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trinidad
PALABRAS CONEXAS
#4 libertad
Día libre
#4 Libertad
Mejor gaviota
Gramática
día libre
Mateo estaba sentado en el escalón de la rotisería de la esquina con los brazos cruzados. Lo miré durante diez minutos, desde la ventana, y no se movió.
Lo único que atinó a hacer en el peor momento del chaparrón fue secarse una
gota que le cayó en la mitad del ojo derecho. Ese día llovía y todo era más
feo: el asfalto, los árboles, el cielo, la realidad. Cuando salí de casa, dos horas
después, volví a mirar ese escalón de cemento y grietas, y lo encontré en la
misma posición. Me resultó raro, porque Mateo siempre estaba de pie, enérgico, pidiendo la “monedita que sobra”. Incluso en esos días en que la tormenta
parece partir el cielo en dos. Una vez me dijo que así como yo no podía faltar
al trabajo, él no podía dejar de pedir monedas. Que ese era su trabajo. Otra vez
le pregunté por la escuela y me dijo que “eso” no le daba de comer. Mateo no
piensa mucho en lo que dice: más bien repite las palabras que le dictan sus
padres, quienes de vez en cuando pasean por la vereda con la frente en alto y
las manos cruzadas en la espalda, para controlar la productividad del chiquilín.
Más de una vez vi desde la ventana los sacudones del papá y escuché los gritos
violentos de la mamá. Las amenazas. Mateo se mantenía con la cabeza gacha,
sumiso, asintiendo. Un día, el niño tenía el ojo morado y cuando le pregunté
qué le había pasado lo atribuyó a una caída por las escaleras. No le creí nada;
no cuando sé que vive rodeado de violencia. Mateo mide un metro veinte y
probablemente no tiene más de seis o siete años, pero no los aparenta. La calle
lo hizo mayor. Su piel es más gruesa, su mirada muy profunda.
—No te veo trabajando—, le dije sonriendo.
La boca que evoca (cc) | Trinidad | #Libertad | junio 2016
—Hoy es mi día libre— me respondió, serio, sin sacar la mirada del piso.
Esa respuesta era inédita. Entré a la rotisería y compré seis empanadas. Cuando
salí, le di tres y le pedí que, por favor, las comiera adentro, calentito, seco, fuera
de la zona de control. Mateo me miró tranquilo y, sin darle mucha importancia,
entró. Carlos, el hacedor de las mejores empanadas del barrio, le dijo que no se
preocupara, que él no iba a decirle a sus padres que se tomó el “día libre”. Él,
riendo, respondió:
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PALABRAS CONEXAS
#4 libertad
#4 Libertad
—De ahora en más todos mis días van a ser libres. Podés decirle lo que quieras
a mis padres… si los encontrás.
Y se comió la última empanada.
La boca que evoca (cc) | Trinidad | #Libertad | junio 2016
Stephanie Demirdjian
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PALABRAS CONEXAS
#4 libertad
#4 Libertad
mejor gaviota
Viajando de tierra en tierra, de clima en clima sin mirar atrás. Mirando desde lo
alto no hay fronteras en este caos. Duro es querer entender lo frágil que puede
llegar a ser vivir la vida en sociedad.
Tal como lo predecían los pergaminos de Melquíades, gitano inmortal, soy hija
del incesto y me toca enfrentar la maldición que me aisló, me llevó a la locura
pero a fin de cuentas fue también lo que me salvó. Me convertí en una estúpida
y solitaria gaviota. Era tal vez la única manera de que un Buendía se apartara de
la cuna de la aldea.
Me alimento del cruel silencio que me prohíbe amar. En mis vuelos arrojo
penas al viento, que ya no quiero cargar. Voy soltando plumas de cemento, mi
única esperanza de recuperar la cordura y al fin poderme curar.
Desde aquí arriba se puede apreciar una fría religión de escombros a la que no
le importa dejar países en guerra. Hay polvo de santos en el altar de la divinidad.
Tan sumisa de mis heridas, y aún aferrada a ellas, derrapo las banderas de mi
América Latina, tierra querida, que sigue siendo el conejillo de indias de un
experimento mundial. Tan ajena al cálido sueño de la patria grande por la que
Simón Bolívar murió luchando.
Quisiera contarle a Aureliano cómo se ve el mundo desde este lugar.
La boca que evoca (cc) | Trinidad | #Libertad | junio 2016
De vez en cuando me refugio entre las nubes para que nadie me pueda encontrar. Pero no lograré escapar de los recuerdos que aún lastiman.
Creo que soy eterna, o al menos me olvidé del tiempo. No existe el lunes ni el
anhelado mes de marzo que traía a los gitanos para deslumbrarnos. Me divierto con esos tontos que obedecen al reloj. Por aquí debe ser primavera, con
todos esos colores. Mientras todos corren deprisa para no llegar tarde a trabajar, yo puedo observar cómo abren las flores
En las selvas no hay casi pájaros, porque no hay árboles para anidar. Muchas
especies de animales se rinden y huyen cediendo su lugar.
