La resistencia femenina española en contra del fascismo: la

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 La resistencia femenina española en contra del fascismo: la respuesta a una necesidad Cyrus Bennett Saffari An honors thesis submitted in partial fulfillment of the requirement for the Bachelor’s degree with honors in Hispanic Studies Davidson College May 2014 Directora: Dra. Mary Vásquez Lectora: Dra. Angela Willis Lector: Dr. Samuel Sanchez-­‐Sanchez By Majority Vote 1 Índice general Capítulo I Contextualización…………………………………………………………………………………………………………...3 Capítulo II La vida diaria de la mujer………………………………………………………………………………………………11 Capítulo III El cambio de un gobierno democrático a uno fascista……………………………………………………..19 Capítulo IV Formas de Resistencia…………………………………………………………………………………………………..31 Capítulo V La Pastora…………………………………………………………………………………………………………………….44 Capítulo VI Las guerrilleras…………………………………………………………………………………………………………………..62 Capítulo VII La continuación de la violencia franquista……………………………………………………………………...75 Capítulo VIII Conclusiones………………………………………………………………………………………………………………...84 2 Capítulo I: Contexto La Guerra Civil Española, que terminó en 1939, acabó con el gobierno legítimo de España: La Segunda República. Aunque la guerra terminó en el 39, la violencia contra los ideales republicanos continuó hasta la muerte de Francisco Franco en 1975. Para mantener el poder sobre el país y consolidar la dictadura, hacía falta que el régimen franquista destruyera cada aspecto de la Segunda República, incluyendo las ideas. La Segunda República La Segunda República, elegida por el pueblo español en abril de 1931, trajo la democracia a España. El rey Alfons XIII y su familia pasaron al exilio. La nueva democracia rompió el control ejercido por la Iglesia Católica. El poder desenfrenado de la Iglesia en relación a la propiedad, el sistema de educación y el matrimonio ya no existía. El divorcio fue legalizado y se implementó el derecho a la libre expresión y asociación. El gobierno republicano construyó escuelas y hospitales en lugares donde nunca había habido esos recursos antes. En términos de la vida de la mujer, quizás el cambio más importante de la Segunda República fue el sufragio. Como antes de la Segunda República, España había sido un país “… atávico y proclive a negar a la mujer su condición de persona…” los republicanos usaban su constitución para legislar en pro de ella (Serrano 219). Las mujeres ganaron el sufragio en 1931, sólo once años después que las mujeres estadounidenses. Sin los límites de la dictadura y la Iglesia oficial, las mujeres ya podían participar en la esfera pública. La Guerra Civil Española 3 El 17 de julio del 1936 empezó la Guerra Civil Española. Los derechos instaurados por la Segunda República fueron bajo ataque. Bajo las órdenes de Francisco Franco, un general que iba a ganar mucha fama, los rebeldes empezaron su ataque en contra del gobierno democrático. El pasado oculto (1999), escrito por Julián Casanova, Ángela Cenarro, Julita Cifuentes, Pilar Maluenda y Pilar Salomón ofrece una mirada intima al fascismo y violencia en Aragón durante entre 1936-­‐39. Los rebeldes “se iban a desencadenar una serie de acontecimientos que supusieron el derrumbamiento de la legalidad republicana y el inicio de un nuevo orden basado en la autoridad militar” (42). Aunque los franquistas pensaron que iban a ganar control de España rápidamente, hubo una guerra de casi tres años. Es importante notar que Franco no sólo quería ganar control del gobierno español, sino que se proponía “…la eliminación de los restos del republicanismo” (Serrano 70). Con alrededor de 200.000 muertos durante el conflicto mismo, es obvio que fue una guerra sangrienta (Beevor 405). Los republicanos, mal preparados y desorganizados, no fueron capaces de defender la Segunda República. Además, los republicanos no eran un frente unido. Había los comunistas, socialistas, anarquistas y otras agrupaciones. Dentro del grupo anarquista había, aún más división; algunos lucharon por la República y otros decidieron que, siendo anarquistas, no podían luchar en pro de ningún gobierno. Se establece en El pasado oculto, escrito por Julián Casanova, que el régimen franquista fue sin duda un régimen fascista. Expresa que “el fascismo no pierde su condición cuando, como en España, amplía su base para incluir elementos conservadores ‘de siempre’ o establece los compromisos necesarios con las fuerzas tradicionales para 4 lograr y retener el poder” (26). No se puede negar las características fascistas del régimen de Franco sólo porque no tuviera una obsesión con la raza “pura”. La Posguerra Un ejército dividido, mal preparado y equiparado no pudo mantener el control del país. Los franquistas tomaron poder el 1º de abril de 1939. Aunque ganaron la guerra, más de la mitad del país todavía apoyaba a la Segunda República. Por la falta de legitimidad, Franco y sus fuerzas del orden optaron por usar la violencia y el miedo para consolidar y mantener el poder. Los que habían formado parte del gobierno republicano fueron los primeros en ser fusilados o encarcelados. Los maestros y gente que apoyaba abiertamente a la Segunda República, el gobierno legítimo del país, también sufrieron hambre, encarcelamiento y fusilamiento. Además de los 200.000 muertos en la guerra civil, 40.000 republicanos fueron fusilados durante la posguerra (Serrano 73). La mayoría de los republicanos fusilados después de la guerra fueron ciudadanos civiles. No lucharon en la guerra, y no habían matado a ningún soldado rebelde. El miedo a las ideas republicanas, en combinación con la falta de legitimidad del gobierno franquista en la posguerra inmediata motivó a Franco a usar la violencia para reprimir y controlar la sociedad. El “recurso a la violencia fue asumido por el bloque dominante como una salida eficaz y necesaria para prevenir el avance social y político obrero e impedir el desgaste…del orden establecido” (Oculto 139). Como las ideas ya habían revolucionado el gobierno español durante la Segunda República, Franco sabía que podía pasar lo mismo otra vez. 5 Los fusilamientos sólo fueron una manera de reprimir a los republicanos. Miles y miles de ellos fueron encarceladas sin razón y sin un sistema de justicia. En 1940, un año después del fin de la guerra civil, había más 280.000 personas encarceladas (Serrano 74). Como las cárceles no habían sido construidas para recluir a tanta gente, las condiciones eran horribles. Los prisioneros vivían hacinados, sin espacio personal, lo que contribuía a la mala higiene y otras condiciones no saludables. Además, el hambre que cundía por el país también existía en las cárceles. Muchos prisioneros se morían de hambre o enfermedades. Además, no era inusitado que una madre diera luz dentro de la cárcel. Para la gente encarcelada, no había mucha esperanza. Sin un sistema judicial verdadero, la probabilidad de presentar una apelación fue muy baja. Las condiciones dentro de la cárcel tampoco daban lugar a la esperanza. Además de perder su gobierno querido, la República, también perdieron sus presos su libertad y la capacidad de vivir una vida normal. Uno no puede tener esperanza de restaurar su gobierno si está atrapado dentro de una cárcel con otros miembros de su bando. Cada día fue una lucha dentro de la cárcel, en el sentido físico y mental. El Estado de la Mujer En la vida diaria, las mujeres estaban limitadas mayormente a una existencia doméstica. Según Franco, la mujer tenía dos responsabilidades: 1) ser buena esposa 2) reproducir para el Estado. Dentro del modelo franquista, la mujer no tenía un puesto público dentro de la sociedad. La Iglesia Católica, aliada con el régimen, dictaba que las mujeres siguieran el modelo de la “buena cristiana” que se enfocaba en “niños, cocina e iglesia” (Serrano 71). Los avances en pro de la mujer durante la Segunda República, 6 incluyendo el sufragio, desaparecieron bajo el gobierno de Franco. La mujer ya no podía votar, formar parte de la vida político ni vivir libremente fuera de su propia casa. Como las mujeres ya no tenían oportunidades para trabajar, fue difícil para muchas de ellas dar de comer a sus niños. En la mayor parte de los casos, dependían totalmente de sus maridos para mantener a la familia. Pero el hambre afectaba a millones de españoles, aún más a los españoles que simpatizaban con la República. Franco quitaba la tierra y el trabajo a los republicanos como una manera de castigarlos por haber defendido la República, diciendo que fueron ellos los que iniciaron la guerra, mientras daba esas tierras y trabajos a los fascistas como una recompensa. Mientras los fascistas disfrutaban el poder y los recursos del Estado, muchas mujeres esposas de republicanos muertos, encarcelados o exiliados tuvierion que trabajar como prostitutas para poner comida sobre la mesa. Pero las mujeres no sólo perdían sus derechos de la Segunda República; también sufrieron una violencia horrible a manos de los franquistas. Con los guerrilleros antifranquistas o maquis en el monte, Franco sabía que era posible que pudiera perder su poder. Para obtener información sobre los maquis, o para forzar que se entregaran, los franquistas torturaban, golpeaban y perseguían a las mujeres de los guerrilleros. Para los hombres en el exilio o el monte, también era una tortura saber que sus madres, hermanas, esposas e hijas sufrieran por ellos. 7 Las trece rosas rojas y otras mujeres encarceladas en la película Las 13 Rosas (2007), dirigida por Emilio Martínez-­‐Lázaro Los Maquis Españoles Antes de aplicarse la palabra maquis, hubo guerrilleros antifascistas en España quienes lucharon contra el franquismo desde el inicio de la Guerra Civil Español hasta el final. Después de la derrota republicana en la guerra y durante el exilio republicano en Francia y la Segunda Guerra Mundial, los españoles y franceses lucharon contra el fascismo, primero como soldados y luego como guerrilleros. Estos luchadores se llamaban maquisards, un término que se abrevió a maquis. El origen del término es la palabra córcega macchia, que se usa para identificar una planta que puede sobrevivir en condiciones áridas y difíciles. Con más de cuatrocientos sesenta y cinco mil españoles en Francia, eran muchos miles de ellos que peleaban como guerrilleros maquis y constituían una fuerza esencial en la lucha contra el fascismo (Beevor 410). Estos españoles no luchaban por Francia sino para derrotar al fascismo, como habían hecho en la Guerra Civil Española. Cuando los aliados no invadieron España para quitar el poder a Franco (un dictador fascista), muchos maquis españoles en Francia regresaron a su patria para ayudar a los maquis españoles a continuar la lucha contra el fascismo. 8 Los maquis, quienes contribuyeron a la derrota de Hitler y los nazis, pensaban que si podían romper la dominancia de Hitler también podían romperla de Franco (Serrano 133). Para ellos, la Segunda República todavía vivía. Los ideales republicanos les corrían por la sangre. El éxito de los guerrilleros maquis dependía en sus tácticas. Quizás la táctica más importante era la habilidad de ser invisibles en el monte. Como vivían afuera, se convirtieron en animales. No duchaban con jabón para que pudieran oler como la naturaleza (Serrano 201). También podían moverse rápido y sin ruido. Como conocían el terreno mejor que nadie, podían esconderse y escaparse de la Guardia Civil. La Guardia Civil tenía miedo de buscar a los maquis en el monte, porque en el monte eran los Guardias Civiles los que tenían la desventaja. Para identificar uno al otro en el monte, los maquis usaban sonidos (Serrano 206). Siempre tenían que estar en alerta máxima. En cada momento, era posible que un Guardia Civil o un ciudadano español pudiera acercarse y comprometer su localización. Ni podían dormir en paz; siempre había un guerrillero vigilando los alrededores. En sus encuentros armados los franquistas, los maquis se dividían y atacaban desde puntos distintos. Luchando así, daban la ilusión de que había más guerrilleros de los que realmente estaba allí. La existencia de los maquis dependía en puntos de apoyo. Aunque ganaban dinero robando bancos y haciendo secuestros, el trabajo de los enlaces y puntos de apoyo fue esencial. Los enlaces pasaban información a los maquis y también ayudaron a republicanos a salir al exilio, un trabajo importante y peligroso. Fue en los puntos de apoyo donde los maquis pudieron salir del monte por un tiempo breve y renovarse. Comían una comida 9 caliente y se relajaban más de lo que podían en el monte. Es importante notar que los enlaces y puntos de apoyo estaban en mucho peligro ayudando los maquis. Ayudar el maquis podía resultar en encarcelamiento, tortura, o fusilamiento. La Guardia Civil ofrecía un bono para la muerte de un miembro del maquis (Serrano 245). Como fue difícil de buscar y encarcelar a maquis en el monte, los franquistas ganaron acceso a los guerrilleros a través de sus familias. La tortura, violación y encarcelamiento de los familiares hacia que fuera muy difícil para un maquis quedarse en el monte. Las acciones violentas de los franquistas contra las familias de los maquis demuestran la crueldad del régimen de Franco; los maquis no atacaban a los familiares de la Guardia Civil. Los simpatizantes de la República y los maquis aprendieron rápidamente que la mejor manera de evitar problemas con el régimen era el silencio (Martínez 36). Los maquis pasaban su tiempo libre en el monte discutiendo la política o enseñando a leer a los guerrilleros analfabetos que no habían tenido la oportunidad de recibir instrucción. Se centraban en el bien del colectivo. Como había menos enjuiciamiento en el monte que en la sociedad controlada por la dictadura, muchos veían el monte como una extensión de la Segunda República. Las ideas no eran el enemigo en el monte, como en el estado franquista. El monte ofrecía un lugar donde los republicanos podían discutir libremente sus ideologías, sin persecución. En el monte, las ideas todavía tenían valor. 10 Capítulo II: La vida diaria de la mujer La Guerra Civil Española En términos generales, una guerra normalmente impone ciertas dificultades a la vida de la mujer. Aunque las estadísticas de guerra generalmente se centran en los soldados y ciudadanos muertos, las guerras también tienen influencia en la vida diaria de la gente, incluyendo las mujeres. El caso de la Guerra Civil Española no es una excepción. Cuando los rebeldes fascistas empezaron su ataque contra la Segunda República, los soldados republicanos respondieron para defenderla. Mientras ellos estaban en la lucha, sus madres, esposas, hijas, y hermanas, con la excepción de las militantes, estaban en la casa. Para ellas, era imposible no tener presente continuamente la ausencia de uno (o más) de sus seres queridos. Esa ausencia se manifestaba en términos prácticos y emocionales. Por el lado práctico, las responsabilidades de la casa estaban en manos de las mujeres. Si la familia tenía tierra o animales, ya era la responsabilidad de ellas. Aunque ya había sido el caso en su mayor parte, cuidar a los niños fue el trabajo de una esposa sin la presencia del padre. Pero el efecto más difícil de la falta de los hombres era lo emocional: el miedo. Cada día podía ser el día de la muerte de un hijo, esposo, hermano o padre. Para las mujeres españolas, cada día de la guerra civil fue una batalla. Cuando los rebeldes ganaron la guerra en 1939, mucha gente había perdido la vida. Para las mujeres republicanas que perdieron a familiares, no existía un espacio para lamentar y honrar las vidas de sus soldados. Como la represión fascista fue brutal para 11 cualquier persona que simpatizara con la República, ellas no podían hablar sobre los soldados republicanos sin meterse en problemas con el régimen franquista. Las mujeres estaban forzadas al silencio. La represión fascista aumentó en el pos-­‐guerra, forzando a las mujeres a dejar sus heridas sin sanar. El Miedo en la Pos-­‐Guerra Desafortunadamente, el miedo no terminó con el fin de la guerra civil, sino que se incrementó. En el pos-­‐guerra, las mujeres que tenían seres queridos en el maquis se preocupaban por sus hombres en el monte. Los franquistas usaban una violencia sin límites para consolidar su poder y borrar la amenaza del esfuerzo guerrillero. Además, existían recompensas para guardias civiles que mataran o encarcelaran a guerrilleros maquis. Las mujeres de los maquis sabían que sus hombres corrían mucho riesgo en el monte, y eso instilaba miedo. En Silencio Roto, una película hecha por Montxo Armendáriz, se ve cómo la violencia en contra de los maquis penetraba los pueblos. Cuando los guardias civiles mataban a un guerrillero maquis, llevaban su cuerpo por las calles para mostrar a la gente el poder del régimen y las consecuencias de ser parte del movimiento guerrillero. Viendo el cadáver, cada mujer dentro del pueblo tenía miedo de que fuera su hombre. El miedo constante de la muerte tiene efectos psicológicos y físicos; ni el cuerpo ni la mente pueden relajarse. El estrés disminuía la calidad de la vida, que ya estaba baja en los pueblos españoles. 