fraile, teórico y constructor por Elisa García Barragán

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fraile, teórico y constructor
por Elisa García Barragán
Una de las preocupaciones fundamentales
del Instituto de Investigaciones Estéticas,
ha sido la difusión de la conciencia estética e histórica, no solamente entre los
estudiosos del arte, sino también entre el
público en general, y gracias a dicho afán
el año de 1969 fue abundante en magn íficas publicaciones. Dentro de éstas se encuentra el libro Obras de fray Andrés de
San Miguel. * El acucioso investigador
Eduardo Báez Macías se ocupó de hacer
la versión paleográfica, el estudio introductorio y notas de este interesante manuscrito. Fray Andrés de San Miguel (Andrés de Segura de la Alcuña), fue sin duda
una de las figuras más importantes de la
arquitectura mexicana del siglo XVII.
El estudio realizado por Eduardo Báez
se divide en varios capítulos; se inicia
señalando, además de las dificultades para
paleografiar el manuscrito (170 folios), la
enorme valía que "para la arquitectura y
la historia de la ciencia en México", tiene
la obra de este sabio carmelita el cual "es
conocido más que por sus escritos, por
haber construido varios conventos para su
Orden y por haber rivalizado con Enrico
Martínez, cuando éste se encargaba de
dirigir el desagüe del Valle de México".
Indudablemente que el manuscrito de
fray Andrés de San Miguel tiene una gran
significación para la historiografía colonial
mexicana, puesto que es el único arquitecto de quien se poseen escritos y cuyos
conocimientos son muy extensos, ya que
su obra se compone de un conjunto de
tratados sobre matemáticas, arquitectura,
geometría, perspectiva, carpintería de lo
blanco, hidrología, emplomados, jardinería, etc.
En el estudio se recogen algunos datos
biográficos acerca de este sabio sevillano,
quien después de una juventud azarosa
decidió retirarse con los Carmelitas Descalzos; sin embargo, no llegó a profesar,
prefirió permanecer como lego, por convenir más a sus deseos de cultivarse y al
desarrollo de su actividad como arquitecto. También habla Báez Macías de las
construcciones hechas por este lego: no se
limi ta a apuntarlas, las explica detalladamente y asimismo, hace la historia de
estos monumentos coloniales, destacando
los cambios y diferentes estilos arquitectónicos que florecieron más tarde en esas
construcciones. Para no cansar al lector
con una narración demasiado técnica, Báez
da amenidad a la lectura, salpicándola de
graciosas anécdotas sobre la rivalidad y
celos entre los frailes de las diversas órdenes.
* Obra de fray Andrés de San Miguel, Introducción, notas y versión paleográfica de
Eduardo Báez Macías. México, UNAM HE
1969.
Dentro de ese mismo capítulo analiza
y define el estilo del arquitecto carmelita:
su amor por la proporción, la influencia
del Escorial que hay en su obra y, como
consecuencia de este profundo estudio,
termina por considerar que "su arquitectura fue una resultante no por sus elementos sino por su concepción de un espíritu
manierista".
La participación de fray Andrés de
San Miguel en las obras del desagüe del
Valle de México, única parte de su manuscrito que había sido publicada antes, sirve
a Báez para dar idea del carácter de este
fraile exasperado, soberbio y muy consciente de la importancia de sus conocimientos sobre hidráulica, lo que le permite criticar duramente las fallas de Enrico
Martínez en la construcción del desagüe
del Valle de México. Como se advierte, el
carmelita estaba muy lejos de poseer la
humildad exigida por la Orden religiosa a
la que pertenecía.
Báez, al finalizar su inteligente trabajo,
en la parte relativa a los "Comentarios al
manuscrito", apunta que no todo él es
igualmente valioso y reitera la importancia
que el manuscrito tiene para el estudio de
las ciencias exactas, puesto que son escasas las obras publicadas en el siglo XVII
sobre esta materia.
Seguidamente desmenuza el documento
sobre todo en aquellos apartados que le
parecieron de mayor valía y al comentar
el capítulo "La arquitectura, su definición y
fuentes" hace la comparación del texto
de fray Andrés de San Miguel con dos de
las traducciones del de Vitruvio (traduc·
ciones de Miguel de Urrea y la posterior
de José Ortiz de Sánz), para dejar asenta·
da la influencia del famoso tratadista sobre el arquitecto carmelita.
Al completo e interesante estudio de
Báez cuyos atinados comentarios facilitan
al lector el acercamiento al texto de fray
Andrés de San Miguel, se puede agregar
solamente que: la narración de este aro
quitecto, hecha con fluidez y en un len·
guaje pulido, contiene partes muy entretenidas como la descripción fantástica del
Templo de Salomón, en la que el autor,
pose ído de una desbordada imaginación,
parece querer demostrar al lector que, si
sus construcciones son sencillas,"esa senci- ,
llez se debe a los rígidos reglamentos de
su Orden, y no a su desconocimiento de
los diferentes estilos arquitectónicos y formas de ornamentación suntuosa. Describe
paso a paso, como si hubiera' sido un
testigo presencial la construcción de dicho
Templo y las maravillas que albergó una
vez terminado. El encanto de la relación
se ve interrumpido en varios capítulos por
el deseo de someter todos los temas a
intrincadas ecuaciones matemáticas, obse·
sión de la que no escapa ni la Santísima
Virgen María, cuya Gracia quiere medir
siguiendo ese complicado método.
