Los caraítas Los caraítas

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Los caraítas
“Escudriñad a fondo las Escrituras y no confiéis en mi opinión.” Estas fueron las
palabras que pronunció un líder caraíta del siglo VIII de la era común. ¿Quiénes
fueron los caraítas? Para responder a esta pregunta, debemos retroceder en la
historia a una vieja controversia que provocó la aparición del movimiento caraíta.
Cómo empezó la controversia
En los últimos siglos antes de la era común, surgió una nueva filosofía dentro del
judaísmo. Se trataba del concepto de que Dios había dado dos leyes en el monte
Sinaí: una escrita y otra oral. Para el siglo I era común. había discusiones
acaloradas entre los partidarios y los detractores de esta nueva enseñanza. Los
fariseos la propugnaban, mientras que los saduceos y los esenios se oponían a
ella.
Cuando el templo de Jerusalén fue destruido en el año 70 era común., los fariseos
fueron la única secta religiosa que sobrevivió. Como ya no disponía del
sacerdocio, los sacrificios y el templo, el judaísmo farisaico colocó otras cosas en
su lugar y permitió que la tradición y la interpretación reemplazaran a la Ley
escrita, lo cual abrió la puerta para la escritura de nuevos “libros sagrados”.
Primero se escribió la Mishná, con sus añadiduras a la ley oral y sus
interpretaciones de ella. Posteriormente se sumaron otras colecciones de escritos,
que recibieron el nombre de Talmud. Al mismo tiempo, los cristianos apóstatas
empezaron a tomarse libertades con las enseñanzas de Jesús. Ambos grupos
engendraron fuertes sistemas religiosos: la autoridad de los rabinos por un lado y
la de la Iglesia por el otro.
Por causa de los conflictos que tuvieron los judíos con la Roma pagana y más
tarde con la Roma “cristiana”, el centro del judaísmo se trasladó con el tiempo a
Babilonia. Fue allí donde se desarrollaron los escritos del Talmud en su forma más
completa. Aunque los rabinos afirmaban que el Talmud revelaba la voluntad de
Dios más plenamente, muchos judíos sintieron el peso cada vez mayor de la
autoridad rabínica y echaron en falta que se les comunicara la palabra de Dios
transmitida mediante Moisés y los profetas.
En la segunda mitad del siglo VIII E.C., los judíos de Babilonia que se oponían a
la autoridad de los rabinos y a la creencia en su ley oral, se sometieron al
liderazgo de un erudito llamado Anán ben David. Este hombre proclamaba el
derecho de todo judío a estudiar libremente las Escrituras Hebreas como única
fuente de la religión verdadera, sin tener en cuenta la interpretación rabínica ni el
Talmud. Anán enseñaba: “Escudriñad a fondo la Torá la ley escrita de Dios y
no confiéis en mi opinión”. Debido a este énfasis en las Escrituras, a los
seguidores de Anán se les conoció como Qa·ra·’ím, palabra hebrea que significa
“lectores”.
Choque entre caraítas y rabinos
¿Cuáles son algunos ejemplos de enseñanzas caraítas que provocaban
consternación en los círculos rabínicos? Los rabinos prohibían comer carne y leche
juntas. Esta era la explicación que, según ellos, ofrecía la ley oral sobre Éxodo
23:19, que dice: “No debes cocer el cabrito en la leche de su madre”. Por otra
parte, los caraítas enseñaban que este versículo quería decir ni más ni menos lo
que decía. Alegaban que las restricciones rabínicas eran invento del hombre.
Según su interpretación de Deuteronomio 6:8, 9, los rabinos afirmaban que los
varones judíos debían llevar las filacterias cuando oraban y colocar la mezuzá en
la jamba de su puerta. Los caraítas atribuían a estos versículos un significado
figurativo y simbólico, y por tanto rechazaban tales regulaciones rabínicas.