12 Las mujeres republicanas esperando fuera de la Guardia Civil para averiguar si el muerto es familiar de ellas en Silencio Roto (2000), una película de Montxo Armendáriz. Ellas no sólo tenían miedo por sus hombres maquis, sino también por su proximidad al movimiento maquis. En Los Yesares, un pueblo republicano evocado en la tetralogía novelística del escritor valenciano Alfons Cervera, se demuestran las consecuencias de tener familia en el monte. En vez de llevar la pelea al monte, donde los maquis tenían la ventaja, los guardias civiles visitaban a las familias de los guerrilleros. Torturaban, violaban y encarcelaban a las mujeres de los maquis para intentar obtener información, y también para forzar los hombres del monte a entregarse. En la representación del hostigamiento en la novela Aquel Invierno (2005) de Alfons Cervera, la cuarta de su tetralogía, las visitas de los guardias eran constantes. Cada noche, los guardias de Los Yesares “…llamaban a la puerta… muy tarde” (Invierno Cervera 21). Cuando el ex-­‐maestro republicano abrió la puerta, dijeron “‘…sabes que no vamos a dejarte tranquilo, ninguna noche vas a dormir de un tirón, rojo de mierda’” (Cervera 21). Ni siquiera las casas de las mujeres estaban fuera de la influencia del estado fascista. Para los republicanos en Los Yesares, vivían una vida sin ni una onza de poder. Sin disponer ellas de un espacio para descansar y escapar la preocupación y el miedo, cada momento podía convertirse en un caos. Los guardias civiles no sólo invadían el espacio personal de las mujeres de los maquis y simpatizantes de la república, sino que también las torturaron. Entre otras formas 13 de tortura, en el pueblo ficticio de Los Yesares los guardias “…metieron astillas entre las uñas de los dedos y la carne” (Cervera 26). Ellos no simplemente querían causar daño a los republicanos, sino también causar que sintieran “vergüenza de salir a la calle” (Cervera 26). Los guardias cortaban el pelo de les mujeres del maquis, y de otras mujeres republicanas. Las dejaban con contusiones, y les daban laxantes, como aceite de recino, y las forzaban a caminar por la calle central sin ropa. Las mujeres de los maquis estaban marcadas y luego condenadas por sus ideologías de izquierdas. Las acciones violentas en contra de las mujeres de los maquis mostraban a todos que vivían en el pueblo que aliarse con los maquis iba a resultar en resultados similares. Violar y torturar dentro de la casa era terrible ya de por sí, pero condenar a las mujeres públicamente aumentaba el miedo. Los vecinos veían qué le pasaba a una mujer inocente y sabían que lo mismo podía pasarles a ellos. La batalla entre la ideología fascista y la republicana en la posguerra no fue una batalla justa porque los fascistas no solamente atacaban a los soldados, sino atacaban a cualquier persona que se identificaba con los de la izquierda. El miedo a la Guardia Civil causaba que enlaces y puntos de apoyo en muchos casos paraban su ayuda a los maquis. Como la asociación con el monte las metía en problemas, muchas mujeres no podían continuar sus trabajos muy importantes. Juana, la hermana de Julio Llamazares en Luna de lobos pide qué él se vaya de la casa familiar (Llamazares 150). Aunque ella quiere a su hermano, su presencia en la casa puede causar daño a ella y su padre (hasta la muerte). Para muchas mujeres, no era una opción ser fusilada o encarcelada por su asociación con los maquis, porque sus hijos ya iban a tener que vivir sin padre. Continuación del Silencio 14 Para sobrevivir y evitar problemas con el régimen, las mujeres republicanas tenían que mantener el silencio. Aunque muchas de ellas estaban en condiciones horribles, sin comida, dinero y sus hombres, no estaban dispuestas a hablar sobre lo que pasaba. Si los guardias civiles oían que alguien iba hablando sobre un fusilamiento o una tortura, iban a hacer lo mismo a la persona que ofreciera detalles o comentario. La actitud de ellas tenía que girar en torno a la idea de no hablar y no saber. Después de un evento trágico o difícil, una manera de hacer frente a las heridas es hablar sobre el evento. Quedarse con algo triste adentro destruye a una persona, y no puede sanarse porque la memoria negativa está atrapada allí dentro. Las cosas no cambian, porque la memoria siempre está allí en el frente de la mente. Con el silencio, “…el tiempo no pasa” (Noche Cervera 105). No puede haber progreso ni cambio si nadie está hablando, y el régimen sabía eso. Las acciones de Franco y los guardias promovían el auto-­‐silenciamiento para el compuesto de su poder. Había muchas mujeres sufrientes en condiciones similares, pero no era posible apoyarse una a otra. Vivían aisladas dentro de sus propias casas, sufriendo solas. Sin el riesgo de represión violenta, las mujeres republicanas podrían haber discutido la dificultad de vivir sin sus hombres, la tristeza de perder a un familiar por sus ideas políticas, o simplemente escucharse la una a la otra para no sentirse tan solas. El silencio forzado por las acciones de los franquistas destruía la posibilidad de comunidad entre las mujeres de los maquis, destruyendo su sentido de poder y control. Una mujer del pueblo español fue “envejecida antes de tiempo” (Llamazares 83). Tampoco existía confianza entre las mujeres del pueblo. La dictadura había creado un ambiente en el que muchos vecinos estaban dispuestos a traicionar a otro para ganarse 15 la gracia del régimen. Uno no sabía quién iba a compartir información; entonces era necesario auto-­‐silenciarse para protegerse a sí mismo y a su familia; no era raro que un vecino de veinte años delatar. Las condiciones en el pueblo eran horribles, especialmente para la gente en contra del régimen franquista. Para ganar un poco de dinero o comida, y para creerse a salvo de dificultades de parte de los representantes del Régimen, mucha gente traicionaba; no importaba si la información fuera verdadera o no. El fenómeno de la traición demuestra otra faceta del desafío de la vida diaria en los pueblos españoles durante la posguerra. Dificultad de la Vida Diaria Como si las visitas de los guardias y la tortura ya no fueran demasiado de aguantar, las mujeres de los maquis también tenían mucha dificultad con cosas más prácticas. El hambre en España fue un problema enorme, hasta el punto de denominarse la década de los años cuarenta “los años del hambre.” Los estragos hechos a la falta de la agricultura, y el favorecimiento de los adeptos al Régimen en el sistema de racionamiento de víveres, más la rampante corrupción dentro de este sistema, dejaba millones de españoles sin suficiente comida. Muchos murieron a causa del hambre, un fenómeno común dentro de las cárceles. La falta de comida era tan grave que había un mercado negro para alimentos básicos. Como la demanda era más alta que las reservas, los precios eran carísimos. El mercado negro servía a los fascistas. Como ellos controlaban la riqueza del país, ellos tenían el dinero necesario para vivir bien y comprar lo que querían. Desafortunadamente, las mujeres republicanas de los pueblos no tenían ese lujo. Con sus hombres en el monte y la falta suya de oportunidades para trabajo, muchas mujeres eran muy pobres. Como mujeres y republicanos, andaban con una doble condena 16 dentro del estado de Franco, y esa condena las forzó a una vida doméstica sin oportunidades para ganar dinero. Muchas mujeres estaban forzadas a convertirse en prostitutas para poner comida en la mesa (Bartlett 305). Como no había control de la natalidad (fuera de la abstinencia, que no era opción para una prostituta), muchas mujeres tenían hijos con sus clientes. Se requiere una necesidad grave para convertirse una madre y esposa en prostituta, pero fue la única opción. Era común que los fascistas fueran clientes de las mujeres republicanas. Estar forzada a vender su cuerpo para sobrevivir ya es algo difícil de llevar, pero estar forzada a vender su cuerpo al enemigo responsable por esa necesidad es una realidad cruel. Nadie debe tener que depender de su enemigo para sobrevivir, porque esta dinámica afecta el estado mental. Aislamiento Las familias republicanas que tenían hombres en el monte no podían pasar mucho tiempo junto. Si un maquis regresaba a su casa, tenía que llegar y salir de la casa durante la noche para evitar problemas con la Guardia Civil. Sin mucho contacto con sus hombres, las mujeres tenían que acostumbrarse al aislamiento. La madre de Ramiro, por ejemplo, pasaba “un mes [durante el] que no sabía nada de” los maquis en el monte (Llamazares 89). El no saber se convierte en preocupación, que en los pueblos era una constante. La mujer estaba “acostumbrada a esperar despierta cada noche, en la terrible soledad del caserón vacío, la llegada furtiva” de su hombre (Llamazares 90). Auto-­‐silenciadas y sin una manera segura de mantenerse en contacto con sus maquis, las mujeres tenían que vivir apartadas del monte. El no saber deja que la imaginación corra libremente. Una madre que no sabe si su hijo está vivo o muerto no 17 puede vivir en paz. Como el vínculo de unión entre madre e hijo es uno de los más fuertes en el universo, quizás ellas sufrieran lo máximo en su aislamiento. Con tanto tiempo sin sus hombres en la casa, muchas mujeres deseaban cualquier contacto con otro ser humano. Pobres, silenciadas y solas, no había mucha inspiración en las vidas de ellas. Se ve la soledad en Luna de Lobos cuando los maquis toman refugio en un punto de apoyo. El enlace en la casa ha pasado mucho tiempo sin su novio, quien está en el monte o, con más probabilidad, muerto en el frente de batalla. Aunque ella todavía espera su regreso, es muy probable que esté muerto. Ella tiene relaciones sexuales con Ángel dentro de la casa, no para olvidar a su novio, sino para sentir algo (Llamazares 102). En esos momentos de contacto físico, los dos paran de estar solitarios y castigados y se convierten en seres humanos. 18 Capítulo III: El cambio de un gobierno democrático a uno fascista Mujeres Libres bajo la Segunda República Con la abolición de la Segunda República en 1939, las mujeres se convirtieron en el enemigo del gobierno español. Mientras la República mantenía la meta de crear igualdad dentro de un país bastante desigual, Francisco Franco quería construir barreras de género, barreras económicas y barreras de ideología política y religiosa. Según el modelo fascista, el gobierno no lucha por la igualdad porque en sus ojos, todos no son iguales y no pueden ni deben ser iguales. Hay cierta gente mejor que otra gente, y la legislación debe reflejar esa realidad para mantener el orden. Para Franco, fue su responsabilidad salvar España de la gente inferior (como los rojos y ateos). Como un católico devoto según la imagen proyectada, Franco veía la falta de religión como una amenaza en contra del orden de la sociedad, y el comunismo y socialismo como fracasos perniciosos. España también tenía que ser salvada de sus mujeres republicanos, según el régimen franquista. Bajo la Segunda República, las mujeres se beneficiaron de derechos que aumentaban su poder y sus libertades. Como la República fue una democracia, los puestos políticos eran más accesibles. El poder del país ya no estaba exclusivamente en las manos de la aristocracia, sino que pertenecía, según las mejores prácticas de la República, a todos los españoles. Sin restricciones, las mujeres ocuparon puestos políticos. La anarquista Federica Montseny ganó la elección para un puesto ministerial (Mangini 171). Victoria Kent fue una de las mujeres que ganaron un puesto en el parlamento, y luego fue la 19 directora de prisiones (Mangini 171). Bajo la Segunda República, las mujeres no sólo tenían voz y voto; también tenían poder político. Por la primera vez en España, la legislación del gobierno tomó en consideración la libertad de la mujer. “Divorce was legalized, along with abortion, giving women much more control over their lives than they had in the past” (Mangini 171). En la Segunda República, las mujeres ya no tenían que depender de sus padres ni maridos porque podían controlar sus propias vidas. Podían explorar la esfera pública porque ya no tenían que seguir las normas de la Iglesia Católica ni limitar su existencia a una vida bastante doméstica. La legislación sobre el divorcio y el aborto le quitó al gobierno de las vidas personales de las mujeres, dándoles a ellas el poder de decidir qué querían. Además, simboliza un respeto por las mujeres, porque el gobierno dejó que las mujeres decidieran si querían (o no) divorciarse de sus maridos o tener un aborto. Dejar que uno tome sus propias decisiones demuestra que el gobierno de la Segunda República reconocía que las mujeres eran capaces de hacer esas decisiones. La clave en expandir el acceso al poder político y puestos públicos fue la distancia que la Segunda República ponía entre el gobierno y la Iglesia Católica. La República “destroyed the financial, legal, and educational privileges that the church had enjoyed since 1875” (m 493). La Iglesia ya no tenía un poder sin límites, y sin control eclesiástico los españoles ya estaban libres para pensar sin la condena de los poderes católicos. Como la religión es algo personal e íntimo, no es posible que una religión pueda gobernar ni educar un país entero en una manera justa porque todos no siguen el mismo modo de pensar en 20 términos de la religión. Sin la poderosa Iglesia Católica, ya era posible explorar el pensamiento y la expresión personal en vez de seguir ciegamente a una religión. Mujeres que Desempeñaron un Papel Activo en la Guerra Civil Española Cuando el gobierno que había dado la libertad, sin precedente en España, a las mujeres estaba bajo ataque por los rebeldes fascistas, esas mujeres no dudaron en formar parte de la lucha en defensa de la Segunda República. Había casos de mujeres quienes “went to the front lines to fight” en contra del fascismo (Mangini 172). Políticas de la República como Margarita Nelken y Dolores Ibárruri hablaron en apoyo de los soldados republicanos (172). Muchas mujeres ayudaron en la distribución de información y comida a soldados en el frente. Para mantener la economía española y el esfuerzo militar, “thousands replaced men in the factories” (172). Las mujeres constituían una parte esencial en la lucha en contra de los rebeldes. El esfuerzo de las mujeres republicanas demuestra cómo vieron la Segunda República. El trabajo de ellas en la Guerra Civil Española tomó tiempo del trabajo, de sus familias, y había el riesgo de perder la vida. Pero la determinación de ellas de dedicarse a la defensa de la República indica una percepción de que la guerra era más grande que ellas mismas. Para ellas, las libertades de la Segunda República para toda España eran mucho más importantes que sus vidas. Aunque las mujeres republicanas estaban luchando para proteger un gobierno legítimo, su involucramiento en lo político iba en contra de los ideales fascistas de los rebeldes. La presencia de las mujeres en las batallas de guerra fue un doble ataque de oposición a los fascistas. Por un lado, ellas estaban luchando literalmente en contra de los 21 rebeldes. Por otro lado, ellas representaban la República. Eran libres para formar parte de la vida política y hacer sus propias decisiones, cosas que no existían en la política de la derecha (especialmente para las mujeres). Cuando los republicanos perdieron la guerra, las mujeres españolas perdieron sus libertades y derechos. Con esa pérdida, “women who had defended the republic suffered a double tragedy at the end of the war: the disappearance of a democracy in which they had invested all their hope and the destruction of…further social and political advancement” (Mangini 174). Franco y su régimen iniciaron un ataque contra cada libertad dada a las mujeres españolas hasta el año 1939. Para los fascistas, cualquier forma de libertad podía amenazar la legitimidad del Régimen. Las mujeres que trabajaban fuera de la casa, que estaban capaces de tomar sus propias decisiones y votar/involucrarse en lo político, estaban dispuestas a pensar. Las ideas eran el enemigo principal del fascismo. Cada Mujer como la Enemiga del Régimen Franquista Después de ganar la guerra, los fascistas se movían rápidamente para quitar las libertades instaladas por la Segunda República. La separación entre la Iglesia Católica y el gobierno español fue abandonada, y el franquismo andaba mano a mano con el catolicismo. La Iglesia oficial, especialmente la iglesia católica, no se asociaba con el progreso, ni mucho menos con el progreso en términos de la mujer. El divorcio y el aborto legal desaparecieron. La educación del país estaba otra vez en manos de la Iglesia. El pensamiento individual cedió el paso al pensamiento común, dirigido por Franco y los líderes de la Iglesia. Sería muy difícil intentar distinguir entre el gobierno de Franco y la Iglesia. En ceremonias religiosas, mezclaban lo político con lo religiosa. Por ejemplo, en 1939 los 22 participantes en la “Corpus Christi procession in Madrid intoned hymns, but they also sang the anthems of the Falange” (Callahan 499). La religión del país ya no era exclusivamente la católica, sino el catolicismo fascista. Mezclar la política con la religión así ejemplifica como Franco se veía a sí mismo: el Salvador, elegido por Dios como su representante en tierras españoles. En sus ojos, era necesario para el bienestar del país usar la religión como una herramienta para controlar a la gente, especialmente a las mujeres. La biología de la mujer, según los franquistas, limitaba ellas a una vida doméstica. Las mujeres “served the state and the nation, as well as God and society, by rearing children and inculcating in them suitable values and attitudes” (Lannon 321). Para cumplir este deber, las mujeres tenían que quedarse en la casa. Si ellas laboraban fuera de la casa, ese trabajo iba a robarles tiempo a sus hijos (y los futuros líderes de España). Quizás los fascistas sabían que iba a requerir un esfuerzo grande instalar una ideología (el fascismo) tan en contra de la naturaleza en la próxima generación de españoles. Era el deber de la mujer crear y educar a sus niños para que cupiera dentro del modelo franquista. Mientras los franquistas preferían que las mujeres se quedaran en la esfera doméstica, había casos de mujeres que trabajaban fuera de la casa. Para las mujeres que no podían permitirse vivir sin trabajar, era necesario buscar un trabajo que fuera una extensión de sus vidas domésticas (Lannon 320). Podían trabajar como maestras o enfermeras, porque esos trabajos se relacionaban con “woman’s domestic role as nurturer and healer” (320). El gobierno de Franco pensaba que cada mujer tenía esas características domésticas. Limitar cada mujer a una vida doméstica robarle su libertad de escoger su propio camino. 