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Un médico habla sobre la escasez de medicamentos en
Venezuela; por Samir Kabbabe
Samir Kabbabe · Thursday, March 10th, 2016
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Después de varias caídas y sensaciones de ahogo que venía sufriendo durante dos
semanas, cuando tuvo que dejar de tomar la Amiodarona que desde hacía veinticinco
años le controlaba una arritmia cardíaca, Benigna hizo un paro cardíaco entrando al
Servicio de Emergencias. Por fortuna los médicos pudieron salvarla y colocarle un
marcapasos. La Amiodarona no se consigue. Tampoco la Propafenona, su substituto.
Gregorio, a quien también le era indispensable la Amiodarona, no tuvo la misma
fortuna: su corazón también había disparado una arritmia maligna seguida de un paro
cardíaco. Murió.
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José Antonio llevaba diez días sin tomar los dos medicamentos que controlaban su
epilepsia. No se consiguen anticonvulsionantes. En consecuencia debió ser ingresado
a la Unidad de Cuidados Intensivos por convulsiones continuas, tras nueve años sin
haberlo hecho. Ese mismo día Dulce María también ingresó también a la UCI, en coma
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diabético hiperosmolar y con cifras de azúcar en sangre por encima de 800. La
Sitapliptina que tomaba está desaparecida. Tampoco consigue la insulina que dos
veces al día se administraba.
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Dolores, con una personalidad
melancólica y tres pérdidas afectivas,
había intentado suicidarse cinco años
atrás. Su ánimo ya era estable desde
hacía un buen tiempo y estaba
incorporada a su actividad profesional.
No obstante, volvieron los bajones emocionales un par de meses antes. Nada nuevo le
había acontecido. Estaba tomando la misma dosis de Sertralina de siempre, sólo que
no conseguía la marca original. En su defecto empleaba una marca nueva, de uno de
esos laboratorios farmacéuticos a los q al parecer sí les otorgan dólares. Se le pudo
conseguir una Sertralina confiable y afortunadamente recobró su estado anímico.
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Eulogio tenía una infección severa en la próstata y empeoraba día tras día, a pesar de
recibir el antibiótico adecuado en la dosis precisa. La Ciprofloxacina que le
consiguieron sus familiares tras largos peregrinajes por las farmacias del país
(también de un laboratorio nuevo, de estos de ahora) no le hacía efecto. Hubo que
hospitalizarlo y administrarle otro antibiótico por vena.
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Domingo ha presentado dos crisis hipertensivas desde que desaparecieron los dos
medicamentos que tomaba. Los sucedáneos que ha podido conseguir le producen una
respuesta muy errática, sin efectos predecibles.
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María Teresa tenía un tumor cerebral de muy difícil abordaje quirúrgico. Gracias a los
adelantos médicos le pudieron eliminar el tumor por radiocirugía y le salvaron la vida,
pero su hipófisis perdió casi toda su funcionalidad. Desde hace siete años requiere que
se le repongan las hormonas indispensables que no produce su glándula. Son
productos de alto costo que adquiría a precios solidarios en fundaciones
especializadas o a través del IVSS.
Ahora no existen las hormonas en el país y su vida depende de ellas.
El costo de lo que debe pagar es de unos 1.500 dólares cada 100 días. María Teresa se
esmera en mantener la misma sonrisa y su actitud bondadosa pero, muy lejos de poder
costear su tratamiento, se va del país. Abandona todo y se marcha, con futuro incierto,
contando con el apoyo de una prima.
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Marlene lleva veinte años luchando contra un cáncer de mama sin perder su actitud
amorosa, entusiasta y esperanzada. Sus hijas ya son unas profesionales y su hogar
idílico, pero se le ha hecho imposible mantener su tratamiento. Con gran esfuerzo
personal y familiar, ha conseguido trasladarse a Portugal para continuar desde allá
con su ejemplo de vida.
♦♦♦
Todos son casos testimoniales de mis últimos dos meses de ejercicio médico. No me
los contaron. Y numerosos colegas podrían añadir sus testimonios.
