PDF (Capítulo III: El viaje)

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CAPÍTULO
III
EL VIAJE
El 17 de febrero de 1815, en las primeras horas de la mañana
zarpó definitivamente de Cádiz la escuadra que conducía a la América el numeroso y bien provisto ejército expedicionario. Esta escuadra, en razón del efectivo verdaderamente extraordinario del ejército
y de la cantidad de la impedimenta necesaria para atender a su subsistencia y para ponerlo en condiciones de realizar una campaña en
tierras muy lejanas, en la que seguramente entraba el asedio de plazas fuertes de muy difícil rendición, era un enorme conjunto de buques de guerra y de barcos de transporte.
El núcleo principal de la escuadra constituíanlo los barcos de transporte. La custodia estaba encomendada a los buques de guerra. Formaban el todo el navío de 64, San Pedro de Alcántara, a las órdenes
del capitán don Francisco Salazar; las fragatas de 34, Efigenia y Diana, comandadas respectivamente por los capitanes Alejo Gutiérrez de
Rubalcaba y José de Salas; la corbeta de 28, Diamante, que comandaba el capitán don Ramón Eulate; la goleta de a 8, Patriota; trece
faluchos cañoneros y los cuarenta y tres barcos transportes que en
seguida mencionamos: La Primera, San Ildefonso, El Guatemala,
Daoiz, Velarde, Ensayo, Eugenia, Júpiter, Cortes de España, Numantina, La Vicenta, Salvadora, La Palma, Socorro, San Francisco de
91
Paula, Providencia, Héroe de Navarra, San Pedro y San Pablo, La
Joaquina, Nueva Em.presa, La Empecinada, San Ignacio de Loyola,
Los Buenos Hermanos, La Preciosa, San Fernando, La Apodaca, La
Elena, La Venturosa, La Coro, La Pastora, La Gertrudis, La Arapiles,
El Aguila, La Parentela, La Unión, La Piedad, La Carlota, San José,
Segunda Carlota, La Belona, San Enrique, San Andrés y La Alianza.1
El mando en jefe de la escuadra ejercíalo, como ya se dijo, el brigadier don Pascual Enrile, quien debía obrar de acuerdo con el general en jefe de la expedición y con las instrucciones dictadas por el
Ministerio universal de Indias.
El viaje marítimo de Morillo y de sus fuerzas efectuóse sin mayores
contratiempos. Un testigo presencial, el entonces teniente don Rafael
Sevilla, de la 4?- compañía del regimiento de infantería de La Unión,
refiere en las memorias que escribió años después, las impresiones de
viaje que más vivamente hirieron su imaginación juvenil. En estas
memorias y en la correspondencia del general Morillo con el Ministro de Guerra, encontrada por el historiador Rodríguez Villa y añadida como apéndice al libro que dedicó a renovar en España la
memoria del caudillo, se encuentran los elementos suficientes para
damos cumplida idea del viaje.
Por razones ya contempladas, a las tropas expedicionarias no se lec;
reveló desde el primer momento el verdadero lugar de su destino. Fue
en alta mar, después de una semana de navegación, que dos oficiales procedentes de la nave capitana comunicaron a las distintas unidades del convoy el verdadero derrotero. Mohinos y desconsolados
quedaron los hombres con noticia tan desconcertante. En Costa firme
la guerra era a muerte, sangrienta y empeñada, sin término ni tregua;
además los climas daban breve cuenta de las más vigorosas complexiones. Comprendió el general en jefe el descontento y para restablecer
la moral afectada lanzó una proclama alentadora y revistó la escuadra.
El 26 de febrero una tormenta dispersó las unidades de la nota.
El 27 volvieron a reunirse cerca del Pico de Teide a excepción de la
fragata Diana, de los transportes Unión y Belona que se incorporaron a la escuadra algunos días después y del bergantín Guat.emala,
que desmantelado y sin tripulación encontró Morillo a su llegada a
Pampátar, principal puerto de la isla Margarita.
Sin otras contrariedades el convoy continuó su navegación hasta el
1
Rafael
Sevilla.
Memorias
de un oficial
92
del ejército
español.
3 de abril en que recaló sobre Tabago y el 4 sobre Morro Santo,
donde fondeó la expedición para adquirir noticias y prácticos.
