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Boletín dominical correspondiente al domingo 30 de marzo de 2014
Domingo de San Juan Clímaco
La oración y el ayuno
“Este género no sale sino con oración y ayuno”
Homilía de Monseñor Pablo Yazigi, Arzobispo de Alepo
En el cuarto domingo de Cuaresma, la Iglesia conmemora a San Juan Clímaco, autor del libro de la Escala de las
Virtudes. A través de este escrito, la Iglesia nos ofrece un modelo de la vida ascética monástica. Por ello, ella propone la
lectura de este pasaje del Evangelio, en que el Señor hace hincapié en la necesidad y la singularidad del ayuno y de la
oración en la vida del cristiano.
Después de haber conmemorado en el primer y segundo domingo de la cuaresma dos acontecimientos históricos, al
referirse al domingo de la Ortodoxia y al de San Gregorio Palamás, cuyo contenido es dogmático por excelencia, sobre la
rectitud de la fe y la “teoría” (o sea, el término griego para referirnos a la contemplación de Dios), la Iglesia ofreció, el
domingo pasado, el de la Cruz, como una herramienta para bajar la contemplación y la fe recta a la esfera de la práctica. En
esta perspectiva, la Iglesia propone en el cuarto y quinto domingo de la cuaresma, en la persona de los Santos Juan Clímaco
y María de Egipto, dos ejemplos de vida que se transformaron por la oración, el ayuno y el arrepentimiento verdadero.
La oración y el ayuno podrán parecer prácticas para los monjes y no para todos, a pesar de la afirmación de la Iglesia
que son para todos los cristianos. Si las comunidades monásticas practican estas dos virtudes, el cristiano, donde fuera, no
debería abandonar estas dos armas, ni la gracia que tienen, pues el texto bíblico es claro y confirma que nuestra lucha es
contra “los espíritus del mal en el aire”, según la expresión del apóstol Pablo. Y dicha lucha no puede llegar a su final
victorioso sin el ayuno y la oración. Así es que, si un cristiano - que no vive en un ámbito monástico - no puede ejercer
algunas prácticas, entonces tiene que inventar para sí mismo métodos adecuados, para que no se debilite en esta guerra
espiritual. Por lo tanto, necesita tener una profunda comprensión y tomar una mayor conciencia del ayuno y de la oración
con el fin de dominar estas dos herramientas de manera profesional, aun haciéndolo por distintos medios.
El vínculo entre el ayuno y la oración, sobre el cual el Evangelio hace hincapié, se basa en la composición psico-somática
del ser humano. El hombre adora a Dios con todo su ser; por lo tanto, los dos pilares de la vida espiritual son la oración y el
ayuno. La oración es el “ayuno de la mente”, mientras que el ayuno es la “oración del cuerpo”.
La oración, tal como la define San Juan Clímaco, es “la familiaridad con Dios”. Es decir la fijación de la mente en la
contemplación de Dios y de la Palabra divina. Por lo tanto, el enemigo de la oración son los pensamientos que roban de la
oración la serenidad y la permanencia en ella. Las multitudes de pensamientos y la imaginación son comidas exquisitas,
aunque engañosas, para la mente humana. Por lo tanto, quien ora realmente sufre internamente luchando para expulsar los
pensamientos y permanecer en la oración. Cortar los pensamientos es más duro que la amputación de los miembros. El
cristiano practica el ayuno de los pensamientos ya que su mente no vive sino del pan celestial, es decir de los pensamientos
divinos; se deshecha de todo pensamiento terrenal, eligiendo para su mente los buenos pensamientos del ayuno, y vive sólo
de ellos. Por lo tanto, el ejercicio de la oración nos conduce a un debilitamiento de los pensamientos terrenales y permite a
nuestra oración despegar. Esto es posible cuando la mente ayuna de algunos pensamientos voluntariamente, y elige los
buenos pensamientos.
Además, el ayuno es la oración del cuerpo. San Gregorio Palamás, utilizando la palabra de la Biblia que habla del “grito
del asesinado Abel hacia Dios”, dice que, del mismo modo, los miembros en ayuno gritan al Señor con la seguridad del
Espíritu. De este modo, una persona puede orar con los miembros de su cuerpo al Señor: por el ayuno, el hombre pone su
cuerpo en estado de oración permanente.
Por el ayuno, el hombre elige los alimentos que le convienen, que no están basados en una mentalidad carnal, sino en
que el hombre vive de la palabra que sale de la boca de Dios. Pues, por el ayuno, el hombre elige vivir no para sí mismo,
sino para Dios. Es decir que él se conforma, por medio del ayuno, en definirse a sí mismo dónde encuentra su propia
riqueza, necesidad y meta. Por medio del cuerpo, nos damos cuenta que necesitamos del Espíritu, de Cristo quien es la
verdadera comida y la bebida viva.
