DE LA VIDA SENCILLA

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LUIS GIL GOMEZ
DE LA V I D A SENCILLA
POEMAS
IMPRENTA
OROZ y M A RTINEZ
T U D E L A
1 9
4
3
VIÑETAS DE:
C iro J. Navascués
I Martínez
DE LA V I D A SENCI LLA
LUIS GIL GOMEZ
DE LA V I D A SENCILLA
POEMAS
IMPRENTA
OROZ y M A R TIN E Z
T U D E L A
1 9
4
3
OTRAS
OBRAS
DE
LUIS GIL G O M E Z
---------
EN
PREPARACION:
ROMANCERO
{POEMAS
DE
---------
FORAL
NAVARRA)
EL U L T I M O P A T R I A R C A
( N O V E L A
R E G I O N A L )
P Ó
R T I C O
F á c il cosa es trenzar gu irn ald as con fo lla je y rosas
frescas.
Vuelve las hojas y su perfume trascenderá a tus
manos.
G il Gómez las cortó y guardó en este lib rillo , pomo
de esencias.
Labriegos, ventas y prados posan en sus páginas
puras en color y en sabor.
A lm a campesina que se enfervoriza con los chopos,
las aguas, los pastores y los senderos.
Captador fin o , en el aire aromado, de tierras y f r u ­
tas enveradas.
Catador delicado de mieles y vinos,—f l o r y racimo,
— dulces y agrestes dones.
Cazador s u til del concepto y la rim a de la vida.
Corre su vena rústica y fresca, entre lim pios cas­
cajos, bajo la estrella y el árbol, para d a r ju g o a bocas
abrasadas y labios resecos.
O jalá lleguen hasta ti, en el viento suave de sus ver­
sos, la hermosura de estas cosas sencillas, siempre llenas
de gracia.
J. M .° Mateo.
ROMANCE
DEL
CAMINO
Por una ruta de ensueños
v a n los chopos de cam ino,
terciada su capa verde,
lle n o el cerebro de trinos.
Sobrinos de D on Q u ijo te
va n m irando el cie lo lim p io
sin o ír al escudero,
un agua oscura de río
que va d ic ie n d o refranes
a lo la rg o d e l cam ino.
Más de una tarde de agosto
han topado estrem ecidos
co n desalmados arrieros
de rostro seco, cetrino.
7
con aguijadas que lienen
golas de sol en su filo
Y relumbran con violencia:
con ellos su señor lío
riñó enconadas batallas
en esle viejo camino.
Los han dejado pasar
haciéndose olvidadizos.
Un cerco de nubes rosa
cual caracoles marinos
endiosa la frente de
los caballeros altivos,
mientras halagan la ruta
del escudero ladino
unas ovejiías blancas
con música de balidos.
Ofrenda sentimental
la de los campos vecinos
por la senda florecida
8
sobre débil pueníecillo.
Por su enlraña el agua pasa
con descarnado mutismo
poniendo en las piedras húmedas
un relumbre esmeraldino.
Desde un cielo de turquesa
se les burlan dos molinos
con aspavientos extraños,
sin cordura, ni sentido,
mientas las ranas ocultas
rasgan las charcas a gritos.
Ellos, de tan poca cosa,
no se sienten ofendidos.
Cuando la noche se enciende
en estrellas de jacinto
y una luna muy exacta
rebrinca por los olivos
9
en una agonía azul
se diíumina el camino.
Los chopos de verde plata
lodos se han adolecido
Y le han trenzado mortaja
de más suavidad que el lino.
Su salmo de funeral
han iniciado los grillos.
10
MOZA
RUBI A
DEL
MESON
Moza rubia del mesón,
¿qué haces lan seria a la puerta
mientras se derrumba el sol?
Tan seria, a la misma puerta,
hace un año le v i yo.
El manzano del camino
tenía carga de flor
en tus ojos, una llama
consumía una ilusión.
Mirabas no sé qué cosas,
oías no sé qué voz.
¿Qué mirabas y qué miras
que no lo adivino yo?
¿Qué espesura de zarzales
te sofoca el corazón?