En dicho lugar presentóse a Morillo un diputado del comandante
de las tropas de barlovento, coronel Francisco Tomás Morales, con
noticias importantes para la expedición: la toma de Maturín y Güiria
y el arreglo y concentración en Carúpano de una expedición para atacar a Margarita, último refugio de los republicanos de Venezuela.
Componíase ésta de 22 unidades navales entre transportes y buclues
de guerra, prontos a conducir tres mil hombres de desembarco.2
Satisfecho Morillo con tan buenas noticias e importante refuerzo,
trajo a bordo de la nave capitana al coronel Morales, y de acuerdo
con éste dio comienzo al desarrollo de su plan de reconquista, empezando por la ocupación de la Margarita. Embarcado que fue el
batallón de negros zambos de Morales, constante de 700 plazas, considerado como el terror del enemigo, la escuadra hizo rumbo a Pampátar, a donde llegó en la madrugada del 7 de abril.
En su parte del 13 de abril (1815) Morillo dice al Ministro: "La
salud de la tropa ha sido tan completa que sólo dos soldados han
muerto y el número de enfermos jamás pasó de cuarenta de todos
achaques." Y en el de 30 de diciembre del mismo año, agrega: "La
expedición tuvo la felicidad de llegar a Margarita sin enfermos."
OCUPACION
DE LA MARGARITA
La isla Margarita estaba poco menos que indefensa. Los jefes patriotas, don Juan Bautista Arismendi y don José Francisco Bermúdez,
en desacuerdo sobre la manera de afrontar el conflicto, que sabían era
grande por los libros de a bordo y por los tripulantes del Guatemala,
habían determinado el primero someterse y el segundo huír, como en
efecto lo hizo seguido de unos trescientos de sus compañeros, confiando su suerte a frágiles emharcaciones que los llevaron a las Antillas y de ahí a Cartagena.
La isla sometióse sin resistencia alguna. El acta de la ocupación,
fechada en la Asunción el 11 de abril, dice que ocupada a discreción
la isla procedió el general Morillo a instalar el Ayuntamiento, que'Baralt
y Diaz,
Resumen
de la historia
93
de Venezuela.
Tomo
1. pág,
248.
mando por mano del verdugo cuantas actas expidió el gobierno revolucionario y a recibir el juramento de fidelidad y vasallaje a la majestad de Fernando VII.
Con el propósito de alcanzar fama de benigno v generoso que facilitara la pacificación de las otras provincias, Moril1o mostróse al principio indulgente con Jos margariteños. El mismo Arismendi, a pesar
de las protestas de J\1malcs, que pretendía se castigara ejemplarmente
no ya como insurrecto sino como reo ele delitos comunes, fue perdonado por el general.
Pero esta política bondadosa y suave no era sino engañifa para
atraer incautos. Tan pronto como Morillo se 3dueñó de la isla nombró gobernador al teniente coronel don Antonio Herraiz, a quien
proveyó de instrucciones en consonancia con la política de fuerza y
rigor, adoptada por el general para la reducción de las colonias.
En estas instrucciones, que ponían en peligro la vida, honra e intereses de los isleños, le prescribía castigar militarmente a quien llevara
consigo armas de fuego o blancas; sacar de las personas más pudientes que se hubieran hallado en el gobierno revolucionario una contribución extraordinaria de sesenta a ochenta mil pesos; castigar rigurosamente hasta con el último suplicio los delitos de insurrección, para
cuyo efecto debía instituír un Consejo de guerra permanente, consejo que debía juzgar a quienes de palabra u obra manifestaran poco
amor al rey o al gobierno; espiar por medio de individuos gratificados,
ocultos en todos los pueblos y parajes de la isla, a los sujetos tenidos
como poco adictos a la causa monárquica; no permitir 13 salida de los
emigrados que hubieran prestado servicios al gobierno revolucionario,
ni a sus hijos, mujeres, criados y esclavos para apoderarse de ellos en
caso de sublevación en la Costa firme; destinar cierto número de
padres de familia pudientes, para que sirvieran de observadores y
veladores de todo el que se fugara, "debiendo responder con sus. cabezas y haciendas por el interés en este servicio".
