una enfermera con inquietudes profesionales

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UNA ENFERMERA CON INQUIETUDES PROFESIONALES
Amalia es Diplomada Universitaria en Enfermería que estuvo varios años haciendo
sustituciones y ejerciendo trabajos temporales como enfermera, sin plaza fija. Su
inquietud personal y el hecho de disponer de tiempo para ello le llevaron a comenzar la
carrera
de
Medicina,
que
concluyó
hace
dos años,
obteniendo
la
titulación
correspondiente. Mientras decidía su futuro profesional se presentó a unas pruebas para
plazas de enfermería, que superó sin dificultad. Actualmente se encuentra trabajando en
la planta de hospitalización de Medicina Interna del Hospital Comarcal Virgen de la
Montaña.
El ejercicio de su trabajo le supone cierta inquietud, pues hay un equipo médico que ella
juzga de escasa utilidad, derivado este hecho, en su opinión, de que la plantilla la
componen facultativos ya próximos a la jubilación y desmotivados, bajo cuyas
indicaciones trabajaba un pequeño grupo de residentes inexpertos y hasta peligrosos, a
su juicio, en su actuación ocasional
Ella trata, en beneficio de los pacientes, según dice a sus compañeras, de suplir esa falta
de interés de unos y las carencias formativas de los otros. En esta línea de conducta
interpreta a su manera las indicaciones que recibe del personal facultativo, adaptándolas
a la situación concreta e incluso modificándolas en alguna ocasión.
A un paciente se le pautó, por el equipo médico, la administración de Acentesil 5
miligramos, transcribiendo Amalia, Acentesil 20 miligramos. A otro de los enfermos se le
prescribió Oríidal, en caso de sufrir episodios de ansiedad. En este caso la anotación de
Amalia fue Orfidal 1.000 a las 23 horas.
Estas transcripciones cambiadas trajeron consigo que la administración medicamentosa
se correspondiera con lo anotado por Amalia, en lugar de con lo prescrito. En otras
ocasiones la modificación residía no ya en la dosis que se administraba, sino en la vía de
administración del fármaco o incluso en el cambio del propio producto por otro que Amalia
entendía más adecuado.
Las modificaciones que Amalia introducía no se reducían a lo puesto, sino que se
registraron también en los pedidos a la farmacia, tarea de la que se encargaba esta
enfermera.
El hecho es que podía evidenciarse en la planta que, desde que trabajaba Amalia en ella,
el estado de salud general de los pacientes y su satisfacción con la asistencia habían
mejorado, según ella misma solía manifestar.
1.- ¿Encuentra irregular la conducta de Amalia, en su dedicación profesional? ¿Por qué sí,
o porqué no?
2.- ¿Tiene alguna relevancia el hecho de que Amalia sea, además de DUE, Licenciada en
Medicina y Cirugía?
3.- ¿Qué consecuencias pueden derivarse, desde el punto de vista clínico, de las
modificaciones en las anotaciones? ¿y de las efectuadas en la vía de administración o del
cambio de fármaco?
4.- ¿Qué le parece la manifestación de Amalia respecto de que ha mejorado, con sus
actuaciones, el estado de salud y la satisfacción de los pacientes?
5.- ¿Qué trascendencia podría tener el que solamente hubiera modificado la anotación,
pero la administración de los medicamentos hubiera sido la prescrita?
6.- ¿Cómo valoraría la conducta de sus compañeras, según hubieran colaborado, o no, con
Amalia en su conducta?
7.- Añada alguna otra consideración que estime de interés.
INFORMACIÓN DEFICIENTE O CONDUCTA IMPRUDENTE
Filomena venía siendo tratada por el Doctor Ulloa de su asma bronquial extrínseca de larga
duración y que se caracterizaba por su intensa sensibilización a ácaros del polvo de casa
{Dermatophagoides Pteronyssinus). En el curso de su tratamiento, el facultativo le extendió una
receta consistente en una vacuna del producto farmacológico Alfamix. Esta receta, de carácter
especial, al entregarse en la oficina de farmacia es remitida a un laboratorio especializado, quien
prepara la fórmula magistral correspondiente de forma individualizada, siguiendo de manera
precisa las indicaciones que constan en la receta. Tras la elaboración el producto se remite a la
farmacia que lo encargó para que proceda a entregarle al paciente para su administración.
El Doctor Ulloa, especialista prescriptor de la vacuna, manifestó a Filomena los riesgos
que corría con dicho fármaco, resaltándole de forma expresa y terminante que debía de seguir las
pautas del folleto adjuntado a la vacuna, advirtiendo de la posibilidad de aparición de efectos
secundarios y las precauciones a adoptar en dicho caso. La vacuna, subrayó, debe de ser
administrada siempre por un profesional cualificado y en un centro médico.