El desabastecimiento de medicamentos y material médico que hoy alcanza una cifra
que supera el 85% genera esos dramas en personas reales, personas como nosotros,
como nuestros familiares, nuestros amigos y conocidos, prójimos que viven, ríen,
sufren, temen, trabajan, pagan sus impuestos, quieren vivir, tienen esperanzas y creen
en un país mejor y con menos calamidades.
Desde 2013 las asociaciones médicas, farmacéuticas, gremiales y académicas
comenzaron a alertar sobre lo que se avecinaba. Hubo llamadas, alertas, reuniones de
trabajo, mesas de diálogo, pronunciamientos, comunicados y denuncias, sin ninguna
respuesta efectiva.
Se pidió declarar la crisis humanitaria en salud hace más de un año. Y hasta la
Defensoría del Pueblo dijo que era una exageración con propósitos políticos.
Eso sí, visitas de funcionarios del SEBIN a los denunciantes no han faltado. Y a nadie
le gusta que lo visite el SEBIN ni que se le inicie algún procedimiento. Y tampoco
queremos que esos funcionarios o sus familiares se enfermen sin que consigan los
medicamentos necesarios. Ni que por ausencia de los mismos mueran como están
muriendo muchos.
La Asamblea Nacional ha propuesto declarar la Crisis Humanitaria en Salud. Y nada.
Al parecer a nuestras autoridades gubernamentales les sobra indolencia,
irresponsabilidad y soberbia. Y no sólo los enfermos perciben que esa actitud es
culposa, delictiva.
Por si fuera poco, es posible sospechar que, en caso de declararse la Crisis
Humanitaria y lleguen algunos medicamentos a través de organismos internacionales,
surgirán las mafias que se ocuparán de manera perversa de su comercialización. El
bachaqueo individual u organizado es inherentes al desgobierno y la anomia.
¿Es posible no ser beligerante políticamente en estos momentos y no hablar de un
cambio político necesario? ¿Qué nos queda por hacer? ¿Escribir un récipe con una
larga lista de posibles medicamentos que no se van a conseguir? ¿Agregarle otro
problema al enfermo y a sus familiares para que se desesperen buscando lo que es
imposible con esta política de salud del Estado venezolano?
Ministra, ¿qué les decimos a los pacientes?
Es terrible no poder hacer lo que se debe por un enfermo. Y la impotencia con rabia
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puede derivar en resignación y conformismo. Esto es peligroso, porque los médicos
aprendemos a defender nuestra integridad emocional cuando estamos seguros de que
no nos queda nada por hacer por un enfermo, más que procurarle confort y consuelo.
Y, sin emocionalidad, lo que nos queda por decir es que, ante la actual situación de
severo desabastecimiento de medicamentos que sufre el país y para la cual no se
vislumbra una solución cercana, si usted posee una enfermedad crónica para la que
tenga un medicamento prescrito, trate de asegurar su abastecimiento y disponer de
una provisión para no menos de tres meses. Porque en este contexto ha pasado a ser
su responsabilidad asegurar esa provisión.
Trate de mantener actualizado un botiquín casero con los medicamentos necesarios y
de uso eventual, incluyendo antipiréticos y analgésicos (acetaminofén, paracetamol),
antiinflamatorios analgésicos (ibuprofeno, diclofenac o naproxeno), protectores
gástricos (ranitidina, omeprazol), antidiarréicos (enterogermina o algún sucedáneo),
antiemético (metoclopramida o domperidona), antialérgico (clorotrimetón, loratadina
o cetirizina), antigripales descongestionantes, cremas esteroideas (hidrocortisona al
1%), cremas antisépticas (mupirocina o bacitracina), además de alcohol antiséptico,
agua oxigenada, gasas y curitas. Y recuerde verificar siempre que los medicamentos
no estén vencidos, que estén bien identificados y en sus cajas originales, conservados
en sitios frescos y alejados de los niños. No dude en comunicarse con su médico para
verificar dosificación.
Del mismo modo, también debe saber que en, tiempos de creciente aumento y
aparición de nuevas enfermedades transmitidas por mosquitos, es importante tomar
las medidas de protección contra sus picaduras (un tema sobre el cual puede
consultar haciendo click acá), tanto en el hogar como en el ambiente de trabajo, por lo
que es deseable también disponer de repelentes de mosquitos.
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on Thursday, March 10th, 2016 at 9:03 am and is filed under
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