Aparte de estas instrucciones recibió otras el teniente coronel Herraiz: averiguar por el paradero de los individuos que compusieron
el gobierno republicano de la isla, para prenderlos sin pérdida de tiempo; proceder de idéntic3 manera con quienes contribuyeron al apresamiento del bergantín Gua1temala; reunir cuantos caballos hubiera
en la isla para montar el regimiento de dragones de La Unión, imponiendo pena de la vida a quien no entregara el suyo en el plazo
de 24 horas, y finalmente averiguar por los bienes de los emigrados
para secuestrarlos.
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General don Juan Bautista Arismendi,
defensor de la Isla Margarita.
(De la Historia de Venezuela, por Baralt
95
y Díaz).
Afortunadamente para 10-' islcíí.os el teniente coronel Herraiz era
un o!'icial probo y generoso que acataba las órdenes superiores, FÜniendo todo su empeño al ejecutarlas en atenuar los golpes dirigidos
contra la humanidad y contra la justicia. Su conducta noble y honrada disgustó profundamente a Morillo, clue en comunicación dirigicb
al Ministro de Guerra Fechada el 26 de julio (1815), da cuenta de
haber relevado al Gobernador Herraiz, "por haber faltado al cumplimiento de varios artículos de las instrucciones".
EL VIAJE A VENEZUELA
Arreglado el gobierno de la isla y después de dejar en ella el regimiento de Barbastro, Morillo continuó con el desarrollo de sus instrucciones y al efecto ordenó que la escuadra prosiguiera con rumbo a
Cumaná, para cuyo lugar salió el 20 en la Efigenia, acompaíí.ado de
su plana mayor.
Hacía el servicio de retaguardia del convoy el navío San Pedro de
Alcántara, con la misión de echar por delante las unidades navales
rezagadas. Este navío, principal de la escuadra, conducía en sus bodegas la mayor parte de los cuantiosos recursos de la expedición. El 21
de abril a las tres y media de la tarde declaróse fuego a bordo por
culpable descuido, y pocas horas después, a pesar de los esfuerzos
realizados para salvarlo, se incendió su Santa Bárbara y el navío voló,
causando la muerte de dos oficiales v treinta V seis soldados y marineros. Las pérdidas materiales, exage;adas desl;ués para servir de pretexto a las expoliaciones, fueron efectivamente muy grandes. El capitán Sevilla en sus célebres memorias da los siguientes datos que el
historiador espaíí.ol Rodríguez Villa prohija en su libro sobre Morillo
sin entrar en reparos: 600.000 pesos del ejército y 500.000 de la marina en metálico; 8.000 fusiles; 8.000 monturas, espadas y pistolas;
8.000 vestidos de paíí.o completos; 4.000 quintales de pólvora; el tren
de artillería de campaña y de sitio, muchos útiles de ingenieros, infinidad de bombas, granadas y balas, todos los equipos de los jefes y
oficiales, incluso el de Morillo y otros muchos objetos necesarios y de
valor.3 Pero estos datos son manifiestamente exagerados: Morillo, en
comunicación fechada el 20 de mayo de 1815, dice al Ministro de
Guerra: "El inesperado y desgraciado -suceso del navío San Pedro
"Rafael
Sevilla.
Libro
citado.
pág.
44_
97
me ha privado dc doscientos cincuenta mil pesos que me hubieran
sido muy útiles, así como otros efectos", y en otra de fccha 21 de
junio deí mismo aúo, dice que en tal desastre del San Pedro se per
dieron "mil armamentos". Véase cuán exageradas fueron las pérdidas
para arrancar a los habitantes de los paíscs por subyugar enormes cantidades y sumirlos en la pobreza.
Desde su cuartel gencral en Pampátar, antes de salir para Cumaná,
Morillo dirigió comunicaciones a los gobernadores de la isla de T rinidad y Santo Tomás. En ellas les pedía no admitieran a los fugados
de la Margarita, le mandaran entregar los barcos flecheros que en
sus puertos se guarecieran y no permitieran que por especulaciones
mercantiles se suministraran armas y municiones a la América espaúola,
Llegado Morillo con su expedición a Cumaná, dictó algunas providencias militares: organizó un destacamento compuesto del regimiento de infantería de Extremadura y de una compaúía de artillería
a pie, con un total de 1,600 hombres, y lo puso bajo las órdenes del
brigadier don Juan María Pereira. Este destacamento se envió al Perú
por el istmo de Panamá. En relevo del batallón fijo de Puerto Rico,
que destinó a Costa firme, fue enviado el ha tallón del general, CUY05
efectivos eran de 650 hombres. Después de estas y otras disposiciones,
el 3 de mayo la expedición reducida a poco más de 8.500 hombres,
siguió a La Guaira a donde llegó en la noche del 6 sin ninguna novedad. Efectuado el desembarco Morillo llcgó a Caracas el 11 de
mayo, donde tributósele una entusiasta recepción. La conducta aparente observada en la Margarita empezaba a surtir sus efectos, y hasta los más ardientes republicanos, cansados ele agitaciones y de luchas,
miraban con la llegaela del pacificador el advenimiento de la tranquilidad y del sosiego, de la quietud regeneradora tan vehementemente deseada.
