En estos tiempos en los que se habla insistentemente de crisis

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2010 11 03 – Medallas de Oro a las Bellas ArtesAltezas reales, Alcaldesa, Presidente de la junta, Presidente de la diputación,
Amigas y amigos
En estos tiempos en los que se habla insistentemente de crisis,
cuando vemos gente desasosegada que busca una forma de
enderezar su ánimo, me acuerdo de una historia que parece una
fábula.
En los años setenta, el rey de un lejanísimo país de Asia, Bután,
decidió que las magnitudes económicas con las que normalmente
solemos medir la prosperidad de las sociedades, resumidas todas
ellas en el Producto Interior Bruto, no servían para medir lo
verdaderamente importante: el bienestar de los ciudadanos. Por
eso decidió que a partir de ese momento en Bután se emplearía
otro cálculo: la Felicidad Interior Bruta.
Reflexionaba el soberano que para aumentar el Producto Interior
Bruto hay que tomar medidas que a veces nos hacen desdichados
mientras que para aumentar la Felicidad Interior Bruta, en
cambio, sólo pueden tomarse medidas que garanticen nuestra
dicha y la cohesión social.
No es tan loca su idea. Ya Robert Kennedy hablaba en los años
sesenta de la falacidad del PIB como vara de medir las políticas y
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hoy el premio príncipe de Asturias zymunt bauman, un señor
bastante serio, nos invita también a cuestionarlo.
Me he acordado de esta historia porque creo que los premiados
que nos acompañan hoy y esas Bellas Artes que representan son
uno de los indicadores más significativos de la Felicidad Interior
Bruta de España. Su sensibilidad y su talento, su audacia y su
imaginación, tienen el poder de construir reinos que, además de
aumentar el Producto Interior Bruto, aspiran, como este Gobierno,
a la plenitud de sus ciudadanos.
Quizás estos reinos parezcan necesariamente Reinos al Revés,
como los que escribió una de las premiadas, María Elena Walsh,
pero seguro que son reinos posibles.
Y es que con frecuencia los reinos mas poéticos y fantasiosos
tienen su origen en la realidad más cotidiana. De ella le vino a
Roser Capdevilla la iluminación. El nacimiento de sus tres hijas
—una felicidad auténticamente bruta— le inspiró para crear Las
tres mellizas, con su rebeldía y su nobleza.
Tanto a Capdevilla como a la siguiente premiada se les fue la
mano al dibujo desde niñas, y el tiempo profesionalizó su pasión
haciendo de su trabajo nuestro disfrute. Pura Campos fue de las
pocas mujeres que impulsó el renacimiento del tebeo en España.
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Eran los años setenta y el éxito de ventas de Esther y su mundo
avanzaba un nuevo modelo de mujer más abierto, independiente y
urbano para unas jóvenes que entonces salían del franquismo.
Comprender ese inexorable paso del tiempo y guiarnos por él a
través de los medios de comunicación de masas es esencial para
poder vislumbrar la sociedad en la que vivimos y ser capaces de
entender qué mecanismos activan la Felicidad Interior Bruta que
estamos buscando. En eso, Román Gubern es un gran maestro. Su
bibliografía encierra estudios pioneros y brillantes sobre el
lenguaje del cómic y sobre la historia del cine.
Un cine que no se entendería hoy sin el trabajo Reyes Abades,
quien —de manera intuitiva— fue aprendiendo de la experiencia
y de la observación la naturaleza secreta de la lluvia, del viento,
del fuego y de la caída leve de un pañuelo. Su destreza e ingenio
aplicados a los efectos especiales cinematográficos llevan
cuarenta años haciendo real lo que parece imposible.
María Elena Walsh, Roser Capdevila, Pura Campos, Román
Gubern y Reyes Abades han hilado con hilos muy distintos la
emoción. Nadie sabe en qué parte del cuerpo está la emoción. ¿En
el corazón, en el cerebro, en los ojos? Pero sí sabemos que esa
emoción, esos sueños trabados por el arte, nos hacen mejores y
nos conceden la dignidad que deseaba el rey de Bután.
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La labor de difusión de las humanidades que realiza desde hace
décadas José Manuel Gómez y Rodríguez de Pumarada, en su
calidad de Presidente del Grupo Anaya, merece más que
sobradamente la medalla que hoy le entregamos. La dedicación
que bajo su batuta ha consagrado el grupo Anaya a nuestros niños
y jóvenes, editando libros cuidados y rigurosos, es parte del
progreso cultural de nuestro país. Y su proyección internacional
contribuye de un modo muy destacado a la presencia de España
en el mundo.
