De la crueldad de una matanza al llanto de la esperanza

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Alex Droppelmann Petrinovic
Psicólogo Clínico - Psicoanalista
De la crueldad de una matanza al llanto de la esperanza
Alex Droppelmann-Profesor Universidad Central Stgo.
Hemos sido recientemente testigos de una escena de horror. Las pantallas de los
televisores, el cable y las noticias en general nos repiten unas escenas de muerte y
desolación en el estallido del tren de acercamiento en Madrid , España. Son escenas
de una matanza vil y despiadada donde destacan al menos tres hechos, por un lado la
magnitud del ataque, la verificación de este en una escena cotidiana e inesperada y
finalmente la crueldad con el que este atentado se verifica. En lo de la magnitud
impresiona la falta de discriminación de las víctimas y el terror que provoca el que
pueda ser cualquiera. Es decir, ud. , yo, todos y ninguno. De cualquier edad, religión y
credo. La muerte de este modo alcanza a todos y ninguno. No es una ejecución, ni
una reinvidicación contra tal o cual grupo, no es un ataque selectivo, a un sector
particular de la población, sino por el contrario lo es de un modo general. Ausencia de
particularidad donde la muerte deja de tener una connotación subjetiva. No importa
quienes, lo que importa es la muerte misma. No son los sujetos muertos lo importante
sino la matanza misma. Es la forma más radical del terror : a todos, a nadie en
particular, a ninguno en singular, es la muerte generalizada, es decir, una matanza.
La magnitud ayuda a sustentar este hilo del terror ya que cuando las muertes exceden
el ciento es como que no contaran singularmente. No es el obrero chileno, inmigrante
que cayó del tren . Es uno de los doscientos cadáveres dispersos entre los despojos
retorcidos de los carros, la línea férrea y el andén. El terror de la matanza genera
cadáveres y no muertes. No hay sujetos muertos, hay sólo cadáveres dispersos por el
suelo. Después vendrá el esfuerzo de los otros, de los semejantes, que intentarán
darle a esos cadáveres un nombre, un lugar, una sepultura. Es la tarea de humanizar
el horror , es el intento por simbolizar e intentar inscribir en un acto de piedad los
efectos deshumanizadores de la matanza. Ese es el terror, hay que mirarlo a los ojos
para poder gritarle al mundo que los hombres, los humanos, ud., yo, nosotros, aún en
el dolor y el horror de la matanza podemos hacer de un cadáver una muerte.
Son las expresiones del pueblo español que vertido a las calles en medio de una
torrencial lluvia puede decir : “no es lluvia, somos nosotros , ciudadanos que
lloramos nuestros muertos.”
Madrid y el mundo no sólo se aterroriza, también es capaz de horrorizarse. Es decir no
sólo teme sino también se compadece. Se asusta y llora. A la crueldad del terrorismo
le opone la piedad y el dolor del humanismo. Este es el modo de enfrentar al
terrorismo.
La crueldad no es humana y si alcanza al hombre lo hace sólo en la vertiente en que
este tiene de animal. En la arista caníbal, depredadora, feroz y cruel de una naturaleza
instintiva, por fuera de la cultura. La naturaleza del goce feroz y sin piedad que busca
hacer de la muerte del otro una matanza. Es el terror que nos quiere dejar la imagen
de un miembro mutilado, de un despojo desgarrado, de la dispersión y fragmentación
de los cuerpos para hacernos creer que allí no hay nadie a ser reconocido, que en
esas vísceras dispersas simultáneamente están todos y ninguno. Es ese el verdadero
acto de crueldad de la matanza. Que la muerte pierda su singularidad borrando el uno
a uno de cada cual. La matanza despedaza, fragmenta, dispersa y desnaturaliza lo
esencialmente humano: la subjetividad que cada cual porta. Los deseos particulares
con que ese chileno abordó el tren esa mañana, los sueños que portaba, el amor que
lo sostenía en un país que no era el suyo, la mujer que lo esperaba, sus propias
esperanzas, sus dichos y palabras, son algunas de las marcas de las múltiples
dimensiones de lo propiamente humano. Ser uno y alguien es la consigna subjetiva, la
misma que el terrorismo en sus actos de matanza intenta en vano disgregar.
Alex Droppelmann Petrinovic
Psicólogo Clínico - Psicoanalista
A los terroristas, a los señores de la guerra, a los adalides de la matanza hay que
decirles que aquí estaremos los vivos para venerar a los muertos en un acto de piedad
esencialmente humano. Los nombraremos, los evocaremos, oraremos y por sobre
todo en un acto de duelo sumaremos nuestras lágrimas al llanto colectivo.
Si logramos sostenernos en la piedad y el llanto, le haremos saber al terrorismo, que
más allá del temor de la matanza no perdemos nuestra capacidad de sufrir y de llorar
a nuestros muertos. En Madrid no llueve , es la humanidad quien llora, la misma
que con sus lágrimas lava los restos crueles de una matanza, para inscribir allí la
huella de los nombres de esos cadáveres, con la esperanza que de ese modo : vivan
muertos.
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