13 La soledad del presidente El amor todo lo disculpa

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REHILETE
LACRONICA.COM
Mexicali, B.C.
JORGE ZEPEDA PATTERSON
@jorgezepedap
www.jorgezepeda.net
La soledad del presidente
La trayectoria reciente de Peña Nieto es un
poco como la del equipo tricolor de Osorio
en la Copa América. Un poco de suerte y
algunos aciertos produjeron una racha de
éxitos sorprendentes, aunque a la postre resultaron engañosos. El presidente llegó a la
cúspide de su carrera sin realmente haber
sido probado por la vida. Creció en un hogar
acomodado y protegido por una familia emparentada con los poderosos. Cargó el maletín de Arturo Montiel durante años, un padrino que lo convertiría en gobernador de
su estado. Y luego del fracaso de doce años
de gobiernos panistas, era el priista que se
encontraba en el lugar correcto (titular del
Edomex) en el momento adecuado (2012). El
temor a López Obrador y el desencanto por
los panistas le dieron el mínimo necesario
de votos para alcanzar la presidencia. Y al
arranque de su gestión, el optimismo desinformado de muchos mexicanos le concedieron 18 meses de tregua, casi de luna de miel.
Después de eso, el despeñadero.
Con la selección de futbol de Osorio pasó
algo similar. No se sabía muy bien a qué jugaba el director técnico pero todos festejaron que empatara el récord de partidos invicto y que su defensa fuese prácticamente
impenetrable. Cuando se enfrentó a Chile
hace unos días, sólo había recibido dos goles en diez partidos. Los comentaristas pregonaban que México era el único que podía
disputar a Argentina la conquista del campeonato. En eso estábamos cuando Chile
nos metió un 7-0, apenas en cuartos de final;
la peor goliza desde hace medio siglo.
La tragedia futbolística dura hasta el siguiente campeonato, con ese u otro técnico.
En política, en cambio, estamos atorados
para los siguientes dos años y medio. Y Peña Nieto ya no sabe a qué jugar.
No sólo ha perdido la estrella que le condujo por caminos alfombrados hasta el trono. Hoy parece maldecido por el infortunio,
además del flagelo permanente que resultan de sus errores de cálculo o de sus fallidos controles de daño.
La reforma petrolera, la pretendida joya de sus propuestas, que desencadenaría
la inversión extranjera y dinamizaría la
economía, duerme el sueño de los justos
por un infame precio internacional del barril. Un contexto internacional desfavorable ha desinflado cualquier posibilidad de
convertir a las exportaciones en el disparador del crecimiento.
Lo demás tiene que ver sobre todo con los
errores. En la mezcla de viejo y nuevo PRI
que Peña Nieto incorporó al poder, acabó
imponiéndose una mala versión de la cla-
se política tradicional. Con todas las mañas
pero con muy poco del viejo oficio. Operadores políticos como Emilio Gamboa Patrón
o César Camacho, coordinadores en las cámaras, son los de siempre salvo que el enriquecimiento y los privilegios acumulados
los despojaron de las intuiciones o la sensibilidad política que alguna vez tuvieron.
La corrupción ha superado todas las cotas anteriores, o por lo menos esa es la percepción de la opinión pública. La inseguridad es más alta que antes y los territorios
perdidos frente al crimen organizado lejos
de recuperarse se han ensanchado.
El presidente está más solo que nunca.
La derecha conservadora sigue molesta por
lo que consideran una disparatada “ocurrencia” del ejecutivo al solicitar la despenalización del consumo de drogas y, sobre
todo, por la apertura al matrimonio homosexual. Los empresarios se encuentran
ofendidos por la burda maniobra de aplicarles la ley 3 de 3, para impedir que sigan exigiendo limpieza y transparencia de parte de
la clase política. Y dentro del PRI cada vez
son más los cuadros y operadores regionales que consideran que los excesos del grupo Los Tolucos, que encabeza el presidente,
es en gran medida el responsable de la debacle del partido.
Y eso es en el terreno de los “aliados”.
En los otros frentes las cosas están peor.
La irritación de los sectores sociales desfavorecidos se manifiesta de muchas maneras. Desde los linchamientos cada vez más
frecuentes que dan salida a la rabia popular, hasta la proliferación endémica de marchas y bloqueos de carreteras. En cierta forma el país que gobierna Peña Nieto con sus
normas, instituciones y empleados, es sólo
una fracción de México. La economía informal crece año con año, el desencanto con
las instituciones se profundiza (por ejemplo
hoy las víctimas denuncian menos delitos
en proporción que el año pasado) y el poder
se ha fraccionado a lo largo del territorio.
