OPINIón Las paradojas de un golpe Peter Hakim Presidente de Diálogo Interamericano y Consejero Editorial de AméricaEconomía. D esde que el presidente Zelaya fue exiliado el 28 de junio, Honduras se ha convertido en el epicentro del debate hemisférico. La crisis en Honduras es vista como una prueba crítica para la OEA y la Carta Democrática Interamericana. También se ha convertido en una medida del compromiso hemisférico con la democracia y un desafío para el gobierno de Barack Obama de lograr una política más cooperativa y multilateral en América Latina. Pero vale la pena aún discutir algunos puntos. ¿Fue un golpe militar o una transferencia legal de poder? No existe una versión oficialmente aceptada de un golpe de Estado, pero lo que sucedió en Honduras puede ser visto como tal bajo casi cualquier estándar. Zelaya puede tener gran parte de la culpa. Pero cuando un presidente electo, sin haber sido formalmente acusado de un delito, es llevado por soldados en el medio de la noche hacia otro país, es difícil argumentar que sea otra cosa sino un golpe. Pero no fue un golpe típico. Los militares no asumieron el poder, ni siquiera por un par de días. La presidencia fue inmediatamente entregada al sucesor designado constitucionalmente, y se programaron elecciones para fin de año. En Brasil, en cambio, las fuerzas armadas se aferraron al poder por 21 años y en Chile, 17 años. ¿Podrían estos eventos disparar intentos golpistas en otros países? Es altamente improbable. Los golpes se han convertido en una rareza en América Latina. Con pocas excepciones, los líderes elegidos–incluso los que pierden el favor del pueblo– llevan a término sus mandatos. Los valores democráticos ya están intensamente arraigados y las urnas se han convertido en la única vía legítima al poder. Paradójicamente, la principal motivación de la Carta Democrática, aprobada en 2001, no era prevenir golpes, sino impedir que los líderes se salgan de sus límites constitucionales, lo cual en esos años fue ejemplificado por el ex presidente peruano Alberto Fujimori. Es más, los gobiernos, han respondido con fuerza a la crisis hondureña. Todos han condenado el golpe, exigido el retorno de Zelaya y respaldado la suspensión de Honduras de la OEA. Con sanciones económicas y una profunda polarización política, Honduras está pagando un alto precio por remover a un líder democráticamente elegido. A la luz de los intentos fallidos por torcer el brazo al gobierno de facto, ¿podría decirse que la OEA o la misma Carta Democrática han perdido credibilidad? Difícilmente. La OEA no podría revertir el golpe de un momento a otro. De hecho, la OEA nunca había asumido una postura tan firme en defensa de la democracia y nunca antes sus miembros se habían unido lo suficiente para hacer valer la Carta. La crisis ha demostrado debilidades en la OEA que requieren corrección, pero también ha demostrado que los gobiernos del hemisferio son capaces de acción multilateral. También se discute si esta situación ha fortalecido o debilitado a Venezuela. Probablemente ni lo uno ni lo otro. Con la salida de Zelaya, Hugo Chávez pierde un aliado, pero de poca relevancia. A cambio, obtiene un palco para su discurso sobre las tendencias antidemocráticas de los líderes tradicionales. En los días siguientes al golpe, Venezuela encabezaba los esfuerzos en Obama no la OEA para restituir a Zelaya. podrá satisfacer Pero ahora, Brasil, México, Chile y EE.UU. han tomado la a todos en el iniciativa y alternado hacia una tema Honduras. estrategia de negociaciones, en lugar de amenazas. De todos modos, Chávez aún puede causar alboroto, y más aún mientras suba el precio del petróleo. Y finalmente, ¿qué nos dice la crisis sobre la política hemisférica del presidente Obama? Al unirse al consenso general y reprochar el golpe, demostró su inclinación hacia los acercamientos multilaterales y de alinear las agendas estadounidenses y latinoamericanas. Pero será difícil, sin embargo, para EE.UU. seguir en ese curso, teniendo en cuenta la polarización de la política en Washington, las divisiones ideológicas en América Latina, y la sospecha casi reflexiva de la región acerca de los motivos del país del Norte. Muchos ven la crisis como un claro signo de que EE.UU. ha perdido influencia. Claramente, opinan, debió haber sabido sobre los preparativos para el golpe y prevenirlo o, por lo menos, ya debiera haber logrado devolver el poder a Zelaya. Otros ven al país como falto de principios: o no hace lo suficiente por restaurar al derrocado presidente, o debería apoyar más al nuevo gobierno que protege a Honduras de un aliado de Chávez. Obama no será capaz de de satisfacerlos a todos, y podría finalmente dejarlos a todos insatisfechos. n SEPTIEMBRE, 2009 / AMÉRICAECONOMÍA 57