El Sagrado Corazón de Jesús

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El Sagrado Corazón de Jesús
Solemnidad
¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido
Lc 15,3-7
ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 32,11-19)
Los proyectos de su corazón, de edad en edad, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en
tiempo de hambre.
ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso, al celebrar la solemnidad del Corazón de tu Hijo Unigénito, recordamos los
beneficios de tu amor para con nosotros; concédenos recibir de esta fuente divina una inagotable
abundancia de gracia.
o bien
Oh Dios que en el Corazón de tu Hijo, herido por nuestros pecados, has depositado infinitos tesoros
de caridad, te pedimos que, al rendirle el homenaje de nuestro amor, le ofrezcamos una cumplida
reparación.
PRIMERA LECTURA (Ez 34,11-16)
Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré sestear
Lectura del Profeta Ezequiel
Así dice el Señor Dios:
«Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro.
Como sigue el pastor sigue el rastro de su rebaño, cuando se encuentra las ovejas dispersas,
así seguiré yo el rastro de mis ovejas; y las libraré,
sacándolas de todos los lugares donde se desperdigaron el día de los nubarrones y dela oscuridad.
Las sacaré de entre los pueblos, las congregaré de los países,
las traeré a la tierra, las apacentaré en los montes de Israel, por las cañadas y por los
poblados del país.
Las apacentaré en pastizales escogidos, tendrán sus dehesas en lo alto de los montes de Israel,
se recostarán en fértiles dehesas y pastarán pastos jugosos en la montaña de Israel.
Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré sestear —oráculo del Señor
Dios—.
Buscaré las ovejas perdidas, haré volver a las descarriadas,
vendaré a las heridas, curaré a las enfermas;
a las gordas y fuertes las guardaré y las apacentaré como es debido.»
SALMO RESPONSORIAL (Sal 22 , 1-3a. 3b-4. 5. 6 (R.: 1)
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.
SEGUNDA LECTURA (Rm 5, 5b-11)
La prueba de que Dios nos ama
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos
Hermanos: El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se
nos ha dado. En efecto, cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, Cristo, en el tiempo fijado,
murió por los impíos —difícilmente se encuentra uno que quiera morir por un justo; puede ser que
se esté dispuesto a morir por un hombre bueno—, pero la prueba del amor que Dios nos tiene nos
la ha dado en esto: Cristo, murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores. Y ya que ahora
estamos justificados ahora por su sangre, con más razón seremos por él de la cólera. En efecto, si
cuando éramos todavía enemigos de Dios fuimos reconciliados con él por la muerte de su Hijo, con
más razón, reconciliados ya, seremos salvados por su vida. Más aun, ponemos nuestro orgullo en
Dios, por nuestro Señor Jesucristo por el que ahora hemos recibido la reconciliación.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO (Mt 11, 29ab)
R/. Aleluya, Aleluya
Cargad con mi yugo y aprended de mí —dice el Señor—, que soy manso y humilde de corazón.
R/. Aleluya, Aleluya
O bien (Jn 10, 14)
Yo soy el buen Pastor —dice el Señor—, conozco mis ovejas, y las mías me conocen.
EVANGELIO (Lc 15, 3-7)
¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido
Lectura del santo evangelio según san Lucas
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos y letrados esta parábola: «Si uno de vosotros tiene cien
ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta
que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar
a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que
se me había perdido." Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que
se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.»
Se dice “Credo”
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Mira, Señor, el amor del corazón de tu Hijo, para que este don que te ofrecemos sea agradable a tus
ojos y sirva para el perdón de nuestras culpas.
PREFACIO
El corazón de Cristo fuente de la salvación
En verdad es justo y necesario es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor.