En otros asuntos los caraítas imponían muchas más restricciones que los rabinos.
Por ejemplo, fíjemonos cómo entendían Éxodo 35:3, que dice: “No deben ustedes
encender fuego en ninguna de sus moradas el día de sábado”. Los caraítas
no permitían que en sábado ardiera ninguna lámpara o lumbre, ni aunque se
hubiese prendido con anterioridad a la fiesta.
Especialmente después de la muerte de Anán, los guías caraítas tuvieron
desacuerdos en cuanto al grado y la naturaleza de ciertas restricciones, y su
mensaje no siempre fue claro. Carecían de unidad porque no reconocían a un
líder en particular, sino que daban importancia a la lectura e interpretación
personal de las Escrituras, a diferencia de lo que hacían los rabinos. Pese a ello,
el movimiento caraíta alcanzó una popularidad e influencia que trascendió los
límites de la comunidad judía de Babilonia y se extendió por todo el Oriente
Medio. Incluso se abrió un importante centro caraíta en Jerusalén.
Durante los siglos IX y X, los eruditos caraítas destacaron en el estudio renovado
de la lengua hebrea y experimentaron algo así como su época dorada.
Consideraban sagrado el texto de las Escrituras Hebreas, pero no las tradiciones
orales. Algunos caraítas llegaron a hacerse copistas meticulosos de las Escrituras
Hebreas. De hecho, esta iniciativa caraíta sirvió de acicate para el estudio
masorético de las Escrituras entre todos los judíos, lo cual logró que se
conservara con más exactitud el texto bíblico que ahora poseemos.
Durante ese período de rápido crecimiento, el judaísmo caraíta se ocupó de hacer
proselitismo entre los demás judíos, lo cual supuso una clara amenaza al
judaísmo rabínico.
Cómo reaccionaron los rabinos
El contraataque de los rabinos consistió en una apasionada guerra dialéctica, en
la que hicieron gala de una astuta flexibilidad en sus posturas y enseñanzas.
Durante el siglo que siguió a la ofensiva lanzada por Anán, el judaísmo rabínico
adoptó muchos procedimientos caraítas. Los rabinos se hicieron más competentes
en la cita de las Escrituras e incorporaron el estilo y el método caraítas en su
retórica.
El líder indiscutible de este combate verbal con los caraítas fue Saadia ben Yosef,
que encabezó a la comunidad judía de Babilonia en la primera mitad del
siglo X E.C. Samuel Rosenblatt tradujo al inglés la obra cumbre de Saadia, el
Libro de las creencias y de las opiniones, y dijo en su introducción: “Aun cuando
era la máxima autoridad talmúdica de su tiempo, Saadia se vale de esta fuente
de la tradición judía en comparativamente escasas ocasiones, al parecer porque
deseaba derrotar con sus propias armas a los caraítas, que solo consideraban
vinculante la Ley Escrita”.
Con el tiempo se impuso el judaísmo rabínico, siguiendo los pasos de Saadia. Lo
logró adaptándose solo lo justo para restar fuerza a los argumentos caraítas. El
golpe de gracia lo asestó Moisés Maimónides, el destacado talmudista del
siglo XII. Debido a su actitud tolerante hacia los caraítas, con quienes había
vivido en Egipto, y a su convincente erudición, se ganó su admiración y debilitó la
posición de sus propios líderes.
El movimiento caraíta pierde fuerza
Al carecer de unidad y de un plan de resistencia bien organizado, el movimiento
caraíta perdió fuerza y seguidores. Con el tiempo, los caraítas modificaron sus
criterios y principios. Leon Nemoy, autor especializado en el movimiento caraíta,
escribe: “Aunque en teoría el Talmud seguía proscrito, se fueron introduciendo
calladamente muchos preceptos talmúdicos en la ley y las costumbres caraítas”.
Los caraítas perdieron en esencia su objetivo original y adoptaron gran parte del
judaísmo rabínico.
