My Way - Jesús Martínez

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CARRER107 JULIOL 2008 CARRERS 17
¿Hasta cuándo un inmigrante deja de ser inmigrante?
Carrer entrevista a personas llegadas en diferentes
oleadas migratorias. Son ciudadanos, son barceloneses,
y cada cual aprende su oficio y con él brega
My Way
JESÚS Martínez
LA TENACIDAD
DE MIGUEL
ÁNGEL
FERNÁNDEZ
Os cuento el caso de un hombre
corriente que, a fuerza de trabajo, de rodar por los peñascos de los oficios, de bregar en
las madrugadas heladas de las
noches sin juerga ni consuelo,
en los puestos sin sillón a los
que ya nadie quiere optar, al-
La sierra
destinada a
cortar el
terrazo es un
buen símbolo
de la tenacidad
de este peruano
para labrarse
un presente en
Catalunya
canzó Eldorado. Miguel Án-
gel Fernández
(Trujillo,
Perú, 1966) es un trabajador
que ha tejido más vínculos con
sus compañeros de clase que
con los encopetados señoritingos de Fomento. Hoy, Miguel
es empresario, y vive donde
nunca pensó vivir, lejos de su
patria chica, entre Diputació
y Calabria, en una casa que
ha decorado con el gusto de
Madame Pompadour: maderas
de ébano, escenas bucólicopastoriles entre clemátides,
forros de cutí y cuadros de sus
andanzas en la espesura de la
selva andina. No muy lejos, en
la iglesia Santa María Montalegre, la hermandad de la Virgen
de la Puerta, de la que es presidente, ora a su patrona.
Os cuento el caso de un
hombre que
FOTO: marc
javierre
levantado una empresa y una familia. Casado con
la peruana Soledad, de pestañas color de arena, tiene dos
hijos, Mireia, de 10 años, “proyecto de abogada”, y Angel, de
14 años, futuro biólogo.
“A mí me habría gustado
volver a Perú, pero sería comenzar de cero, y aquí nos conoce el de la farmacia, el del
súper…
no es inmi-
“Yo era comercial en
Lima. Estudié sistemas eléctricos automotrices [motores], y
administración y contabilidad.
Mi idea era irme a Estados Unidos. El hermano de un amigo
se vino a España, y yo también
me vine, en 1990. Quería comprarme un coche.” Para llegar
al coche, un SEAT de segunda
tura, parqué, agua, gas…”. A
su cargo, Miguel tiene a cuatro
chicos, quienes para una mino-
Miguel, encalleci-
do, sudó la gota gorda.
el My way de Sinatra de fondo, entró de barrendero en un
negocio de venta de coches; de
barrendero ascendió a segundo
de almacén; de segundo de almacén, a encargado; y de encargado, ya con la pretensión
de altos vuelos, se fue a otra
firma, y a otra, hasta que se
metió en el sector del aluminio
Los hijos hacen
que nos integremos.”
fue.
No encontraba trabajo. Al principio, desesperanzado y sin que
le provocaran bascas, cuidó de
nuestros ancianos, y de ellos
aprendió las lecciones que los
hijos han olvidado, el abecé
de las buenas maneras. “Mi
madre siempre me decía que
la primera impresión es lo que
cuenta.” Así, Miguel Ángel, con
he sentido rechazo. A
mí, a veces, me miraban mal,
con una mirada ladina, como si
fuese a hacer algo malo. Pero a
mí me gusta confiar en la gente, dar conversación. Cuando
me preguntan: ‘¿Tú eres peruano?’, yo les respondo, en
broma: ‘No, soy sueco’”. Práctico, pragmático, amigable,
arremete, va de cara, fiel al
principio de no faltar y que no
le falten, más cabeza de ratón
que cola de león: “A uno que
me acusaba de venir de fuera
le dije: “Mi segundo apellido es
D’Angelo. Tengo sangre italiana, europea, mucho antes de
que tú nacieras”.
Miguel Ángel, ferviente
culé, ha
grante, pero que lo
mano,
En algún momento, yo
De los 26 millones de ciudadanos
peruanos, 15.240 viven en
Barcelona. 8.241 son mujeres y
6.999, hombres.
Desde el año 2001 se han
multiplicado por 2,5.
La edad media es de 34 años.
Viven distribuidos por toda la
ciudad, pero cuatro distritos
acogen más de 2.000 personas:
Eixample, Sants-Montjuïc, Sant
Martí y Sant Andreu
y
creó, hace seis años,
su propia empresa.
Fergar es una sociedad mo-
desta que hace
reformas
integrales: “Todo lo que se
pueda hacer, lo hacemos: pin-
ría sólo son sudacas. Cada
mañana, de lunes a viernes,
los bolivianos Milton, Joaquín,
Michel y Richard se reparten
en parejas y cubren las dos o
tres obras que Fergar ha asumido. “Yo les superviso, y procuro que se sientan cómodos.
Les repito: ‘Si se quieren ir,
me avisan, porque
todo el
mundo tiene derecho
a progresar’”. Esta frase
es la de un cruzado que ha sido
mártir y que, antes de malbaratar sus capacidades, ha
aprovechado cualquier oportunidad de prosperar: “Ellos me
dicen: ‘Yo para vivir como el
español [vivir el día, salir], me
hubiese quedado en mi país.
Yo vengo a ahorrar’”. Ahora
que viene una crisis, a Miguel,
autónomo, de humor efusivo, no le pillará a traspiés.
Ha sabido guardar pan para
mayo.
“Cuando la crisis
se acentúe, el mismo
inmigrante será el que
se ponga en contra de
la entrada de inmigrantes”,
afirma con ojos
bizqueantes y con la previsión
doliente de un alquimista. “El
inmigrante no viene a pasar
hambre ni viene a robar, viene
a trabajar para salir adelante.”
Miguel Ángel Fernández,
quien fuma Camel como un
carretero, se encarga de gestionar la regulación de alguno
de ellos. “Lo tienen mucho
más fácil que cuando yo vine.
La educación, para Miguel
y Soledad, es una mezcla de
cascajos de normas, valores y
proverbios. Son oraciones delicadas, contundentes, pensadas, de un verde salvia y de
un catecismo humano que recuerda la época en la que se
hacía caso a los padres: “No
debemos criar inadaptados
—no podemos luchar contra lo
que estamos viviendo—, a mis
hijos les digo que todo lo que
es mío, es mío: ustedes se lo
estudian y ustedes se lo trabajan”.
Mireia y Ángel se
sienten barceloneses,
catalanes y españoles,
pero no inmigrantes.
Una vez, la profesora de Mireia, de la escuela Mare de Déu
del Roser, pidió que levantaran
la mano los niños inmigrantes.
Mireia no levantó ni el canto de
la mano. La profesora le insistió. Su respuesta fue:
“Son
mis padres los inmigrantes, jo he nascut
aquí”.
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