El cual por amor sincero se entregó por nosotros, y elevado sobre la cruz hizo que de su corazón
traspasado brotaran, con el agua y la sangre, los sacramentos de la Iglesia; para que así, acercándose
al corazón abierto del Salvador, todos puedan beber con gozo de la fuente de la salvación.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles y todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno
de tu gloria:
Santo, Santo, Santo…
ANTÍFONA DE COMUNIÓN (Jn 7,37-38)
Dice el Señor: el que tenga sed, que venga a mí; el que cree en mí, que beba. De sus entrañas
brotarán fuentes de agua viva.
o bien (Jn 19,34)
Uno de los soldados con la lanza le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Este sacramento de tu amor, Dios nuestro, encienda en nosotros el fuego de la caridad que nos
mueva a unirnos más a Cristo y a reconocerle presente en los hermanos.
Lectio
La fiesta litúrgica del Sagrado Corazón de Jesús se inspira en uno de los símbolos más ricos de la
Biblia: el corazón, que en la mentalidad bíblica es la parte más interior de la persona, la sede de las
decisiones, sentimientos y proyectos. El corazón indica lo inexplorable y lo profundamente oculto
de alguien, su ser más íntimo y personal.
La solemnidad de hoy nos induce a la contemplación del rasgo característico de nuestro Dios: el
Amor. Esta solemnidad que nace precisamente de su pecho traspasado por la lanza en la Cruz (cfr.
Jn 19,34) la Iglesia, Pueblo de Dios, la celebra como Sagrado corazón de Jesús.
La liturgia nos ofrece hoy el texto del evangelista Lucas 15,3-7, que relata la parábola de la Oveja
Perdida. Detengámonos un poco en el contexto.
Jesús va de camino a Jerusalén: “Jesús atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras
caminaba hacia Jerusalén (cfr. Lc 13,22-35). Por el camino además de enseñar también cura a un
hidrópico en sábado (cfr. Lc 14, 1-4). Como interlocutores tanto de su enseñanza como testigos de
la curación están los jefes de los fariseos y precisamente están –como siempre– al acecho de qué
hace o no hace Jesús. Jesús que se da cuenta de todo porque su mirada va más allá siempre, al fondo
del corazón de las personas, les enseña sobre la elección de los asientos en una fiesta y de los
invitados en el contexto de una invitación a un banquete (cfr. Lc 14, 7-24). En seguida expone la
necesidad de renunciar a sus bienes y a cargar con su cruz quien quiera seguirlo y, la manera de ser
eficaz (cfr. Lc 14, 26-34).
Todo este contexto concluye con la murmuración de los fariseos y los escribas como lo describe el
comienzo del capítulo 15. Ante esta murmuración, Jesús les expone la Parábola de la Oveja Perdida,
que introduce las ya conocidas «parábolas de la misericordia» que constituyen la expresión del
sentimiento de Dios Padre por el ser humano. Aquí está el significado último de la encarnación y de
la vida de Jesucristo en el mundo: la salvación de todos, Judíos y Griegos, esclavos o libres,
hombres o mujeres, pero sobre todo la de los pecadores.
Jesús comienza con una pregunta directa a sus oyentes: ¿Quién de ustedes…? Es una pregunta que
necesariamente implica una respuesta negativa. En la lógica humana ninguno es capaz de dejar
noventa y nueve ovejas por una sola. Ninguno se comportaría como el Buen pastor, como el mismo
Jesucristo. Su amor por nosotros, por todos, manifiesta la verdad de Dios, lo que es capaz de hacer
por su amor por la humanidad: sus acciones, sus sentimientos de Pastor, su búsqueda a costa de lo
que sea, el compartir el gozo del hallazgo con los amigos. Este es el verdadero rostro de Dios como
Pastor bueno, Padre misericordioso.
Lc 15, 4: ¿Quién de ustedes que tiene cien ovejas, si se pierde una de ellas no deja las noventa y
nueve en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? El cien nos simboliza la
perfección, lo divino. Es una pista para ayudarnos a entender cómo son los designios divinos del
Padre, maneja una lógica distinta a la nuestra, no es que no se interese por las otras noventa y
nueve, es que ya las tiene, en términos humanos aseguradas, porque Jesús mismo lo dijo: “Yo soy el
buen Pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí” Jn 10, 14. “Mis ovejas escuchan mi
voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás y nadie las
arrebatará de mi mano” Jn 10, 27-28. Está su palabra dada y su Palabra es la Verdad, por eso no
duda en dejar las noventa y nueva, y ¿por qué en el desierto?
