iñiguez
Cepeda Sandoval. Roberto Carlos Madrazo Salinas de Gortari. Vicente Ernesto Fox
Zedillo. Enrique Mario Renán Cervantes Castillo. Jorge Morales Serrano Limón.
Nota: Algunas son credenciales de elector y pasaportes con la foto y huella del detenido y
otras sólo la tienen la foto del detenido, como son las credenciales de Pro Vida,
Movimiento Universitario de Renovadora Orientación, Unión Nacional de Padres de
Familia, Desarrollo Humano Integral y Acción Ciudadana.
- En moneda nacional, 150 mil pesos; 12,000.00 dólares en billetes americanos, y tarjetas
de crédito de varios bancos.
- Un teléfono satelital marca Goldstar, o sea que es un teléfono que habla desde
cualquier parte del mundo y a donde sea. Una computadorcita que dice que se llaman de
mano y que tiene muchos nombres, teléfonos y direcciones.
Ya después de que todas estas cosas o casos fueron presentados en su vista del
detenido y que él las reconoció como que son suyas de su propiedad, pasamos a
informarle al detenido que está acusado de muchas maldades que ha estado haciendo
en contra de los pueblos indios de México y de todos los que vivimos en este país, como
son la venta al extranjero de los recursos naturales de nuestra Patria y de planear la
muerte de hermanos indígenas. Que claro le decíamos que está acusado de hacer
negocio, junto con los malos gobiernos y los neoliberalistas, vendiendo las riquezas que
hay en la región de Chiapas que se llama Montes Azules.
Primera declaración preparatoria pública del tal Morales.
El detenido dijo que no así se llama, o sea que no se llama Morales sino que Morales es
uno de los nombres que usa en su trabajo, que ya no se acuerda mero cómo se llama
porque ha cambiado muchas veces de nombre, según con quién trabaja.
Dijo que lo detuvieron en la cabecera municipal de Ocosingo, aquí en el estado de
Chiapas, México. Dijo que nadie lo detuvo. Se le preguntó que cómo está eso de que
nadie lo detuvo y él dijo que así le dijeron los que lo detuvieron, que son nadie. Las
autoridades no entendieron qué mero está diciendo el detenido y le dijeron que diga claro
sus respuestas. El detenido se embraveció y empezó a mentar madres en contra de las
autoridades y de todo el zapatismo y dijo claro que él tiene muchas influencias en la
Suprema Corte de Justicia de la Nación y en el Congreso de la Unión y en la Presidencia
de la República y con el Bush, el Blair, el Berlusconi, los reyes de España y otros
nombres que no alcanzamos a apuntar porque el detenido hablaba muy rápido por su
coraje. Las autoridades nomás lo miramos y esperamos a que acabara de hablar. El
detenido pasó de su encabronamiento a ponerse mansito y dijo que nos puede dar dinero
o trago o viejas, pero que lo dejemos ir. Entonces la compañera autoridad que se llama
Lupe se empezó a encabronar por la falta de respeto a las mujeres que hacía el detenido,
pero la Lupe no dijo nada y también esperó. Como no decíamos nada y sólo lo
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mirábamos, el detenido pasó a darse a la lloradera diciendo que no lo fuéramos a matar.
Ahí tardamos. Entre las mentadas que nos daba, las cosas que nos ofrecía para que lo
soltáramos y la lloradera del detenido, se llegó la hora del pozol y las autoridades
decretaron un descanso. El detenido no quiso pozol.
Segunda declaración preparatoria pública del tal Morales que no se llama Morales.
Ya después de que tomamos el pozol, pasamos a tomarle otra vuelta su palabra al
detenido con preguntas y respuestas. Pero antes se le informó al detenido que si no
decía claro su palabra y se dejaba de amenazas, entonces lo íbamos a entregar a las
autoridades del mal gobierno en presencia de los periodistas y ahí íbamos a mostrar todo
lo que le ncontramos en su posesión. Entonces el detenido dijo que no, que mejor no
hiciéramos así, que porque sus patrones lo iban a matar para que no dijera nada, porque
en la maldad que hacía estaban metidas muchas personas muy poderosas de México y
del mundo y que entonces lo iban a callar para que no acusara a todos. Dijo que de por sí
así hacían los poderosos, que cuando alguien ya no les sirve o los pone en peligro pues
lo eliminan y se buscan a otro. El detenido dijo entonces que está dispuesto a cooperar y
a responder con la verdad. Autoridad.
Se pregunta al acusado que para qué traía un teléfono satelital entre sus cosas. El que
no se llama tal Morales. Responde que era para comunicarse directamente desde
Montes Azules con sus amigos que tiene en Estados Unidos y en Europa.
Autoridad.¿Para qué se comunicaba con esos amigos?
El no tal Morales. Para informarles cómo iba el plan en Montes Azules.
Autoridad.¿Cuál plan?
El no tal Morales. El de conseguir la privatización de esas tierras para venderlas. Primero
teníamos que desalojar a las comunidades indígenas que están ahí. El plan era provocar
un problema ahí para justificar la ocupación militar de toda esa zona y que limpiaran el
lugar de gente. Nuestro plan, porque no crean que estoy solo en esto, era primero
sembrar drogas y con eso de pretexto meter al ejército, pero no se pudo porque ustedes
prohíben la droga. Luego el plan era provocar incendios forestales, pero tampoco se
pudo por lo de la ley de protección de bosques. Después el plan era provocar un
enfrentamiento entre indígenas. Ya habíamos contactado a unos lacandones, a los de
SOCAMA y unos de la ARIC oficial. Les íbamos a dar entrenamiento de paramilitares,
como hicimos en el norte de Chiapas y en los Altos, y los íbamos a enfrentar con las
comunidades zapatistas que están en la zona, pero eso también se chingó, porque
ustedes decidieron reacomodar a esas comunidades y entonces nos quitaron el pretexto.
