Discurso laico con motivo de la misa ofrecida en conmemoración de "La Noche de los Cristales Rotos" Estimado Embajador de Israel, estimado Rabino Bronstein, estimado Padre Szeles, estimados Pastores Fasse, estimada Anke, estimado Christoph, estimados representantes de comunidades religiosas aquí presentes, estimados miembros de la parroquia judía, evangélica y católica en Lima, Difícil y desafiante tarea es para un diplomático alemán recordar los hechos del pogromo de la noche del 9 de noviembre de 1938: Casi justo este día, exactamente hace 75 años, ardieron las sinagogas en toda Alemania: casas de Dios construidas en honor de un creador en el que judíos y cristianos creen. La expresión "Noche de los cristales rotos", tan cínica como disfraza lo que en verdad pasó esa noche: minimizante, Esa noche de noviembre 1938, el terror nacionalsocialista alcanza una nueva dimensión: Decenas de miles de conciudadanos judíos fueron detenidos, arrastrados a campos de concentración. Miles fueron torturados. Cientos fueron asesinados o llevados a la muerte. Así, la noche de pogromo fue la antorcha de que se iba a perseguir deliberada, sistemática y despiadadamente a los judíos. A más tardar en ese momento tuvo que volverse evidente para cualquiera que el antisemitismo era componente central de la ideología nacionalsocialista. En consecuencia, además de ser un instrumento más de dominación, era un signo principal de la dictadura. Es verdad que bajo el terror del nacionalsocialismo sufrieron innumerables otras personas, aparte de los judíos. Porque muchas de ellas fueron perseguidas por su convicción política o religiosa. Pero el odio contra los judíos- hombres, mujeres y niños- fue más allá del sufrimiento y la persecución: Porque el simple hecho de tener ascendencia judía llegó a ser legalmente un delito sancionado con la muerte. La obsesión racista y antisemita nacionalsocialista escaló progresivamente hasta causar estragos de manera todavía más bárbara: El genocidio de judíos europeos. Hoy nos preguntamos por qué tan pocas personas protestaron, cuando los futuros tiranos promocionaban su programa, el cual despreciaba al ser humano. Al principio discretamente, en patios traseros. Y después abiertamente, en calles y plazas. 2 Esa pregunta es dolorosa. Pero más dolorosa aún es la pregunta de por qué la gente no protestó masivamente cuando los judíos en Alemania fueron objeto de burla, fueron atormentados y perseguidos . Pues es cierto que los compatriotas judíos fueron discriminados desde el primer día. Desde el 30 de enero de 1933. La discriminación escaló de lo político a lo moral. Y más tarde también a lo legal, porque perdieron sus derechos. Con brutalidad creciente y ante los ojos del mundo, cada vez más cotidiano se volvía el terror estatal. Y avanzaba a todos los rincones. Incluso el orden jurídico amparaba cada vez menos a los débiles y se utilizaba cada vez más para oprimirlos. La injusticia se vertía en los moldes de las leyes. Ejemplo repugnante son las leyes racistas de Nuremberg, de 1935. Los pogromos de noviembre no fueron de ninguna manera una descarga espontánea de la ira popular, como lo decía la propaganda de entonces. Eran más bien acciones generadas en un lugar central y organizadas en el propio lugar de los hechos. Desde el punto de vista actual es difícil comprender todo esto. Y sigue siendo causa de profunda vergüenza que entre el 9 y 10 de noviembre de 1938 la mayoría de la población guardara silencio. Aquí coincidieron muchas cosas: En caso de algunos fue la falta de coraje. O miedo paralizante. En otros casos simplemente indiferencia. Otros estaban consternados. Otros con diferentes argumentos calmaban su conciencia. Por ejemplo con el prejuicio popular de la “influencia judía”, que había que reprimir y eliminar. Algunos se sentían personalmente afectados por el sufrimiento de sus conciudadanos judíos. Otros pensaban, que no les correspondía a ellos intervenir. Pero había algunos que simplemente miraban con alegría malsana. Otros participaban e incluso sacaban provecho económico de ello. Pero no podemos olvidar a los que expresaban su repugnancia, o que dentro de sus posibilidades intentaban ayudar. Recordamos hoy con respeto y gratitud a los hombres y mujeres solidarios y valientes, que ayudaron a sus conciudadanos judíos de