El Cuidado de los Pequeñuelos

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Capítulo 44
El Cuidado de los
Pequeñuelos
Actitudes correctas en la que amamanta
El mejor alimento para el niño el que
suministra la naturaleza. No debe privársele de él
sin necesidad. Es muy cruel que la madre, por
causa de las conveniencias y los placeres sociales,
procure libertarse del desempeño de su ministerio
materno de amamantar a su pequeñuelo.
El período durante el cual el niño es nutrido por
su madre es crítico. A muchas madres, mientras
amamantaban a sus pequeñuelos, se les ha
permitido trabajar en exceso y afiebrarse la sangre
cocinando. El mamante quedó gravemente
afectado, no sólo por la nutrición afiebrada del
pecho materno, sino que su sangre fue envenenada
por el régimen malsano de la madre, que inflamó,
todo su organismo y con ello afectó la alimentación
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del niño. Este quedará también afectado por la
condición mental de la madre. Si ella es desdichada
e irritable, si se agita fácilmente y es dada a ataques
de ira, la nutrición que el niño recibe del pecho
materno será inflamada, y con frecuencia producirá
cólicos y espasmos, y en algunos casos
convulsiones y ataques.
También el carácter del niño se ve afectado en
mayor o menor medida por la naturaleza del
alimento que recibe de su madre. Cuán importante
es, pues, que mientras la madre amamante a su hijo
se mantenga en condición mental feliz, teniendo
perfecto dominio de su propio ánimo. Si obra así,
la nutrición del niño no sufrirá perjuicio, y la
conducta serena de la madre dueña de sí en el trato
que da a su hijo contribuirá mucho a amoldar la
mente del niño. Si éste es nervioso y se agita con
facilidad, la actitud cuidadosa y reposada de la
madre ejercerá una influencia suavizadora y
correctora, y mejorará mucho la salud del infante.
Cuanto más tranquila y sencilla la vida del
niño, más favorable será para su desarrollo físico e
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intelectual. La madre debería procurar siempre
conservarse tranquila, serena y dueña de sí misma.
El alimento no reemplaza la atención
Los infantes han sufrido mucho por haber sido
tratados incorrectamente. Por lo general, si eran
irritables se les alimentaba para hacerlos callar,
cuando, en la mayoría de los casos, su irritación se
debía precisamente al hecho de haber recibido en
exceso un alimento hecho perjudicial por los
hábitos erróneos de la madre. Tal exceso de
alimento no podía sino empeorar las cosas, pues su
estómago estaba ya recargado.
Generalmente, desde la cuna se enseña a los
niños a satisfacer su apetito y a vivir para comer.
Durante la infancia, la madre contribuye mucho a
la formación del carácter de sus hijos. Puede
enseñarles a dominar el apetito, o a satisfacerlo y
volverse glotones. Es frecuente que la madre
ordene sus planes para hacer cierta cantidad de
trabajo durante el día; y cuando los niños la
molestan, en vez de tomarse el tiempo para calmar
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sus pequeñas tristezas y distraerlos, los acalla
dándoles de comer, lo cual cumple su fin durante
breve plazo, pero al fin empeora las cosas. El
estómago de los niños quedó atestado de alimento
cuando menos lo necesitaba. Todo lo que ellos
requerían era un poco del tiempo y de la atención
de su madre, pero ella consideraba su tiempo como
demasiado precioso para dedicarlo a entretener a
sus hijos. Posiblemente la tarea de ordenar su casa
con buen gusto, a fin de merecer la alabanza de las
visitas, y la de preparar alimentos en forma
aceptable, son para ella de más importancia que la
felicidad y la salud de sus hijos.
Comida sana, apetitosa y sencilla
La comida debe ser tan sencilla que su
preparación no absorberá todo el tiempo de la
madre. Es verdad que debe dedicarse cierto
cuidado a proveer alimentos sanos, preparados en
forma también sana y atrayente, y no se ha de creer
que cualquier cosa que se pueda mezclar
descuidadamente para servirlo como alimento es
bastante bueno para los niños. Sin embargo,
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debiera dedicarse menos tiempo a la preparación de
platos malsanos y al esfuerzo por agradar al gusto
pervertido, y más tiempo a la educación e
instrucción de los niños.
Preparación del ajuar para el niño
En la preparación del ajuar para el niño hay que
buscar lo que más conviene, la comodidad y la
salud, antes que la moda o el deseo de despertar la
admiración. La madre no debe gastar tiempo en
bordados y en labores de fantasía para embellecer
la ropa de su pequeñuelo, ni imponerse así una
carga de trabajo inútil, a costa de su salud y de la
del niño. No debe cansarse encorvándose sobre
labores de costura que comprometen su vista y sus
nervios, cuando necesita mucho descanso y
ejercicio agradable. Debe comprender la obligación
de conservar sus fuerzas para hacer frente a lo que
de ella exigirá su cargo.
Proporciónesele aseo, calor y aire puro
Los infantes requieren calor, pero se incurre
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muchas veces en el grave error de tenerlos en
cuartos caldeados y faltos de aire puro. . . .
Debe evitarse a la criatura toda influencia que
tienda a debilitar o envenenar su organismo. Debe
ejercerse el más escrupuloso cuidado para que
cuanto la rodee sea agradable y limpio. Es
necesario proteger al pequeñuelo de los cambios
repentinos y excesivos de la temperatura; pero hay
que cuidar de que cuando duerma o esté despierto,
de día o de noche, respire aire puro y vigorizante.
El cuidado de los niños enfermos
En muchos casos las enfermedades de los niños
pueden achacarse a equivocaciones en el modo de
cuidarlos. Las irregularidades en las comidas, la
ropa insuficiente en las tardes frías, la falta de
ejercicio activo para conservar la buena circulación
de la sangre, la falta de aire abundante para
purificarla, pueden ser causa del mal. Estudien los
padres las causas de la enfermedad, y remedien
cuanto antes toda condición defectuosa.
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Todos los padres pueden aprender mucho con
respecto al cuidado y a las medidas preventivas y
aun al tratamiento de la enfermedad. La madre en
particular debe saber qué hacer en los casos
comunes de enfermedad en su familia. Debe saber
atender a su enfermito. Su amor y perspicacia
deben capacitarla para prestar servicios que no
podrían encomendarse a una mano extraña.
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