Con ese movimiento echaron abajo nuestro plan y teníamos que hacer otro. En eso
estaba cuando me agarraron.
Autoridad.¿Por qué dice que no está solo en eso quehace?
El no tal Morales. Porque en el negocio está metida mucha gente de dinero y poderosa.
Sus representantes se reunieron con Fox hace unos días, ahí en la selva lacandona.
Para eso fue la visita de él y su esposa. Lo de que fueron a promover el ecoturismo es
mentira. Fueron porque los poderosos lo están apurando para que privatice todo y lo
puedan comprar ellos y hacer negocios. Estuvieron ahí Zedillo y Carabias. Precisamente
el teléfono satelital es para comunicarme directamente con alguien que anda con Fox,
muy cercano a él, en su gira por Europa. Yo me quedé encargado de ver cómo le íbamos
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a hacer con lo de las tierras y para conseguir unos animalitos que querían en la corte
española. Si los conseguía pues les iba a hablar por teléfono a España, pero ahora se
van a quedar esperando la llamada.
Autoridad.¿Para qué es el dinero que lleva?
El no tal Morales. Pues para pagar el transporte de los animales hasta España y para
darles una parte a los indígenas que habíamos comprado para que nos apoyen en lo de
la privatización. Además hay que repartir dinero por todos lados, con funcionarios chicos,
medianos y grandes, municipales, estatales y federales.
Autoridad. ¿Quién o quiénes iban a organizar a los paramilitares?
El no tal Morales. Pues las armas y el entrenamiento lo iba a poner el ejército federal.
Pero la idea, o sea la selección de la gente y su preparación ideológica, lo iba a hacer El
Yunque.
Autoridad.¿Qué cosa es El Yunque?
El no tal Morales. Es una organización clandestina de derecha, de extrema derecha, son
los que ahorita están metidos en el PAN y en el gobierno de Fox. Y también están
metidos en otros partidos políticos. En esa organización hay políticos, empresarios,
obispos. Llevan años siguiendo con las enseñanzas de sus antecesores, o sea de
Salinas y Zedillo. El plan es vender todo lo que se pueda y hacerse ricos. No les importa
nada, ni la Patria ni la religión ni la gente, aunque digan lo contrario.
Autoridad. ¿Usted es del Yunque?
El no tal Morales. No, a mí me contactaron ellos porque trabajé en lo de los paramilitares
del norte de Chiapas, con los de Paz y Justicia. Y también en los Altos con los
cardenistas y Máscara Roja. Y en otras partes con Los Puñales, Los Chinchulines, Los
Albores de Chiapas, los Aguilares, el MIRA, SOCAMA. Además de en Montes Azules,
estaba yo organizando a los perredistas de Zinacantán. El Yunque piensa que el
zapatismo es el principal obstáculo para sus planes. Está dispuesto a todo, hasta la
guerra, para eliminarlos a ustedes. Y ahora está envalentonado por la victoria de Bush en
Estados Unidos. Los gringos ricos quieren todo el planeta y los políticos mexicanos
quieren vender la parte del mundo que se llama México. El Yunque es uno de los
vendedores, pero hay otros grupos en los partidos políticos. El que quede, no importa si
es PAN, PRI o PRD, va a vender.
Autoridad. Estas cosas que está diciendo, ¿las saben los malos gobiernos?
El no tal Morales. Claro que las saben. Si ellos son los que están organizando todo. Yo
soy sólo un empleado.
Nota: Se suspende la segunda declaración porque llegó un enlace de la Comandancia
General del EZLN que dice que ya se investigó lo del teléfono satelital y que ese número
que usa está contratado a nombre de la Fundación Vamos México que dirige la señora
Marta Sahagún de Fox, que sea la esposa del Fox.
Tercera Declaración Preparatoria del no tal Morales.
Se le preguntó al acusado si tiene algo más que declarar y el no tal Morales dijo que sí, y
se soltó con un gran rollo que nomás iba de un lado a otro y no muy se entendía también
112
porque un rato estaba enojado y otro rato estaba llorando y un rato gritaba y otro rato
hablaba quedito como nomás para escucharse él. Y un poco lo que se entendió de lo que
dijo es que habló del finado Pável González, que era un estudiante de la UNAM que fue
matado y el no tal Morales dijo que lo del finado Pável había sido una advertencia de El
Yunque a las autoridades que querían destapar sus actividades en la UNAM y en otros
lados, que el mensaje era que iba a haber guerra. Que lo de Digna Ochoa fue también
una advertencia. Que El Yunque, que sea la ultraderecha, usa lo mismo que los
gobiernos gringos o sea la guerra preventiva, que matan gente antes que preguntar
quiénes son o qué quieren. Que todos los gobiernos tienen que hacer como que las
cosas cambiaron aunque no cambien, y que si no pues otra vez se va a repetir todo. Que
él, que sea el no tal Morales, es sólo uno más, que aunque lo chinguemos van a venir
otros igual o peores que él. Que lo perdonen por favor, que ya no lo vuelve a hacer. Que
quiere irse con su mamá. Que todos nos vayamos a chingar a nuestra mamá. Que ojalá
nadie se muera. Que lo perdonemos. Que tiene miedo, mucho miedo. Y entonces el no
tal Morales se hizo en los pantalones, que sea que se cagó y se meó en los pantalones y
no avisó sino que así nomás hizo su cochinada y entonces se suspendió la declaración
preparatoria porque mucho olía, o sea que apestaba muy feo, y entonces lo suspendimos
para que el no tal Morales se limpiara un poco y ya luego regresó y dijo que es todo lo
que tiene que decir.