“Escudriñad a fondo las Escrituras y no confiéis en mi opinión.” Estas fueron las
palabras que pronunció un líder caraíta del siglo VIII E.C. ¿Quiénes fueron los
caraítas? ¿Podemos aprender algo útil de su ejemplo? Para responder a estas
preguntas, debemos retroceder en la historia a una vieja controversia que
provocó la aparición del movimiento caraíta.
Cómo empezó la controversia
En los últimos siglos antes de la era común, surgió una nueva filosofía dentro del
judaísmo. Se trataba del concepto de que Dios había dado dos leyes en el monte
Sinaí: una escrita y otra oral. Para el siglo I E.C. había discusiones acaloradas
entre los partidarios y los detractores de esta nueva enseñanza. Los fariseos la
propugnaban, mientras que los saduceos y los esenios se oponían a ella.
Cuando el templo de Jerusalén fue destruido en el año 70 E.C., los fariseos fueron
la única secta religiosa que sobrevivió. Como ya no disponía del sacerdocio, los
sacrificios y el templo, el judaísmo farisaico colocó otras cosas en su lugar y
permitió que la tradición y la interpretación reemplazaran a la Ley escrita, lo cual
abrió la puerta para la escritura de nuevos “libros sagrados”. Primero se escribió
la Misná, con sus añadiduras a la ley oral y sus interpretaciones de ella.
Posteriormente se sumaron otras colecciones de escritos, que recibieron el
nombre de Talmud. Al mismo tiempo, los cristianos apóstatas empezaron a
tomarse libertades con las enseñanzas de Jesús. Ambos grupos engendraron
fuertes sistemas religiosos: la autoridad de los rabinos por un lado y la de la
Iglesia por el otro.
Por causa de los conflictos que tuvieron los judíos con la Roma pagana y más
tarde con la Roma “cristiana”, el centro del judaísmo se trasladó con el tiempo a
Babilonia. Fue allí donde se prepararon los escritos del Talmud en su forma más
completa. Aunque los rabinos afirmaban que el Talmud revelaba la voluntad de
Dios más plenamente, muchos judíos sintieron el peso cada vez mayor de la
autoridad rabínica y echaron en falta que se les comunicara la palabra de Dios
transmitida mediante Moisés y los profetas.
En la segunda mitad del siglo VIII E.C., los judíos de Babilonia que se oponían a
la autoridad de los rabinos y a la creencia en su ley oral, se sometieron al
liderazgo de un erudito llamado Anán ben David. Este hombre proclamaba el
derecho de todo judío a estudiar libremente las Escrituras Hebreas como única
fuente de la religión verdadera, sin tener en cuenta la interpretación rabínica ni el
Talmud. Anán enseñaba: “Escudriñad a fondo la Torá la ley escrita de Dios y
no confiéis en mi opinión”. Debido a este énfasis en las Escrituras, a los
seguidores de Anán se les conoció como Qa·ra·’ím, palabra hebrea que significa
“lectores”.
Choque entre caraítas y rabinos
¿Cuáles son algunos ejemplos de enseñanzas caraítas que provocaban
consternación en los círculos rabínicos? Los rabinos prohibían comer carne y leche
juntas. Esta era la explicación que, según ellos, ofrecía la ley oral sobre Éxodo
23:19, que dice: “No debes cocer el cabrito en la leche de su madre”. Por otra
parte, los caraítas enseñaban que este versículo quería decir ni más ni menos lo
que decía. Alegaban que las restricciones rabínicas eran invento del hombre.
Según su interpretación de Deuteronomio 6:8, 9, los rabinos afirmaban que los
varones judíos debían llevar las filacterias cuando oraban y colocar la mezuzá en
la jamba de su puerta. Los caraítas atribuían a estos versículos un significado
figurativo y simbólico, y por tanto rechazaban tales regulaciones rabínicas.
