LUIS GIL GOMEZ DE LA V I D A SENCILLA POEMAS IMPRENTA OROZ y M A RTINEZ T U D E L A 1 9 4 3 VIÑETAS DE: C iro J. Navascués I Martínez DE LA V I D A SENCI LLA LUIS GIL GOMEZ DE LA V I D A SENCILLA POEMAS IMPRENTA OROZ y M A R TIN E Z T U D E L A 1 9 4 3 OTRAS OBRAS DE LUIS GIL G O M E Z --------- EN PREPARACION: ROMANCERO {POEMAS DE --------- FORAL NAVARRA) EL U L T I M O P A T R I A R C A ( N O V E L A R E G I O N A L ) P Ó R T I C O F á c il cosa es trenzar gu irn ald as con fo lla je y rosas frescas. Vuelve las hojas y su perfume trascenderá a tus manos. G il Gómez las cortó y guardó en este lib rillo , pomo de esencias. Labriegos, ventas y prados posan en sus páginas puras en color y en sabor. A lm a campesina que se enfervoriza con los chopos, las aguas, los pastores y los senderos. Captador fin o , en el aire aromado, de tierras y f r u ­ tas enveradas. Catador delicado de mieles y vinos,—f l o r y racimo, — dulces y agrestes dones. Cazador s u til del concepto y la rim a de la vida. Corre su vena rústica y fresca, entre lim pios cas­ cajos, bajo la estrella y el árbol, para d a r ju g o a bocas abrasadas y labios resecos. O jalá lleguen hasta ti, en el viento suave de sus ver­ sos, la hermosura de estas cosas sencillas, siempre llenas de gracia. J. M .° Mateo. ROMANCE DEL CAMINO Por una ruta de ensueños v a n los chopos de cam ino, terciada su capa verde, lle n o el cerebro de trinos. Sobrinos de D on Q u ijo te va n m irando el cie lo lim p io sin o ír al escudero, un agua oscura de río que va d ic ie n d o refranes a lo la rg o d e l cam ino. Más de una tarde de agosto han topado estrem ecidos co n desalmados arrieros de rostro seco, cetrino. 7 con aguijadas que lienen golas de sol en su filo Y relumbran con violencia: con ellos su señor lío riñó enconadas batallas en esle viejo camino. Los han dejado pasar haciéndose olvidadizos. Un cerco de nubes rosa cual caracoles marinos endiosa la frente de los caballeros altivos, mientras halagan la ruta del escudero ladino unas ovejiías blancas con música de balidos. Ofrenda sentimental la de los campos vecinos por la senda florecida 8 sobre débil pueníecillo. Por su enlraña el agua pasa con descarnado mutismo poniendo en las piedras húmedas un relumbre esmeraldino. Desde un cielo de turquesa se les burlan dos molinos con aspavientos extraños, sin cordura, ni sentido, mientas las ranas ocultas rasgan las charcas a gritos. Ellos, de tan poca cosa, no se sienten ofendidos. Cuando la noche se enciende en estrellas de jacinto y una luna muy exacta rebrinca por los olivos 9 en una agonía azul se diíumina el camino. Los chopos de verde plata lodos se han adolecido Y le han trenzado mortaja de más suavidad que el lino. Su salmo de funeral han iniciado los grillos. 10 MOZA RUBI A DEL MESON Moza rubia del mesón, ¿qué haces lan seria a la puerta mientras se derrumba el sol? Tan seria, a la misma puerta, hace un año le v i yo. El manzano del camino tenía carga de flor en tus ojos, una llama consumía una ilusión. Mirabas no sé qué cosas, oías no sé qué voz. ¿Qué mirabas y qué miras que no lo adivino yo? ¿Qué espesura de zarzales te sofoca el corazón? ¡Ah! ya... Tu densa liniebla me la alumbra hoy mi dolor. 11 Todo un año me ha costado saber tan simple lección. La alegría de tu cara el viento se la llevó Y rueda por los caminos y va de albergue en mesón. Un mozo cuenta la risa que tu boca le ofreció,otro dice la caricia que hablando tiene tu voz,otro, violento, relata el beso que te robó. Todos hablan de la parte que hubieron en tu pasión. Y vas, hecha ya romance, por los caminos de sol,Y bulles en las reYertas, Y entre guitarra y canción, boca morada de v in o tu nombre limpio manchó. Tu nada sabes. Tan seria, a la puerta del mesón, esperas que un día llegue, 2 p o r el cam ino, e l amor, sin sospechar qu e el manzano en flores se derram ó. Y miras no sé qué cosas Y escuchas no sé qué voz lodas las tardes d e l año, m ientras se d e rru m b a el sol. 13 F L O R DE R O M E R O Romerito de junio; flor de la sierra,gotas de plenilunio sobre la tierra. Huele el sendero que en las cumbres se pierde a la flor del romero romero verde. Romerito oloroso,tu blanca gala hoy cortaré gozoso y a la zagala que con caricias roba mi turbio enojo, le llevaré un manojo para su alcoba. !Que de amores me muero él le recuerde! jA y, la flor del romero, romero verde! 