Se cierra la declaración preparatoria del no tal Morales.
Firma el detenido y acusado, así como los compañeros y compañeras de las comisiones
de Honor y Justicia de los diferentes municipios autónomos rebeldes zapatistas.
Dictamen de sentencia. Las comisiones de Honor y justicia de todos los municipios
autónomos zapatistas que están organizados en las cinco Juntas de Buen Gobierno, se
reúne para dictar sentencia en el caso del tal Morales que no es el tal Morales.
Siendo las 26:40 hrs. (cuatro de la tarde con 40 minutos), del día 9 de febrero del 2005,
las comisiones de Honor y Justicia de los municipios autónomos y después de tomar la
primera, segunda y tercera declaraciones del tal Morales, acusado de vender la
soberanía nacional o sea la Patria, y de planear la muerte de indígenas mexicanos y que
queda comprobada su participación en este hecho de crimen calificado, las autoridades
determinan.
1.- Que el señor conocido como el tal Morales y que no así se llama y tiene muchos
nombres, se le condena a 10 años de trabajo comunitario en los proyectos que las Juntas
de Buen Gobierno tienen en diferentes comunidades zapatistas por su participación en
esta gran maldad de crimen contra la humanidad.
2.- No alcanzará libertad bajo fianza hasta que cumpla su sentencia condenatoria.
3.- No habiendo otro asunto que tratar se da por terminado el dictamen de sentencia a las
17 horas (cinco de la tarde) del mismo día y fecha.
Firma del detenido, acusado y ahora condenado.
Firma de las autoridades de las comisiones de Honor y Justicia de los municipios
autónomos.
PARTE DE LA TRASCRIPCION DE LA LLAMADA TELEFONICA COMPARTIDA CON
PUNTOS DE ORIGEN EN WASHINGTON, ROMA, MADRID, LONDRES, MOSCU Y
113
MEXICO, INTERCEPTADA EL DIA 10 DE FEBRERO DEL 2005 POR EL SISTEMA DE
ESPIA SATELITAL ECHELON Y BORRADA DE LOS ARCHIVOS POR
INSTRUCCIONES DE CONDOLEEZZA RICE, SECRETARIA DE ESTADO
ESTADUNIDENSE.
- Agarraron a Morales en Chiapas.
- Que lo suelten.
- No se puede, lo agarraron los zapatistas y esa justicia no la controlamos.
- ¡Fuck! Ese va a decir todo y los zapatistas lo van a hacer público. Hay que hacer algo.
- ¿Dónde lo tienen?
- Lo juzgaron y lo encontraron culpable de lo de Montes Azules y los paramilitares. Lo
condenaron a trabajo comunitario en los pueblos indígenas. Seguramente le encontraron
todo lo que cargaba. Las identificaciones no son problema porque podemos decir que las
inventaron los zapatistas, pero la agenda electrónica tiene nombres que pueden echar a
perder todo.
- Hay que localizarlo y eliminarlo.
- Sí, lo matamos y le echamos la culpa a los zapatistas.
- Es mala idea. Nadie nos va a creer. Si los zapatistas no mataron al general Absalón
Castellanos Domínguez, que era igual o peor, menos van a matar a Morales.
- Tiene razón. Pero hay otras opciones.
- ¿Sabes dónde lo tienen?
- No, pero lo puedo averiguar.
- Hazlo y manda a alguien para que le dé algo que lo enferme de gravedad. Tiene que
ser rápido, porque seguro los zapatistas no tardan en hacer público todo.
- Voy a mandar a López, que ya tiene tiempo allá disfrazado de periodista, es igual que
Morales y capaz de matar a su misma madre.
- Ok, pero recuerda que si algo sale mal, tú caes primero...
YO NOMÁS HASTA AQUÍ LLEGO
Pues así pasó este caso o cosa de cuando fui a la ciudad de México, que sea al
monstruo, a buscarlo al Mal y al Malo, de cómo trabajé con el Belascoarán, y de la gente
que conocí y lo que hice allá y acá, en Chiapas, México. Hace un rato le mandé una carta
al Belascoarán platicándole que el tal Morales no era el tal Morales y todo lo que pasó en
este caso o cosa, según del Mal y el Malo. De la Magdalena no le conté nada y tal vez a
ustedes tampoco les cuento porque, como les dije al principio de esta historia, hay
heridas que no sanan manque uno las platique y que, al contrario, más sangran cuando
se visten de palabras. Ahorita que termine con ustedes voy a llevarle unas sus flores a su
tumba. También va a ir NADIE. Por cierto, en su tumba de la Magdalena yo le puse en el
cemento estas palabras que dicen: “Aquí descansa el corazón de NADIE”.
114
Bueno, pues ya me voy. Yo nomás hasta aquí llego. Todavía lo tengo que ir a pepenar la
mula, sin agraviar, pero antes les quiero dar muchas gracias porque nos voltearon a mirar
aunque sea un rato. Yo ya hice mi trabajo. Falta saber cómo le fue al Belascoarán allá en
el monstruo, que sea en la ciudad de México. Ahora que como quiera les digo que se
estén pendientes, porque así son los zapatistas, que sea cuando parece que ya nos
acabamos, de repente salimos con otra cosa o caso, según. O sea que así es nuestra
lucha: siempre falta lo que falta. Y, ¿saben qué?, pues arresulta que el Sup no está
porque se fue a hablar con el Moy y el Tacho y entonces pues acá estoy yo solitillo, y
entonces pues a mí me toca poner el final de nuestra participación en esta historia de
muertos incómodos y toda la cosa, o caso, según. Así que yo voy a firmar:
Desde la montañas del Sureste Mexicano. Elías Contreras. Comisión de Investigación del
Ejército Zapatista de Liberación Nacional. México, febrero del 2005.
