Es un mito que 20 % de votos nulos anulan una elección en México para Proyecto Diez. Por: Carlos Servin* (@carlitosserv) 7 de mayo de 2015. Desde hace varios años circula este texto a través de correos electrónicos y comentarios de portales periodísticos y Facebook: DIFERENCIA ENTRE ABSTENCIÓN Y ANULACION DEL VOTO. Esta información NO CONVIENE A LOS PARTIDOS POLITICOS, ya que tú ABSTENCIONISMO es su principal fuente de RECURSOS. Con tú abstencionismo estas avalando a quien resulte ganador, estas conforme con quien resulte ganador, no importa quien gane. ANULAR EL VOTO es presionar exigiendo un cambio; COMO? 20% de los VOTOS NULOS hacen la CASILLA NULA. 20% de las CASILLAS NULAS hacen NULO EL DISTRITO. 20% de los DISTRITOS NULOS hacen NULA LA ELECCION. Los partidos necesitan un mínimo de VOTOS a su favor para conservar el REGISTRO ante el INE y con el registro MUCHO DINERO……LOS VOTOS RECIBIDOS POR UN PARTIDO LOS VOTOS EN LAS URNAS SON TODOS LOS VOTOS EJERCIDOS + MAS LOS VOTOS NULOS. SI AUMENTAMOS EL UNIVERSO de votos contenidos en la URNA, el porcentaje de este los PARTIDOS DISMINUIRA……….. Si NO ESTAS DE ACUERDO con los PARTIDOS con su candidatos o con su propuesta ANULA EL VOTO para que esos partidos PIERDAN EL REGISTRO. ANULEMOS EL VOTO….Escribiendo VOTO NULO ABARCANDO TODA LA PAPELETA. CAMBIEMOS LA HISTORIA en lugar de 70% de ABSTENCIONISMO que sea 70% de VOTOS NULOS. El voto nulo NO ELIGE A NADIE pero baja el porcentaje de RECURSOS ECONOMICOS que se GASTAN LOS PARTIDOS en las TELEVISORAS (recurso que tú aportas con impuestos y contribuciones, debiendo ser gastados en EDUCACION HOSPITALES e INFRAESTRUCTURA HIDRAULICA)…….POR ESO A LAS PARTIDOS y A LAS TELEVISORAS LES ERES MAS CONVENIENTE APATICO y ENAJENADO. Si no VOTAS, estas diciendo “Estoy conforme con quien resulte ganador y no me IMPORTA QUIEN SEA”. SI ANULAS EL VOTO estas diciendo “Ninguno candidato impuesto por los partidos me gusta, LES VOY A BAJAR el DINERO que se GASTAN de MIS IMPUESTOS y LES VOY A QUITAR EL REGISTRO”. DEJEMOS DE VOTAR POR EL MENOS PEOR, POR EL MENOS CORRUPTO, QUITEMOS A LOS PARASITOS DEL SISTEMA. MEXICO, TÚ y TUS HIJOS MERECEMOS MAS……… y no lo OLVIDES DIFUNDE ESTE MENSAJE pero que QUEDE CLARO NO ESPERES UNA TORTA o UN FRUTSI Este texto está lleno de inexactitudes. Mucho de ello se debe a que copiaron y pegaron trozos provenientes de un comentario político publicado en internet que hacía referencia al modelo electoral colombiano, donde los votos nulos tienen un papel diferente. En el post se establece en primer término: 20% de los VOTOS NULOS hacen la CASILLA NULA. 20% de las CASILLAS NULAS hacen NULO EL DISTRITO. 20% de los DISTRITOS NULOS hacen NULA LA ELECCION. Todo lo anterior es completamente falso. En ninguna parte de la legislación electoral mexicana se menciona algo similar. Las verdaderas causas de nulidad para una casilla son las establecidas en el artículo 75 de la Ley General del Sistema de Medios de Impugnación en Materia Electoral: La votación recibida en una casilla será nula cuando se acredite cualesquiera de las siguientes causales: a) Instalar la casilla, sin causa justificada, en lugar distinto al señalado por el Consejo Distrital correspondiente; b) Entregar, sin causa justificada, el paquete que contenga los expedientes electorales al Consejo Distrital, fuera de los plazos que la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales señale; c) Realizar, sin causa justificada, el escrutinio y cómputo en local diferente al determinado por el Consejo respectivo; d) Recibir la votación en fecha distinta a la señalada para la celebración de la elección; e) Recibir la votación personas u órganos distintos a los facultados por el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales; f) Haber mediado dolo o error en la computación de los votos y siempre que ello sea determinante para el resultado de la votación; g) Permitir a ciudadanos sufragar sin Credencial para Votar o cuyo nombre no aparezca en la lista nominal de electores y siempre que ello sea determinante para el resultado de la votación, salvo los casos de excepción señalados en el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales y en el artículo 85 de esta ley; h) Haber impedido el acceso de los representantes de los partidos políticos o haberlos expulsado, sin causa justificada; i) Ejercer violencia física o presión sobre los miembros de la mesa directiva de casilla o sobre los electores y siempre que esos hechos sean determinantes para el resultado de la votación; j) Impedir, sin causa justificada, el ejercicio del derecho de voto a los ciudadanos y esto sea determinante para el resultado de la votación; y k) Existir irregularidades graves, plenamente acreditadas y no reparables durante la jornada electoral o en las actas de escrutinio y cómputo que, en forma evidente, pongan en duda la certeza de la votación y sean determinantes para el resultado de la misma. Bajo ninguna de las causales se menciona el voto nulo, ni siquiera en la causal “k” (pues no es una irregularidad grave ni irreparable). Por su parte, el artículo 76 de la misma ley dice: Son causales de nulidad de una elección de diputado de mayoría relativa en un distrito electoral uninominal, cualesquiera de las siguientes: a) Cuando alguna o algunas de las causales señaladas en el artículo anterior se acrediten en por lo menos el veinte por ciento de las casillas en el distrito de que se trate y, en su caso, no se hayan corregido durante el recuento de votos; o b) Cuando no se instale el veinte por ciento o más de las casillas en el distrito de que se trate y consecuentemente la votación no hubiere sido recibida; o c) Cuando los dos integrantes de la fórmula de candidatos que hubieren obtenido constancia de mayoría sean inelegibles. Si recordamos en el artículo 75 nunca menciona como causal de nulidad el voto nulo. Solo se habla de las causales ya mencionadas. Ahora bien el texto menciona que los partidos necesitan obtener votos para sostener su registro. Esto es cierto. Sin embargo, el voto nulo no descuenta porcentaje alguno ni para el cálculo del registro, ni para el número de diputados y senadores; tampoco para el cálculo de los recursos económicos que se otorgarán a los partidos políticos. La Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales (Legipe) dice en su artículo 15: Se entiende por votación total emitida, la suma de todos los votos depositados en las urnas. Para los efectos de la aplicación de la fracción II del artículo 54 de la Constitución, se entiende por votación válida emitida la que resulte de deducir de la suma de todos los votos depositados en las urnas, los votos nulos y los correspondientes a los candidatos no registrados. En la aplicación de la fracción III del artículo 54 de la Constitución, para la asignación de diputados de representación proporcional, se entenderá como votación nacional emitida la que resulte de deducir de la votación total emitida, los votos a favor de los partidos políticos que no hayan obtenido el tres por ciento de dicha votación, los votos emitidos para Candidatos Independientes y los votos nulos. En cuanto a su financiamiento, el artículo 51 de la Ley General de Partidos Políticos nos dice: Los partidos políticos tendrán derecho al financiamiento público de sus actividades, estructura, sueldos y salarios, independientemente de las demás prerrogativas otorgadas en esta Ley, conforme a las disposiciones siguientes: