Vuestros ochenta Por Alejandro Moreira Profesor UNR, UNER

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Vuestros ochenta
Prólogo a Juan Manuel Nuñez, Vuestros Ochentas,. Milena Caserola, 2008
(Ver texto completo De Vuestros ochenta en LOS NUEVOS autores)
Por Alejandro Moreira
Profesor UNR, UNER
Desde el título, Vuestros Ochenta, es un texto de combate, un manifiesto que
bajo una crítica implacable de cierta tradición del pasado -en este caso de la elite
intelectual forjada al calor de las transiciones democráticas en América Latina- pugna
por afirmar otro pensamiento al tiempo que postula la emergencia de una nueva
generación. Palabras como ‘combate’ o ‘manifiesto’ suenan fuera de contexto o aún
arcaicos en los tiempos que corren y es por esa razón que convendrá precisar la
empresa de Manuel Núñez. Apelaré entonces al recuerdo otro libro y de una
decepción, la que experimentamos cuando Elías Palti presentó Verdades y saberes del
marxismo en las Jornadas Interescuelas de Historia , en el último cuarto del año 2005.
En efecto, una rápida ojeada al texto permitía suponer una presentación alejada de los
consabidos rituales -en donde como es norma se habla para no decir nada-; por una vez
se abría la insólita posiblidad de un debate: Verdades y saberes se ubicaba fuera de
las exigencias académicas y, entre muchas cosas, sostenía –así creímos interpretaruna tesis indefectiblemente polémica: a saber que la crisis o aún la muerte del
marxismo es en verdad mucho más que la muerte del marxismo y que, por lo tanto, se lo
festeje o se lo deplore, difícilmente alguien saldrá indemne de tal situación.
Pero, llegada la ocasión, ocurrió lo inesperado: Atribulado quizás por la
presencia de destacados colegas que formaban el grueso del público, y como asesorado
por un publicista conservador Palti optó por abortar la potencialidad crítica de sus
premisas insistiendo que Verdades y saberes no era otra cosa que el mesurado examen
de una secuencia más de la
larga historia de las ideas; sobre sus eventuales efectos,
sobre sus politicidad, nada. En vano los presentadores se esmeraron tirando centros y
sugirieron que un capítulo dedicado a Nahuel Moreno permitía entrever algún pasado
militante del propio autor, lo que volvía todavía más interesante su empresa: Palti no
creyó siquiera necesario confirmar o desmentir tal sospecha, y en definitiva logró
hacer de una jornada que prometía debate la cansina recepción del pensamiento
posmarxista por parte de la academia. Como era de esperar, el público tampoco creyó
necesario agregar nada. En síntesis: un autor que, a diferencia de muchos de sus
colegas, posee todas las condiciones para convertirse en un intelectual pero, al menos
en aquella ocasión, optó por permanecer en la figura tanto menos interesante del
correcto profesor universitario.
He aquí un aquí un situación ciertamente paradójica que en su tensión expresa
un rasgo de época: el relato de una aventura –el marxismo- que signó la vida de los
intelectuales de occidente por muchas décadas se vuelve, en manos del propio autor,
un capitulo más de la vasta enciclopedia de las ciencias sociales para la educación
cívica de las futuras generaciones.
En última instancia, el gesto de Palti no tenía nada de novedoso, no hacía más
que adecuarse al rasgo más saliente del mundo intelectual y académico de las últimas
décadas: la ausencia de toda apuesta subjetiva, la neutralidad (tan cercana siempre a la
cobardía) erigida en virtud académica y republicana. Hoy como ayer, habrá que insistir
hasta el hartazgo que el consenso, entendido como diálogo de diferencias, no expresa
(como hubimos de creer) la productividad de la política sino su completa ausencia.