¡Ah! ya... Tu densa liniebla
me la alumbra hoy mi dolor.
11
Todo un año me ha costado
saber tan simple lección.
La alegría de tu cara
el viento se la llevó
Y rueda por los caminos
y va de albergue en mesón.
Un mozo cuenta la risa
que tu boca le ofreció,otro dice la caricia
que hablando tiene tu voz,otro, violento, relata
el beso que te robó.
Todos hablan de la parte
que hubieron en tu pasión.
Y vas, hecha ya romance,
por los caminos de sol,Y bulles en las reYertas,
Y entre guitarra y canción,
boca morada de v in o
tu nombre limpio manchó.
Tu nada sabes. Tan seria,
a la puerta del mesón,
esperas que un día llegue,
2
p o r el cam ino, e l amor,
sin sospechar qu e el manzano
en flores se derram ó.
Y miras no sé qué cosas
Y escuchas no sé qué voz
lodas las tardes d e l año,
m ientras se d e rru m b a el sol.
13
F L O R
DE
R O M E R O
Romerito de junio;
flor de la sierra,gotas de plenilunio
sobre la tierra.
Huele el sendero
que en las cumbres se pierde
a la flor del romero
romero verde.
Romerito oloroso,tu blanca gala
hoy cortaré gozoso
y a la zagala
que con caricias roba
mi turbio enojo,
le llevaré un manojo
para su alcoba.
!Que de amores me muero
él le recuerde!
jA y, la flor del romero,
romero verde!
14
POEMA
DE
LA
PIEDAD
iDios mío. qué solos
se quedan los muertos!
Un re b rillo de luces vespertinas
ha quedado en la hoguera del poniente,sobre el cerro discurren lentamente
unas nubes de tintas opalinas
¡Qué triste la llanada! Está la tierra
a trechos desigual y removida:
son-sementera para nueva v id a surcos de tumbas que labró la guerra.
Una cigüeña vuela en cruz, piadosa,una noria faena quejumbrosa/
el corazón o lvid a los agravios;
15
Y me salía una lágrima liviana
al tiempo que florece enlre mis labios
el eco de una rima becqueriana.
16
PALOMICA
DE
LA
TORRE
Como una niña bonita,
flotando al aire su pelo,
salta a la comba, en su vuelo,
la campana de la ermita.
Mientras alegre recita
poemas de plata al cielo,
con femenino revuelo
su falda de bronce agita.
V uela sobre el campo, vuela;
corre bajo el cielo, corre,
campanita, campanela,17
que no hay vendabal que borre
de íus caminos la esleía,
palomica de la íorre.
18
H O L O C A U S T O
Más alío que los picos de las sierras agrestes,
sin pastor ni mastines, cencerros ni canciones,
por la senda azulada de los prados celestes
un rebaño de nubes agita sus toisones.
Nubes de lana limpia que avanzan apretadas
sin que alegre su ruta el lánguido balar
en la hora luminosa que alza sus llamaradas
la hoguera esplendorosa de la puesta solar.
Una nube muy blanca que parece un carnero
de cuernos retorcidos y barbilla de vicio
se ha detenido, suelta, sobre el rojo brasero,
como res ofrecida a un viejo sacrificio.
El menguante de luna, afilada su hoz,
ha brillado un momento con fúlgido destello
y sin que rompa el aire ni balido ni voz
en la víctima ha hundido su trágico degüello.
19
H a p re n d id o en la n u b e una lla m a berm eja
que en los finos ve llo n e s sangrientos se desata
m ientras u n a rro y u e lo que en las piedras se queja,
p re c ip ita en e l v a lle su ca u d a l escarlata.
Se am ortece e l ocaso sobre la agreste cum b re.
El enorm e carnero c a lc in a d o y exhausto
y las últim as brasas qu e ha d e ja d o la lu m b re
son los ún ico s restos d e l a n tig u o holocausto.
20
POEMA SÁFICO DE LOS CAMPOS
EN JUNIO
¡Claras campiñas con verdor de gloria,hondas acequias con fragantes lirios,surcos recientes del viñal pujante,mieses y olivos!