Para el hombre hambriento, su cuerpo se convierte en un despertador que lo acompaña recordándole la meta de su
vida, y la presencia de Dios. Así, el hambre, por ejemplo, es una oración silenciosa del cuerpo. Tal como la mente reza con
las palabras, del mismo modo, el cuerpo reza por el hambre voluntaria por Dios. El hambre es la oración del cuerpo, tal
como las palabras son la oración de la mente.
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Además, por la oración ayunamos de los pensamientos, y expresamos por nuestra mente nuestra necesidad de la
Palabra divina, dejando de lado toda otra palabra, porque el Señor es el alimento vivo y el maná verdadero para la mente
humana.
El hombre que guarda su mente con la oración y su cuerpo con el ayuno, es como una casa de dónde han sido
expulsados los demonios, quedó limpia y se convierte en una casa de Dios y un templo del Espíritu.
Así, toda lucha para llegar a la resurrección, a la contemplación de Dios y a Su morada en nosotros, debe estar basada
en estas dos virtudes: en la oración como ayuno de la mente, y en el ayuno como oración del cuerpo. Amén.
Tropario de la Resurrección (Tono 7)
Destruiste la muerte con tu Cruz y abriste al ladrón el Paraíso; a las Miróforas los lamentos trocaste, y a tus Apóstoles
ordenaste predicar que resucitaste, oh Cristo Dios, otorgando al mundo la gran misericordia.
Tropario de San Juan Clímaco (Tono 8)
Con los arroyos de tus lágrimas, fructificaste el desierto infecundo, y con los suspiros desde los profundos, con tus
esfuerzos, diste frutos cien veces más. Te has devenido en astro del universo, resplandeciendo por los milagros. ¡Oh nuestro
piadoso padre Juan!, intercede pues, ante Cristo Dios, que salve nuestras almas.
Kondakio de Cuaresma (Tono 8)
Yo soy Tu siervo ¡Oh Madre de Dios! Te canto un himno de triunfo; ¡Combatiente Defensora! Te doy Gracias,
¡Liberadora de los pesares! Y como posees un poder invencible, líbrame de todas las desventuras, para que pueda
exclamarte: ¡Salve! ¡Oh Novia sin novio!”
Carta a los Hebreos (6:13-20)
Hermanos, cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no teniendo a otro mayor por quien jurar, juró por sí mismo
diciendo: Te colmaré de bendiciones y te multiplicaré sin medida. Y perseverando de esta manera, Abraham alcanzó la
promesa. Pues los hombres juran por uno superior y entre ellos el juramento es la garantía que pone fin a toda discusión.
Por eso Dios, queriendo mostrar más plenamente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de Su Decisión, interpuso
el juramento, para que, mediante dos cosas inmutables por las cuales es imposible que Dios mienta, nos veamos
poderosamente animados los que buscamos un refugio asiéndonos a la esperanza que se nos ofrece. Ésta que en ella
nosotros tenemos como un ancla firme y segura de nuestra alma, que penetra hasta dentro del velo, allí mismo donde Jesús
entró por nosotros, como precursor, convertido en Sumo Sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.
Santo Evangelio según San Marcos (9:17-31)
En aquel tiempo, uno de entre la gente se acercó a Jesús y le dijo: “Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu
mudo y, dondequiera que se apodera de él, lo derriba, le hace echar espumarajos, rechinar los dientes y lo deja rígido. He
dicho a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido”. Él le respondió y dijo: “¡Oh generación incrédula! ¿Hasta
cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo habré de soportarlos? ¡Tráiganmelo!” Y se lo trajeron. Apenas el espíritu vio a
Jesús, agitó violentamente al muchacho y, cayendo en tierra, se revolcaba echando espumarajos. Entonces Él preguntó a su
padre: “¿Cuánto tiempo hace que le viene sucediendo esto?” Le dijo: “Desde niño. Y muchas veces lo ha arrojado al fuego y
al agua para acabar con él; pero, si algo puedes, compadécete de nosotros y ayúdanos”. Jesús le dijo: “Si puedes creer, todo
es posible para quien cree”. Al instante, gritó el padre del muchacho: “¡Creo, ayuda a mi poca fe!” Viendo Jesús que se
agolpaba la gente, increpó al espíritu inmundo diciéndole: “Espíritu sordo y mudo, Yo te lo mando: sal y no entres más en
él”. Y el espíritu salió dando gritos y agitándolo con violencia. El muchacho quedó como muerto, hasta el punto de que
muchos decían que había muerto. Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó y él se puso de pie. Cuando Jesús entró en
casa, le preguntaban en privado sus discípulos: “¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?” Les dijo: “Esta clase con nada
puede ser arrojada sino con oración y ayuno”. Y saliendo de allí, iban por Galilea; Él no quería que nadie lo supiera, porque
iba enseñando a sus discípulos y les decía: “El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; lo matarán, y a los
tres días de haber muerto resucitará”.
