173 Rev Biomed 1996; 7:173-184. Perfil histórico de la Anestesiología. Carlos Sáenz-Larrache. Centro Médico de las Américas. Mérida, Yucatán, México. RESUMEN. Con motivo de la celebración en este año de 1996 del sesquicentenario de la aplicación de la primera anestesia por inhalación en el mundo se hace una remenbranza relatada de los eventos que tuvieron lugar entre 1844 y 1847 con el uso de elementos como el óxico nitroso, el eter y el cloroformo y la culminación de los hechos en la fecha del 16 de octubre de 1846 por el Dr. William Morton en Boston, Massachussets, U.S.A. en donde se considera la primera demostración exitosa de un acto anestésico. Se narran los testimonios de personajes contemporaneos y la influencia de este descubrimiento en el mundo quirúrgico. Poco tiempo después, las noticias médicas llegan a nuestro país y se generan conocimientos acerca de eventos anestésicos durante el año de 1847, siendo la piedra angular que inica la Anestesiología Mexicana, el documento histórico existente en la península yucateca, que señala que el Dr. José Matilde Sansores practicó la eterización en un paciente en el Hospital General de San Juan de Dios de la ciudad de Mérida, Yucatán, el día 4 de junio de 1847, tan sólo ocho meses después del experimento inicial de Morton en Boston. Esta situación pondría a Yucatán y al Dr. Sansores en prioridad con respecto a otras investigaciones, para ser el primer mexicano en utilizar la anestesia inhalatoria en nuestro país, lo cual fue fortuitamente facilitado por la situación política que durante la guerra México-Americana guardó Yucatán. SUMMARY. Historic profile of anaesteology. The 16th of October, 1996 is the six hundredth anniversary of the first ever successful application of inhaled anaesthesia in the world. To mark this anniversary here is a summary of the events which took place between 1844 and 1847 with the use of elements such as nitrous oxide, ether and chloroform and the culmination of the facts on the 16th of October, 1846 in Boston, Massachussets, U.S.A. where it is generally considered that Dr. William Morton carried out the first successful use of an anaesthesia. Solicitud de sobretiros: Dr. Carlos Sáenz-Larrache. Centro Médico de las Américas, Calle 54 No. 365, C.P. 97000, Mérida, Yucatán, México. Recibido el 10/Sept/1996. Aceptado para publicación el 13/Sept./1996. Vol. 7/No. 3/Julio-Septiembre, 1996. 174 C Sáenz-Larrache. Contemporary testimonies are narrated as well as the influence of this discovery on the surgical world. Soon after, the news reached our country followed by more knowledge of anaesthetic acts which caused the formation of "Anestesiología Mexicana". In 1847, a historical document in the Yucatan Peninsula describes that Dr. José Matilde Sansores, practised the etherisation in a patient at the San Juan de Dios General Hospital in Merida, Yucatan, on the 4th of June, 1847, just 8 months after Dr. Morton's initial experiment in Boston. This information gives priority to Dr. Sansores and Yucatan over other investigations for being the first mexican to use an inhaled anaesthesia in our country. This occurrance was facilitated by Yucatan's political situation during the MexicoAmerican war. INTRODUCCION. Sin duda alguna, la inducción y mantenimiento de la anestesia ocupan un lugar preeminente en la escala de los grandes avances de la medicina, al mismo nivel que otro logro, el tratamiento de las infecciones bacterianas. El dolor constituye una sensación fundamental de la mayor importancia fisiológica y filogenética. La polaridad dolor-placer proporciona a todas las formas de vida superior, el sistema más elemental de orientación espacial y temporal. El placer guía a los seres vivos en su búsqueda en condiciones favorables para el propio desarrollo, y el principio opuesto, el dolor, les permite evitar el daño que podría amenazar su integridad física y, por ende, su supervivencia. Sin embargo, en el ser humano -por lo menos- existen situaciones en los que el dolor no cumple ninguna función fisiológica ni evolutiva. Puede ser el síntoma concomitante de enfermedades incurables -como el cáncer avanzado- o puede separarse del daño físico para existir como un fenómeno autónomo. En tales casos el dolor ha de ser abolido terapéuticamente. Existe otra situación más fundamental aún, en la que la función evolutiva del dolor se torna Revista Biomédica contraproducente para la persona afectada: en los cuadros patológicos susceptibles de curación o al menos mejoría mediante técnicas quirúrgicas, el dolor y sus fenómenos acompañantes forman barreras casi insuperables para una intervención restablecedora de la salud del paciente. Gracias primordialmente a la invención o descubrimiento de la anestesia ha sido posible el imponente desarrollo de los procedimientos quirúrgicos, hasta el actual nivel tecnológico, altamente diversificado y sofisticado. El principio de la anestesia transitoria inducida se descubrió de manera fortuita y en