N i brisas ni palomas estremecen
la mañana de junio. En el espacio
flota solo un aroma difundido
de humos agrarios.
En el confín, sobre la agreste cumbre,
vuelta en cristal, entre los pinos verdes
salta sonora, palpitante y viva
la última nieve.
Los olivos, que tienen en sus copas
el aceite y la paz, pueblan sombríos
la rápida vertiente escalonada
de ásperos guijos.
21
Y brota el hontanar entre una fuerza
de avellanos de sombra deleitosa,
avanzando sin ruido, prisionero
de húmedas rocas.
La espada luminosa del arroyo
dá su tajo de plata sobre el valle
y su lumbre ilumina con violencia
todo el paisaje.
Cerca del margen de la val, enseñan
las margaritas, en los prados tiernos,
el fino encaje de sus cuellos blancos
de mosquetero.
En la húmeda ternura de las siembras
empiezan a verter las amapolas
de la sangre de toro del poniente
ásperas gotas.
El diáfano cristal de la mañana
que se pinta en el fondo de una acequia
se lo bebe despacio una paciente
vaca bermeja.
22
Sobre los brazos de nudosas cepas,
entre los surcos de la tierra parda
donde dejaron su rotunda huella
recias abarcas,
la pompa plateresca de las viñas
con los pámpanos verdes retorcidos
oculta, en sus entrañas de esmeralda,
agrios racimos.
M uy lejos, un labriego ennegrecido,
en su dorada soledad sonora,
labra el poema de sus tierras anchas
hora tras hora.
En la linde, junto a unas zarzamoras,
unas ovejas de toisones limpios
dejan dulces caer de sus cencerros
leves tañidos.
Y asciende envuelta en virginal pureza
la fecunda mañana campesina
y en los densos aromas de las tierras
se glorifica.
23
Yo amo un cerezo de encendidos frutos
en cuyo débil tronco recostado,
dejando los cuidados al olvido,
miro los campos...
24
R O M A N C E
DE
Copiando torres antiguas
Y agujas de álamos verdes
el río suena sus flautas
bajo los arcos del puente.
Cerca del cañaveral,
pelo de oro, ojos celestes,
una muchacha bonita,
en trenza y corpiño, viene.
Tocando los pies el agua,
al lado de los laureles,
se ha detenido a mirar
la furia de la corriente,
que, galopando en su cauce,*
camino de otros verjeles,
será bebida, en las manos,
por su grande amor ausente.
25
AMOR
Naufragando en las olillas,
río adelante, se pierden
los ojos de la muchacha
que de pronto se estremece
al contemplar cómo el aire
los lirios fragantes mueve,
ciñendo por la cintura
sus tallos finos y verdes.
2ó
LA
VI RGEN
Y
EL
La blanca novicia lee
entre las verdes adelfas:
manos color de la luna,
pupilas de flor abierta.
Lee su libro dorado
de primitivas viñetas,
mientras un fauno escondido
su flauta de caña suena.
El naranjo en flor embebe
de espeso azahar la huerta,
y el viento enreda en las ramas
su impalpable cabellera.
*
En el exterior camino
donde crecen las moreras,
el amor levanta torres
de besos y de promesas.
27
FAUNO
Jinele en el viento claro,
libre de silla y de rienda,
diálogo de amor cabalga
desenfrenada carrera.
Acúcianle los ijares
libidinosas espuelas
y el viento salla los muros
empinados de la huerta.
La novicia mira absorta
el corcel de la sorpresa
y en los labios se le para
una voz que no revienta.
Le enciende el viento en el pecho
un bordón de m il abejas
Y le retiñe la cara
con madurar de cerezas.
Un miedo infantil le pone
la piel nacarada y tersa.
El libro tiembla en sus manos
como una paloma presa.
Fuerte sabor de aquelarre
gusta su boca bermeja.
El fauno insiste, pagano,
en su trivial cantilena.