El relato del naufragio de la Santa
María y las aventuras de fray Andrés en la
Florida, que aparecen de improviso sin
ninguna relación con el tratado que la
precede sobre matemáticas y arquitectura,
constituye una valiosa fuente para el conocimiento de las costumbres y la vida de
los indios de la Florida y, también, para el
estudio de la navegación en el siglo XVII,
ya que todas las actividades desarrolladas
en la embarcación están reseñadas con
gran minuciosidad.
Uno de los intereses mayores del manuscrito estriba principalmente en el capítulo
sobre las lacerías mudéjares (carpintería de
lo blanco), estilo que tuvo muy importantes manifestaciones en el siglo XVII,
cuando se construyeron los mejores artesonados y alfarjes de que se tiene noticia.
Este capítulo está ilustrado con excelentes
dibujos del propio fray Andrés. El amplio
tratado sobre arquitectura de fray Andrés
de San Miguel propicia una nueva etapa
en las construcciones novohispanas, como
lo demuestra el Convento de San Angel,
una de sus mejores realizaciones. A los
vastos conocimientos que vierte en su
obra, sobre arquitectura, hay que añadir
sus opiniones respecto de los arquitectos
de su tiempo, opiniones que revelan las
ideas referentes al arte de su época.
Ha sido un acierto del Instituto de
Investigaciones Estéticas la publicación de
este inestimable manuscrito, que abrirá el
campo a nuevas investigaciones, ya que en
él y en sus excelentes dibujos técnicos
está documentada una de las épocas más
interesantes y ricas de la arquitectura colonial.
la misión del economista
por Miguel Bautista
La importancia del estudio de la Economía Política para el fin de lograr una
comprensión de los fenómenos sociales es
evidente para cualquier estudiante o estudioso de las ciencias sociales. Los procesos
económicos, que conforman la estructura
económica, condicionan la vida social política y espiritual de las sociedades (aunque es sabido que, dialécticamente, las
ideas y las instituciones políticas reactúan
sobre la base económica).
En Economia politica y lucha social, *
su autor Alonso Aguilar Monteverde, hace
una exposición clara de las diversas teorías económicas y las relaciona' con el
contexto histórico-social en que surgieron.
Sin embargo, lo fundamental de la labor
del autor es que viene a realizar una tarea
de orientación y de explicitación sobre el
papel del economista, presentándole la
alternativa a que se enfrenta ante su disciplina: la de concebir la economía como
una ciencia y utilizarla al servicio del
interés social mayoritario, o hacer de ella
una técnica, una "vaca lechera" al servicio
de los intereses privados.
¿Es el economista un científico que
deba vivir y conocer los procesos políticos
y sociales de su país y de su tiempo, y
emplear la ciencia en beneficio del interés
del pueblo, o es un técnico y un empleado de intereses meramente privados? Para
Aguilar Monteverde es ésta una cuestión
de la que depende todo el sentido y la
utilidad social que se dé a la economía. Y
responde: el economista debe actuar porque la Economía no es una ciencia contemplativa. "El economista debe explicar
las cosas ~omo son, evaluarlas críticamente, determinar sus causas y contribuir a
mejorarlas, indagar en torno a los factores
que impiden el proceso y, cllando realmente se interesa en el mejoramiento del
* Alonso Aguilar M.: Economía política y
lucha social. México, Editorial Nuestro Tiempo,
1970.292 pp.
nivel de vida y del bienestar del pueblo,
señalar cuáles son las condiciones sociales
más favorables para lograr tales fines"
(pág. 287).
La responsabilidad social del economista y la exigencia de rigor científico en su
labor, no riñen -nos dice el autor- con
"la legítima aspiración de que el trabajo
profesional sea una manera digna de ganarse la vida. Simplemente supone que la
realidad social es eL terreno en que la
economía se desenvuelve y que el economista no debe encastillarse en su gabi-
nete ni menos hacer de su oficio un
anzuelo para pescar en aguas turbias"
(pág. 284).
Esta orientación que plantea Aguilar
Monteverde sobre la misión del economista, nos parece necesaria y oportuna en
estos momentos de crecimiento acelerado
de nuestro país, en que el economista y el
científico social necesitan analizar los caracteres y las consecuencias de ese crecimiento. Por ejemplo: ¿Cuál es su ritmo
de desarrollo? ¿Cuál su relación con la
mayor dependencia o independencia exterior de la nación? ¿A quiénes benefician
y sirven fundamentalmente los valores, los
bienes materiales de ese crecimiento? Estas son preguntas concretas que no puede
rehuir el economista.
Desde luego que viviendo en una sociedad de clases, esta interrogación profunda
por la realidad y el tratar de responder
científicamente, implican un proceso de
definición ante las fuerzas sociales. El
compromiso solidario, por parte del economista, con quienes producen con su
esfuerzo la riqueza, y la necesidad de
trabajar científicamente, con objetividad,
en la economía, son los caracteres de la
posición que sustenta el autor del libro.
Aguilar Monteverde hace preceder este
planteamiento sobre el economista de una
exposición interesante sobre las teorías
económicas. Una primera cuestión esencial
que se plantea es la de aclarar cuál es el
objeto y el campo de acción de la Econom ía. Desde que surgió la Economía como
ciencia au tónoma se han enfrentado dos
corrientes de pensamiento que reflejan
intereses antagónicos de clases sociales diferentes. "Para los su bjetivistas, lo esencial
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