ene ro, febre ro- marzo, 2009 FULGEN CIO BA TISTA . DEL SEPTEMBRISMO A LA A LTERNA TIVA MILITARISTA Servando Valdés Sánchez La coyuntura de los 30. A principios de los años 30 de l pasado siglo, cuando la socie dad cubana se debatía e n crisis, e l jove n Fulge ncio Batista Zaldívar ya había alcanzado la plaza de sarge nto taquígrafo en e l Sex to Distrito Militar de Columbia y participaba en los fre cue ntes conse jos de gue rra e fe ctuados contra los conspiradore s antimachadistas. Así pudo pe rcibir e l rápido de te rioro de l régimen. Esas condicionantes de te rm inaron su enrolamie nto en la conspiración originada en el se ctor de los sargentos y alistados. Aunque , cie rtamente, Batista e ra poco conocido entre las tropas por sus ocupacione s adm inistrativas en el Estado Mayor de l Ejé rcito, su pe rspicacia y habilidad políticas pronto le pe rm itirían asumir un rol protagónico. Una alocución que no pudo se r propagandizada y e n la que incitaba a la desobediencia, así como sus pronunciam ientos contra los oficiales machadistas, al despedir e l due lo de l sarge nto Migue l Angel He rnández, marcaron dos momentos importantes en su ascenso dentro de l movim iento sedicioso. Entre los días 3 y 4 de septiembre los conjurados ocuparon Columbia y crearon una situación de golpe m ilitar. La salida hacia Matanzas de l sargento Pablo Rodríguez, -e l único iniciador de l Movim iento con suficiente popularidad para disputarle el lide razgo-, le facilitó las cosas. En la noche de l 4 de septiembre , aprove chando que el golpe castrense había sido re conocido por e l Dire ctorio Estudiantil Unive rsitario (DEU), e l ABC Radical, Pro Le y y Justicia, así como por los Guite ristas, y con e l propósito de dotar al Movim iento de un programa político que le pe rm itie ra legitimarse , de cidió reunirse con los principales líde re s de esas organizaciones y otras pe rsonalidades políticas. El resultado de las conve rsacione s se concre tó e n la “Proclama al Pue blo de Cuba”, publicada al día siguiente y suscrita por un grupo de figuras de la vida civil y por Batista, titulado jefe de las fue rzas armadas. El gobie rno provisional o Com isión Consultiva, organizado bajo la supe rvisión de una Junta C ívico-Militar, apenas duró unos días. En cambio, Batista fue favore cido con e l giro que tomaron los aconte cim ientos; e l 8 de septiembre , mediante un de cre to firmado por Se rgio Carbó, se cre tario de la Gue rra, fue asce ndido a coronel. Con esa de cisión unipe rsonal Carbó tra tó de capta rlo, pe ro Batista no se pre staría a sus mane jos; sin comunicárse lo a l Movim iento Septembrista, estable ció sus prime ros contactos con e l embajador norteame ricano Be njam ín Sumne r We lles. El 5 de septiembre visitó a We lles y sostuvo la prime ra de una larga cade na de e ntre vistas. En esa ocasión, indagó sobre la actitud de l gobie rno norteame ricano ante la instalación de l llamado grupo re volucionario. Una ve z que conoció su re chazo hacia la adm inistración cubana se dedicó a conspirar para asegurar las posiciones alcanzadas. Luego de los sucesos de l Hote l Nacional, donde las fue rzas del nue vo e jé rcito guiado por Batista desalojaron a los oficiales machadistas, Welles se conve nció de la autoridad alcanzada por este y lo urgió para que actuara de inte rmediario entre e l gobie rno y la oposición.[1] El 5 de octubre, Batista sostuvo una reunión con los principales je fes del e jé rcito, en la cual acordaron comunicar, de inmediato, a los estudiantes que de bían apartarse de cualquie r contacto con e l gobie rno y abstene rse de inte rfe rir en la implantación de un ré gimen de concentración nacional.[2] Dos días más tarde e l exsargento se reunió con We lles y le comunicó su intención de proce de r con mano firme e n todas las plantaciones azucare ras norteamericanas donde existie ran “pe rturba ciones”. También le expresó que e l re conocimie nto norteame ricano e ra ese ncial para progresar en las gestiones.