12.1. El reinado de Isabel II. La oposición al liberalismo: Carlismo y

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12.1. El reinado de Isabel II. Carlismo
12.1. El reinado de Isabel II. La oposición al liberalismo: Carlismo y guerra civil. La
cuestión foral
Durante el reinado de Isabel II 1833-1868, se va a asentar definitivamente en España el régimen
liberal. El reinado se divide en dos grandes etapas:
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Entre 1833-1843 coincide con la minoría de edad de la reina, ya que se proclamó reina
con tres años de edad. Fue necesario establecer una regencia, ejercida primero por su
madre la reina María Cristina de Nápoles (1833-1840) y después por el general
Espartero de 1840 a 1843.
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Entre 1843 y 1868, tras la proclamación de mayoría de edad de la reina se producirá su
reinado efectivo que terminará de forma convulsa tras la revolución de 1868 que
implantará un régimen democrático y provocará que los Borbones marchen al exilio
En la primera etapa del reinado de Isabel II se va a producir una guerra civil, la primera guerra
carlista (1833-1840) entre los partidarios del absolutismo, representado por el hermano del rey
Fernando VII, Carlos María Isidro y los isabelinos, liberales que apoyan a la hija del rey
Fernando VII, Isabel y en su nombre a la regente Mª Cristina.
Oposición al liberalismo: carlismo y guerra civil
Causas de las guerras carlistas, en realidad no es solo un conflicto dinástico entre tío y sobrina,
encierra un conflicto ideológico, político, social e incluso religioso, conflicto que se desarrolló
en tres grandes etapas entre 1833-1840, entre 1846 y 1860 y por último entre 1869 y 1876:
1ª) El origen aparente del carlismo es un problema dinástico, Felipe V siguiendo la tradición
francesa había implantado la Ley Sálica (1713) que impedía gobernar a las mujeres en contra de
la propia tradición española. A pesar de haber sido abolida la Ley por Carlos IV (1789), pero no
había sido publicada, durante el reinado de Fernando VII se publica la Pragmática Sanción y los
partidarios de otro Carlos, el hermano de Fernando VII, Carlos María Isidro, insisten en no
reconocerla en que se vuelva a instaurar la ley sálica para poder acceder él al trono en perjuicio
de Isabel, la hija de Fernando VII.
2º) Enfrentamiento ideológico, los carlistas son enemigos del liberalismo y de las medidas que
implicaba: libertades económicas, políticas y sociales, laicización y uniformidad territorial. El
carlismo defendía la tradición “su lema: Dios, Patria, Rey y Fueros”, el Antiguo Régimen y la
monarquía de origen divino. Frente al centralismo liberal los carlistas defienden el foralismo las
regiones debían mantener sus instituciones de gobierno autónomas, su propio sistema de justicia
y la exención fiscal y de reclutamiento, (en estos territorios no se cumplía el servicio militar
obligatorio y tampoco tenían obligación de salir de sus límites provinciales) leyes particulares e
históricas de algunos territorios hispánicos que las habían perdido con los borbones o habían
quedado amenazados tras Cádiz los vascos y navarros; catolicismo tradicional, defensa del
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sistema histórico de posesión de la tierra; apoyo al absolutismo monárquico, etc.
Se puede decir, por lo tanto, que el carlismo constituyó durante todo el siglo la versión española
del tradicionalismo europeo que se oponía a elementos típicos del s. XIX como el liberalismo
económico y político, la irreligiosidad, e incluso, la industrialización y el urbanismo. El
liberalismo era fuertemente centralizador y contrario, al menos teóricamente, a cualquier tipo de
privilegios en el plano personal, económico o institucional. En Guipúzcoa, Álava y Vizcaya la
conciencia foral estaba fuertemente arraigada y lo mismo ocurría en Navarra. Apoyos de los
bandos:
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El bando carlista estuvo apoyado por diversos sectores de la sociedad: parte de la
nobleza rural, gran parte del bajo clero, el campesinado del, pequeños propietarios y
artesanos empobrecidos, voluntarios del ejército. Y también recibieron el apoyo de
potencias extranjeras: Austria, Prusia, Rusia, Nápoles y los Estados Pontificios.