Desde el primer momento de su llegada a Caracas ocupóse el general con febril actividad en el arreglo del gobierno de las provincias y
en acelerar los preparativos de la campaúa que iba a dirigir sobre la
Nueva Granada. "No se cesa -dice en un parte Fechado el 21 de
junio al Ministro de Guerra- de trabajar para dar la vela y dirigirnos
a Santa Marta y Cartagena. Parece imposible el ver lo que se ha
hecho para acopiar víveres y en especial la carne, pues como ocho mil
reses han venido en pocos días desde Apure a estas playas; pero como
es preciso matarlas y beneficiarlas, esto lleva tiempo y ocupa muchos
brazos."
98
Para reparar el estado de la caja militar arminada
con el desastre
del San Pedro solicitó un empréstito forzoso ele 200.000 pesos e instituyó una Junta de secuestros enca:g~lda de apoderarse y vender los
bienes de todos los que activa o pasivamente hubieran seguido la cauS~l de la libertad.!
EL VIAJE
A LA NUEVA
CRANADA
Arreglado convenientemente
e! gobierno de la Capitanía general de
Caracas y ya compuestos los preparativos para la campaña que se proponía desarrollar en la Nueva Granada,
quiso Morillo prevenir los
ánimos en su favor, y al efecto dirigió a los granadinos desde Caracas
la siguiente proclama:
"Disensiones promovidas por la ambición de algunos pocos, os separan de la obediencia de! rey. La voluntad vuestra no era ésta; pero la
falta de energía para oponeros a los malvados, os cuesta ya bien caro,
sufriendo los mismos horrores que los desgraciados habitantes de Venezuela, y por la propia mano. Escarmentad
con el ejemplo de estos
desdichados.
"En breve estaré en medio de vosotros con un ejército que ha sido
siempre el terror de los enemigos del soberano; entonces gozaréis de la
tranquilidad
que ya disFrutan estas provincias. Apresuraos a arrojar de
entre vosotros a los autores de vuestros males: a aquellos hombres que
viven y se gozan de la desgracia universal. Desaparezcan
esos miserables de la vista de unas tropas (Iue no vienen a verter la sangre de sus
hermanos, ni aun la de los malvados si se puede evitar, como lo habéis visto en Margarita.
Ellas protegerán
al débil y sepultarán
los
sediciosos. Vosotros acusaréis mi tardanza; pero es preciso dejar estas
provincias de modo que por algún tiempo no necesiten de mi presencia, y en situación de no seros gravoso de manera alguna. Me lisonjeo
de que aprovecharéis
mi venida, y os reuniréis al rededor del trono
del más deseados de los reyes, y entonces cesarán vuestros males.--·
Caracas, 17 de mayo de 1815. El general en jefe, Morillo."
En seguida se trasladó a los valles de Aragua y luego a Puerto Cabello, donde ya estaban concentradas
las fuerzas militares y navales
destinadas a la campaña. Ascendían
estas fuerzas a 8.500 hombres
1
Baralt
y Díaz.
Libro
citado.
pág.
250_
99
de desembarco entre peninsulares v americanos. La escuadra com·
poníanla 56 u~idades entre buques' de guerra y transportes.
El 12 de julio zarpó la expedición de Puerto Cabello y el 23 fondeaba en Santa Marta, donde los realistas teníanle preparado el más
jubiloso recibimiento.