23 Si una madre no quiere ser madre, una maestra no quiere ser maestra o una enfermera no quiere ser enfermera, toda la sociedad sufre. La mujer no va a ser la única persona que no esté contenta; sus niños, estudiantes, y pacientes también van a sufrir. Sin la habilidad de tomar sus propias decisiones, las mujeres españolas estaban encarceladas en sus propias casas. Los fascistas controlaban cada aspecto de la vida de la mujer, hasta los deportes que pudieran jugar. Como era la obligación ser fuerte y valiente, sólo los hombres podían jugar a los deportes que demostraran esas características. Las mujeres tenían que jugar “beauty sports” (Ofer 992). Los deportes de belleza “developed refined patterns of physical activity while maintaining harmony, posture and…minimal effort” (992). El tenis, por ejemplo, era un deporte aceptable porque no hay contacto físico, y los uniformes de aquel entonces se pueden describir como bellos. La mujer tenía que conformarse a las restricciones del fascismo, incluso durante el ejercicio y tiempo para divertirse. No era posible escapar el control franquista. Una mujer que tratara de salir del modelo católico/fascista estaba condenada a “la persecución, la tortura, la cárcel e incluso la muerte” (Romanos 88). Una necesidad de formar parte de la resistencia Aunque Franco y los rebeldes ganaron la Guerra Civil Española en 1939, no habían ganado las mentes y corazones de gran parte de los españoles. Un gran número de españoles todavía quería la Segunda República, el gobierno legítimo, con el poder. Sin el apoyo de la mayoría del país, Franco tenía que crear su propia legitimidad. Como otros poderes fascistas, construyó la legitimidad de su régimen a través del miedo, que penetraba constantemente dentro del país. 24 Las mujeres no fueron libres de la persecución franquista. Para las mujeres que habían ocupado posiciones políticas, fue necesario escapar al exilio (Mangini 178). Como ellas eran un ejemplo de la democracia republicana, eran una amenaza contra los ideales franquistas. Ellas participaban dentro de un gobierno que se enfocaba en el estar bien de todos, no sólo una minoría de españoles. También laboraban fuera de sus casas en la esfera pública, mostrando así a España y al mundo que la mujer era capaz de hacer cualquier trabajo. Como tenían un perfil grande dentro del país, los franquistas sabían que las mujeres podían frustrar sus esfuerzos políticos. Si las mujeres no se escapaban de España, los franquistas iban a torturarlas, violarlas, encarcelarlas o fusilarlas. La persecución no se limitaba a mujeres con alto perfil dentro de la Segunda República. Miles y miles de mujeres sufrieron simplemente por sus asociaciones con el gobierno legítimo. Si sus padres, hermanos, maridos, o hijos habían formado parte del gobierno democrático, fue suficiente para los franquistas usar fuerzas de represión. Si ellas expresaban sus derechos a apoyar al gobierno legítimo, también era suficiente esto para hacer su vida mucho más difícil. Fuera de un contexto dictatorial, ser reprimida por apoyar a un gobierno elegido por la gente es algo absurdo e ilegal. No se puede considerar eso como una razón para la encarcelación. Las mujeres tenían dos opciones: 1) Estar satisfechas, o si eran republicanas tener la apariencia de estar satisfechas con su nuevo estatus de ciudadanos secundarias sin derechos dentro del régimen franquista, o 2) formar parte de la resistencia. Es importante notar que cada mujer podía sentir los cambios que implementaban los franquistas, no solamente las mujeres que compartían la ideología republicana. Franco, con la Iglesia 25 Católica, robó cada derecho que las mujeres tenían bajo la Segunda República. Bajo Franco, ninguna mujer podía divorciarse de su marido, tener un aborto legal, involucrarse en lo político ni trabajar en carreras consideradas “masculinas.” No es que las mujeres fascistas tuviesen reino libre y las mujeres republicanas no. Cada mujer tenía que ser una buena cristiana y seguir las normas del Régimen. Mientras los cambios a través del régimen franquista serían más intolerables para las mujeres de ideologías republicanas, todas las mujeres del país habían tenido un sabor de las libertades de la Segunda República. Vivir sin libertad es algo difícil, porque uno no puede expresar ni hacer lo que quiere, pero vivir sin libertad después de tenerla es aún más difícil. Tener la experiencia del bien común en que cada persona elige su propio estilo de vivir, educación y representación política comparte el poder; luego vivir bajo un régimen opuesta es una experiencia chocante. En el sistema franquista, el poder estaba en manos de Franco, y fue Franco quien hizo las decisiones para todos. Con ella, sería difícil regresar a una vida sin derechos. Para las mujeres republicanas, fue especialmente difícil aceptar los cambios de los franquistas porque, además de perder sus derechos, había violencia y represión. Las visitas constantes de la Guardia Civil a las casas de mujeres republicanas en Aquel invierno, la cuarta novela de la tetralogía de Alfons Cervera, por ejemplo, muestra que ellas ni siquiera podían tener derechos dentro de sus propias casas. En cualquier momento en su pueblo Los Yesares era posible que viniera la Guardia Civil para golpear, torturar, o encarcelar a mujeres por sus asociaciones con la ideología republicana. No importaba si las mujeres estaban involucradas en el esfuerzo maquis o no, la asociación era suficiente para justificar 26 el uso de la violencia. En los ojos de los franquistas, la asociación era sinónimo de la ideología republicana: si un familiar había sido parte del gobierno democrático no era posible que el resto de la familia estuviera aliado con el Régimen, a menos que se supiera que se trataba de una familia ideológicamente dividida, un fenómeno común. Ese miedo del régimen franquista no existía sin razón. Para muchos españoles, la Segunda República todavía existía. Formar parte de la resistencia era una manera de luchar por la restauración de ese gobierno democrático, y honrar a los hijos, hermanos, y maridos que perdieron sus vidas a lo largo de la guerra civil. En Miel de Naranjas (2012), una película del cineasta Imanol Uribe, la costurera ayuda a los maquis para honrar a su hijo, quien fue un soldado republicano. Por hacer uniformes para los guerrilleros, ella está luchando en contra del régimen para restaurar el gobierno que su hijo murió defendiendo. Con esa asociación directa a la República, no es sorprendente que la Guardia Civil viniera a investigar a ella. Es probable que ellos fueran a visitar su apartamento aun aparte de a su trabajo para los maquis. La Pastora, una mujer que nació con los genitales de hombre y de mujer, también sufrió la condena franquista, aunque no seguía ninguna ideología. Sin la habilidad de tener hijos y con una pasión enorme por los animales y la naturaleza, Pastora no vivía dentro de un mundo doméstico. La libertad que tenía viviendo afuera asustó a los franquistas, porque ella podía vivir fuera de normas del fascismo. Había menos miedo porque viviendo allí aislada del mundo había menos contacto con los guardias. Como una mujer que no se quedó dentro de las limitaciones franquistas, fue necesario (en los ojos de los fascistas) reprimirla. Si una iba a estar condenada por su apariencia física y estilo de vida, ¿por qué 27 no formarse parte de la resistencia? Por formar parte de la resistencia, La Pastora pudo continuar su forma de vivir sin las interrupciones de la Guardia Civil. Para las mujeres españolas, las condiciones de la vida franquista iban a ser horribles con ella una asociación con los maquis. Eso no quiere decir que las consecuencias de ser una mujer y ser una mujer aliada con los maquis fueran lo mismo. Las mujeres quienes trabajaban como enlaces, puntos de apoyo y guerrilleras andaban con un riesgo de represión mucho más alto que una mujer que simplemente vivía sin derechos. En Las 13 Rosas (2007), una película hecha por Emilio Martínez Lázaro, se ven las consecuencias de tomar un papel activo en contra del Régimen. Cuando Blanca y sus amigas repartieron folletos en anti-­‐rebeldes durante la Guerra Civil, ellas eran torturadas violentamente, algunas con corrientes eléctricas. Estar aliada con el esfuerzo maquis era algo que arriesgaba la vida, pero el deseo de restaurar el gobierno que había dado tanta libertad a las mujeres era muy fuerte. Para muchas mujeres, no había duda ante la posibilidad de arriesgar sus vidas si ese riesgo podía acabar con el fascismo. La resistencia en contra del silencio Para evitar la represión violenta, muchas mujeres se auto-­‐silenciaron. No hablaban sobre sus hijos fusilados, maridos que murieron en la guerra civil ni hermanos en el monte. La pena tenía que quedarse adentro, porque siempre había la posibilidad de un vecino que escuchara a escondidas. El silencio de las mujeres fue una táctica de sobrevivencia. Aunque no podían hablar libremente sobre las tristezas de la guerra civil, formar parte de la resistencia fue una manera de romper el silencio. Las acciones de las guerrilleras, enlaces y puntos de apoyo daban una oportunidad de evitar la sensación de 28 desesperanza. Si no podían hablar ni luchar en contra del régimen, la sensación de la falta de control sería mucho más fuerte. Era posible usar la rabia que sentían las madres, esposas, hermanas, e hijas como motivación en la pelea contra los rebeldes. El peligro de formar parte de la resistencia todavía era una preocupación enorme para las mujeres republicanas. En Luna de lobos, por ejemplo, Juana y su padre están continuamente nerviosos que su hermano e hijo maquis Ángel está bajo su techo. Las visitas constantes de la Guardia Civil y la tortura que dejó al papa de Ángel aun peor salud seria razones de distanciarse ellos de los guerrilleros maquis. Pero Ángel era familia, y no podían dejarlo solo. Apoyar a los maquis era una necesidad natural, no sólo para restaurar la República u honrar a los republicanos exiliados o muertos, sino también para defender a sus familiares. Al tomar el riesgo de ayudar a Ángel, su familia estaba luchando en contra del silencio forzado y el control completo del régimen franquista. También se ve la resistencia como una manera de combatir el silencio en Miel de Naranjas. Enrique, trabajando para un juez, ve directamente lo corrupto y violento del régimen franquista. No está de acuerdo con los fusilamientos que pasan frecuentemente. Pero, al mismo tiempo, se sabe que no puede decir nada, porque va a perder su trabajo, casa y quizás su vida. Para combatir el silencio, se integra parte de los maquis. Su novia Carmen ha sido lo mismo, y es la líder de los guerrilleros. Juntos, ellos combaten el fascismo sin decir nada públicamente que pudiera ponerlos en peligro. Para los que compartían la ideología republicana, no era opción quedar silenciados ni aceptar el control completo de sus vidas. Formar parte del esfuerzo maquis ayudó a dar una sensación del control: ayudar a los maquis fue la decisión de ellos, no de los franquistas. 29 En una vida en que cada aspecto era controlado por los fascistas, daba un pedacito de paz poder tomar una decisión. 30 Capítulo IV: Formas de Resistencia Papel de las mujeres en la resistencia: Las mujeres republicanas tenían dos opciones si querían formar parte de la Resistencia guerrillera. La mayoría de ellas trabajaban como enlaces o en puntos de apoyo, mientras otras se echaron al monte para luchar en el frente guerrillero. Como se discuta antes, los enlaces se comunicaban con los maquis desde los pueblos y también ayudaron a republicanos a escaparse al exilio. Los puntos de apoyo normalmente estaban localizados en las afueras de los pueblos. Daban refugio temporal y una comida caliente a los maquis, algo que no tenían viviendo en el monte. Eran lugares donde los guerrilleros podían escapar la dureza vivencial de la resistencia y restablecer sus niveles de energía. En el monte, las mujeres luchaban al lado de los hombres, en muchas partidas tomando las mismas responsabilidades que ellos. Cuando alguien piensa en un movimiento guerrillero, las imágenes dominantes son de actos de guerra: armas, peleas en el frente y muertos. Pero trabajar como enlace o un punto de apoyo también fue una forma vital del movimiento maquis. Sin la ayuda de los enlaces, por ejemplo, sería muy difícil para los maquis saber qué estaba pasando en los pueblos. Como los pueblos eran controlados por el Guardia Civil, era muy difícil bajar del monte para visitar a sus familias. Usando ciertas señales, los enlaces mostraban en que momento era lo más oportuno para bajar y comunicaba ciertos mensajes e información clave. Los puntos de apoyo también desempeñaban un papel esencial al movimiento maquis. Fue en los puntos de apoyo donde los maquis pudieran salir de la naturaleza y ser 31 seres humanos, aunque sólo fuera por un rato. Como vivían afuera, no se duchaban (para oler como su medio ambiente) y no comían muy bien, realmente se convertían en animales en el monte. Pasar una noche en un punto de apoyo ayudaba en mantener el espíritu de guerrillero, dando elementos básicos como albergue y comida. Sin los enlaces y puntos de apoyo, el movimiento maquis no habría podido seguir vivo por tantos años. Los tres trabajos tienen una importancia igual en la lucha en contra del franquismo. La respuesta natural En la mayoría de los casos, los enlaces y puntos de apoyo eran “familiares de los guerrilleros” (Rodrigo 118). Para ellos, no había duda a la hora de aliarse con los maquis y ayudarles, especialmente para los enlaces/puntos de apoyo mujeres. Como ellas eran mujeres republicanos, querían luchar en contra del fascismo. Pero si tenían familiares en el monte, este deseo era mucho más fuerte. También querían luchar para proteger las vidas de sus hijos, hermanos y esposos. Una madre va a hacer cualquier cosa en su poder para salvar la vida de su hijo; hacerlo responde al instinto materno. Trabajar con los maquis alivió un poco el pavor de las mujeres republicanas. Ellas estaban luchando con sus hombres hacia una meta en común. Era posible no sentirse tan solas. También tenían menos tiempo libre para pensar sobre el estado de sus hombres. Como un enlace o punto de apoyo tenía varios trabajos para que llevar a cabo y también tenía que estar en alerta máxima para evitar problemas con los guardias, que ayudaba en distraer un poco del temor diario. Los puntos de apoyo también tenían contacto con los maquis, lo cual aliviaba temporalmente la soledad. Se ve cómo la soledad afecta a un enlace en un punto de apoyo en Luna de lobos, cuando ella tiene relaciones sexuales con un maquis 32 no porque estén enamorados, sino porque distrae de sus realidades horribles (Llamazares 102). El tacto y el calor de otro dejaron que sentían como seres humanos otra vez. Con las restricciones sobre la mujer y los republicanos, uno fácilmente se sentía impotente bajo el régimen franquista. Para los enlaces y puntos de apoyo, estaban tomando su destino en sus propias manos para cumplir algo que ellas deseaban. En ayudar a sus familiares, algo que uno espera de cualquier familia, también estaban luchando en contra de Franco y su dominio sobre el país. Dentro de un estado fascista, sentirse habilitado fue algo inusitado, pero también algo muy importante para continuar la lucha. Peligro para los enlaces/puntos de apoyo Los franquistas querían impedir que los enlaces y puntos de apoyo cumplieran sus trabajos para los maquis, porque eran una amenaza contra el Régimen. Cada acción de los maquis fue una bravata al poder de Franco. Los franquistas usaban la violencia legal para reprimir a las mujeres que formaban parte de la resistencia. Es importante notar que los franquistas promulgaban una serie de leyes específicamente para justificar sus acciones violentas en contra de la mujer republicana, y por eso se consideraban acciones “legales.” En realidad, la violencia franquista contra las mujeres de la resistencia fue brutal, y en violación de los derechos humanos. El “Decreto-­‐Ley contra el Bandidaje y el Terrorismo del 18 de abril de 1947” incluía “la pena de muerte” para acciones que pudieran “estar relacionados con el apoyo a la guerrilla” (Rodrigo 118). La lucha contra los guerrilleros era considerado militar bajo ese Decreto-­‐ley, y la lucha caía bajo la jurisdicción militar. Es interesante que aunque la guerra civil “terminó” en 1939, todavía hubiera militares involucrados en actos de violencia en 33 contra de los republicanos. Esta ley tenía el propósito de derrotar la “red de campesinos que colaboraron con la guerrilla como enlaces y puntos de apoyo” (Rodrigo 118). Como los maquis estaban en el monte, y los enlaces y puntos de apoyo trabajaban en secreto bajo un pacto de silencio, era difícil localizar a los guerrilleros republicanos. Para combatir ese reto, los franquistas formaban “grupos de guardias civiles o de civiles que se hacían pasar por guerrilleros para desenmascarar a enlaces y puntos de apoyo entre la población rural” (Rodrigo 118). Además de los desafíos diarios ya mencionados, los enlaces tenían que luchar contra la desconfianza de sí mismos y estar seguros de que los maquis que ayudaban realmente fueran maquis. El Régimen promulgó otra ley claramente dirigida hacia la eliminación de la guerrilla y de muchos otros elementos anti-­‐franquistas en el país. Se conoce como la “ley de fugas.” Promulgar una ley así manipulaba a los españoles a creer las mentiras del régimen. Las leyes mantienen el orden y separan las civilizaciones de la barbarie. Existe un sentido de la obligación de respetar y mantener las leyes para mantener la estabilidad de la sociedad y promover su avance. También existe la costumbre humana de creer que si existe una ley, ha habido una necesidad de que esa ley existiera. Aunque la ley era violento y reprimida, fue posible que la gente que no entendía la verdad sobre el esfuerzo maquis creyera que el régimen tenía una razón para matarlos y a las mujeres que apoyaban al movimiento. Sin contexto, o con un contexto distorsionado por los franquistas, sería muy probable que un español ignorante de los guerrilleros maquis los viera como terroristas y bandidajes. Hoy en día todavía existe gente que piensa que el movimiento maquis fue un 34 movimiento de bandidaje. Recuerda que en muchos casos los maquis estaban forzados a sobrevivir atracando bancos y robando de casas rurales. Cuando robaban comida o animales de pastores, pagaban cuando podían. Pero como vivían en el monte y no tenían