28 contigo>literatura y vida / relato breve UN GARABATO C omo cada mañana su marido le dio un beso en la mejilla, abrió la puerta y salió de casa dejando la despedida colgada de la comisura de sus labios, algo así como un hasta luego murmurado entre dientes. Como cada mañana de invierno él, su marido, salía de casa a las 8,15 con el abrigo marrón y la inútil bufanda colgada como muerta sobre sus hombros. Ella, Luisa, como cada mañana, pensaba en lo inútil que era esa bufanda, si al menos se la cruzara al cuello, pero no, él simplemente se la colgaba cual estola de cura y parecía un adorno sin sentido. ...Y luego se queja si le duele la garganta, pensaba Luisa mientras él cerraba la puerta sin mirarla. Pero no decía nada, ella no decía nada ni sobre la bufanda, ni siquiera contestaba a ese murmullo de hasta luego que él dejaba tirado en el felpudo de la puerta. No, ella casi nunca decía nada. El beso de cada mañana era estéril, incoloro, inodoro e insípido. Un beso que era cada mañana más aséptico y, a pesar del roce de sus pieles, delataba kilómetros de distancia entre ellos. Luisa pensaba que el beso era como colocar un cuadro torcido. Para él, se decía Luisa, es un movimiento mecánico, hay que enderezar el cuadro, es un acto reflejo que se hace sin pensar y él no se da cuenta de que, antes de abrir la puerta de casa para marcharse, el cuadro ha vuelto a torcerse...hasta mañana por la mañana, que pasará junto a mí con el abrigo y la inerte bufanda y se dará cuenta, casi sin dársela, de que el cuadro se ha torcido de nuevo y lo enderezará con su incoloro beso...y a otra cosa. Ella estaba cansada, pero no se daba cuenta. Ella era como la rana del cuento, la rana que está dentro de un estanque bastante a gusto, pero cada día el agua del estanque sube 2 grados de temperatura; un cambio casi imperceptible al principio, pero que puede acabar achicharrando a la rana. La rana está bien, no es totalmente feliz en esa agua que se está convirtiendo en caldo, pero, por pereza, desidia, dejadez o rutina (o todo a la vez), no se mueve, empieza a estar incómoda, hace calor, pero es su estanque y le da pereza andar saliendo a buscar otro estanque fresquito...aunque le cueste la vida. contigo oncología para el paciente y su entorno Ella, Luisa, es como esa rana, está incómoda y cansada, no es feliz, le gustaría que le dieran besos con color, con sabor, con olor, con amor, pero cada mañana se acomoda a la incomodidad y deja pasar un día más esperando que mañana sea mejor. Si la rana no se decide y, saltando, se sale de ese estanque, acabará cocida, como Luisa. Como cada mañana, cuando él sale de casa, ella se siente mejor, ya está en su territorio, en su soledad, ya es dueña de sus actos y ella sola decidirá en el resto de las cuestiones de su rutina diaria. Él tiene tanto éxito, dice ella cuando alguna amiga intenta escarbar en sus silencios, tiene tanto trabajo y está triunfando en la vida que es normal que yo sea un segundo plano...al fin y al cabo tiene muchas cosas en la cabeza y no puede darme toda la atención que me daba antes... Y sí es normal que no me lleve a sus cenas o viajes de negocios, sus colegas y sus mujeres saben mucho, han vivido mucho y yo entre ellas no encajo, ya lo dice Jose, que yo me aburriría muchísimo, si lo hace por 29 Sección a cargo de: Julia Vázquez [email protected] mí el pobre, si yo no disfrutaría de esas comilonas... Ella no se valora, no se da cuenta de que su personalidad está siendo solapada, aplastada y anulada desde hace ya varios años. Desde que dejó de tomar decisiones, desde que se dejó llevar por la fuerte personalidad de él, ella perdió su rumbo y simplemente la corriente se la lleva de un sitio a otro sin que oponga ninguna resistencia. Por eso ella no dice nada, por eso ella está cansada, no está viviendo su vida, simplemente baja la cabeza y se concentra en hacer feliz a su marido...sin conseguirlo. Ella cree que no vale nada, que ya no es atractiva, que no es interesante, que nunca lo fue y que nada en la vida vale la pena realmente. Pensaba en estas y otras cosas una tarde ella en una cafetería mientras garabateaba en una servilleta, cuando notó que alguien miraba por encima de su hombro. Se cruzaron sus ojos y ella bajó la mirada ruborizándose un poco al notar que un desconocido miraba su garabato en la servilleta. Si esto es lo que hace en una servilleta y casi sin mirar, me pregunto qué hará usted en un lienzo, dijo el desconocido sonriendo y sin apartar la mirada de la servilleta. Ella, titubeando y sin saber si arrugar el garabato o no, dijo que nunca había pintado en un lienzo, que se tenía que ir y gracias, adiós. Él no la detuvo, se dio cuenta de que a lo mejor había sido un poco brusco al hablarle así a una desconocida, sin presentarse y A veces las pequeñas cosas, los detalles que parecen sin importancia, pueden darnos la vuelta. mirando por encima del hombro, pero realmente pensaba que el dibujo que esa mujer había hecho en la servilleta tenía mucha fuerza. Y de eso él sabía, él era propietario de una de las galerías de arte más prestigiosas del país. Ella se precipitó por la calle y se subió a un autobús equivocado, aún sentía el rubor en sus mejillas y man- tenía la servilleta con el garabato encerrada en un puño. Sin saber por qué, la frase de ese desconocido había cambiado algo en ella que ahora miraba atentamente el garabato arrugado. ¿Será verdad lo que dijo el desconocido, será verdad que esto vale algo?, se preguntaba ella mientras el autobús la alejaba cada vez más de su casa. Cuando el autobús paró en un barrio conocido, ella se apeó y paseó durante mucho tiempo. Hacía calor y su mano sudaba humedeciendo el garabato que aún escondía en la mano. Llegó a casa muy tarde y, por primera vez en mucho tiempo se sentía feliz y ni siquiera tenía preparada la cena. ¿De dónde vienes tan cargada y tan tarde? preguntó el marido sorprendido al verla entrar con grandes paquetes. Hoy cenamos fuera y mañana ya veremos, respondió ella casi sorprendiéndose a sí misma de tan arriesgada respuesta. Luisa, con un simple comentario de un desconocido, cambió de actitud en la vida, a veces las pequeñas cosas, los detalles que parecen sin importancia, pueden darnos la vuelta. Luisa despertó a la vida, a su vida, se rescató de la inercia y del pesimismo, levantó la cabeza, se sintió útil, encontró uno de sus muchos valores, abrió los ojos a nuevas experiencias y no se dejó caer más. Se empezó a valorar. Y lo consiguió simplemente abriendo los grandes paquetes que acababa de comprar y sacando los lienzos, acuarelas, carboncillos, óleos y demás instrumentos de pintura y se dedicó a explorar sus cualidades. Al cabo de unos días sonreía, descubrió que lo suyo era el carboncillo, que tenía ganas de levantarse por la mañana e ir a su estudio (antiguo cuarto de la plancha) y expresarse mediante la pintura. Descubrió que valía, que podía aportar algo, mucho, a su vida y a la de los que le rodeaban, que su marido admiraba sus dibujos, que, al valorarse ella misma, era capaz de dar y recibir besos con color y sabor, que su matrimonio y ella misma podían salvarse gracias a ella, con el coraje de salir del estanque caliente y saltar a uno de agua fresca con los lienzos bajo el brazo. contigo número 6 / septiembre 06