de Esteban Hernández a Sotillo Gutiérrez

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CLÁSICOS GANADEROS EN LAS VENTAS
Corrida de don Esteban Hernández en los corrales de la antigua plaza de Madrid, donde fue lidiada con gran éxito el 4 de junio de 1905.
De Esteban Hernández
a Sotillo Gutiérrez:
120 años de tradición ganadera
Don Esteban Hernández Martínez fue uno de los personajes más importantes en la historia del campo bravo
madrileño. Desde finales del siglo XIX, su nombre cobró justa fama y sus toros fueron conocidos como “los
pablorromeros de Madrid”. También su visión de la bravura debía ser bastante avanzada, a juzgar por el
rigor con que seleccionó y el exitoso afán de experimentar con nuevos cruces. Sus herederos mejoraron
aún más la ganadería, favorita de las figuras de la Edad de Oro y de Plata del toreo, pero la guerra civil
truncó brutalmente su continuidad. Todas las reses fueron aniquiladas, mas no así la afición de sus hijos,
los hermanos Hernández Pla, que en cuanto pudieron volvieron a criar toros bravos. Han pasado 120 años
y la tradición sigue viva en nuestros días gracias al hierro de “Sotillo Gutiérrez”, sobradamente conocido
por la afición de Las Ventas y desde hace tiempo encastado en las mejores reatas de Domecq. Por historia y categoría, llega a nuestras páginas la más clásica de las familias ganaderas de Madrid.
Texto: Joaquín López del Ramo
Fotos: Martín, Juan Miguel
Sánchez Vigil, archivo de
Joaquín López del Ramo y
cortesía de la familia
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P
arece evidente que don Esteban
Hernández fue un hombre con
un espíritu y una lucidez fuera de
lo común. Natural de un pequeño pueblo de La Rioja, quedó huérfano siendo
niño y vino a vivir a Madrid con unos tíos
que poseían un comercio, en el cual trabajaba como simple dependiente e incluso dormía. Por esos giros inesperados
de la vida, otra tía suya le dejó en herencia la finca “El Soto”, sita en la ribe-
ra del Jarama, muy cerca de Ciempozuelos, y a partir de ahí tomó contacto
con el mundo agrícola y ganadero, aparte de otros negocios de distinta índole
que le permitieron multiplicar su hacienda a base de serio trabajo.
A la mencionada finca se fueron sumando otras de extraordinaria calidad,
como “Cuarto Carretero”, “La Dehesa de
Guadalix, “Prado Herrero”, “El Pradazo”
o “La Cerca del Cerro”, enclavadas en diferentes puntos de la sierra madrileña,
pero con la particularidad de distar todas ellas a una jornada a caballo desde
la capital. Con ello, además de cercanía,
se aseguraba de que al ganado no le faltase sustento y condiciones de vida en
toda época del año. Dentro de cada dehesa, la construcción, organización y distribución de cerrados e instalaciones
también fue ejemplar por amplitud, solidez y eficiencia práctica, todo lo cual
habla de que don Esteban fue un extraordinario planificador y gestor.
de aquella procedencia y no tardó mucho
en vender todas las vacas de origen Mazpule para conservar sólo las de Patilla, tomando de éstas la antigüedad (8 de junio
de 1883) y la divisa, si bien cambió el hierro por la “H” de Hernández. En esta etapa inicial, y durante los posteriores
años de consolidación de la ganadería,
resultó fundamental la figura del mayoral Agustín Sánchez, que se había forjado en la casa Veragua y permaneció estrechamente vinculado a la familia Hernández en lo profesional y en lo personal hasta su retirada.
DON ESTEBAN, GANADERO
Cautivado por la afición a los toros, en
mayo de 1890 le compró a Alejandro
Arroyo, vecino de Miraflores de la Sierra,
la ganadería que éste tenía procedente de
Mazpule, cuyo origen era nada menos
que la antiquísima raza de Raso de Portillo. Don Esteban empezó de inmediato
las labores de tienta, y para ello contó
con la participación de su amigo el
gran Salvador Sánchez Frascuelo, lo
cual tuvo cierto eco en la prensa taurina de la época. Se presentó en Madrid el
5 de abril de 1891 con una buena corrida que lidiaron Mazzantini, Espartero y
Guerrita, y su nombre se puso en boca
de todo el mundo.