28
Vé, con susto, la n o vicia
e l v ie n to que le rodea
erizado de relinchos
Y borracho de corvetas,
Y, m anándole del labio
una amorosa querella,
com o patena de plata
las manos al cielo eleva
Y un arcángel de e xterm inio
sus ojos dorados sueñan.
De pronto, desde la torre,
co n un nevar de quimera,
su tolvanera de trinos
la d ulce campana suelta.
Carcaj de bronce que vierte
la música de sus flechas.
Bello corcel asustado
alza el vie n to la cabeza
Y en tu rb ió n de fiera espuma
em prende loca carrera
p o r el bajo laberinto
de unas nubes cenicientas.
29
En la h ie d ra de los muros
e l fauno su flau ta q u ie bra.
V ie n to de pe cado, a lie n to
qu em a do de bocas frescas
p o r los pinares lejanos
co n voce s de am o r resuena.
30
C A B A L L O
P L A T E R O
Como una gota de luna
era el lunar de Platero,clavo de luz remachado
en el cofre del cerebro.
Luciérnaga en el nocturno
azabache de su pelo,
era la perla que nunca
le pudo robar el tiempo.
Estrella dulce colgada
sobre el frontal de Platero.
Voceciía luminosa
sobre el mar de su silencio.
Moneda en plata acuñada
en troquel de sangre y nervio.
jLunar de luna, lunar,
lunariio de Platero!
31
Platero se halla desnudo
de su dureza de enebro.
El poema de sus bríos
se desfloró verso a verso
Y fueron sus viejos triunfos
hojas de otoño en el viento.
Las orejas puntiagudas,
bravas, lo mismo que hierros
de lanza, se doblegaron
de tanto herir en el tiempo.
El azote de las crines
flotando sobre su cuello,
no alegra su galopada
por el tapiz del sendero
donde sus cascos exiguos
apenas encuentran eco.
Y aquella piel de su espalda
que conoció los arreos
con arabescos de plata
Y guarniciones de cuero,
p o r gualdrapa solo viste
la nieve de los inviernos.
32
C aballito del lunar,
caballito: ¿a dónde fueron
tu bracear arrogante
de corcel de romancero
Y tu relincho sonoro
Y tu m irar como fuego?
¿Qué fué de tu juventud
que solo queda en tu cuerpo
un leve aliento de vida
Y un lunar como un lucero?
Frente al blanco caserío
descubre la era su pecho.
La parva extendida al sol
es una onza de oro viejo.
El trillo de pedernales
va apuñalando el centeno
que sepultado en el hom o
con fogata de sarmientos,
tendrá un sábado de gloria,
hecho pan pobre y moreno.
33
Un viejo posa la mano
sobre el lomo de Platero.
Eco débil de caricia
sobre la ruina del cuerpo.
Platero siente flaqueza
en los nudos de sus remos.
¿Cesará su corazón
como un reloj descompuesto?
¿Se doblegará al acoso
de los corceles del tiempo
dejando en sazón de trilla
la aúrea rueda del centeno?
Trilla, caballo, caballo,
trilla, caballo Platero,caballo de pinta blanca
como la plata de bueno.
¿No le alegran los chasquidos
que hace la tralla en el viento?
34
Trilla, caballo, caballo,
que está todo azul el cielo
Y el sol de agosto repica
con campanadas de fuego.
¡Música de cascabeles
y de relinchos, Platero!
¿Es que olvidas que en la frente,
con relumbres de lucero,
un lunar te condecora
con medalla de abolengo,
lunar de luna, acuñado
en troquel de sangre y nervio?
Platero, trilla la parva,
¡el pan del año del viejo!
¡Trilla, caballo, caballo,
trilla , caballo Platero!
35
B A L A D A
J A P O N E S A
La japonesila cruza
la pasarela del río.
El pájaro de las cejas
vuela en su rostro amarillo.
Agujones de marfil,
con tramoya de martirio,
le crucifican la torre
de sus .cabellos endrinos.
Los dedos de porcelana
giran, sobre el hombro limpio,
la araña del quitasol
donde relumbra el estío.
Sobre la masa del agua
los patos hunden sus picos
queriendo pescar, voraces,
pequeños lotos cautivos.