14 POEMA DE LA PIEDAD iDios mío. qué solos se quedan los muertos! Un re b rillo de luces vespertinas ha quedado en la hoguera del poniente,sobre el cerro discurren lentamente unas nubes de tintas opalinas ¡Qué triste la llanada! Está la tierra a trechos desigual y removida: son-sementera para nueva v id a surcos de tumbas que labró la guerra. Una cigüeña vuela en cruz, piadosa,una noria faena quejumbrosa/ el corazón o lvid a los agravios; 15 Y me salía una lágrima liviana al tiempo que florece enlre mis labios el eco de una rima becqueriana. 16 PALOMICA DE LA TORRE Como una niña bonita, flotando al aire su pelo, salta a la comba, en su vuelo, la campana de la ermita. Mientras alegre recita poemas de plata al cielo, con femenino revuelo su falda de bronce agita. V uela sobre el campo, vuela; corre bajo el cielo, corre, campanita, campanela,17 que no hay vendabal que borre de íus caminos la esleía, palomica de la íorre. 18 H O L O C A U S T O Más alío que los picos de las sierras agrestes, sin pastor ni mastines, cencerros ni canciones, por la senda azulada de los prados celestes un rebaño de nubes agita sus toisones. Nubes de lana limpia que avanzan apretadas sin que alegre su ruta el lánguido balar en la hora luminosa que alza sus llamaradas la hoguera esplendorosa de la puesta solar. Una nube muy blanca que parece un carnero de cuernos retorcidos y barbilla de vicio se ha detenido, suelta, sobre el rojo brasero, como res ofrecida a un viejo sacrificio. El menguante de luna, afilada su hoz, ha brillado un momento con fúlgido destello y sin que rompa el aire ni balido ni voz en la víctima ha hundido su trágico degüello. 19 H a p re n d id o en la n u b e una lla m a berm eja que en los finos ve llo n e s sangrientos se desata m ientras u n a rro y u e lo que en las piedras se queja, p re c ip ita en e l v a lle su ca u d a l escarlata. Se am ortece e l ocaso sobre la agreste cum b re. El enorm e carnero c a lc in a d o y exhausto y las últim as brasas qu e ha d e ja d o la lu m b re son los ún ico s restos d e l a n tig u o holocausto. 20 POEMA SÁFICO DE LOS CAMPOS EN JUNIO ¡Claras campiñas con verdor de gloria,hondas acequias con fragantes lirios,surcos recientes del viñal pujante,mieses y olivos! N i brisas ni palomas estremecen la mañana de junio. En el espacio flota solo un aroma difundido de humos agrarios. En el confín, sobre la agreste cumbre, vuelta en cristal, entre los pinos verdes salta sonora, palpitante y viva la última nieve. Los olivos, que tienen en sus copas el aceite y la paz, pueblan sombríos la rápida vertiente escalonada de ásperos guijos. 21 Y brota el hontanar entre una fuerza de avellanos de sombra deleitosa, avanzando sin ruido, prisionero de húmedas rocas. La espada luminosa del arroyo dá su tajo de plata sobre el valle y su lumbre ilumina con violencia todo el paisaje. Cerca del margen de la val, enseñan las margaritas, en los prados tiernos, el fino encaje de sus cuellos blancos de mosquetero. En la húmeda ternura de las siembras empiezan a verter las amapolas de la sangre de toro del poniente ásperas gotas. El diáfano cristal de la mañana que se pinta en el fondo de una acequia se lo bebe despacio una paciente vaca bermeja. 22 Sobre los brazos de nudosas cepas, entre los surcos de la tierra parda donde dejaron su rotunda huella recias abarcas, la pompa plateresca de las viñas con los pámpanos verdes retorcidos oculta, en sus entrañas de esmeralda, agrios racimos. M uy lejos, un labriego ennegrecido, en su dorada soledad sonora, labra el poema de sus tierras anchas hora tras hora. En la linde, junto a unas zarzamoras, unas ovejas de toisones limpios dejan dulces caer de sus cencerros leves tañidos. Y asciende envuelta en virginal pureza la fecunda mañana campesina y en los densos aromas de las tierras se glorifica. 