cuba-venezuela: interdependencia y control

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PROYECTO CUBA-VENEZUELA
Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos
Universidad de Miami
Septiembre, 2007
CUBA-VENEZUELA: INTERDEPENDENCIA Y CONTROL
Dr. Eugenio Yánez*
Resulta relativamente sencillo comprender que sí Hugo Chávez envía hacia La Habana 92,000
barriles diarios de petróleo en condiciones altamente preferenciales, subsidiado, y con peculiares
formas de pago a través de servicios médicos y profesionales en general, está en condiciones de
ejercer determinada influencia en las decisiones del régimen cubano.
De lo anterior se desprende el error, común en infinidad de análisis, de que el régimen de los
sucesores en La Habana carga con una onerosa dependencia económica y política hacia el
bolivarianismo chavista que le impide actuar con independencia y le arrastrará tras la aventura
continental del teniente coronel.
Sin embargo, tanto el petróleo como la masiva ayuda multilateral de Hugo Chávez al régimen de
La Habana se desarrolla en condiciones diferentes a las existentes en Bolivia, Argentina,
Paraguay, Ecuador o Nicaragua, donde el abrazo chavista compromete a sus gobernantes con una
gratitud ideológico-política determinada, a la que no está obligada Cuba en las mismas
condiciones.
Para Chávez, la supervivencia de la llamada revolución cubana más allá de la ahora precaria vida
de su fundador es una condición sine qua non, imprescindible a su aura de heredero, porque si el
proyecto se desmoronara en La Habana junto con su Comandante las posibilidades de expandirlo
en América Latina y el Caribe, bajo el ropaje ideológico de socialismo del siglo XXI, se verían
drásticamente reducidas, o tal vez imposibilitadas.
Más aún, Hugo Chávez depende absolutamente del régimen de La Habana para poder desarrollar
su agenda dictatorial indefinidamente, pues sin la asesoría represiva altamente sofisticada que los
cubanos han puesto a su disposición y perfeccionan continuamente le resultaría extremadamente
difícil quebrar definitivamente las instituciones democráticas venezolanas y establecerse como
caudillo en los próximos veinte años, según él mismo declara, aunque los precios del petróleo
continúen aumentando indefinidamente..
No son solamente los médicos, maestros, entrenadores y trabajadores sociales cubanos
establecidos en Venezuela a través de los convenios de colaboración quienes apuntalan al
chavismo bolivariano, aunque son la parte visible del iceberg y, ciertamente, si fueran retirados
del país dejarían al gobierno chavista sin un mecanismo que le garantiza popularidad y apoyo a
lo largo del país.
Sin embargo, son las fuerzas de seguridad y los militares, junto a los mecanismos del
“aseguramiento político” del partido y la “vigilancia revolucionaria”, las que han ido
apuntalando silenciosamente un poder cada vez más dictatorial y unipersonal, que paso a paso
barre con la oposición y las instituciones civiles.
Cada vez que el presidente Chávez anuncia que tomará una medida, y siempre las anuncia, que
coacta la democracia o debilita las instituciones, desde ocupación de tierras a cierre de emisoras
o control de divisas, la primera respuesta de la oposición venezolana, demasiado cándida y
desunida, es expresar que eso sería imposible, porque el pueblo venezolano jamás permitiría una
cosa así: se está escuchando hace años sin que, sin embargo, eso haya detenido al teniente
coronel en su avance paso a paso hacia la dictadura.
La colaboración cubana con el régimen bolivariano para apuntalar los mecanismos represivos y
de control del poder no es reciente ni tiene que ver con el estado de salud de Fidel Castro: se
decidió después de abril del 2002, cuando Hugo Chávez fue sacado del poder de forma
relativamente fácil, y tuvo que intervenir Fidel Castro, aprovechando un conjunto de
imprecisiones y burdos errores de los conjurados para restablecerlo en el poder.