Fue Santa Marta desde los primeros tiempos de la independencia
adicta a la causa monárquica. Al esparcirse por todas las provincias
del virreinato la noticia de la revolución del 20 de julio de 1810,
ocurrida en Santa Fe, muchas provincias siguieron el ejemplo de la
capital y establecieron juntas independientes. Entre estas provincias
se encontraba Santa Marta, pero desde que la Junta de Santa Fe desconoció al Consejo de la regencia establecido en la. isla de León, origináronse los partidos monárquico e independiente, y Santa Marta
tenía a la cabeza de su gobierno al más fervoroso partidario del rey.
Era éste el español don Tomás Acosta, hombre de grandes iniciativas. Ayudado por los peninsulares residentes en la provincia, organizó muy en breve un batallón de seis compañías al que denominó
Voluntarios patriotas, leales a Fernando VII; disolvió la junta, creó
otra nueva a su antojo y continuó gobernando la provincia conforme a las leyes españolas.
Con el propósito de obligar a la provincia de Santa Marta a adoptar el sistema general implantado en la Nueva Granada, dispuso la
Junta de Cartagena que las mercaderías que de allí vinieran pagaran
los mismos impuestos que las extranjeras y al efecto estableció una
aduana en Barranca. En represalia Santa Marta estableció otra en
Tenerife.
Estas medidas irritaron los ánimos. Acosta fortificó algunos puertos
de la margen oriental del Magdalena y con ello consiguió interrumpir la navegación y dejar en suspenso el tráfico con el interior del
país. Los refuerzos que de Cuba le llegaron, consistentes en tres
buques armados en guerra y un batallón peninsular, permitiéronle
organizar una división respetable, que destinó a la guarnición de la
margen derecha del río, desde Ocaña hasta Santa Marta. La actitud
de la provincia, convertida en un foco de guerra realista, era cada vez
más amenazante para los independientes del resto del país.
A fines de 1812 el gobierno de Carta gen a destinó al río Magdalena al coronel francés Pedro Labat~t, aventurero que sólo pensaba
enriquecerse. Este oficial anduvo al principio con muy buena fortuna;
en poco tiempo adueñóse de los puertos que los realistas habían forti100
ficado en el río y el 6 de enero del aúo siguiente ocupaba triunfalmente a Santa Marta.
Pero el gobierno de Cartagena ordenó en la provincia ocupada la
c~)servancia de la constitución y la aceptación forzosa del papel moneda, odiado por los samarios y esto, sumado a las tropelías de Labatut, (lue no reparaba en medios para redondear su caudal, enardeció
los ánimos y muy pronto estalló una insurrección (Iue echó por tieaa
bs ventajas adquiridas para la República con la ocupación de la pro
vincia.
La insurrección organizó un gobierno provisional, cuya primera
medida fue solicitar auxilio a los puertos espaúoles para poder proclam~Hseen favor del rey, haciendo creer entre tanto a los independientes no estar en contra de la causa de la libertad. Los auxilios no tardaron en llegar y el 20 de abril presentóse en Santa Marta al frente de
un considerable número de tropas el coronel don Pedro Ruiz de Porras, nombrado por la regencia gobernador de la provincia.
Cartagena preparó una nueva expedición contra Santa Marta, pero
en esta vez anduvo con tanta desgracia, que apenas pudieron salvarse
unos pequeños restos de los mil hombres llevados por el coronel francés Luis Fernando ChatilIon.
A fin de organizarse nuevamente para vengar la afrenta, el Vicepresidente de la provincia de Cartagena, Piñeres, ofreció a los extranjeros que se presentaran voluntariamente darles todas las propiedades enemigas, exceptuando solamente los templos y edificios públicos.
Esta promesa encendió en ira a los habitantes de Santa Marta, convirtiéronse en soldados y pusieron toda la fuerza de sus corazones en
odiar a Cartagena.
El 30 de mayo del mismo aúo arribó a Santa Marta el mariscal
de campo don Francisco Montalvo, nombrado por las cortes de Cádiz
capitán general del Nuevo Reino de Granada. Los auxilios que consigo traía levantaron el espíritu de los realistas y la gucrra continuó
con terrible encarnizamiento.
Cartagena no cejaba en su empeño de arrojar de Santa Marta a los
realistas y organizó otra nueva expedición que confió al desprestigiado Labatut y que fue rechazada por los realistas. Desde entonces la
guerra tomó mayor incremento, se extremaron las represalias y el incendio y las atrocidades envilecieron a uno y otro bando.