¿A quién conmemoramos hoy?
A San Juan Clímaco
En este día, el cuarto domingo de la Cuaresma, celebramos la memoria de San Juan Clímaco. Durante el siglo VI, el
monte Sinaí se encontraba lleno de monjes que vivían en monasterios y cuevas, siguiendo la regla de san Basilio y la
legislación de Justiniano. Entre todos ellos brilló con luz propia el monje Juan, apodado “Clímaco”. Son muy escasos los
datos que tenemos sobre la vida de este monje que fue abad del Monasterio de Santa Catalina en el Monte Sinaí hacia fines
del siglo VI y principios del VII. La fuente de información más valiosa es la breve biografía escrita por el monje Daniel, del
Monasterio de Raitu. Si bien Daniel afirma no saber con certeza dónde nació y creció, algunos sostienen que lo hizo en
Antioquía, ciudad en la que habría vivido hasta la edad de dieciséis años. Fue entonces cuando ingresó al monasterio
ubicado sobre el monte Sinaí “pretendiendo con esto que hasta el mismo nombre y condición del lugar visible despertase su corazón,
llevase sus ojos a la contemplación del Dios invisible y le convidase a ir hacia él”, según palabras del monje de Raitu. A pesar de su
juventud, Juan había recibido antes de ingresar al monasterio una importante formación “en las ciencias seculares”. La
formación del postulante estuvo a cargo del abad Martyrius, quien le confirió la tonsura monástica a los veinte años. Luego
Juan continuó bajo la guía de su maestro durante quince años. Entonces, al morir el abad Martyrius, pasó a la vida solitaria
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en una gruta del propio Monte Sinaí. Daniel afirma que comía poco; que venció la avaricia “porque contentándose con lo poco,
no tenía necesidad de codiciar lo mucho”; y que con sus ejercicios de piedad y con la memoria de la muerte dejó atrás la pereza.
Además, dice que había recibido el “don de las lágrimas”. Se apartaba a un “refugio secreto, una cueva en la ladera de una
montaña, donde nadie lo podía ver u oír, y allí elevaba su voz al cielo con tan grandes gemidos, suspiros y clamores como quien recibiera
el cauterio del fuego y otras curas del mismo estilo”. Su primer discípulo fue un monje llamado Moisés. Con el paso del tiempo
muchos otros comenzaron a acercársele buscando en él un guía espiritual.
Siendo Juan muy mayor, los monjes del Sinaí le solicitaron que tomara a su cargo el monasterio. Él se resistió, pero era
tal la determinación de los monjes que tuvo que ceder al pedido. Siendo abad del Monasterio de Santa Catalina del Monte
Sinaí redactó la “Santa Escala”, en respuesta a una solicitud de su colega el abad Juan del Monasterio de Raitu. Esta obra,
que alcanzaría gran trascendencia durante la Edad Media, le valió el apodo de “Clímaco” (“Climax” en griego significa
“escalera”). Al sentir que su muerte se acercaba, Juan dejó el cargo de abad a su hermano Jorge y volvió a su vida solitaria.
La fecha de su muerte, al igual que la de su nacimiento, no se sabe con precisión.
La Santa Escala es una guía para recorrer el camino interior hacia Dios. El asceta reconoce que alcanzar su meta
(desligarse del mundo y unirse a Dios) no depende sólo de él, por ello se educa en la humildad sometiendo su voluntad a la
del guía espiritual, el pastor. La Santa Escala consta de treinta escalones. Los primeros veintitrés están referidos a la lucha
contra los vicios, los siete restantes a la adquisición de las virtudes.
Comunicado del Patriarcado de Antioquía y Todo Oriente
Por la reunión de Primados de las Iglesias Ortodoxas
La delegación del Patriarcado de Antioquía compuesta por S.E.R. Mons. Saba (Esber), S.E.R. Mons. Siluán (Muci) y el
R.P. Porfirio (Georgi) participó con gran alegría y con claro compromiso por el éxito de su misión en la reunión de Primados
de las Iglesias Ortodoxas que se celebró en la sede el Patriarcado Ecuménico, ya desde los trabajos preparatorios a la misma.
La delegación antioquena hizo referencia en la reunión al conflicto existente entre el Patriarcado Antioqueno y el
Patriarcado de Jerusalén, e intentó bajo las directivas directas de S.B. el Patriarca Juan X, quien no asistió a la reunión por
razones de salud, y en coordinación con Su Santidad el Patriarca Ecuménico, trabajar por la solución de este conflicto como
es debido y según lo estipulado y acordado en la reunión celebrada en Atenas con la presencia de representantes de
Constantinopla, Antioquía y Jerusalén.