23 Yo amo un cerezo de encendidos frutos en cuyo débil tronco recostado, dejando los cuidados al olvido, miro los campos... 24 R O M A N C E DE Copiando torres antiguas Y agujas de álamos verdes el río suena sus flautas bajo los arcos del puente. Cerca del cañaveral, pelo de oro, ojos celestes, una muchacha bonita, en trenza y corpiño, viene. Tocando los pies el agua, al lado de los laureles, se ha detenido a mirar la furia de la corriente, que, galopando en su cauce,* camino de otros verjeles, será bebida, en las manos, por su grande amor ausente. 25 AMOR Naufragando en las olillas, río adelante, se pierden los ojos de la muchacha que de pronto se estremece al contemplar cómo el aire los lirios fragantes mueve, ciñendo por la cintura sus tallos finos y verdes. 2ó LA VI RGEN Y EL La blanca novicia lee entre las verdes adelfas: manos color de la luna, pupilas de flor abierta. Lee su libro dorado de primitivas viñetas, mientras un fauno escondido su flauta de caña suena. El naranjo en flor embebe de espeso azahar la huerta, y el viento enreda en las ramas su impalpable cabellera. * En el exterior camino donde crecen las moreras, el amor levanta torres de besos y de promesas. 27 FAUNO Jinele en el viento claro, libre de silla y de rienda, diálogo de amor cabalga desenfrenada carrera. Acúcianle los ijares libidinosas espuelas y el viento salla los muros empinados de la huerta. La novicia mira absorta el corcel de la sorpresa y en los labios se le para una voz que no revienta. Le enciende el viento en el pecho un bordón de m il abejas Y le retiñe la cara con madurar de cerezas. Un miedo infantil le pone la piel nacarada y tersa. El libro tiembla en sus manos como una paloma presa. Fuerte sabor de aquelarre gusta su boca bermeja. El fauno insiste, pagano, en su trivial cantilena. 28 Vé, con susto, la n o vicia e l v ie n to que le rodea erizado de relinchos Y borracho de corvetas, Y, m anándole del labio una amorosa querella, com o patena de plata las manos al cielo eleva Y un arcángel de e xterm inio sus ojos dorados sueñan. De pronto, desde la torre, co n un nevar de quimera, su tolvanera de trinos la d ulce campana suelta. Carcaj de bronce que vierte la música de sus flechas. Bello corcel asustado alza el vie n to la cabeza Y en tu rb ió n de fiera espuma em prende loca carrera p o r el bajo laberinto de unas nubes cenicientas. 29 En la h ie d ra de los muros e l fauno su flau ta q u ie bra. V ie n to de pe cado, a lie n to qu em a do de bocas frescas p o r los pinares lejanos co n voce s de am o r resuena. 30 C A B A L L O P L A T E R O Como una gota de luna era el lunar de Platero,clavo de luz remachado en el cofre del cerebro. Luciérnaga en el nocturno azabache de su pelo, era la perla que nunca le pudo robar el tiempo. Estrella dulce colgada sobre el frontal de Platero. Voceciía luminosa sobre el mar de su silencio. Moneda en plata acuñada en troquel de sangre y nervio. jLunar de luna, lunar, lunariio de Platero! 31 Platero se halla desnudo de su dureza de enebro. El poema de sus bríos se desfloró verso a verso Y fueron sus viejos triunfos hojas de otoño en el viento. Las orejas puntiagudas, bravas, lo mismo que hierros de lanza, se doblegaron de tanto herir en el tiempo. El azote de las crines flotando sobre su cuello, no alegra su galopada por el tapiz del sendero donde sus cascos exiguos apenas encuentran eco. Y aquella piel de su espalda que conoció los arreos con arabescos de plata Y guarniciones de cuero, p o r gualdrapa solo viste la nieve de los inviernos. 32 C aballito del lunar, caballito: ¿a dónde fueron tu bracear arrogante de corcel de romancero Y tu relincho sonoro Y tu m irar como fuego? ¿Qué fué de tu juventud que solo queda en tu cuerpo un leve aliento de vida Y un lunar como un lucero? Frente al blanco caserío descubre la era su pecho. La parva extendida al sol es una onza de oro viejo. El trillo de pedernales va apuñalando el centeno que sepultado en el hom o con fogata de sarmientos, tendrá un sábado de gloria, hecho pan pobre y moreno. 