CAPÍTULO XII
“Y VIVO EN EL PASADO”
Había amanecido rarísimo. Héctor siguió el proceso con precisión, casi con delicadeza
matemática. Primero la presencia invisible del sol en un cambio de la forma de la
oscuridad, luego unas rayas grises en el horizonte y al fin el descubrimiento de unas
nubes extrañamente moradas; luego, la luz estaba allí. “El esmog hace cosas
maravillosas”, se dijo el detective. Y bajó a tratar de despertar a los de la lonchería que
solían poner las mesas del desayuno absolutamente dormidos, para que le dieran un jugo
de naranja fresco, recién sacado del refrigerador y exprimido hacía un mes y medio en
una empresa de concentrados de Miami.
Cuando Monteverde salía por la puerta de su casa, Héctor lo estaba esperando.
- ¿Y el perro?
- No, cómo lo voy a llevar a la oficina. Se queda en casa.
- ¿Usted conoce a Barnie? Barnie, el dinosaurio morado.
- ¿Perdón?
- Creo que sé quién nos ha estado llamando –dijo Héctor encendiendo un cigarrillo.
–Jesús María Alvarado tenía un hijo, Angel Alvarado Alvarado, y me dicen que trabaja
doblando caricaturas en la tele, a los Picapiedra, a un dinosaurio morado…
- Los Picapiedra ya no pasan en la tele.
- Bueno, pues cosas así... ¿Lo conoce?
- No.
- Me lo sospechaba.
Al llegar a la oficina descubrió que sus compañeros de día habían salido en comisiones
de servicio. Dos respectivas notas lo atestiguaban: “Fui arreglarle plomería a una ñora.
Gilberto” y “Toy en la Merced comprando telas, de Java y de Juir. Carlos”. Eso significaba
que debería sumar a sus tareas de detective las de contestador de teléfono y tomador de
recados. Marcó por enésima vez el teléfono que le habían dejado de Angel Alvarado y
115
escuchó los interminables timbrazos. Nadie en casa. ¿Existía Alvarado?
Tomó sus notas sobre los ministros de Juárez, y usando la sección amarilla del directorio
telefónico, antes de tratar de cruzar los apellidos con los de una mueblería, usó la lógica
más simple: no eran Ruiz, Ramírez o Guzmán, apellidos muy comunes. Nadie diría,
tienes apellido de ministro de Juárez frente a esos apelativos, dirían tú y otros 10 mil
güeyes en la guía telefónica se llaman así. Tenía que ser uno de los ministros muy
conocidos, no cualquier ministro apache, y con un nombre que más o menos sonara a
calle o a estatua en el Paseo de la Reforma. No era Melchor Ocampo, demasiado
conocido, con una calle muy grande con su nombre; él sólo era una referencia, no lo
mencionarían como “ministro de Juárez”. ¿Prieto? ¿Zarco? ¿Santos Degollado? ¿Lerdo
de Tejada? No era González Ortega, a no ser que usara el apellido compuesto.
La guía telefónica es como la Biblia para los fundamentalistas de Kansas o el Tarot para
los vividores del cuento. Si sabes las preguntas, ahí están, en ese enorme volumen de
hojas amarillas, todas las respuestas: tres mueblerías Prieto, un vendedor de muebles
usados Lerdo, una tienda de electrodomésticos Zarco, un “depósito mueblero” Degollado.
Seis para empezar. Anotó direcciones, y celebró la investigación bebiéndose un refresco.
Héctor marcó de nuevo el teléfono de su “garganta profunda” y finalmente una voz dio
señalesde vida al otro lado de la línea.
- ¿El señor Alvarado?
- No ha llegado, pero estará aquí como a las12, tiene un doblaje.
- Perdone, ¿dónde es aquí?
- Está llamando a los estudios, los estudios Gama; estamos en la colonia Roma, en la
calle Puebla 108, muy cerquita del Metro Insurgentes.
El dinosaurio Barnie más bien parecía un mexicano de pelo en pecho que no se afeitaba
y con casi 40 panzones años. Cuando terminó de doblar, poniéndole una voz muy
coqueta a uno de los tres cochinitos, le pasaron la nota de Héctor que lo contemplaba del
otro lado del cristal de la cabina. La tarjetita decía: “Jesús María Alvarado quiere hablar
contigo”.
–Buenas –dijo poco después, algo tímido, tendiendo la mano muy ceremonioso. Una
mano peluda y acogedora. La voz resultaba inconfundible.
Se habían sentado en un parquecito afuera de los estudios y Alvarado- Barnie sacó un
paquete de pan duro para darle de comer a las palomas. Héctor sacó a su vez su
paquete de delicados con filtro y se dedicó a echarle humo a los animales que se
acercaban por el pan.
–Usted ha de ser de los que recibían las llamadas.
Héctor asintió volviendo a la cara de Alec Guinness. Lo iba a dejar contar tranquilamente
su historia.
–Fue una idea que se me ocurrió.
Héctor le sonrió. Angel Alvarado le caía bien.
116
- No era una mala idea –dijo.
- ¿Verdad? Es que eso es lo que yo sé. Hablar por un micrófono. ¿Qué iba a hacer,
¿pegarle un tiro a ese güey? No, ¿verdad? ¿Ir a la policía? Ni madre. ¿Qué les digo?