A partir de entonces, mientras Carlos Lage o Felipe Pérez Roque hablaban públicamente en
Caracas, se sucedían continuamente discretas visitas de los generales Abelardo Colomé Ibarra
(“Furry”), Julio Casas Regueiro, Carlos Fernández Gondín y Eduardo Delgado, y del
contralmirante Julio César Gandarilla, todos a cargo de los aparatos cubanos de inteligencia y
seguridad de las fuerzas armadas y el ministerio del Interior, para establecer y desarrollar la
poderosa red de inteligencia y contrainteligencia al servicio de Chávez, no de Venezuela.
Como la lealtad de los mandos militares a Chávez no podía considerarse por descontada, ni las
funciones de la inteligencia militar de la fuerza armada venezolana suponían el control operativo
y represión de opositores al gobierno, desarrollar el mecanismo represivo insertado en las
unidades militares era mucho más complejo e ineficaz que lo que había sido, por ejemplo, en
Angola, Congo Brazzaville o Mozambique.
A diferencia de la asesoría clásica que la KGB soviética brindaba a los países satélites, o la Stassi
alemana a diferentes países “hermanos” tercermundistas, donde siempre se insertaban los
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“asesores” en las redes establecidas en cada país, en Venezuela la asesoría cubana estableció,
paralelamente a la inserción de “consejeros” en los aparatos de inteligencia militar venezolanos,
una Unidad de Contrainteligencia Independiente (UCI), bajo el control absoluto del mando
cubano.
De tal forma, mientras la “asesoría” en inteligencia y contrainteligencia funcionaba en el mismo
esquema que el que pudiera establecerse por cualquier colaboración civil en los Ministerios de
Comercio o Salud Pública, esta UCI actuaba paralelamente como “Big Brother”, para mantener
la vigilancia y control de los oficiales y altos oficiales venezolanos que pudieran representar un
peligro potencial para el régimen de Hugo Chávez, y simultáneamente confeccionar los
expedientes de la oficialidad “idónea” para promociones y nombramientos en los mandos
decisivos.
Más allá, este “ministerio del Interior” en miniatura podría desarrollar el esquema de
establecimiento de una selecta red de colaboradores secretos, reclutar agentes y designar
personas de confianza, así como definir elementos de interés operativo más allá de la fuerza
armada, en las instituciones de gobierno y administración estatal, donde, por definición
funcional, no llegaban los organismos militares ni de orden interior.
Esta actividad operativa secreta, junto a proyectos de carácter abierto y “público” como el
establecimiento del documento permanente de identidad (con el consiguiente aparato de
identificación personal), la “vigilancia revolucionaria” de los círculos bolivarianos, los controles
del cambio de divisas o las continuas presiones sobre los órganos de prensa, contribuyen más al
afianzamiento del régimen que todas las riquezas de las arcas venezolanas.
Aunque el petróleo se disparara a más de cien dólares el barril, sin la actividad de estos
mecanismos de “control” discretamente establecidos y desarrollados después de abril del 2002,
las posibilidades de Hugo Chávez de mantenerse indefinidamente en el poder se verían
sustancialmente reducidas.
Los sofisticados mecanismos de represión y control funcionan en el país sin saberlo la mayoría
de los venezolanos, pues la falta de experiencia en las características de los controles totalitarios
dificulta darse cuenta de la magnitud de la asfixia de opciones hasta que resulta demasiado tarde.
Siendo tan evidente la presencia de médicos, maestros o entrenadores deportivos, se ve como
lógico que haya también militares y “segurosos” en la colaboración cubana radicada en
Venezuela.
Y no se sabe por muchos que algunos de los “dentistas”, “planificadores”, “médicos” o
“ingenieros pecuarios”, según rezan sus pasaportes cuando entran al país, son oficiales de los
comités militares, secciones políticas, técnica operativa o departamentos de cuadros, que van
cerrando el cerco sobre las instituciones gubernamentales y estableciendo una burocracia
gubernamental promovida en base a la lealtad y no a la competencia, que garantiza la aplicación
de las decisiones del caudillo.