33 Un viejo posa la mano sobre el lomo de Platero. Eco débil de caricia sobre la ruina del cuerpo. Platero siente flaqueza en los nudos de sus remos. ¿Cesará su corazón como un reloj descompuesto? ¿Se doblegará al acoso de los corceles del tiempo dejando en sazón de trilla la aúrea rueda del centeno? Trilla, caballo, caballo, trilla, caballo Platero,caballo de pinta blanca como la plata de bueno. ¿No le alegran los chasquidos que hace la tralla en el viento? 34 Trilla, caballo, caballo, que está todo azul el cielo Y el sol de agosto repica con campanadas de fuego. ¡Música de cascabeles y de relinchos, Platero! ¿Es que olvidas que en la frente, con relumbres de lucero, un lunar te condecora con medalla de abolengo, lunar de luna, acuñado en troquel de sangre y nervio? Platero, trilla la parva, ¡el pan del año del viejo! ¡Trilla, caballo, caballo, trilla , caballo Platero! 35 B A L A D A J A P O N E S A La japonesila cruza la pasarela del río. El pájaro de las cejas vuela en su rostro amarillo. Agujones de marfil, con tramoya de martirio, le crucifican la torre de sus .cabellos endrinos. Los dedos de porcelana giran, sobre el hombro limpio, la araña del quitasol donde relumbra el estío. Sobre la masa del agua los patos hunden sus picos queriendo pescar, voraces, pequeños lotos cautivos. La pagoda clava al cielo sus cuernos de toro huido. 36 mientras el aire, en las calles, baila los mil farolillos. El cielo, iodo de laca, se baña en el verde río. La japonesa detiene un momento su camino. Toma un ramilo de flor que le brota de los rizos Y mientras su labio apunta un sonreír exquisito, abre sus dedos rosados y las flores van al río. Sus picos de calabaza desgarrando el aire a gritos, los patos nadan veloces para atrapar el ramillo, abriendo en el agua verde un espumoso abanico. El sol alto y sudoroso respira con más alivio. 37 Fatigados del torneo sobre el cristal quebradizo, los patos lanzan al cielo su rosario de graznidos increpando a la muchacha por el engaño sufrido, Y dejan que el ramo adorne la bella cara del río. La japonesa prosigue em belleciendo el camino donde un viento dulce bate su quim ono florecido. 38 C Á N T I C O DE La montaña blanca,la fuente serena,la garza de plata sobre la ribera. El establo tiene la fragancia tierna del heno segado por la primavera, un pesebre limpio y un rey en promesa. La montaña, blanca; la fuente, serena,Belén languidece transido de ovejas. * M il lanzas de nieve herían la puerta.39 P A Z sonaba a campanas la fría contienda. Peinecillos de oro en la mano diestra, Señora María peinaba su crencha, torrente de noche sin verde ribera. Trémula se ahogaba la mano pequeña en las negras olas de la cabellera. Haciendo en el aire un ruido de sedas, su botón rompían varas de azucena. Afuera la nieve crecía su fuerza. Negro en la penumbra, de plata la azuela, Señor San José pulía madera. 40 Barbas de viruta, frente nazarena. La tarde, un silencio de nieve desierta. Del alto pinar velado de nieblas bajaba la noche temblando de estrellas. Sobre un horizonte de luces en quiebra, lunita de nácar, vestida de reina, asomaba dulce su cara de hebrea. Batían sus alas por la azul floresta angélicos rubios con grandes tijeras corlando risueños, manojos de estrellas. 41 La noche azulada girando su rueda traspuso el recodo de las leyes viejas. En las huecas fosas de cal y de piedra movieron sus huesos antiguos profetas. Señor San José descuidó la azuela y endulzó sus ojos un temblor de abeja. Señora María, toda rosa y cera, se oprimió las manos, dobló la cabeza Y alumbró un Infante la flor de Judea. Música celeste con notas de estrellas. 