[3] 60 A la par, tomó algunas medidas que contribuye ron a ampliar su base de apoyo en las fue rzas armadas, tale s como e l pe rdón por las faltas y de litos cometidos a todos los alistados de l Ejé rcito y de la Marina de Gue rra desde e l 4 de se ptiembre y la e lim inación de los se rvicios de se rvidumbre. Para e ntonce s, Washington no te nía dudas de que Batista e ra e l factor idóneo, capaz de consumar los obje tivos golpistas. Además de su asce ndencia política y m ilitar en la nación, y de la actitud que asumió contra el movim iento e studiantil, contaba con el aval de habe r dirigido una fé rrea re presión contra el Partido Comunista. En conse cuencia, durante la madrugada del 15 de e ne ro de 1934, Batista compelió a la renuncia del preside nte Ramón Grau San Martín. Dentro de la dinám ica de funcionamie nto de l Ejé rcito, la nue va Le y O rgánica, promulgada e l 9 de noviembre de 1934, de stinó a la jurisdicción del je fe de la institución armada varias atribuciones de ex traordinaria importancia, las cuales con ante rioridad descansaban e n e l pre sidente de la Re pública. Entre e llas, figuraban las refe ridas al aumento o disminución de l pe rsonal y su distribución por los dife rentes mandos y unidades; la designación de los oficiales de l Estado Mayor, je fes de te rritorios militares y dire ctore s de e scue las y el lice nciamiento de los alistados. Su pode r de de cisión se multiplicó al ex tremo de sancionarse que “en caso de guerra o de grave alteración del orde n público el jefe del Ejército actuaría por si solo cuando las conveniencias del servicio así lo exigieran, debiendo dar cuenta en todo caso al Presidente de la República”.[4] En teoría, el preside nte de la Re pública continuó siendo e l jefe supremo del Ejé rcito; pe ro e n la práctica los cambios e stable cidos situaron a Batista por encima de é l. El 8 de febre ro de 1934, e l De cre to No.408, firmado por Mendie ta y e l se cre ta rio de Gue rra y Marina, Fé lix Granados García, dispuso la organización de l Ejé rcito Constitucional, lo que en medio de un ré gimen que transgredía múltiples de re chos democráticos, re sultaba una farsa. El refe rido de cre to espe cificaba lo siguie nte: Se ordena y expresamente se autoriza al Jefe del Estado Mayor del Ejército para que rija y organice el Ejército Constitucional de Cuba. A ese objeto sometería al Presidente Provisional de la República para su aprobación las medidas que estime necesarias sin perjuicio de las facultades que en este orden señala la Ley Constitucional del Presidente Provisional de la República.[5] A partir de esos instante s, Batista aprove chó para deshace rse de toda una le gislación que lim itaba la consolidación de su supremacía e n las fue rzas armadas. Con la inte nción de continuar fortale cie ndo su base social de apoyo, puso en práctica una política de re formas y me joras muy ne cesarias a la institución castrense . Entre esas medidas sobresalie ron: - C onstrucción y reparación de cuartele s y puestos de la Guardia R ural, los cuale s fue ron dotados de confortables dorm itorios, sustituyendo a las vie jas y destartaladas barracas de made ra. - Me joram iento de las comunicaciones e ntre los regim ientos, escuadrones y pue stos m ilitare s. - Construcción y reparación de balnearios para la re creación de los alistados. - Construcción de centros hospitalarios destinados a atende r a los fam iliares de los miembros de las fue rzas armadas. - El ascenso de muchos e fe ctivos a grados de oficial. - O torgó amnistía a todos los m ilitares presos antes del golpe del 4 de septiembre que no estaban vinculados a los crímenes machadistas. - C reó un fondo de nominado “Anticipo de l Fondo de Pensiones de l Re tiro Militar”, como ayuda mone taria a los miembros de las fue rzas armadas. - Estable ció una pensión de eme rge ncia para e l disfrute de quiene s con una hoja de se rvicios de más de cuatro años se inutilizaran por causas ajenas a la institución. - Redujo los años de se rvicio con vistas a facilitar e l re tiro m ilitar con la pensión máxima. - Concedió realistamiento a los sarge ntos que por no te ne r tiempo suficiente pe rdían la posibilidad de re tirarse , con esa pe nsión. En un inte nto por tratar de magnificar e l Movimiento de l 4 de septiembre , concibió de te rm inados símbolos. En 1934 surgie ron la bande ra, la medalla y e l himno de l 4 de septiembre y e l Re gim iento N° 6, con je fatura en la capital, comenzó a denominarse “C uatro 61 de Se ptiembre ”. Dicha fe cha quedó estable cida como e l “Día de l Soldado y de l Marino Constitucional” y de fe ste jos para las fue rzas armadas. Ese m ismo año fue firmado e l nuevo Tratado de Re laciones con Estados Unidos. La Enmie nda Platt desapare cía pe ro Batista y su e jé rcito se conve rtían en e l sostén fundamental de l régimen. Entre 1934 y 1935 e l e jé rcito logró conse rvar y prote ge r el sistema neocolonial, y su a ctua ción fue de cisiva para liquidar la situación re volucionaria en e l país, m ientras los partidos políticos burgue ses que integraban la alianza gube rnamental continuaron con sus re jue gos y cabildeos políticos. El m ilitarismo se e ntronizó en Cuba empleando la re presión como uno de sus soste nes fundamentales; sin embargo, por varias razones