PALABRAS DE LA SRA

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PALABRAS DE LA MINISTRA DE SANIDAD Y CONSUMO EN EL ACTO
CONMEMORATIVO DEL 20º ANIVERSARIO DE LA LEY GENERAL DE
SANIDAD
Madrid, 8 de mayo de 2006
Queridos Xavier, José Manuel, Marcelo, amigas y amigos,
Como Ministra de Sanidad es para mí un honor y una satisfacción presidir este
acto. Y lo es por un doble motivo. En primer lugar, porque festejamos el vigésimo
aniversario de la aprobación de la Ley General de Sanidad que, sin ninguna duda,
ha sido una de las leyes clave de nuestra democracia. Y en segundo lugar, porque
estos actos servirán para rendir un sincero homenaje a Ernest Lluch, la persona
que fue el principal artífice de la Ley, una persona que con su innegable
inteligencia, su gran tesón y su infinita capacidad de diálogo, consiguió aunar las
voluntades y esfuerzos necesarios para aprobar esta Ley con un amplio consenso.
Con ella se daba contenido al precepto recogido en el artículo 43 de la
Constitución, en el que se establece el derecho a la protección de la salud de todos
los españoles.
Hoy recordamos a Ernest Lluch por la importante huella que dejó en la sanidad
española pero, como saben todos los españoles, su figura trascendió ampliamente
los temas sanitarios. Sus aportaciones como economista, como profesor, como
político y, en definitiva, como persona de diálogo y de encuentro alcanzaron al
conjunto de la sociedad. Y hoy notamos que su obra sigue viva en varios aspectos.
Por supuesto, en la sanidad, como se pone de manifiesto con la celebración de
esta jornada conmemorativa del vigésimo aniversario de la Ley. Y también en
aquella paz por la que tanto luchó y por la que dio la vida, y que se vislumbra hoy
como una posibilidad real.
Hoy contamos en este acto con la presencia de ponentes de la Ley General de
Sanidad, testigos y cooperadores de su aprobación en el Parlamento, y también
con las personas a las que ha correspondido su aplicación en las distintas épocas,
desde la responsabilidad ministerial y desde las Comunidades Autónomas. Y
también con los profesionales y las asociaciones de pacientes, que reconocen sin
duda el valor que esa norma ha tenido y tiene.
La Ley General de Sanidad creó el Sistema Nacional de Salud, y lo definió como
“el conjunto de los servicios de salud de la Administración del Estado y de las
Comunidades Autónomas, convenientemente coordinados”. Esta es ya una de las
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principales características de nuestro sistema sanitario: su gran descentralización,
con las competencias en materia de servicios sanitarios trasferidas a las
Comunidades Autónomas, decisión que sin ninguna duda ha acercado los
servicios a los ciudadanos, haciendo esto compatible con los principios de equidad,
de solidaridad, de coordinación y de cohesión del conjunto del sistema.
La Ley General de Sanidad consagró hace veinte años los principios de
universalidad y de financiación pública, principios que son la clave para asegurar el
papel de pilar fundamental del estado del bienestar que se quería que
desempeñase el sistema sanitario. Hoy, podemos afirmar que ese papel se ha
consolidado con el paso de los años y, afortunadamente, no tiene vuelta atrás.
La Ley General de Sanidad también posibilitó la oferta de un paquete de
prestaciones y servicios sanitarios muy amplios, podríamos decir que casi tan
amplios como permitía la evidencia científica en aquel momento, tan amplios como
permite en la actualidad la evidencia científica, y ampliables en el futuro con
nuevos adelantos, nuevas tecnologías y nuevas investigaciones.
A lo largo de estos 20 años son muchos los logros que ha conseguido la sanidad
pública española: la calidad de nuestros profesionales sanitarios está a la altura de
la de los mejores del mundo; el desarrollo de las infraestructuras sanitarias, con
una gran red de centros de salud y de hospitales, ha sido espectacular; el
desarrollo de nuestra Atención Primaria de Salud hace que, hoy, sea un ejemplo
para muchos países; nuestra Atención Especializada, nuestros hospitales, son, en
muchos aspectos, referencias mundiales. Sirva el ejemplo de los trasplantes en los
que, como saben, estamos a la cabeza.
Esta Ley ha sido una de las principales herramientas que ha posibilitado todo esto
y que hace que podamos decir con orgullo que disfrutamos de uno de los mejores
sistemas sanitarios del mundo, con excelentes resultados en salud, en satisfacción
de los ciudadanos y en eficiencia. Hace unos días presentábamos los resultados
de un estudio sobre la salud de los españoles efectuado sobre la base de más de
20 millones de registros. La esperanza de vida de los españoles al nacer está ya
en 79,7 años, solo superada en Europa por Italia y Suecia. Pero en el caso de las
mujeres, la esperanza de vida al nacer es la más alta de toda la Unión Europea y
ya se sitúa en 83 años. La mortalidad infantil está entre las más bajas del mundo,
con 4,1 fallecimientos por cada mil niños nacidos vivos. La satisfacción de los
ciudadanos con el sistema sanitario sigue creciendo y tenemos ya casi un 70% de
los ciudadanos con una opinión favorable. Y todo ello con un consumo de recursos
que está moderadamente controlado, sobre todo si nos comparamos con los
países de nuestro entorno y lo relacionamos con los resultados que obtenemos.
