TEMAS PRINCIPAL Y SECUNDARIOS

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TEMAS PRINCIPAL Y SECUNDARIOS
El núcleo temático de esta obra plantea el sometimiento del instinto natural femenino a las
rígidas normas de la moral y las conveniencias dentro de una sociedad que, en materia
sexual, niega a las mujeres lo que permite a los hombres. Esta represión tiene consecuencias
trágicas, pues el deseo sexual aparece como una fuerza elemental derrotada irremisiblemente por
unos poderes superiores, arbitrarios e irracionales.
Este tema central remite a una idea más amplia, con valor universal: el conflicto entre la realidad y
el deseo (Belanich), es decir, la frustración del deseo como destino fatal del género humano, cuya
única solución es la muerte. De ahí que hablemos de necesidad de la tragedia. Para Lorca, morir es
el gran fracaso del hombre, pero al mismo tiempo la única forma de liberación digna ante una
opresión brutal y absurda.
Las raíces de la frustración podían situarse en un doble plano: metafísico y social. Parece
evidente que La casa de Bernarda Alba nos remite fundamentalmente al segundo plano, el social,
con un fuerte componente moral.
Las diferencias sociales actúan como determinantes (¡Cada clase tiene que hacer lo suyo!), pero
Lorca ha advertido con lucidez adelantándose en el tiempo, las limitaciones que provienen del
sexo (de ambos motivos nos ocuparemos más adelante).
La casa contiene, además, un alcance metafísico: la inevitabilidad de lo que nos viene impuesto por
naturaleza, la tediosa vuelta de los tiempos (meses, estaciones, años), el eterno retorno, engendran
un pesimismo sustancial:”Las cosas se repiten. Yo veo que todo es una terrible repetición. Y ella
tiene el mismo sino de su madre y abuela”.
Se ha dicho también que el tema central de la obra es el enfrentamiento entre una moral autoritaria,
rígida y convencional (representada por Bernarda) y el deseo de libertad (encarnado por María
Josefa y Adela). Son dos fuerzas enfrentadas que Ruiz Ramón denomina “principio de autoridad y
principio de libertad”. Este tema central se diseña en La casa de Bernarda Alba como lucha entre un
sistema patriarcal de valores, el del Dios del Antiguo Testamento, basado en la violencia y en la
inflexibilidad de los principios y el que Cristo instauró, regido por el amor y la libertad (son éstas ideas
de Lorca a las que acude habitualmente en sus escritos juveniles).
En La casa, Bernarda se esfuerza por gobernar una cárcel en la que Adela representa la subversión.
Bernarda encierra las dos dimensiones que la divinidad posee en toda mitología: la del Dios-creador
y la del Dios juez; no sólo lo deja ver su comportamiento, sino que lo afirma expresamente. En
escena se presenta con el “bastón de poder” y exigiendo silencio (primera y última palabra que
pronuncia), que implica la obediencia a sus normas, en la que prima la fuerza e imperan las
apariencias. El autoritarismo de Bernarda se manifiesta también en la imposición de un luto de
ocho años, decisión que provoca una protesta de Magdalena, pero sofocada de inmediato (Aquí se
hace lo que yo mando. Ya no puedes ir con el cuento a tu padre. Además, marca rígidamente el
comportamiento que han de mantener sus hijas en relación con los hombres y restablece el orden
cuando sus hijas discuten (No os hagáis ilusiones de que vais a poder conmigo (Acto I); Hasta que
salga de esta casa con los pies adelante mandaré en lo mío y en lo vuestro (Acto I); ¡Silencio digo!
(…) Todavía no soy anciana y tengo cinco cadenas para vosotras. En fin, todas las mujeres han de
someterse a su disciplina: (Aquí no se vuelve a dar un paso que yo no sienta (Acto II); Mi vigilancia lo
puede todo (Acto III).
Adela, por el contrario, encarna un sistema abierto en el que se valora sentimiento y la libertad, identificado
con Jesús y con el poeta; se caracteriza con “la corona de espinas”, y se expone a que todo el pueblo se levante
contra ella, al igual que sucedió con Cristo. Al final del segundo acto, el episodio de la hija de la Librada, que
trae a la memoria el de la lapidación de la adúltera en el Evangelio, da la ocasión para que Bernarda y Adela
dejen ver su pensamiento. Pide la madre “que pague la que pisotea su decencia” con un castigo que aplique la
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ley del talión: “Carbón ardiendo en el sitio de su pecado, mientras que la hija, conforme a la nueva moral, quiere
que quede libre: “¡Que la dejen escapar!