trabajos, sus reservas de dinero rápidamente desaparecieron. Las mujeres de los maquis también estaban forzadas a hacer trabajos ilegales para sobrevivir. Como se ha expuesto anteriormente, muchas mujeres republicanas, fueran esposas de maquis o no, tuvieron que trabajar como prostitutas para poner comida sobre la mesa. Con los maquis armados y atracando bancos y sus esposas sufriendo en los pueblos y recurriendo a veces a prácticas desesperadas para sobrevivir, los franquistas podían usar la propaganda fácilmente para ganar la aquiescencia o incluso el favor del público. La prensa, bajo el control de Franco, usaba cada oportunidad posible para mencionar las actividades criminales de los maquis. Para los que no vivían en pueblos luchando lado a lado, figuradamente, con los maquis, veían a los maquis como criminales porque les tenían miedo, no entendían sus metas o no estuvieron de acuerdo con su lucha. Su único contacto con los guerrilleros fue a través de los periódicos franquistas. Semejante al respeto que el público tiene por los leyes, también existe una creencia con respecto a la prensa en que la gente cree que si algo está escrito allí tiene que ser cierto. Una ley que se presenta como una manera de parar la actividad criminal con fusilamientos, no siempre se veía como motivo de temor ni como una infracción de los derechos humanos, sino que se la definía como un paso necesario para establecer el orden. Pero los enlaces y puntos de apoyo si temían la ley. No tomaba mucho para que los guardias se consideraran alguien metido en el esfuerzo guerrillero. Para los franquistas, ser 35 un vencido de la guerra civil fue suficiente para establecer un sospecho de colaboración con la guerrilla (Rodrigo 117). Para limitar a los que querían ayudar a sus hombres en el monte, estaba prohibida “salir al campo con más comida de la necesaria para la jornada” (Rodrigo 117). Las leyes nuevas provocaron miedo, encima de los miedos que ya existían en los pueblos españoles. La violencia en contra de las mujeres que trabajaban como enlaces y puntos de apoyo ya fueron oficiales. La injusticia de las leyes es obvia, especialmente cuando se toma en cuenta que las mujeres republicanas estaban luchando para restaurar el gobierno legítimo de España. La legalización de la caza de las simpatizantes de la República señalaba a todos que los guerrilleros y sus mujeres no eran seres humanos, sino una enfermedad que tenían que erradicar. Ese mensaje abrió espacio para la violencia no legal en contra de las mujeres republicanas. Violencia de género en la posguerra Desafortunadamente, “en tiempos de guerra, las sociedades se ven confrontadas a una exacerbación de la codificación de vínculos entre sexos que se traduce tanto en los gestos de violencia como en sus representaciones culturales, intimas y colectivas” (Joly 90). Para los enlaces y puntos de apoyo, no sólo existía el riesgo de ser fusilados por sus acciones en pro de los maquis; también existía el riesgo de la violación y la rapada. Los franquistas sabían que una manera de parar la actividad guerrillera fue a través de las mujeres. Se puede describir las represiones contra las enlaces y puntos de apoyo como “desviadas, violentas, y amenazantes para el orden social y sexual” (Joly 91). Destruir a las mujeres iba a resultar en la destrucción de la amenaza más grade del estado franquista. 36 Como sus hombres estaban en el monte luchando contra el régimen franquista, sus “miembros masculinos son inaccesibles”, dejando las a ellas que sufrieran a manos del lado derecho (Joly 95). Además de la violación, los franquistas desarrollaron una forma de represión específicamente dedicada a las mujeres republicanas; la rapada combinada con el consumo de aceite de recino. Esta forma de dominar a las mujeres republicanas las dejaron humilladas y marginalizadas (Joly 94). La táctica forzó a la mujer a caminar por la calle central rapada, desnuda y sin control de sus intestinos. La falta total de control de sus funciones era una humillación y escarmiento público que representaba, metafóricamente, la purga de los ideales republicanos. Era un espectáculo público y un escarmiento; cualquier residente del pueblo veía las consecuencias de trabajar con los maquis. Pero también marcó a las mujeres “rojas” dentro de los pueblos. Si había una mujer sin pelo, se sabía que sería sospechoso asociarse con ella. Dentro de una sociedad ya aislada por el pacto de silencio, marcar a cierta gente agrega otros niveles a la soledad. Marcar a las mujeres que colaboraron con el movimiento guerrillero las cambiaba de mujeres a “rojas,” una connotación que implicaba que ya no era un ser humano (Joly 97). Para salvar el país de los rojos, los franquistas querían purgar las ideas comunistas. Se ve la simbolización de esa purga en los efectos del aceite de recino. Los franquistas querían romper a la mujer republicana para deshacer sus creencias centrales, lo cual en sí iba a terminar su apoyo del movimiento guerrillero. 37 Aunque no había una ley específica para justificar el uso de la violación, rapadas o aceite de recino, la cultura de la violencia ya fue establecida con la Ley de Fugas. Como no hay una condena más seria que el asesinato, legalizarlo comunica a los guardias y ciudadanos españoles que cualquier forma de represión de los republicanos era aceptable. Violar, rapar y torturar se salían de lo malvado para formar parte de lo necesario. Uno podía justificar cualquier medio de represión si se usaba en contra de los guerrilleros y la gente que les apoyaba. Un texto literario centrado en estas realidades ejemplifica fuertemente la situación expuesta arriba es Aquel Invierno. Parte de la tetralogía de Alfons Cervera, Aquel Invierno ofrece un vistazo a la vida de la mujer republicana durante la posguerra. Es una obra de ficción; sin embargo, las experiencias de las mujeres se base en la realidad de la violenta historia española. La manera en que se presenta información rápidamente, la brevedad de los capítulos y los tipos de memorias transmite al lector el control de los franquistas sobre los republicanos durante la posguerra. El texto casi tiene una manera críptica de compartir información con el lector. No describe directamente, sino que los traumas que pasaban frecuentemente en Los Yesares comparte los recuerdos de los personajes parte por parte, para que el lector pueda juntarlas y ver cómo fue la experiencia republicana completa. Por ejemplo, al describir la rapada de las mujeres republicanas, se dice, “un día vino a casa con la cabeza rapada y se metió en su cuarto a llorar como si algo le doliera mucho” (Invierno Cervera 15). Cuando Fausto, un corredor republicano famosos, pierda una carrera organizada por el alcalde 38 fascista, describe las consecuencias de avergonzar el Régimen rápidamente: “le rompió por mil sitios una pierna y la espalda con una tranca de carro” (Cervera 20). El silenciamiento y auto-­‐silenciamiento de los republicanos se ve en la manera de recordar sus experiencias con la violencia franquista. Uno supondría que, dada una oportunidad para hablar sobre sus realidades difíciles, los republicanos hablarían con muchos detalles sobre las rapadas y torturas que pasaban con frecuencia. Desafortunadamente, el trauma de la guerra y la posguerra, los daños sufridos y, en la actualidad, el miedo no les permitían hacerlo. Es el trabajo del lector entender la significancia de ver a una madre llorar o de un atleta famoso perder su atletismo por su ideología, porque los republicanos no pueden expresarlo ellos mismos. Para evitar la represión franquista, es necesario censurar sus propias memorias. La falta de una plétora de detalles sobre el arrebato llevado a cabo por los franquistas está destacada por los capítulos concisos. La mayoría de los capítulos ocupen dos o tres páginas en total. Hay una rapidez del libro, porque con el cambio de capitulo usualmente hay un cambio del narrador también. Las escenas cambien con cada página, además de los personajes, el año y el estilo. La manera en que está escrita la obra requiere que el lector lee atentamente, porque si no es probable que va a perder algo. Se relaciona con la dificultad de parte de los republicanos de recordar todas sus memorias reprimidas. Sin la capacidad de hablar sobre sus recuerdos, fue fácil olivar o acordarse mal de algo. Entre la actividad de los maquis, el castigo franquista y la vida diaria, había mucho que rememorar. Fue posible tomar memorias de otras (por accidente) u olvidar una de las suyas. 39 Quizás lo más importante de Aquel Invierno es el tipo de memorias. La mayoría de las memorias están relacionadas con la tristeza. El suicidio, tortura, el acoso y muerte dominan los recuerdos republicanos. Eso significa que ellos no solamente tenían que sobrevivir las condiciones horribles creadas por los del lado derecha, sino que también tienen que recordar esas condiciones para siempre. La memoria es algo personal. Tener la memoria dominada por una fuerza externa es un signo de una falta de poder. Sin la habilidad de tener memorias sin una conexión al franquismo ni hablar libremente sobre esas memorias muestra al lector que los franquistas dominaban cada aspecto de la población republicana. Apoyo moral: Los franquistas mantenían mucho control sobre España, que incluía el control sobre la prensa. Había una falta total de libertad de prensa. Con los guardias en busca de los guerrilleros en cada esquina del país, y con el esfuerzo maquis escondido del público, sería fácil perder esperanza en la meta de restaurar la Segunda República. Cada día fue una lucha para los guerrilleros en el monte. Fueron sus mujeres quienes daban el apoyo necesario para continuar la lucha. El movimiento constante en el monte de una base creada a otra, ataques contra los guardias y tiempo alejados de sus familias fue muy duro. Fue aún más complicado cuando sabían que sus mujeres sufrían a manos de los guardias. Aunque ellas trataban de ocultar las marcas de las represiones violentas de sus hombres maquis, muchos maquis estaban conscientes de los horrores que pasaban diariamente. 40 En muchas guerras, es el trabajo de la mujer sostener la apariencia de la vida normal para apoyar al esfuerzo militar (El-­‐Bushra/Mukarbuga 17). La posguerra española no fue distinta en este sentido. Las mujeres republicanas sustentaban todo mientras sus hombres estaban en el monte. Los enlaces y puntos de apoyo también cumplían las tareas domésticas y el cuidado de sus familias, pero también tenían el trabajo de ayudar a los maquis. Con las repercusiones violentas que conllevaba, trabajar como un enlace o punto de apoyo representaba mucho riesgo. Para los maquis, saber que sus mujeres estaban dispuestas a ayudarles frente esa violencia franquista inspiraba. La guerra en contra de Franco salía de lo ideológico y se convertía en algo muy personal: la batalla fue por España. Si podían mejorar el gobierno español, también iban a mejorar las vidas de sus mujeres en sus propios pueblos. La ayuda de ellas los motivó, algo muy importante cuando se recuerdan las condiciones diarias en el monte. Las mujeres aliadas con la resistencia también fueron los pocos que realmente entendían las realidades de los maquis. Debido a la manipulación realizada por el régimen franquista, muchos españoles no sabían nada de los guerrilleros, o sólo sabían las mentiras que leían en la prensa franquista. Los enlaces y puntos de apoyo, junto con los maquis, formaban una comunidad en que todos entendían el movimiento y los riesgos asociados con su participación en él. Esa comunidad señalaba a los maquis que, aunque pudieran sentirse solos en el monte, realmente no lo estaban. Mujeres guerrilleras 41 Además de trabajar como enlaces y puntos de apoyo, las mujeres republicanas también podían constituir parte de la resistencia como guerrilleras. Es importante notar que la mayoría de los maquis eran hombres, y era mucho más común que una mujer trabajara como enlace o punto de apoyo que como guerrillera (Serrano 106). Aunque menos frecuente, las mujeres guerrilleras como Esperanza Martínez y La Pastora ocupaban papeles importantes en la batalla contra el fascismo. Vida en el monte para las guerrilleras Para las guerrilleras, sus vidas en el monte tenían mucha más libertad que en los pueblos españoles que habían abandonado (Martínez 25). No se pueden olvidar las condiciones difíciles en el monte: la necesidad de moverse de sitio frecuentemente, la falta de higiene y el hambre era algunas de las condiciones diarias allí. Pero en términos de la “sociedad,” la mujer guerrillera tenía más derechos en el monte que en su propia casa. En el monte, todos eran iguales. Compromiso para el bien común que existía como meta de la República existía en el mundo de los maquis. Las guerrilleras no estaban inclinadas a las restricciones de la mujer bajo el estado franquista. En el monte, ellas no estaban limitadas a trabajos domésticos; se establecían como parte esencial en la lucha e iban armadas como los hombres. El ideal en que trabajos como cocinar, organizar y limpiar en el campo se hicieran entre los hombres y las mujeres. “Cada persona atendía sus necesidades, lavar la ropa, coser…” (Martínez 44). La dinámica entre guerrilleros y guerrilleras en el monte se basaba en el respeto mutuo, algo que no existía entre los guardias y las mujeres republicanas en los pueblos españoles. 42 El Régimen no gustaba que ninguna mujer asociaba con la resistencia, pero aún más una mujer que se armaba y andaba con los maquis. La mujer guerrillera fue una doble amenaza para los franquistas: 1) ella salía de la esfera doméstica y 2) estaba peleando directamente en contra de un gobierno ilegitimo. Para derrotar al esfuerzo de ellas, y también para disuadir a otras mujeres republicanas de hacer lo mismo, usaban la propaganda para manipular las realidades de ellas en el monte hablando sobre ellas como “amantes, corruptas, o transexuales” (Serrano 109). En la prensa, hablaba sobre las guerrilleras como “concubinas” de los soldados maquis. Según los franquistas, el único propósito que cumplían las guerrilleras fue el placer de los hombres. En realidad, la mayoría de las partidas maquis condenaban el sexo en el monte (Serrano 110). Veían el sexo, y la competencia entre guerrilleros para el sexo, como algo que distraía de la guerra. Si los guerrilleros querían tener relaciones sexuales, se hacían cuando visitaban a sus mujeres en los pueblos o en las casas de los puntos de apoyo. La regla en contra del sexo no significaba que los maquis siempre practicaban la abstinencia, pero presentar todas las mujeres guerrilleras como concubinas les roba a ellas su identidad real, y distrae el público sobre las razones de que estén ellas en el monte. La mujer guerrillera ya perdió todo: su gobierno, su estilo de vivir y en muchos casos su dignidad. Era mucho más sencillo para los franquistas pintar a las guerrilleras como prostitutas, lo cual intentaba explicar por qué una preferiría vivir afuera y no en su propio pueblo. A través de la propaganda, los fascistas pudieron evitar que se destacaran del hambre, pobreza y violencia que existían por los acciones de los guardias. 43 Capítulo V: La Pastora Teresa Pla Meseguer Teresa Florencio Pla Meseguer, que luego fue conocida como Teresa, Teresot y La Pastora, nació en febrero del año 1917 en el Barranco de Vallibona, localizado en el noroeste de la provincia de Castellón. Había pocas oportunidades económicas y culturales en este pueblo. La familia era humilde; el padre de Teresa, José Pla Abella, fue un labrador y su madre, Vicente Meseguer Gil, lavaba ropa para familias del pueblo. Teresa nació con una malformación congénita que la dejó con ambos genitales. Tenía una apariencia física masculina, pero todavía poseía con características de hembra. Su ambigüedad de sexo le causaba mucha pena por las burlas y por la cuestión de su propia identidad. Se identificó a sí misma en el monte, cuando se unió a los guerrilleros del XXIII Sector de la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón en el 1949 y decidió ser hombre. “Apresada en la tardía fecha del 5 de marzo de 1960 en Seo de Urgel, finalmente le fue conmutada la pena de muerte”, pero desapareció y siguió escondida hasta su muerte en 2004 (Serrano 227). Desafortunadamente, no existe mucha información sobre Teresa Pla Meseguer. Esta investigación depende mucho de la novela de ficción Donde nadie te encuentre (2011), escrita por Alicia Giménez Bartlett, y La Pastora. Del monte al mito (2009), un texto histórico escrito por José Calvo Segarra. Mientras las dos obras se centran en la figura misteriosa de La Pastora, hay más diferencias entre las obras que sólo el género al que cada obra pertenece. También existe análisis literario de La Pastora: el maqui hermafrodita (1978), otra novela, escrita por Manuel Villar Raso; una tesis de la Universidad de Gent escrita por Elise Ponsaerts y titulada Un retrato peculiar: ‘La Pastora’ Teresa Florencio Pla 44 Meseguer (2012); una entrevista con Teresa publicada electrónicamente en 2012 y algunas entradas de blog (2012). La figura de La Pastora Se asocia más a Teresa Pla Meseguer por su apodo de La Pastora. Ese apodo viene de su trabajo como pastora cuando su madre la despidió de la casa. Su niñez fue muy triste. Su padre murió poco después de su nacimiento, dejando a su madre para proveer para sus ocho hijos. Desde el momento en que nació Teresa, ella no iba a tener la posibilidad de vivir una vida La P
