Leyendo las Escrituras queda por demás claro que la propuesta del

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JUEVES EUCARÍSTICO Y SACERDOTAL – 2 DE OCTUBRE DE 2014
DE LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA EVANGELII GAUDIUM
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Leyendo las Escrituras queda por demás claro que la propuesta del Evangelio
no es sólo la de una relación personal con Dios. Nuestra respuesta de amor
tampoco debería entenderse como una mera suma de pequeños gestos personales dirigidos a algunos individuos necesitados, lo cual podría constituir una caridad a la carta,
una serie de acciones tendentes sólo a tranquilizar la propia conciencia. La propuesta es el
Reino de Dios (Lc 4,43); se trata de amar a Dios que reina en el mundo. En la medida en que Él
logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos. Entonces, tanto el anuncio como la experiencia cristiana tienden a provocar
consecuencias sociales. Buscamos su Reino: Buscad ante todo el Reino de Dios y su justicia, y todo lo
demás vendrá por añadidura (Mt 6,33). El proyecto de Jesús es instaurar el Reino de su Padre; Él
pide a sus discípulos: ¡Proclamad que está llegando el Reino de los cielos! (Mt 10,7).
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El Reino que se anticipa y crece entre nosotros lo toca todo y nos recuerda aquel
principio de discernimiento que Pablo VI proponía con relación al verdadero
desarrollo: «Todos los hombres y todo el hombre».1 Sabemos que «la evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se
establece entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre».2 Se trata del criterio de
universalidad, propio de la dinámica del Evangelio, ya que el Padre desea que todos los hombres se salven y su plan de salvación consiste en «recapitular todas las cosas, las del cielo y las de la
tierra, bajo un solo jefe, que es Cristo» (Ef 1,10). El mandato es: «Id por todo el mundo, anunciad la
Buena Noticia a toda la creación» (Mc 16,15), porque «toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios» (Rm 8,19). Toda la creación quiere decir también todos los aspectos de la
vida humana, de manera que «la misión del anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo tiene un destino
universal. Su mandato de caridad abraza todas las dimensiones de la existencia, todas las personas, todos los ambientes de la convivencia y todos los pueblos. Nada de lo humano le puede resultar extraño»3. La verdadera esperanza cristiana, que busca el Reino escatológico, siempre genera historia.
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Las enseñanzas de la Iglesia sobre situaciones contingentes están sujetas a mayores o nuevos desarrollos y pueden ser objeto de discusión, pero no podemos
evitar ser concretos […] Los Pastores, acogiendo los aportes de las distintas ciencias, tienen derecho a emitir opiniones sobre todo aquello que afecte a la vida de las personas,
ya que la tarea evangelizadora implica y exige una promoción integral de cada ser humano. Ya
no se puede decir que la religión debe recluirse en el ámbito privado y que está sólo para
preparar las almas para el cielo. […] De ahí que la conversión cristiana exija revisar «especialmente todo lo que pertenece al orden social y a la obtención del bien común».4
Carta enc. Populorum progressio (26 marzo 1967), 14: AAS 59 (1967), 264.
Pablo VI, Exhort. ap. Evangelii nuntiandi (8 diciembre 1975), 29: AAS 68 (1976), 25.
3 V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento de Aparecida (29 junio 2007),
380.
4 Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Ecclesia in America (22 enero 1999), 27: AAS 91 (1999), 762.
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Por consiguiente, nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin
opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos. ¿Quién pretendería encerrar en
un templo y acallar el mensaje de san Francisco de Asís y de la beata Teresa de Calcuta? Ellos
no podrían aceptarlo. Una auténtica fe –que nunca es cómoda e individualista– siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra. Amamos este magnífico planeta donde Dios nos ha puesto, y
amamos a la humanidad que lo habita, con todos sus dramas y cansancios, con sus anhelos y
esperanzas, con sus valores y fragilidades. La tierra es nuestra casa común y todos somos hermanos. […]
PARA EL DIÁLOGO CON EL SEÑOR…
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[180-181] La propuesta del Evangelio trata de amar a Dios que reina en el mundo. Son muchas las ocasiones en que intentamos valorar nuestro amor a Dios por nuestra participación
en las oraciones, en los sacramentos, en nuestras devociones… Sin embargo, aquí el Papa
Francisco nos provoca una pregunta: ¿Basta solo eso para medir nuestro amor a Dios? Al final, todas esas prácticas no son más que el comienzo para un amor que se desborda en todos
los hombres. ¿Cómo estoy viviendo la virtud de la Caridad en mi vida? ¿Me conformo solo
con dar alguna limosna y rezar por los que lo necesitan, o estoy dispuesto a poner en juego
mi vida para extender el Reino de Dios, que es el Reino de la Caridad?
- [182-183] La fe que desea cambiar el mundo. Otro de los aspectos más claros a la hora de vivir nuestra Caridad es el deseo de cambiar la realidad en la que estamos viviendo. Sin embargo, ahora corremos un grave riesgo: lo que el Papa Francisco llama la globalización de la indiferencia. ¿Cómo reacciono cuando contemplo en las noticias el sufrimiento de las personas?
¿Cómo reacciono cuando ese sufrimiento lo tengo cerca de mi vida? ¿Tengo el deseo de cambiar esta sociedad, esta nación, esta ciudad, este barrio… en el que se desarrolla mi vida? Para que esto cambie, necesitamos convertirnos en los protagonistas del cambio, no en meros
espectadores. Y para eso, ¿estoy dispuesto a poner en juego mi vida para extender el Reino
de Dios en el lugar en el que vivo?
ORACIÓN DE LA PAZ (SAN FRANCISCO)
Señor, haz de mí un instrumento de tu paz:
donde haya odio, ponga yo amor, donde haya
ofensa, ponga yo perdón, donde haya discordia,
ponga yo unión, donde haya error, ponga yo
verdad, donde haya duda, ponga yo la fe, donde
haya desesperación, ponga yo esperanza, donde
haya tinieblas, ponga yo luz, donde haya tristeza, ponga yo alegría. Oh Maestro, que no busque yo tanto ser consolado como consolar, ser
comprendido como comprender, ser amado como amar. Porque dando se recibe, olvidando se
encuentra, perdonando se es perdonado, y muriendo se resucita a la vida eterna. Amén.
ORACIÓN PARA APRENDER A AMAR
(BEATA TERESA DE CALCUTA)
Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que
necesite comida; cuando tenga sed, dame al-
guien que precise agua; cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor. Cuando sufra,
dame alguien que necesita consuelo; cuando mi
cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz
del otro; cuando me vea pobre, pon a mi lado
algún necesitado. Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos; cuando
sufra humillación, dame ocasión para elogiar a
alguien; cuando esté desanimado, dame alguien
para darle nuevos ánimos. Cuando quiera que
los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión; cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien
pueda atender; cuando piense en mí mismo,
vuelve mi atención hacia otra persona. Haznos
dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos;
dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan
de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo. Amén
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