DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

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DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD. SOLEMNIDAD
Ex 34,4-6.8-9; 2 Co 13,11.13; Jn 3,16-18 El Dios del amor y de la paz
Hemos terminado el Tiempo Pascual. Hoy celebramos la fiesta
de la Santísima Trinidad. La Trinidad es el gran Misterio de nuestra fe.
«La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y
la comunión del Espíritu Santo esté siempre con vosotros». Esta
frase de san Pablo, que usamos como saludo al principio de la misa,
es una profesión de fe trinitaria.
Del Hijo se resalta la gracia, el don de la salvación, porque en Él
la vida se ha hecho plenitud de gracia y de gracias. Todo lo hemos
recibido de Él y por Él.
Del Padre se recuerda el amor, que es la misma esencia de
Dios, su nombre, un manantial inagotable e infinito.
Del Espíritu se subraya la comunión, esa común-unión divina
que es el amor compartido en la Trinidad y derramado en nuestros
corazones.
El Papa Benedicto XVI comenta: «... Gracias al Espíritu Santo,
que ayuda a comprender las palabras de Jesús y guía a la verdad
completa, los creyentes pueden conocer, por decirlo así, la intimidad
de Dios mismo, descubriendo que Él no es soledad infinita, sino
comunión de luz y de amor, vida dada y recibida en un diálogo eterno
entre el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo, como dice San Agustín,
Amante, Amado y Amor...»
“Dios no es soledad, sino comunión perfecta. Por este motivo, la
persona humana, imagen de Dios, se realiza en el amor, que es el
don sincero de sí mismo...» (Benedicto XVI, Ángelus, 22 de mayo de 2005).
Dios es amor (1Jn 4, 8). Dios es vida hecha amor. Dios es
relación, comunidad, familia, amistad; y paz, unión, comunión de
vida, presencia santificante."Quien no ama no conoce a Dios" (1Jn
4,8).
El Evangelio de hoy lo subraya: «Tanto amó Dios al mundo
que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los
que creen en Él ... Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para
condenar el mundo, sino para que el mundo se salve por Él».
La mayor tristeza es que Dios no sea conocido y amado, cuando
es la verdad y el amor; que se le tema y se le margine, cuando es
clemente, misericordioso y compasivo; un Dios cercano y manantial
de vida eterna.
La liturgia de este domingo nos invita a
* una sabrosa contemplación del misterio inefable de nuestro
Dios;
* a reconocer su presencia y su huella en nuestra vida, porque
llevamos el sello de la Trinidad;
* a ser iconos vivos de la Trinidad, viviendo en unidad y
comunión.
Sí hermanos: Dios es amor. Es comunión y vida. Es
Trinidad. Padre, Hijo, Espíritu Santo.
El Padre es el Amante, el Hijo el Amado. El Espíritu Santo
es el Amor. Amor, Amante, Amado.
Nuestra vocación mas profunda es la comunión. La unidad.
La solidaridad.
Hay muchas personas solitarias. Mucha soledad compartida.
Una gran parte de la sociedad es de solitarios.
Procura salir de ti mismo.
Nuestra vocación como seres humanos es ser sociables,
comunicarnos, abrirnos. Acoger. Sin juzgar. Con comprensión,
respeto y caridad.
Cuando participamos en la vida de Dios, amamos y, cuando
amamos, participamos en la vida de Dios. “Si nos amamos unos a
otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en
nosotros a su plenitud” (I Jn 4,12),
En este Domingo tenemos un recuerdo agradecido por los
monjes y monjas que son “el pulmón espiritual de la sociedad... Su
situación en medio de las ciudades, contribuye a que estas no se
ahoguen espiritualmente en su actividad frenética” (Benedicto XVI).
Ellos y ellas, en la vida contemplativa, se entregan a Dios y rezan
por nosotros. “Se trata, nos dice el Arzobispo, de corresponder y de
orar por los que oran por nosotros, pedir que no les falten
vocaciones, y promover la vida de oración y la dimensión
contemplativa en nuestras parroquias”.
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