circunstanciales, no bastaba para mantene r la estabilidad doméstica. A pesar de la agresividad de l Ejé rcito y de la Policía, las fue rzas populares y re volucionarias continuaron resistiendo, pre cisamente cuando en el ámbito inte rnacional se incrementaba la lucha por la independe ncia y la democracia, fre nte al avance de l fascismo. También e je rcie ron gran influencia los propósitos apremiante s del “Buen Ve cino”, en inte rés de lograr la quie tud política ne cesaria para garantizar su dom inio monopólico en Amé rica Latina. Estados Unidos se mostró partidario de algunos cambios institucionales e n Cuba y apoyó e l otorgamiento de cie rtas concesiones políticas y sociales. Toda e sa situación de te rminó que Batista y sus principale s asesores elaboraran un proye cto re form ista. A nuestro juicio, la prime ra parte de ese proye cto comenzó a principios de 1934 y se concentró en e l fortale cimie nto, cohesión y control de las fue rzas armadas, y la se gunda, se inició poco más de dos años de spués, cuando el diseño batistiano se ex tendió hacia e l resto de la socie dad. El propio Batista lo afirm ó en su discurso de l 28 de septiembre de 1937, pronunciado en la C iudad Militar: Hicimos en años anteriores la labor de consolidación de nuestras propias instituciones, como paso previo e indispensable a una más amplia actividad que abarcara todas las zonas. (...) el instrumento del orden de bía ser creado primero (...) para enseguida, desarrollar el intento de nuestros planes con las fuerzas políticas y sociales que apoyen al Gobierno para esos fines.[6] En su afán por mante ne rse inde finidamente en el pode r, Batista de lineó con exactitud los obje tivos de su esquema. En prime r lugar, ase gurar unas fue rzas armadas incondicionales, y a la ve z ajustarse de alguna forma a la política de Washington. Por otra parte , inte ntar lograr una base de apoyo popular, además de emplear e l proye cto para distrae r la a te nción de la convoca toria a una Asamblea Constituyente, la cual podía conspirar contra e l pode r que disfrutaba dentro de l gobie rno. Sim ultáneamente, se propuso impedir toda acción de lucha de obre ros, campesinos y clases medias, así como organizar un movimie nto sindical oficialista, al tiempo que utilizaba e l esquema reform ista como fuente de enrique cimie nto, y, en último lugar, pe rse guía lograr la colaboración de los partidos políticos tradicionales. De esa mane ra la represión, como procedimie nto, apare ció seguida y estre chamente combinada con la reforma. A me diados de 1934, una com isión de la Fore ing Policy Association, invitada por e l gobie rno cubano, visitó la Isla con e l objetivo de realizar un e studio e conómico y sociopolítico que ofre cie ra posibles soluciones a la crisis nacional. Al té rmino de su trabajo, la re fe rida com isión em itió un informe en el cual re comendaba la aplicación de un programa de re construcción, teniendo en cue nta que: (…) existe una demanda universal y profunda, en todas partes de la isla, por semejante cambio social, y el rechazar esta demanda es equivalente a lanzar a la Re pública de Cuba en crónico caos. Por otra parte, la propia existencia de esta demanda es la mayor garantía para promover la reforma” (…) hoy en día el gobierno norteamericano desea que haya un “New Deal” no solamente para los Estados Unidos sino también para Cuba.[7] 62 Las propuestas remode ladoras trazaron las pautas a seguir por Batista y sus colaboradores de los grupos oligárquicos, los cuales después de liquidada la situación re volucionaria y encaminado e l proceso de consolidación de las fue rzas armadas, comenzaron a pone r a práctica aquellos lineamientos que les resultaban más conveniente s. En principio, la labor fue dirigida hacia la población rural, la más afe ctada por los altos índices de analfabetismo e insalubridad y, por tanto, susceptible de se r captada por e l proye cto batistiano. Aunque sus grandes masas se encontraban de fraudadas por la política tradicional, no poseían una orie ntación definida tras la de rrota sufrida por el movimiento popular y re volucionario e n 1935. La situación impe rante en e l campo e ra bien conocida por Batista, debido a su origen social.