En otros asuntos los caraítas imponían muchas más restricciones que los rabinos.
Por ejemplo, fíjemonos cómo entendían Éxodo 35:3, que dice: “No deben ustedes
encender fuego en ninguna de sus moradas el día de sábado”. Los caraítas
no permitían que en sábado ardiera ninguna lámpara o lumbre, ni aunque se
hubiese prendido con anterioridad a la fiesta.
Especialmente después de la muerte de Anán, los guías caraítas tuvieron
desacuerdos en cuanto al grado y la naturaleza de ciertas restricciones, y su
mensaje no siempre fue claro. Carecían de unidad porque no reconocían a un
líder en particular, sino que daban importancia a la lectura e interpretación
personal de las Escrituras, a diferencia de lo que hacían los rabinos. Pese a ello,
el movimiento caraíta alcanzó una popularidad e influencia que trascendió los
límites de la comunidad judía de Babilonia y se extendió por todo el Oriente
Medio. Incluso se abrió un importante centro caraíta en Jerusalén.
Durante los siglos IX y X, los eruditos caraítas destacaron en el estudio renovado
de la lengua hebrea y experimentaron algo así como su época dorada.
Consideraban sagrado el texto de las Escrituras Hebreas, pero no las tradiciones
orales. Algunos caraítas llegaron a hacerse copistas meticulosos de las Escrituras
Hebreas. De hecho, esta iniciativa caraíta sirvió de acicate para el estudio
masorético de las Escrituras entre todos los judíos, lo cual logró que se
conservara con más exactitud el texto bíblico que ahora poseemos.
Durante ese período de rápido crecimiento, el judaísmo caraíta se ocupó de hacer
proselitismo entre los demás judíos, lo cual supuso una clara amenaza al
judaísmo rabínico.
Cómo reaccionaron los rabinos
El contraataque de los rabinos consistió en una apasionada guerra dialéctica, en
la que hicieron gala de una astuta flexibilidad en sus posturas y enseñanzas.
Durante el siglo que siguió a la ofensiva lanzada por Anán, el judaísmo rabínico
adoptó muchos procedimientos caraítas. Los rabinos se hicieron más competentes
en la cita de las Escrituras e incorporaron el estilo y el método caraítas en su
retórica.
El líder indiscutible de este combate verbal con los caraítas fue Saadia ben Yosef,
que encabezó a la comunidad judía de Babilonia en la primera mitad del
siglo X E.C. Samuel Rosenblatt tradujo al inglés la obra cumbre de Saadia, el
Libro de las creencias y de las opiniones, y dijo en su introducción: “Aun cuando
era la máxima autoridad talmúdica de su tiempo, Saadia se vale de esta fuente
de la tradición judía en comparativamente escasas ocasiones, al parecer porque
deseaba derrotar con sus propias armas a los caraítas, que solo consideraban
vinculante la Ley Escrita”.
Con el tiempo se impuso el judaísmo rabínico, siguiendo los pasos de Saadia. Lo
logró adaptándose solo lo justo para restar fuerza a los argumentos caraítas. El
golpe de gracia lo asestó Moisés Maimónides, el destacado talmudista del
siglo XII. Debido a su actitud tolerante hacia los caraítas, con quienes había
vivido en Egipto, y a su convincente erudición, se ganó su admiración y debilitó la
posición de sus propios líderes.
El movimiento caraíta pierde fuerza
Al carecer de unidad y de un plan de resistencia bien organizado, el movimiento
caraíta perdió fuerza y seguidores. Con el tiempo, los caraítas modificaron sus
criterios y principios. Leon Nemoy, autor especializado en el movimiento caraíta,
escribe: “Aunque en teoría el Talmud seguía proscrito, se fueron introduciendo
calladamente muchos preceptos talmúdicos en la ley y las costumbres caraítas”.
Los caraítas perdieron en esencia su objetivo original y adoptaron gran parte del
judaísmo rabínico.
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