10. Lc 5, 12

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Universidad P. Comillas
10. Lectura orante de la Biblia
LECTURA ORANTE DEL EVANGELIO DE LUCAS
Lc 5, 12-26
1. Curación del leproso
Y sucedió que, estando en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra que, al
ver a Jesús, se echó rostro en tierra, y le rogó diciendo:
«Señor, si quieres, puedes limpiarme.»
Él extendió la mano, le tocó, y dijo:
«Quiero, queda limpio.»
Y al instante le desapareció la lepra.
Y él le ordenó que no se lo dijera a nadie. Y añadió:
«Vete, muéstrate al sacerdote y haz la ofrenda por tu purificación
como prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio.»
Su fama se extendía cada vez más y una numerosa multitud afluía para oírle
y para ser curados de sus enfermedades.
Pero él se retiraba a los lugares solitarios, donde oraba.
2. Controversia sobre el perdón de los pecados
Un día que estaba enseñando, había sentados algunos fariseos y doctores de la ley que
habían venido de todos los pueblos de Galilea y Judea, y de Jerusalén.
El poder del Señor le hacía obrar curaciones.
En esto, unos hombres trajeron en una camilla a un paralítico y trataban de
introducirle,
para ponerle delante de él.
Pero no encontrando por dónde meterle, a causa de la multitud, subieron al terrado,
le bajaron con la camilla a través de las tejas, y le pusieron en medio, delante de
Jesús.
Viendo Jesús la fe de ellos, dijo:
«Hombre, tus pecados te quedan perdonados.»
Los escribas y fariseos empezaron a pensar:
«¿Quién es éste, que dice blasfemias?
¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?»
Conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo:
«¿Qué estáis pensando en vuestros corazones?
¿Qué es más fácil, decir: "Tus pecados te quedan perdonados", o decir:
"Levántate y anda"?
Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar
pecados, - dijo al paralítico -:
"A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa".»
Y al instante, levantándose delante de ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a su
casa, glorificando a Dios. El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Y
llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto cosas increíbles.»
Universidad P. Comillas
10. Lectura orante de la Biblia
Trasfondo a la lectura
Leemos hoy el relato de dos encuentros personales con Jesús. En ambos casos se trata de
enfermos marginados y marginales. El leproso está solo, pero puede valerse por sí mismo para
acercarse a Jesús; el paralítico, en cambio, no puede valerse, pero está acompañado de buenos amigos
que lo quieren y le ayudan. ¿Con cuál de los dos te identificas más en tu desvalimiento?
El primero se acerca por su propio pie, venciendo la vergüenza y el rechazo de la gente. Al
segundo lo tienen que traer, venciendo la resistencia de la gente agolpada junto a Jesús, y las
reticencias de los fariseos. En ambos casos se trata de personas decididas a llegar donde Jesús
superando cualquier barrera que se interponga, porque su situación es desesperada. En ambos casos se
produce un encuentro personal con Jesús. ¿Cómo es de desesperada la situación que te lleva a
acercarte a Jesús?
La comunidad de Lucas se ve invitada a reconocer en ambos pasajes la propia experiencia de
purificación bautismal, el paso del hombre viejo en pecado y amenazado de muerte, al hombre nuevo.
Comienzan a realizarse las palabras de gracia que Jesús había proclamado en su discurso inaugural de
Nazaret, la buena noticia de la salvación de Dios (4,22).
Meditación
Los enfermos de Sida son los nuevos leprosos de nuestra sociedad (ver Levítico 13, para captar la
deplorable situación del leproso en la sociedad de Israel). El sida, la nueva lepra de hoy, junto con el
rechazo y el miedo al contagio que provoca, conlleva además un estigma moral que hace que los
sidáticos se consideren doblemente rechazados. En el evangelio que leemos, un leproso ve a Jesús, se
acerca a él. Su desgracia es el mejor título para poderse acercar, su mejor carta de presentación.
Hay dos maneras de leer este evangelio: una es identificarte con este hombre y buscar a Jesús
desde tu lepra, deseando ser curado; otra es identificar a tus hermanos marginados con el leproso y a ti
mismo con Jesús. A través de tu vida de discípulo Jesús quiere acercarse a esos hombres para tocarles.
Ambas lecturas son legítimas ¿Cuál de las dos es la que el Espíritu te impulsa a hacer hoy?
Jesús toca lo intocable, y afirma que quiere curar. Se dan a la vez una voluntad y un contacto
físico, sacramental. Sin voluntad no se realiza el milagro, pero tampoco sin contacto. En lugar de
quedar Jesús inmundo, es el leproso quien queda limpio. Su pureza es más contagiosa que la lepra.
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En el segundo episodio, Jesús ve la fe de quienes llevan al paralítico: una fe intrépida, que no se
desanima fácilmente. La parálisis inmoviliza, bloquea e impide desplazarse, avanzar. La camilla se
convierte en prisión.
Los fariseos bloquean la puerta y no dejan sitio para el enfermo. Ni entran, ni dejan entrar. Les
preocupa más su ideología que es puesta en cuestión por Jesús, que la salud y el perdón de aquel pobre
hombre. Sólo saben murmurar. No tienen palabras de vida, sino de muerte.
Como al paralítico, es muchas veces la conciencia de nuestras enfermedades y problemas físicos la
nos lleva a Jesús, pero el Señor detecta que hay otros problemas más de fondo. El enfermo quería simplemente andar; se quedaría decepcionado cuando Jesús le habló del perdón de los pecados. Eso no es
lo que estaba en el foco de su interés. Pero Jesús cura de dentro hacia fuera. Comienza donde está la
raíz de todos los males, y desde ahí su perdón y su sanación se desbordan hacia fuera.
¿Qué es más fácil decir “tus pecados son perdonados”, o decir: “levántate”. Decir es siempre fácil.
Lo difícil es hacer. Es más fácil decir algo espiritual, no constatable por fuera, que decir algo que
todos van a poder constatar. Eso compromete más y es más arriesgado de decir. Pero Jesús puede decir
las dos cosas, y hacer de una el signo de la obra interior invisible pero mucho más importante.
Oración
Háblale ahora al Señor desde tu identidad de leproso o de paralítico. Háblale antes de la curación,
y expresa tu soledad, tu inmovilidad, tu impotencia. Confiésale tus pecados más ocultos, los que no te
atreves a confesar ni a ti mismo. Háblale al Señor después de haber experimentado la sanación y el
perdón. ¿Cómo ha cambiado tu oración? El paralítico se fue a su casa glorificando a Dios. ¿Cómo
glorificas a Dios en tu vida? Canta por el camino mientras cargas con la camilla que antes te cargaba a
ti. Háblale también al Señor de los leprosos y paralíticos que te encuentras cada día en tu camino,
cuéntale sus historias. Ofrécete a acercarte a ellos y tocarlos sin miedo en su nombre.
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