El problema social en España, 3j como el de huelgas y coligaciones

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El problema social en España,
3j
como el de huelgas y coligaciones obreras, consejos de conciliación y
arbitraje, descanso dominical, están hoy pendientes de discusión.
Por cierto que hay otro antecedente más remoto en España de un
Centro oficial encargado del estudio y preparación de la política pro-*
tectora del obrero, al par que armonizadora de los grandes intereses
•cíales, que sin duda por haber quedado en conato ó en elaboración,
pues apenas llegó á proyecto, ha de ser conocido de muy pocas personas.
A la vista tenemos unos curiosos papeles de puño y letra, los más, de
ellos, aunque no firmados, de un insigne asturiano, literato, poeta, arqueólogo, muy versado en asuntos de Administración, en la cual sirvió
muchos años, D. José Caveda, heredero espiritual directo de Campomanes, discípulo de Jovellanos, en los que aparece el trabajo preparatorio del Real decreto que en Enero de 1855 proyectaba el entonces ministro de Fomento, D. Francisco Luxán, relativo á la creación de una
Comisión que, bajo la presidencia de D. Pascual Madoz, debería encargarse «de reconocer y apreciar en su justo valor las causas de las dificultades suscitadas entre los fabricantes y los trabajadores de nuestras
provincias manufactureras y proponer al Gobierno los medios más
oportunos de terminarlas felizmente.» Entre ellos figura una carta del
futuro Presidente al Ministro, con un pliego de interesantísimas observaciones al proyecto, que ya precedido del preámbulo sumamente ra?r
zonado. Uno y otro merecerían ser conocidos en toda su integridad, no
sólo por su interés histórico, sino por el inmediato que tiene para la,
cuestión que preocupa hoy hondamente, más hondamente que en el
tiempo á que nos referimos, á la nación entera.
En el preámbulo citado, después de notar las desavenencias surgidas
con frecuencia entre fabricantes y obreros, y de advertir que puede haber interés, bastardo seguramente, en ahondarlas; de afirmar que para,
prevenirlos, evitarlos, hay que atender por igual á ambas partes beligerantes; de confiar en los sentimientos bondadosos de los patronos y en el
respeto á la autoridad de las masas, expresa así en el párrafo 6.° el pensamiento capital del Ministro: «Cuando por gratitud y por carácter, por
la educación y las costumbres, bendice el pueblo español estas aspiraciones á la piedad y las reproduce espontáneamente como un deber sangrado, no pueden ser los disturbios impíos que las contradicen, ema-
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