Europa y el Mediterráneo: pasemos a los hechos

Anuncio
63((&+
5RPDQR3URGL
Presidente de la Comisión Europea
(XURSD \ HO 0HGLWHUUiQHR SDVHPRV D
ORVKHFKRV
Universidad Católica de Lovaina la Nueva
/RYDLQDOD1XHYDGHQRYLHPEUHGH
Querría ante todo dar las gracias a las autoridades académicas, municipales y
regionales presentes en esta conferencia. Cuando el doctor Bichara KHADER me
invitó a hablar a los estudiantes de la Universidad Católica de Lovaina, acepté la
invitación con sumo placer, por varios motivos.
En primer lugar porque, como Doctor Honoris Causa de esta universidad, me siento
de alguna manera miembro de su comunidad científica.
En segundo lugar, porque las relaciones entre Europa y el Mediterráneo se hallan
en el centro de mis preocupaciones, de mi reflexión y de mi acción política.
Por último, porque creo que es necesario rendir homenaje a los esfuerzos que el
doctor KHADER lleva desplegando desde hace 25 años por acercar las dos orillas
del Mediterráneo.
Ahora permitidme compartir con vosotros algunas reflexiones sobre el
Mediterráneo, en un momento tan delicado para Europa y para el mundo entero.
Para repensar el Mediterráneo tenemos que aclarar qué entendemos por
Mediterráneo.
El Mediterráneo, escribió Fernand Braudel, es «0LOFRVDVDOPLVPRWLHPSR1RXQ
SDLVDMH VLQR LQQXPHUDEOHV SDLVDMHV 1R XQ PDU VLQR XQD VXFHVLyQ GH PDUHV 1R
XQDFLYLOL]DFLyQVLQRYDULDVFLYLOL]DFLRQHVVXSHUSXHVWDVODVXQDVVREUHODRWUDV«(O
0HGLWHUUiQHR HV XQD DQWLJXD HQFUXFLMDGD 'HVGH KDFH PLOHQLRV WRGR KD FRQIOXLGR
KDFLDHVWHPDUGHVEDUDWDQGR\HQULTXHFLHQGRVX+LVWRULD«)HUQDQG%UDXGHO(O
0HGLWHUUiQHRHVSDFLRH+LVWRULD.
En el momento en que estamos construyendo la nueva Europa, la Europa
continental, en el momento en que estamos tratando de trazar los nuevos perfiles
de la convivencia y la cooperación entre pueblos y culturas diferentes, en el
momento en que estamos realizando una nueva diversidad en la unidad, en el
momento en que las fronteras de Europa se amplían, tenemos también que
reforzar nuestra estrategia hacia las regiones más cercanas a Europa y, sobre
todo, actuar con decisión en el Mediterráneo.
Sería en efecto un grave error construir la nueva Europa olvidándonos de la "cuna
de Europa", es decir, del Mediterráneo.
Pero la diversidad de las situaciones en esta región hace que esta tarea resulte
particularmente difícil. Podríamos incluso preguntarnos si, desde el punto de vista
político y económico, el Mediterráneo existe realmente.
Por una parte, en efecto, el Mediterráneo está marcado por fuertes diferencias y
dividido por conflictos seculares.
Por otra, en cambio, advertimos la exigencia de un enfoque común que permita a
europeos y mediterráneos decidir juntos el futuro de una región cuya suerte ha
dependido a menudo únicamente de decisiones que venían de fuera.
En todo caso, el Mediterráneo existe como realidad humana, social e histórica: una
realidad que impone de manera cada vez más apremiante intervenciones atrevidas
y proyectadas hacia el futuro lejano.
Empecemos por el análisis de la situación del Mediterráneo en el momento de la
ampliación de la Unión Europea.
Tenemos dos alternativas, muy diferentes entre sí.
