Adrián Correnti. 10 Domingo de Trinidad - Ciclo C Rico para con Dios (Lc. 12:13-21) 30 y 31-07-2016. Jesús, Cap. Miranda, Hohenau. Sal. 100; Ec. 1:2, 12-14, 2:18-26; Col. 3:1-11; Lc. 12:13-21 Texto bíblico: Lucas 12:13-21 13 Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia. 14 Mas él le dijo: Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor? 15 Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. 16 También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. 17 Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? 18 Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; 19 y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. 20 Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? 21 Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios. Contexto Un hermano que no comparte la herencia. Otro hermano que pide a Jesús que actúe como juez y que falle en su favor. Pelea entre hermanos, por una cuestión de herencia. Nada fuera de lo común. Nada ajeno a nuestra propia realidad. Peleas en la iglesia. Disputas entre hermanos en la fe por cosas terrenales. Problemas por cuestión de dinero. Y una de las partes solicita a Jesús que resuelva el problema: para que su hermano comparta la herencia, que no se apropie de lo ajeno, que no se quede con todo, sino que sea solidario con su hermano. Doctrina y Vida cristiana Entonces Jesús trae como respuesta al hermano que reclama: “Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?” (v. 14). Ver a Jesús como un juez de cosas terrenales, eso es lo equivocado en primer lugar. No podemos pensar en Jesús en juez de las cosas de acá abajo, sino en las de arriba. Nosotros confesamos en el Credo Apostólíco, que desde el cielo, Jesús un día vendrá “a juzgar a los vivos y a los muertos”. ¿Qué juzgará ese día Jesús? Separará a las ovejas de los cabritos. Y les dirá, Mateo 25:35-46: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. 35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; 36 estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. 37 Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? 38 ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? 39 ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? 40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. 41 Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. 42 Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; 43 fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. 44 Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? 45 Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. 46 E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna. Por eso, queridos hermanos, usen las riquezas de este mundo terrenal para el bien, no para el mal; para compartir, para ayudar, para ser ricos en buenas obras que agradan a nuestro Padre celestial, en la fe y en el amor que es en Cristo Jesús, nuestro Señor. Él se sacrificó por nosotros, dando su vida en la cruz para el perdón de todos nuestros pecados. Él murió también por los pecados de avaricia, por la codicia desmedida que tiene atrapados a muchos en su corazón. La mejor inversión que podemos hacer con el dinero en esta tierra, es usarlo para la misión. La misión que Dios hace, como cabeza, a través de su cuerpo, la santa cristiandad. Nadie debe pensar que el dinero no es importante. El dinero tiene su valor y es necesario como una herramienta más que Dios me pone en la mano para servir y ayudar. El hermano que se guardó toda la herencia hizo lo contrario: no quiso compartir lo que era común a los dos, la herencia. Por eso Jesús luego les dice a los dos hermanos: “Les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (v. 15). La vida de las personas es más importante que los bienes materiales. Ese es un principio de gran importancia para nuestra vida cristiana, la vida de iglesia, la vida y práctica de la congregación en la misión de Dios: la vida de las personas es de mayor valor que los bienes terrenales. Aquí está la tentación: creer, pensar y actuar como si los bienes terrenales fueran más importantes que las personas. Jesús murió y pagó los pecados de las personas, no murió por los bienes terrenales. Jesús resucitó para que las personas reciban perdón y vida eterna, no resucitó para que las cosas materiales reciban perdón de pecados. Lo que hizo Jesús, lo hizo por las personas, tú y yo. La ofrenda, por eso, es un momento en la adoración cristiana, en el que tenemos la oportunidad de agradecer con dinero y otros bienes terrenales, por la vida que Jesús entregó en la cruz, en pago por nuestros pecados. La ofrenda es siempre una respuesta de fe, de gratitud y de devoción a Dios por lo que él hizo por mí. La ofrenda, es para agradecer a Dios, porque ha derramado su sangre por nuestros pecados, y nos limpia con su perdón. Ese dinero, esa ofrenda, se usa para el bien de las personas que todavía necesitan escuchar del favor y de la gracia de Dios. Por eso, la ofrenda material como acto de gratitud a Dios vuelve