El desierto, es el lugar de la tentación (cfr. Mc 1, 12-13; Mt 4,1; Lc 4,1) pero a la vez es la prueba
que el mismo Señor venció a Satanás, por lo tanto no hay temor de dejar a sus ovejas allí, porque Él
mismo ya había vencido al Tentador y dio ejemplo a sus ovejas, es decir a nosotros de no ceder a la
tentación. Por tanto el desierto se convierte en lugar de victoria, de encuentro con el Señor. Quizá,
mientras el Buen Pastor regresaba con su oveja perdida, las otras estaban en encuentro personal con
el Padre. Por esta razón al final de esta perícopa aparece la expresión: “…habrá más alegría en el
cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos, que no tengan necesidad
de conversión”. En otras palabras, las noventa y nueve ya están con el Padre.
…Y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra. Al Pastor no le importa irse lejos,
aventurarse, pasar peligros, a Él le importa la situación en la que la oveja se pueda encontrar: el
peligro de la perdición definitiva, el no gozar de la vida en plenitud, porque su único interés es: “Yo
les doy vida eterna” Jn 10, 28. Así constatamos que Él sabe lo que hace y lo que dice por Amor. El
Buen Pastor se va con la seguridad que sus noventa y nueve ovejas no se van a perder y con la
seguridad de encontrar a la que se había perdido y el por qué la respuesta es sencilla, porque Él las
conoce y da la vida por ellas, y quiere llevarlas a verdes praderas, conducirlas hacia aguas
tranquilas… Sal 23.
Lc 15, 5 y cuando la encuentra la pone contento sobre su hombro, sabe que está cansada, que no
sabía hacia dónde se dirigía, estaba desorientada, asustada, desprotegida. Esta expresión nos hace
recordar la actitud que tienen los padres con sus hijos pequeños, cuando ya se sienten cansados del
camino, piden que se les lleve en hombros, los papás asienten y estos pequeños se sienten los
dueños del mundo, además experimentan una seguridad tal en sus padres que saben que nada les
puede pasar ahí en ese alto lugar en el que pueden ver mejor todo y sobre todo descansar.
Lc 15,6 llegando a casa convoca a los amigos y vecinos y les dice: alegraos conmigo porque he
hallado la oveja que se me había perdido”. La alegría del hallazgo es tal que es motivo de convocar
a todos sus amigos para compartir la alegría y, lo interesante de este verso es que el Buen Pastor en
ningún momento reprocha el desvío de la oveja, ni se expresa ante sus vecinos: la que se perdió,
sino que Él asume la responsabilidad como propia se me había perdido de paso reitera que es de su
propiedad.
Lc 15, 7 Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se
convierta que por noventa y nueve justos, que no tengan necesidad de conversión. Esta es la
conclusión final. Dios Padre tiene infinita misericordia con la humanidad, le envió a su único Hijo
para llevarla a casa, no importó el precio que tuvo que pagar: su propia vida.
Nosotros podemos hoy celebrar no sólo con gozo y alegría la solemnidad del Sagrado Corazón de
Jesús sino con gratitud, porque entregó su vida por nosotros pero antes de hacerlo, nos buscó y nos
sacó de la situación en la que andábamos: en peligro, errantes, alejados del Rebaño y en tantas otras
situaciones que cada uno de nosotros conocemos, pero sobre todo, el Buen Pastor conoce. Ahora
nuestra situación de pecado, de lejanía, no nos aterroriza, al contrario nos da paz y tranquilidad
porque sabemos que no salimos de esa situación por nuestros méritos sino gracias a su búsqueda, a
su comprensión a la hora del encuentro y la ternura con la que nos lleva al redil: en sus hombros.