Entre finales del XIX y comienzos del
siglo XX don Esteban lidió con gran frecuencia en Madrid, normalmente varios festejos por temporada entre novilladas y corridas de toros. Los éxitos se sucedieron, como por ejemplo la gran novillada del 12 de marzo de 1899, el magnifico Tejadillo, toro de pelo sardo estoqueado el 21 de junio de 1903 por Mazzantini, la excelente corrida del 14 de junio de 1905, o el bravo y noble Villadario,
con que el Rafael El Gallo triunfó a lo
grande el 26 de mayo de 1912. Ello le
abrió las puertas de las principales plazas
españolas y también propició la amistad
personal con muchos toreros, especialmente El Espartero y, más tarde, el impar
Joselito, que tentó a menudo y pasaba las
temporadas invernales en esta ganadería.
En 1892 se hizo con la totalidad de la
vacada de Mazpule, pero no debía satisfacerle del todo esta sangre, pues en junio de 1893 adquirió la ganadería de la
condesa de la Patilla, que procedía de
otra casta antigua, la de Espinosa-Zapata, a la cual agregó más tarde reses vazqueñas de origen Trespalacios. En el
año 1894 debutó en Madrid con los toros
En el año 1913, don Esteban sufrió una
caída del caballo en “Cuarto Carretero”,
a resultas de la cual fallecería cuando
contaba con 57 años de edad. La ganadería pasó a su viuda, doña Luisa Pla, y
sus hijos, quienes debutaron en Madrid
el 18 de mayo de ese año, lidiando un
gran toro llamado Carpintero, con el que
logró un sonoro éxito Rodolfo Gaona. Se
da la circunstancia de que doña Luisa se
casó en segundas nupcias con el muy famoso doctor Agustín Mascarell, quien
fuera el médico de Joselito.
La divisa madrileña siguió cosechando notables triunfos, pero el afán por mejorar las cosas llevó en 1916 a cruzar las
vacas con sementales de Saltillo, lo cual
dio excelentes resultados y acrecentó el
cartel que ya tenía. No contentos con ello,
los sucesores de don Esteban compraron
en 1932 la extraordinaria ganadería de
José Encinas, que era una de las partes
más bravas y de mayor calidad originarias de los famosos “patitas blancas” de
casta Vega-Villar, reses que lidiaron por
vez primera en Madrid el 27 de marzo de
ese mismo año.
MASACRE Y
RECONSTRUCCIÓN
Los Hernández vivían quizás su momento de mayor esplendor cuando en
1936 estalló la guerra civil, que como
en todas las radicadas en zona dominada por el Frente Popular tuvo aquí funestas consecuencias. Los miembros de
la familia, amenazados de muerte, lograron en su mayoría huir de España al
amparo de una embajada extranjera.
Nada pudieron hacer los vaqueros y el
mayoral para salvar la ganadería, al extremo de que a riesgo de su vida llegaron a esconder en la sierra las 20
últimas vacas, pero al final los pistoleros las localizaron y masacraron sin
más intención que hacer el mal, eliminando para la posteridad un patrimonio genético irrecuperable.
Don Esteban Hernández al frente de una parada de cabestros en la finca “El Soto”, situada a orillas del Jarama.
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CLÁSICOS GANADEROS EN LAS VENTAS
se encontraba en su cúspide, pero fue remedada y además no dio un juego brillante.
José Luis Barrero pasando de muleta al noble y codicioso toro Bebedor, de “Sotillo Gutiérrez”,
el 15 de agosto de 1968.
Pasados los primeros y traumáticos
años tras la guerra, y aunque con medios
más limitados, los hijos de dos Esteban
se empeñaron en volver a ser ganaderos.
Esteban Hernández Pla, primogénito y titular del hierro de la “H”, reconstruyó la
ganadería en 1948 con 60 eralas del duque de Pinohermoso y un novillo de origen Albaserrada. Por su parte, José María Hernández Pla había formado una
nueva vacada en 1944 con reses de Bernardo Escudero, también procedentes de
Albaserrada, e ingresó en la Unión mediante la prueba. En esta fase lidió dos
novilladas en Madrid, la de su debut, el
25 de septiembre de 1949, y la final, que
se jugó el 2 de abril de 1950 y en la que
saltaron tres ejemplares bravos y buenos:
Farruco, Dormido y Matajacas. Durante
esta década y la siguiente, don José María y sus herederos enviaron varias novilladas en Las Ventas con resultados
muy desiguales, destacando en lo positivo el encierro del 17 de octubre de 1954,
en el que hubo otros tres astados bravos
y pastueños, llamados Gorreto, Señorito
y Jabaíto.
