Acorazado*

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Acorazado*
MARU ROCHA
C
on este largometraje dio inicio el Primer Festival Colima de Cine 2012, en la
función de inauguración en el Teatro Hidalgo, con la presencia de diversos
invitados especiales del séptimo arte en nuestro país, que forman parte de los filmes
selectos para exhibirse en Colima; entre otros, Emilio Echevarría (personaje central de
Memoria de mis putas tristes), Juan Antonio de la Riva (director de Érase una vez en
Durango), Héctor Kotsifakis (actor principal de Reacciones adversas), así como el propio
actor principal de esta cinta inaugural, el querido colimense Silverio Palacios, a quien se ha
designado merecidamente “padrino del festival”; quien, por cierto, sí es “profeta en su
tierra”, pues se le reconoce su talento y por lo mismo, fue ovacionado con gran entusiasmo
por el variopinto público local en el abarrotado recinto.
Acorazado (Álvaro Curiel de Icaza, México, 2008) es un filme simpático, en el que
indudablemente Palacios se gana a todas luces el cariño del respetable con su carisma y
actuación, dotes innegables que le han caracterizado a lo largo de toda su filmografía; sin
embargo, el guión falla en varias partes de la trama y por ello no es una historia que cuaje
del todo. Arranca y cierra con ciertos trompicones, amén de algunas inconsistencias en
otras partes de su desarrollo.
La historia versa acerca de un sindicalista jarocho que en pie de lucha tras quedarse
sin empleo varios años atrás, junto con otro grupo de compañeros, “resiste” como se
pueda, el sortear cotidianamente la vida en Veracruz sin un trabajo fijo. El grupo de
amigos, que ya son mucho más veteranos que él, le proponen una “fabulosa” idea: que se
lance al mar al estilo balsero, y que intente llegar a Miami y allá, fingir que es cubano y
apegarse a la “ley de Ajuste Cubano” para que sea aceptado en EU como residente legal,
para que al menos él “la haga en la vida” y deje de ser un pobre diablo como todo el resto
de amigos desempleados.
Silverio Palacios (así se llama su personaje, auto interpretándose) acepta el reto y
lleva a cabo el inverosímil plan. No obstante, éste no resulta tan perfecto como se
supondría y el destino le juega una mala pasada, al arribar en su vocho-balsa (o lo que
queda de él) nada menos que a La Habana en lugar de tierras yanquis. Y a partir de ahí,
empieza la verdadera aventura surrealista al estilo mexico-cubano, más aún que la ya de
por sí loca travesía en el mar.
La idea central de Acorazado no es precisamente mala como parodia, su realización
resulta bien lograda, con una buena inversión en producción y una acertada fotografía; pero
lo deficiente es cómo armaron la historia en la que se perciben inconsistencias tanto en la
propia credibilidad y coherencia narrativa, como en la continuidad de la misma (se notan
varias partes en las que el manejo del tiempo les falla). A esto hay que agregarle que el
“idioma cubano” es, en algunos momentos, ininteligible: por más que agucemos el oído y
hasta intentemos la lectura labio-facial de los personajes de la isla, nos perdemos
fracciones de los diálogos (sería mejor que se optara por usar subtítulos en algunos casos).
Por otra parte, Acorazado oscila en las arenas movedizas de comedia con visos de
drama y ciertas pinceladas de una especie de chusco surrealismo felliniano (la escena en la
que Silverio jala su vocho-balsa hacia el mar ―a manera de un cristo cargando su cruz en
pleno viacrucis semanasantero― es uno de los mejores ejemplos de ello), amén de sátira y
crítica político-social, en la que definitivamente algo le falta para que hubiera quedado
redondita y coherente, además de esa ambigüedad para determinar a qué género pertenece.
No obstante todo lo anterior, Silverio Palacios con su actuación resulta por demás
entrañable y convincente, rescatando él solo (otra vez como cristo que carga íngrimo su
cruz) la película, que es su película. Es encantadora su frescura y espontaneidad, carisma y
sentido del humor, en la que encarna perfectamente bien al mexicano común: dicharachero
y malhablado que, gracias a esa resistente idiosincrasia nuestra “aguanta vara”, y con
estoicismo, todos los infortunios de la vida; pero que también tiene garras para defenderse
de las múltiples adversidades, al menos con bastante gracia y mucho folclor en el habla
popular (las clásicas mentadas y otras linduras verbales de nuestro amplio repertorio
nacional).
Otro acierto, además de la fotografía y el del propio Silverio, lo conforma la
infaltable música, no sólo la cubana (ya de por sí tan alegre y guapachosa con sus sones y
danzones), sino la del resto de la película, imprimiéndole un buen toque perfectamente
armónico en cada una de las escenas.
Finalmente, se puede decir que aunque Acorazado renquea un poco como filme,
vale la pena verlo tan sólo para admirar nuevamente el talento histriónico, la sencillez y
picardía del “paisano” Silverio Palacios.
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*Publicado en El Comentario Semanal No. 97 (lunes 15 de octubre de 2012).
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