Este enfrentamiento continúa y Adela, alentada por la atracción del Romano, se siente cada vez más
fuerte, a pesar de su desamparo (Dios me ha debido dejar sola en medio de la oscuridad), que
recuerda el abandono de Jesús en la cruz. En el momento culminante de su ascensión “(arrebata el
bastón a su madre y lo parte en dos) ¡Aquí se acabaron las voces de presidio! Esto hago yo con la
vara de la dominadora. No dé usted un paso más. En mí no manda más que Pepe”; pero no tarda en
ser vencida y se entrega a la muerte en una especie de sacrificio ritual en el que expía la violación
del orden.
Pero el tiempo de la libertad es efímero. Con el subsiguiente suicidio de Adela- último signo de
rebelión en defensa de una libertad imposible- se ciega para sus hermanas el camino de la libertad.
Otra vez se impone la sombría y oscura dominación de Bernarda y sus hijas se ven condenadas a
vivir encerradas sin la más mínima esperanza. Si alguna de ellas tuviera la tentación de soñar con el
amor o con la libertad, se le haría presente el amargo final de Adela por haberse atrevido a desafiar
la autoridad de Bernarda.
María Josefa se rebela a través de su locura, única vía de escape para un personaje maltratado y
enclaustrado en su habitación. Sin embargo, su locura le da fortaleza para proclamar sus anhelos de
libertad, enfrentarse a Bernarda y denunciar su tiranía y el sometimiento de las otras mujeres.
En síntesis, la opresión y el autoritarismo de Bernarda provoca dos respuestas en busca de la
libertad: la locura de María Josefa y el suicidio de Adela. En otras palabras, el drama representa la
lucha y la derrota de la vida fecunda contra la muerte inútil, de la libertad contra la tiranía, de lo
natural contra lo convencional
Entre los temas secundarios o motivos sobresalen:
a) EL AMOR SENSUAL O LA BÚSQUEDA DEL VARÓN:
El dominio tiránico de Bernarda, que impone un riguroso luto, impide cualquier posibilidad de que sus
hijas entablen una relación amorosa. La irrupción en su mundo cerrado de Pepe el Romano
desencadenará las pasiones.
Desde que conocemos la propuesta del Romano se intuye el conflicto entre las hermanas: Angustias
sueña con su boda; Martirio se enamora del Romano y sufre por no poder atraer su atención; Adela
llega a mantener relaciones íntimas.
La presencia del hombre -como búsqueda y deseo del varón- y la pasión amorosa se concretan por
dos caminos diferentes:
- Por medio de referencias y alusiones a historias amorosas acaecidas fuera de escena: alusiones de
la criada a los requiebros del difunto marido de Bernarda; referencias a Paca la Roseta, a la hija
de la Librada, que ha tenido un hijo de soltera, a los orígenes de Adelaida, a los segadores, etc.
- Por medio de vivencias auténticas de los personajes: La pasión de Adela se manifiesta, ya en el
primer acto, a través de diferentes indicios, algunos de carácter simbólico (abanico de flores rojas
y verdes, que simbolizan amor y pasión; el traje verde...). En el segundo acto ella misma define
su pasión como un fuego en su interior cuya causa es la fuerza del destino, que la priva de
libertad y juicio. En el acto tercero continúan las alusiones (caballo semental) hasta afirmar,
finalmente, su libertad amorosa.
- También en las demás hermanas aparece el deseo de amar: Martirio, cuya pasión secreta
despiertan sus celo y envidias; Angustias, que ya en el funeral va al encuentro de los hombres,
despertando la cólera de su madre; Amelia y Magdalena, que también participan del mismo
deseo, pero sin que apenas haya lugar para que expresen sus sentimientos.
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b) LA HIPOCRESÍA (EL MUNDO DE LAS FALSAS APARIENCIAS):
La preocupación por la opinión ajena, el deseo de aparentar lo que no se es, y, en definitiva, la
hipocresía que enmascara y oculta la realidad se manifiesta de distintas maneras: Obsesión por la
limpieza, que cobra un carácter simbólico (blancura de las habitaciones, por ej.); el temor a la
murmuración marca la conducta de Bernarda, que llega a ocultar a su madre de cuya locura se
avergüenza; las hijas se quejan de que sus vidas estén condicionadas por la opinión ajena. Martirio
es, junto a Bernarda, la que rige más directamente su comportamiento por la necesidad de aparentar.
Finalmente, tras el suicidio de Adela, Bernarda quiere ocultar la realidad y aparentar que nada
extraño ha sucedido.
c) EL ODIO Y LA ENVIDIA:
Estos sentimientos dominan las relaciones humanas: Entre Bernarda y las criadas, entre Bernarda y
los vecinos, entre las hermanas... Toda la obra está repleta de pasajes en los que se manifiesta el
odio: mediante las acotaciones, los insultos, las insinuaciones, las expresiones directas...