La pagoda clava al cielo
sus cuernos de toro huido.
36
mientras el aire, en las calles,
baila los mil farolillos.
El cielo, iodo de laca,
se baña en el verde río.
La japonesa detiene
un momento su camino.
Toma un ramilo de flor
que le brota de los rizos
Y mientras su labio apunta
un sonreír exquisito,
abre sus dedos rosados
y las flores van al río.
Sus picos de calabaza
desgarrando el aire a gritos,
los patos nadan veloces
para atrapar el ramillo,
abriendo en el agua verde
un espumoso abanico.
El sol alto y sudoroso
respira con más alivio.
37
Fatigados del torneo
sobre el cristal quebradizo,
los patos lanzan al cielo
su rosario de graznidos
increpando a la muchacha
por el engaño sufrido,
Y dejan que el ramo adorne
la bella cara del río.
La japonesa prosigue
em belleciendo el camino
donde un viento dulce bate
su quim ono florecido.
38
C Á N T I C O
DE
La montaña blanca,la fuente serena,la garza de plata
sobre la ribera.
El establo tiene
la fragancia tierna
del heno segado
por la primavera,
un pesebre limpio
y un rey en promesa.
La montaña, blanca;
la fuente, serena,Belén languidece
transido de ovejas.
*
M il lanzas de nieve
herían la puerta.39
P A Z
sonaba a campanas
la fría contienda.
Peinecillos de oro
en la mano diestra,
Señora María
peinaba su crencha,
torrente de noche
sin verde ribera.
Trémula se ahogaba
la mano pequeña
en las negras olas
de la cabellera.
Haciendo en el aire
un ruido de sedas,
su botón rompían
varas de azucena.
Afuera la nieve
crecía su fuerza.
Negro en la penumbra,
de plata la azuela,
Señor San José
pulía madera.
40
Barbas de viruta,
frente nazarena.
La tarde, un silencio
de nieve desierta.
Del alto pinar
velado de nieblas
bajaba la noche
temblando de estrellas.
Sobre un horizonte
de luces en quiebra,
lunita de nácar,
vestida de reina,
asomaba dulce
su cara de hebrea.
Batían sus alas
por la azul floresta
angélicos rubios
con grandes tijeras
corlando risueños,
manojos de estrellas.
41
La noche azulada
girando su rueda
traspuso el recodo
de las leyes viejas.
En las huecas fosas
de cal y de piedra
movieron sus huesos
antiguos profetas.
Señor San José
descuidó la azuela
y endulzó sus ojos
un temblor de abeja.
Señora María,
toda rosa y cera,
se oprimió las manos,
dobló la cabeza
Y alumbró un Infante
la flor de Judea.
Música celeste
con notas de estrellas.
42
Angélicas manos
de líneas perfectas
abren los himnarios
de doradas letras.
La techumbre azul
de mirlos se llena:
¡Gloria en las alturas
y paz en la tierra!
*
*
43
ROMANCE DE LA NIÑA Y EL AGUA
Bajo el dosel de la parra
que septiembre puso de oro,
agua temblorosa y verde
la niña saca del pozo.
Agua que, al dejar la sombra,
le ciega de luz los ojos.
Agua amante que se entrega
en. beso fresco y sonoro.
Agua buena que palpita
al salir del calabozo.
Agua que paga con risas
el sigilo del soborno.
Adormecida en las rosas,
hija de cielos remotos,
levadura transparente
de las siembras del otoño/
44
helada de los metales,
loca de romances hondos,
viajera por galerías
y corredores ignotos,agua besada de estrellas
y de luna, agua de pozo,
busca su resurrección
sepultada en el insomnio.
Bajo la parra, la niña
redime el agua del pozo.
La venta, gris. El camino,
recto, polvoriento y solo.
V iva esmeralda, cautiva
en los tinajones gordos.
Color del aire en los vasos;
vena de luz en el chorro,sangre de rosas cortadas
en los jarrones redondos,delicia del alfarero,
puesta en los tazones toscos.
