Opiniones sobre los vascos en la Edad Media según Aymeric

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El que se tiene como primer "libro de viajes" de la literatura occidental, desde
luego anterior al de Marco Polo, se acabó llamando Codex Calixtinus (Códice
Calixtino, de 1134; también llamado Liber Sancti Jacobi). Su presunto autor
llevaba por nombre Aymeric Picaud, un clérigo galo (franco) algo desprovisto
de conocimientos históricos y otras virtudes, aunque bien provisto de
prejuicios, y que váyase a saber por cuál motivo, se despachó a gusto contra los
indígenas, singularmente pero no sólo en su Libro V, Cap. VII, titulado "De los
nombres de las tierras y de las cualidades de las gentes que se encuentran en el
camino de Santiago" en el que pasar el Pirineo y vomitar críticas es todo uno; y
sin más comentarios, destacamos en negrita en algún párrafo.
En el camino de Santiago, por la vía de Toulouse, pasado el río Garona, se
encuentra en primer lugar la tierra de Gascuña; y luego, superado el Somport,
la tierra de Aragón y después Navarra, hasta el Puente del Arga y más allá. Por
la ruta de Port de Cize, después de la Turena, se encuentra la tierra de los
poitevinos, tierra fértil, óptima y llena de todos bienes. Los poitevinos son gente
fuerte y aguerrida, muy hábiles en el manejo del arco, flechas y lanzas,
animosos en la batalla, rapidísimos en la carrera, atildados en su vestido, de
facciones distinguidas, de palabras astutos, muy generosos en sus mercedes, de
hospitalidad pródiga.
Viene después se encuentra el país de Saintes; a continuación de pasado el
estuario del río Garona, está la tierra de Burdeos, que es fértil en vino y rico en
peces, pero de rústica lenguaje. A los de Saintes se les considera como burdos
por su idioma, pero los bordeleses lo son todavía más. Luego se atraviesan, en
tres agotadoras jornadas, las landas bordelesas. Esta es tierra completamente
falta en todo, carente de pan, vino, carne, pescado, de aguas y fuentes, de
escasos pueblos, llana y arenosa, aunque abundante en miel, en mijo, en panizo,
y en cerdos. Y si por casualidad atravesáis esta región en verano, protege
cuidadosamente tu rostro de las enormes moscas, que allí abundan
grandemente, que se llaman avispas o tábanos. Y si no miras con atención
dónde pisas, rápidamente te hundirás hasta las rodillas en la arena del mar que
allí abunda.
Pasado, pues, este país, se encuentra la Gascuña, tierra abundante en pan
blanco y buen vino tinto, y llena de bosques, prados y ríos y fuentes sanas. Los
gascones son ligeros de palabra, parlanchines, burlones, libidinosos, bebedores,
comilones, mal vestidos, descuidados en sus ropas y adornos; pero
acostumbrados a la guerra y distinguidos por su hospitalidad con los pobres.
Acostumbran a comer sin mesa, sentados alrededor del fuego y bebiendo todos
del mismo vaso. Comen y beben en gran cantidad, pero visten mal y duermen
suciamente mezclados todos, los sirvientes con el señor y la señora, sobre unas
pocas pajas.
A la salida de este país, en el camino de Santiago, se encuentran dos ríos que
pasan cerda de la Villa de San Juan de Sorde, uno a su derecha y otro por la
izquierda: uno de ellos se llama Gave y el otro río y que no pueden cruzarse en
modo alguno sino por barca. Y sus barqueros de éstas se condenarán sin duda;
pues aunque aquellos ríos son muy estrechos, por cada hombre, pobre o rico,
pasan hasta la otra orilla, cobran de precio un dinero, y cuatro por la caballería,
cosas que exigen abusivamente e incluso por la fuerza. Y su barca es pequeña,
hecha de un solo árbol, y en ella apenas caben los caballos; se debe andar con
cuidado para no caer al agua. Por ello, te convendrá arrastrar a tu caballo por el
río, cogiéndolo por las riendas, fuera de la barca. Por eso entra en la barca con
pocos, pues si va muy cargada pronto volcará. Además, muchas veces los
barqueros meten tal cantidad de peregrinos, tras cobrarles el precio, que vuelca
la nave, y se ahogan los peregrinos en el río. Y los barqueros, malignamente se
alegran y se apoderan de los despojos de los muertos.
