Cronografía Constitucional

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1808
Constitución de las Españas y de las Indias
1812
Constitución Política de la Monarquía Española
1821
Acta de Independencia
1824
Constitución de la República Federal de C.A.
1825
Constitución Política del Estado de Guatemala
1835
Reformas a la Constitución Federal de 1824
1839
Ley Constitutiva del Supremo Poder Ejecutivo
Derechos del Estado y sus Habitantes
Ley Constitutiva del Supremo Poder Judicial
1851
Acta Constitutiva de la República de Guatemala
1855
Reformas al Acta Constitutiva de 1851
1879
Ley Constitutiva de la República de Guatemala
1885
Reformas a la Ley Constitutiva de 1879
1887
Reformas a la Constitución de 1879
1897
Reformas a la Constitución de 1879
1903
Reforma a la Constitución de 1879
1921
Reformas a la Constitución de 1879
Constitución Política de la República
Federal de Centroamérica (Tegucigalpa)
1927
Reformas a la Constitución de 1879
1935
Reformas a la Constitución de 1879
1941
Reformas a la Constitución de 1879
1945
Constitución de la República
1956
Constitución de la República
1965
Constitución de la República
1986
Constitución Política de la República
1993
Reforma (post golpe de Estado)
A diferencia de la Constitución, que el pueblo palpa como suya, la gran
mayoría del conjunto legislativo puede ser que lo agobie como producto del
aparato estatal del poder.
El poder aparece como expresión de ese “enorme latrocinio” que apuntara
San Agustín, el temido Leviatán de Hobbes y también, cuando se excede en su
favoritismo, como el “ogro filantrópico” en las profecías de Octavio Paz.
Las leyes, en las manos del poder obligan, constriñen, prohíben, porque son
manifestación característica de su potestad. A cambio, el gobernado se ha
interiorizado en la percepción de que, en contra de esa fuerza (aunque legítima),
tiene un texto místico de defensa de sus derechos y de limitación de las facultades
de los gobernantes.
De ahí el principio de que el pueblo puede hacer todo lo que no le esté prohibido
y el poder sólo aquello que le está permitido.
“Sentimiento Constitucional”
Patriotismo constitucional
• Tener Constitución
• Estar en Constitución
El poder reformador de la Constitución existe en cuanto se haga necesario para
adecuar su normativa a las realidades o necesidades de una época, en
particular porque:
a) el pacto social no haya alcanzado a identificar un pacto generacional
b) en la medida en que sectores humanos o regiones geográficas hayan
quedado al margen de la tutela general del régimen jurídico y político del
Estado.
Subsidiaridad de la reforma constitucional
Tarea legislativa
(reformas sustantivas
y procesales)
Convenciones
internacionales
Repertorio
jurisprudencial
Despliegue
administrativo
La “hora” de la reforma constitucional
El punto de equilibrio está en la capacidad de percibir que existe una “hora” para
las reformas constitucionales y que concierne a la intuición política determinarla.
Si se adelanta puede que introduzca modificaciones triviales y si, por el contrario,
se atrasa, puede que genere un desastre difícilmente contenible.
Alejandro M. Garro cita opiniones de las cuales es pertinente repetir algunas:
Bidart Campos: “El problema no radica, entonces, en la ‘pieza de teatro’, sino
en los actores que la han representado con disturbios” / “Los que tenemos que
cambiar somos nosotros: nuestros hábitos, nuestras conductas”.
Linares Quintana: “No creemos en el cambio por el cambio mismo. Hoy, lo
indispensable no es la reforma de la Constitución sino su plena vigencia y leal
cumplimiento”.
Natale: “La reforma de la Constitución: más que el derecho de cambiarla, la
obligación de cumplirla”.
La determinación del momento en que las reformas constitucionales se hacen
indispensables, debería partir del análisis comparativo de los fenómenos
sociales y políticos que encuentren o puedan encontrar diques insalvables que
no permiten su expresión dentro del proceso normal de desarrollo y, por ello,
podrían causar malestar e inestabilidad. De igual manera, que haya certeza de
que las reformas en sí mismas serían lo suficientemente idóneas para remover
obstáculos y abrir expectativas reales del bien común.
De no tenerse certeza de que una reforma constitucional produciría efectos
reales y ostensibles, no resultaría aconsejable manipular la Constitución,
porque la desacredita sería ésta (cuarto de siglo de vigencia), cuando en el
fondo se ha carecido de voluntad política para introducir reformas al
entramado legislativo (vg. Ley de Amparo y Ley Electoral y de Partidos
Políticos, leyes procesales y reforma fiscal) y administrativo (funciones
reglamentarias) que bien pueden avanzar perfeccionando sistemas de control,
transparencia, eficacia y metas de excelencia. El sustento constitucional actual
es suficiente para lograrlo.
Adelantarse a una reforma constitucional (que debe ser última ratio) sólo por
su novedad, puede dar lugar a que la muy citada advertencia de di
Lampedusa, en el Gatopardo, pudiera ocurrirnos de nuevo:
“CAMBIAR TODO PARA QUE NADA CAMBIE.”
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