42 Angélicas manos de líneas perfectas abren los himnarios de doradas letras. La techumbre azul de mirlos se llena: ¡Gloria en las alturas y paz en la tierra! * * 43 ROMANCE DE LA NIÑA Y EL AGUA Bajo el dosel de la parra que septiembre puso de oro, agua temblorosa y verde la niña saca del pozo. Agua que, al dejar la sombra, le ciega de luz los ojos. Agua amante que se entrega en. beso fresco y sonoro. Agua buena que palpita al salir del calabozo. Agua que paga con risas el sigilo del soborno. Adormecida en las rosas, hija de cielos remotos, levadura transparente de las siembras del otoño/ 44 helada de los metales, loca de romances hondos, viajera por galerías y corredores ignotos,agua besada de estrellas y de luna, agua de pozo, busca su resurrección sepultada en el insomnio. Bajo la parra, la niña redime el agua del pozo. La venta, gris. El camino, recto, polvoriento y solo. V iva esmeralda, cautiva en los tinajones gordos. Color del aire en los vasos; vena de luz en el chorro,sangre de rosas cortadas en los jarrones redondos,delicia del alfarero, puesta en los tazones toscos. 45 Caníariío a serenar en los nocturnos de agosto, agua doncella asomada a la reja del insomnio que aguarda al gallo galán que le trove su alboroto. Agua de venta lejana, agua sacada del pozo. El agua, con las pupilas dilatadas del asombro, mira su cuerpo desnudo de muchacha en abandono con la piel fina y verdosa sin madurar por el oro, su talle que no conoce la caricia del recodo y sus dedos cristalinos, sin aros de desposorio. A nadie dice la pena que le come en lo más hondo. 46 Solo en las noches de frío, sobre la cruz de los troncos, cuenta, en caldero de cobre, con acento largo y sordo, los latidos y estertores de su corazón de plomo. * ¡Agua humilde, rescatada por una niña del pozo! ¿Quién te beberá? Remanso en el silencio sonoro. ¿Algún pordiosero, sucio de los caminos con polvo? ¿Alguna moza encendida? ¿Algún cazador lujoso? ¿Algún can flaco y perdido? ¿Acaso el labio de un mozo que merodea en la busca del amor y del reposo? La polea, interrogante sobre la boca del pozo. 47 C uchillo del horizonte con delgado filo de oro. La niña toma la cuerda/ la rueda gira un sollozo. La venía, gris. El camino, recto, polvorien to y solo. SONETOS DEL CORAZON SEÑORA DE L OS CAMINOS María, mi señora; yo quisiera que íus ojos de almendra ya madura, esos ojos que tienen la dulzura de la bresca de miel en la abejera, miraran mi figura caminera perdida de la noche en la negrura e iluminaran mi jornada dura con claridades de radiante hoguera. Verían que soy viejo y ya declino; que, aunque fui de cien rutas peregrino, solo su afán de caminar me queda; 51 no hay luna que platee mi camino; alúmbrame, Señora, mi vereda para que llegue presto a mi destino. 52 FRANCI SCO DE XAVI ER Oyó un sonar ardiente en su alma clara y conoció el afán de los clarines: amarga sal humedeció su cara y abandonó su espada y sus jardines. Una flora oriental tupida y rara de lotos, crisantemos y jazmines sintió el latir de su elocuencia avara por hacer, de salvajes, serafines. Por veredas sin luz fué misionero, y en las duras jomadas del sendero quemó sus pies sobre la arena fina/ 53 Y a l sentir el d o lo r de n o poder, llo ró , al m o rir, ante la inm ensa C hina, el apóstol Francisco de X a vie r. 54 FRANCISCO DE ASI S La fuente de su verbo fluyó en lodo momento un mágico lenguaje de pétalos de rosa que, sobre las lacerias de la tierra leprosa, derramó una caricia de tibieza y de ungüento. Fraternizó, mínimo, con la luna y el viento,a la Dama Pobreza^ eligió por esposa/ dialogó con la sierpe, el lobo y la raposa igual que en la tramoya prim itiva de un cuento. El invierno le puso su capucha de fríos, le yodó con su bronce el sol de los estíos, amó las soledades, el silencio y el bien. 55 Y por sus manos bellas-y sus ojos de cobre a donde se asomaba su corazón de pobre, en eslrofas de esmalte lo enalteció Rubén. 56 I N P ó rtic o D . . . I C E . 5 . 7 M oza ru b ia d e l mesón . 11 F lo r d e R o m ero 14 R om ance d e l c a m in o . 15 Poema de la P ie da d P a lo m ica d e la to rre H o lo c a u s to . . 17 . . 19 . Poema s á fic o d e los cam pos en Ju n io . 21 . R om ance d e am or. . 25 La V irg e n y e l Fauno . 27 C a b a llo P la te ro . 31 B alada Japonesa . 36 C á n tic o de Paz 39 R om ance d e la n iñ a y e l agua F rancisco de A sís. 44 51 Señora d e lo s C am inos F ra n cisco d e X a v ie r . . 53 55