a) Para el sostenimiento de actividades ordinarias permanentes: El Consejo General, en el caso de los partidos políticos nacionales, o el Organismo Público Local, tratándose de partidos políticos locales, determinará anualmente el monto total por distribuir entre los partidos políticos conforme a lo siguiente: multiplicará el número total de ciudadanos inscritos en el padrón electoral federal o local, según sea el caso, a la fecha de corte de julio de cada año, por el sesenta y cinco por ciento del salario mínimo diario vigente para el Distrito Federal, para los partidos políticos nacionales, o el salario mínimo de la región en la cual se encuentre la entidad federativa, para el caso de los partidos políticos locales; El resultado de la operación señalada en el inciso anterior constituye el financiamiento público anual a los partidos políticos por sus actividades ordinarias permanentes y se distribuirá en la forma que establece el inciso a), de la Base II, del artículo 41 de la Constitución; Por lo tanto, se toma en cuenta la votación nacional emitida para hacer los cálculos de asignación de diputados y senadores. En conclusión, anular el voto no afecta el financiamiento, registro o permanencia de los partidos políticos si tomamos en cuenta que los partidos mayoritarios tienen voto duro. Es decir, los miles de personas que invariablemente votan por ellos. El único escenario en el cual todos los partidos dejarían de tener registro y recursos es uno en el que el cien por ciento de los ciudadanos no vote y eso en una democracia corporativa como la mexicana es virtualmente imposible. * Carlos Servín es especialista en temas electorales. 8 de mayo de 2015 LA FARSA DEMOCRÁTICA EN MÉXICO Por: Sergio O. Saldaña Zorrilla* Prefacio La decisión de publicar este artículo no me fue fácil. Tengo una relación cordial con muchos actores involucrados a quienes quizás no les agrade la dureza de mi argumentación. Sin embargo, si la civilización en México ha de subsistir, debemos romper con la sistemática tolerancia a la violación de los preceptos democráticos de la que, pasiva o activamente, son cómplices quienes no llaman a las cosas por su nombre. Si nos mostramos blandos en la crítica hoy que el Estado mexicano se cae en pedazos, mañana recaerá sobre nosotros la responsabilidad histórica de no haber diseñado una ruta para refundarlo. No diseñar un nuevo orden implica necesariamente la repetición de la historia; y en nuestro caso, de una muy trágica historia. Me parece que el resultado de las elecciones del 7 de junio de 2015 será resultado de acuerdos entre los partidos políticos y el gobierno federal. Los partidos podrían ocupar un número de cargos sin corresponder necesariamente al número de votos que obtengan en las urnas. Una vez electos, los diputados de cada partido simularán en tribuna defender con su discurso a uno u otro ideal pero finalmente las votaciones en el congreso seguirán yendo en la dirección que la presidencia de la república señale. En ese caso, el sistema político mexicano seguirá representando una farsa democrática. Ante ello, la anulación del voto en las próximas elecciones me parece una repuesta eficaz. Mis argumentos y fundamentos a continuación. La falta de independencia de partidos y órganos electorales Es muy probable que las próximas elecciones sean un fraude porque existe abundante evidencia de que las dirigencias de los partidos políticos y los consejeros del Instituto Nacional Electoral (INE, antes IFE) fueron decididos desde Los Pinos. Esta vez no será un fraude a algún partido político e, indirectamente, al Pueblo; esta vez será directamente al Pueblo. La intervención de la presidencia de la república en la elección del presidente del Partido Acción Nacional (PAN) está bastante documentada[1]; lo mismo con la del Partido de la Revolución Democrática (PRD) [2]; en el caso del Partido Revolucionario Institucional (PRI)… quizás salga sobrando documentar al respecto. Entonces, si las dirigencias de los partidos le deben el cargo al presidente, no es difícil advertir que estos partidos no tienen independencia para decidir a sus candidatos; es muy factible, entonces, que los candidatos de los partidos sean sólo aquellos autorizados por la Presidencia de la República. A su vez, las dirigencias de estos partidos son las que han ido decidiendo a los consejeros del INE, pactando entre ellos cuotas de cada partido al interior del Consejo General del INE[3]. Así, el INE tampoco es independiente, sino dependiente de las dirigencias de los partidos políticos, las cuales a su vez tienen una deuda con el presidente de la república. Lo mismo ha sucedido con los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF, o TRIFE) y de los tribunales electorales locales[4], los cuales son los encargados de resolver las controversias legales en los procesos electorales. Entonces, tanto los candidatos, como los árbitros (INE) como los jueces (TRIFE) de la elección son decididos por la presidencia de la república. Así, mientras la selección de candidatos al interior de los partidos no es objetiva, ni imparcial, ni independiente debido a que las dirigencias de, al menos, los tres grandes partidos provienen de Los Pinos, igualmente, cualquier controversia o impugnación sobre el proceso y la jornada electoral tampoco tiene garantizada la objetividad ni mucho menos la imparcialidad de estos órganos electorales por provenir sus consejeros y magistrados igualmente de Los Pinos[5]. Lo anterior no quiere decir que todas las decisiones del INE y del TRIFE vayan necesariamente en beneficio del partido en el poder; hace tiempo que los fallos favorables se negocian entre los partidos y el ejecutivo federal (y no de acuerdo a la ley ni a la voluntad popular, como debe ser en un sistema democrático). La falsa sensación fabricada para el ciudadano sobre un reparto del poder entre partidos electos por el Pueblo es la esencia de la farsa democrática actual en México, pues el poder público se reparte sólo a voluntad de la presidencia de la república y no del Pueblo. Así, se han encendido dos señales de alarma de la lucha por la democratización en México: 1) Al ser decididas desde la presidencia de la república las dirigencias de los partidos mayoritarios, estos partidos no representan a la mayoría del Pueblo, por lo que no existe la representatividad democrática en México; 2) La existencia de un pacto no escrito entre los partidos mencionados en el que, de facto, se le permite el uso del poder a una sola persona (al presidente de la república) para controlar el resultado de las elecciones, son síntomas de la instauración de una dictadura. Fundamentemos lo anterior, pues alguien con razón aparente podrá objetar que una dictadura es algo mucho peor (como aquel que dijo que los sucesos de Iguala del 26 de septiembre de 2014 no son un crimen de Estado, que “crimen de Estado es algo mucho más grave”[6]). Así define Ignacio Molina (2007[7]) la dictadura: “Dictadura es una forma de gobierno en la cual el poder se concentra en torno a la figura de un solo individuo o élite, generalmente a través de la consolidación de un gobierno de facto, que se caracteriza por una ausencia de división de poderes, una propensión a ejercitar arbitrariamente el mando en beneficio de la minoría que la apoya, la independencia del gobierno respecto a la presencia o no de consentimiento por parte de cualquiera de los gobernados, y la imposibilidad