Vean, me encontré en la calle a un cabrón que creo que mató a mi padre hace 30 años,
un tal Morales que no se llama Morales. Por cierto, él también es policía, como ustedes, o
era, o ustedes eran de los de él, o no eran. No, ¿verdad?
- ¿Y por qué llamaba a Monteverde?
- ¿Quién es Monteverde?
- El que era amigo de su padre en el 68, el que tiene un perro que se llama Tobías, el que
me metió en esto.
- Ah, pues era uno más de los que llamaba. Encontré una libreta de direcciones de mi
padre y me puse a llamarlos a todos. La mayoría de sus amigos de los años sesenta ya
no respondían en esos teléfonos, unos se habían muerto, otros estaban fuera de la
ciudad de México. A muchos les dejé recado, los recados en las contestadoras.
- ¿Y a mí? ¿Por qué me llamaba a mí?
- Héctor Belascoarán.
- El detective.
- A veces.
- No, pues eso fue bien chistoso. Estaba llamando a uno y dejando el recado en la
contestadora. Y levantó el teléfono y me dijo: “Ya no estés chingando, mano, por qué no
llamas a un detective que se llama Belascoarán, a ese me lo encontré en el Archivo
General de la Nación buscando fotos tuyas”.
- ¿Y?
- Y órale.
- ¿Y Morales?
- ¿Qué pedo?
- Eso.
- Hace una semana voy caminando por el Eje Central Lázaro Cárdenas, por esa calle que
se llamaba San Juan de Letrán, para comprar videos piratas, de esos de 15 pesos que
salen buenísimos y a tomar un chocolate con donas y, de repente, en la madre, lo veo.
Veo a un cuate y me da un mal aire, me da como un escalofrío. ¿Usted cree en los
fantasmas?
- En unos sí y en otros no –dijo Belascoarán, que no es que quisiera parecer enigmático,
sino establecer la diferencia entre Hollywood y el Holocausto.
De repente, lo miré bien. Era él, era el Morales que yo había visto en Lecumberri. Que
una vez me regaló su colección de yoyos, todo zalamero el hijo de la chingada. El que
mató a mi papá. Y me puse a temblar bien pinche. Pero me repuse y lo vi entrar en la
117
Latinoamericana y tomar los elevadores. Ahí ya me culeé, pero el elevador paró en los
pisos 7, 17 y 41.
- ¿Y entonces?
- Pues me fui a mi casa y no le dije nada a mi hija. Y me pasé la noche despierto,
sudando frío. Y en la mañana tomé la libreta de mi papá y me puse a hacer llamadas.
- ¿Y esa historia que cuenta de Morales, de cuando puso una pluma metálica en un
camino vecinal para robarles el café a los campesinos?
- Pues una vez me la contaron.
- ¿Y toda su teoría de que hay una amnistía bajo cuerda en este país y que Morales se
benefició de ella.
- ¿A poco no es verdad? ¿A poco no es la más pura y repinche verdad? ¿A poco los
asesinos no andan sueltos, bien contentos?
- Héctor asintió.
- ¿Y lo del tiro en la nuca?
- Yo tenía siete años y mi padre acababa de salir de la cárcel. Y estaba acostado en la
cama leyendo el Diario del Che en Bolivia. Nunca se me va a olvidar, y yo guardo el libro,
la edición esa de Siglo XXI, todo deshojado, pero lo guardo. Y lo llamaron por teléfono, se
puso los zapatos y salió de la casa. Mi abuela siempre dijo que era Morales el que lo
había llamado... Y ya no volvió. Lo encontraron en el jardín del Tlatelolco, sentado en una
banquita, con un tiro en la nuca.
Alvarado-Barnie se había despedido con un: “¿Lo puedo seguir llamando?” Héctor estuvo
a punto de contestar con un rotundo no. Pero viéndole la mirada tristona, accedió con la
cabeza. Se quedó un rato en el parque uniendo los cabos sueltos. Ninguna de las
mueblerías de su lista tenía su oficina en la Torre Latinoamericana. Bueno, pero en la
Latino podía estar por accidente. Al acabarse el último cigarrillo del paquete se dio cuenta
de que no le había preguntado a Barnie por Bin Laden.
Fue a buscar el taxi del asaltante, casi seguro de que alguien lo había encontrado y se lo
había robado, pero no, ahí estaba herrumbroso y potente.
Manejando en un tráfico que se volvía denso conforme acababa la mañana, fue
recorriendo las direcciones de la lista. Las mueblerías Prieto eran propiedad de tres
hermanos muy jóvenes que las habían heredado de su padre hacía dos años. El
vendedor de muebles usados Lerdo, en la colonia Doctores, era un libanés que había
comprado la tienda al Lerdo original en la década de los cincuenta. En uno de los viajes,
le hicieron la parada y dio servicio a una pareja de recién casados que iban a la terminal
de Toluca. Cuando se negó a cobrarles, lo atribuyeron al amor y a la suerte, y Héctor no
quiso desengañarlos explicando que era un taxi pirata robado a un asaltante y que él no
era profesional del volante.
Se acercaba la hora de comer. Lo sabía porque se le agudizaba el olfato. Desde que se
había quedado tuerto olía mejor y a más distancia. Dejó que el olfato lo guiara y fue a dar
a una taquería michoacana de carnitas en la colonia Escandón, cerca de donde más
tarde buscaría el depósito Degollado.