Como es natural Con el arribo de las tropas de MorilIo los realistas
de Santa Marta enloquecían de entusiasmo. El general repartió pre101
mios entre los lmís decididos y :¡provechando
inteligentemente
el
favorable cstado de ánimo dc la población, rcunió muchos buques
menores v se :lprovision{) de cuanto pudo con destino al sitio de Cartagena.
La manutención
de las tropas que iba a eolocH sobre aquelL1 pL1z,l
era un,] ele sus mayores preocupaciones.
i\Torillo sahí:l que h prineip:¡] Ví,l ele eomunicaci('ll1 entre el interior del P,] iS y las eosLls del
j\tL1ntieo era el 1'10 :\1agdalena; P:H,] asegurar su r~hiei;'1I1 \ :1 ¡in de
imFedir le llco,lr:m auxilios a los sitiados, des!<lc\') desde SanLl 1\ hrta
un:] división :~ la que denomin{) Volante.
Las fuerzas de esta divisú'll1 ascendían a [.000 hombres. Estaba 1'01"
mada por los efectivos de los regimientos de Albuera, Puerto Rico y
Granada y por un escuadrón del regimiento de Húsares de Fernmu/o
VIl. Su comando Fue confiado al gobernador de la provincia de Santa
Marta, brigadier don Pedro Ruiz de Porras, a quien invisti(') de las
facultades :mexas ,1 un comandante
de cuerpo de ejército v a las de
comandante
general de las provincias llue ocupara.
Morillo dio por misión a L1 división Folmzte auxilÍ<lr el paso por la
Ciénaga hast,] el cerro de San Antonio de la vanguardia del ejército
llue a las órdenes de I\lora!cs seguiria posteriormente,
y hecho esto
dirigirse a i\/[omp(')s, sostener este punto a todo trance, vigilar los ríos
Magdalena
y Cauca, destruír o atraer las troP,lS llue lluedaban de
Bolívar, extender la reducción a los puntos del interior, reunir y remitir víveres y caballos al sitio de Cartagena
y finalmente ponerse en
cGll1unicación con la S:,l división expedicionaria,
l¡Ue a órdenes del
coronel don Sebastián de la Calzada se organizaba en Barinas y que
en virtud de disposiciones anteriores de ]\10ril]0 debía ocupar los "0lles de Cúcuta y la ciudad de Ocaña.
Al brigadier Ruiz de Porras diósele un pliego de instrucciones;
en
él ordenábasele
lo ya visto e indicábasele
algunospi"OC'edimientos
indispensables para eH buen resultado del sitio de Cartagena; tales oran
acordar con las autoridades de los pueblos de,Jas provincias del·tránsito las cantidades de víy,cres,.cab~llm,
;aS~lpila,s, vehí¡:ulos y cabezas
de ganado COll que dehían 'nj.'}il~'l!: a las trppas sitiadoras. En los pueblos había lle hacer jurar a Fcrn:llldo VII y recoger las armas b,ljo
pena de la vida.
Muv recomendado
fuele a Huiz de Porras el establecimiento
del
scrviei;) de espionaje,
considcr~ldo por Morillo como indispensable
en toda operación militar.
102
El 28 de julio marchó la división V olcmte a su destino, calculando
el tiempo suficiente para proteger en Barranca elel Rey el desembarco
del destacamento
de "~1l1gllardia del. ejército expedicionario
que se
puso en marcha once d í~lSdespués.
Componí~lsc el ckstacamento
de vanguardia
de los dos batallones
del regimiento del rey, de algunos artilleros y de varias unidades de
tropas "enezolanas.
Se prefirió a ('stas por cuanto que los hombres
que las cOlnponían estaban acostumbrados
a vivir en aCluellos climas,
mortales para los europeos. El efectivo del destacamento
ascendía a
~.500 hombres. Diose su com~1l1do al brigadier don Francisco -Tomás
,\lorales ('(ill la1l1isión de penetrar por la ciénaga en la provincia de
Cnt~lgena h~lsta conseguir situarse sobre la plaza, facilitar el desembarco del mar para el resto del ejército en Sabanilla o en sus inmecliaciones, y recluisieionar acémilas, víveres y ganados.