de que a través de un procedimiento institucionalizado la oposición llegue al poder”. Opositores farsantes Esta farsa democrática tiene muchos cómplices. La base de esta farsa son los políticos a modo del presidente, los cuales, sin el más mínimo respeto por la democracia, aprueban sin leer todo lo que el presidente envía al congreso; este bloque es evidente y está integrado por los legisladores del PRI, del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y del Partido Nueva Alianza (PANAL). El resto de la farsa la constituye el bloque de legisladores del PAN y del PRD, quienes, bajo pretextos siempre inverosímiles, alternadamente se unen al bloque de los legisladores del presidente para aprobarle todo también. Los legisladores aparentemente en contra –incluyendo a los de partidos pequeños- toman la palabra para contradecir las iniciativas presidenciales; su discurso en tribuna pronto parece convertirse en un predicar en el desierto en una alegada defensa de las mayorías de este país en medio de un huracán de legisladores abiertamente serviles al presidente que terminan por ganarles cada ronda de votación. Pero, ¿por qué las figuras de oposición no salen a la opinión pública a denunciar esto? ¿No brillarían más si empujaran una verdadera democratización y denunciaran esta farsa convocándonos a todo el Pueblo a exigir juntos la democratización por medio de una movilización histórica? Después de todo, sus partidos disponen de una estructura territorial para movilizarnos si ellos quisieran. Ello sería la prueba irrefutable de que no son unos farsantes y de que en verdad son nuestros representantes. Sin embargo, no lo hacen porque les conviene, no los dejan o simplemente porque se conforman con interpretar el papel de víctimas del parlamentarismo en esta farsa, que no es más que una obra de teatro. Para esta obra, ellos luchan entre sí –por medio de las elecciones- para quedarse con el papel de parlamentario opositor; para interpretar el papel del que se desgañita en tribuna defendiendo al pobre Pueblo del infame tirano; tirano al que reiteradamente expresan su coraje para ganar credibilidad. Que ese papel lo interpreten ellos y no otros en nada cambiará nuestras vidas ni la de la Nación. Eso solamente es relevante en la vida personal de ellos, que acrecentarán su fama personal. Las elecciones internas para esas candidaturas de oposición parecen cumplir más bien la función de casting de selección de actores. El guión ya está escrito; sólo tienen que competir entre ellos. Una vez electos, ellos no pueden modificar sus líneas de los diálogos de la obra –sólo el estilo personal. Así, las figuras de oposición hacen las veces de válvulas de escape de la presión social, a través de las cuales se calma el ansia popular, pues nos hacen sentir que alguien ya llevó nuestra voz a las más altas tribunas de la Nación. Luego del fracaso al proponer una iniciativa popular, en entrevistas nos dicen: “lo intentamos, soy un convencido de que la próxima vez sí lo logremos”, invitándonos siempre a seguir apoyándolos votando por ellos. Puedo comprender las motivaciones de estas figuras de oposición; para ellos esto es una carrera profesional, con prestigio, privilegios y cuya remuneración suele ser tan buena como la de un parlamentario del partido oficial –o incluso mayor, dependiendo de su papel relativo al interior del grupo parlamentario a que pertenezcan. Todos, con diferentes papeles y vestuarios: actores de la misma farsa. El caso del Partido Movimiento Regeneración Nacional (MORENA) es el mismo. Aunque este partido dará la lucha, sólo le reconocerán algunas posiciones; las suficientes para que el Pueblo crea que alguien lleva su voz a tribuna, pero menos de las necesarias para que se aprueben sus iniciativas populares. Si las elecciones se definirán nuevamente en Los Pinos y Gobernación, me queda la impresión de que a MORENA se le ha invitado a un fraude electoral en forma de Pacto de Caballeros; me queda la impresión de que MORENA aceptó esa invitación y que, aunque van a presionar muy fuerte para que les reconozcan sus triunfos (como lo hacía la oposición –de izquierda y de derecha- de los años setenta en una mezcla de heroísmo y mendicidad), al final se tendrán que conformar. Los seguidores de MORENA me parecen el elemento más vulnerable de esta farsa porque los avances de su partido este 2015 les darán falsas esperanzas. En el 2018 nuevamente no los dejarán pasar a la presidencia, luego de lo cual sus líderes volverán a invitar a sus seguidores a desfogarse en marchas y plantones y, un mes después, refunfuñando todos, les pedirán continuar con sus vidas. Sus líderes, no obstante, habrán arrebatado a otros partidos los papeles estelares de líderes del pueblo en el congreso. Anulación del voto Así las cosas, en las elecciones del 7 de junio próximo ¿debemos votar, abstenernos, anular el voto, boicotear las elecciones o qué hacer? Para efectos legales, ni la abstención, ni la anulación del voto ni el boicot electoral tienen posibilidades reales de anular la elección[8]. Partidos y gobierno ya se aseguraron que la legislación electoral posibilite que las elecciones sean válidas así sea con un solo voto (además de que ellos controlan el TRIFE[9]). Para efectos morales, en cambio, la abstención, anulación y boicot sí serán cachetadas con guante blanco al sistema político mexicano actual. Su impacto sería indirecto. Una cachetada con guante blanco surte efecto directo sólo cuando quien la recibe tiene un mínimo de moral –y por tanto de vergüenza- y reacciona ante ello corrigiendo su actuar. Sin embargo, el gobierno y sus partidos carecen de moral y de vergüenza, por lo que la medida no tendrá gran impacto directamente en ellos. El impacto de estas acciones provendrá de su eco al interior de cada hogar en el país así como por su alcance internacional. El mensaje de deslegitimación será difundido entre nosotros a todos los mexicanos así como por todos los medios a todo el mundo. Esto fortalecerá la unidad de la sociedad mexicana para exigir con más fuerza la democratización del país. A través de nuestros relatos, estas acciones se traducirán en millones de mensajes a nuestros familiares, vecinos, amigos, redes sociales y por múltiples declaraciones a medios nacionales y extranjeros. Entre las acciones mencionadas, creo que la mejor es anular el voto. El voto se anula al: i) Escribir un mensaje en la papeleta; ii) Marcar en la papeleta a más de un candidato, o; iii) Depositar en blanco la papeleta en la urna. Ello, además de ser perfectamente legal, será un mensaje pacífico y claro. En contraparte, abstenernos de votar sólo alimentaría el argumento de que nos quedamos viendo el futbol; mientras que boicotear las elecciones – ya sea pacífica o violentamente- abre la puerta a caer en provocaciones del propio gobierno y sus partidos (no necesitamos más mártires en México; los 120 mil de los últimos diez años ya son suficientes). Existe un no-estructurado pero generalizado repudio de la sociedad mexicana a esta farsa democrática. Este repudio se ha ido manifestando por etapas: la primera fue (y es) la “Acción Global por Ayotzinapa”; la segunda el “Aristegui se queda”; y la tercera son estas elecciones. Mientras el guión de esta farsa está muy claro, el nuestro no está escrito; en ello radica nuestra ventaja. * Doctor en Ciencias Económicas y Sociales por la Universidad de Economía de Viena (WUWien), en Austria, ex-funcionario de la ONU (CEPAL) y miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) del CONACYT. Twitter: @SergioSaldanaZ [1] “El PAN ya no es oposición; ‘Peña sí cumple’, Madero”. Documental. Revista Proceso. 