Por astora antes unirse a los físicamente, ella enfrentó muchos normal debido a su anomalía física. ser tan dde iferente maquis y vestirse como hombre. problemas durante su vida. La sociedad española (especialmente la sociedad fascista de España) la juzgaba en una manera que, por el retrato oficial negativo, las distorsiones y la falta de información confiable, prevenía a la mayoría de los españoles conocer a La Pastora verdadera: una mujer inocente, generosa, dedicada e inofensiva. La madre de ella “veía que [sus] hermanas no [la] dejaban nunca tranquila,” y por eso la expulsó a ella de la casa (Giménez Bartlett 85). El hecho fue que la víctima de las burlas fue castigada, pero las burladoras se quedaron sin consecuencias. Como el vínculo entre madre e hija es uno de los más fuertes en la naturaleza, echar a una hija de la casa demuestra la gravedad de la condena de la sociedad española por tener una familiar fuera de lo normal. 45 Las burlas crearon una barrera entre la sociedad y La Pastora. Su tamaño grande y su fuerza eran características raras para una mujer, y muchos la temían solamente por su apariencia. Para escapar la condena, ella se echó al aire libre, trabajando como pastora y viviendo en la naturaleza entre sus animales. Según la representación ficticia de Giménez Bartlett, los que conocían a La Pastora sabían que ella tenía una “mano especial para las criaturas” (Giménez Bartlett 86). Trabajar con los animales fue un talento natural para ella, tan natural que por eso le daban el apodo “La Pastora.” Mientras le gustaba a ella su vida de pastora, fue el escape de las burlas constantes que mantenía a La Pastora al margen de la sociedad. Como no tuvo ninguna formación educativa, ni tenía contacto prolongado con otra gente en sus años formativos, la ideología política le era desconocida. “Ni su posición económica, su educación o su nivel cultural le permitían tener otra ideología que la de la supervivencia” (Calvo Segarra 33). La Pastora no entendía la ideología política, ni le interesaba. Viviendo afuera, sólo tenía que preocuparse por el cuidado de sus animales y la obtención de suficiente comida para sí misma. La experiencia de las mujeres con ideología o sin ella fue igual durante los años franquistas. La Pastora, una figura muy inocente y desconectada de la ideología, fue tratada como un criminal o bandolero violento. Las mujeres de familias republicanas o de miembros del maquis (que se supone que compartían las ideologías de los maquis), también fueron tratadas como criminales o bandoleras. En los dos casos, muchas veces la única opción para conseguir una medida de paz parecía ser echarse al monte y vivir fuera de sus respectivos pueblos con los animales o con los maquis. Allí, al aire libre, La Pastora 46 podía sentirse contenta y las mujeres republicanas podían discutir y expresar sus ideologías libremente con los maquis. Como La Pastora, hubo mujeres republicanas que buscaban refugio en las afueras de los pueblos, lejos del enjuiciamiento negativo de la sociedad. Aunque no existe mucha información sobre La Pastora, ella permanece como una figura mítica de la posguerra española. Por su aspecto físico, también hay mucho sensacionalismo en torno a ella. Muchos pretenden poseer información sobre La Pastora, e incluso conocimiento personal de ella, para sus propios intereses, no para ampliar el conocimiento colectivo sobre ella. Hay que proceder con cautela a la hora de tratar a esta figura porque el sensacionalismo ha creado falsedades. La niñez de La Pastora En la novela y en el texto histórico, se presenta la tristeza de la niñez de La Pastora. Por las razones ya expuestas, La Pastora vivía sola en su propia casa. No tenía interacciones sociales prolongadas. Viviendo en el exterior, La Pastora aprendió lo básico de la sobrevivencia. Ser aislada resultó en su inocencia; como nunca tuvo que trabajar con lo teórico o abstracto sólo podía entender el mundo concreto. La ideología, el amor y las amistades fueron conceptos difíciles para ella. Lo que se diferencia la novela del texto histórico es la interpretación de la familia de La Pastora. En el texto histórico, el autor plantea la idea de que los padres de ella querían hacer lo mejor para su hija hermafrodita. Según Calvo Segarra, al ver que La Pastora había nacido con ambos genitales, decidieron identificarla como mujer para ayudarle a evadir el “tener que ir al servicio militar” requerido para los hombres (Calvo Segarra 36). Otra 47 explicación es que identificarla como mujer fue para ayudarle a evitar “las inspecciones médicas de los militares” (36). El autor también interpreta la expulsión de La Pastora de la casa familiar a manos de su madre como la mejor opción para ella, dadas las circunstancias, porque su madre la estaba protegiendo a La Pastora de sus hermanas violentas. En la novela, La Pastora está presentada como la víctima de su familia cruel. Tener que andar como mujer por la decisión de sus padres le “hacía sufrir” a lo largo de su vida (Giménez Bartlett). Sus hermanas y su madre salen como personajes malvados por sus mofas de una familiar. Se ve la superficialidad de su familia, que pensaba que era más importante distanciarse de La Pastora por su condición única (fuera de su control) que ayudarle y apoyarla, como es la respuesta natural de las familias. Las dos versiones resultan en lo mismo: La Pastora viviendo al aire libre. Pero la versión de Calvo Segarra cae dentro del sensacionalismo. Lo que enseña sobre La Pastora es que fue tan monstruosa y bestial que la mejor opción fue mandarla fuera de la sociedad. Incluir el detalle sobre el servicio militar plantea la idea de que los padres de La Pastora tenían buenas intenciones y que querían proteger a su hija. Parece pretender que el lector no dude de la decisión de forzarla de la casa, porque tienen en la mente que su motivación era positiva. Si una madre con intenciones buenas forzó a su hija de su casa, tenía que ser la única opción que hacer para ayudarle. Donde nadie te encuentre intenta de combatir ese fenómeno de pensar en La Pastora como una figura incivilizada y violenta. El único contacto que los lectores tienen con la familia de La Pastora gira alrededor de las burlas y la salida obligada de su casa, con el enfoque en la reacción de La Pastora ficticia. En la soledad de ella, el lector ve que dejarla 48 vivir sola con los animales no fue la mejor opción para ella. Era vulnerable y necesitaba dirección. No entendía el mundo alrededor de ella por su falta de educación formal y familiar, y como resultado no maduró mentalmente en sus años formativos. El uso de la ficción novelística Con el pacto de silencio creado por las élites políticas franquistas, diseñado para olvidar y enterrar los crímenes fascistas, es complicada la presentación de información relacionada a la Guerra Civil y la posguerra. Los franquistas rechazan las afirmaciones de los republicanos, mientras los republicanos que, al cabo de tantos años, están listos para hablar sobre sus experiencias todavía temen las consecuencias de condenar la represión franquista, por razón de la costumbre de silencio y la larga imposición del silenciamiento. Es imposible indagar en el pasado español sin la ideología política, y las ideologías todavía son causa de rabia. Hablar o escribir sobre La Pastora, entonces, es un trabajo desafiante, no sólo por la falta de datos concretos sobre ella. Si los lectores españoles no están dispuestos a aceptarla como un ser humano, víctima de la represión franquista o una figura inocente y sencilla, se acercan con algún reparo a un texto sobre La Pastora: es posible que no vayan a aceptar una descripción de ella que no esté aliada con sus propias perspectivas o sus prejuicios. Una sociedad no puede aprender ni avanzar si nunca está es resistente a arrebatar información cuestionable sobre una figura mítica. En vez de esperar para que la sociedad española esté lista para investigar a La Pastora sin barreras intelectuales, Giménez Bartlett usó la ficción como una manera de hacer más accesible su texto. Su novela tiene capas, y no sólo existe el personaje de La 49 Pastora. Hay Infante y el francés, personajes ficticios que tienen sus propios argumentos dentro de la obra. Su historia constituye un marco dentro del que se relata la historia de La Pastora. Infante, un periodista español, y Nourissier, un psicólogo francés, exploran España, tratando de buscar La Pastora. Aunque pretenden buscarla por sus propios trabajos, los dos tienen motivos oscuros. Hay diálogo, descripción de escena, caracterización y la una rica imaginería, características de las obras de ficción que mantienen la atención del lector. Se revela, o se crea, información nueva. La historia de Infante y el francés dentro de la obra constituye un marco. La historia de marco agrega contextualización, muestra la información poco fiable sobre La Pastora y le ayuda al lector a conocer la versión de La Pastora de Giménez Bartlett. En la jornada de Infante y el francés, se presenta la España de los años cincuenta y años posteriores de la posguerra. El francés “tuvo la impresión de que en España el tiempo no había transcurrido, y…aquel lugar muy bien podía ser un figón de los que Lope de Vega incluía en sus comedias” (Giménez Bartlett 20). Esa observación se hacía dentro de Barcelona, una metrópolis moderna con una cultura rica aunque sufrió muchos estragos por los bombardeos rebeldes durante la guerra. Los pueblos rurales son peores, como Els Ports, un pueblo que los investigadores visitan. Infante lo describe como un lugar donde “se acaba la civilización y [se entra] en el salvaje mundo rural” (Giménez Bartlett 35). Las interacciones con la Guardia Civil indican que el control todavía está fuertemente en manos de los franquistas. Por ejemplo, sobre la entrada en el bar de los guardias, estando allí Infante y el francés, Infante dice, “‘No podíamos salir cuando ellos entraban, hubieran pensado que nos escabullíamos”’ (Giménez 50 Bartlett 69). Cada acción era analizada por los guardias, y no se necesitaba nada mayor para meterse en problemas con ellos. La caracterización de la España de la época se hace en comparación con Francia, desde la perspectiva de Nourissier, el francés. Como Francia estaba liberada del control fascista (con la importante ayuda de los españoles republicanos), no tiene las manchas de una dictadura sangrienta. La liberación y la democracia levantaban a Francia de sus ruinas fascistas, dejando que el país se sanara de sus heridas. Bajo el control de Franco, España no había tenido esa oportunidad, y el resultado era un país atrapado en su historia. Es un mundo casi irreconocible para Nourissier, porque su país no ha tenido que sobrevivir esa realidad después del dominio de los invasores nazis durante la II Guerra Mundial. El lector probablemente no ha tenido que vivir en condiciones similares a las condiciones en España tampoco. Como Nourissier y muchos lectores son extranjeros en la España franquista, este personaje ficticio ayuda al lector a entender la vida diaria de España bajo la dictadura. La historia de marco también sirve para mostrar al lector cómo fue la posguerra española. En la búsqueda de La Pastora, Infante y Nourissier entrevistan a varias personas que pretenden conocerla a través del esfuerzo maquis. Cuando entrevistan a Matilde, por ejemplo, se enfoca en su relación con los maquis, además de hablar sobre La Pastora. Su cuñado se unió a los maquis “porque se presentó la Guardia Civil para matarlo” (Giménez Bartlett 109). Por la asociación con los maquis, su marido fue encarcelado y “le daban tantos palos que volvía medio muerto” (109). Los guardias molestaban frecuentemente a Matilde para obtener información sobre sus familiares en el monte. Una vez tiraron a su hijo, todavía en pañales, “por los aires” (109). Los guardias llevaban a Matilde al cuartel 51 para interrogarla, y cuando no daba información sobre su marido “pegaron todas las palizas que quisieron, [se] saltaron todos los dientes puñetazos” (109). Las entrevistas ficticias llevan la obra a otra época. Infante y el francés indagan en el pasado en una manera fluida. Las descripciones vienen de personajes que han visto las realidades de la posguerra. Aunque ficción, da más credibilidad hablar sobre la posguerra de parte de personajes que compartía sus propias experiencias que oírla contar por un historiador. La tristeza, desesperanza y el sentimiento salen de la descripción y toman una forma humana. Humaniza el esfuerzo maquis y la represión de la posguerra porque se oye de la boca de una víctima de esa época. La información sobre La Pastora se basa en el texto histórico La Pastora. Del monte al mito. La novela se presenta en una manera más interactiva que el texto histórico. Donde nadie te encuentre es una aventura en que el lector aprende sobre La Pastora sin darse cuenta, tal vez, de estar acercándose a una figura controvertida de la posguerra española. Infante y el francés también sirven como una muestra de la desconfianza que el lector tiene que sentir respecto a la literatura sobre La Pastora. Al principio de la obra, los dos desconfían el uno del otro. Cuando Infante le pregunta a Nourissier sobre su identidad, éste responde que “no tiene ningún derecho de sospechar de mi honestidad” (Giménez Bartlett 25). Pero sí había la necesidad de sospechar de la honestidad de los dos personajes ficticios. Al final, está revelado que los dos no han sido honestos y que tienen motivos que no tienen que ver con el descubrimiento de la identidad verdadera de La Pastora. Esa revelación lo deja incómodo al lector, porque ha sido parte de la exploración de ellos dos. El lector ha conocido detalles personales de Infante y el francés, y también ha 52 dependido de ellos para obtener información sobre La Pastora. Después de todo lo que se aprende sobre esa figura mítica, se descubre que la fuente de esa información tenía otros motivos, y por eso se pone en tela de juicio toda esa información. No se pueden aceptar las observaciones de ellos sin el análisis del lector. El uso de la historia de marco deshonesta le enseña al lector que tiene que cuestionar cada obra sobre La Pastora, porque hay mucho sensacionalismo. La verosimilitud de un texto u obra no significa que uno pueda fiarse de en ella. La novela de Giménez Bartlett emplea la procatalepsis, el uso de un personaje quien niega cierta información u ideas, como el personaje del francés. Mientras pretende querer investigar a La Pastora desde una perspectiva psicológica, en la realidad ya ha construido la identidad de ella. Al empezar su investigación, Nourissier ya tiene un molde para La Pastora. Como hermafrodita, tiene que ser sexual, violenta y estar confundida por su identidad sexual. Cuando su investigación muestra que estas ideas no son precisas, el francés no quiere creerlo. Está sorprendido de que La Pastora fuera conocida como un hombre en el monte y mucho más sorprendido de que los que conocían a ella no la asociaran con crímenes violentos. El rechazo de la información por Nourissier le demuestra al lector que los pensamientos sensacionalistas sobre La Pastora no tienen mérito. Enfrentado por evidencia que sugiere que La Pastora fue inocente y una víctima de su sociedad, el francés mantiene sus ideas creadas por la propaganda fascista. Él representa un personaje irracional. Viendo así sus acciones, el lector ve que no puede hacer caso omiso de evidencia para mantener sus ideas formadas y las ideas establecidas por la prensa franquista. Las 53 acciones de Nourissier le inclinan al lector hacia otra dirección en su investigación de La Pastora. La clave del aprendizaje es que los personajes centrales en la obra, Infante y el francés, también están aprendiendo sobre ella al mismo tiempo que aprende el lector. En su aventura para buscar a una mujer permanentemente escondida, cultivan una imagen más completa de La Pastora. Los lectores aprenden a medida que los personajes ficticios aprenden. No hay una inundación de datos sobre La Pastora que uno tenga que procesar para entender: en la novela, el aprendizaje llega naturalmente. La ficción también hace que el lector se sienta más cómodo: la crítica de la sociedad española todavía está allí, pero como está en forma de ficción, los lectores no necesariamente se van a sentir defensivos sobre su cultura. Pueden leer la crítica del control de la prensa, la pobreza y falta de oportunidades en los pueblos rurales y la represión franquista sobre La Pastora sin tener que lanzarse a rechazar la representación por ser “mentirosa” o “falsa.” Se enfocan en la aventura de los personajes centrales y aprenden sobre La Pastora como resultado de esto. La ficción no sólo es útil para que los españoles que tienen una ideología puedan aprender sobre La Pastora. También es la mejor forma de presentar información e interpretación a gente que nunca ha oído hablar de ella. La manera en que está escrita la obra de Giménez Bartlett hace que sea adictiva; es difícil de parar después de empezar a leerla. Normalmente no se puede decir lo mismo de un texto histórico, especialmente cuando el texto histórico es el primer contacto con un sujeto. La plétora de información y 54 datos, y el enfoque en sólo una persona, hacen que el texto histórico sea muy útil, pero quizás no la forma más interesante de indagar en el personaje de La Pastora. Con la habilidad de alcanzar a un público lector más grande, Donde nadie te encuentre trae más atención a La Pastora. Con más atención, hay la necesidad de obtener más información sobre ella porque más gente quiere saber exactamente quién fue La Pastora. Como la obra de Giménez Bartlett ofrece una interpretación de ella, es probable que los lectores vayan a querer formar sus propias ideas. La novela anima a los lectores, y a otros escritores a investigar a La Pastora para suministrar la información exigida. La identidad creada de La Pastora Sin mucha literatura fiable, es difícil tener una idea de quién fue La Pastora. Lo que es evidente cuando uno indaga en la figura de ella es la asociación de La Pastora con la literatura sensacionalista. Motivado por su hermafrodismo, el sensacionalismo la define por su condición física y no por su ser. Manipula su situación para tomar la ruta más simple hacia la explicación de su vida: por su condición física, no había otra posibilidad de que La Pastora fuera una bestia incivilizada. Para combatir ese fenómeno, Giménez Bartlett creó una identidad ficticia de La Pastora en su novela. Usando las fuentes ya existentes sobre ella, la autora mezcla lo histórico con su propia interpretación de la figura mítica. La manera en que se presenta dentro de la novela parece como un testimonio de La Pastora misma. Parece tan creíble que es necesario recordar que es una representación ficticia y no las palabras verdaderas de La Pastora. 