fundamentos sociales en las economías postindustriales

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RECENSIONES
«FUNDAMENTOS SOCIALES
EN LAS ECONOMÍAS
POSTINDUSTRIALES»
G∅STA ESPING-ANDERSEN *
Editorial Ariel, S.A.
Barcelona, 2000
267 páginas
La obra aborda la «nueva economía política» que está naciendo y el profesor EspingAndersen se refiere a ella como economía postindustrial. Una premisa de su análisis es que
la transformación postindustrial depende de
la trayectoria de las estructuras institucionales existentes. El libro desarrolla un conjunto
de razonamientos interrelacionados. Inicialmente trata la denominada «crisis del estado
del bienestar». El debate contemporáneo se
ha centrado excesivamente en el estado. La
crisis, si es que la hay, estriba en la interacción entre las múltiples partes que forman los
«regímenes» del bienestar contemporáneos:
los mercados de trabajo, la familia y el estado
del bienestar. Esta forma de definir el problema implica que lo que se ve como una crisis
del estado del bienestar puede ser en realidad
una crisis del marco institucional que ha venido a regular nuestras economías políticas.
*
Profesor de Sistemas Sociales Comparados en la
Universidad de Trento, Italia.
La segunda línea de argumentación es que
la «auténtica» crisis de los regímenes del
bienestar contemporáneos radica en la disyuntiva entre la actual construcción institucional y el cambio exógeno. Los Estados del
bienestar contemporáneos y las regulaciones
de los mercados de trabajo tienen sus orígenes en una sociedad que tenía una economía
dominada por la producción industrial, con
una fuerte demanda de trabajadores de baja
cualificación; una población activa homogénea e indeferenciada, predominantemente
masculina; unas familias estables con una
elevada fecundidad; y una población femenina dedicada principalmente a las tareas
domésticas. Si queremos comprender los
actuales regímenes del bienestar hay que
reconocer que sus estructuras están cambiando drásticamente.
La tercera línea de argumentación es una
continuación de la segunda, los nuevos riesgos de la sociedad postindustrial provienen
principalmente de la revolución que se está
desarrollando tanto en los mercados de trabajo como en las familias. Se necesita urgentemente una concepción mejor de qué es lo
que hoy mueve el comportamiento de la familia y del empleo en el sector servicios.
En estas líneas de análisis se esconde la
hipótesis clara del autor: la economía familiar es el alfa y la omega de cualquier solución
de los principales dilemas postindustriales, y
el más importante «fundamento social» de las
economías postindustriales. Así está justificado el examen de los riesgos sociales y el
estado del bienestar; de la familia como consumidora y productora de bienestar; el funcionamiento de los mercados de trabajo y de
lo que mueve el empleo en el sector servicios.
El autor examina el paso de un orden social
conocido –llamado capitalismo del bienestara otro –llamado sociedad postindustrialcuyos contornos se están desarrollando. Los
fenómenos que configuran el tema unificador
del libro son: la igualdad, los riesgos, los
puestos de trabajo y la «nueva economía política».
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El profesor Esping-Andersen revisa la economía política en la que surgieron y maduraron los regímenes del bienestar de la posguerra, que hoy parecen minados por la crisis. Es
posible que «la época dorada» no hubiera tenido lugar si no hubiera sido por el auge de los
estados del bienestar. Se cree que fueron el
Kaynesianismo y el estado del bienestar los
que hicieron posible la «lucha democrática de
clases». Esa fue sólo una cara de la moneda.
La otra cara fue la estabilidad de las familias
y la dinámica económica. Es importante
subrayar que la consecución, en la época de la
postguerra, de una menor desigualdad,
acompañada típicamente del pleno empleo y
el incremento de la prosperidad, se debió más
al buen funcionamiento de los mercados de
trabajo y a una bonanza demográfica que el
advenimiento del propio Estado del bienestar. En lo que se refiere a las dos primeras
décadas de la posguerra, el principal impacto
de los Estados del bienestar en la igualdad y
el empleo se limitó a la consolidación de los
derechos de ciudadanía social. Pero donde se
dio una enorme diferencia entre los diversos
Estados de bienestar fue en su capacidad de
protección frente a los riesgos sociales.
Para el autor, el Estado del bienestar de la
posguerra se basaba en una serie de presupuestos relativos a la estructura familiar y al
comportamiento del mercado de trabajo que
hoy ya no resultan válidos. Un primer paso
hacia la comprensión de la crisis del Estado
del bienestar contemporáneo debe empezar
por: a) un diagnóstico del cambio en la distribución y la intensidad de los riesgos sociales,
y b) un exhaustivo examen de cómo se comparten y distribuyen los riesgos entre el Estado, el mercado y la familia.
Los riesgos sociales de los regímenes del
bienestar se pueden clasificar en función de
tres ejes distintos: «riesgo de clase», «riesgos
de la trayectoria vital» y «riesgos intergeneracionales». Pueden estar internos en la familia, asignados al mercado o absorbidos por el
Estado de bienestar.
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Después de analizar la economía familiar
en cuanto a la producción de bienestar, (nexo
familia-bienestar, producción de bienestar
contemporánea, alternativa del mercado, servicios en la economía familiar), la familia y
las diferencias entre los distintos regímenes
del bienestar (desfamiliarización, subsidios y
desincentivos, y el familiarismo y equilibrio
de baja fecundidad) su conclusión es que el
tipo de nexo entre las familias y el estado de
bienestar, que sustentó la «época dorada»
ligado al estado del bienestar de la posguerra,
en la sociedad postindustrial ha pasado a ser
negativo. Los estados del bienestar contemporáneo ya no pueden contar con la disponibilidad de las amas de casa y las madres a
tiempo completo.