Ya van cinco años de lluvia en Macondo. Suficientes para bañar los pescaditos
de oro de alquimia y muerte.
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#4 libertad
#4 Libertad
A veces lavo mis alas en playas de cristal, del hermoso mar Caribe donde todavía quedan algunas sin privatizar.
Allá en la aldea murió otro pibe. A este sí lo conocía bien. Le vendía droga a la
policía, pero ahora ya no más. Un ajuste de cuentas y del tema no se vuelve a
hablar.
Como tampoco se habla del médico de mi cuadra. Ese que fue militar. Amigo de
Arcadio, hijo de Pilar. Torturó a sus propios sobrinos, pero él la aprendió a llevar.
Sabio del olvido que ha dejado la peste del insomnio para llevarse el remordimiento. Ahora vive tranquilo. Su expediente ya no está. Tampoco sus sobrinos.
Dice mi vieja que lo escuchó hablar, que para las próximas su nombre va a estar
encabezando una lista de senadores de la izquierda radical.
Por suerte ahora soy gaviota. Rozo el invierno, busco calor. Despacio, la lluvia
me va mojando y luego me tiro al sol. Cuando me siento a escuchar el mar,
caigo envuelta en su melodía. La música me va hablando. Juego a ignorar la
gravedad, cuelgo en el aire suspendida y me pongo a bailar.
Úrsula decía que yo estaba loca, que no era una persona normal. Porque era
rara y muy callada, y la política me caía mal. Me gustaban las mujeres y el sexo
grupal. Pasaba días sin bañarme y faltaba a trabajar.
La boca que evoca (cc) | Trinidad | #Libertad | junio 2016
Una vez entré a un mercado que estaba lleno de frutas. Tenía hambre así que
las empecé a probar. Una por una me las comía, hasta que alguien se acercó y
me preguntó si las iba a pagar. No supe que decir y como no traía dinero, me
encerraron unos días por mi conducta antisocial.
Pero en las noches me acerco a la luna, y la veo gigante. También las estrellas
se ven más brillantes. De madrugada me acurruco en la orilla y espero el amanecer junto al río del Macondo, para no extrañar.
Por momentos me siento invisible y quisiera gritar violentamente, para que por
un segundo alguien me viera nuevamente.
Casi de memoria me aprendí el guion social. El arte del micrófono que tanto
prestigio nos da. Los intelectuales que salen por la tele a hablar. Derechos Humanos, Democracia, Desarrollo, palabras que no pueden faltar. Recuerdo que
miraba la televisión esperando que algún anormal interrumpiera el informativo
para eructar por cadena nacional, y así romper con todo ese discurso artificial.
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PALABRAS CONEXAS
#4 libertad
#4 Libertad
Y como si estuviera en una platea, observo el espectáculo. Miro atenta desde
arriba como en una obra de teatro. Perturbada, un poco ansiosa no puedo evitar pensar, que van cien años de soledad, se está acercando el final.
La boca que evoca (cc) | Trinidad | #Libertad | junio 2016
Paula Perna
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#4 libertad
#4 Libertad
gramática
—Todo lo que quiero es una casa, con un puto árbol y un puto pájaro que me
cante todas las mañanas—. Lo afirma solemne con repentina lucidez, haciendo
un alto en su borrachera, desde esa cara de lechuza que conozco bien.
Hace tiempo que mi amigo tiene la obsesión de mudarse al campo o la playa.
Esta casa se ha vuelto una prisión, dice, arrastrando las palabras y los pies en
busca de más hielo.
Estamos borrachos de nuevo. Miro el apartamento y acuerdo en que tiene algo
de cárcel o de tumba. Los objetos se han adherido a todas partes, un barroco
marrón, la puerta del baño rota, la costra de libros desparramados.
La boca que evoca (cc) | Trinidad | #Libertad | junio 2016
—Un puto árbol —repite con ira —. Con un puto pájaro —digo—, oigo mi eco y
tomo más whisky sobre los puntos suspensivos. Luego el silencio se acomoda
sobre las cosas. Nombro algunas mujeres, hablo de un poema de Maiacovsky,
de panópticos, cosas que tengan gusto a fracaso propio, que no me arrastren.
Sé bien que esta casa no vale dinero, demasiadas deudas, deteriorada, en un
barrio de mierda, muy lejos de un árbol y un pájaro.
— ¿Te acordás cuando festejamos la muerte de Dios? Éramos “rabiosamente
jóvenes”… Leíamos a Nietzsche ¿te das cuenta? Aquella noche nos bajamos una
botella hablando de Nietzsche, a las carcajadas, el tipo había matado a Dios y
celebramos como si fuera un gol, como si recién hubiese sucedido. Algo que
nunca entendí: “Nos libramos de Dios, pero somos presos de la gramática”…
¿qué carajo quiso decir?… ahora soy preso de mi oncólogo, de un escribano
judío y sigo sin entender lo de la gramática. Ríe con esa risa amarguísima y río
también o hago una mueca.