11 de mayo de 2013. http://www.proceso.com.mx/?p=341740 “PAN cogobierna con Peña Nieto”, entrevista de El Universal a Gustavo Madero del 21 de abril de 2014: http://www.eluniversal.com.mx/nacion-mexico/2014/entrevista-el-pancogobierna-con-penia-nieto-como-nunca-madero-1004845.html [2] La campaña de Carlos Navarrete a la presidencia del PRD fue apoyada por Ángel Aguirre: http://m.eluniversal.com.mx/notas/columnistas/2014/10/109432.html; y Ángel Aguirre, a su vez, apoyó la campaña de Peña Nieto: http://www.elfinanciero.com.mx/nacional/el-perredista-que-apoyo-a-pena-nieto.html [3] “El INE, en crisis por intervención de partidos en elección de Consejeros”. Reportaje de El Universal del 31 de marzo del 2015: http://www.redpolitica.mx/elecciones-2015/ineen-crisis-por-intervencion-de-partidos-en-eleccion-de-consejeros “Elección de consejeros del INE tuvo el respaldo de partidos”. Azteca Noticias, 23 de febrero del 2015: http://www.aztecanoticias.com.mx/notas/mexico/213765/eleccion-deconsejeros-del-ine-tuvo-el-respaldo-de-partidos “Expertos: cuotas de partidos tienen al INE en crisis”. Reportaje de El Universal del 25 de febrero del 2015: http://www.eluniversal.com.mx/nacion-mexico/2015/expertos-cuotasde-partidos-tienen-al-ine-en-crisis-1079903.html [4] Los magistrados del TRIFE son elegidos por el Senado por medio de ternas propuestas por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) (y a su vez, los ministros de la SCJN son propuestos a votación del Senado por ternas propuestas por el presidente de la república). Al respecto de la elección de magistrados del TRIFE, véase la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación, Art. 198: http://info4.juridicas.unam.mx/juslab/leylab/171/200.htm Respecto de la elección de los magistrados locales, consúltese la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales, Art. 108: http://dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5345952&fecha=23/05/2014 También léase: http://www.notisistema.com/noticias/recibe-el-senado-ternas-para-ladesignacion-de-magistrados-de-la-sala-regional-especializada-del-trife/ [5] Aquí podrán objetar muchos, en especial los magistrados del TRIFE, que ellos son gente de carrera, que estudian y se preparan mucho día con día. Tienen razón; Eso yo no lo podría objetar en la mayoría de los casos. El elemento que, en contraparte ellos no me podrán objetar, es que al ser ellos postura de alguien dejan de ser independientes en sus fallos: su conciencia ya no es libre. [6] Al respecto, véase mi respuesta al ex-procurador Murillo Karam al respecto: http://www.losangelespress.org/senor-procurador-iguala-si-es-el-estado-mexicano/ [7] Molina, Ignacio (2007). Conceptos fundamentales de Ciencia Política. Alianza Editorial. ISBN 84-206-8653-0. [8] Véase el art. 75, incisos a), b), c), d), e), f), g), h), i), j) de la Ley General del Sistema de Medios de Impugnación en Materia Electoral (LGSMIME), los cuales describen todas las causales específicas de nulidad de la votación recibida en casilla, mismas que no contemplan ni la anulación del voto ni la abstención electoral. Si bien el art. 77 de la misma LGSMIME considera que la no instalación de al menos 20% de las casillas en un distrito electoral federal es causal de nulidad de la elección del diputado del distrito correspondiente, impedir que se instalen esas casillas conlleva un alto riesgo de tensión o incluso violencia innecesaria. Innecesaria porque, aun si con ello se lograra anular la elección en algún distrito, puede hacerse efectiva la Tesis LXXII/98 del TEPJF, la cual contempla la expedición de convocatoria para organizar una nueva elección en ese distrito –y así, tantas veces como sea necesario hasta elegir diputado. http://www.te.gob.mx/ccje/Archivos/presentaciones_capacitacion/sistema_nulidades.pdf [9] Si bien la Tesis X/2001 y Sentencia SUP-JRC-165/2008 del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación contempla la invalidez de una elección por violación a principios constitucionales (como la falta de independencia de la autoridad electoral, aquí demostrada), ello queda sujeto a interpretación de la Sala Superior del TEPJF; y ya expliqué a quién se deben sus magistrados. Insisto, el laberinto no es sólo legal, también es político. ¿Votar o no votar? De eso se trata. De frente a las elecciones de junio, esta es la pregunta que flota en el aire en un país en el que la credibilidad de los partidos políticos ha caído más estrepitosamente que el precio del petróleo… y eso es mucho decir. HAY BUENAS RAZONES PARA ANULAR PERO… El estancamiento económico se afianza, la crisis de seguridad no cede, el partido en el poder se encuentra envuelto en escándalos de conflicto de interés, la izquierda ha perdido autoridad moral tras los hechos ocurridos en Iguala y la derecha carga con el fantasma de la guerra contra el crimen organizado. Fundados en aquellos argumentos es que algunos han iniciado un movimiento para llamar al electorado a no votar o bien, a asistir a las urnas a depositar un voto anulado con una gran “X” atravesando la papeleta. Se trata, afirman, de realizar un acto simbólico en contra de todas las opciones políticas que son, piensan, una y la misma por donde quiera que se les vea. Sin embargo, más allá de este acto, mucho más significativo para quien lo realiza que para aquellos que habrán de contar los votos el día de las elecciones, cabe preguntar, ¿cuál es el efecto real de no votar, o bien, de anular el voto? HOY, LOS VOTOS NULOS FAVORECEN A LOS PARTIDOS Como lo explicara Gerardo Esquivel recientemente, el mecanismo para estipular los tiempos asignados a los partidos en radio y televisión, diputaciones plurinominales y el presupuesto destinado a las diversas fuerzas políticas, sacado directamente de las arcas públicas, parece diseñado para que los votos anulados sean benéficos más que peligrosos para los partidos. La razón es la siguiente: Una vez realizados los comicios, se cuenta el total de papeletas depositadas en las urnas. De este 100%, son apartados los votos anulados y los efectuados en favor de los candidatos independientes. Supongamos que éstos representen una quinta parte del total, es decir, un 20%. De acuerdo con la ley vigente, el 80% de los votos restantes, que son los efectuados en favor de los partidos, son ajustados para representar un nuevo 100% llamado “votación nacional válida”. El ajuste se hace multiplicando los votos válidos por lo que haga falta para dar como resultado 100. En este caso, por 1.25, pues 80% por 1.25 es igual a 100%.Así, si el Partido Imaginario ha obtenido 30% de la votación original, bajo el nuevo cálculo, habrá obtenido una votación válida del 37.5%. Naturalmente, esto implica un presupuesto mayor y más diputados plurinominales salidos de sus filas, lo que le permitiría alcanzar, por ejemplo, la mayoría en el Congreso con mayor facilidad. De esta manera, entre más personas anulen su voto, mayor es el beneficio para los partidos, en especial para los más votados, que son los más inflados por este cálculo. Ahora bien, ¿dispone la ley algún número de votos anulados que puedan dar, a su vez, por anulada la elección? Algunas cadenas de internet señalan que el 20% de votos invalidados intencionalmente