2
La primera es considerar el Mediterráneo, principalmente, como una cuestión de
seguridad. Desde esta perspectiva, el Mediterráneo se convierte en la frontera
meridional de la Unión, en la que centrarse para gestionar los flujos migratorios,
combatir las eventuales ramificaciones del terrorismo internacional y promover una
política de desarrollo fuertemente supeditada a la cooperación contra las distintas
actividades ilícitas.
La segunda es considerar el Mediterráneo como un nueva área de cooperación, en
que establecer unas relaciones especiales en el marco de una más amplia SROtWLFD
GH YHFLQGDG que tendrá que abarcar todo el arco de las regiones próximas a la
Unión, desde el Magreb a Rusia.
En el contexto de esta nueva política - que trataré de manera más específica con
ocasión de la conferencia sobre "Paz, estabilidad y seguridad" que se celebrará los
días 5 y 6 de diciembre en Bruselas -, el Mediterráneo ocupa un lugar primordial.
Cuando miramos hacia el Este y hacia el Sur, en efecto, es muy difícil delinear las
nuevas fronteras de Europa. No es éste, ciertamente, un descubrimiento reciente:
desde hace milenios, los confines de Europa en estos dos puntos cardinales no
han sido fáciles de trazar. Pero no por ello podemos ampliar infinitamente la Unión.
El precio a pagar sería en efecto demasiado alto, puesto que supondría la total
disolución del proyecto político europeo.
Por otra parte, ni siquiera podemos trazar una línea divisoria neta, puesto que
algunos países del Mediterráneo están a punto de pasar a ser miembros de la
Unión -- Como Malta y Chipre --, otros son candidatos a la incorporación -- Turquía
-- y todos se hallan en cualquier caso vinculados a Europa por tradiciones,
situaciones e intereses específicos.
He aquí por qué ha llegado el momento de actuar con decisión y reforzar nuestra
política euromediterránea.
Desde esta perspectiva, el Mediterráneo, con sus múltiples diversidades, se
convierte en una cremallera de paz y cooperación, el centro de una amplia región
política y económica que va desde España al Mar Negro y al Golfo Persa.
Pero tenemos que hacerlo no desde una posición eurocéntrica, cerrada y unilateral,
sino desde una cierta idea de copertenencia que ya existe de forma embrionaria en
los procesos en curso y que sin embargo tenemos que reforzar con decisión y
visión de futuro.
Espero vivamente que el próximo año, bajo la Presidencia griega e italiana, puedan
darse importantes pasos en este sentido.
Ciertamente, no estamos partiendo de cero.
Lanzado por la Comunidad Europea en los años 70, por ejemplo, el diálogo
euroárabe constituyó un primer paso hacia este objetivo. Pero se trataba de un
primer paso incompleto y no lo suficientemente inclusivo, puesto que Turquía e
Israel no participaron.
El proceso de Barcelona, lanzado en 1995, sigue siendo el instrumento en que
podemos basarnos hoy día.
Por otra parte, hay que constatar que si dicho proceso no nos ha permitido alcanzar
todos los resultados esperados, ello responde más a hechos y problemas externos
-- como, por ejemplo, el conflicto palestino-israelí -- que a deficiencias del propio
proceso.
3
No sin cierta amargura, debemos asimismo constatar que los asuntos debatidos en
1995 (inestabilidad política, riesgos vinculados al fundamentalismo religioso,
pobreza, flujos migratorios y desequilibrios demográficos) siguen estando
plenamente vigentes en la región, y en algunos casos son incluso más
preocupantes hoy que entonces.
El proceso de Barcelona conserva sin embargo toda su validez porque constituye la
única tentativa realizada hasta la fecha para afrontar la inestabilidad y la diversidad
en el Mediterráneo desde una óptica a largo plazo y en un contexto multilateral.
Multilateralismo y no unilateralismo, persuasión y no coacción, son los faros que
guían nuestra acción en el mundo, y en particular en el Mediterráneo. La estructura
multilateral de Barcelona favorece los intercambios, las interacciones y las sinergias
entre los distintos interlocutores; permite reunir alrededor de la misma mesa a
Gobiernos tan alejados como el sirio, el israelí y el palestino; y favorece el refuerzo
recíproco entre acción política, cooperación económica y diálogo entre culturas y
civilizaciones.