[8] De modo que no le re sultó muy difícil conve rtirse en el principal promotor de una gran campa ña de a yuda y me joras para e l campesinado, incluyendo, sobre todo, los media nos y pequeños colonos. El 27 de febre ro de 1936 logró que e l Conse jo de Se cre ta rios dicta ra e l De cre to Ley No.620, autorizándolo a designar m iembros de l Ejé rcito para pre star se rvicios de ense ñanza primaria en aque llos lugares donde no ex istie ran escue las ni probabilidades de próx ima creación. Para que se tenga una idea de l dinam ismo con que se emprendió esa actividad, hacia 1937 ya ex istían 1 000 e scue las[9] distribuidas en las seis antiguas provincias. Sin dudas, Batista y sus asesores ve rte braron en poco tiempo todo un sistema de educación rural sin pre ce dentes. Poco despué s, otras medidas de carácte r social se pusie ron e n práctica, fundamentalmente , dirigidas hacia la esfe ra de la salud. El 30 de marzo de 1936, mediante el De cre to Le y N0.705, se dispuso que la dire cción de Sanidad y Benefice ncia, en coope ración con e l Instituto Finlay, organizara un Se rvicio Té cnico de Salubridad. Con igual fe cha, e l De cre to Le y No.706 de te rminó crear e l Conse jo Nacional de Tube rculosis que comenzó ope rando sólo con el sanatorio “La Espe ranza”, de la capital, aunque pre vió la construcción de un fastuoso centro de e se tipo e n Tope s de C ollantes, e n la antigua provincia de Las Villas. Al propio tiempo, e l De creto No.707 conte nía las indicaciones organizativas para la creación de l Instituto C ívico Militar, e n e l poblado de Ce iba de l Agua, con el propósito de instruir a niños hué rfanos de padres campesinos, obre ros, policías y alistados de l Ejé rcito y de la Marina de Gue rra Constitucional, falle cidos en el se rvicio. También se dispuso constituir la Corporación Nacional de Asistencia Pública, formada por las instituciones privadas de be neficencia y el hospital de San Lázaro, en e l R incón; el hospital Asilo de Demente s de Mazorra y e l Asilo de Ancianos ubicado en Tiscornia. Guiado por e l inte rés de ganar apoyo popular para las futuras e le cciones presidenciales, así como por re tardar nue vamente la convocatoria a la Constituye nte y consolidar e l control de las funciones de l estado, Batista re currió al de nominado Plan de Re construcción Económ ico Social o Plan Trie nal que después abandonaría e n medio de un giro hacia la democracia obligado por e l auge de l movim iento popular en e l país y otros factore s inte rnacionales, entre los que se pueden citar la inclinación de l presidente norteame ricano Franklin De lano Roose ve lt hacia una política antifascista, la influencias e je rcidas por la gestión democrática y nacionalista de l gobie rno mex icano de Lázaro Cárdenas y la lucha de l pueblo español contra el fascismo. Pe ro Batista no e ra de los que se jugaban una sola carta; por otras causas adicionale s, desde algún tiempo, venía insistiendo en la posición de Estados Unidos ante e l inminente conflicto mundial. Alemania ocupaba el segundo lugar entre los países europeos, después de Gran Bre taña, e n cuanto al valor total de su come rcio con Cuba. Altos funcionarios de l gobie rno simpatizaban con e l fascismo y el m inistro alemán en la isla demandaba una definición a favor o en contra de las potencias de l Eje Roma-Be rlín-Tok yo. No resultaba fortuito e ntonces que en e se propio a ño el Estado cubano le concedie ra la O rden de l Mé rito Nacional Carlos Manuel de Céspedes a Joachin von R ibbe ntrop, dele gado de l Partido Nazi para los asuntos de política ex te rior, y a Vico von Vulgo Shwant, m inistro plenipotenciario, je fe de protocolo e introductor de m inistros de la cancille ría hitle riana. 63 Asimismo, el 19 de diciembre arribó al pue rto de Santiago de Cuba, cumpliendo una invitación oficial de Batista, el acorazado alemán Schleswig-Holstein, cuya tripula ción fue aga sa jada por la Compañía Ron Bacardí S.A., e l C irculo Militar y Naval, e l Yath C lub y el C lub Náutico de esa ciudad.[10] No obstante , amparado e n la base social que se creó (espe cialmente dentro de l campesinado) con su proye cto re form ista y e n la orientación democrática tomada por el ré gimen, el 14 de julio de 1940 triunfó su candidatura por la coalición de los partidos políticos tradicionale s y la Unión Re volucionaria Comunista, frente a la de Ramón Grau San Martín, aspirante a la pre sidencia por e l bloque que encabezaba el PRC (A), junto a Acción Republicana y e l ABC .