Estoy demasiado borracho, debo irme, lo abrazo con más fuerza que de
costumbre, no sé porqué, lo palmeo y bajo a la calle negra. Camino como
puedo, le huyo a la lástima, pienso en mi casa, en mi cama vacía, congelada.
—Esto de no poder nada contra la muerte —digo casi gritando y tropiezo con
violencia. Debería estar derrumbándome, pero no caigo ni siento dolor, es raro,
estoy flotando a medio metro del suelo. Temo haberme golpeado la cabeza,
estar muriendo. Es agradable morir así.
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PALABRAS CONEXAS
#4 libertad
#4 Libertad
El vuelo se vuelve plácido y cierro los ojos, me dejo llevar por el absurdo. Los
brazos muy abiertos, delgadísimos, el mentón hacia adelante, asciendo con el
pecho lleno de viento.
Se despegan los párpados, veo todo desde arriba y tengo cara de lechuza, como
mi amigo.
—Por fin— dice mi boca.
Aterrizo en una sierra y es mediodía. Acomodo espalda y alas sobre el pasto.
Huelo tilos, anacahuitas, sauces. La ruda, la congorosa, el cedrón. Digo o trino
palabras sueltas y cada una tiene un sentido: la palabra “almizcle”, la palabra
”libélula”, la palabra “intersticio”, la palabra “amor”, la palabra “siempre”, te
amo, te adoro, te amo siempre, te extraño, tesoro. No sé a quién le hablo o sí lo
sé. Mi voz se pierde en un rumor creciente; están llegando los pájaros. Vienen
o van hacia alguna parte en bandadas, me atraviesan; gorriones, zorzales,
churrinches, sabiás, horneros, canarios, halcones. Los últimos pierden alguna
pluma entre mis pulmones, en mi emocionado esqueleto. Luego desaparecen,
soy casi transparente como un niño.
Siento, otra vez, deseos de volar, esta vez estoy cansado, algo loco, vuelo hasta
mi casa, guardo las alas no sé dónde y mi cama está tibia.
La boca que evoca (cc) | Trinidad | #Libertad | junio 2016
Ahora me despierta el sol. Tengo hambre, arraso con el pan y la carne. Devoro
una manzana. Me desnudo y baño cada parte de mi cuerpo con delicadeza. Me
cepillo los dientes y las encías, me corto las uñas, limpio mis orejas, seco los
espacios entre los dedos de mis pies con una remera limpia.
Me siento fuerte, luminoso. —Volé—, susurro apenas y tiemblo ante la
posibilidad de que me oiga alguien, un delator. Desde pibe el deseo de volar
convive con mi sombra. Aparece en forma de culpa ante la mirada altísima
de mi padre; cuando cierro ojos y oídos ante hilillos de sangre que dejan los
secretos de familia al pie de la cocina. Es el mismo deseo de un vuelo que
quema por salir, cuando constato con horror, que hace demasiado tiempo no
soy niño y aquellas ansias, ahora son palabras asfaltadas de un aprendiz de
cínico.
—Volé—. No importa saber cómo.
Sé bien lo que estoy haciendo ahora. Camino a paso firme hacia la casa
de mi amigo que nunca está cerrada con llaves. Con palabras precisas voy
construyendo pensamientos: ¿de qué otra forma, que no sea volando, podemos
ver lo que somos, sin temer? Radicalidad, radicalidad para la inversión de la
caída.
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PALABRAS CONEXAS
#4 libertad
#4 Libertad
Lo despierto y sentado a los pies de su cama, comienzo a hablar, pero las
palabras que fueran sabias en mis pensamientos, ahora son monedas que caen
y ruedan por el piso, algunas chocan con la botella a la que todavía le queda un
resto de whisky, al pie de la cama.
Me desespero, abro la ventana, le muestro el sol. Le cuento que volé y cómo
los pájaros me atravesaron. Describo los árboles y la sensación de una libertad
arrasadora, arrasadora…
Ahora le estoy diciendo que voy a vender mi casa y vamos a comprar un rancho,
en las sierras, te llevo conmigo, se puede respirar mejor allá. Hay muchos putos
árboles con muchos putos pájaros allá. Mi amigo tose y desayuna directo de la
botella. —Contame cómo eran los pájaros de tu sueño— me está diciendo.
Insisto con la casa entre las sierras, la puedo imaginar, la veo desde arriba,
techo rojo, chimenea, alguien encendió el fuego, una mujer, seguramente, y
cerca: una laguna.
Te va a hacer bien, nos vamos juntos. Podés volver a pintar, invitar a tus locas,
examantes; hace mucho que no te ven, les va a encantar la sierra.
Sigo enumerando cosas sin pensar, sé que estoy hablando sólo, mi amigo está
lejos, lo oigo apenas, diciendo: —contame cómo eran los pájaros… —su voz es
casi un ruego— cómo eran los pájaros de tu sueño…
Sus palabras alargándose, roncas. Y esos ojos que quiero tanto ahogados en
humo.
—Cómo eran los pájaros…
La boca que evoca (cc) | Trinidad | #Libertad | junio 2016
Estoy mirando la botella al pie de la cama mientras se nubla el domingo..
Walter Ferreira
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