muchas maneras. A pesar del riesgo que implicaba, les dieron un escondite. O los ayudaron a huir al extranjero. Normalmente estas personas, al ayudar así a su prójimo, ponían en riesgo la seguridad de sus familias o incluso sus vidas. Pero además de las preguntas sobre lo que las generaciones pasadas debieron o no debieron hacer, este día conmemorativo también plantea preguntas sobre el 2 3 presente. Porque nosotros podemos preguntarnos qué habríamos hecho o dejado de hacer en una situación así. Y responder sinceramente. Y al decir “sinceramente” quiero decir: sin justificarnos a nosotros mismos. Estoy convencido de que las personas de hoy no somos mejores o más valientes que las de entonces. Asimismo, felizmente ya no estamos ante la disyuntiva de que nos culpen por dar la espalda a los hechos o por participar en ellos. No necesitamos ponernos en peligro a nosotros mismos o poner en peligro a otros por rebelarnos. Gracias al desarrollo del derecho no necesitamos pasar por esa terrible prueba, la cual hoy también sería demasiado exigente para algunos. El conocer esta nueva situación nos enseña modestia. E incluso humildad. Nos enseña a dar gracias por poder vivir libremente al interior de una democracia. Y nos obliga también a estar atentos sin descanso ante todo lo que podría facilitarle el camino a un poder totalitario. El ya fallecido ex-presidente de la comunidad judía en Alemania, el Sr. Heinz Galinski, lo formuló así: “Evitar el olvido también es un medio importante para crear conciencia en las personas de qué es lo que deben apreciar en una democracia.” Por singular que haya sido el genocidio cometido por los alemanes a los judíos: Siempre y en todas partes tenemos que abogar por que nunca más vuelva a suceder algo parecido. Por ello la advertencia de hoy nunca debe perderse. Esta advertencia es un llamado a todos nosotros para que verifiquemos permanentemente nuestra propia manera de pensar. Las garantías legales, por su parte, son condición necesaria para no recaer en la barbarie. Pero adicionalmente la democracia liberal tiene que anclarse también en nuestros corazones. Porque la razón no es suficiente. Tenemos que tener presente en todo tiempo: Donde se ofende la dignidad de nuestro prójimo, resulta herida nuestra propia dignidad. Solo si podemos sentir compasión e identificación con las víctimas podemos construir y mantener una sociedad justa, en la que vivamos juntos, en paz y libertad, personas de origen diferente y de convicciones religiosas y políticas diferentes. El respeto ante la indisponibilidad del otro exige de nosotros –bíblicamente hablando – que no nos hagamos una imagen del otro, sino que lo aceptemos como realmente es. 3 4 De Max Frisch, quien de manera enfática se ha enfrentado a mecanismos y consecuencias de prejuicios antisemitas, proviene la frase: “secreta e inevitablemente, todos somos responsables de la cara que el otro nos muestra.” Si imponemos al otro nuestros conceptos, le negamos, según Frisch el derecho a todo lo vivo, lo que permanece incomprensible. Así que se trata de aceptar al prójimo sin restricción en su singularidad, en su forma de ser. Y no se trata de obligarlo a elegir entre adaptarse o aislarse. Esto es pluralismo como se lo imaginaban los padres y madres de la constitución alemana de 1949. Estimadas damas y caballeros: Así como casi es imposible escapar de la carga del pasado, así también estamos obligados a recordar una y otra vez las mejores, las liberales tradiciones de la historia alemana – tradiciones a las que también han contribuido muchos alemanes de creencia judía. Solamente nombro a Gabriel Riesser, el vicepresidente de la Asamblea Nacional en la iglesia de San Pablo de Francfort y a Hugo Preuß, que contribuyó de manera significativa a diseñar la Constitución de Weimar. Con especial gratitud nombro a todos los conciudadanos judíos que después de 1945 y mirando al futuro estuvieron dispuestos a contribuir a la construcción de una comunidad liberal alemana, en un principio solamente en el oeste de Alemania. Por último también quiero resaltar que hoy en Alemania hay una juventud judía que de manera consciente y con responsabilidad cívica despierta se compromete con nuestra comunidad liberal. Un regalo precioso, aunque frágil, que han puesto en nuestras manos, pues nosotros, los