La entrega a los demás a través de las artes es uno de los capitales
que más engrosan la cuenta de resultados de la Felicidad Interior
Bruta. Y es que hay quienes aseguran que el arte es el mejor canto
a la vida, y que quienes sienten pasión por la vida acaban siendo
recompensados por ella.
Eso lo sabe bien Julio Iglesias, que llegó a la música por
accidente, para recomponer su ánimo y aliviar sus sueños rotos.
Hoy podemos decir orgullosos que es el artista que más discos ha
vendido en el mundo en lengua española y uno de los diez que
más lo ha hecho en cualquier lengua. Pero aún más importante
que eso es la cuantía de los sentimientos que ha inspirado. Para
eso canta.
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El Hortelano también se entregó sin freno al arte —a la pintura en
su caso— para sobrevivir a una convalecencia. Con el tiempo se
ha convertido en uno de los pintores españoles más destacados de
su generación. Su obra sacraliza con emoción lo cotidiano y
expresa la contemporaneidad con romanticismo, con delicadeza y
con desmesura.
También hay desmesura —gozosa desmesura— en la música de
Kiko Veneno, otro enamorado de la vida que a estas alturas ya
debe saber que no hay hombres invisibles cuando comparten
ratitos de gloria. Él lo ha hecho como pocos, dando pasos en la
reinvención del flamenco junto con Camarón o los hermanos
Amador, y haciendo de sus ritmos y sus letras poesía arrancada de
un día cualquiera.
Un día cualquiera. Uno de esos días en los que no pasa nada pero
en los que siempre hay música. Qué haríamos sin la música. Qué
haríamos sin Radio 3. Una emisora que nació de noche para
iluminar el talento y la cultura y que se ha convertido, más que en
una referencia, en un refugio, en una cálida cueva en la que
resguardarse. Apartada aparentemente del vértigo del mundo y de
las modas comerciales, Radio 3 perdura para guiarnos.
Y es que si fuéramos capaces de diferenciar la línea que separa el
valor del precio, si confundiéramos el talento con el éxito y no se
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abordase la cultura con riesgo, habrían desaparecido de la historia
del arte muchos de sus genios.
Beatriz de Moura interiorizó esta moraleja cuando en 1969,
arrastrada por la curiosidad y el coraje, fundó Tusquets Editores
con tres metas: “Reivindicar las vanguardias del siglo XX, incidir
en el debate cultural del momento y publicar a los nuevos y
jóvenes valores españoles e hispanoamericanos”. Eso ha estado
haciendo desde entonces. Eso también pesa en la balanza de la
felicidad: no basta con el talento, si es un talento sin afectos.
El arte de Eugenia Balcells fue por delante del tiempo, pero llegó
al mismo lugar: a la agitación y a la belleza. No puede entenderse
su obra sin el salto al vacío que supone toda renovación del
lenguaje creativo. Cada una de sus obras es una reivindicación
plena de la fantasía, del poder de lo imaginario para arrojar luz
sobre el presente, demasiado lleno de juegos de mercado y de
estereotipos.
Estereotipos que también ayuda a combatir la fotógrafa Isabel
Muñoz, que ha sabido situar su obra en el filo de lo hermoso y de
lo abominable, entre los márgenes de la emoción y la denuncia.
En sus imágenes nos revela el cielo y el infierno con una técnica
artesanal de enorme belleza. Su obra, delicada y brutal, es un
minucioso, sincero y cercano estudio del ser humano.
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Tan valiente es mirar a los ojos de lo que somos como arrimarse
al toro para domesticar con él el miedo. Es lo que hace Luis
Francisco Esplá, descubriendo y dominando el argumento de la
lidia, ampliando su repertorio y dándole sentido a cada gesto,
como si fuera un eslabón —un eslabón de oro— de la historia de
su propia saga y de la tauromaquia en su conjunto.
Porque las raíces, el sentimiento de que formamos parte de una
tradición, son algo más que una referencia o un punto de
equilibrio. Forman parte de nuestra identidad y de nuestro reposo.
La Duquesa de Alba supo asentarse sobre sus raíces. Heredó la
sensibilidad y la pasión por el arte, comprometiéndose con su
excepcional legado y apoyando, conservando y ampliando los
bienes culturales que forman parte de su patrimonio familiar.