55 La Pastora ficticia de la novela está diferenciada con el uso de un tipo de letra distinta. El lector ve claramente la distinción entre la búsqueda por La Pastora y las palabras de ella. Las palabras de La Pastora de Giménez Bartlett nunca ocupan muchas páginas a la vez. Ofrece una mirada pequeña en la personalidad creada de ella, dándole al lector una idea más completa de su personaje con cada entrada. La manera en que presenta su interpretación de La Pastora refleja lo que se sabe de ella: muy poco. La memoria auténtica de La Pastora está fragmentada y le falta profundidad. Al ir aprendiendo el lector sobre La Pastora, como el francés e Infante, va aprendiendo, nunca está satisfecho con los pedazos que tiene, porque es obvio que existe más. Por presentar su versión de La Pastora así, Giménez Bartlett refleja la posible realidad de La Pastora verdadera, haciendo su interpretación más creíble en los ojos del lector. Sin manipular la verdad, Giménez Bartlett ofrece una Pastora no definida por su condición física. En el retrato ofrecido en la novela, ella es un blanco de burla fascista y está tratando de seguir su vida preferida: una vida simple fuera de la crítica humana. El sensacionalismo que rodea a La Pastora hace que una descripción de su inocencia no sea suficiente para cambiar la opinión pública de ella; hay la necesidad de formar una Pastora ficticia que parezca ser un personaje verdadero. La identidad de La Pastora Desafortunadamente, La Pastora todavía no existe aparte de su condición física. Aunque empezó la vida como una mujer con ambos genitales, terminó como un hombre cómodo en su identidad. Obtuvo una cirugía que cambió permanentemente su identidad de género y se vistió de hombre por la mayoría de su vida. Sin embargo, el sensacionalismo 56 que domina la información conocida sobre La Pastora se enfoca más en su ambigüedad de sexo que en su decisión de vivir como hombre. Es evidente que esa decisión fue un momento clave para La Pastora. En la novela, como en el texto histórico, La Pastora decide que quiere ser hombre después de integrarse al maquis. En la casa de una enlace, una “mujer le cortó el pelo a Teresot, y luego se peinó para atrás como lo llevan los chicos” (Giménez Bartlett 240). La Pastora lloraba durante el corte de pelo, pero cuando se puso su ropa de hombre “salió…como si ya hubiera sido un hombre desde que nació” (Giménez Bartlett 240). Los maquis eran la razón por esa decisión tan difícil. Dentro de la sociedad española, ella fue marcada como hermafrodita. No fue posible existir fuera de esa etiqueta. Como vivía en un pueblo pequeño, todos sabían de su condición física. Su bigote, fuerza y tamaño grande marcaban lo que su falda escondía. No es posible reinventarse uno mismo si todos ya tienen una opinión establecida. Es aún más difícil hacerlo cuando esa opinión establecida es burlona y crítica. Hay que tomar en cuenta que la habilidad de escoger su propia identidad de género no fue resultado del aislamiento de los maquis de la sociedad, sino de la ideología republicana de los maquis. La Pastora casi nunca vivía dentro de la sociedad española. A ella le gustaba vivir al aire libre y cuidar a las ovejas porque le daba la oportunidad de aislarse de la gente que se burlaba de ella. Los animales no la juzgaban como lo hacían las personas. Como expresa La Pastora ficticia de Giménez Bartlett, los “animales son buenos, las personas son peores” (Giménez Bartlett 47). 57 Aunque fuera de la sociedad, La Pastora no decidió ser hombre en un momento. Las mofas de la sociedad todavía la afectaban, y la presionaban a continuar su vida como mujer. Cuando se integró a los maquis, su medio ambiente cambió para lo mejor. Ya acostumbrada a vivir en condiciones similares a las del monte, La Pastora se beneficiaba de la actitud de “cada uno puede ser lo que quiera” en términos de su propia identidad (Giménez Bartlett 117). Entre los guerrilleros, cada uno fue aceptado por sí mismo. Bajo ese modelo, La Pastora se sintió cómoda como hombre y no una mujer. Mientras simboliza este cambio con el corte de pelo y su ropa, aceptarse a sí misma (y ser aceptada) se hacía por dentro en el monte. Desde la perspectiva franquista, no les importaba a ellos si La Pastora se auto-­‐
identificaba de hombre o de mujer. En los ojos de los fascistas, ella fue una monstruo que amenazaba a la sociedad y al orden. Como hermafrodita, ella no podía tener hijos ni servir en un papel doméstico, un papel esencial en el estado franquista. Aunque La Pastora tenía la habilidad de cuidar a los hijos y animales, como era diferente de lo normal, tenía que ser reprimida. También fue una amenaza por su involucramiento en el movimiento maquis. La Pastora fue un objetivo fácil para los franquistas: si podían humillarla en los ojos del público, también podían humillar a los maquis. Para quitar de las sombras franquistas la decisión de ser hombre, Giménez Bartlett usa a sus personajes ficticios para proponer que La Pastora era hombre, y era conocida como hombre. En la novela, Infante y el francés entrevistan a varias personas en su búsqueda de La Pastora, y todos comentan que ella fue un hombre. Los que la conocían dicen “que era un hombre entero y verdadero, no una mujer” (Giménez Bartlett 111). El 58 mostrar que todos los que tenían contacto con La Pastora cuando estaba con los maquis la consideraban como hombre niega la ambigüedad de su sexo, aunque ficticiamente, en contraste con la versión de ella destacada por los franquistas. Represión de La Pastora Una característica esencial para el funcionamiento del fascismo es el control completo de la sociedad. Pero La Pastora no fue parte de la sociedad española. Viviendo en su propio mundo, La Pastora fue una persona muy feliz. Su trabajo le daba alegría y el aislamiento le ayudaba a escapar las molestias de la sociedad. La falta de control sobre ella les inquietaba a los franquistas. Como no había una guía para explicar cómo controlar a un hermafrodita que viviera fuera de la sociedad, los franquistas trataban a La Pastora como a los otros guerrilleros. Aunque ella era muy pasiva y trataba con respeto a todos los con quienes se encontraba, los fascistas la pintaron como un salvaje. Atribuían veintinueve asesinatos a ella cuando no hay evidencia de que ella matara a ni una sola persona. Usando la prensa como herramienta, la extrema derecha creó una imagen pública violenta de ella, describiéndola como una mujer “…con una siniestra historia de crímenes…” (Calvo Segarra 49). También la describió como “la cruel mujer” y “la monstruosa mujer” quien “sembró el crimen y el terror…” (Calvo Segarra 49). Las distorsiones de La Pastora en la prensa normalmente incluían una foto de ella (Calvo Segarra 50). Usar una imagen visual agregaba verosimilitud a las mentiras de la prensa franquista. Fue fácil para la gente española creer lo que leía sobre La Pastora, porque su apariencia física era única. Su foto funcionaba como evidencia actual de las 59 distorsiones fascistas. La superficialidad de un periódico facilitaba el asociarla con adjetivos como “monstruosa” o “cruel”. Se requiere una indagación más profunda en La Pastora para entender que fue una figura inocente y tímida. Al leer un artículo corto con una foto de una mujer masculina, era fácil caer víctima de la coerción franquista. Las manipulaciones de la realidad de La Pastora moldeaban la opinión pública sobre ella. Muchos españoles la temían porque pensaban que era capaz de robar y matar sin vergüenza. No la veían como un ser humano. La condena de la sociedad, en combinación con la persecución de ella por la Guardia Civil, hizo imposible que La Pastora viviera dentro de la sociedad. Su existencia en el monte siguió para siempre por la condena franquista y la opinión pública sobre ella. Su única opción para sobrevivir fue con los maquis. La Pastora con los maquis Aunque sin una ideológica política, La Pastora se unió a los maquis en 1949. La razón por su involucramiento fue la sobrevivencia; con los maquis, ella tenía una mejor oportunidad para escaparse de los franquistas. Pero en el monte ella recibió mucho más que protección de la violencia. Por la primera vez en su vida, fue tratada como un ser humano. La ideología republicana que compartían los maquis se centraba en la igualdad para todos. Eso incluía igualdad para La Pastora, alguien que, hasta integrarse a los maquis, no había pertenecido en ninguna parte más que entre sus ovejas. El monte, con gente que aceptó a La Pastora por ella misma, fue el lugar en que se sintió cómoda siendo hombre. 60 El momento en que se cortó el pelo en la casa de un enlace es uno que se presenta en la novela igual que en el texto histórico. Fue un momento definitivo en su vida, porque ya no tenía que fingir ser algo que no sentía en su ser: una mujer. Es verdad que durante su vida había momentos felices como mujer. En preparación para una fiesta en el pueblo, por ejemplo, La Pastora se hace una permanente en la peluquería y anda con su vestido nuevo y labio leporino recién corregido. En este momento, ella “nunca [se] había sentido tan guapa” (Giménez-­‐Bartlett 198). Pero esas cosas eran superficiales. Según las representaciones de ella, por dentro, La Pastora nunca se sintió mujer. La aceptación de los maquis fue el apoyo que uno suponía que iba a venir de sus padres, pero, según Giménez Bartlett, ni su madre ni sus hermanas apoyaban a La Pastora. Los maquis ocupaban el papel de la familia, y le dejaban formar su propia identidad. Su muestra de compasión y aceptación, cosas ajenas a La Pastora, la ayudó a tener la confianza de ser ella misma. La lucha por las ideas no fue algo cerca de su corazón ni su pasión, porque ella era una persona simple, contenta viviendo afuera cuidando a los animales. Fue en el monte que La Pastora empezó a aprender a leer y estudiar sobre la ideología republicana (309). Los maquis transformaron a La Pastora desde una figura marginada a una con la habilidad de formar sus propias opiniones, defenderse y sentirse cómoda en su propio cuerpo. Ellos apostaron por ella cuando España la abandonó. 61 Capítulo VI: Las Guerrilleras El caso raro de las mujeres maquis Aunque no era común, durante la época de Franco había guerrilleras luchando al lado de los guerrilleros maquis en el monte. Como “[e]l régimen republicano había supuesto un avance cuantitativo y cualitativo para la mujer” no es sorprendente que había un querer dentro de ellas de defenderla (Serrano 219). Mientras La Pastora, una figura única, llegó a incorporarse al maquis, había mujeres quienes se sentían tan fuertemente en pro de la ideología republicana que decidieron luchar ellas mismas por ella. En muchos casos, la decisión de unirse al maquis fue una combinación de dos factores: 1) las condiciones horribles en los pueblos rurales por la represión franquista, y 2) el querer apasionado de restaurar la Segunda República. Como explica Segundo Serrano en su obra histórico Maquis (2001), la razón por la raridad de la presencia femenina en el monte no fue resultado del régimen franquista, sino los maquis mismos. “Una de las preocupaciones de los maquis se tradujo en la firme decisión de que la mujer…se evitara por todos los medios su presencia en el monte” (Serrano 221). Aunque la Segunda República daba varios derechos a la mujer, la meta de los maquis no fue reestablecer igualdad de género, sino restaurar la democracia. Los derechos tenían que venir después de la derrota del fascismo. A causa de la competencia y distracciones asociadas con relaciones sexuales en el monte, los guerrilleros maquis decidieron limitar la presencia de las mujeres allí, dejando solamente mujeres que estaban en peligro de la muerte subir con ellos. 62 “Pese a todo, algunas mujeres practicaron una resistencia activa contra el franquismo” (Serrano 221). Enriqueta Otero, Carmen Temprano Salorio, Manuela Sánchez y las hermanas de Esperanza Martínez son solo algunos ejemplos de guerrilleras que ganaban la fama por sus habilidades en el monte (Serrano 222). En Extremadura y Huelva, por ejemplo, había “más mujeres en el monte” que en cualquier otra parte (Serrano 223). Un texto que ofrece una mirada profunda a las mujeres de la resistencia es Silencio roto. Mujeres contra el franquismo (2002), escrito por Fernanda Romeu Alfaro. Romeu Alfaro crea perfiles sobre varias mujeres, quienes lucharon en contra del régimen fascista no solamente en la posguerra sino hasta la muerte de Francisco Franco en 1975. Silencio roto presenta la historia no contada de la España del siglo veinte, mostrándole al lector que no hay una sola historia y realidad, sino varias. Cuando los maquis perdieron su lucha y estaban forzados a abandonar el sueño de restaurar la Segunda República, sus mujeres continuaron la pelea. Organizaban protestas, boicoteaban negocios aliados con el régimen y distribuían información para rebatir la propaganda fascista. La obra de Romeu Alfaro indica que la lucha nunca murió completamente. Muchas de las mujeres de persuasión ideológica estaban expuestas a esa ideología en sus casas cuando eran niñas. Los padres de Marina Ferrer y Julia Vigre, por ejemplo, hablaban de sus posturas al respecto de ellas en sus casas desde los ocho y nueve años (Romeu Alfaro 106). Cada una de ellas mantuvo por toda la vida lo aprendido durante la niñez. Fue la ideología de sus padres (y luego la suya propia) lo que las motivaron a trabajar en la resistencia hasta la década de los años setenta. En el extracto de Ferrer es obvio que su padre tuvo mucha influencia sobre sus opiniones políticas: 63 Mi padre era anarquista. Cuando yo tuve ocho o nueve años ya empiezo a notar las diferencias sociales. Veo a los albañiles comiendo en la calle y yo, mientras, como en una mesa con brasero. Al incorporarme al Instituto tenia catorce años y ya me hago de la FUE (Alfaro 106). Las ideas de su padre le daban a Marina un marco que influía en cómo veía su medio ambiente. Sin esa influencia, es posible que ella tardara más en querer unirse a un partido basado en una ideología. Los padres moldean los pensamientos de sus hijos, en hablar de sus puntos de vista y opiniones y también por sus acciones. Aunque es posible que los hijos lleguen a formar sus propias ideas, los padres todavía afectan cómo los hijos ven el mundo. Los padres tenían un papel muy importante en la educación de sus hijas en el estado franquista (aún más importante que su papel con sus hijos varones), porque ellas no tenían las mismas oportunidades que los niños. Como las mujeres estaban limitadas a la esfera doméstica, su educación formal no llevaba la misma importancia que la de los niños. Los padres republicanos desempeñaron un papel aún más importante, porque eran las únicas personas que hablaban de la ideología republicana. Los maestros en la España franquista impartían la ideología del régimen. Enseñar a sus niñas sobre el comunismo, anarquismo, socialismo u otra ideología que cabía dentro del republicanismo fue una forma de resistencia contra el franquismo. Combatía las lecciones que enseñaban en la escuela, lecciones que sólo retrataban a buena luz el franquismo, para presentar otra realidad, una contra-­‐realidad mucho más cercana a la verdad. No fue difícil para ellas adoptar la ideología republicana y pensar que era mejor 64 que el franquismo, porque veían diariamente la injusticia y violencia perpetradas por la dictadura. Mientras las lecciones de sus familias es una característica común entre las guerrilleras, cada una tiene su propia experiencia. El testimonio de la guerrillera Esperanza Martínez, Guerrilleras (2010), ofrece una reflexión de primera mano sobre sus experiencias. La película Miel de Naranjas (2012) presenta la vida de una guerrillera quien trabaja sin el conocimiento de su tío franquista, un general en el ejército de Franco. Y Maquis (2001), escrito por el destacado historiador Secundino Serrano, ofrece una mirada detallada de la experiencia femenina en los maquis. Desafortunadamente, todavía hay pocas fuentes escritas sobre las mujeres maquis, pero por analizar las tres obras ya nombradas es posible llegar a una mejor idea de cómo eran sus vidas. El testimonio de Esperanza Martínez Una de cinco hermanas, Esperanza Martínez nació en la serranía de Cuenca. Su familia modesta tenía un arrendatario en Atalaya de Villar del Saz. Ella veía directamente el esfuerzo maquis. Su padre trabajaba como enlace, y fue “su padre, hombre de izquierdas desde la República, quien introduzca en su casa a los guerrilleros” (Gómez 24). El contacto con los guerrilleros mismos ayudó a Martínez a formar sus propias opiniones sobre ellos. Oír expresarse sus ideas y ver la dificultad de sus vidas, le convenció de que la información dada por los franquistas era propaganda y una distorsión seria de la verdad. En su testimonio, Martínez comunica la razón por la falta de información sobre los maquis y también sobre las mujeres del maquis. Hablando del medio ambiente de la posguerra, dice que “se sabe que el silencio era la mejor manera de poder pasar sin 65 sospechas” (Martínez 36). Es interesante que ella mencione el silencio en su testimonio. Como ella está escribiendo su propio testimonio, está rompiendo este silencio de sobrevivencia. Pero se observa que su testimonio no es como uno esperaría. Le falta emoción. En muchos casos, hay el fenómeno de esperar ver emociones después de un suceso o sucesos trágicos. La tristeza en alguien después de la muerte de un familiar, el miedo que uno tendría después de vivir en un lugar violento o la rabia en contra de alguien o un grupo es algo que se asocia con lo normal. El leer un testimonio sobre tiempos llenos de tristeza sin emoción es desconcertante, e invita al lector más a acercarse al texto para investigar la situación con más detalle. La falta de rabia y odio en el testimonio de Martínez deja que las palabras de Esperanza lleguen a más personas. Ella misma explica que “no miro atrás con odio como en aquellos momentos, pero no olvido, no puedo olvidar, tanta ignominia, tanta maldad, tanta injusticia” (Martínez 47). Cuando un lector que nunca ha conocido en el mundo del testigo ve que hay odio, es fácil rechazar este testimonio o simplemente no querer leerlo. El odio tiene la habilidad de embrollar la manera de percibir y recordar las memorias. Si Guerrilleras estuviera lleno de odio y rabia, el testimonio de Martínez sería más útil para la derecha como un ejemplo de la barbaridad de los llamados rojos. Desafortunadamente, muchas veces son las victimas quienes tienen que luchar en una manera justa y controlada. Esperanza no tiene el lujo de mostrar sus emociones porque tiene que mantenerse como una fuente para combatir las manipulaciones franquistas. Después de décadas de auto-­‐silenciamiento y silenciamiento forzado, uno se imaginaría que un testimonio de una guerrillera estaría lleno de furia, acusaciones y 66 secretos íntimos. Pero al testimonio de Esperanza Martínez le faltan estos elementos. Sus palabras le ayudan al lector a entender la vida diaria de una guerrillera maquis, pero el estoicismo de su escritura requiere que el lector sea activo y dispuesto a sentir las emociones que sentía Martínez, aunque estas emociones no están escritas. El testimonio seco es quizás el resultado de tantos años de silenciamiento. Fue un hábito esconder las emociones y detalles de la posguerra, y ya es difícil estar dispuesto a hablar sobre estos eventos después de tanto tiempo. Es posible que esas memorias estén tan enterradas en Martínez que sería difícil acceder a ellas. Pero dada la oportunidad para combatir las mentiras oficiales de los probable que haya otra explicación del estilo de Esperanza Martínez en la tapa de su testimonio Guerrilleras, La ilusión de una esperanza (2010) franquistas, es su testimonio. Presentar sus memorias sin el aspecto emocional requiere que el lector esté atento. Es el lector quien siente las emociones de Martínez. Aunque no forman parte, los detalles que ofrece Martínez crean el escenario necesario para que el lector sienta su miedo, desesperación, frustración y horror. Sentir esas emociones humaniza a Esperanza y también al esfuerzo maquis, porque el lector (al sentir las emociones de ella) se introduce en el testimonio de Martínez. Es una manera más fuerte de comunicar su realidad. Simplemente describir cómo se sintió ella cuando fue torturada, frustrada o asustada dejaría una separación entre el lector y ella. Con esa distancia, es más fácil rechazar la realidad de Esperanza y los otros maquis. 