serían considerados suficientes para anular la elección. Otros más hablan del 80%.Lo cierto es que la Ley General del Sistema de Medios de Impugnación en Materia Electoral, en su título sexto, capítulo II establece las causas de nulidad. En los artículos 76, 77 y 77 bis se establece que, cuando en el 20% de las casillas se dan los casos de nulidad del artículo 75, la elección respectiva se anula. Pero una vez llegados al mencionado artículo 75, no se ve por ningún lado nada sobre votos invalidados como causal de nulidad de un proceso. La consecuencia es clara: aun si el 99.9% de los votos fuesen nulos, la elección sería legalmente válida. Esto da una pista sobre quiénes podrían ser los autores de aquellos rumores… ¿Y SI LOS VOTOS NULOS FUERAN UN CASTIGO REAL? No cabe duda: anular un voto no sirve a los ciudadanos, sino a los partidos. Pero no debemos dejar la discusión ahí, porque, en efecto, los votos anulados intencionalmente intentan decir algo y eso debería tener consecuencias. Si las votaciones no se llevaran a cabo bajo ciertas reglas, entonces no serían votaciones. Sin embargo, cabe la posibilidad de imaginar otras reglas y de preguntarnos qué pasaría si fueran reales. ¿Qué ocurriría, por ejemplo, si la ley contemplara un castigo en lugar de un premio por votos intencionalmente anulados en un proceso electoral? Es claro que los votos anulados significan que no se confía en ningún partido, y también es cierto que tal falta de confianza debería tener un efecto en lo que un partido recibe del presupuesto electoral o de asientos en el congreso .Por otro lado, bajo el esquema actual, si los candidatos independientes llegaran a gozar de popularidad, los votos en su favor no ayudarían a beneficiar a los que en el futuro se postularan sin el respaldo de un partido, lo que indiscutiblemente también es injusto. Por el momento, la única forma de arrancar espacios y presupuesto a un partido consiste en votar por otro y la falta de confianza en el sistema partidista no tiene forma de verse representada en los comicios. Bajo el escenario actual, los partidos poderosos no se sienten amenazados por los movimientos abstencionistas o anulistas. Lo que es más: si un dirigente de campaña se topa con alguien que resulta imposible de convencer para votar en su favor, preferirá pasar a la siguiente opción: convencerlo de no votar. SI PUDIÉRAMOS CASTIGAR A LOS PARTIDOS, SERÍAN MEJORES El escenario actual es antidemocrático, toda vez que orilla a los políticos a convencer de no votar o de anular el voto a quienes no están dispuestos a votar por ellos. Un buen sistema sería el que no dejara más opción a los candidatos que la de luchar por el voto ciudadano en su favor, uno que los obligara a explorar nuevas estrategias (argumentar sus propuestas sería una muy novedosa en nuestro país) para ganar la simpatía de los anulistas. ¿Pero cómo podríamos lograr un escenario así? Sólo hay dos respuestas posibles: condicionar nuestro voto y ofrecerlo al candidato que esté dispuesto a legislar en ese sentido, o bien, manifestarnos. ¿Cómo lograr que un candidato adopte una idea que esencialmente parece ir en contra del partidismo?, ¿cómo convocar y diseñar una manifestación exitosa en ese sentido? Estas son preguntas mucho más complicadas, aunque, afortunadamente, con un gran abanico de respuestas. La cuestión que debemos plantearnos no es la si debemos votar o no votar, sino la de cómo usar nuestro voto de tal manera que, en un futuro, exista la posibilidad de que no votar tenga un verdadero peso sobre las acciones de los partidos. Podemos decir con toda seguridad que si los partidos se vieran verdaderamente amenazados por los anulistas, serían mejores opciones. En otras palabras: un sistema que pudiera castigar a los partidos el día de las elecciones los obligaría a ser mejores. @plumasatomicas En el siguiente video, sugerido por el lector @RompoMx, Roberto Duque Roquero, catedrático de la Facultad de Derecho de la UNAM, explica este mecanismo de una manera muy sencilla. https://www.youtube.com/watch?v=1CUmtkpq0Dc Yo anulista por Denise Dresser para grupo Reforma 18 de mayo de 2015 1) Porque no puedo ir - en buena conciencia - a depositar un voto que avale una elección inequitativa, un sistema partidista que no castiga a nadie, un sistema democrático que no rinde cuentas. 2) Porque creo que la anulación es mejor que el abstencionismo que de otra manera eligirían millones de votantes independientes, huérfanos ante los partidos que tenemos. Anular es votar, es protestar, es actuar y no para dinamitar el sistema de partidos sino para mejorar su funcionamiento. 3) Porque muy pocos candidatos se han sumado a la demanda mínima que les hemos hecho de presentar su declaración patrimonial, su declaración de impuestos, su declaración de conflicto de interés. De más de 10, 000 candidatos, sólo ? se compromenten a ser transparentes. 4) Porque las candidaturas independientes - valiosas y aplaudibles - no son suficientes para reformar al sistema desde adentro. 5) Porque no basta con castigar a un partido votando por otros - por ejemplo, votando por Morena para para castigar al PRD - si todos los partidos acaban corrompiéndose para competir. 6) Porque si la sanción anulista es suficiente, puede llevar a rediseñar las reglas, como ocurrió después de la elección de 2009 cuando Felipe Calderón convocó a los líderes del movimiento anulista y en sesiones maratónicas en Los Pinos se diseñó la Reforma Electoral que llevó a la reelección, las candidaturas independientes, la consulta ciudadana, etcétera. Es falso que el anulismo no sirva de nada. 7) Porque la anulación entraña confrontar a los partidos con la crisis de representación y corrupción que han creado. Y lo hace mucho más que el abstencionismo que puede ser interpretado como simple inercia, desinterés o flojera. 8) Porque como argumenta Miguel Carbonell, el partido "más votado" será el partido de la abstención y el voto nulo. Y prefiero que gane lo segundo a lo primero. 9) Porque el anulismo puede crear una crisis de legitimidad suficiente como para sacudir a los partidos de su autocomplacencia. 10) Porque con el sistema actual, el voto de castigo no funciona ni existe; acaba apuntalando simplemente a otro partido que ha participado en "moches" o financiamientos ilegal o "subvenciones legislativas". 11) Porque es un mito que el voto nulo ayuda más al PRI. En 2009 el voto nulo no favoreció a ningún partido; de hecho la conversion de un voto partidista en un voto nulo afecta a los tres principales partidos en proporción semejante. Favor de leer los artículos de José Antonio Crespo en El Universal al respecto. 12) Porque quienes se oponen a la anulación argumentan que sólo beneficia a los partidos grandes, como si hubiera alguno pequeño -- ¿Morena? -- que representara una alternativa creíble y convincente. 13) Porque ningún partido ha asumido seriamente la agenda de la lucha contra la corrupción y la impunidad. Ante casos como el de la Casa Blanca, los partidos de oposición dejaron de serlo con sus silencio. 14) Porque creo que el voto anulista puede crear un eje de cambios correctivos imprescindibles: la reducción al financiamiento público a los partidos, la propuesta de atar el voto nulo a la cantidad de recursos que se destina a los ellos, la eliminación del fuero. 