Después, ya cerca de Port de Cize, viene el país de los vascos, que tiene hacia el
norte la ciudad de Bayona en la costa. Esta tierra es de lengua bárbara, llena de
bosques, montañosa, falta de pan, vino y de todo alimento, salvo el alivio de las
manzanas, sidra y leche. En esta tierra, a saber, cerca de Port de Cize, en los
pueblos llamados Ostabat, Saint-Jean y Saint-Michel-Pied-de-Port, se hallan
unos portazgueros de gran maldad, los cuales merecen nuestra condena,
porque salen armados con dos o tres garrotes al paso de los peregrinos para
cobrarles por la fuerza injustos tributos. Y si algún viajero se niega a pagarles lo
que piden, le golpean con sus garrotes y entre amenazas les registran hasta las
calzas y le quitan el impuesto, insultándoles.
Las gentes de esta tierra son feroces, como la tierra en que moran es feroz,
silvestre y bárbara. Son feroces sus rostros y feroz su idioma bárbaro, todo
atemoriza el alma de quienes los contempla. Aunque legalmente, sólo pueden
cobrar impuesto a los mercaderes, ilegalmente lo cobran a peregrinos y todos
los viajeros. Cuando deben cobrar sobre algo, cosa cuatro o seis monedas,
cobran ocho o doce, esto es, el doble.
Por lo cual, exigimos y rogamos con vehemencia que estos portazgueros, junto
con el rey de Aragón y las demás personas importantes que reciben de ellos los
dineros de los tributos, y así todos los que lo consienten, como son: Raimundo
de Soule y Viviano de Agramont y el Vizconde de San Miguel con toda su
descendencia, junto con los barqueros antedichos y Arnaldo de Guinia con toda
su descencia y con los demás señores de esos citados ríos, que injustamente
reciben de aquellos mismos barqueros los dineros del pasaje, junto con los
sacerdotes que a sabiendas les dan confesión o eucaristía, o les celebren el oficio
divino, o los admiten en la iglesias, que sean pronto excomulgados, no sólo en
sus respectivas sedes episcopales, sino también en la basílica de Santiago, ante
los peregrinos, en tanto no se arrepientan con larga y pública penitencia y
moderen sus impuestos. Y cualquier prelado que, por afecto o por ánimo de
lucro, pretenda perdonarlos, caiga herido por la espada del anatema.
Y sépase que los recaudadores de impuestos no deben percibir tributo de los
peregrinos, que los repetidos barqueros solamente deben cobrar un óbolo por la
travesía de dos personas, si son ricas, y un solo dinero por su caballo, y nada de
los pobres. Y tienen la obligación de poner barcas grandes en las que
holgadamente quepan los hombres con sus caballerías.
En el país vasco pasa el camino de Santiago por un monte muy alto, que se
llama Port de Cize, porque allí se halla la puerta de España, o porque por dicho
monte se transportan las mercancías necesarias de una tierra a la otra; y tiene
ocho millas de subida y su bajada ocho igualmente. Su altura es tanta que
parece tocar el cielo. A quien lo sube parece que puede alcanzar el cielo con su
propia mano. Desde su cumbre pueden verse el mar británico y occidental, y así
como las tierras de tres países, a saber, Castilla, Aragón y Francia. En la cima de
este mismo monte hay un lugar llamado la Cruz de Carlomagno, porque en él,
en tiempos pasados, abrió camino Carlomagno con hachas, con piquetas, con
azadas y demás herramientas al dirigirse, en otros tiempos, a España con sus
ejércitos. Luego, alzando la cruz, arrodillado de cara a Galicia elevó sus preces a
Dios y Santiago. Por ese motivo, los peregrinos suelen rezar de rodillas mirando
hacia la tierra de Santiago y todos ellos dejan clavadas sendas cruces, que allí
pueden encontrarse por miles. Por esto se considera aquel lugar el primero del
Camino, en oración a Santiago.
En este mismo monte, antes de que se extendiese la cristiandad por tierras
españolas, los impíos navarros y vascos solían no sólo robar a los peregrinos
que se dirigían a Santiago, sino también montarlos como asnos, y matarlos.
Junto a este monte, hacia el norte, hay un valle que se llama Valcarlos, donde
acampó el mismo Carlomagno con sus ejércitos, cuando sus guerreros murieron
en Roncesvalles. Por él pasan también muchos peregrinos que van a Santiago
pero no quieren escalar el monte. Después, en la bajada, se encuentra el hospital
y la iglesia donde está el peñasco que el muy poderoso héroe Roldán partió con
su espada de arriba abajo en tres golpes. Después viene Roncesvalles, lugar en
que en otro tiempo se libró la gran batalla en la cual fueron muertos el rey
Marsilio, Roldán y Oliveros y otros cuarenta mil guerreros cristianos y
sarracenos.