Ahora nos queda la pregunta: ¿cómo respondemos a su Amor? ¿Nos dejamos buscar por Él?
¿Reconocemos su voz cuando nos llama en el momento que estamos desorientados? ¿Intentamos
seguirlo inmediatamente escuchamos nuestro nombre o lo evadimos? Sea cual sea nuestra
respuesta, Él está siempre en nuestra búsqueda y en nuestra espera, porque: “habrá más alegría en el
cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos, que no tengan necesidad
de conversión”.
Y nuestro compromiso: mientras meditamos esta perícopa hemos asumido nuestra situación
personal sintiéndonos esa ‘oveja perdida’ pero sobre todo, recuperada por el Buen Pastor. Nos
queda asumir los sentimientos de su corazón misericordioso para con los demás. Que no nos
olvidemos que también estuvimos errantes, alejados del redil y así no juzguemos ni condenemos a
nadie. Que también podemos ser Buen Pastor para nuestros hermanos tan necesitados de Dios.
Concluyamos este encuentro con la Palabra orando con el salmo 102
Bendice alma mía al Señor
Y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice alma mía al Señor
Y no olvides sus beneficios.
Él perdona todos tus pecados
y cura todas tus enfermedades
Él rescata tu vida de la fosa.
Y te colma de gracia y de ternura;
Él sacia de bienes tus anhelos
Y como un águila se renueva tu juventud.
El Señor es compasivo y misericordioso
Lento a la ira y rico en clemencia;
No está siempre acusando
Ni guarda rencor perpetuo;
No nos trata como merecen nuestros pecados
Ni nos paga según nuestras culpas.
Como un Padre siente ternura por sus hijos,
Siente el Señor ternura por sus fieles;
Porque Él sabe de qué estamos hechos,
Se acuerda que somos barro.
Apéndice
Magisterio papal reciente
Desde que el papa Pío XII publicó su encíclica Haurietis aquas, varios de sus sucesores han
tratado del culto al sagrado corazón de Jesús. El papa Pablo VI, en su carta apostólica
titulada Las innumerables riquezas de Cristo (6 de febrero de 1965), recomendaba esta
devoción como un medio excelente de honrar al mismo Jesús, y hacía notar la relación
íntima entre esta devoción y el misterio eucarístico: "Deseamos especialmente que el
corazón de Jesús sea honrado por una participación más intensa en el sacramento del altar,
puesto que el mayor de sus dones es la eucaristía". Pablo VI contaba esta devoción entre las
fórmulas populares de piedad que el concilio Vaticano II quería promover, porque no podía
por menos de alimentar una piedad auténtica hacia la persona de Cristo. Estaba, además, en
armonía con la liturgia, porque precisamente en el corazón de Jesús tiene la liturgia su
origen y su vida; desde ese corazón el sacrificio de expiación se elevó hacia el Padre eterno.
Juan Pablo II, en su primera encíclica, Redemptor hominis (4 de marzo de 1979), que trata
del misterio de la redención, tiene la siguiente expresión: "La redención del mundo -este
tremendo misterio de amor en el cual la creación se renueva- es en su raíz más profunda la
plenitud de la justicia en un corazón humano, el corazón del Hijo primogénito, para que
pueda ser justicia en el corazón de muchos seres humanos, predestinados desde la eternidad
en el Hijo primogénito a ser hijos de Dios y llamados a la gracia y al amor".
En una audiencia general, el 20 de junio del mismo año, el santo Padre habló
abundantemente de la devoción al sagrado corazón, cuya fiesta estaba a punto de
celebrarse. "Hoy, anticipando la fiesta de ese día, junto con vosotros, deseo volver los ojos
de nuestros corazones hacia el misterio de ese corazón. Me ha hablado desde mi juventud.
Cada año vuelvo a este misterio en el ritmo litúrgico del tiempo de la Iglesia".