Considerando que todos los esfuerzos, llevados a cabo por Su Santidad el Patriarca Ecuménico y la delegación
antioquena, con Su Beatitud el Patriarca de Jerusalén fracasaron;
Considerando que la Iglesia de Jerusalén está aferrada a fundar una arquidiócesis y a nombrar a un obispo dentro de los
límites canónicos del Patriarcado de Antioquía;
Considerando que el Patriarcado de Jerusalén rechaza cualquier solución a esta crisis que no se atenga a un hecho
consumado, a pesar del reconocimiento de la mayoría de las Iglesias Ortodoxas a la rectitud de la posición antioquena;
Considerando que el Patriarcado de Antioquía ha agotado todo tipo de soluciones pacíficas y ha suspendido la decisión
de su Santo Sínodo en lo referente al cese de comunión con el Patriarcado de Jerusalén, a fin de ofrecer toda oportunidad de
éxito a la reunión de Primados de las Iglesias Ortodoxas, con la esperanza de que esta crisis se solucione con espíritu de
hermandad y paz durante esta reunión;
Frente al rechazo del Patriarca de la Iglesia de Jerusalén a la intermediación de Su Santidad el Patriarca Ecuménico para
la solución de este conflicto según las regulaciones de la Tradición y el canon eclesiástico;
El Patriarcado de Antioquía resuelve:
1. Retirar su delegación de la reunión de Primados de las Iglesias Ortodoxas que se celebra en Constantinopla entre el
cinco y el nueve de marzo de 2014 y suspender su firma al comunicado final de la misma hasta que se encuentre una
solución a esta crisis.
2. No participar en el servicio de la Divina Liturgia de clausura que se realizará el día Domingo de la Ortodoxia, a fin de
expresar que la unión de los ortodoxos no puede realizarse cuando una iglesia traspasa los límites de una iglesia hermana y
desmiente el acuerdo realizado bajo los auspicios de Su Santidad el Patriarca Ecuménico con todo amor y buena voluntad;
3. Proponer nuevamente el tema en la sesión del Santo Sínodo Antioqueno el día 27 de marzo de 2014 para que se
tomen las medidas que se consideren convenientes frente a esta nueva situación.
Finalmente, la Iglesia Antioquena no puede sino exhortar a los Primados de las Iglesias Ortodoxas hermanas a obrar
por una solución de este conflicto según los dictámenes del canon eclesiástico y lo más pronto posible a fin de evitar que
esta situación llegue a afectar la unión de la ortodoxia.
Carta pastoral por la designación de S.E.R. Metropolita Siluan
como Vicario Patriarcal de la Arquidiócesis de Nueva York y toda Norteamérica
A raíz del descanso en paz de S.E.R. Monseñor Felipe, Metropolita de Nueva York y Arzobispo de Norte América, Su
Beatitud el Patriarca Juan X de Antioquía designó al Metropolita Siluan de Buenos Aires y toda Argentina como Vicario
Patriarcal de la Arquidiócesis Norteamericana, hasta la elección de un nuevo Metropolita por el Santo Sínodo de Antioquía.
Monseñor Siluan escribe esta carta a los fieles en Argentina:
Queridos hijos de nuestra Iglesia en Argentina
Con dolor en el alma, pero con la esperanza firme en el Señor, quiero comunicarles el descanso en paz de S.E.R.
Metropolita Felipe, Arzobispo de Nueva York y toda Norteamérica, a la noche del miércoles 19 de marzo. Por más de cuatro
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décadas ha sido un gran labrador en la viña del Señor en el continente norteamericano, extendiendo siempre sus brazos
para apoyar la labor apostólica de otras diócesis del Patriarcado de Antioquía. ¡Que su memoria sea eterna!
A partir del deceso del Metropolita Felipe, y mientras sea elegido su sucesor por el Santo Sínodo de Antioquía, Su
Beatitud Juan X Patriarca de Antioquía y todo el Oriente me ha designado como Vicario Patriarcal de la arquidiócesis
norteamericana. Como tal seré responsable de la administración de la Arquidiócesis hasta que sea elegido el nuevo
Metropolita. Dicha “obediencia de amor” se suma a la actual, la cual ejerzo en Argentina junto a todos ustedes.
Así, quiero pedirles sus oraciones por mí, por nuestra Iglesia y por la Arquidiócesis de Nueva York y toda
Norteamérica, para que mi ministerio pueda servir en preservar el vínculo de unidad, de la paz, del amor y del servicio en
Cristo que nuestros hermanos en Norteamérica tienen desarrollado con mucho sacrificio, sudor y labor.
¡Que el Señor los bendiga a todos en el camino de la Gran Cuaresma, hacia la Pasión salvífica del Señor, en vista de
compartir su gloriosa resurrección!
+ Metropolita Siluan
Arzobispo de Buenos Aires y toda Argentina
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