Geográficamente el P. Vasco, Navarra y Cataluña, pequeña parte de Castellón y
Valencia, pero no controlan las grandes capitales. Desequilibrio militar poseen pocos
efectivos, buenos generales: Zumalacárregui, Maroto, Cabrera..Sus estrategias militares
se basaban en su conocimiento del terreno, dar golpes aislados y enfrentamientos en
campo abierto
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El bando isabelino, recibieron el apoyo de las grandes ciudades de estos territorios
carlistas, la burguesía comercial, industrial y financiera apoyan el liberalismo, el resto
del país es predominantemente liberal sobre todo en las grandes capitales, apoyos
sociales la mayor parte del ejército, más de 220.000 soldados, trabajadores de las
ciudades, las altas jerarquías eclesiásticas, la alta nobleza (satisfecha tras la disolución
del régimen señorial que les permitía comprar y vender sus propiedades) se mantuvieron
fieles a la reina Isabel. También reciben ayuda financiera y enviaron voluntarios a la
causa liberal Francia y el R. Unido. En definitiva eran superiores en número y recursos.
Comienzan ahora tres guerras que abarcarán todo el siglo XIX, especialmente la primera.
Primera guerra carlista: 1833-1840.
1ª fase: 1833-1835; La insurrección estalló en la zona vasconavarra, Carlos María Isidro
publica el 5 de octubre de 1833 el Manifiesto de Abrantes pocos días después de la muerte
de Fernando VII, en él Carlos proclama su legitimidad, sus derechos dinásticos y se
reconoce como rey de España, el gobierno de la regente Mª Cristina moviliza el ejército y
estalla la guerra. En esta primera fase se limpian de enemigos sus territorios respectivos y se
fortifican. El ejército isabelino consiguió reprimir la sublevación en la mayoría de los
núcleos carlistas encontrando mayor resistencia en el P. Vasco y Navarra (General
Zumalacárregui), los carlistas no pudieron ocupar las capitales vascas ni Pamplona.
Además la muerte del general Zumalacárregui durante el fracasado asedio a Bilbao privó a
Carlos María Isidro de su militar más capacitado (junio de 1835)
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2ªfase 1836-1837: En el Maestrazgo se hace hecho fuerte el general Cabrera, los carlistas
hacen incursiones hacia el sur “expediciones realistas” los carlistas forman pequeñas
columnas de soldados muy móviles que partiendo del P. Vasco y Navarra van a intentar
ampliar su territorio uniendo los distintos focos entre sí y conquistando otras zonas del país.
Una de estas expediciones, la del pretendiente logrará llegar a Madrid estableciéndose
comunicaciones entre aquél y la regente para un arreglo pacífico mediante el matrimonio de
sus hijos, algo que los liberales no aceptan. En el mando isabelino hay tensiones, se produce
el Motín de La Granja de la Guardia Real cuando llegan al poder los liberales progresistas
(Mendizábal) su primer objetivo es acabar con la guerra carlista y para ello son necesarios
recursos económicos (medidas desamortizadoras y venta de títulos de deuda) y
reclutamientos (establece las quintas) y nombra a Espartero como jefe del ejército liberal,
este conjunto de medidas tienen éxito y los carlistas fracasan de nuevo en el asedio sobre la
ciudad de Bilbao gracias a la victoria del general Espartero en Luchana (diciembre de
1836).
3ªfase 1837-1839: El ejército isabelino encabezado por Espartero pasó a la ofensiva, y los
carlistas se repliegan y además se producen en su seno desavenencias internas, el mando de
los carlistas se encuentra dividido:
- Los partidarios de un acercamiento a los sectores liberales como el general Maroto
partidario de negociar el final de la guerra = 31 de agosto de 1839 Convenio de
Vergara (Guipúzcoa), este acuerdo puso fin a la guerra en Navarra y el P. Vasco e
implicó la admisión de los militares carlistas en el ejército isabelino, respetándoles su
categoría y el gobierno se comprometió además a llevar la cuestión foral a las Cortes
para su discusión. Carlos María Isidro, contrario al pacto, se exilió en Francia
- El general Cabrera se negó a acatar el pacto
4ªfase 1839-1840: empiezan a triunfar las tropas liberales, el general Cabrera en el
Maestrazgo es el único que sigue luchando aunque poco a poco va siendo empujado hacia el
Norte hasta tener que atravesar la frontera francesa con miles de soldados que, como él, no
aceptaron el acuerdo de Vergara.
De las consecuencias de la primera guerra carlista podemos destacar que finalmente los
fueros vascos y navarros fueron derogados tras la derrota carlista, como en el s. XVIII lo habían
sido los fueros de la Corona de Aragón tras la victoria del pretendiente francés en la Guerra de
Sucesión. Otras consecuencias de la guerra es que el conflicto produjo un nuevo descalabro
económico, supuso el fin a de las pretensiones absolutistas, que España se inclina
definitivamente por el régimen liberal, la brutalidad empleada en la primera guerra civil
española en la historia contemporánea y al general Espartero se le proclama “duque de la
Victoria” heroico general isabelino que se convirtió en ídolo militar y popular.