En 1957 la ganadería se dividió en tres
partes, una de las cuales acabó en poder
de Gabriel Hernández Pla, quien incorporó reses de Samuel y de Arribas. En
1968 pasó a los hijos de aquél, los hermanos Hernández Tabernilla, quienes se
deshicieron de todo lo anterior y compraron 90 vacas y dos sementales de Joaquín Buendía. Ya con sangre Santa Coloma, el 4 de junio de 1973 lidiaron en
Madrid una brava y noble novillada, siendo premiado con la vuelta al ruedo el
cuarto, de nombre Corredor. El 14 de julio de 1974 se jugó la primera corrida de
toros, en la que hubo dos ejemplares destacados: Cerrajero y Limpiador.
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El debut en San Isidro se produjo el 15
de mayo de 1976, con José Fuentes, Manolo Cortés y Julio Robles, que cortó una
oreja del buen toro Poderoso. Repitió la
ganadería en la feria de 1977 y esa vez la
corrida dio un juego más completo, en
especial los tres primeros astados, que
atendieron por Minutero, Napoleón y Timonero. Con estos precedentes, los santacolomas de Hernández Tabernilla fueron contratados para la Beneficencia de
1978, pero la corrida fue un fiasco monumental por parada y distraída. El 15
de mayo de 1979 se lidió en Las Ventas
el famoso toro Capitán, que realizó una
espectacular pelea en el caballo y fue premiado como el más bravo de San Isidro.
Otro ejemplar destacado de este periodo
fue Matador, jugado el 16 de mayo de
1981. La corrida de la feria de San Isidro
de 1983 se anunció con un gran cartel:
Esplá, Emilio Muñoz y Paco Ojeda, quien
A mediados de los ochenta se produjo un notable aumento en el tamaño y
pitones de los toros y, paralelamente, un
gran bajón en su nivel de juego, pues ya
era evidente el predominio del genio
mansurrón, aun con movilidad, sobre la
bravura. Los años 90 transcurrieron con
pocos resultados destacables, a pesar del
apoyo del demagógico sector “torista”,
hasta que en 2000 la ganadería se vende
a la sociedad “Horsebull”, propietaria de
otras vacadas de origen Santa Coloma.
Los Hernández Tabernilla se quedaron
con las camadas de machos, uno de los
cuales fue el muy bravo y noble toro Guitarrero, premiado con la vuelta al ruedo
en la feria de San Isidro de 2002. Las corridas lidiadas con posterioridad han
sido bastante deslucidas y los efectivos de
la vacada acabaron en manos de diferentes dueños.
“SOTILLO GUTIERREZ”
La única ganadería de la familia Hernández que perdura en la actualidad es
“Sotillo Gutiérrez”, formada en el año
1953 por doña Venancia Hernández Pla,
que era hija de don Esteban y esposa del
doctor don Enrique Parache. El matrimonio siempre había estado involucrado en la ganadería brava, y en el año
1953 adquirió el hierro y divisa de Cruz
Sánchez, al que se enajenaron 50 vacas
y el semental Formalito de Escudero Calvo, la misma sangre Albaserrada que las
reses compradas por sus hermanos unos
años antes. Con esta base genética em-
Bella estampa de un novillo castaño salpicado de “Sotillo Gutiérrez”, puro origen Domecq, en los
campos de Ciempozuelos.
pezaron a seleccionar y pronto se hicieron habituales en la plaza de Las Ventas,
donde lidiaron gran cantidad de festejos
hasta finales de los años 70. Su debut
tuvo lugar el 22 de mayo de 1959, con
una novillada de juego desigual en la que
saltó un sexto ejemplar bravo y noble hasta el fin.
Desde el 11 de julio de 1964, el nombre de “Sotillo Gutierrez” apareció con
gran regularidad en los carteles de cada
temporada madrileña. Aquella tarde los
utreros de doña Venancia salieron manejables y codiciosos. También fue buena la novillada del 4 de julio de 1965, con
dos ejemplares dignos de recordar: el segundo, Piloto, y el tercero, que se llamó
Gallinito. En el año 1966 el mejicano Jesús Solórzano cortó una oreja a otro excelente novillo de este hierro, y el 18 de
julio de 1967 llegó el debut en corrida de
toros con un encierro en el que hubo cuatro morlacos excelentes, a uno de los cuales, el cárdeno Conejero, le cortó las dos
orejas Emilio Oliva.
Durante la temporada madrileña de
1968 se lidiaron tres festejos de esta divisa. Su resultado fue desigual, sobresaliendo el muy noble toro Bebedor, que
despachó José Luis Barrero el 15 de agosto. Ese mismo año, los criadores madrileños adquirieron vacas y un semental de
Joaquín Buendía, estableciéndose así
dos líneas: una pura de Buendía y otra
fusionada de buendías y albaserradas. La
renovación de sangre produjo buenos resultados respecto al juego de los toros, y
dio lugar a una reducción en el tamaño
y las astas, sin menoscabo de su siempre
esmerada presentación.