45
Caníariío a serenar
en los nocturnos de agosto,
agua doncella asomada
a la reja del insomnio
que aguarda al gallo galán
que le trove su alboroto.
Agua de venta lejana,
agua sacada del pozo.
El agua, con las pupilas
dilatadas del asombro,
mira su cuerpo desnudo
de muchacha en abandono
con la piel fina y verdosa
sin madurar por el oro,
su talle que no conoce
la caricia del recodo
y sus dedos cristalinos,
sin aros de desposorio.
A nadie dice la pena
que le come en lo más hondo.
46
Solo en las noches de frío,
sobre la cruz de los troncos,
cuenta, en caldero de cobre,
con acento largo y sordo,
los latidos y estertores
de su corazón de plomo.
*
¡Agua humilde, rescatada
por una niña del pozo!
¿Quién te beberá? Remanso
en el silencio sonoro.
¿Algún pordiosero, sucio
de los caminos con polvo?
¿Alguna moza encendida?
¿Algún cazador lujoso?
¿Algún can flaco y perdido?
¿Acaso el labio de un mozo
que merodea en la busca
del amor y del reposo?
La polea, interrogante
sobre la boca del pozo.
47
C uchillo del horizonte
con delgado filo de oro.
La niña toma la cuerda/
la rueda gira un sollozo.
La venía, gris. El camino,
recto, polvorien to y solo.
SONETOS DEL CORAZON
SEÑORA
DE
L OS
CAMINOS
María, mi señora; yo quisiera
que íus ojos de almendra ya madura,
esos ojos que tienen la dulzura
de la bresca de miel en la abejera,
miraran mi figura caminera
perdida de la noche en la negrura
e iluminaran mi jornada dura
con claridades de radiante hoguera.
Verían que soy viejo y ya declino;
que, aunque fui de cien rutas peregrino,
solo su afán de caminar me queda;
51
no hay luna que platee mi camino;
alúmbrame, Señora, mi vereda
para que llegue presto a mi destino.
52
FRANCI SCO
DE
XAVI ER
Oyó un sonar ardiente en su alma clara
y conoció el afán de los clarines:
amarga sal humedeció su cara
y abandonó su espada y sus jardines.
Una flora oriental tupida y rara
de lotos, crisantemos y jazmines
sintió el latir de su elocuencia avara
por hacer, de salvajes, serafines.
Por veredas sin luz fué misionero,
y en las duras jomadas del sendero
quemó sus pies sobre la arena fina/
53
Y a l sentir el d o lo r de n o poder,
llo ró , al m o rir, ante la inm ensa C hina,
el apóstol Francisco de X a vie r.
54
FRANCISCO
DE
ASI S
La fuente de su verbo fluyó en lodo momento
un mágico lenguaje de pétalos de rosa
que, sobre las lacerias de la tierra leprosa,
derramó una caricia de tibieza y de ungüento.
Fraternizó, mínimo, con la luna y el viento,a la Dama Pobreza^ eligió por esposa/
dialogó con la sierpe, el lobo y la raposa
igual que en la tramoya prim itiva de un cuento.
El invierno le puso su capucha de fríos,
le yodó con su bronce el sol de los estíos,
amó las soledades, el silencio y el bien.
55
Y por sus manos bellas-y sus ojos de cobre
a donde se asomaba su corazón de pobre,
en eslrofas de esmalte lo enalteció Rubén.
56
I
N
P ó rtic o
D
.
.
.
I
C
E
.
5
.
7
M oza ru b ia d e l mesón .
11
F lo r d e R o m ero
14
R om ance d e l c a m in o
.
15
Poema de la P ie da d
P a lo m ica d e la to rre
H o lo c a u s to
.
.
17
.
.
19
.
Poema s á fic o d e los cam pos en Ju n io .
21
.
R om ance d e am or.
.
25
La V irg e n y e l Fauno .
27
C a b a llo P la te ro
.
31
B alada Japonesa .
36
C á n tic o de Paz
39
R om ance d e la n iñ a y e l agua
F rancisco de A sís.
44
51
Señora d e lo s C am inos
F ra n cisco d e X a v ie r
.
.
53
55
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