Respecto a la nueva economía política, el
autor revisa las bases estructurales del
empleo postindustrial: puestos de trabajo y
tendencias del desempleo en los distintos
regímenes del bienestar; los dilemas de la
globalización y el cambio tecnológico; los dilemas de la nueva economía de servicios e identificación de los servicios; trabajos pésimos o
exclusión; microfundamentos del empleo postindustrial y la nueva familia Keynesiana. La
adaptación de los diversos países a la economía de servicios vendrá guiada por la construcción de los Estados del bienestar, por los
tipos de regulación del mercado de trabajo y
por la capacidad de cada país para establecer
amplios pactos sociales y concertar distintos
intereses.
Al exponer la gestión de las disyuntivas
del empleo se analiza el marco regulador de
los mercados de trabajo, las relaciones industriales, los dilemas de la flexibilidad, el estado de bienestar y el salario de reserva, regulación salarial, protección laboral, infraestructura reguladora y gestión de la decadencia industrial, gestión de la disyuntiva «igualdad-empleo» e idiosincrasias nacionales y
regímenes del bienestar.
Existe una brecha considerable entre la
teoría imperante (la desregulación creará
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puestos de trabajo) y la evidencia (las rigideces parecen tener sólo una importancia selectiva). La teoría puede hacerse más creíble por
cuestiones de progreso tecnológico, de comercio mundial o de un creciente problema de
«mal del coste» en los servicios. Las leyes
generales importan menos que las idiosincrasias nacionales. Las economías nacionales
sufren las influencias contradictorias de factores que presentan una cierta elasticidad en
su forma de combinarse con el conjunto. En el
marco analítico lo esencial de las lógicas elásticas hay que buscarlo en las dependencias de
las trayectorias institucionales. Estas se
derivan del nexo predominante entre familias, estado del bienestar y mercado de trabajo.
nuevos riesgos traerán menos desigualdades.
Estos nuevos riesgos sociales deben hallar su
solución en el acceso a los servicios sociales.
Las variaciones en el rendimiento del mercado de trabajo tienen su imagen en el rendimiento del bienestar. El régimen socialdemócrata desarrolló unos mercados de trabajo
relativamente flexibles, pero con unas garantías sociales fuertes y universalistas, garantizando con ello la seguridad y el bienestar de
las familias. El último conservador delegó a
las familias la mayoría de las responsabilidades ligadas al bienestar.
Como expone el profesor Esping-Andersen, el pensamiento actual está dominado por
dos principios rivales: el paretiano y el rawlsiano. Una mejora de Pareto implica que, si
alguien gana a raíz de algún cambio en el statu quo debería haber, como mínimo, ningún
perdedor asociado a dicho cambio. Una mejora de Rawis (la máxima justicia y libertad
posible), según el principio de «diferencia» y
de «prioridad» de este autor, implica que cualquier cambio en el statu quo debería construir la máxima ventaja para los menos acomodados.
La mayoría de los expertos creen que el
estado del bienestar se enfrenta actualmente
a una crisis irreversible. Los nuevos riesgos
sociales en los viejos Estados del bienestar
parecen que los hacen insostenibles. El sistema nórdico de bienestar avanza por una vía
de desfamiliarización; el liberal anglosajón
ha reforzado los mercados a expensas del
Estado; los modelos europeos continentales
apenas han sufrido alteraciones. Los «riesgos
de clase», los «riesgos ligados a la trayectoria
vital» y los «riesgos intergeneracionales» han
dado paso a nuevas clases «perdedoras»; a la
sociedad de los «dos tercios», o la de «dos velocidades»; a nuevos estratos marginales o la
nueva subclase. Esto anuncia la llegada de
nuevos riesgos sociales, y señala la posibilidad de que muchos de pueden ver marginados. Los riesgos se han desplazado hacia las
edades más tempranas de la fase adulta. Los
Una estrategia de adaptación que responda al modelo «ganador» implica gestionar la
nueva estructura de riesgos de forma tal que
ningún grupo se convierta en «perdedor» sistemático. La juventud y las familias jóvenes
están siendo acosadas con riesgos de pobreza,
bajos ingresos, desempleo y marginación.
Con el fin de volver a los ideales que Benesidge, Maller y otros implantaron en sus proyectos de bienestar, una estrategia positiva será
aquella en la que el Estado alimente la capacidad de los mercados y de las familias para
maximizar el bienestar.
Una mejora paretiana favorece la «equidad», se acerca más al espíritu del liberalismo, una mejora rawlsiana favorece la «igualdad», se acerca más al espíritu socialdemócrata. Para cualquier estrategia ganadora en
la reforma del Estado de bienestar el autor se
inclina hacia el principio de justicia rawlsiano.
Hay que hacer frente a una situación
caracterizada por el envejecimiento de la
población, unas familias inestables y una
gran disyuntiva entre bienestar y puestos de
trabajo, igualdad y pleno empleo. El profesor
Esping-Andersen concluye que todas ellas
son fuerzas de cambio a largo plazo; la independencia económica de las mujeres, las nue-
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vas formas de familia y la dependencia de los
servicios forman parte integrante de la sociedad postindustrial. Nos enfrentamos al reto
de cómo rediseñar nuestra triada del bienestar (Estado, mercado, familias) de modo que
se conviertan estos cambios en algo que resulte socialmente beneficioso.
LUIS FERNÁNDEZ BRICEÑO
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