En los mecanismos de la seguridad personal y el equipo médico presidencial está siempre la
inevitable presencia cubana: todos los movimientos del presidente, lo que pregunta y lo que dice,
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hasta lo que piensa, su estado de ánimo o sus dolencias y estado de salud siempre son
informaciones al alcance “del aparato”, que las utilizará en dependencia de sus intereses y
objetivos.
Cuando Fidel Castro estaba al frente de los destinos de Cuba, la estabilidad del hijo pródigo
bolivariano estaba garantizada mientras besara el anillo del padrino y enviara sus tributos en
forma de petróleo o recursos de todo tipo, recibiendo a cambios servicios profesionales que se
garantizaban recortando la atención a la población cubana, pero ni Raúl Castro ni sus generales,
el verdadero equipo de poder en la Cuba de hoy, sienten hacia el presidente Chávez la
admiración paternal o de megalómano del Comandante en Jefe hacia súbditos leales.
El desarrollo de la producción del petróleo cubano, tanto en tierra como bajo el mar, y la muy
recientemente reactivada colaboración con Angola, ofrecen alternativas económicas a los
sucesores para sostenerse durante dos o tres años manejando con guantes de seda las relaciones
con Venezuela, pero en la medida que se sientan capaces de seguir adelante sin depender
exclusivamente de la generosidad bolivariana las relaciones irán pasando de la “indestructible
hermandad” a la “colaboración mutuamente ventajosa”.
No necesariamente chocarán, ni parece necesario que haga falta, pues Cuba depende todavía del
petróleo venezolano y los incontables subsidios, que se acercan a los que ofrecieron los
soviéticos por décadas, pero el espectro del experimento “socialista” en la economía y las
aventuras continentales del teniente coronel tiene al generalato cubano en alerta: todos vienen de
vuelta de esas experiencias y saben que no funcionan.
Cuba bajo Raúl Castro se dirige hoy con mentalidad militar, aunque no necesariamente con
métodos militares totalmente: pero analizar variantes es una parte intrínseca de esa mentalidad
militar. Cuando se acercaban las últimas elecciones presidenciales la parte cubana se aseguró de
que, con independencia de los resultados electorales, no se crearía un vacío en los suministros
hacia Cuba que paralizaran su funcionamiento: pragmatismo elemental y nada emocional, el
petróleo como combustible no tiene ideología.
La vulnerabilidad del régimen de los sucesores hacia el apoyo chavista es real y temporal, pero
no absoluta ni en una sola dirección, y mientras las cosas estén en su lugar por ambas partes
podrán mantenerse de esa manera por varios años.
Si los sucesores logran fortalecerse y desarrollar la economía, lo que han ido haciendo paso a
paso en más de un año, esta vulnerabilidad se irá reduciendo paulatinamente, y Chávez podrá
seguir gritándole al “imperio” en el norte y a sus “hermanos” en el sur, pero nunca a La Habana.
No parece probable que en circunstancia alguna un exabrupto chavista intentara presionar al
régimen cubano con interrupción total o recortes repentinos de los actuales suministros
petroleros y los subsidios, porque la imagen mesiánica de Chávez en América Latina no puede
darse ese lujo.
Pero en el improbable evento que el régimen venezolano cometiera ese error estratégico, Cuba
tiene sobre el terreno en toda Venezuela fuerzas, medios y recursos para revertir la situación: lo
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demostraron en Angola hace casi treinta años, cuando facciones del propio MPLA quisieron
deponer al mandatario apoyado desde La Habana.
Y si fuera estratégicamente imprescindible para la supervivencia del régimen de los sucesores,
esos mecanismos cubanos en Venezuela podrían hasta propiciar o establecer un nuevo Mesías
bolivariano.
* Eugenio Yánez, PhD en Economía, Lic.Ciencias Políticas, ex-Profesor de la Universidad de La
Habana. Coautor de "Jaque al Rey: La muerte de Fidel Castro" y "Secreto de Estado: Las
primeras doce horas tras la muerte de Fidel Castro". Editor de Cubanálisis-El Think-Tank
(www.cubanalisis.com)
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