La cooperación bilateral, por su parte, permite tener en cuenta las particularidades
y necesidades específicas de cada interlocutor en la realización de los objetivos
regionales comunes.
Pero ahora tenemos que reforzar esta estrategia.
Para conseguirlo, es necesario interrogarse sobre los verdaderos intereses
comunes de los países europeos y mediterráneos.
Los europeos desean que se reconozcan en toda la zona mediterránea los valores
y principios que son el fundamento mismo de la construcción europea, empezando
por los derechos humanos.
Para los países mediterráneos, la aceptación de tales principios constituye un
importante medio para reforzar la credibilidad de su propuesta política.
Los europeos desean extender la liberalización de los intercambios comerciales a
las regiones vecinas.
Para los mediterráneos, el objetivo compartido de poner en marcha una zona de
libre cambio en 2010 representa un importante factor de modernización de sus
sistemas económicos y sociales.
Los europeos empiezan a comprender la importancia del diálogo intercultural, que
no es sólo un elemento de política exterior, sino un poderoso factor de integración y
de inclusión de los millones de inmigrantes instalados en Europa.
Para los mediterráneos, el diálogo intercultural representa un significativo vehículo
para dar mejor a conocer su propia cultura y conseguir un mayor reconocimiento de
las propias especificidades.
Todos estos elementos están presentes en la estructura de Barcelona. Lo que
ahora precisamos son nuevos incentivos y una mayor flexibilidad.
Necesitamos incentivos para estimular de manera aún más decidida las reformas
interiores que resultan absolutamente indispensables para permitir a los países
mediterráneos beneficiarse plenamente de sus relaciones bilaterales con la Unión y
de la apertura económica y comercial.
Fuera de los países mediterráneos candidatos a la Unión, en efecto, no
encontramos en la región ni un sector privado lo suficientemente desarrollado, ni
una opinión pública plenamente favorable al cambio y a las reformas.
4
Esto significa que tenemos que encontrar el modo de transformar las relaciones
con la Unión para hacer de ellas un elemento aún más importante en la oferta
política interna de los reformadores en los distintos países de la región.
Es decir, una vez excluida la perspectiva de integración en las instituciones de la
Unión, tenemos que aclarar cuáles son los objetivos que perseguimos
conjuntamente en el Mediterráneo.
En este período estamos precisamente completando la red de acuerdos de
asociación con los distintos países de la orilla Sur. Con esta perspectiva,
permitidme dirigir desde aquí una invitación a Siria a concluir rápidamente las
negociaciones en curso.
Con excepción de los actuales países candidatos, en efecto, los países
mediterráneos son quizás los únicos vinculados a Europa de un modo tan fuerte.
Tenemos pues que utilizar plenamente tales acuerdos para favorecer la realización
de las reformas de tipo microeconómico indispensables actualmente para el
proceso de modernización de estos países: modernización del sector financiero y
comercial, aumento de la competitividad de las empresas, adaptación de los
sistemas educativos y de formación a los nuevos desafíos globales y apertura de
los mercados de trabajo.
La Unión es el principal socio comercial de los países mediterráneos. Por ejemplo,
entre 1992 y 2001 se duplicó el comercio euromediterráneo: las exportaciones de la
Unión Europea a los 12 países mediterráneos pasaron de 35,7 mil millones de
euros a 87,7 mil millones mientras que las de los países mediterráneos a la Unión
Europea pasaron de 24,2 mil millones a 60,3 mil millones. No obstante, la región
mediterránea no consigue encontrar una personalidad propia en el tablero mundial.
Aún está lejos de modelos de integración comercial tales como el TLCAN o la
ASEAN. Y sin embargo, éste ha de ser uno de los objetivos perseguidos en el
contexto de una nueva política de vecindad, preludio de una nueva forma de
regionalismo político y económico. Tenemos asimismo que avanzar en sectores
delicados, como el agrícola. Hasta ahora, hemos logrado encontrar terrenos de
acuerdo razonables, conciliando la liberalización y la necesidad de conservar los
equilibrios de mercado. La dirección es pues correcta, pero es mucho el trabajo que
nos queda por hacer.