[11] Un presidente constitucional. Batista ascendió a la presidencia de la República e n e l contex to de la Segunda Gue rra Mundial, por lo que su gobie rno se preparó para entrar en una alianza de largo alcance con Estados Unidos. Como una muestra de su voluntad de coope ración, a partir de 1940 ilegalizó y disolvió las organizaciones fascistas existe ntes en e l país, entre las que pululaban e l Partido Nazi C ubano, Legión Estudiantil de C uba, Legión Nacional Re volucionaria Sindicalista, Fondo de la Campaña de Invie rno, Asociación Alemana de Be neficencia y Falange Española. Ese año las autoridades cubanas e ntraron en conve rsaciones m ilitares y navales se cre tas con oficiales norteamericanos enviados a Cuba. Batista de claró durante los inte rcambios su propósito de realizar expropiaciones de tie rras y destinarlas a la construcción de campos de ate rrizaje. O tro de los aspe ctos discutidos fue e l de la posible ex tensión de l área de la estación naval de Guantánamo. La propue sta de acue rdo formulada por e l Departamento de Estado no prospe ró, entre otras razones, porque los funcionarios de l Departamento Naval la conside raron inse nsata a la luz de l programa de coope ración. Poco después el ataque japonés a la base naval estadounide nse de Pearl Harbor, pre cipitó la irrupción oficial de Estados Unidos en la gue rra. De esa forma se ace le ró el proceso negociador con e l gobie rno de Batista que de inmediato de claró la gue rra a las potencias nazifascistas. En conse cuencia, e l 7 de septiembre de 1942, fue firmado un convenio para la coope ración militar y naval, mediante e l cual que daba regulado e l uso de las bases y espe cificaba que e l control de esas instalaciones se ría transfe rido al Estado cubano se is meses despué s de finalizada la gue rra. Ante la ofensiva submarina nazi contra las rutas marítimas y e l constante me rodear de sumergible s alemanes por las costas de Cuba, e l 1ro de febre ro de 1943, fue suscrito otro convenio suplementario que puso a disposición de los je fes de la armada estadounidense las unidades de supe rficie cubanas para ope raciones conjuntas. También le pe rm itió a dicha pote ncia estable ce r, con fines logísticos, depósitos de combustibles y de otros e quipamie ntos en de te rminados lugares de la Re pública y, por último, el acue rdo autorizó e l estable cim iento de una Misión Naval, e ncargada de atende r todos los asuntos re fe rentes a la coope ración. Sobre esos presupuestos, las fue rzas armadas norteame ricanas obtuvie ron facilidade s para construir dos bases aé reas. Una en San Antonio de los Baños, La Habana, y la otra e n San Julián, Pinar del Río, con la m isión principal de reabaste ce r a sus avione s, aunque también fue ron empleadas en e l entrenam iento de sus bombarde ros. 64 Me diante la Lend Lease transfirie ron al gobie rno cubano aviones, tanques lige ros, transportes blindados, cañones, morte ros, ame tralladoras, fusiles, así como otros medios por un valor de 4 114 804 dólare s[12] que endeuda ron a la e conomía naciona l. En 1944, triunfó en los com icios presidenciales Ramón Grau San Martín, cuya campaña e le ctoral había explotado la incapacidad de l gobie rno de Batista para enfrentar la subida de los pre cios provocadas por la gue rra y la espe culación. Por su parte , el exmandatario cubano se re tiró a los Estados Unidos, donde pe rmane ció por más de cuatro años. Durante ese pe ríodo no se mantuvo aje no al de venir político e n C uba y a su regreso, para tomar posesión del cargo de Se nador por la Coalición Libe ral Demócrata de la provincia de Las Villas, creó su propia organización, e l Partido Acción Unitaria (PAU), con vistas a las e le cciones de 1952. El programa doctrinal de l PAU le otorgó al llamado “movimiento re volucionario del 10 de marzo” una sue rte de continuador de l “ideario de l 4 de septiembre de 1933” y un pape l “mesiánico” para asumir la dire cción de l país ante la crisis política provocada por e l aute nticismo Con una expe riencia política a cumula da e n a suntos conspirativos desde su a ctua ción en e l golpe de l 4 de se ptiembre de 1933, Batista no se limitó a la actividad e le ctoral. También empleó sus arraigadas influencias militares y estable ció contactos con la oficialidad descontenta, así como con otros je fes re tirados del se rvicio activo por los gobie rnos auté nticos. La labor conspirativa a lcanzó notable im pulso tras hace rse e vidente que e l PAU no tenía posibilidades de triunfar en las e le cciones, ante el prestigio ganado por los ortodoxos. Él sucesor pre sidencial de Grau, Carlos Prío Socarrás (1948-1952), no e stuvo ajeno a e sos trajines conspirativos; mediante e l Se rvicio de Inte ligencia Militar (SIM), altos funcionarios de su gabine te y otras fuente s oficiales, obtuvo información de tallada y sistemática. Sin embargo, su actitud fue paradójicame nte pasiva. Con ple na seguridad en e l éxito, en la madrugada de l 10 de marzo de 1952, Batista e ntró, sin efe ctua r un solo dispa ro, e n el campamento de Columbia. A las 07:OO horas de e se día, e l corone l Fre d G. Hook , jefe de la Misión Aé rea de Estados Unidos en Cuba, se entrevistó con él, quie n para de jar clara su posición futura le expresó. “Dígale al embajador que yo estoy 100% de acuerdo con sus deseos. Todos los acuerdos se mantienen en efecto”.