otra vez a las personas que necesitan encontrar un Dios de misericordia, un Dios que los ama y que siempre está dispuesto a acompañarles en medio de sus dudas y problemas. Dios en verdad, no necesita nuestros sacrificios y ofrendas. Es el prójimo quien la necesita. Por eso usamos la ofrenda para el servicio cristiano. Esto abarca varias formas, como ser: la ofrenda para los pobres y necesitados de este mundo, la ayuda material para algún hermano o hermana necesitado de la congregación, el mantenimiento del templo y de los objetos que se usan durante el culto, la ayuda económica a quienes son pastores y maestros, la ayuda a nuestro Seminario Concordia en Buenos Aires y a los seminaristas, ofrenda para los proyectos misionales de la iglesia, afrenda para el combustible, para reparación y mantenimiento y ampliación de la casa pastoral, de aulas, de la escuela, del polideportivo, para publicidad y folletería, etc. Como ven, la ofrenda en la iglesia es para Dios, como gratitud a él, como gesto de nuestra confianza en él por su amor sin par, y Dios, que es rico en misericordia, a través de personas autorizadas por la iglesia (la comisión directiva, la liga de damas, de caballeros, de jóvenes, etc., el comité de misericordia en acción), usa y administra a su vez tal dinero y recursos para la misión hacia las personas. El dinero en la iglesia no se pierde, sino que se invierte en la misión hacia las personas. Eso es a lo que se refiere Jesús cuando dice que debemos ser “ricos para con Dios”. Es decir, ser ricos en la inversión en las cosas celestiales, ser ricos en invertir para la misión y la obra de la iglesia de servir a las personas en este mundo. A diferencia del mundo, la iglesia usa el dinero para la salvación de todas las personas. En cambio, en el mundo, nos enseñan que el dinero debe ser utilizado para la salvación de nosotros mismos. Es una visión egoísta de la vida. En cambio, el Señor nos propone utilizar los bienes materiales con una visión de servicio, poniendo los recursos que el Señor nos ofrece en primer lugar para la salvación del humano perdido y condenado. Y acá podemos preguntarnos: ¿Cuánto cada uno destina, según haya prosperado, para la ofrenda en la misión de Dios? ¿Qué destino yo del dinero que tengo, para la obra de Dios en esta tierra, a través de la iglesia? ¿Estoy entendiendo que la ofrenda es un acto de fe y gratitud a Dios? ¿No será que la actual crisis económica es el resultado que estamos cosechando como sociedad por nuestra propia avaricia, avaricia desmedida que sólo piensa en uno, en lugar de servir a los demás? En los tiempos de crisis económica, vale la pena otra vez volver a pensar lo que Jesús le dice el rico insensato, tonto: “Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?” (v. 20). Lo que acumulaste con tanto esfuerzo para vos solo, cuando mueras, ¿de quién será? La avaricia trata de abarcar todo lo que se pueda. En cambio, el amor cristiano busca ayudar y servir a todo aquel que encuentra. La misericordia de Dios en Cristo, también tiene que ver con el dinero, el amor cristiano y la fe en Dios nos lleva a ofrecer lo que por gracia hemos recibido de la mano de Dios, para servir como iglesia la Palabra y sacramentos, alimento y vestido, salud y trabajo, a todo ser humano. Debemos reconocer como iglesia que somos nosotros mismos, en nuestra avaricia y amor por el dinero, los que les ponemos a veces límites al amor de Dios. Por nuestra avaricia luego decimos que no hay plata. Por nuestra falta de fe en Dios luego justificamos el robo y el saqueo. Por nuestra falta de amor cristiano, luego cerramos los ojos al que está sufriendo miserias. Por nuestra falta de comprensión en la obra de Cristo en la cruz, luego fallamos en la misión de alcanzar con el evangelio a los perdidos. Por nuestra falta de administración y buena mayordomía de los bienes, luego hacemos a Dios culpable de nuestros propios fracasos económicos. Por poner la mirada solamente en las cosas terrenales, corremos el riesgo de perder la vida celestial y eterna. Tiempo de crisis económica, es tiempo de arrepentimiento, y de volver a la fe en el evangelio salvador de Jesucristo, aquel que dio su vida por nosotros, y que promete estar contigo en medio de los sufrimientos. Él les prometió a sus discípulos: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros… el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis” (Juan 14:18, 19). Eso él les promete a ustedes también: en medio de los fracasos y dificultades de la vida, en medio de crisis de fe, crisis económicas, crisis en los adolescentes, crisis en los matrimonios, crisis en la iglesia, o por enfermedades, o por contiendas y luchas en esta vida: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros… el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis” (Juan 14:18, 19). Por la fe en Cristo, ustedes ya son ricos, ricos delante de Dios, estimados y queridos por Él como sus amados hijos y herederos de su reino celestial. Amén.