67 Ella ofrece el esqueleto de su propia experiencia, requiriendo interpretación. En su involucramiento, el lector entiende que los republicanos eran las víctimas. Las condenas de los fascistas venían no por razón, sino como una manera de controlar. El convertir las experiencias de Martínez en una experiencia colectiva confiere la habilidad de transcender el tiempo en su evocación de la experiencia republicana de la posguerra. Cuando guardias armadas vienen en la dirección de la casa familiar de Martínez después de darles sus habitantes refugio a un guerrillero maquis, por ejemplo, ella explica que “lo primero que nos hizo pensar, es que venían por mi padre para llevárselo detenido” (Martínez 35). Cuando la Guardia Civil “tocó [a la puerta] muchas veces y de varias maneras para ver si abría[n]” Martínez o su familia, tampoco ofrece sus emociones escritas. Pensar que guardias venían para llevar su padre a la cárcel causaría un terror enorme. Una familia metida en la resistencia sabía que ir a la cárcel significaba tortura o incluso muerte. Se puede decir lo mismo de las visitas de los guardias disfrazados como guerrilleros. Las visitas constantes de ellos eran una manera de averiguar si una casa estaba dispuesta a ayudar a los maquis. Si una familia abría su puerta y daba refugio o algo de comer a un maquis, iba a meterse en problemas con los franquistas. Pero Martínez no toma el tiempo para explicar en detalle este fenómeno, ni reaccionar ante este proceso. Presenta su realidad y pasa al siguiente momento. Para recibir lo máximo de su obra, el lector tiene que entender el esfuerzo maquis y la posguerra española. Además de limitar los detalles ofrecidos, el testimonio de Martínez parece ser honesto. Como ella está hablando sobre acontecimientos ocurridos hace décadas, sería imposible recordar cada detalle. Hablar de los años cuarenta desde 2010 es difícil para 68 cualquier persona, y especialmente para una persona forzada a silenciarse. Es posible que las memorias de Esperanza, encarceladas en su propia mente, hayan sido editadas o mutadas. También es posible que ella haya reprimido sus memorias más dolorosas y que casi sea imposible revisitarlas (especialmente en un foro público). Aunque la mayoría de la gente da por descontado que su memoria funciona bien, es posible que la ideología, religión o perspectiva influya en cómo se recuerdan los sucesos de la vida. Para demostrar que su testimonio es auténtico, Martínez no pretende recordar o saber todo de su pasado. Por ejemplo, cuando habla de su actividad guerrillera, explica que, “[n]o sé exactamente el tiempo que duró nuestro ayuda” (Martínez 40). Esperanza también trata de establecer su testimonio como algo suyo, no necesariamente la experiencia de todos los republicanos, maquis o guerrilleras. Cuando dice que “[n]o todos somos supervivientes de aquellos acontecimientos represivos de la época”, está comunicando que sus memorias no serán las de todos (Martínez 43). En combinación con todas las fechas, fotos y detalles específicos, no pretende saber o recordar todo, y esto le ayuda a Martínez a eludir crítica. Además de servir como una manera de involucrar al lector, ayuda a establecer la credibilidad de su testimonio. Aunque es verdad que las emociones asociadas con la vida de Esperanza Martínez fueron una realidad para muchas mujeres republicanas, dejar que dominaran su texto memorialístico le quitaría a su testimonio parte de su valor. Sería fácil para los de la derecha o los que no están informados sobre la posguerra española rechazar su realidad por un testimonio histérica. Mantenerse compuesto deja que sus memorias lleguen a más gente en una forma completa, no sólo el aspecto emocional. 69 Vida en el monte Esperanza tiene recuerdos hondos de su tiempo en el monte, no por los servicios sino por la comunidad. De modo semejante a las descripciones de La Pastora, Martínez describe la comunidad de maquis en el monte como uno de respeto e igualdad. El trabajo que tenían “nunca fue discriminatorio por el hecho de ser mujeres” (Martínez 44). También habla sobre las manipulaciones de las guerrilleras en la prensa franquista. Aunque “[l]as relaciones amorosas estaban severamente prohibidas”, los periódicos trataban de presentarlas como concubinas (Martínez 44). También recuerda las lecciones culturales y políticas en el monte. En “la tranquilidad de algunos momentos había lecturas, reuniones, y algunos aprendieron allí a leer y escribir” (Martínez 45). Para arrojar luz sobre la propaganda franquista sin repetir su mensaje, Martínez la discute sin usar sus acusaciones: “No quiero recordar las mentiras de algunas publicaciones descalificando nuestra lucha y nuestra dignidad, queriendo manchar la moral guerrillera de quienes luchábamos contra la dictadura franquista” (Martínez 44). Así Esperanza puede expresar su frustración con el esfuerzo por manipular las realidades de ellas sin perpetuar esas mentiras. Las descripciones similares de la vida en el monte y las mentiras de la prensa en el texto histórica La Pastora. Del monte a mito y Guerrilleras ayuda en establecer la realidad de la época. Aunque La Pastora y Esperanza luchaban con los maquis, la verdad es que son figuras opuestas. A diferencia de La Pastora, Esperanza Martínez era parte de su familia, aprendió de su familia y recibía apoyo de su familia republicana. Estaba segura en su ideología y sabía desde joven que quería luchar para re-­‐establecer la Segunda República. 70 Mientras sus vidas familiares eran muy diferentes, sus experiencias en el monte eran similares. Las dos se sentían respetadas rodeadas por los guerrilleros maquis. Ninguna de las dos fue juzgada o limitada por su género: ser maquis fue una igualación de condiciones. Que una guerrillera tan diferente describa su experiencia en el monte como la ofrece Martínez convalida su testimonio porque se ve que es una experiencia más universal que individual. La guerrillera secreta En Miel de Naranjas (2012), una película de Imanol Uribe, se presenta Carmen y su novio Enrique. A primera vista, son una joven pareja enamorada. Enrique trabaja para el tío de Carmen, quien es un juez militar en el ejército franquista, tomando notas oficiales sobre los juicios fascistas. Carmen tiene la apariencia de una mujer típica de la España del 1950; ocupa un papel doméstico, preparando comida, limpiando la casa y planchando la ropa de Enrique. Enrique manejando su jefe, el juez franquista, Don Eladio en Miel de Naranjas Nunca se adivinaría que ella siguiera una ideología aparte del franquismo, por su relación familiar con el ejército y por la seguridad que proporcionaba esa relación. Cuando Carmen y Enrique quieren una casa, por ejemplo, no hay razón de comprar una porque el 71 tío puede dársela. Los dos entran su casa regalada, y es obvio que fue abandonado. Los muebles están tirados por todos partes, hay papeles y marcos de cuadros y fotos en el suelo y hay una desorganización completa. Enrique pregunta “¿[q]uien vivía antes?” y sin un rastro de interés Carmen responde “[n]i idea…Mi tío la compro hace mucho tiempo.” El desinterés de Carmen sobre la historia de su casa nueva les comunica a Enrique y el espectador que ella no quiere saber sobre el pasado. No importa quien vivía allí ni la razón porque salían sin la mayoría de sus cosas. Pensar en esas cosas hace su vida más complicada: ¿por qué analizar detalles sin importancia cuando hay que convertir la casa en un lugar aceptable para sus futuros hijos? Como una buena franquista, Carmen menciona la importancia de tener una casa grande así porque aunque sienta grande en este momento, sintiere pequeño llena de hijos. Como parte de su trabajo, Enrique tiene que transportar al general y acompañarlo. En su puesto Enrique, quien perdió su padre y dos hermanos a la Guerra Civil, se ve de primera mano la represión de la posguerra. El juez, Don Eladio, es despiadado en sus veredictos. Da la pena de muerte sin parpadear. Cuando tres hombres afrontan la pena de muerte por sus acciones “subversivas”, Don Eladio sabe que va a decidir que son culpables sin escuchar ni ver la evidencia. En el tiempo de deliberación, le pide a Enrique que escribe en su mecanográfica para que haya ruido de la máquina. Así puede fingir para los familiares que esperan afuera que haya deliberación. Enrique también acompaña el tío de Carmen para ser testigo de los fusilamientos. La violencia es mucho que aguantar para Enrique, especialmente a consecuencia de la muerte de sus familiares. Cuando expresa a su novia su deseo de terminar su servicio 72 militar, Carmen responde “¿[y]a estas así?” Esta sorprendida de que a él no le guste su trabajo. Parece que ella no está consciente de las realidades de la posguerra española. Según Carmen y su tío, el servicio militar no son un deber sino una oportunidad, y en este contexto, parece raro que Enrique no quiera aprovechar esta oportunidad. Carmen nunca pierde su apariencia pro-­‐franquista. Cuando el psicólogo Don José, (quien trabaja con la mama de Enrique en un hospital psicológico) está condenado a la muerte por su trabajo con los maquis, Enrique empieza a perder su habilidad de fingir interés en su trabajo para el juez. Él quiere formarse parte a los maquis para vengar no solamente Don José, pero sus hermanos y padre también. Cuando expresa que es un cobarde por dejar que Don José fue fusilado, Carmen responde “[o]livdalo, Enrique. Intenta vivir en paz.” Ella ni siquiera quiere hacerles caso a emociones de su novio porque esas emociones no tienen voz ni voto en la sociedad franquista. Los culpables han hecho algo para ser culpables, y no debe entrar en sus problemas. Uno supone que novios comparten todo uno con otro. Si van a compartir una vida junta, no puede haber secretos entre ellos. Por eso se sorprende Enrique tanto cuando se ve Carmen en el camión para una misión maquis. Enrique, en la calle, mira hacia arriba y se ve Carmen en la cajuela del camión. Elevada así, no hay duda del poder de ella. Ella es la líder de los guerrilleros maquis, y ha mantenido su trabajo secreto de su propio novio. No solamente ha sido parte de la resistencia; ha tenido un papel importantísimo dentro de ella. La vida secreta de Carmen le muestra al espectador la desconfianza que existía en los pueblos españoles durante la posguerra. Cualquier persona, un vecino o quizás también un novio, pudiera hablar con los guardias y meterse en problemas graves con el régimen. 73 Para proteger uno mismo, y también a los otros guerrilleros maquis, fue necesario mantenerse silenciado. Sin comida, trabajo ni esperanza, cualquiera pudiera ser traidor. Dedicada a su causa, Carmen fusila a su propio tío para salvar la vida de Enrique. Para evitar problemas con el régimen, los dos escapan juntos a Francia. Viendo una foto de su hijo y Carmen en el exilio, la madre de Enrique quita dos naranjas de su canasta. Como en el caso de Carmen, existen dos realidades para la madre del protagonista. Parece que nunca sabe que está pasando. Al principio de la película, que toma lugar en 1950, ella dice que ha oído que la Guerra Civil terminó ayer. Da la impresión que no sabe el año ni el estatus de su marido ni hijos. Pero, por otro lado, es una mujer muy sabia. Mantiene una canasta con naranjas para recordar los que han muerto como resultado de la guerra y posguerra. Al principio de la película, ella tiene tres naranjas, una para su marido y dos para sus hijos. Cuando don José ya no está trabajando en el hospital (a resultas de la aplicación de la pena de muerte), ella agrega otra naranja. Cuando vea que Carmen y Enrique están en el exilio y no muertos, saca dos naranjas que había puesto en su canasta. Ella muestra la inhabilidad de juzgar gente por la apariencia. Para luchar, recordar y sobrevivir en la posguerra había la necesidad de emplear tácticos inadvertidos por el régimen. 74 Capitulo VII: La continuación de la violencia franquista La falta de ayuda internacional La Segunda Guerra Mundial daba mucha esperanza a los maquis: los aliados estaban tomando una posición en contra del fascismo en Europa. En 1941, cuando los Estados Unidos entró oficialmente en la guerra, animaba a los guerrilleros españoles. Con la liberación de Francia en 1944, y con la ayuda de los aliados y los republicanos exiliados, el final del franquismo parecía inminente. No fue posible que Hitler y Mussolini perdieran su poder, y Franco, un líder fascista, no. Desafortunadamente, los aliados nunca penetraron España para apoyar la causa maquis de deponer a Franco. Después de luchar en dos continentes, perder tantas vidas y gastar millones de dólares, y ya consolidada su victoria, los aliados estaban cansados de pelear. Francisco Franco, quien no trató de expandir su poder fuera de España, no representaba la misma amenaza a la política del mundo. Al lado de Hitler, con su hambre de poder, los crímenes de Franco que quedaban dentro de España no parecían tan peligrosos a los aliados. Además, “[l]as democracias europeas apoyaron a Franco” (Martínez 50). En vez de ayudar a España a escapar el control fascista, una meta que los aliados hicieron para otros países europeos, decidieron abandonar a su vecino al sur. Los Estados Unidos no solamente dejó un dictador con el poder, sino que firmó el Pacto de Madrid en 1953. Un peón para la Guerra Fría, Franco permitió la construcción de bases militares estadounidenses en España, una ubicación estratégica, a cambio de raciones e intercambio económico. A través de la 75 cooperación entre los dos países, a España le fue permitida entrar las Naciones Unidas en 1955. El apoyo internacional daba legitimidad a Franco. Mientras su régimen tenía miedo a los aliados durante la Segunda Guerra Mundial, ya no tenía que preocuparse por ellos. No iban a acabar con su reino, sino que iban a tomar un papel activo en ayudarle a “mejorar” la condición económica de España. Sin miedo a la intervención internacional, Franco podía aumentar la violencia en contra de los republicanos para solidificar su poder. Con más represión, Franco podía retardar el esfuerzo maquis. Otros factores también contribuían a la derrota de los maquis. Las “divergencias irreconciliables entre la constelación de fuerzas republicanas,” por ejemplo, distraía de la meta central: terminar el régimen franquista (Serrano 372). Según Martínez, la “represión cada vez era mayor y los puntos de apoyo tenían miedo ante tantas barbaridades. No dejaban tranquilo a nadie, visitas, registros, apaleamientos y aplicación de la ley de fugas” (Martínez 50). El movimiento de guerrilla fue mucho más difícil. Sin apoyo en los pueblos, los maquis solamente podían depender de sí mismos. Muchos decidieron abandonar el monte para intentar salvarse la vida. Por ejemplo, en Luna de lobos, un texto tratado antes, Juana tiene que pedir que su hermano maquis Ángel salga de su casa, porque es demasiado peligroso para los dos (Llamazares 150). Obviamente, la violencia en contra de los republicanos no paró cuando los maquis se dieron cuenta de que su sueño de derrotar al franquismo estaba muerto. Las mujeres todavía estaban sujetas a varias torturas. En un boletín publicado en Francia por la 76 organización Unión de Mujeres Españolas al final de los años 40, se describe el uso de “inyecciones de aguarrás, silla eléctrica, pinchado con agujas alpargateras en todas las partes” (Romeu Alfaro 38). A principios de la década de los cincuenta, más de 20,000 mujeres sufrían en cárceles franquistas (Romeu Alfaro 44). En esa misma década, muchos guerrilleros maquis se dieron cuenta de que la batalla ya había terminado. Esperanza Martínez y sus hermanas, por ejemplo, veían en 1951 que “[l]a lucha armada ya no tenía sentido. La guerrilla en algunas zonas ya no existía, en otras, los compañeros llevaban retraso por las dificultades para salir de España o para intentar