Frente a este panorama el presidente se
ha encerrado en su burbuja. Su visión del
mundo es la que lee en el telepromter y cada
vez confía menos en sus colaboradores. Aurelio Nuño le había asegurado que controlaría a los maestros y hoy son un incendio;
Osorio Chong ha sido incapaz de atenuar la
inseguridad y la violencia; Videgaray irrita a la iniciativa privada una y otra vez. Un
presidente que sólo espera que alguien, por
piedad, pite el final del partido. Los espectadores, todos nosotros, también.
* El autor es periodista y analista político.
LA VOZ
DEL PAPA
JOSÉ MARTÍNEZ COLÍN
[email protected]
El amor todo lo disculpa
1) PARA SABER
Termina el Himno de la Caridad
con cuatro expresiones que abarcan la totalidad. La primera dice
que el amor “lo disculpa todo”. Significa que no hemos de juzgar, ni
criticar, ni de culpar a nadie. Nuestro Señor lo recuerda: “No condenéis y no seréis condenados” (Lc
6,37). O en palabras del apóstol
Santiago: “No habléis mal unos de
otros, hermanos” (St 4,11).
Dice el Papa Francisco que muchas veces se olvida que la difamación puede ser un gran pecado,
una seria ofensa a Dios, cuando
afecta gravemente la buena fama
de los demás. Pues difamar significa dañar su “fama” cuando se
habla mal de los demás, haciéndolos quedar mal, aunque sea verdad
lo que se dice.
2) PARA PENSAR
Se cuenta que había una vez un
hombre que calumnió grandemente a un amigo suyo, todo por la envidia que le tuvo al ver el éxito que
este había alcanzado.
Tiempo después se arrepintió de
la ruina que trajo con sus calumnias a ese amigo, y visitó a san Felipe Neri, a quien le dijo: "Quiero
arreglar todo el mal que hice a mi
amigo. ¿Cómo puedo hacerlo?", a lo
que respondió el santo: "Toma un
saco lleno de plumas ligeras y pequeñas y suelta una por una por
donde vayas".
El hombre muy contento por
aquello tan fácil tomó el saco lleno
de plumas y al cabo de un día las
había soltado todas.
Volvió con san Felipe y le dijo:
"Ya he terminado", a lo que le contestó: "Esa es la parte más fácil.
Ahora debes volver a llenar el saco
con las mismas plumas que soltaste. Sal a la calle y búscalas".
El hombre se sintió muy triste,
pues sabía lo que eso significaba y
no pudo juntar casi ninguna.
Al volver, le dijo San Felipe: "Así
como no pudiste juntar de nuevo
las plumas que volaron con el viento, así mismo el mal que hiciste voló de boca en boca y el daño ya está
hecho. Lo único que puedes hacer
es pedirle perdón a Dios y a tu amigo, pues no hay forma de revertir lo
que hiciste".
3) PARA VIVIR
En la vida familiar, y en cualquier
convivencia, es común observar los
defectos o errores de los demás. Y
por ser defecto, es natural no querer que hubiera tal defecto. Pero un
hecho desagradable hace la totalidad de esa relación ni de esa persona. El otro no es solo eso que a mí
me molesta. Es mucho más que eso.
Por la misma razón, no podemos exigir que el amor de los demás sea perfecto. Nos aman como
son y como pueden, con sus límites, pero que su amor sea imperfecto no significa que sea falso o que
no sea real. Es real, pero limitado
y terreno… el amor vive con la imperfección, la disculpa todo y sabe
guardar silencio ante los límites del
ser amado. Por ello la debilidad y
errores de los demás no hay que sacarlos de contexto ni agrandarlos.
Dice el Papa Francisco que los
esposos que se aman y se pertenecen, hablan bien el uno del otro, intentando mostrar el lado bueno del
cónyuge más allá de sus debilidades y errores… guardan silencio
para no dañar su imagen y saben
colocar esos defectos, debilidades y
errores en su contexto, recordando
que son solo una parte, no la totalidad del otro. Pues un hecho desagradable en la relación no es la totalidad de esa relación. Teniéndolo en
cuenta facilitará la convivencia con
los demás.
* El autor es sacerdote, Ingeniero en Computación por la UNAM y Doctor en Filosofía
por la Universidad de Navarra.
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