Con tales miras, Europa tendrá que aprovechar ulteriormente el potencial exterior
de las distintas políticas comunes, desde el mercado único a la moneda única,
pasando por el medio ambiente, la investigación o la educación.
Un aspecto fundamental de la nueva política de vecindad deberá en efecto consistir
en extender - en la medida de lo posible - los principios, reglas, normas e
instrumentos de cooperación sectorial a los vecinos de la Unión, para construir un
verdadera relación especial e integrada.
Hemos lanzado varios programas de acción basados en la formación, la asistencia
técnica, el asesoramiento y la cooperación en los sectores del mercado interior, las
aduanas y la fiscalidad precisamente con la idea de compartir nuestra experiencia
con los países mediterráneos.
Y el euro puede desempeñar un papel fundamental para intensificar las relaciones
económicas y comerciales en la región y facilitar el acceso de estos países a los
flujos de capital internacional. En particular, el euro se convertirá en la divisa de
referencia natural para los países que han vinculado su moneda a un cesto de
monedas.
5
El objetivo no es sólo aumentar la competitividad de estos países y los intercambios
con la Unión, sino también la cooperación regional Sur-Sur.
El libre intercambio entre los países de la región es en efecto un importante
complemento del libre intercambio entre Norte y Sur. Esta cooperación regional no
tiene por qué producirse inmediatamente entre todos los países mediterráneos.
Introducir una mayor flexibilidad en el proceso de Barcelona también significa
favorecer la cooperación entre grupos de países, al menos en una primera fase. La
iniciativa de Agadir, en cuyo marco Túnez, Marruecos, Egipto y Jordania decidieron
acelerar el ritmo de liberalización de sus intercambios debe valorarse de modo muy
positivo.
Son posibles otras formas de integración regional, aunque tendrían que superar
algunos obstáculos ligados a antiguos conflictos.
Debemos pues intensificar nuestros esfuerzos comunes para realizar unas
condiciones favorables.
Tras 26 años de estrecha cooperación entre la Unión Europea y el Magreb, por
ejemplo, creo que ha llegado el momento de pensar en nuevas formas de
integración subregional, entre los países de esa zona, en sectores específicos tales
como las infraestructuras, las nuevas tecnologías o el medio ambiente. Tenemos
asimismo que empezar a considerar con interés las señales positivas que nos
llegan de Libia, la cual, dentro de la plena observancia de los principios en que se
asienta el proceso de Barcelona, podría integrarse en formas de cooperación de
este tipo.
Por otra parte, el crecimiento de los mercados regionales y subregionales podría
aliviar la presión migratoria sobre la Unión, y disminuir los riesgos de
desestabilización que persisten en la región.
La Comisión propuso en su momento crear un banco euromediterráneo
especializado en el desarrollo del sector privado. Por ahora, el Consejo ha decidido
crear un instrumento dependiente del Banco Europeo de Inversiones y ha
pospuesto su decisión sobre la creación de una nueva institución. Sin duda, una
iniciativa de este tipo también podrá favorecer -- directa o indirectamente -- la
integración entre grupos de países de la región.
Actuar en el Mediterráneo también
institucionales y políticas existentes.
significa
desarrollar
las
estructuras
En Valencia, con ocasión de la reunión ministerial euromediterránea, se llegó a un
acuerdo sobre la creación de una asamblea parlamentaria euromediterránea y se
han adoptado otras disposiciones dirigidas a favorecer una participación más
directa y ecuánime de los países mediterráneos en el proceso político.
A largo plazo, debemos reforzar ulteriormente la dimensión política e institucional
del proceso. Cuando afirmo que el principio de la política de vecindad es "todo
excepto las instituciones", me refiero a las instituciones comunitarias existentes.