[13] El cua rte lazo re spondía a los lineam ientos de la Política de l Bue n Socio, e strenada por e l pre sidente Harry Truman, la cua l suponía el apoyo a gobie rnos dicta toriales y autocrá ticos. Por eso, quince días despué s Estados Unidos re conocía al régimen de facto. Un gobernante de facto. A partir de 1952 Batista puso en prá ctica una política muy similar a la a plica da e n los a ños 30. Una Junta Militar lo invistió de facultades ex traordinarias para asumir la dire cción de l Estado, y la Constitución de l 40 fue sustituida por la Le y Constitucional de l 4 de abril de 1952 contentiva de los llamados “Estatutos Constitucionales” que apuntalaron su pode r de de cisión. Las fue rzas armadas volvie ron a se r favore cidas con una se rie de medidas. Aumentó los habe res y asignacione s, ascendió a todos los que lo apoyaron en e l cuarte lazo, concedió amnistías y pe rdón a militares presos, e stable ció la Caja de Anticipos y Seguros de las Fue rzas Armadas (C ASFA) con carácte r de banco de préstamos, creó la O rganización de Viviendas Económicas para miembros de las Fue rzas Armadas (O VEFA) y amplió la asistencia médica a los militares. Hacia 1954 el Alcalde de Maria nao, Fra ncisco O rúe y Gonzá lez[14] obtuvo del Ayuntamiento la cesión de un lote de te rre no de 9 m il se te nta y una varas cuadradas, e nclavado en Te rce ra Avenida y Calle 183. La Compañía de Arquite ctos, Ingenie ros, Consultores y Contratistas, J. 65 Pé rez Benitoa S. A., pe rsonaje muy vinculado a Batista,[15] proye ctó la obra de l nue vo edificio para e l Círculo Militar y Naval. Con una arquite ctura más mode rna que su ve cino, e l aristocrático Havana Yath Club, fue concluido a mediados de 1958 como un símbolo de l legítimo acceso de la nue va élite militar a la “buena sociedad”. Fulgencio Batista e ncabezaba la lista de l CMN como prime r pre sidente de honor, seguido de André s Domingo Morales de l Castillo y Pablo Carre ra Jústiz, quienes ocuparon altos cargos en el gobie rno. Batista re spe tó las tradicionales conmemoraciones históricas nacionales eimpuso las de l 4 de septiembre y e l 10 de marzo, con todos sus símbolos, cuyo e je principal e ra Columbia. Los feste jos anuales por el 4 de septiembre volvie ron, como antes, a conve rtirse e n un ce remonial anual en todos los mandos de las fue rzas armadas. El himno de l 4 de septiembre , otro de sus símbolos, se escuchaba ese día. En su le tra transmitía un falso se ntido épico a los supuestos destinos de l e jé rcito como salvador de la República en crisis: Compañeros: la patria padece y debemos librarla de penas; quebrantemos sus duras cadenas y que goce, por fin, libertad. Como hijos de Cuba tenemos el supremo deber de ampararla y de toda opresión liberarla como sabe el soldado leal. Que termine el bregar fratricida y que Cuba no vierta más llanto; que su Ejército fiel, entre tanto, por su vida y honor velará. Así dijo, en septiembre, un sargento en la fecha del cuatro glorioso y, en un gesto viril y grandioso, el destino de Cuba cambió. Y hoy su Ejército digno y honrado, al nimbarla de un halo de gloria, ha esculpido su nombre en la Historia, en su página blanca de honor. 66 Gloria y prez al soldado valiente, que es orgullo del pueblo cubano, porque supo con férvida mano las cadenas de Cuba romper.[16] Compue sto en la dé cada del 30, después de la frustración re volucionaria y de la eme rgencia de Batista y su e jé rcito, significaba una ruptura contra todos aque llos valores políticos e ideológicos. Pe ro a falta de un elemento que engrande cie ra aun más e l “mito”, e l 10 de marzo de 1956 fue inaugurado e l Monumento al “4 de se ptiembre”, que tenía como figura central a Batista y de trás tres columnas en representación de los cue rpos armados. De spués de su te rm inación estimada en un costo de 30 m il pesos, Batista orde nó su demolición. Sim ultáneamente trató de redimir su imagen re form ista de los años 30 con el llamado Plan de Desarrollo Económ ico Social. Algunas de sus propue stas demagógicas fue ron dadas a conoce r por é l pe rsonalmente desde el despacho preside ncial los días 10,11 y 12 de junio e n ocasión de cumplirse tre s meses de l golpe militar. Utilizando las ondas radiales y la prensa escrita, volvió a de clararse partidario de la protección al campesinado y de una reforma agraria, de l incremento de la educación rural, la asistencia social y sanitaria a la población, así como de un plan de obras públicas. La