Siguiendo dichas indicaciones Filomena acudió al Consultorio Local próximo a su domicilio,
en donde se le suministraron, por el Dr. Mendoza, las dos primeras dosis, llamándole la atención
sobre el hecho de que debía de guardar reposo durante media hora. Tras la primera dosis reposó
Filomena quince minutos y una vez administrada la segunda el reposo de esta dosis se redujo a
cinco minutos. Fue advertida del riesgo que corría si marchaba sin completar el reposo, a lo que la
paciente repuso que se encontraba bien y que no pasaría nada.
Las siguientes dosis fueron inoculadas por la DUE Angustias, quien anotaba
cuidadosamente, en el folleto suministrado con la vacuna, las dosis administradas, fechas
correspondientes y las incidencias resultantes. En las dosis séptima y octava, de 40 y 80 unidades
respectivamente, aparecieron sendas reacciones locales de enrojecimiento de la piel en el lugar del
pinchazo, que le fueron comentadas por Filomena a la enfermera al administrarse la novena dosis.
En el folleto referido, que acompaña a la vacuna, se contiene la advertencia sobre los
diferentes tipos de reacciones y efectos secundarios, clasificándolos por su gravedad, y
expresando como la situación más grave la reacción anafiláctica con hipertensión y
shock, describiendo el modo de proceder en estos casos. Se recomienda en varias ocasiones, en
el documento, observar a la paciente manteniéndola en reposo al menos treinta minutos.
Una mañana acudió Filomena al centro sanitario a que le fuera administrada la undécima
dosis de su vacuna, de 400 unidades del producto, lo que fue llevado a cabo por Angustias, una
vez más. La paciente, como era su costumbre habitual marchó a su domicilio sin completar el
reposo y una vez allí le sobrevino un shock anafiláctico. Acudieron, a llamada de la madre de
Filomena, los servicios de emergencia sanitaria, quienes le pusieron adrenalina en dos ocasiones.
Ante la falta de respuesta de la enferma fue trasladada al hospital en donde falleció.
La muerte se produjo, como fue certificado después, por shock anafiláctico motivado por
tratamiento hiposensibilizante de vacunación. Este acontecimiento, poco frecuente, puede
presentarse de forma súbita y a veces no se puede prever ni evitar.
1.- ¿Cree que hubo alguna carencia en las advertencias a Filomena del riesgo que corría
con la administración de la vacuna?
2.- ¿Le parece que tiene alguna relevancia el hecho de que Angustias, la enfermera que le
administraba las dosis, no percibiera las reacciones locales tras la séptima y octava
administraciones? ¿Y el hecho de la dosis creciente del producto?
3.- Es evidente la conducta descuidada, incluso temeraria, de Filomena no respetando el
reposo que le era indicado como necesario. ¿Tiene ésta conducta alguna trascendencia en orden
a compensar o anular la posible conducta negligente de algún profesional sanitario?
4.- En este caso ¿a cargo de quien estima que incumbe la carga de la prueba? ¿se trata de
un caso de prueba directa o inversa? ¿por qué?
5.- ¿Estima que puede aplicarse responsabilidad por culpa de alguien? Tal vez
responsabilidad sin culpa, u objetiva? O, ¿tal vez no hubo ningún genero de culpa de los servicios
sanitarios?
FALTA DE SEGUIMIENTO RIGUROSO DE POSTOPERATORIO
Se encontraba ingresado Inocencio, un niño de 4 meses de edad, por haber sido
sometido a una intervención quirúrgica debida a una estenosis pilórica. Se encontraba en
"el nido" para su recuperación postoperatoria cuando sufrió una extravasación del suero
glucosado hipertónico que se le administraba en su pierna izquierda a través de una
bomba de perfusión, lo que le causó diversas lesiones y secuelas.
El menor, aunque no se encontraba en una UCI pediátrica (que no existía en el centro
sanitario) necesitaba de vigilancia más intensa que en una hospitalización ordinaria en
planta. Debía ser seguido de forma constante o al menos semipermanente, en lo que
respecta al elemento temporal o cuantitativo. Desde el punto de vista cualitativo la
vigilancia precisaba, también, ser más rigurosa.
Estaba provisto Inocencio, para los fines expresados, de monitorización con sistemas
acústicos que alertaban de cualquier anomalía clínica. La noche del 16 de agosto se
encontraban en la zona de atención del menor solamente el Doctor Mendoza y las
enfermeras Azcona y Remesal, encargada esta última concretamente del cuidado de la
criatura. El médico había bajado a cafetería a cenar junto con la enfermera Azcona y
quedó sola la enfermera Remesal, quien a causa de encontrarse somnolienta fue al office
a prepararse un café.