A pesar de que los pupilos de “Sotillo
Gutiérrez” no eran estoqueados por las
figuras y a veces pecaban de broncos, en
muchos festejos salían astados con nobleza y posibilidades de éxito. Así, toreros como El Hencho o Joaquín Bernadó
cortaron orejas a sendos ejemplares de
este hierro entre finales de los 60 y comienzos de los 70. La nobleza fue un atributo que afloró progresivamente con
más frecuencia. En dicho sentido merece recordarse la magnifica novillada
del 22 de octubre de 1972, en la que hubo
cuatro ejemplares destacados: Colchonero, Japonés, Bordador y, sobre todo, Calero. Una tónica de juego parecida evidenciaron la mayor parte de las novilladas de doña Venancia durante entre
1975 y 1977, cuando volvieron a lidiarse otros tres festejos por año en Madrid.
El bravo toro Guitarrero, de Hernández Pla, triunfador en la feria de San Isidro 2002,
embiste con celo y nobleza a la muleta de El Cid.
La temporada de 1978 fue la última en
la que la empresa Jardón, unida por estrecha amistad con los ganaderos de “Sotillo Gutiérrez”, gestionó la plaza Las Ventas. Precisamente el 14 de mayo de este
año se produjo el debut de la divisa en
la feria de San Isidro, con una corrida
compuesta por cinco astados cárdenos y
uno colorado, en la que Ortega Cano confirmó alternativa con el toro Reactor.
Una novillada veraniega y un sobrero el
15 de octubre fueron las últimas reses lidiadas en esta etapa.
Fallecida doña Venancia en 1987, la
ganadería quedó en manos de su esposo
(que vivió hasta 1997), su hija, Luisa Parache, y el marido de ésta, Juan José
Rueda, que es su director desde hace ya
bastante tiempo. Tras una década de ausencia, los de “Sotillo” volvieron a lidiarse en Madrid el 15 de agosto de
1988; fue una novillada que dio poco
juego y estoquearon El Cordobés (entonces se anunciaba como Manolo), El
Formidable y El Jose.
LA ÉPOCA DOMECQ
Con el paso del tiempo, y sobre todo a
partir de extenderse entre los toreros
la moda anti-Santa Coloma, la ganadería quedó limitada a la lidia de novilladas con poco eco y con carteles
flojos. Ello indujo a sus dueños a dar
un cambio radical, y en 1991 decidieron comprar vacas y sementales de Zalduendo, Salvador Domecq y “El Torreón”. En principio mantuvieron los
albaserradas y santacolomas en “Sotillo Gutierrez” y trasfirieron las reses recién adquiridas al nuevo hierro de “El
Casillón”, pero al final se desprendieron de la antigua sangre, quedándose
sólo con el hierro original pero ya encastado únicamente en Domecq.
Desde mediados de los 90 hasta los
primeros años 2000 se lidian en Madrid
varios sobreros de esta ganadería, tanto
santacolomas como domecqs. Entre
ellos sobresale el colorado Rodao, novillo que salta en quinto lugar el 1 de octubre de 1996 y le toca a Morante de la
Puebla. Entre los festejos completos destaca la novillada del 21 de septiembre
de 1997, en la cual figuran tres astados
del origen antiguo y otros tantos del
nuevo; Domecq de la rama Zalduendo
es el primero de la tarde, el excelente
Escondido, al que El Cid le corta una
oreja, y también sale muy bueno el último, de casta santacolomeña. Otro de
los ejemplares importantes de esta
etapa reciente es Solano, lidiado por Rafael de Julia en la novillada nocturna
que se celebró el 11 de agosto de 2000,
que fue sensacional y era hijo del famosísimo semental Aldeano, padre de la
ganadería de Victoriano del Río.
En los últimos años, la ganadería de
“Sotillo Gutiérrez” se ha orientado básicamente a la lidia de corridas de
toros, obteniendo en general buenos resultados, bien en plazas tan lejanas a
Madrid como Lima, o en otras más próximas, caso de Aranjuez o Villalba,
donde en 2010 echó un sensacional novillo de pelo castaño llamado Dulcero.
Sus reses siguen pastando en algunas
de aquellas fincas que ocuparan hace
más de un siglo los míticos sardos, ensabanados y berrendos de don Esteban
Hernández, desde la vega del Jarama
hasta la faldas del Guadarrama. Y ahí
continúa al pie del cañón su nieta
Luisa Parache con toda su familia, fieles a una tradición que aúna la clase y
la sencillez personal con la eterna pasión por el toro bravo. Clasicismo ganadero de primera categoría.
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