15) Porque urgen modificaciones sustanciales al sistema de financiamiento partidista repleto de regulaciones absurdas --- que tan sólo ha producido un clientelismo desbordado, con un mercado negro de dinero no regulado, como argumentó Alejandro Poiré en el Financial Times. 16) Porque me niego a apuntalar el statu quo, a legitimar a partidos responsables de la corrupción en Iguala, la infiltración del narcotráfico en Jalisco, los conflictos de interés evidenciados por la Casa Blanca. 17) Porque no puedo emitir mi voto en una contienda en la cual la equidad ha sido violada irremediablemente por la conducta ilegal -- sistemática y reiterada -- del Partido Verde. 18) Porque me rehúso a tener enfrente la boleta electoral y decidir, como sugiere Carbonell, entre el partido de los mentirosos, o el de los pillos, o el de todos peleados con todos, o el de los resentidos que renunciaron a su partido por fundar otro, o el de los "chapulines" que harán cualquier cosa para seguir viviendo del presupuesto público. 19) Porque si no anulamos las cosas seguirán siendo exactamente igual. Parafraseando a Einstein, es una locura repetir la misma acción, pero esperar un resultado distinto. Votar en estas condiciones, con este sistema de financiamiento público, con estos partidos y con estas autoridades electorales no va a producir algo distinto. Y al menos yo creo que nos merecemos algo mejor. Anulistas ¡Ya salgan del clóset! Por: Max Andrade* (@MaxAndrade_) para Proyecto Diez 25 de mayo de 2015. Solo en Ensayo sobre la lucidez, la fascinante novela de José Saramago, anular el voto transformó un país imaginario. En México, anular el voto es terminar sirviendo de manera involuntaria para facilitar el triunfo a los candidatos hegemónicos y fraudulentos de los que tanto se quejan. Eso le comentaba a un amigo mientras conversábamos sobre el voto nulo, y me replicó: “para mí los que anulan el voto, son priistas enmascarados, mejor será decirles que ya salgan del closet, que acepten su priismo, y no anden disfrazándose de anulistas“. Me doblé de la risa con su ocurrencia, obviamente mi amigo estaba bromeando. O quizá no tanto. Hace un par de meses en Guadalajara, apareció un grupo ligado al PRI convocando al voto nulo; un colectivo que se hace llamar “Todos son iguales” y cuyo principal vocero es Mateo Bonilla Coronado, empleado en la contraloría del Gobierno de Jalisco. Se dicen hartos de los políticos y arremeten contra todos los gobernantes y candidatos, exceptuando a Ricardo Villanueva, aspirante a edil tapatío, que no es tocado ni con un delicado pétalo de rosa. Mucho menos el señor gobernador. Por lo tanto, su club anulista debería llamarse “Casi todos son iguales“. En otra trinchera, mexicanos muy respetables hacen un llamado al boicot electoral, a no asistir a las urnas, que en esa cuestión, más que anulismo, se trataría de una invitación al abstencionismo. Entre esos ciudadanos están los padres de los 43 estudiantes normalistas desaparecidos de #Ayotzinapa y el sacerdote Alejando Solalinde, defensor de derechos humanos. Hay también personajes polémicos, como Javier Sicilia —el antielecciones por antonomasia— y los señores de la Coparmex, que la traen contra los llamados chapulines. Muchos de los que tampoco nos sentimos representados y con justa razón rechazamos a la mayoría de la clase política, y aun así saldremos a votar, pensamos que hay una mejor salida al desencanto: hacer valer el voto de castigo contra los que sexenio tras sexenio denigran la política, votando por la verdadera oposición. El fastidio abrió también la puerta de las candidaturas independientes que, en el caso de Zapopan, Jalisco, ha sido muy afortunado: la candidatura de Pedro Kumamoto a diputado local por el distrito 10 demostró que si se convoca para hacer política participativa, recíproca, sin templetes y acarreos, la gente se involucra con interés. Al final del día —como dicen los locutores del mercantilismo— las personas tomarán su decisión, ojalá sea la resolución mejor informada y con sentido común. Algo más, creo que se vale decir lo que se piensa y también revelar las simpatías y las aversiones, pero no imponer nuestro punto de vista. Pensando esto, y ya que comencé este artículo evocando a José Saramago, me despido con una de sus frases, esperando en la medida de lo posible seguir su consejo: He aprendido a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro. * Max Andrade es promotor de lectura en Para Leer en Libertad, A. C. Mitos sobre el voto nulo por Denise Dresser para el Siglo de Torreón 25 de mayo de 2015 Definición de mito: "Una creencia o idea ampliamente sostenida, pero falsa". 1) El voto nulo perjudica a los partidos pequeños. Falso. Esto ocurría en la elección del 2009 pero la ley cambió en 2014. Ahora estipula que perderá el registro el partido que "no alcance el 3 por ciento del voto efectivo", al que se le restan los votos nulos y de candidatos independientes. El video en contra del voto nulo del académico de la UNAM Roberto Duque -que circula ampliamente en las redes sociales- disemina información equivocada. El mitificado beneficio del voto nulo a los partidos grandes es eso: un mito. Un mito que AMLO y los votantes de Morena insisten en propagar. 2) El voto nulo favorece al PRI. Falso. Eso sólo sería cierto si todos los que anulan su voto fueran antipriistas, cuando no es así. Quienes anulan están manifestando su oposición a un sistema de partidos quebrado, no a un partido específico. Como ha argumentado con datos duros José Antonio Crespo, en 2009 los votos nulos provinieron de todos los partidos en proporción a su respectivo tamaño. 3) Quienes promueven la anulación están invitando a no votar. Falso. La promoción del voto nulo está dirigida principalmente a los votantes indecisos, independientes, flotantes, que de otra manera se abstendrían. Y la abstención no es una forma deliberada de protesta. Insisto, anular es votar. Es votar en favor de mayor eficacia y representatividad y en contra de la simulación democrática, que de otra manera no lograremos remediar, encarar o componer. Anular es decir que las cosas no están bien. 4) El voto nulo lleva a que aumenten las prerrogativas, las plurinominales y el financiamiento a los partidos. Falso. No hay ni perjuicios ni beneficios financieros, ni en términos de curules. Lo que sí habría con un alto porcentaje de anulismo sería una condena a partidos que a pesar de las diferencias ideológicas se han priizado: el clientelismo, el corporativismo y la resistencia a rendir cuentas afecta a todos. Los "partidos pequeños" que algunos ven como una opción para ser beneficiarios del voto de castigo acaban siendo comparsas en lugar de contrapesos en el Congreso. Y los grandes con demasiada frecuencia no son oposición real: basta ver al PAN y al PRD votando en el caso de Medina Mora. El voto nulo tiene efectos políticos más allá de los números con los cuales insisten en refutarnos. 5) El voto nulo no sirve de nada y no transforma nada. Falso. Tanto en el caso de la candidatura de Valentín Campa como en el impacto del anulismo en 2009, la anulación tuvo consecuencias. La deslegitimación. El cuestionamiento. La protesta. Y después, reformas electorales como las que ahora nuevamente hacen falta para corregir nuestra democracia descompuesta. 6) El voto de castigo es una mejor opción que el voto nulo. Cuestionable. Como argumenta mi brillante exalumno Ignacio Lanzagorta en su artículo publicado en Nexos, "¿A quién sí quieren que le demos el premio? Es correcto que siempre habrá partidos más impresentables que otros, políticos menos miserables que otros". ¿Entonces la opción es votar por el menos malo para mantenerle el registro a partidos como el Panal? ¿A quiénes estamos castigando con el supuesto "voto de castigo"? 