Pero nada impide crear nuevas sedes de diálogo y cooperación euromediterráneas,
si éstas pueden contribuir a reforzar todo el proceso.
6
Por otra parte, coincidiendo con la Convención y dado que la política de vecindad
figura precisamente entre los capítulos del proyecto de Tratado presentado por
Giscard d'Estaing, creo que es necesario empezar a reflexionar sobre lo que dicha
política implica a nivel, también, institucional. Precisamos en efecto un nuevo
proyecto catalizador para definir juntos las líneas maestras de un futuro común. Por
ello, es quizás necesario pensar en un tipo de integración política e institucional
todavía más intensa de lo previsto por los acuerdos de asociación. De este modo,
ofreceríamos un nuevo y fuerte incentivo al proceso de reforma interior y daríamos
una importante perspectiva política a nuestros socios.
En mi introducción me preguntaba si actualmente el Mediterráneo existe de veras.
He contestado a esta pregunta de modo afirmativo, pero todavía tenemos que
abordar el meollo de la cuestión: la cultura.
Estoy en efecto convencido de que la "cuestión mediterránea" es sobre todo una
"cuestión cultural", por varias razones.
Ante todo, una de las causas del atraso de la región y de la desaceleración del
proceso de reforma es la debilidad de la sociedad civil en los países mediterráneos.
Un proceso de reforma democrática y social sostenible, en efecto, tiene también
que basarse en el florecimiento de una sociedad civil que pueda aportar una
contribución positiva y espontánea.
Como se subraya justamente en el excelente documento del Programa de
Desarrollo de las Naciones Unidas (UNDP - United Nations Development
Programme) sobre el desarrollo humano en el mundo árabe, los Gobiernos de la
región tienen que adaptarse a la nueva relación entre Estado, mercados y
sociedad, y dejar de considerar su relación con la sociedad civil como un juego "de
suma cero."
Dentro de este proceso, reviste particular importancia la promoción del papel de las
mujeres en la vida pública y en las actividades económicas. En algunos países del
Mediterráneo, la insuficiente presencia del componente femenino limita
artificialmente el desarrollo social y económico. Aparte de las obvias
consideraciones humanitarias, esta reserva de fuerzas inexpresadas se nos
representa como un derroche y una ocasión desperdiciada.
Por otra parte, no podemos ignorar los problemas de la pobreza. Efectivamente,
incluso si hay indicaciones de que ha habido una mejora, es absolutamente
inaceptable que casi el 30% de la población de Oriente Próximo y del norte de
África siga viviendo con menos de 2 euros al día.
Siempre en el informe del UNDP se indica claramente que en una época de
globalización es urgente afrontar con decisión el problema de la educación y la
formación. Téngase en cuenta, por poner un ejemplo, que sólo el 0,6% de la
población utiliza Internet y sólo el 1,2% dispone de un ordenador. El conocimiento y
la cultura son la piedra angular del desarrollo; la educación y la formación son los
instrumentos fundamentales para una activa participación política y democrática.
Por esta razón, la cooperación educativa y cultural euromediterránea -- que hemos
reforzado recientemente con nuestras propuestas para el intercambio entre jóvenes
y colegios (Euromed Jóvenes), la valorización del patrimonio cultural (Euromed
+HULWDJH) y la cooperación universitaria (TEMPUS Meda y ERASMUS World) -deben desarrollarse ulteriormente. Sólo en torno a los artistas, a los intelectuales, a
los jóvenes y a las universidades será posible formar una verdadera sociedad civil
en el Mediterráneo.
7
La Fundación Euromediterránea para el Diálogo entre culturas y civilizaciones, que
propusimos en Valencia, apunta precisamente a promover un mejor conocimiento
recíproco en la región a través de intercambios intelectuales, culturales e
interpersonales.
Tendremos también que utilizar en mayor medida los medios de comunicación - los
canales radiotelevisivos -, porque sólo así podremos hacer llegar nuestro mensaje
a amplias capas de la población.