gestión económ ica y social de Batista en realidad se orie ntó hacia la aplicación del Plan Truslow e ngave tado por e l gobie rno ante rior y que implicaba , entre otros aspe ctos fundamentales, e l aumento de las inve rsiones norteame ricanas y la pé rdida de importantes logros alcanzados por los trabajadore s, los cuales sufrie ron, espe cialmente, los e fe ctos ne gativos de las políticas de gastos compensatorio y de restricción azucare ra. Una de las expresiones más abie rtas de entreguismo lo fue, sin dudas, el proye cto de l llamado Canal Vía Cuba de sde Cárdenas hasta Bahía de Cochinos. El De cre to Le y No-618, de l 12 de agosto de 1954, cedió a una compa ñía, ope ra da en mayoría por capitales norteame ricanos, su explotación por un pe ríodo de 99 años. Fue tal la e nve rgadura de la movilización popular que e l gobie rno se vio obligado a modificar e l proye cto inicial hasta dese charlo finalmente . También e l 12 de abril de 1955 fue promulgado e l De cre to 111 que dispuso la e lim inación de una se rie de gravámenes sobre e l capital extranje ro be neficiando, espe cialmente, a las compañías norteame ricanas en la Isla. De a cue rdo con su a lineamie nto a la estrate gia de dominio hemisfé rico e stadounidense , Batista solicitó la ex tensión de las m isiones m ilitares y gestionó y obtuvo armamento y equipam iento que le pe rm itie ron e le var la capacidad militar de l Estado para enfrentar la oposición y las fricciones con la dictadura trujillista desde los aconte cimie ntos de Cayo Confites. Entre 1952 y 1958 la ayuda m ilitar supe ró los 16 000 000 dólares.[17] Al mismo tiempo de claró ilegal al Partido Socialista Popular y creó el Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC ) bajo e l comprom iso de estre char la coope ración con las age ncias de inte ligencia norteame ricanas. Sin embargo, la incompe tencia en los mandos m ilitare s y e l menospre cio a la oposición re volucionaria, le causarían, a corto plazo, se rias dificultades al régimen. Despué s de l desembarco de la ex pedición de l Granma los parte s gube rnamentales trataron de ocultar la ex istencia de la gue rrilla en la Sie rra Maestra, maniobra desmentida por e l reportaje de l pe riodista norteame ricano He rbe rt Mathe ws, publicado en e l Ne w York Times, en fe bre ro de 1957. 67 Ante cada victoria de l Ejé rcito Rebe lde la tiranía respondió con cambios e n sus jefaturas conve rtidos en una espe cie de rotación entre los m ismos altos oficiale s. C uriosamente solo un reducido núme ro de e llos estuvie ron vinculados a las ope ra ciones m ilita res durante la gue rra. A sabe r los ge ne rales Francisco Tabe rnilla Dolz, Carlos Tabe rnilla Palme ro, Eulogio Cantillo Porras, Albe rto del R ío Chaviano, Martín Díaz Tamayo, Pilar García, Pedro A. R odrígue z Avila, los coroneles Ramón C ruz Vidal, Víctor M. Due ñas, Leopoldo Pé rez Coujil, Flore ntino Rose ll Leyva y Manue l Ugalde Carrillo y e l almirante José R odrígue z Calde rón. Aunque, de ellos, muy pocos estuvie ron en las zonas de ope raciones. La fórmula combinada de represión y convoca toria a e le cciones gene rales para tra ta r de de tene r la gue rra y lograr la estabilidad política en e l país, tampoco dio los resultados espe rados. Por tales motivos, hacia fines de ese año e l De partamento de Estado e laboró los posibles de rrote ros para la solución de la crisis en C uba. En ese ncia pre tendían lograr un clima favorable pre vio a la ce lebración de e le ccione s y la re tirada de Batista de la escena política. En caso de que el ré gimen mostrara falta de voluntad para e llo, se pre vió a ce le ra r su caída con e l anunció público de l cese de los embarques de armas a Cuba. Esta última alte rnativa fue la que pre va le ció, facilitada por la a ctitud de Batista, negado a realiza r concesiones a la oposición re form ista y re volucionaria. No obstante, la dictadura gestionó y adquirió equipamientos en otros países. Además de Republica Dominicana, su principal proveedor, logró obte ne r suministros de Nicaragua, Canadá y Europa, así como de otras firmas privadas norteame ricanas Pe ro las ope raciones militares se fue ron prolongando como re sultado de la ex itosa estrategia y táctica seguidas por e l Ejé rcito Rebe lde . En esas circunstancias se hizo “indispensable – conside ró e l propio Batista- producir algún golpe de efecto y dar una sensación rápida de que el problema de la Sierra tenía los días contados”.