Es característico del papa Juan Pablo hablar del corazón de Cristo asociándolo con todo
corazón humano. Es un caso de "cor ad cor loquitur", "el corazón habla al corazón". El
corazón es un símbolo que habla del hombre interior y espiritual. El corazón humano,
iluminado por la gracia, está llamado a comprender las "insondables riquezas" del corazón
de Cristo. San Juan el apóstol, san Pablo y los místicos de todos los tiempos, han
descubierto por sí mismos y han compartido con otros esas mismas riquezas espirituales.
Pero Jesús atrae a todos hacia su corazón, se revela a ellos, les habla al corazón, vive en sus
corazones por la fe y quiere ser rey de ellos no por el ejercicio de la fuerza, sino con
suavidad y amor.
Por fin, en una nota litúrgica, el papa explica cómo esta fiesta incluye y resume el ciclo
litúrgico: "Así, al final de este ciclo fundamental de la Iglesia, la fiesta del sagrado corazón
de Jesús se presenta discretamente. Todo el ciclo está incluido definitivamente en él: en el
corazón del Hombre-Dios. De él irradia también cada año la vida entera de la Iglesia".
VINCENT RYAN
Pascua, Fiestas del Señor
Paulinas, Madrid-1987, pág. 118-132
1. K. RAHNER, Escritos de Teología III, Taurus, Madrid 1961, 370ss.
2. O.c., 376.
De las Obras de san Buenaventura, obispo
Y tú, hombre redimido, considera quién, cuál y cuán grande es éste que está pendiente de la cruz
por ti. Su muerte resucita a los muertos, su tránsito lo lloran los cielos y la tierra, y las mismas
piedras, como movidas de compasión natural, se quebrantan. ¡Oh corazón humano, más duro eres
que ellas, si con el recuerdo de tal víctima ni el temor te espanta, ni la compasión te mue- ve, ni la
compunción te aflige, ni la piedad te ablanda!
Para que del costado de Cristo dormido en la cruz se formase la Iglesia y se cumpliese la Escritura
que dice: Mirarán a quien traspasaron, uno de los soldados lo hirió con una lanza y le abrió el
costado. Y fue permisión de la divina providencia, a fin de que, brotando de la herida sangre y
agua, se derramase el precio de nuestra salud, el cual, manando de la fuente arcana del corazón,
diese a los sacramentos de la Iglesia la virtud de conferir la vida de la gracia, y fuese para los que
viven en Cristo como una copa llenada en la fuente viva, que brota para comunicar vida eterna.
Levántate, pues, alma amiga de Cristo, y sé la paloma que labra su nido en los agujeros de la peña;
sé el pájaro que encuentra su casa y no deja de guardarla; sé la tórtola que esconde los polluelos
de su casto amor en aquella abertura sacratísima. Aplica a ella tus labios para que bebas el agua
de las fuentes del Salvador. Porque ésta es la fuente que mana en medio del paraíso y, dividida en
cuatro ríos que se derraman en los corazones amantes, riega y fecunda toda la tierra.
Corre con vivo deseo a esta fuente de vida y de luz quienquiera que seas, ¡oh alma amante de
Dios!, y con toda la fuerza del corazón exclama:
«¡Oh hermosura inefable del Dios altísimo, resplandor purísimo de la eterna luz! ¡Vida que
vivificas toda vida, luz que iluminas toda luz y conservas en perpetuo resplandor millares de luces,
que desde la primera aurora fulguran ante el trono de tu divinidad!
¡Oh eterno e inaccesible, claro y dulce manantial de la fuente oculta a los ojos mortales, cuya
profundidad es sin fondo, cuya altura es sin término, su anchura ilimitada y su pureza
imperturbable!
De ti procede el río que alegra a la ciudad de Dios. Recrea con el agua de este deseable torrente
los resecos labios de los sedientos de amor, para que con voz de regocijo y gratitud te cantemos
himnos de alabanza, probando por experiencia que en ti está la fuente de la vida y tu luz nos hace
ver la luz.»
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