Tal es la clave –la muerte de la política- la que explica nuestra época y sus diversos
rostros: el paso del intelectual al cientista social (o, todavía más experto, al
“politólogo”); la hegemonía del progresismo, es decir de un pensamiento sin ideas; y
por cierto el dominio del aparato institucional de la Universidad argentina por diversas
Franjas Moradas y sus infinitas clientelas, lo que ha dado como resultado que esa
institución, que en otras épocas quiso para bien o para mal erigirse en vanguardia de la
sociedad, sea hoy ostensiblemente su retaguardia.
Pues bien, contra todo eso se levanta Vuestros Ochenta, texto que, como se
verá, tanto en su argumento como en su estilo se concibe como una intervención
política que nos invita a pensar un problema, y que expresamente no busca establecer
diálogo alguno con sus enemigos –denominados a modo de oximoron “sofistas
platónicos”- sino, precisamente, romperlo. En fin, contra lo que sugiere el sentido
común, Vuestros ochenta, viene a decirnos que ese vasto fenómeno político, cultural e
incluso estético que en nuestra latitudes hemos dado en llamar “progresismo” no es la
forma racional, moderada o deslucida del pensamiento de las izquierdas sino más
exactamente una de las formas hegemónicas de la política de derecha.
Como indica nuestro autor en las primeras páginas, se trata de examinar la
formación de un nuevo segmento intelectual que llevará adelante el traspaso del
intelectual comprometido de los ’60-‘70, al profesional en ciencias sociales del
presente, o lo que es lo mismo, el peregrinaje que va de “la revolución proletaria a la
gobernabilidad democrática”.
Núñez se refiere, claro, a “los fundadores del sentido hegemónico en que se
desarrollan las disciplinas académicas socio-histórico-políticas en la argentina a partir
de la post-dictadura”. Ricardo Foster ha tratado esa conversión en Crítica y sospecha:
“Algunos de los intelectuales que en los años setenta contribuyeron a la densa trama de
las políticas revolucionarias, en los ochenta descubrieron, con igual fervor y
obsecuencia, las panaceas del orden democrático y la necesidad de adaptarse a las
exigencias inexorables del mercado mundial”.
Se trató, debemos subrayarlo, de una operación intelectual de envergadura:
bastará recordar que al compás de la transición democrática , la elite intelectual
argentina logró forjar las imágenes de un Gramsci y un Foucault socialdemócratas, es
decir aquellas que mejor se adecuaban a las necesidades del gobierno de R. Alfonsín.
Una operación en suma que, bajo una peculiar lectura autobiográfica, hizo del fracaso
político de la generación de los setenta una capitulación del pensamiento para las
generaciones presentes.
Debe advertirse, sin embargo, que el lector buscará en vano aquí una historia
del problema –eso lo encontrará en otros libros, en otros autores que, como dice
Núñez, saben pero no piensan- porque lo que se nos ofrece aquí es otra cosa: un
balance que no se ampara en nostalgias ni en juicios morales ni tampoco convoca por
caso a “olvidar” a J.C. Portaniero o E. De Ipola –lo que, en nuestra opinión, sería
imposible habida cuenta de que, nos guste o no, son esos autores quienes han
enhebrado por así decirlo las formas primitivas nuestro de entendimiento. Vuestros
Ochenta no se atrinchera en posiciones reactivas porque lo que le interesa es postular
intempestivamente otra posición, otra lectura, para examinar la generación
revolucionaria de la Argentina - tarea que consiste en “singularizar activamente una
experiencia”.
Tal lectura requiere, entre otras condiciones, asumir varias tesis del filósofo
francés Alain Badiou, tesis en algunos casos difíciles porque a su manera contrastan con
los modos de inteligibilidad que fundan las ciencias sociales, (y es, a nuestro juicio, por
esa misma razón que corren el riesgo de compartir el destino de lo que otro francés,
Robert Castel, llamó en La Democracia contra sí misma el regreso de la ‘radicalidad
crítica’ en la escena contemporánea: una forma de contestación sin alteridad ni
proyecto, fácilmente integrable como pura negatividad por el orden establecido)
Primero, la oposición entre la política, marcada con sesgo positivo en tanto
acontecimiento, y lo político –entendido como pensamiento de lo social y de su
representación; (oposición que no debe confundirse con la inspirada en autores como
Claude Lefort de uso corriente en la filosofía política contemporánea)
Segundo: asumir que, desde el punto de vista de la política/acontecimiento, la
historia –concebida como relato que enhebra y otorga sentido a una sucesión de eventos
del pasado para legitimar o garantizar determinadas políticas- no goza de ninguna
preeminencia; más bien debemos pensar esta relación al revés: la historia es una
categoría de la política.