Rafael Castejón también sabe bien cuál es el paisaje que le
pertenece. Ha dedicado toda su vida a la zarzuela, tanto en España
como en Hispanoamérica, y aún es considerado una de las voces
más destacadas de este género. Ha sabido, además, junto con su
mujer, transmitir su conocimiento y su pasión a sus hijos Jesús,
Rafa y Nuria Castejón, una generación que está renovando la
zarzuela dentro y fuera de nuestro país.
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Porque las tradiciones no son inmóviles. Están hechas con manos
distintas y voces distintas. Y para ser preservadas deben ser
puestas al día. Eso es lo que representa Castañer, cuyos zapateros
artesanos aceptaron en 1960 el encargo de Yves Saint Laurent de
hacer las primeras alpargatas de cuña, y desde entonces han
seguido adivinando la modernidad en un calzado tradicional del
siglo XVII para llevarlo desde Banyoles al mundo.
La internacionalización ya es una pieza angular de nuestra
cultura, en todas sus manifestaciones. Ningún paso que demos
para conseguirla será en falso, y menos si los da Ana Laguna, una
bailarina memorable y prestigiosa por su vinculación al Cullberg
Ballet y por su trabajo junto a Mats Ek o Barisnikov.
Ese aplauso se repite en todos los confines cuando baila y
coreografía Joaquín Cortés, que ha conseguido reescribir la danza
española con creatividad e imaginación. Su danza mestiza, que
desde las raíces echa flores de muchas variedades, le ha llevado,
nos ha llevado a todos, por los grandes teatros del mundo.
Tan importante es la aportación que ambos bailarines han hecho
como la que hacen a nuestra cultura, a la cultura de España,
artistas que nacieron en otras partes, como el italiano Andrea
D’Odorico o los argentinos Juan Gatti y Ángel Pavlovsky.
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Hace décadas que D’Odorico es una de las personalidades más
destacadas del teatro en nuestro país, ya sea como escenógrafo o
como productor teatral, impulsando las artes escénicas,
recuperando textos clásicos y poniendo forma a las quimeras de
otros con calidad, rigor, compromiso y riesgo.
La impronta que ha dejado Juan Gatti en el cartelismo
cinematográfico y de la moda de este país, junto a Pedro
Almodóvar, Jesús del Pozo, Sybilla, Zara o Loewe, sólo es
comparable con el volumen de su trabajo. Para ser un genio fugaz
hay que tener talento; para ser un genio prolífico hay, además,
que trabajar duro. Moderno y experimental, infatigable ese es
Gatti.
Como infatigable es Ángel Pavlovsky cuyo atrevimiento e ironía
nos enseñaron a conocer el límite de nuestros prejuicios y de
nuestras libertades. Hoy Pavlovsky vive ya en su tiempo, pero
hace décadas, cuando empezó con sus espectáculos de
transformismo, vivió en una época que aún no había llegado. Y
para eso hay que ser muy valiente.
Eso, ser valiente, es lo que lleva toda su vida haciendo Cristina
Rota. Saca, como una escultora, de cada uno de sus alumnos lo
que está oculto. Ella sólo concibe la interpretación, como
profesora y como actriz, “agitando, movilizando, mejorando,
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elevando con pensamiento, concepto, coraje y pasión para
contestar a esa llamada”, a esa gran llamada que es la vocación.
Y eso que, al parecer, el arte no siempre nace por vocación.
También se hace uno artista —y artista grande— por accidente o
casi por distracción. Eso le ocurrió a Rosa María Sardá, que de
niña pasaba el rato haciendo teatro y, casi sin darse cuenta, llegó a
profesional.
Roberto Bolaño decía que el humor es una forma pura de
inteligencia, lo mas próximo a la felicidad, al amor y a la
revolución. Parecería que hizo la definición pensando en Joan
Gracia, Paco Mir y Carles Sans, Tricicle. Ellos son unos maestros
de la pantomima y la onomatopeya, unos arlequines del absurdo y
de la sorpresa. Su surrealismo lleva treinta años cumpliendo su
objetivo: hacernos pensar, haciendonos reír.
No estamos en Bután, sino en Jerez. Pero los indicadores de la
Felicidad Interior Bruta, si tomamos como medida a los
galardonados que nos acompañan hoy son extraordinarios.
Enhorabuena a todos, y muchas gracias.
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