118
Una hora y 13 tacos campechanos más tarde, Héctor Belascoarán se detuvo en la calle
Prosperidad, de sorprendente nombre para una colonia que había vivido en la
decadencia después de que la Revolución le quitó su hacienda al señor Escandón.
El ingreso al depósito era un portón metálico cerrado por fuera con un candado. Aún así
golpeó tres veces sin esperar respuesta.
- A veces el señor no oye, está medio sordo el güey, entre por atrás –le dijo un niño que
estaba jugando futbol, señalando el callejón de una vecindad.
Dándole vueltas fue a dar a un patio lleno de cascajo y a un segundo portón que ni
llegaba a candado, tan sólo dos alambres entrelazados. Volvió a tocar, y siguiendo la
máxima sabia de que no conocía a ningún gato al que la curiosidad hubiera matado,
desenlazó los alambres y entró.
Cuando cerró tras de sí el portón se dio cuenta que había ingresado en la oscuridad
absoluta. La ausencia de ventanas y tragaluces no le permitía siquiera darse una idea de
la dimensión del lugar. Obviamente no traía una linterna, y con un encendedor minúsculo
bic, como proletaria Estatua de la Libertad, Héctor Belascoarán trató de abrir un camino
de luz en las tinieblas. Tropezó con algo que medio adivinó como unos huacales y trató
de buscar una pared, y al lograrlo volvió a donde pensaba estaba la puerta tratando de
localizar un apagador. Lo encontró casi por casualidad, mucho más abajo de donde lo
estaba buscando. Las luces, unas cuantas barras de mercurio, iluminaron un
fantasmagórico cementerio de muebles. Apilados por géneros, en zonas: aquí las mesas
de cocina, de patas metálicas; allá los viejos tocadiscos de mueble, arcaicos; por allá
medio centenar de refrigeradores que habían tenido su estreno hacía 30 años, y sillas de
mesa, de jardín, taburetes y una docena de barras de bar. En una esquina de la bodega,
unos 50 metros de largo por otro tanto de ancho, cajas abiertas con juguetes.
Alguna vez, en plan filosófico, un amigo suyo historiador le había dicho que había que
saber distinguir lo antiguo de lo viejo. A Héctor le parecía una tontería, pero aquí había
algo diferente, no sólo eran cosas viejas, era un cementerio de la clase media que se
había quedado a mitad del camino, la gloriosa clase media de los años sesenta, asfixiada
en los ochenta, difunta en el fin de siglo. ¿Era eso?
En una esquina del galerón, un escritorio aislado parecía dar razón de lo que sería una
oficina. Buscó un hierro viejo para forzar el cajón, pero no hacía falta, estaba abierto.
Abierto y vacío. Ni listas, ni registros, ni siquiera un mugroso inventario. Tan sólo una caja
de tarjetas de visita que ofrecía dos teléfonos y dos direcciones, la de la colonia
Escandón donde estaba, y una oficina, en el piso 41 de la Torre Latinoamericana,
encabezadas por el nombre Juvencio Degollado, gerente.
La Torre Latinoamericana fue durante muchos años el centro de la ciudad de México. El
Zócalo era el centro ceremonial, el centro simbólico. Pero el lugar para hacer una cita de
amor memorable, era al pie de la Latinoamericana, en la esquina de Madero y San Juan
de Letrán. Allí, a la sombra del edificio más grande de México, se reunían los futuros
suicidas, hasta que el mirador de la torre fue rodeado por una malla metálica, y se
encontraban también las futuras parejas, para subir hasta un bar en las alturas desde el
que podía verse casi el fin del mundo conocido. Ahora la torre no era la más alta de la
ciudad más grande del mundo, y hasta andaban diciendo que la ciudad de México no era
la más grande del mundo, que era mayor Tokio o Buenos Aires. Y de cualquier manera,
con la contaminación había días en que poco se podía ver desde las alturas. Y de
119
cualquier peor y pinche manera, para acabarla de joder, la ciudad de México había
perdido el centro, no tenía centro, se había vuelto una serie de barrios cuyos habitantes
no conocían a los de enfrente, cuyos chilangos habitantes no salían a contemplar el
esplendor peligroso del mundo urbano.
La oficina tenía un pequeño letrero a un lado de la entrada: Muebles Degollado. La puerta
no tenía seguro y se limitó a darle vuelta al picaporte. Un solo cuarto, con un escritorio al
fondo, bajo una alfombra verde sucio, donde Morales, sentado en un sillón giratorio de
respaldo muy alto y con las manos sobre la cubierta extrañamente vacía, lo miraba.
- Usted es el que me anda siguiendo. Lo sabía.
- No, yo soy un amigo del que lo anda siguiendo.
- Héctor buscó una segunda silla donde sentarse, pero no había nada. Un refrigerador,
un obsoleto paragüero, dos malas reproducciones de Velasco y su valle de México y sus
paisajes porfirianos enmarcadas en la pared.
Morales usaba lentes muy gruesos y su mirada miope iba siguiendo la mirada de
Belascoarán escrutando el cuarto.
- Una mierda de oficina, ¿verdad?
Héctor asintió de nuevo
- Hace años era elegante tener oficina en la Torre Latinoamericana. Era como de
licenciados chingones, de usureros, de dentistas que ponían amalgamas de oro, de
representantes de maquinaria alemana.
- Hace muchos años –dijo Héctor reposando sobre el pie bueno. Podía caminar muchas
horas, pero no soportaba estar parado, dentro de un rato le dolería la espalda.
- ¿Quiere un refresco? –dijo Morales y señaló al desvencijado Iem Westingouse de un
metro setenta. Héctor lo abrió. Estaba casi vacío, una cocacola y media docena de
cervezas Sol.