La extravasación y las consiguientes lesiones produjeron un intenso dolor que motivó una
taquicardia, funcionando el sistema de alerta acústica que no fue percibido por ningún
sanitario. A Inocencio se le produjeron unas secuelas que el informe forense estimó
graves y que hubieran sido mínimas si hubiera sido correcta la vigilancia y rápida la
atención al funcionar de forma normal la alarma acústica. La indemnización se fijó en
420.000 euros.
1.- Analice la conducta de cada uno de los profesionales que aparecen en este asunto.
Qué hicieron y no debieron de hacer y qué omitieron, debiendo de hacerlo.
2.- ¿Bajo qué sistema de responsabilidad podrían ser valorados el o los culpables y con
qué consecuencias prácticas?
3.-
¿Si el centro sanitario es público, le corresponde al hospital el pago de la
indemnización?
4.-
Si el hospital pagas al estimarse la concurrencia de responsabilidad ¿podría
recuperarlo de quien fuese declarado culpable?
5.- ¿Cree que este coste lo cubriría el seguro por las pólizas que pudieran tener suscritas
el hospital o los sanitarios?
EL CASO DE LA ENFERMERA HUTTMAN
Mac era un hombre joven, casado y con tres hijos, diagnosticado de cáncer de pulmón.
Estuvo ingresado en un hospital durante 6 meses. Durante ese tiempo él mismo y su
familia desarrollaron una magnífica relación con el personal de enfermería mientras
luchaban todos juntos con la enfermedad de Mac. En estos 6 meses el paciente perdió su
juventud, su aspecto sano, su pelo, su humor, los sentidos del gusto y del olfato, el control
de sus esfínteres y su capacidad para hacer la mas mínima cosa por sí mismo. Al mismo
tiempo su mujer, Anna, fue transformándose en una anciana a su lado.
Llegó el momento en que Mac era poco más que un esqueleto mantenido con vida
mediante alimentos y soluciones intravenosas. Con una mascarilla de oxígeno en la cara
una mañana dijo durante la visita médica, en presencia del doctor Newman, su médico
responsable, de la enfermera Huttman, que le atendía habitualmente y de su mujer:
“Compasión, por amor de Dios. Por favor déjenme ir”
Cada vez que dejaba de respirar se activaba el código azul y un equipo perfectamente
sincronizado lo reanimaba. Esta situación se repetía a veces dos y tres veces por día. Los
médicos hacían su trabajo y se marchaban dejando al paciente en manos de la
enfermería que le curaba sus escaras, le atendían y trataban de paliar su deterioro.
Bárbara Huttman, la enfermera, viendo el terrible sufrimiento de Mac, rezaba para que
muriera. Cada mañana
le pedía al doctor Newman que escribiera una orden de no
reanimación. El médico, sin embargo era de los que creía que debía prolongarse la vida
hasta el máximo que la ciencia permitiera con los medios existentes. No hacerlo era, en
su opinión, denegar un auxilio y negligencia profesional. Este criterio era compartido por
otros profesionales.
Mac fue reanimado, bajo estas condiciones, 52 veces. Con el paciente todavía lúcido, que
continuaba pidiendo su muerte, Annal, su esposa, destrozada y sin posibilidad de evitar
su agonía con medicamentos para el dolor preguntaba a Bárbara qué sentido tenía tanto
sufrimiento, a qué conducía y si la comunidad médica no estaba pecando de arrogancia y
de trato inhumano al enfermo.
Una mañana, mientras Bárbara atendía a Mac, estando los dos solos se le presentó un
nuevo episodio. Ella tomó su decisión. Se sentó en la cama y tomó la mano del enfermo,
mientras le decía: “Descansa Mac, descansa”. Él le susurró: “Gracias”. Cuando la
respiración se detuvo, Bárbara dudó si llamar para que lo reanimaran de nuevo. Fue una
decisión dura y difícil, pero sólo llamó cuando estuvo segura de que los esfuerzos de
reanimar serían en vano. Cuando llegó el equipo e intentaron la reanimación, entró la
esposa, también, apresuradamente en la habitación y le dijo a Bárbara: “No, no dejes que
le hagan esto; por amor de Dios. Otra vez más, no, por favor”. No pudieron reanimarle y
Mac murió.
El caso trascendió a la prensa y Bárbara fue considerada una homicida Había
desobedecido consciente, abierta y ocultamente, una orden clínica.
1.-
¿Qué capacidad de decisión corresponde al Dr. Newman? ¿Parece correcto su
proceder?
2.- Anna, la esposa de Mac, ¿Tiene algún criterio aquí? ¿Cuál es su posición?
3.- Mac, el enfermo ¿Puede decidir sobre el tratamiento que se le aplica? ¿Con qué
límites?
4.- ¿Podrá ser procesada Bárbara por homicidio?
5.- ¿Hubiera podido, y debido, la enfermera tomar alguna actuación antes de su decisión
final?
6.- Añada cualquier otra cuestión que considere de interés
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