1\lori11o dio tiempo a 1<1vanguardia de acercarse a Cartagena y por
eso hasta el 12 de aqosto no embarcó las tropas españolas y algunas
milicias de S~1l1ta ]\L;~-ta y se hizo a la vela para aquella pla~a. '
Con el bloq uco de la ciudad de Cartagena
principió la campaña
de invasión que tan fáciles triunfos dio a las tropas del rey. Esta campaña, de sorprendentes
resultados militares, resultó "estéril para la
causa monárc[uica, porCjue el general en jefe y sus secuaces pretendieron apagar con sangre el fuego sagrado de la libertad".
CONCLUSIONES
CRITICAS
El VIaje marítimo del ejército expedicionario
no ofrece a la historia militar nada notable. El convoy se arregló convenientemente
y
aunque no tenía probabilidades
de ser molestado por el enemigo fue
custodiado por unidades de guerra. El número de muertos y enfermos demuestra, a más de la eficacia del servicio médico, la excelente
calidad de la tropa escogida en la península
entre los hombres más
vigorosos y de mejor salud.
La política adoptada por cl general en jefe, desde su llegada a la
Margarita, en cumplimiento
de su comisión de reducir colonias en
insurrección,
ofrece a los militares lecciones de mucho valor. Es indudable la necesidad de adoptar una política militar siempre que se
trate de llevar la guerra a un país, de establecer una colonia o de
HB
dominar una insurrección,
porque esU política es un auxiliar poderoso e indispensable,
sin el cual resultan estériles v vanos los mas
ruidosos triun fas militares.
Pero la politica militar en sus relaciones con el pueblo puede adoptar estas dos formas: politica de atracci('JJ1 o politica de fuerza. La
primcra esta basada en la benevolencia
y la scgunda en la energía.
Generalmente
da mejores resultados la primera: a lo menos establece
entre el vencedor v el vencido relaciones mas csLlbles v duraderas. La
seuunda, v lo l)ru~ban los resultados definitivos de h~ eXl)cclición de
"
.
J\lorillo, casi siempre da resultados efímeros. "Toda dominación (Iue
comienza derramando sangre -dice un inteligente oficial espaüol con
tcmporáneorara vez llega a ser csta ble y siempre conserva en su seno
la semilla de la venganza y latente el sentimiento
de odio.";¡
La política de fuerza y rigor adoptada por Morillo desde el primer
momento, condensada
en esta fórmula:
"Si el rey quiere subyugar
estas provincias, las mismas medidas se deben tomar que al principio
de la conquista", estaba en desacuerdo con el grado de instrucción de
los pueblos por sojuzga r, porque estos pueblos tení,m ideas cabales
sobre el derecho a la vida, sobre el honor y sobre la propiedad y no
veían en los peninsulares,
como habian visto los antiguos aborígenes,
hombres superiores sino detractores ele la honra y la propiedad, que
dejándose llevar de sentimientos de venganza y abusando de la fuerza
bruta, agrandaban
más y más la charca de sangre (lue había de separarlos de la madre patria.
Morillo no calculó (lue por cada gota de sangre derramada en los
cadalzos se alzaba un enemigo; que al empobrecer
los países levantaba ejércitos contrarios, porque el que nada posee esta más dispuesto
para la guerra (Iue (Iuien tiene algo que perder y más si está animado
por el rencor que engendra toda injusticia.
El odioso sistema de emplear violencias con las familias de los enemigos, para tratar de obligar a éstos a determinadas
concesiones,
jamas dio otro resultado que la venganza mas o menos tardía, pero
saüuda e infalible. Morillo al prevenir a Herraiz se apoderara de
los hijos, mujeres y servidumbre
de los revolucionarios
margariteños,
no hizo sino reanimar el odio contra el conquistador
inhumano y violento. La junta de secuestros y el tribunal de apelaciones que atacaron
a la propiedad y a la seguridad de los venezolanos,
los indujeron,
r. J. 1. Chacón.
capitán
de Estado
mayor.
104
Guerras
irregulares.
,-'úmo anotan Baralt y Díaz en su historia,
unica esperanza de salud.
a buscar
en la guerra
su
La política de fuerza determinó la definitiva separación de las colonias y la madre patria. Es muy posible que con una de atracción,
SLta\'C y benigna, los pueblos cansados de las revueltas intestinas y
ansiosos de paz y de reposo, hubieran aceptado de buen grado la rein'tegración a] gobierno de la península
y la independencia
se habría
retardado por muchos años.
105
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