- Nunca me fui. Aquí me quedé en esta ciudad pendeja. Y de vez en cuando como que
me veía alguien fijo y como que me reconocía, pero no. Nomás sus puros pinches
miedos, y se daban la vuelta y se iban para otro lado. Y a veces era yo el que se culeaba
y se metía en el Metro y me pasaba con el culo sudado viéndole atrás de mi espalda.
Morales traía un traje azul deslavado y una corbata roja sobre camisa azul pálido. No
tenía a nadie que le planchara la ropa y él no había aprendido a planchársela. Héctor
abrió el refresco con la base de una engrapadora que encontró sobre el refri y le dio un
largo trago. Sabía a rayos. ¿Morales lo quería envenenar? Escupió el buche sobre la
mesa. Morales espantado saltó hacia atrás y abrió un cajón del que estaba sacando una
pistola cuando Belascoarán se lo cerró con todo y mano adentro de una patada. Mientras
Morales gritaba cosas ininteligibles, el detective se sintió muy orgulloso del paso de ballet
que había dado para darle la vuelta al escritorio y patear el cajón con la pierna mala;
ahora sí se iba a pasar toda la noche con dolor de espalda. Sacó su pistola y se la mostró
al personaje que trataba simultáneamente de secarse la camisa empapada de cocacola
rancia y sobarse la mano magullada.
- ¿Qué le puso a la cocacola?
120
- Héctor pensó que le había puesto una docena de valiums. Morales no le latía para
arsénico. Chance 100 gramos de polvo para matar ratas. ¿Todavía vendían eso?
- ¿Qué chingaos, ay, ay, le voy a poner?
–Sabía a mierda –dijo Héctor como disculpándose por el lío que había armado.
–Estaría vieja.
Héctor le señaló con el cañón de la pistola la esquina del cuarto que daba a la ventana.
Una buena ventana, cuarenta pisos abajo debería estar la ciudad. Morales se levantó de
la silla y Belascoarán ocupó su lugar. No estaba mal el sillón.
- Usted es Morales –dijo Héctor a la nada, sin mirar de frente al tipo que sostenía la mano
que se le iba poniendo morada en la muñeca. Tomó la pistola de Morales del cajón y se
la metió en el bolsillo de la chamarra.
- Usted mató a Jesús María Alvarado.
- Para nada. Yo nomás lo estaba espiando. Se lo juro por la Virgen de Guadalupe. Yo
nomás lo espiaba. Lo mató Ramírez.
- No, usted estaba allí y lo mató.
- Me cae que no. Yo se lo señalé a Ramírez, pero ese día ni arma traía. Le dije, mira, ese
es Alvarado, pero nada más. Yo lo apunté con el dedo, pero con el dedo no se mata. Ni
sabía qué quería hacerle
- Usted fue torturador en los años setenta.
- ¿Eso le dijeron? ¿Esos cabrones le dijeron eso?
- Usted denunció a su mujer y por su culpa casi la matan.
- Ya nos habíamos separado. Ya no estábamos juntos, y me había puesto una demanda
dizque porque le había robado unos cuadros y unas joyas de su abuela.
- Usted estuvo en la Brigada Blanca.
- Yo andaba por ahí, pero no mandaba. Mandaba una pura chingada. Si cuando se ponía
bueno un operativo me enviaban a comprar refrescos. Morales comenzó a sollozar. Se
quitó los lentes y los tiró al suelo. Luego se le salieron unos enormes lagrimones.
- Yo soy un pobre culero. No soy caca grande. ¿Sabe cómo me hice de algo de lana? De
la manera más pinche, robando refrigeradores y estufas en las casas de los que
secuestrábamos y luego los desaparecían. Se me hizo fácil. Total, los íbamos a matar.
¿Para qué chingaos querías una estufa si te iban a torturar tres meses y si de churro no
te mataban, pues te ibas a pasar años en el bote? ¿Qué?, ¿se las íbamos a dejar a los
caseros, a los dueños de los departamentos? Porque nadie de ellos se atrevía a
regresar, a entrar a una casa que habíamos tomado. Olía a muerto, estaba quemada. Y
ahí me tiene vendiendo estufas y mesas pinches de comedor de formica, y sillones que
tenían un hoyo de una quemadura de cigarro. Con eso hice una lana, no mucha.
Era un pobre miserable, un canalla menor. Y Héctor Belascoarán no dudada que en las
121
sesiones de tortura hubiera actuado de suplente, y que se robara archivos, y que de vez
en cuando le diera al gatillo, o al puñal, o a la botella de Tehuacán para asfixiar al
detenido, o que pateara a alguien desnudo y sangrante que estaba en el suelo.¿Y ahora
qué hacía con él? ¿A quién lo denunciaba? ¿En México?
- Vamos a la calle –dijo Héctor de repente.
El pasillo estaba vacío. Héctor señaló las escaleras; 41 pisos a pie, no estaba mal como
castigo. Como castigo para su pierna mala.
- ¿Y a dónde me lleva? –preguntó Morales conmedia sonrisa –¿A dónde vamos?
- Usted, a chingar a su madre –dijo Belascoarán repentinamente, con toda la rabia que le
daba acordarse de un Jesús María Alvarado al que nunca había conocido y cuyo
fantasma le hablaba por teléfono, metiéndole la zancadilla y luego dándole un empujón
con el hombro y viendo como el hombre rodaba por las escaleras infinitas,
interminablemente, probablemente todos los 41 pisos de la Torre Latinoamericana, hasta
la avenida San Juan de Letrán, también llamada Lázaro Cárdenas, conocida por algunos
como Eje Central. Hasta el fin. Hasta el infierno.