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Son datos excelentes, pero no podemos pararnos aquí ni trasmitir una idea de
autocomplacencia. Tenemos que afianzar y consolidar lo mucho que hemos
avanzado, pero también tenemos que corregir desajustes, modernizar estructuras,
modificar algunos comportamientos y definir estrategias que nos permitan
garantizar la sostenibilidad y la mejora de nuestro SNS a medio y largo plazo. Solo
así podremos cumplir el mandato constitucional de garantizar a todos los
ciudadanos una protección a su salud de calidad, efectiva y con un coste
razonable.
Quisiera referirme, brevemente, a la sostenibilidad financiera del sistema sanitario
público. La Primera Conferencia de Presidentes Autonómicos convocada por el
Presidente del Gobierno de España se reunió con el objetivo de analizar la
situación de la financiación sanitaria y proponer soluciones, tal como demandaban
la gran mayoría de Comunidades. La Segunda Conferencia de Presidentes,
celebrada el pasado septiembre, aprobó una serie de aportaciones directas por
parte de los Presupuestos Generales del Estado para incrementar la financiación
sanitaria. También se amplió la capacidad recaudatoria de las Comunidades
Autónomas para que pudieran destinar más recursos a la sanidad. Pero para
garantizar esta sostenibilidad financiera no es suficiente con poner más recursos,
sin duda necesarios; es imprescindible racionalizar la utilización de los mismos,
para lo que es preciso desarrollar las líneas de actuación que, al respecto, aprobó
también la Conferencia de Presidentes.
La racionalización del uso de los medicamentos, de las políticas de compras, el
refuerzo de la Atención Primaria de Salud y su capacidad de resolución, y el uso
racional y eficiente de las tecnologías sanitarias, son algunas de las actuaciones
que debemos acometer entre todos de manera coordinada en el conjunto del
sistema, y que, en buena parte, hemos incorporado al Plan de Calidad del SNS
que recientemente hemos puesto en marcha.
El fortalecimiento de las estrategias de promoción de la salud y de prevención de
las enfermedades es otra de las prioridades del Ministerio y de las Comunidades
Autónomas. Los hábitos y los comportamientos de las personas tienen un gran
impacto en su salud; de ahí que las políticas tendentes a potenciar los hábitos
saludables de vida ocupen —y van a seguir haciéndolo— una buena parte de
nuestros esfuerzos. La prevención y la lucha contra el tabaquismo, la prevención y
lucha contra la obesidad, el apoyo a la realización de ejercicio físico, la prevención
y el control del consumo de alcohol, especialmente en niños y adolescentes, la
prevención del consumo de otras drogas, son algunos ejemplos de actuaciones
que estamos desarrollando y sobre las que hay que mantener una intensidad
permanente si pretendemos obtener buenos resultados a medio plazo.
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Y, por supuesto, tenemos que potenciar una verdadera investigación traslacional
en salud, que permita que los avances de la investigación básica puedan ser
incorporados en el menor tiempo posible y con todas las garantías a la práctica
clínica.
No quisiera acabar sin un breve comentario al necesario reforzamiento de los
elementos de coordinación y cohesión del Sistema Nacional de Salud, que no son
contrarios a la descentralización del mismo, sino complementarios. Por eso,
proyectos como la Cartera de Servicios comunes del SNS, la ampliación del Fondo
de Cohesión Sanitaria o la puesta en marcha de los servicios de referencia del
SNS, son piezas fundamentales en esta cohesión, junto con el fortalecimiento del
Consejo Interterritorial como piedra angular del sistema.
Acabo ya, y lo hago expresando mi reconocimiento a los profesionales sanitarios y
mi optimismo en el futuro de nuestro sistema sanitario. Ha demostrado su
capacidad para dar respuesta a las necesidades de los ciudadanos en materia
sanitaria, y estoy convencida de que, entre todos, vamos a ser capaces de
introducir las modificaciones necesarias para garantizar su futuro, manteniéndolo
así como esa pieza fundamental de nuestro estado de bienestar y de nuestra
cohesión social.
La Ley General de Sanidad ha sido, y sigue siendo, en todo este recorrido de
mejora de la sanidad pública, una herramienta básica y, por ello, merece nuestro
homenaje, homenaje que yo traslado a la figura de su principal artífice, Ernest
Lluch, al que debemos una buena parte de lo que ha sido nuestro sistema sanitario
en estos últimos 20 años.
Muchas gracias.
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