Tras este valle se encuentra Navarra, tierra considerada feliz por el pan, el vino,
leche y ganados. Los navarros y los vascos son muy semejantes en las comidas,
vestimenta, y lengua, pero los vascos son de rostro algo más blancos que los
navarros. Estos se visten de ropas negras y cortos hasta las rodillas, como los
escoceses, y usan un calzado que llaman abarcas, hechas de cuero sin curtir,
atadas al pie con correas, que sólo envuelven la planta del pie, dejando al
descubierto lo demás. En cambio usan unos mantos o capotes de lana negra,
que llegan hasta los codos y orlados a la manera de una capa corta que llaman
sayas. Como vemos, comen, beben y visten puercamente. Pues toda tienen la
costumbre, en la familia de una casa navarra, tanto el siervo como el señor, lo
mismo la sierva que la señora, de comer todos los platos mezclados a la vez en
una cazuela, sin utilizar cuchara, sino con las manos, y suelen beber del mismo
vaso. Si se ven comer, se les tomaría por perros o cerdos comiendo. Y si se oyen
hablar, recuerdan el ladrido de los perros, por lo bárbaro de su lengua. A Dios
le llaman urcia; a la Madre de Dios, andrea María; al pan, orgui; al vino, ardum;
a la carne, aragui; al pescado, araign; a la casa, echea; al dueño de la casa, iaona;
a la señora, andrea; a la iglesia, elicera; al presbítero, belaterra, lo que quiere
significa bella tierra; al trigo, gari; al agua, uric; al rey, ereguia; y a Santiago,
iaona domne Iacue.
Este es pueblo bárbaro, diferente de los demás en costumbres y modo de ser,
colmado de maldades, de color negro, de aspecto innoble, depravado,
perversos, pérfidos, desleales, lujurioso, borracho, agresivo, feroz, salvaje,
malvado y réprobo, impío y rudo, cruel y pendenciero, falto de cualquier virtud
y diestro en todos los vicios e iniquidades; parecido en maldad a los Getas
(hunos) y sarracenos, y completo enemigo de nuestro pueblo galo. Por una
miserable moneda mata, si puede, un navarro o un vasco, a un francés. En
algunas de sus comarcas, por ejemplo en Vizcaya y Alava, el hombre y la mujer
navarros se muestran sus partes uno al otro mientras se calientan. Además,
también usan los navarros de las bestias en impuros fornicios. Y cuentan que el
navarro cuelga un candado en las ancas de su mula y de su yegua, para que
nadie sino él mismo se le acerque. También besa lujuriosamente el sexo de su
mujer y de su mula. Por todo lo cual, los navarros han de ser censurados por los
discretos.
Sin embargo, se les considera buenos en la batalla campal, esforzados en el
asalto de castillos, justos en el pago de diezmos y asiduos en las ofrendas a los
altares. El navarro, cada día que va a la iglesia, hace una ofrenda a Dios, de pan,
vino o trigo, o de alguna otra ofrenda. Siempre que un navarro o un vasco sale
de camino se cuelga del cuello un cuerno como un cazador, y lleva en las
manos, según costumbre, dos o tres dardos que llaman azconas. Cuando entra o
vuelve de casa, silba como un milano. Y cuando estando emboscado en lugares
apartados o solitarios para robar, desea llamar silenciosamente a sus
compañeros, canta como el búho, o aúlla como el lobo.
Suele decirse que descienden del linaje de los escoceses, por lo semejantes que
son en sus costumbres y aspecto. Se dice que Julio César envió a España, para
someter a los españoles, que no querían pagarle tributo, a tres pueblos :los
nubios, los escoceses y los conubianos caudados, con la orden que pasasen a
cuchillo a todos los hombres y que sólo respetasen a las mujeres la vida. E
invadieron por mar aquella tierra, y destruidas sus naves, la devastaron a
sangre y fuego desde Barcelona a Zaragoza, y desde Bayona hasta Montes de
Oca. No pudieron rebasar esos límites, porque los castellanos unidos,
combatiéndolos, los rechazaron de sus territorios. En retirada huyeron hasta los
montes costeros situados entre Nájera, Pamplona y Bayona, es decir, en
dirección al mar, en tierras de Vizcaya y Alava, en donde se establecieron y
construyeron muchas fortalezas, y dieron muerte a todos los varones a cuyas
mujeres raptaron y de las que tuvieron hijos que después fueron llamados
navarros por sus sucesores. Por lo que navarro equivale a non verus, no
verdadero, es decir, engendrado de estirpe no auténtica o de prosapia no
legítima. Los navarros se dice que también tomaron su nombre primitivamente
de una ciudad llamada Naddaver, que está en las tierras de las que procedían,
convertida al Señor en los primeros tiempos, por el apóstol y evangelista San
Mateo.
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