FIN
Epílogo
Camino a su casa, Héctor Belascoarán vislumbró a dos o tres posibles Morales. Uno de
ellos descendiendo de un coche ante un hotel de la avenida Reforma. Trató de sacarse la
paranoica sensación de encima, de sacudírsela como quien se quita un mal pensamiento
que viene acompañado de un escalofrío, pero sólo logró acrecentarla.
Se cruzó con una mujer que lloraba, silenciosa, sin aspavientos, tratando de cubrirse con
un klínex azuloso. Habló de futbol con un vendedor de lotería. Vio a un par de
campesinos perdidos y los guió hasta el paradero de camiones del Metro Chapultepec. El
traía en la mano un saxofón, ella un saco de pan duro.
La ciudad tenía hoy un tono apacible, pero Héctor no podía sintonizar con ella. Los
Morales seguían apareciéndose de vez en cuando: a mitad del beso furtivo de unos
adolescentes que se despedían al pie de un trolebús, en la puerta de una joyería que
estaba cerrando las cortinas...
¿Se estaba volviendo loco? ¿Era más lúcido y más sabio que nunca? ¿Estaba más solo
que perro y por eso vivía con fantasmas que salían del pasado?
La idea del perro le recordó que tendría que llamar a Monteverde para reportarle el final
de la historia. Tenía también que llevarle un regalo al perro. Le había gustado el chorizo.
¿Medio kilo de longaniza de Toluca? Se iba a morir el pobre Tobías, pero de felicidad;
decidió que el perro bien podía librarla con un cuarto de kilo y el otro cuarto de kilo se lo
podía comer él con huevos revueltos.
Se quitó los zapatos y los fue empujando a punta de calcetín hasta el centro del cuarto.
La habitación estaba vacía. Nunca había podido, ni querido, ni pensado en comprar
muebles. Tan sólo la alfombra y, en una esquina del cuarto, una lámpara de pie, el sillón
de sentarse a pensar y el teléfono a su lado, vacilando sobre la pila de los directorios
telefónicos de la ciudad de México, los viejos y los nuevos.
122
Buscó un refresco en el refrigerador y encontró una enorme Lulú de grosella de tres litros
sin estrenar. Se sintió feliz. ¿A qué hora se la había comprado? ¿Cuándo había pensado
en tener una fiesta de refresco de grosella, tabaco y Mahler? En la calle los adolescentes
yuppies que habían invadido el barrio para cenar de restaurante, hacían ruidos, ruiditos,
carcajadas; frenaban ruidosamente sus automóviles y sonaban bocinas. ¿Qué estaría
haciendo Elías Contreras en estos momentos en Chiapas? Allá todo debería ser más
claro, más transparente el aire, más nítidos los enemigos, más simples las cosas, más
claras las trampas, los hoyos en la vereda. Se asomó a la ventana y miró por encima de
la calle, a muchas más calles de distancia, hacia el invisible Ajusco, hacia las pálidas
luces del Castillo de Chapultepec, por encima de la selva de antenas de televisión.
Pensó en mandarle un telegrama a Elías Contreras, pero seguro que si escribía algo
como “Mi Morales chingó a su madre”, se lo iban a censurar.
El timbre del teléfono sonó repentinamente. Héctor miró con desconfianza el aparato
negro y viejo, de orejitas, como de los años sesenta, que le había heredado un inquilino
al que se lo había heredado otro viejo casero, y dejó que sonara otro par de veces. Luego
saltó la contestadora.
- Belascoarán, habla Jesús María Alvarado. ¿Qué crees? Que si querías pescar a
Morales y quitarle al Juancho, ya te la pelaste. Se los vendió a los gringos, que se lo
llevaron de nuevo a Burbank. Hubiera estado a toda madre que se quedara en México,
Juancho podía seguir en la tele haciendo anuncios de Gansitos Marinela en el canal 2.
“Osama Bin Laden dice que el mejor pastelito cubierto de chocolate...” Nomás te lo digo
para que cuando veas otro comunicado de ese güey en CNN te fijes bien en la marca
que trae arriba del ojo derecho, la pequeña cicatriz; porque resulta que...
Héctor dejó que la grabadora cortara al acabarse su minuto y medio. Luego se acercó al
teléfono, lo levantó y marcó un número al azar. Contestó una voz pregrabada de una
sucursal de Inversora Financiera Internacional:
- Nuestras líneas se encuentran temporalmente ocupadas. Si desea dejar un mensaje
marque uno, si desea atención personalizada, marque dos, si desea entrar en nuestro
menú principal, marque tres...
Marcó el uno.
- Oiga, les habla Jesús María Alvarado para decirles que si forma parte de su directorio
un tal Morales, se anden con mucho cuidado, porque es un tipo muy nefasto, experto en
fraudes financieros a la nación en los que trata de chingarse a la inmensa mayoría del
personal para beneficio de los menos. Más o menos lo que ustedes hacen, pero en
delictivo. O sea que es muy mal rollo el tal Morales...
Colgó sintiéndose enormemente satisfecho, como niño estrenando pelota. Como
adolescente que ha descubierto la suscripción clandestina de su papá a Playboy. Levantó
nuevamente el teléfono y marcó de nuevo al azar.
- Este es contestador de Susana Quirós –dijo una voz juvenil –si desea mandar un fax
hágalo ahora, si quiere dejar un recado espere al bip...
- Le habla Jesús María Alvarado, para informarle que... –comenzó a decir Héctor
Belascoarán Shayne, detective independiente.
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(segundo) FIN
Ciudad de México,
fin del invierno de 2005
124
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