7) El voto nulo es irresponsable o inocente. Debatible. ¿Qué es más irresponsable? ¿Votar y así validar una democracia electoral que no merece ser defendida sin modificaciones sustanciales? ¿Creer que los partidos por sí mismos emprenderán reformas para reducir su financiamiento, sus prerrogativas, y sus fueros sin presión desde abajo? Eso sí es irresponsable e inocente. 8) El voto nulo es irrelevante porque los partidos no le harán caso y no escucharán el mensaje. Debatible. Si nadie manda un mensaje, pues evidentemente no habrá nada que escuchar. Si los electores votan por la fruta menos podrida o el menos malo o el ladronzuelo en vez del asesino en serie, el único mensaje que mandarán es que se conforman con la baja calidad de los candidatos y las reglas electorales. Si encuentran algún candidato que haya presentado su "3de3" como favor, o algún candidato independiente, voten por él o ella. Pero será como buscar una aguja en un pajar por las leyes que los partidos han creado para protegerse. 9) El voto nulo no tiene propuestas. Falso. Aquí van: crear un contexto de exigencia para sacudir a los partidos de su autocomplacencia. Un primer paso para diagnosticar lo que le hace falta al sistema político e impulsar los cambios indispensables. Si no, el voto seguirá siendo otra forma en la cual los partidos piden nuestro apoyo, pero acaban anulándonos. ¿Y después de anular? Genaro Lozano para Grupo Reforma 26 May. 2015 Yo no voy a anular el próximo 7 de junio. Veo el voto nulo como una expresión de preferencia política legítima y válida, tanto como votar convencido por un partido político, votar resignado por la persona menos peor, votar independiente o de plano no ir a votar. Sin embargo, yo sí tengo buenas opciones y razones para ir a votar este año. Votaré por David Razú en la Miguel Hidalgo, por Lila Abed para la ALDF y por Morena para diputación federal. La última vez que hubo un movimiento anulista fuerte en México fue en las elecciones intermedias del 2009. El voto nulo en ese momento superó el 5% nacional y en las tres principales ciudades alcanzó entre el 7 y el 11% del voto. Con ello, en 2009 el voto nulo fue la quinta "fuerza política" en Monterrey, Guadalajara y la Ciudad de México. Sin embargo, no estamos ante el mismo escenario que en 2009 porque ese año existió un activo grupo de ciudadan@s articulados en torno a la Asamblea Nacional Ciudadana (ANCA) y que impulsó la razón del voto nulo. La ANCA tuvo mucho eco en núcleos urbanos y pese a que el voto nulo no alcanzó el histórico 10%, logrado en elecciones en los años 70 como recuerda José Antonio Crespo, sí logró articular una agenda política clara, concentrada en la reforma política. Recuerdo cómo después de la elección de 2009, varios de los anulistas de la ANCA armaron una iniciativa llamada "aventón ciudadano" y viajaron desde Tijuana hasta Chiapas en defensa de la reforma política, presión que sirvió para que en el gobierno de Felipe Calderón se abrieran espacios de interlocución para impulsar el debate de la reforma política. En 2009 el voto nulo tuvo ese efecto indiscutible. Sin esa presión articulada, sin las redes sociales y sin los liderazgos de Maite Azuela, Andrés Lajous, Daniel Gershenson, Jesús Robles Maloof, Antonio Martínez, Jesús Soto, Alberto Serdán y much@s más, tal vez el sistema no se habría abierto y no tendríamos candidaturas ciudadanas que hoy son una realidad, a medias, pero una realidad ni reelección legislativa, a medias, a partir de 2018. La ANCA se disolvió en 2012 porque sus integrantes no se pusieron de acuerdo sobre el objetivo para la pasada elección presidencial. Algunos de ellos hoy militan en partidos políticos, otros apoyan candidaturas ciudadanas, como la de Pedro Kumamoto en Jalisco, otros siguen siendo ciudadanos sin partido. Por su lado, el movimiento #YoSoy132 no tuvo en 2012 una agenda anulista. En esta elección no hay una ANCA ni liderazgos visibles que estén articulando una agenda post elección 2015. Hay en cambio muchas voces que defienden el voto nulo como una opción, pero sin articular aún una propuesta postelectoral. El debate en torno a la validez de anular el voto, como defienden Crespo, Lanzagorta y otros, contra el voto razonado y de castigo, que defiende principalmente Aparicio, es necesario e interesante pero no es estratégico si no va acompañado de un compromiso post 7 de junio. Los efectos del voto nulo en el sistema de partidos que hoy tenemos son otra historia que convendrá analizar ya con los resultados de la elección y con las nuevas reglas electorales que dictan el actual proceso. Lamentablemente hoy no hay un movimiento anulista que pueda convertirse en la semilla de un Podemos, que en España avanza nuevamente con resultados electorales. Esto es un error similar al del #YoSoy132 en 2012 que no quiso articular participación electoral después de la elección. Los resultados que obtengan los candidatos independientes, como El Bronco en Nuevo León, y Pedro Kumamoto en Jalisco, serán la lección de esta elección y la oportunidad para afinar en las leyes electorales el funcionamiento de las candidaturas independientes. El voto nulo tal vez consiga rebasar el 5% como en el 2009, pero ahora toca armar un movimiento ciudadano que tenga fines electorales para el 2018, uno con frentes unidos de candidatos independientes y que sacuda al sistema y recupere la confianza ciudadana. ____________ @genarolozano El discurso del voto nulo-Letras Libres Mayo 27, 2015 | Tags: Verbatim discurso persuasión elecciones intermedias apatía Voto nulo 7 de junio El propósito central de todo discurso es persuadir a quien lo escucha para que realice una acción. En democracia, el discurso es clave para movilizar a la ciudadanía en torno a un proyecto político, una causa, un asunto público, un gobierno o una protesta contra el estado de cosas. Este último es el caso de quienes hoy en día proponen como respuesta al malestar ciudadano con la política que la gente acuda a las urnas y anule su voto. Para ser persuasivo, un discurso debe tener los siguientes elementos en su estructura: Un diagnóstico o descripción de una necesidad real. Una solución o satisfacción a esa necesidad que sea atractiva (emotiva) y viable (lógica). Una “tierra prometida”, es decir, un futuro deseable al que se llegará si se implementa la solución propuesta. Un llamado a la acción para que la audiencia apoye la solución propuesta. El discurso político que hemos visto en las campañas actuales en México carece de uno o varios de estos elementos indispensables para la persuasión. Los spots de los partidos y la forma en la que son transmitidos están teniendo un efecto contrario al que se busca: saturan por su cantidad y frecuencia; molestan por ser en su mayoría de baja calidad; y confunden al ser muy parecidos en su contenido y lenguaje alejado de los ciudadanos. Esto explica en buena medida por qué la gente no conecta con las campañas y concluye que no sabe por quién va a votar. Irónicamente, en términos de capacidad de persuasión, el discurso de los anulistas no supera al de los partidos políticos. ¿Por qué? El diagnóstico de quienes proponen el voto nulo es acertado: la política está mal. Pero los anulistas lo