DOCUMENTO DE TRABAJO Nº 1 17 Apr 2008 Noviembre 2007 Hacia una Agenda Social de la Democracia para América Latina en los próximos 20 años En el año 2005 las economías de América Latina y el Caribe obtuvieron un crecimiento del PIB de un 4,5% y del PIB per cápita de un 3,0%. Es el mejor comportamiento económico de la región en las últimas décadas, no obstante situarse aún por debajo de la tasa de crecimiento anual promedio del resto de países en desarrollo1[1]. El carácter sostenido del crecimiento por encima del 4% por ciento está empezando a producir una tendencia de reducción de la pobreza. Conforme a los indicadores de la CEPAL, el porcentaje de personas en situación de pobreza disminuyó de 44,0% a 39,8%, y el de pobres extremos bajó de 19,4% a 15,4%, tomando como referencia el año 20022[2]. “De esta manera, por primera vez el porcentaje de pobres se ha situado por debajo de los niveles de 1980, mientras que la tasa de indigencia es tres puntos porcentuales inferior a la de entonces. Asimismo, entre 2002 y 2005 los volúmenes de pobreza e indigencia se redujeron 12 y 16 millones de personas respectivamente, con lo cual se interrumpe la tendencia ascendente que caracterizó a la región en las últimas décadas. Cabe esperar que para el año 2006 la tasa de pobreza se reduzca alrededor de un punto porcentual y que el número de pobres se sitúe en torno a los 205 millones que han logrado recuperar con holgura los niveles del PIB per cápita anteriores a las crisis económicas sufridas en los últimos años”3[3]. La tasa de crecimiento para el 2006, según las proyecciones del Banco Mundial, el FMI y la CEPAL, se ubicará por encima del 4,5 %. De mantenerse esta tendencia en los próximos años, aun con promedios menores, es previsible que además de Brasil y Chile que ya cumplieron la meta del milenio de reducir 50 % de la pobreza extrema para el 2015, otros seis países de la región logren este objetivo (Costa Rica, Ecuador, El Salvador, México, Panamá y Perú). Desde el punto de vista político, la región goza del ciclo más largo de su historia en el funcionamiento de la democracia y en la sucesión ininterrumpidamente de gobiernos provenientes de elecciones libres, por lo regular conforme a los estándares internacionales. Ello independientemente de los déficit de calidad de la democracia latinoamericana y de su poca capacidad para incluir a los ciudadanos en el sistema de decisiones y en el ejercicio el poder. No obstante estos avances, los altos índices de pobreza, cerca del 40% de la población y pobreza extrema, más del 15%, continúan expresando una realidad de marginalidad y exclusión, que pone a prueba el sistema político. Ello se agrava al considerar la extrema desigualdad en la distribución del ingreso que presenta América Latina. La más alta del mundo. Las poblaciones pobres y marginales se sienten escasamente representadas por la democracia como forma de gobierno y expresa su insatisfacción en un porcentaje amplio respecto de los beneficios que ella acarrea en sus condiciones de vida. Si en el año 2003 el 62% de la población en la región expresaba un sentimiento de confianza en la democracia, en el 2006 ese porcentaje bajo al 56%4[4]. A ello contribuye, también, un debilitamiento de la “cosa pública” no sólo con referencia al estado sino en relación a los espacios de solidaridad social y nacional, indispensables para la cohesión social y la creación de sentimientos de pertenencia e identidad con la democracia. Por primera vez en muchas décadas se cuenta con los dos requisitos básicos que permiten acometer con éxito esas tareas: 1) crecimiento sostenido por encima del 4% anual; y 2) estabilidad macroeconómica. La coordinación de políticas en el ámbito social ha sido hasta el momento muy insuficiente y no se le ha otorgado al desarrollo social la prioridad que requiere con urgencia. Aunque parezca paradójico en Europa y aún en Estados Unidos las políticas públicas de desarrollo y cohesión social tienen un mayor peso e importancia institucional que en la América Latina. La estabilidad y la mejora de calidad de las instituciones democráticas en la región, requieren la construcción de un nuevo pacto social, basado en la responsabilidad de todos los sectores de la sociedad, el estado, los empresarios, los trabajadores y la sociedad civil, a través de políticas deliberadas de cohesión social. Este nuevo pacto social no debiera reproducir la retórica estéril de los consensos regionales y subrregionales de las declaraciones presidenciales y ministeriales de las últimas dos décadas. Un análisis de las declaraciones y compromisos de los jefes de estado en los ámbitos de la Comunidad Andina, el Mercosur, la Comunidad Sudamericana y la OEA, indica que la agenda social ha sido tratada con las siguientes características: Aproximación retórica y declarativa. Ausencia de una concepción del desarrollo social y su impacto en el crecimiento económico con equidad. Enunciado de líneas de políticas aisladas y sin conexión entre sí. Ausencia de metas cuantitativas. Carencia absoluta de mecanismos de seguimiento y evaluación del cumplimiento de los catálogos de intenciones. Incumplimiento bastante generalizado de las pocas acciones acordadas con la intención de aplicarse en la realidad. Escaso o nulo impacto en los procesos sociales reales. Esta tendencia es menos manifiesta en las declaraciones y compromisos de las Cumbres de las Américas, que sí han producido un esquema básico de políticas y acciones relativamente orgánicas de la agenda social en la región. El impacto de la pobreza y la desigualdad en el funcionamiento de la democracia tiene un doble contenido. Uno de carácter objetivo, que se refiere al hecho que los pobres no ejercen o ejercen una ciudadanía disminuida