pequeños pasos, cual ha sido el caso otras veces en medicina. Una aureola de aventura envuelve el desarrollo de la anestesia y a diferencia de otras disciplinas médicas, tiene un fundamento puramente empírico, tanto que al menos en sus inicios, fue más compatible con el mundo del espectáculo que con la ciencia académica, lo cual presta un especial colorido a la historia de esta rama de la medicina. En la actualidad, la anestesia constituye una especialidad clínica sólidamente asentada sobre bases teóricas aportadas por la fisiología, la farmacología y la bioquímica. De ordinario, suponemos que la ciencia básica ha de preceder siempre a la investigación y la aplicación práctica; pues bien la historia de la anestesia, ilustra vívidamente como una disciplina clínica que ha adquirido una base teórica en un estadio de su desarrollo más bieén tardío, tuvo orígenes prácticos muy modestos. Situémonos, entonces, en la primera mitad del siglo diecinueve y recordemos con interés los hechos que suscitaron la invención o descubrimiento de los elementos capaces de suprimir transitoriamente los estímulos dolorosos durante las intervenciones quirúrgicas. LOS HECHOS, LOS LOGROS Y LOS HOMBRES. Un buen día del año de 1844, Hartford, a la sazón una pequeña ciudad del estado de Connecticut en los Estados Unidos, despertó con 175 Historia de la Anestesiología. carteles en sus calles que anunciaban: “Gran exhibición de los efectos producidos por la inhalación del óxido nitroso, gas hilarante o gas de la risa. Se efectuará en el salón Unión este martes por la noche, 10 de diciembre de 1844. Se prepararán 40 galones de gas y se administrará a todos los de la audiencia que deseen inhalarlo. El efecto que este gas produce en los que lo inhalan será reír, cantar, bailar, hablar o pelear, de acuerdo con el carácter de cada quien”. Esta exhibición pública de la embriaguez producida por la inhalación del óxido nitroso, más conocido por el nombre del “gas hilarante”, albergaba el peligro de comportarse indecorosamente y para disipar temores acerca de lesiones o acciones agresivas contra los espectadores el cartel continuaba: “Ocho hombres fuertes ocuparán los asientos del frente, para proteger de aquellos que bajo la influencia del gas intenten lastimarse entre sí”. Más aún, el cartel aseguraba en una postdata que sólo personas selectas serían autorizadas a inhalar el gas, pues la demostración aunque era una diversión de buen tono, tenía carácter científico. Estas demostraciones eran frecuentes tanto en América como ante el público europeo, sobre todo londinense, en donde disfrutaban de tales exhibiciones. Fue, sin embargo, en Hartford, donde un dentista de nombre Horace Wells quien sacó las consecuencias científicas de un incidente ocurrido aquella tarde de diciembre de 1844. Concretamente, le llamó la atención que un tal Sam Cooley, que se había herido estando bajo el efecto embriagador del gas hilarante, no sintió dolor alguno hasta que, transcurridos algunos minutos en -estado lúcido de nuevo- fue advertido al respecto. Se le ocurrió que quizá fuera también posible extraer con el óxido nitroso una pieza dentaria sin dolor. A él mismo, le estaba mortificando desde algunos días una muela del juicio, así que decidió ir hasta el fondo del asunto. En efecto, se hizo sacar la muela bajo los efectos del gas hilarante por su amigo John M. Riggs, y al despertar sus primeras palabras fueron: “Una nueva era en la extracción dentaria”. A las pocas semanas, Horace Wells estaba ya plenamente convencido de la importancia de su descubrimiento después de haber practicado la extracción dentaria indolora con óxido nitroso a 15 de sus pacientes. También los cirujanos debían aprovechar las ventaja de esta anestesia, reflexionó Wells, y se ofreció a John Collins Warren, cirujano en jefe del Hospital General de Massachusetts (HGM) para llevar a cabo una demostración con la técnica del gas hilarante. Wells se presentó puntualmente el día acordado y cuando la “operation bell” sonó, tenía preparado todo el utillaje. Lo ocurrido después requiere una introducción: el Hospital General de Massachusetts se hallaba en el llamado Bulfinch Building de Boston, junto al río Charles, un edificio de atractiva arquitectura, todavía en uso actualmente. A ambos lados de la espaciosa escalera se extienden las alas de tres plantas con los pabellones hospitalarios. La caja de la escalera se alza sobre el resto del Hospital más de la altura de una planta, la cual alberga bajo su cúpula el “operating theater”. Este quirófano está provisto de gradas en todo su alrededor, lo que permitirá a los estudiantes y asistentes mirar desde cualquier lugar hacia el centro, donde el profesor presentaba u operaba a sus pacientes. En la caja de la escalera colgaba la “operation bell”, la cual sonaba diez minutos antes de una intervención quirúrgica para que se personaran los enfermos. Por aquel entonces, en este “operating theater” sólo se realizaban una o dos intervenciones quirúrgicas por semana. Cuando una operación se volvía inevitable, se la consideraba a menudo la alternativa de la muerte, y no pocos la preferían a ser operados. Por esta razón, antes de conocerse la anestesia, los cirujanos trataban de que las operaciones fueran lo más sencillas y breves posible. Una máxima de la época decía que “La simplicidad de una operación, es la medida de su perfección”. Se toma por hábil cirujano al que llevará a cabo una amputación en menos de un minuto y del Dr. Lister sabemos que cuando operaba se Vol. 7/No. 3/Julio-Septiembre, 1996. 