extrapolan al extremo, al señalar que “todo lo político está mal porque todos los partidos son lo mismo”. La solución de anular el voto como forma de protesta, es emotiva pero no tiene lógica. Anular el voto es una reacción basada en el enojo, pero no se desprende ni lógica ni necesariamente que al hacerlo “los políticos entenderán un mensaje y la política mejorará”. Por ello, no es posible pintar una “tierra prometida” atractiva. No es claro que al anular nuestro voto, los políticos vayan a tener un repentino cambio de actitud y dejen de actuar como lo hacen. Al contrario, me parece que al hacernos a un lado, quienes se benefician más del estatus quo salen ganando. Por todo lo anterior, el llamado a la acción de los anulistas (sal de tu casa, fórmate en la casilla y anula tu voto) no ofrece claridad en los resultados. ¿Si todos anulamos nuestro voto, la democracia cambiará para bien? ¿Qué puede hacerse? Podríamos empezar con cuatro acciones concretas: Asumir responsabilidad: Fernando Savater dice con razón que hay dos clases de políticos: los ciudadanos políticos que eligen y los ciudadanos políticos que son elegidos. Si los segundos no hacen las cosas bien, los primeros tienen que hacer algo al respecto. El anulismo, lejos de hacernos asumir la responsabilidad que nos toca, nos libera de ella al grito de “no vale la pena ni hacer el intento”. Investigar: Decir que no nos interesa la política es afirmar que no nos te interesan los temas que afectan nuestra vida diaria (pagar impuestos, los baches de la calle, la inseguridad en el transporte público, etc). Decir que las cosas van a seguir igual y por eso lo mejor es no hacer nada es la receta, justamente, para asegurar que las cosas sigan igual… o peor. Hay que investigar a fondo las opciones, porque estoy convencido de que no todas son iguales. Decidir: Cualquiera que piense que votar libremente es un desperdicio o un fastidio debe leer una biografía sobre José María Morelos, Benito Juárez, Martin Luther King o Nelson Mandela. Al hacerlo, verían que la extravagante idea de que todos los seres humanos somos iguales y tenemos el mismo derecho a elegir a quienes dirigirán nuestras instituciones de gobierno no es, precisamente, un regalo. Es un derecho que costó muchas vidas y sufrimiento. Hay que defenderlo, porque es nuestro. Construir liderazgos: Las élites académicas, económicas e intelectuales le han dado la espalda a la política. Si tenemos la sensación de que los “mejores” ciudadanos no están en la boleta, tal vez tengamos razón. Entonces, hay que hacer algo para que estén. Hay que encontrar, construir y fortalecer nuevos liderazgos. Y, para lograrlo el primer paso es despojarnos del cinismo y la apatía. El voto nulo es una reacción válida ante un estado de cosas que parece muy difícil de cambiar pero, no es una solución. Necesitamos reconstruir nuestra capacidad para creer que las cosas pueden ser diferentes. Pero si dejamos esa responsabilidad en manos de los políticos “profesionales” que, hasta hoy, nos han demostrado que “no entienden que no entienden”, entonces los ciudadanos tenemos que hacer algo al respecto. Votar es un primer paso, indispensable, pero no suficiente. ¿Tenemos ideas de cómo dar los siguientes pasos? ¿Estamos dispuestos a usar nuestra imaginación y energía para construir, nosotros mismos, un nuevo rumbo? Esas son las preguntas con las que amaneceremos el día después del 7 de junio. Diez razones para no anular Germán Martínez Cázares 27 May. 2015 El grave problema del poder político en México es que lo queremos definir y repartir, antes de que los ciudadanos lo definan y repartan en las urnas. Obviar la rutina de las elecciones siempre ha sido una tentación. Antes para los ladrones de votos del viejo sistema autoritario, después para la plutocracia, los caciques y algunos líderes religiosos, todos dispuestos a colocar en el gobierno marionetas dóciles a sus reclamos. Ahora, una ocurrencia insiste en afirmar que es perturbador escuchar y obedecer la preferencia del ciudadano. Votar es un acto de libertad, no ejercer esa libertad equivale a esclavizar nuestra conducta pública a algún narcisismo de moda. Quizá no estamos escuchando "al otro" y el pluralismo incomoda. Por eso manifiesto diez razones para ir a votar, sin anular nuestro sufragio. Con mayor razón en muchas entidades donde la contienda es reñida y se definirá por pocos votos. 1. El voto es el nexo entre política y derecho. Pretender romper esa ligadura, ese enlace, no solo "deslegitima" a las autoridades electas como buscan los "anulistas", también produce un efecto perverso y peligroso: siembra duda sobre la utilidad de vivir en un Estado de derecho. Quienes hoy llaman a anular el voto porque "todos los políticos son un asco", conscientes o no, preparan el terreno para desobedecer las reglas que esos políticos discuten y dictan. El desprecio al derecho a votar es la semilla para cosechar, pronto, el desprecio a la ley. 2. El idilio pleno entre electores y gobernantes es una quimera. La satisfacción absoluta con los Gobiernos buscada por los "anulistas" no existe, no es real. Ningún candidato de ningún partido puede dar garantía categórica de un desempeño futuro honesto y eficaz. El voto sirve para elegir al gobernante, pero el ejercicio responsable de Gobierno solo será posible con la vigilancia permanente del ciudadano. 3. Votar es un derecho para decidir, pero también es una obligación (Artículo 36, fracción III, de nuestra Constitución). ¿Los "anulistas" desobedecen la Constitución solo porque no tiene sanción ese mandato? ¿Su ambigüedad es cumplir? ¡Valiente virtud cívica! 4. Votar es una herramienta pacífica para sustituir a nuestros Gobiernos. Dañar esa herramienta "dará alas" a los que en Guerrero, Michoacán y Oaxaca no permiten instalar casillas. Extraña coincidencia. 5. Es cierto: el "voto nulo" no beneficia al PRI. Pero el "voto nulo" sí hará triunfar a los dañinos rebaños mercenarios de todos los partidos. Garantiza el éxito al partido que más votantes mueve. Un "voto nulo" fortalece al "voto acarreado", en detrimento del "voto libre y genuino". 6. A quienes no les gustan los partidos políticos, ¿por qué no intentan construir uno, distinto a todos? Anular no es decidir, y sin decisión los Gobiernos no se comprometen con nada. Anular fortalecerá ese discurso simulador, sin compromiso con nada, tan arraigado en nuestra clase gobernante. 7. No hay evidencia científica plena de que anular el voto sirve al desarrollo democrático del País. Solo en teorías de laboratorio académico o elucubraciones de café, se puede admitir que los "votos blancos" traen prosperidad y desarrollo, ese voto es ingenuo, porque es un "cheque en blanco" al ganador. 8. Apenas el domingo pasado en España los votos por un partido -no los rodeos vagos del voto nulo- acaban de sacudir el viejo sistema de partidos y tienen en jaque al Gobierno. ¿Aquí? ¿Pretenden amenazar con votos nulos al Gobierno? 9. El voto nulo castiga igual a todos los partidos. Pagan justos por pecadores, cuando en todos los partidos hay pillos, pero en todos los partidos existe gente noble y decente dispuesta a contribuir con su talento al bienestar del País. 10. El voto nulo es soberbia ciudadana. Sus promotores generan recelo porque se treparon a ese pedestal y se autonombraron "vengadores anónimos" del sistema de partidos y todos los Gobiernos. ¿Quién les dio esa tarea? ¿Quién los eligió? ¿Quién les dio ese voto?