Este odio tiene diversas fuentes: los deseos de amar y de ser libres y la imposibilidad de alcanzarlos
impulsan a las hijas de Bernarda; la desigualdad y la injusticia social provocan estos sentimientos en
las criadas; la rigidez y el orgullo clasista e hipócrita de Bernarda atraen el odio de las mujeres del
pueblo.
d) EL ORGULLO DE CASTA. LA INJUSTICIA SOCIAL
El orgullo de casta, aunque ello conlleve aislamiento y la falta de libertad por la obligación de
someterse a las rígidas normas de las convenciones sociales, las tensiones de la sociedad de su
época, la injusticia, las diferencias sociales, la moral tradicional y, en fin, la condición de la
mujer en la sociedad de la época son otros temas secundarios que conectan con el tema principal y
que Lorca pone de manifiesto a lo largo de toda la obra, especialmente en el primer acto.
Bernarda es el personaje que encarna el orgullo de casta. Se siente superior respecto a las criadas,
a quienes trata de manera despótica, y respecto a los habitantes del pueblo, a quienes desprecia.
Parte de la tensión dramática de la obra resulta de la rotunda negativa de Bernarda a consentir que
sus hijas contraigan matrimonio con los mozos del pueblo: “No hay en cien leguas a la redonda quien
se pueda acercar a ellas. Los hombres de aquí no son de su clase ¿Es que quieres que las entregue
a cualquier gañán? (Acto I).
Las referencias al contraste entre riqueza y miseria, la protesta por la desigualdad tanto social como
económica son frecuentes en la obra:
. PONCIA.- “Le quedan cinco mujeres, cinco hijas feas, que quitando a Angustias, la mayor, que es la
hija del primer marido y tiene dineros, las demás, mucha puntilla bordada, muchas camisas de hilo,
pero pan y uvas por toda herencia”.
. CRIADA.- ¡Ya quisiera tener lo que ellas!
. CRIADA.-Suelos barnizados con aceite, alacenas (…) para que traguemos quina las que vivimos en
las chozas de tierra con un plato y una cuchara
En el estrato social más elevado se sitúa Bernarda y su familia; a continuación, la Poncia; después,
la Criada; y, finalmente, en una posición ínfima, la miseria humana representada por la Mendiga.
A lo largo de la obra, y, especialmente, durante el primer acto, que es cuando el dramaturgo está
presentando el ambiente, la situación, Lorca pone de manifiesto las tensiones de la sociedad de su
época. Denuncia la injusticia y las diferencias sociales, la conciencia y orgullo de clase y la crueldad
que preside las relaciones de la sociedad.
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Las relaciones humanas están jerarquizadas y dominadas por la crueldad y la mezquindad del que
ocupa el estrato superior con quien se encuentra en una posición inferior, y por la sumisión resignada
teñida de odio- de quienes están en los escalones inferiores hacia Bernarda, que ocupa el lugar más
elevado:
Bernarda -> Poncia -> Criada -> Mendiga
Riqueza-----------------------> Miseria
La desigualdad social provocará, en cierta medida, el drama, puesto que Pepe el Romano elegirá a
Angustias precisamente por su fortuna.
e) LA MARGINACIÓN DE LA MUJER
Para denunciar la marginación de la mujer en la sociedad de su época, Lorca enfrenta dos modelos
de comportamiento femenino:
- El basado en una moral relajada: Paca la Roseta, la prostituta a la que contratan los segadores, y
la hija de la Librada. Estas mujeres llevan una vida de aparente libertad, pero todas ellas son
condenadas moralmente y marginadas, e incluso se llega, en el caso de la tercera, a la condena
física.
- El basado en una determinada concepción de la decencia: las hijas de Bernarda. En este caso el
comportamiento implica una sumisión a las normas sociales y convencionales, que discriminan
a la mujer en beneficio del hombre.
Desde el principio, Bernarda impone a sus hijas un determinado comportamiento que corresponde,
de una parte, a su condición de mujeres, y, de otra, a su nivel económico acomodado. Esta situación
de desigualdad implica: trabajo centrado en el cuidado de la casa, desigualdad ante la ley, negación
de cualquier impulso amoroso, sumisión familiar al varón...
A partir del linchamiento de la hija de la Librada, podemos comprobar cómo Adela va identificándose
progresivamente con las mujeres del primer grupo.
f) LA HONRA
Ligado al tema de las apariencias y vinculado al tema del amor, se desarrolla en la obra la problemática de la
honra. Bernarda se mueve guiada por unos principios convencionales y rígidos -apoyados en la tradición-, que
exigen un comportamiento público inmaculado, es decir una imagen social u honra limpia e intachable.
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