por la exclusión que sufren; y, otro de carácter subjetivo, subproducto del anterior, que se expresa en la debilidad o incluso inexistencia de un sentimiento de pertenencia a la democracia como sistema político y como forma de organización social. La conjunción de estos dos factores produce una débil cohesión social y nacional y al mismo tiempo puede generar las condiciones para la convulsión social o las tentaciones autoritarias. Es necesario en la región un nuevo pacto social basado en la cohesión social y un enfoque de derechos humanos, en el que se otorgue a los derechos económicos y sociales una importancia y relevancia similar a los derechos civiles y políticos. No basta con políticas sociales sectoriales que pueden ser relativamente neutrales a la satisfacción de las demandas de inclusión, en las dimensiones que se requieren para cerrar las brechas de la desigualdad y la ausencia de ciudadanía de vastos sectores de la población. Es indispensable un nuevo enfoque basado en la cohesión social y los derechos humanos. Una estrategia de lucha contra la pobreza y la exclusión a partir de la cohesión social y un enfoque de derechos humanos, tiene tres ventajas notorias. I. La integralidad de las estrategias que rompen con los enfoques sectorializados, creando sinergias de mutuo impacto entre un sector social y otro. II. La direccionalidad del enfoque dirigido a disminuir pobreza aumentando inclusión económica, política, social y cultural. III. La capacidad de actuar simultáneamente en los tres ámbitos esenciales de la dinámica social exclusión–inclusión: a) los indicadores de pobreza y marginalidad. b) los ámbitos institucionales y c)los sentimientos subjetivos, individuales y colectivos de la pertenencia. Una estrategia bajo este enfoque, implica asumir tres reformas pendientes 1) la reforma social, que disminuya drásticamente la pobreza y la desigualdad; 2) la reforma política que transforme la democracia de electores en una democracia de ciudadanos; y 3) la reforma del estado que modernice sus estructuras, elimine la corrupción, acerque al ciudadano a los procesos decisionales estatales y revalorice el espacio público y los valores de solidaridad. Los ex jefes de estado que concurran a la iniciativa para impulsar una nueva agenda social para la región, podrían valorar estos elementos de juicio, elaborar y lanzar una propuesta de Nuevo Pacto Social para la Democracia. La propuesta debería contener: 1. Lineamientos y acciones de la reforma social, visión estratégica del desarrollo con cohesión social: metas específicas de preferencia cuantificadas en la lucha contra la pobreza, a ser cumplidas entre el 2008 y el 2020, incluyendo una versión actualizada de las metas del milenio. 2. Lineamientos y acciones de la reforma política: partidos políticos, representación y rendición de cuentas, participación ciudadana, no discriminación, acción contra la exclusión, gobiernos locales, educación para la democracia. 3. Lineamientos y acciones de la reforma del estado: modernización, descentralización, lucha contra la corrupción, administración de justicia, revalorización de la función pública, aptitud para la aplicación de políticas públicas. 4. Indicadores básicos de cohesión social, incluyendo indicadores de reducción de la brecha social (ingreso, empleo, educación, salud, vivienda, pensiones, justicia, brecha digital); indicadores institucionales 5. 6. 7. 8. (sistema democrático, estado de derecho, políticas públicas, instituciones del mercado); indicadores de pertenencia (multiculturalismo, confianza, participación, expectativas respecto al futuro, identidad y pertenencia, ciudadanía, solidaridad y diálogo social). La designación de una entidad institucional existente, con capacidad de dotar a los gobiernos del soporte técnico necesario para recopilar y sistematizar la información, elaborar indicadores y proyectos y evaluar el cumplimiento de metas. Esta entidad podría se el PNUD o la CEPAL, o ambos. Un llamamiento a los empresarios y los trabajadores para que se asocien al proyecto en el contexto de la responsabilidad social de la empresa y el diálogo tripartito. Una convocatoria a la sociedad civil y a las organizaciones no gubernamentales. Una instancia de decisión al más alto nivel: La creación de la Cumbre Social, que reuniría a los jefes de estados en cuatro oportunidades, cada cinco años. En la primera cumbre se adoptaría el Nuevo Pacto Social para la Democracia y la Cohesión Social, las siguientes serían de evaluación de resultados y reasignación de metas. 9. Un componente de integración de las políticas externas con las políticas internas: Cada gobierno se comprometería a incluir las metas y acciones del Pacto dentro de sus estrategias nacionales de desarrollo social y éstas serían objeto de un monitoreo anual por la Secretaría Técnica del Pacto para evaluar su cumplimiento. La Secretaría Técnica publicaría anualmente un informe con el estado de cumplimiento de metas y políticas, país por país. 10. Un esquema de financiamiento basado en los propios recursos públicos y privados de cada país, conforme al compromiso que adquirirían en el Pacto de dedicar un porcentaje determinado de su PIB al gasto social. Adicionalmente, se adquiriría el compromiso de utilizar como mínimo el 80% de la cooperación internacional no reembolsable en proyectos dirigidos a cumplir las metas del Pacto. Dentro de cada país se abriría un Fondo de Responsabilidad Social de la Empresa, para financiar proyectos específicos con aportes excepcionales del sector privado. CGDD/Nov2007 5[1] Cf. Panorama social de América, División de Desarrollo Social y la División de Estadística y Proyecciones Económicas, CEPAL, 2006. 6[2] Ibid., p.2 7[4] Encuesta Latinobarómetro, 2006.