acomodarse en puntos del interior” (Martínez 50). Con la ayuda de un enlace, Martínez se quedó con un punto de apoyo hasta que pudiera escapar a Francia. Esperanza fue afortunada en poder escapar a Francia. Aunque pasó tiempo en la cárcel, sobrevivió. La Guardia Civil seguía buscando a guerrilleros aun después que disolvían. Ramón Vila, un guerrillero “solitario, cansado, de 50 años” murió a manos de los guardias el 7 de agosto de 1963 (Silvestre 241). ¿Qué puede hacer un hombre viejo, sin el ánimo de luchar más, al régimen franquista? La crueldad fascista no tenía límites, ni una fecha de expiración. Espacio para la crítica Es importante recordar que la violencia franquista nunca terminó. Un año antes de la muerte de Francisco Franco, hubo una ejecución en Barcelona. El militante Salvador Puig Antich, quien fue parte del Movimiento Ibérico de Liberación (MIL), perdió su vida (Silvestre 293). Mientras la violencia continuaba, Franco redujo la represión para tratar de aumentar el turismo al país. Las mujeres republicanas usaron esa oportunidad para exigir 77 cambios. La lucha ideológica de la mujer continuó hasta la muerte de Francisco Franco, y continúa hoy en día. Las mujeres nunca pararon de luchar para restaurar los ideales de la Segunda República. A fines de 1948, cuando la guerrilla empezaba a desbandarse, los maquis no continuaban luchando para preservar una ideología, sino para sobrevivir. El Partido Comunista Española (PCE), por ejemplo, “…sigue manteniendo una cohesión política…” con “[e]l papel de…preservar los valores y principios de la democracia y libertad…” (Romeu Alfaro 49). Las mujeres luchaban contra varios temas. Trataban de impedir el tratado entre los Estados Unidos y España (Pacto de Madrid). Planeaban manifestaciones para protestar las condiciones económicas de los años cincuenta y sesenta. Pedían condiciones mejores dentro de las fábricas en que trabajaban 1.5 millones de mujeres (Romeu Alfaro 53). Aunque perdieron la Guerra Civil y el esfuerzo maquis fallaba en su meta de quitar a Franco del poder, las mujeres de la izquierda nunca perdieron su ideología republicana. El trabajo en contra del Pacto de Madrid no fue solamente para querer reducir el poder de Franco, sino también porque tal pacto iba en contra de sus creencias. Dar a los estadounidenses control de “los puertos de El Ferrol, Vigo, Cartagena” y “las bases aéreas de Madrid, Sevilla [y] Valencia” significaba una ocupación de la tierra española por un invasor extranjero (Alfaro 46). También significaba que España iba a estar involucrada en la guerra fría, también conocida como la guerra atómica. El imperialismo y la posible muerte masiva por las bombas atómicas no cabían dentro del republicanismo, y las mujeres que se organizaron en contra del tratado no querían que su patria fuera parte del control y violencia estadounidenses. 78 El esfuerzo de las mujeres de la resistencia no fue suficiente para derrotar un régimen fascista que ganaba legitimidad con cada año que Franco se quedaba como dictador del país. Para aumentar la resistencia, trataban de incluir a la gente que no realmente siguiera una ideología. En folletos sobre iniciativas diferentes de la resistencia se leía: “Llamamos a todas las mujeres, a todas sin excepción, católicas o no creyentes, mujeres que tenéis una ideología política o las que no tenéis ninguna…” (Romeu Alfaro 52). Desafortunadamente, en una lucha ideológica, no es suficiente aumentar el número de personas que forman parte de la resistencia. Se requiere que todos los miembros compartan una ideología fuerte para cambiar un gobierno establecido. Sin embargo, fue un intento valiente de atraer públicamente miembros nuevos. El enfocarse en las condiciones económicas del país distanciaba el esfuerzo de las mujeres republicanas de la ideología. Daban la habilidad de traer atención negativa al régimen sin indagar en lo controversial del fascismo y republicanismo. También sacaba su mensaje de lo teórico y lo ponía en términos concretos. Mientras hay gente que no tiene interés o no puede entender la ideología política, sí entienden la falta de trabajo y un bien pago justo. Lo económico les daba a las mujeres republicanas aún más espacio para hacer críticas del régimen franquista. El uso de las huelgas, organizadas por las mujeres, aumentó el conocimiento de las condiciones dentro de España no solamente dentro del país sino en la comunidad internacional. Cuando había una subida en coste de la vida en 1951, las mujeres iban a las calles para demandar pan y “jornales que [se] permit[a] vivir” (Romeu Alfaro 45). Pero no salieron en cualquier calle. En Madrid, por ejemplo, las mujeres gritaban delante de las 79 embajadas. Así el mensaje de las mujeres republicanas no solamente caía en las orejas ciegas de los franquistas y la audiencia de ellas aumentaba. También usaba la prensa francesa como manera de recordar las democracias de Europa como pasaba las cosas en la España fascista. La Nouvelle Espagne (un título que hace referencia a la Nueva España que Franco quería hacer), por ejemplo, publicada en 1947 por el Gobierno de la República Española en el exilio, tenía como propósito “sensibilizar a la opinión pública internacional para salvar vidas reduciendo el número de condenas a la pena de muerte” (Romeu Alfaro 40). Como la prensa española estaba completamente bajo el control de Franco, la prensa internacional fue la única manera de publicar críticas a una audiencia más grande en paz. En el paisaje de La Nouvelle Espagne dentro de El Silencio Roto hay una lista de casos específicos de tortura y encarcelamientos de mujeres republicanas. Varios casos no incluyen el nombre de la mujer para protegerla. Las descripciones de las torturas todavía son detalladas. El primer caso dentro de la publicación describe los golpes “sin cesar la planta de los pies con porras de goma”, el mal tratamiento “casi a diario hasta que perdió el sentido” y el resultado de una “víctima [que] ha enfermado gravemente” (Alfaro 40). El clave de este paisaje es el uso de “víctima” en vez del nombre de ella. Esa mujer puede ser cualquiera. Una mujer republicana encarcelada y torturada no fue la excepción, sino la norma. Leyendo esta publicación, uno puede ver el nombre de su propia hermana, madre, esposa o hija en estas páginas. La habilidad de compartir las realidades de las mujeres republicanas con gente fuera del país es un trabajo difícil. A los franceses les falta la rabia de los republicanos 80 porque ellos no perdieron su gobierno democrático permanentemente, como los republicanos. No han tenido que vivir bajo el fascismo por tanto tiempo, y por eso no entienden el miedo, la violencia ni la falta de control como los españoles que viven bajo Franco. Con el uso del anonimato dentro de la publicación, traen los franceses (y también los españoles en el exilio) de su aislamiento democrático y fuerza a ellos a darse cuenta de las condiciones que existen al otro lado de las montañas Pirineos. No se puede negar el esfuerzo de las mujeres en la resistencia contra el franquismo. Son tan dedicadas que todavía están luchando para preservar la memoria colectiva de las muchas mujeres quienes dedicaban sus vidas enteras a la justicia y libertad. Esas mujeres ponían en espera sus vidas personales para dar el cien por ciento a una ideología en que creían y que querían ver restaurada. La historia enterrada Las fosas de Franco (2003), un libro escrito por Emilio Silva y Santiago Macías, indaga en el fenómeno de las fosas comunes en España. Como resultado de la violencia franquista, muchos soldados y guerrilleros republicanos estaban borrados de la historia sin juicio. Muchas veces los republicanos fueron fusilados a espaldas y cayeron en la tumba que ellos recién excavaron. Como manera de esconder sus acciones violentas y crueles, los franquistas dejaron sus cadáveres en fosas comunes, sin una marca para identificar quien estaba allí. Lo que atrae la atención del lector es el aspecto personal de este libro: Emilio Silva describe el proceso de descubrir los restos de su abuelo, sesenta y cuatro años después de su muerte. 81 Invisibles al ojo inexperto, las fosas si eran visibles a cierta gente. Normalmente estaban localizadas en pueblos pequeños. Los viejos que todavía viven allí recuerdan las fosas comunes. Todavía saben dónde y cuántos hombres están bajo la tierra. Ellos, como los únicos testigos del fenómeno, son los expertos. Al hablar con uno de ellos, Silva recuerda que el viejo decía “‘[e]n este pueblo hay más muertos fuera del cementerio que dentro’” (Silva/Macías 21). Silva pensaba que el viejo estaba tratando de impresionar a él, pero desafortunadamente hay muchos hombres que todavía están perdidos en las fosas comunes de España. No es solamente un caso individual, “sólo de la provincia de León había cerca de 12.000 casos, individuales y colectivas” (Silva/Macías 60). Sin los restos de un ser querido, las familias republicanos no tienen clausura. No sabían seguramente que paso a sus padres, hermanos e hijos. No tenían los restos para enterrarlos en un lugar donde pudieran recordar la vida de alguien que luchó por sus creencias. La familia de Emilio Silva ha tenido que pasar décadas con la pena de no saber, y sobre su presencia en el pueblo donde estaban los restos de su abuelo, Silva expresa: En esos momentos tuve una sensación de angustia, provocada por el recuerdo de lo trágica y dura que había sido la vida de mi familia desde que ocurrió aquello: la imagen de mi abuela, a la que tras enviudar le daban unas crisis nerviosas que le paralizaban el cuerpo, rodeada de sus seis hijos que no podían avisar de noche a nadie porque había toque de queda; la traumática infancia de mi padre, que paso de ser un niño feliz en el colegio a convertirse, con apenas diez años, en el cabeza de familia, asumiendo los trabajos más duros para sacar a sus hermanos adelante (Silva/Macías 25). 82 Las familias que perdieron un soldado a una fosa común no tienen la paz porque el hombre que perdieron no tiene paz. Ser fusilado a espaldas y tirado en un hueco con cinco o diez hombres no honra al muerto; lo borra de la existencia. Encontrar los restos preserva la memoria del muerto, y deja que su familia ya pueda descansar y no estar atrapada en la época de la Guerra Civil y la posguerra. 83 Capítulo VIII: Conclusión La respuesta natural Las mujeres republicanas han sido reprimidas por acciones fuera de su control. Bajo la Segunda República, no tenía razón de formar un esfuerzo de resistencia porque tenían derechos y control sobre sus propias vidas. Tenían oportunidades económicas, podían vivir cómodas en sus propias casas con sus familias y tenían el poder de escoger sus propios caminos en la vida. Sus derechas desaparecieron a manos de la dictadura franquista, dejándolas a la misericordia del régimen en todas partes de sus vidas. Las mujeres de persuasión republicana, niveles de educación y localización regional no tenían otra opción que resistir a los franquistas o guardar un silencio total. Estando Franco en el poder, ellas perdieron más. Perdieron más control, más derechos, a más familiares y más cordura. Si no luchaban en contra de Franco, iban a quedarse muertas, encarceladas o solas, sin amigos y familiares que compartieran esa misma ideología republicana. No se puede crear una situación conducente a la resistencia y luego condenar a los resistentes. Preservar las memorias de las mujeres republicanas también preserva las condiciones que las forzaron a arriesgar todo para defender la democracia. A través de ellas, se ve la crueldad de las prácticas franquistas: si la Guardia Civil estaba capaz de violar a una madre delante de sus hijos, su violencia no conocía límites. El estado de España hoy día 84 Todavía hay mucho que investigar en torno a las mujeres de la resistencia. El silencio como manera de sobrevivir y el silencio forzado tienen que ser abandonados para que España pueda sanar sus heridas, que ya tienen setenta y cinco años. Con la cooperación de la democracia española, va siendo posible aprender lo máximo de los republicanos todavía vivos. Para animar a los silenciados que sobrevivieron la guerra, posguerra y resistencia, ha sido necesario crear primero un medio ambiente de apoyo. Es probable que la mayoría de los españoles hoy sepan poco o nada sobre los maquis. No saben de su éxito en derrotar el fascismo en Francia, ni su batalla larga dentro de su propia patria. Si las generaciones nuevas no aprenden sobre los guerrilleros que dieron sus vidas a la lucha anti-­‐fascista, se les silencia de nuevo y se permite que las atrocidades franquistas ganen otra vez. Hay que incluir el esfuerzo guerrillero en los libros de texto y en los salones de clase. Estudiar el pasado hace que sea más difícil repetirlo. Si España desconoce a los maquis y sus mujeres que lucharon diariamente en contra del régimen franquista, está mutando la historia. Si no recuerdan hoy la lucha que pasó en contra del poder fascista, con el tiempo podrían volverse borrosos los abusos y la criminalidad del régimen, sobre todo en sus primeras décadas. Si los libros de historia pintan a Franco como el héroe del país, y no hay un recuerdo de los que querían derrotarlo, es posible creer esas mentiras. Aprender acerca de los maquis y recordarlos no solamente preserva su esfuerzo en el imaginario colectivo español, sino que sirve como recordatorio de los peligros del despotismo, represión de género y la falta de una democracia. 85 Hoy en día, “[m]ás de sesenta años después de terminada la guerra todavía existen decenas de miles de documentos que por encontrarse bajo jurisdicción militar no pueden ser consultados…” (Silva/Macías 61). El gobierno democrático no puede seguir protegiendo implícitamente a los franquistas que todavía ejercen poder dentro del país. No hay un tiempo infinito, y los que puedan ofrecer testimonios e información específica ya no son jóvenes. Si continúa el pacto de silencio, ya no habrá voces que silenciar. Si el gobierno abre al público los documentos que tiene bajo su control, señalará que está listo para enfrentar el pasado difícil. Ayudará a reducir el estigma que puede existir en relación con el querer investigar el pasado. Si el gobierno hiciera sus propias investigaciones, sería aún mejor. La promulgación de la Ley de Memoria Histórica, promulgada en 2007, es un paso importante. Esa ley da derechos a las víctimas en ambos lados de la Guerra Civil, designa ayuda en buscar fosas comunes y niega la legitimidad de los juicios del régimen franquista. Pero la crítica ha venido de los políticos de la derecha, y la falta de involucramiento más directo de parte del gobierno señala al país entero que todavía hay resistencia al hablar sobre las atrocidades de la Guerra Civil y del Régimen franquista. Aunque es importante preservar la memoria de todos los republicanos que defendieron la democracia en España, es especialmente importante recordar a las mujeres. Fueron las mujeres quienes sufrieron lo máximo durante la Guerra Civil y los años del maquis. Perdieron todo: a sus hombres, sus derechos y el respeto. No se puede perder su lugar en la historia. 86 En la documentación apagada del régimen franquista, la violencia contra la mujer casi no está documentada. Eso no quiere decir que ellas no sufrieran. Torturadas, violadas, encarceladas y humilladas públicamente, ellas sí que sufrieron mucho. Pero muchas veces los hombres, también torturados y encarcelados, eran fusilados. Como los fusilamientos eran las condenas que venían de los “juicios” fascistas, hay más documentación sobre los casos de fusilamiento que sobre las violaciones y torturas de las mujeres. En muchos casos no dice claramente que el hombre fuera fusilado. Para evitar problemas con las potencias internacionales y esconder la violencia brutal, los franquistas manipulaban la causa de muerte en los documentos. Si alguien moría por ser fusilado, apuntaban que había muerte huyéndose de la cárcel o de la detención. Así podían justificar la herida del arma en la espalda sin confesar en palabra escrita que lo habían matado. Hacían lo mismo con sus víctimas de tortura. En las cárceles, los republicanos no recibían suficiente comida. En muchos casos, tenían que trabajar para apoyar los programas del régimen. Además, muchos fueron torturados. En esas condiciones malas, no es sorprendente que varios hombres y mujeres murieran allí. Para protegerse, los fascistas documentaban en muchos casos que las víctimas de las cárceles habían muerto de causas naturales. La documentación franquista, entonces, no es la mejor fuente para aprender sobre el pasado español. Pero si el nombre de alguien está escrito en esos documentos, ofrece una manera de aprender más sobre un familiar o sobre los maquis. Sabiendo lo que se sabe ahora sobre las manipulaciones de los franquistas, es posible analizar la documentación de 87 la derecha para averiguar qué realmente pasó. Pero no se puede hacer lo mismo con la mayoría de las mujeres republicanas. Como hay muy poca documentación, ni documentación no manipuladora de la violencia en contra de la mujer, su historia no va a salir hasta que la democracia española abra al público todos los documentos franquistas. Si no, el pueblo español sólo va a tener una pequeña parte de la historia de estas mujeres. Para salvarlas del olvido, y honrar su sufrimiento, hay que trabajar para eliminar el silencio, para que todos puedan aprender directamente de ellas sobre su lealtad, resistencia y sobrevivencia. 88 Bibliografía
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Capítulo II: La España de Franco
Capítulo III: La Resistencia y el Maquis
Capítulo IX: Actividad Guerrillera
Capitulo X: La Intensidad de la Lucha
Capitulo XII: El Final de las Guerrillas
Los girasoles ciegos. Dir. Jose L. Cuerda. Perf. Maribel Verdu Y Javier Camara. Estudios
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Miel de Naranjas. Dir. Imanol Uribe. Perf. Iban Garate y Blanca Suarez. Alto Produccion, Fado
Filmes, Ibermedia, 2012. DVD.
Silencio roto, dir. Montxo Armendáriz, 2001. Perf. Juan Domingo Botto y Lucía Jiménenz.
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