Por otra parte, el diálogo y el conocimiento recíproco no son simplemente un
instrumento de política exterior. En el contexto mediterráneo, asumen
inevitablemente un doble valor, externo e interno.
Externo, porque toda la región ofrece un enorme patrimonio artístico, intelectual e
histórico que tenemos que valorizar y desarrollar a través del intercambio y la
difusión en ambas orillas.
Interno, porque el diálogo intercultural se produce ante todo en nuestras ciudades
europeas, en las que tenemos que encontrar la manera de vivir positivamente la
interculturalidad y de beneficiarnos plenamente de ella.
Si reflexionamos sobre cuáles han sido, en la evolución del pensamiento científico,
artístico y jurídico en el mundo islámico, los grandes polos históricos de desarrollo,
no podemos no pensar en Andalucía y Persia, es decir, en los extremos del mundo
islámico en contacto con el Mediterráneo, pero que se confrontaron
estructuralmente y casi siempre pacíficamente con el Otro. De aquí nació en gran
medida la riqueza del pensamiento islámico en su época dorada. De aquí surgió
gran parte del LMWLKDG, de la renovación de ese pensamiento.
Hoy día ese mundo de frontera entre mediterráneos del Sur y del Norte ya no se
sitúa allende el mar.
No olvidemos en efecto que algunas capitales europeas como París o Londres se
han convertido con los años en centros desde los cuales se irradian importantes
desarrollos sociales, económicos y culturales mediterráneos.
Dentro de nuestras sociedades y países es precisamente donde las comunidades
venidas del Sur en tiempos remotos o recientes están desarrollando nuevas formas
de convivencia. Tales dinámicas no tienen nada que ver con los aspectos de
seguridad y represión de los comportamientos ilícitos, sino que auguran el
florecimiento de nuevas expresiones sociales.
Y es aquí donde debemos centrar nuestra atención.
Las religiones -- sobre todo las tres grandes religiones monoteístas -- asumen en
este contexto una importancia fundamental.
Como ya he tenido ocasión de recordar en mi discurso sobre el diálogo intercultural
del pasado mes de marzo, las religiones han sido históricamente un manantial de
conflictos, cuando no de guerras sangrientas. Sin embargo, siempre han sido
también manantial de esperanza, de creatividad y de sentido profundo. Las
religiones pueden -- es más, deben -- aportar una contribución esencial a la
definición de nuestros objetivos comunes, para acercar hoy a todos los pueblos que
se asoman al Mediterráneo e impulsarlos hacia una colaboración cada vez más
estrecha en la lucha contra la injusticia y la pobreza.
8
Por estas razones he decidido crear un grupo de sabios para el diálogo
intercultural, que empezará sus trabajos en enero, encargado de reflexionar, más
allá de los aspectos coyunturales, sobre las perspectivas a medio plazo de una
política de diálogo cultural más global, basada en principios simples, con un
perspectiva universal y llamada a materializarse en nuevas propuestas operativas.
El objetivo fundamental es identificar las posibles vías para hacer del diálogo una
gran cuestión social, y no una cuestión circunscrita a los estrechos círculos de las
elites europeas y mediterráneas.
Permitidme concluir con una nota personal.
Mi cultura, mi pasado personal y político y mis valores me empujan a proseguir, con
constancia y determinación, por la senda que hoy he intentado trazar.
Es una senda difícil y cansada.
Hemos visto las fuertes diversidades existentes en esta región que, quizás, tenga
hoy pocos rasgos realmente comunes.
El Mediterráneo, escribió Mercatore, recibe distintos nombres según las tierras que
baña. La propia Biblia da al Mediterráneo varios nombres. Y también en el 0DUH
1RVWUXP existía una gran diversidad.
Si bien es cierto que quizás no haya un sólo Mediterráneo, sino varios
Mediterráneos, estoy convencido de que la que hoy hemos indicado es la única y
verdadera vía hacia la paz, la estabilidad y la comprensión recíproca.
Muchas gracias.
9
Descargar