La guerra carlista volvió a estallar de nuevo en dos ocasiones en el s. XIX:
Segunda guerra carlista: 1846-1860.
Se la llama la guerra de los madrugadores, tiene especial importancia en Cataluña y se produce
tras el fracaso de la boda Isabel II y Carlos VI. Se forman partidas que llegan a conquistar
núcleos de cierta importancia como Igualada o Reus. De nuevo es Cabrera el que se pone al
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frente de las tropas aunque rápidamente los indultos ofrecidos por el gobierno, a los que aquél
responderá con fusilamientos, debilitando la fidelidad de sus tropas por lo que, herido, se
retirará a Francia.
Tercera guerra carlista: 1869-1876.
Durante el sexenio democrático, al producirse el derrocamiento de Isabel II en 1868, el
pretendiente carlista aspira al trono español, al ser rechazado se producirá una nueva guerra en
la cual los liberales consiguen vencer tras la restauración borbónica de Alfonso XII.
EL MANIFIESTO DE ABRANTES.
¡Cuán sensible ha sido a mi corazón la muerte de mi caro hermano! Gran satisfacción me cabía
en medio de las aflictivas tribulaciones, mientras tenía el consuelo de saber que existía, porque su
conservación me era la más apreciable. Pidamos todos a Dios le dé su santa gloria, si aún no ha
disfrutado de aquella eterna mansión.
No ambiciono el trono; estoy lejos de codiciar bienes caducos; pero la religión, la observancia y
cumplimiento de la ley fundamental de sucesión y la singular obligación de defender los derechos
imprescriptibles de mis hijos y todos mis amados sanguíneos, me esfuerzan a sostener y defender la
corona de España del violento despojo que de ella me ha causado una sanción tan ilegal como
destructora de la ley que legítimamente y sin alteración debe ser perpetuada.
Desde el fatal instante en que murió mi caro hermano (que santa gloria haya), creí se habrían
dictado en mi defensa las providencias oportunas para mi reconocimiento; y si hasta aquel momento
había sido traidor el que lo hubiese intentado, ahora será el que no jure mis banderas, a los cuales,
especialmente a los generales, gobernadores y demás autoridades civiles y militares, haré los debidos
cargos cuando la misericordia de Dios, si así conviene, me lleve al seno de mi amada patria, y a la
cabeza de los que me sean fieles.
Encargo encarecidamente la unión, la paz y la perfecta caridad, No padezca yo el sentimiento de
que los católicos españoles que me aman, maten, injurien, roben ni cometan el más mínimo exceso.
El orden es el primer efecto de la Justicia; el premio al bueno y sus sacrificios, y el castigo al
malo y sus inicuos secuaces, es para Dios y para la ley; y de esta suerte cumplen lo que repetidas veces
he ordenado.
Abrantes, 1 de octubre de 1833 Carlos María Isidro de Borbón.
EL CONVENIO DE VERGARA
“Convenio celebrado entre el Capitán General de los Ejércitos Nacionales D. Baldomero Espartero y el
Teniente General D. Rafael Maroto.
Art. 1º. El Capitán General D. Baldomero Espartero recomendará con interés al gobierno el
cumplimiento de su oferta de comprometerse formalmente a proponer a las Cortes la concesión o
modificación de los fueros.
Art. 2º. Serán reconocidos los empleos, grados y condecoraciones de los generales, jefes y oficiales, y
demás individuos dependientes del ejército del mando del teniente general D. Rafael Maroto, quien
presentará las relaciones con expresión de las armas a que pertenecen, quedando en libertad de continuar
sirviendo defendiendo la Constitución de 1837, el trono de Isabel 2ª y la Regencia de su augusta Madre,
o bien de retirarse a sus casas los que no quieran seguir con las armas de fuego.
[…] Art. 4º. Los que prefieran retirarse a sus casas siendo generales y brigadieres obtendrán su cuartel
para donde lo pidan con el sueldo por reglamento les corresponda: los jefes y oficiales obtendrán licencia
limitada o su retiro según reglamento.
[…] Ratificado este documento en el cuartel general de Vergara, a 31 de agosto de
1839. El Duque de la Victoria-Rafael Maroto.-Vitoria.”
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