alemanes, realmente no tenemos derecho a ello. Estimadas damas y caballeros, Nosotros (judíos, cristianos y también musulmanes), todas las personas con espíritu liberal, estamos ante una gran labor: Después de un siglo con tanto horror y pena, construimos un mundo sobre fundamentos éticos que judíos y cristianos profesan por igual. Un mundo libre de azotes de nacionalismos, un mundo que una personas y pueblos en libertad. A veces dejamos de tener en cuenta que judíos y cristianos coincidimos en valores éticos fundamentales. Por ejemplo, muchas veces escuchamos – incluso de personas bienintencionadas – la tesis de presuntos „pensamientos de venganza del antiguo 4 5 testamento“. Y con ligereza reaccionamos hablando del „amor cristiano al prójimo “. Y olvidamos que ya en la tora está consagrado el amor: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Es entonces necesario superar la idea antojadiza de que los judíos en la historia de occidente están al margen. Es exactamente al revés: Culturalmente el pueblo judío está en medio de nosotros. Está en el núcleo de nuestra cultura occidental. Por ejemplo, en muchos países los judíos fueron los pioneros, cuando se trataba de dignidad humana, derechos civiles, pluralismo, democracia o autodeterminación. Con razón, Heinrich Heine hablaba con orgullo de que sus ancestros pertenecían a la casa noble de Israel, que él era un descendiente de aquellos mártires que le dieron al mundo un Dios y una moral y que habían luchado y sufrido en todos los campos de batalla del pensamiento. Paradójicamente, los nacionalsocialistas pretendían salvar nuestra cultura europea. En realidad su ideología fue un ataque a los valores que justamente habían marcado y definido esta cultura. Menciono solo algunas convicciones que judíos y cristianos compartimos y que han preparado el terreno intelectual para los derechos humanos, la constitucionalidad y la democracia pluralista: La creación del hombre a imagen y semejanza a Dios, La singularidad del ser humano Su dignidad inalienable La creación nos es prestada, para que la mantengamos y la sigamos modelando- como ayudantes y compañeros de Dios, como lo decía Martin Buber. La prohibición de la idolatría, que nos libera de la tentación de venerar al poder o de reconocer exigencias absolutistas de las ideologías. Dado que el judaísmo en su más pura esencia es anti-totalitario, el totalitarismo también es, como lo escribe Manes Sperber “en todas partes anti judío“. Judíos y cristianos son por igual aliados naturales en la oposición contra toda exigencia absolutista ideológico-política. Sensibilizar al mayor número posible de personas, para que tomen conciencia de este punto es, desde mi punto de vista, una de las tareas decisivas del diálogo cristiano-judío. Estimadas damas y caballeros, La noche de Pogromo del 9 de noviembre de 1938 está presente en las memorias de nosotros, los alemanes. Con dolor y con vergüenza, es parte de nuestro presente. 5 6 Entre nosotros todavía viven algunos que fueron perseguidos. O cuyas familias fueron perseguidas. Ellos llevan una carga pesada de recuerdos torturantes. Y nosotros sabemos que su dolor no se puede expresar con palabras. También aquellos que hace 75 años, cuando niños, jóvenes o jóvenes adultos se convirtieron en testigos del pogromo, siguen teniendo ante sus ojos imágenes angustiantes, imágenes que nos llenan de vergüenza. Esto no puede y no debe significar que cuando mueran los últimos testigos de ese tiempo desaparezca también el recuerdo. Más bien es nuestra labor transmitir a las generaciones de nuestros hijos y nietos el entendimiento de que vivir en libertad y dignidad requiere voluntad y esfuerzo. Las generaciones nuevas - por suerte- no pueden saber por experiencia propia, lo que son realmente el cautiverio y la discriminación. Y nunca deben tener que vivir esa experiencia. Por eso, este recuerdo no sólo se lo debemos a las víctimas, sino también a nuestros hijos y nietos. Por tal motivo le agradezco a Usted, rabino Bronstein, a Usted, padre Szeles y a mis amigos, los pastores Anke y Christoph Fasse por organizar esta celebración conmemorativa solemne. Pero también les agradezco a todos Ustedes, los miembros de la parroquia, por haber asumido la tarea de venir aquí para recordar los acontecimientos de entonces. ¡Muchas gracias! 6