De todo ello se desprende una consecuencia mayor que define el modo como
Núñez evaluará a la generación del setenta: toda decisión política se produce en el
vacío, por lo tanto toda política digna de ese nombre implica una apuesta, y en tal caso,
frente a aquella experiencia revolucionaria y su derrumbe, la lectura historiográfica
buscará centralmente leer una práctica, no para detectar –decía Ignacio Lewkowicz en
sus seminarios- supuestos errores de la apuesta originaria, sino para discriminar lo que
es actualmente inactivo de los términos de aquella apuesta.
Por último, adentrarse en Vuestros Ochenta implica admitir que el marxismo ha
muerto. De aquellas figuras heroicas ( en las que se conjugaban la razón como
argumento, la justicia como meta y la verdad como aliado), no queda ni el recuerdo.
Núñez lo dice en un párrafo tan escueto como bello: “Es sujeto de la experiencia
marxista quién atraviesa, sin vacilar, su ineluctable ruina. Es marxista quien es sujeto de
su crisis”. Pero no se trata de detenerse en llantos, nostalgias, o autocríticas
tranquilizadoras: se trata de sentar las condiciones para la refundación de un
pensamiento emancipador, inventar, en suma, las formas modernas de una antigua
convicción.
Ahora bien , si todo este pasaje indica la influencia de A Badiou, habrá que
señalar que Vuestros Ochenta no es otro ejemplo de la recepción del pensamiento
francés en el Río de la Plata. Más bien, lo que sorprende de este libro es el arco de
lecturas que lo resumen y mestizan: desde el epígrafe inicial de Horacio González (
tomado de una conferencia dictada en Puerto General San Martín en 1986 que a la
distancia se nos revela profética) hasta la cita final de Alejandra Pizarnik,
se suceden
los nombres de Piglia, Saer, Celan, Sartre, el historiador Julian Gallego, entre otros, así
como las menciones tácitas o expresas a experiencias como Contorno o Pasado y
Presente: he aquí la llama de nuestras mejores tradiciones culturales que, sostenida por
un autor que no sobrepasa los treinta años de edad, nos deja creer que a pesar de tantas
adversidades no todo está perdido.
Para concluir, volvamos a las primeras líneas de este prólogo: un nuevo
pensamiento, decíamos, implica una nueva generación, pero agreguemos de inmediato
que ello no tiene nada de evidente: hubo una generación de los sesenta y otra de los
setenta, pero suponer que hubo algo así como una generación de los ochenta o de los
noventa tiene algo de broma siniestra. En ese contexto, habrá que advertir que el arco
de autores que acabamos de citar no están dispuestos en Vuestros Ochenta para
convertirse en objeto de emulación u homenaje ni para dirimir rencillas pasadas,
funcionan más bien como mojones que en tiempos de oscuridad sirven para proyectarse
hacia el futuro, para llevar a cabo lo que en verdad importa: inventar un nuevo
recorrido intelectual dentro del pensamiento emancipador argentino.
Una nueva generación: tal es la apuesta de Núñez y es a ella , a ese lector, a
quien le habla cuando acierta en decir: (...) Realizar la experiencia de un balance
activo de los 70’ es separar lo agotado de esa experiencia, de lo que no lo está. En otros
términos, convertirnos, por fin, en una generación y no en el reflejo de su anhelo y
ocaso”.
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