[18] A principios de 1958 le ordenó al Je fe de Estado Mayor Conjunto, Gene ral Francisco Tabe rnilla Dolz, la preparación de un nue vo plan que tuvie ra ve rdade ras posibilidades de éxito. El de nominado Plan FF (Fase Final o Fin de Fide l), resultó e l mayor empeño ope rativo de l régimen contra el Ejé rcito Rebe lde y en é l Batista de positó toda su confianza. Para su pesar en e l ve rano de ese año las ope raciones concluye ron con un fracaso total. El de scalabro moral de las tropas de l régimen comenzó a manife starse como tende ncia a partir de e sos momentos. Los intentos de l embajador norteame ricano Earl Sm ith para comprome te r a su gobie rno en acciones militares conjuntas con e l régimen y la ape lación de Batista a las e le cciones de noviembre de 1958, con el propósito de prolongar la existe ncia del ré gimen, también fracasaron. La crítica situación se ría admitida por Batista cuando señaló: El pánico estaba cundiendo en las clases económicas y parece que también en varios sectores principales de las Fuerzas Armadas (…) Los asuntos militares iban de mar en peor y dentro de sus cuadros corrió el rumor de (…) que al retirarme del mando supremo el ejército se dividiría y vendría el caos. Este argumento fue tomado como pretexto por algunos oficiales (…) para pedirme que encabezara una Junta Militar o aceptara la Jefatura del Estado Mayor Conjunto. Esa idea se complementó con la propuesta de l Gene ral Eulogio Cantillo, quie n en la búsqueda por ganar tiempo propuso e ntre vistarse con Fide l. En la madrugada de l prime ro de e ne ro Batista abandonó e l país y de jó en su lugar a una junta militar. El ensayo golpista, como ultima tentativa para de tene r el triunfo re volucionario, habría de fracasar por e l pe rtinente llamado de Fide l a la hue lga ge ne ral re volucionaria y sus instrucciones a todas las columnas rebe lde s de continuar las ope raciones militares. Si bien la coyuntura histórica de l 33 y el 52 habían facilitado a Fulgencio Batista su lide razgo, esta ve z no le sirvie ron de mucho su 68 ve rsa tilidad, inte lige ncia natural y oportunismo frente a un movimiento re voluciona rio que capitalizó e l amplio apoyo popular. Notas [1] Ve r te legrama de l embajador e n Cuba (We lles) al Se cre tario de Estado. Washington, 4 de octubre de 1933, Fore ing Re lations of the United State s, Diplomatic Pape rs, Vol.V, 1952, pp. 469. [2] Ve r te legrama de l embajador e n Cuba (We lles) al Se cre tario de Estado. Washington, 6 de octubre de 1933, Ob. C it., pp. 474-475. [3] Ibídem, pp. 477. [4] Se cre ta ría de Defe nsa Naciona l. Cua rtel Gene ral del Ejé rcito Constituciona l, 1936, pp. 1617. [5] Gace ta Oficial, 9 de febre ro de 1934. [6] Plan Trienal o Plan de Re construcción Económ ico Social (PR ES), C ultural S.A., Habana, 1938, pp. 9 [7] Foreing Policy Association: Problemas de la Nueva Cuba, Ne w York , 1935, pp. 24. [8] Batista, desce ndiente de una familia pobre de la zona más oriental del país, sufrió pe rsonalmente aquellas condiciones de mise ria que lo obligaron, desde casi un niño, a apre nde r múltiples oficios para ape nas sobre vivir. [9] O rden Ge ne ral No. 31, de l 11 de febre ro de 1937. [10] El Schleswig-Holstein disparó los prime ros cañonazos de la Segunda Gue rra Mundial contra la guarnición polaca instalada en la península báltica de Weste rplatte. [11] Las e le cciones de 1940 fue ron tan fraudulentas como otras que le pre cedie ron. Sin embargo, la Coalición Socialista Democrática te nía asegurado el triunfo de antemano. El 21 de julio, la prensa publicó un informe de l Tribunal Supe rior Ele ctoral en el que la coalición registraba 722,629 votos a su favor contra 508,168 de la oposición. Hasta esos momentos, se contaba con los resultados de 5,048 colegios y quedaban pendiente s 578, además de otros 162 colegios e n los que las e le ccione s habían sido suspendidas. [12] A esa cifra ascendie ron las transfe rencias hasta e l 30 de noviembre de 1945. [13] De partment of State: C onfide ncial Files, Coup d’ e tat. 10 de marzo de 1952, R G-48/93, Ree l 2 of 39, 1950-1954, en: Archivo de l Instituto de Historia de Cuba. [14] Francisco O rúe , e le cto alcalde de Marianao en 1948, por e l PRC(A), de spués del golpe de estado de l 10 de marzo se pre sentó en C olumbia y ofre ció todo su apoyo a Batista. En las e le cciones de 1954 resultó nue vamente ele cto, esta vez por la Coalición Nacional Progresista. [15] Al pare ce r algunos de los negocios y propiedades de Batista se escondían tras e l ape llido Benitoa. [16] Ejército. Ó rgano O ficial de l Ejé rcito de la República de Cuba, No.3, marzo 1958. 69 [17] Morle y Morris H, The United States and Revolution in Cuba 1952-1958, C ambridge , Unive rsity Press, 1987, pp. 58. [18] Fulge ncio Batista. Respuesta…, México D.F., 1960, pp. 84. 70