a porque llevo años sudando @ZizekOnNFL Slavoj Zizek Filósofo O.J.D.: E.G.M.: Tarifa: Área: 179285 748000 4741 € 340 cm2 - 30% Juegos Olímpicos Temporada Alta 2013. @stephenfry Stephen Fry Actor @josepmariamiro Josep Maria Miró Dramaturgo Jordi Balló Dos cuartetos C de cavalleria , fotografiado en el festival de Locarno, donde se encuentra estos días presentando su nueva película, Història de la meva mort. El fin del mundo. En Costa da Morte (sobre estas líneas), que también se presenta en Locarno, Lois Patiño recorre un paisaje que antaño fue fin de todas las cosas. berg en el que se cobijan modos híbridos del nuevo cine, que no son documental ni ficción de forma expresa, y prueba la hiperactividad y la relevancia que ese cine está viviendo. El éxito, en circuitos específicos, de MAPA, de León Siminiani, La casa Emak Bakia, de Oskar Alegría, o la Concha de Oro de Isaki Lacuesta por Los pasos dobles, prueban esta salud. Desde que surgiera como un islote En construcción (2001), de Guerín, la impregnación ha sido lenta pero efectiva. Después de esta década larga de expansión, sostiene Cerdán “empieza a aceptarse que hay gente fuera del sistema que hace cosas relevantes, y se aprecia cierta porosidad: de algún modo se está generando un movimiento de la periferia hacia el centro que es interesante, y novedoso”. Y que no se agota en el documental, pues el nuevo lenguaje visto en títulos como Carmina o revienta (2012), de Paco León, Extraterrestre (2011), de Vigalondo, Diamond Flash (2012), de Carlos Vermunt, o Ilusión (2013), de Daniel Castro, revelan que la ficción está empapada hoy de esta nueva heterodoxia. “El desafío ahora es no incurrir en talibanismos: todo no puede ser Lo imposible, pero tampoco puede considerarse la autoproducción como única forma pura de cine. Ha de haber un cierto equilibrio ecológico”, advierte Cerdán. La explosión cámbrica fue un éxito tal que a aquella multiplicidad de formas de vida debemos nuestro existir los humanos. Como el piojo y el elefante.c reo firmemente que los proyectos de colaboración artística definen algunas de las estrategias más fructíferas de la cultura contemporánea. Se producen en el cine, como lo confirma el hecho que el Centre Pompidou haya adoptado la idea de los cineastas en correspondencia como una forma de programar la obra fílmica de un autor, al hacerlo de dos en dos, como fruto de una relación previa entre cineastas que establecieron un intercambio epistolar filmado. Y lo compruebo también en algunos conciertos, como el de Antònia Font el otro día en Cap Roig donde, segun me cuentan, se fueron incorporando otros músicos amigos como una forma evolucionada del mecanismo de transmisión en la jam session jazzística. Pero no es tan habitual que esta forma de colaboración se haga en el terreno de la música clásica, por lo que considero un privilegio haber asistido a uno de estos hitos, el domingo pasado en el festival de Torroella de Montgrí, donde actuaron dos de los cuartetos jóvenes más interesantes, el Qvixote i el Gerhard, que decidieron establecer una programación conjunta. En el diario de ayer, Jaume Radigales contaba con detalle las particularidades de este concierto, con una primera parte en que los dos cuartetos presentaron cada uno por su cuenta sendas obras de Schumann, como introducción a una segunda parte donde iban a interpretar, juntos y fundidos, el gran Octeto de Mendelssohn, una obra que nunca había oído en directo y que me fascinó. Anoto, por lo que escribe Radigales y por lo que se palpaba en el ambiente, que esta sensación era generalizada: nuestros dos mejores cuartetos jóvenes establecían una forma de colaboración para interpretar una pieza que Mendelssohn planteó en su momento con el espíritu experimental que caracterizaba sus mejores obras. Pero lo prodigioso del concierto fue que cuando oías y veías tocar a los ocho músicos entremezclados tenías siempre presente que no se trataba de músicos independientes, sino que Viendo y oyendo en Torroella a los ocho músicos entremezclados tenías siempre presente que no se trataba de intérpretes aislados todos ellos provenían de una disciplina artística previa, la de pertenecer a un conjunto tan exigente y perfecto como lo es un cuarteto de cuerda. Cuando los ocho músicos interpretaban la pieza de Mendelssohn se establecía una forma de complicidad generosa entre ellos y con el público, un deseo de trascender el trabajo de perfeccionamiento habitual de cada formación para afrontar un reto basado en la colaboración. Algo efímero, que solo se produciría en aquel momento, como anuncio de una voluntad de afirmación. Acabado el concierto, con los ocho músicos saludando y el público demostrando su entusiasmo, quedó claro que no había bis posible. Hubiera sido un paso atrás que cada cuarteto volviera a su formato original. Justamente el hecho de que no hubiera ninguna repetición alargó la sensación del momento único. “Admiración y agradecimiento”, escribía Radigales al describir la emoción de este final. Yo solo añadiría: y con idea de futuro Fecha: 14/08/2013 Sección: CULTURA Páginas: 29