El regalo y el sirviente

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Perfiles y Rasgos
Por: Horacio Andrade
El regalo y el sirviente
Algunos le llaman Pensamiento Lateral; otros, Pensamiento Divergente, y otros
más, Pensamiento Creativo. Dependiendo del nombre que se le de, se le
contrapone (aunque en realidad lo complementa y enriquece) al Pensamiento
Directo, o Convergente, o Crítico, respectivamente. Como quiera que se le
denomine, lo importante es que corresponde a una forma de ver el mundo, de
lograr objetivos y de resolver problemas, que busca alternativas y no se
conforma con respuestas únicas, y mucho menos trilladas.
Para usar una expresión muy común hoy en día, es “pensar fuera de la caja”,
salir de los convencionalismos, hacer que el cerebro utilice su hemisferio
derecho (en realidad, de acuerdo con la neurociencia, el cerebro es mucho
más complejo de lo que se creía antes, y son varias las zonas que tienen que
ver con la creatividad) y genere una mayor cantidad de ideas, que difieran
cualitativamente también de las que suelen tenerse cuando se utiliza solo la
parte lógica y racional.
En realidad, el acto de pensar debe ser entendido, y practicado, de manera
integral: razón e intuición, lógica e imaginación, constituyen un todo que nos da
a los seres humanos una gama más amplia y rica de posibilidades cuando
queremos hacer algo.
Einstein privilegiaba al pensamiento flexible; decía que “la mente intuitiva es un
regalo sagrado y la mente racional es un fiel sirviente; la sociedad rinde
honores al sirviente y olvida el regalo”. Lo cierto es que necesitamos de las
dos, y cuando aprendemos a usarlas podemos lograr muchas cosas. Pero
también es cierto que, sirviente o no, le hemos hecho honores a la mente
racional y nos hemos olvidado, al menos en Occidente, de desarrollar la otra.
¿Cómo potenciar la creatividad que todos tenemos, aunque no siempre nos
hayamos dado cuenta de ello? En primer lugar, volviéndonos más abiertos:
quien se casa con una forma de ver e interpretar la realidad y no admite otras,
difícilmente podrá ser creativo. Además, existen numerosas técnicas que
ayudan a lograrlo, que han sido diseñadas a lo largo de todos los años que han
pasado desde que el pensamiento divergente llamó la atención de los
psicólogos, en la primera mitad del siglo pasado.
Cuatro elementos
Recurriendo a los cuatro elementos que en la antigüedad se creía que
formaban todas las cosas existentes, y que además tenían (y hasta siguen
teniendo) un alto contenido simbólico, podemos hacer una clasificación de la
creatividad a partir de ellos; así, hablamos de la Creatividad Fuego, Agua,
Tierra y Aire. A cada una de ellas se le pueden asociar varias técnicas
concretas.
La Creatividad Fuego consiste en cuestionar, en desafiar lo que se da por
hecho, ya que sin esa actitud básica, nuestra forma de ver la realidad no
cambiará y permanecerá en su zona de confort. Quizás esta sea la parte más
difícil de todo el proceso, porque en general a los seres humanos nos cuesta
mucho trabajo “desacomodar” la manera como hemos estructurado la realidad,
nuestra realidad; cuando eso sucede, sentimos que perdemos la certidumbre y
el control (por más que vivamos ya, desde hace mucho, en un mundo incierto y
“líquido”, al que no se puede ni predecir ni manejar como antes).
La Creatividad Agua es la que nos permite reformular los problemas, ver las
cosas desde otros ángulos, diferentes al convencional, para encontrar
soluciones, alternativas y posibilidades diferentes y originales, como si
jugáramos al Tangram, ese antiguo rompecabezas chino que se puede
desarmar y rearmar de múltiples formas.
Con la Creatividad Tierra relacionamos objetos, ideas, palabras e imágenes
que no tienen nada que ver entre sí, establecemos conexiones al azar y
utilizamos la analogía; de lo que se trata es de aplicar a algunas situaciones las
soluciones que han funcionado en otras. De la misma manera que la tierra
conjuga el agua, el sol y la semilla para crear vida, nuestra mente puede
mezclar diversos elementos para crear cosas nuevas.
La Creatividad Aire consiste en echar a volar la imaginación, generar un gran
número de ideas, soñar, desear, fantasear, visualizar, sin preocuparnos en
principio de si lo que pensamos es factible o no, sin juzgarlo ni desecharlo de
entrada. Casi casi es, precisamente, pensar en lo “imposible”. Ya después se
verá cómo hacerlo realidad, y en eso hasta probablemente ayude el
pensamiento racional.
La complejidad e incertidumbre que caracteriza al entorno actual demandan del
desarrollo del pensamiento creativo; de otra manera, no será posible hacerle
frente con efectividad y rapidez, y terminará rebasando nuestra capacidad de
respuesta, tanto individual como organizacional y social. Einstein también dijo
algo que aplica en este sentido: la peor locura es pretender tener resultados
diferentes haciendo las mismas cosas.
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