176 C Sáenz-Larrache. hacía contar los minutos y hasta los segundos por un estudiante, que, al terminar, los hacía públicos a voz en grito. Retornemos a la campana que anunciaba las operaciones. Estaba colgada en la escalera y sonaba antes de toda intervención quirúrgica para que acudieran los enfermeros, cuya tarea consistía en sujetar al paciente. Este día de enero de 1845, la campana debía haber anunciado la era de la cirugía indolora, un día de júbilo que habríamos de celebrar hasta los tiempos actuales como el nacimiento de la anestesia, un magno acontecimiento que debía haber hecho a Horace Wells merecedor de los más altos galardones de la Medicina. El destino, sin embargo, no lo quiso así: cuando el paciente, a pesar de haber inhalado el gas hilarante al comienzo de la operación, gritó de dolor como todos antes, de él, de modo que los enfermeros a duras penas consiguieron sujetarlo, exclamaron los espectadores: “Es un engaño”. ¿Por qué fracasó la demostración de uno de los más importantes descubrimientos de la Medicina? Para este fracaso de enero de 1845 existen algunas explicaciones plausibles. Al ser el óxido nitroso un gas de débil efecto, el más pequeño escape en el sistema de aplicación reduciría considerablemente su acción. Además, en las personas robustas a menudo no basta por sí solo para inducir una narcosis suficiente. De igual manera, cabe suponer que, el gas era poco puro, o bien el cirujano no esperó hasta haberse instaurado el pleno efecto. Es interesante recordar que más de 40 años antes de Horace Wells, en 1800, un polifacético y talentoso farmacéutico, Humphry Davy ya conocía las propiedades analgésicas del óxido nitroso y casi no se concibe que una posibilidad tal pasara desapercibida tanto a los cirujanos como al público en general. Lo que sucedió es que Davy regía el llamado Instituto Neumático de Clifton que se dedicaba al tratamiento de las enfermedades mentales y somáticas con gases de reciente descubrimiento, y hacia ese objetivo dirigió el gas hilarante, he aquí sus palabras textuales: Revista Biomédica “Siento las sensaciones más deliciosas de pies a cabeza, disfrutando simultáneamente de la fuerza de Hércules, la energía de Alejandro Magno y las visiones de Juana de Arco, hasta quedar dormido”. Por qué habría de pasar casi medio siglo para el redescubrimiento del gas hilarante, permanecerá para siempre un enigma. Tras el malogrado experimento de Horace Wells nadie estaba dispuesto a repetirlo por el momento, de modo que seguía vigente la tesis formulada pocos años antes por el famoso cirujano Velpeau: “Evitar el dolor durante las operaciones quirúrgicas es una quimera que no podemos evitar hoy en día”. Pronto, sin embargo, sería desmentido Velpeau. William Thomas Green Morton, un dentista de Boston y estudiante de Medicina a la vez, logró el avance decisivo, quizá precisamente por la mala fortuna de Horace Wells. Morton, que le había procurado a su antiguo colega y socio Wells la demostración ante el Profr. Warren, albergaba él mismo grandes esperanzas de un procedimiento indoloro para la extracción dentaria. Su especialidad eran las prótesis, pero los raigones constituían un obstáculo insalvable para convertirlas en un éxito económico: su extracción sumamente dolorosa disuadía a muchos pacientes. Si no podía ser con el gas hilarante, había que intentar otra cosa. Recordó entonces un pasaje del libro recetario de Jonathan Pereira, publicado en 1839, en Londres “Elements of Materia Medica”, en donde sugería el efecto analgésico del éter sulfúrico, también conocido como “vitriolo dulce”. Su amigo y colega Charles T. Jackson tenía ya alguna experiencia en la aplicación local del éter para empastar cavidades dentarias y como compartían la mismas casa, seguramente compartieron conocimientos. El éter posiblemente se sintetizó desde el siglo XIII o XIV y con seguridad Valerius Cordus lo había preparado en el siglo XVI y existía también la descripción de Paracelso acerca de las propiedades hipnógenas y analgésicas de esta substancia. En el verano de 1846, Morton empezó a en- 177 Historia de la Anestesiología. sayar el éter en animales y en sí mismo. Los resultados obtenidos lo convencieron de su idoneidad para suprimir el dolor, pero no tenía suficientes pacientes, por lo que reclutó pasantes para extracciones dentarias previa recompensa de cinco dólares. Ya seguro Morton del éxito del procedimiento, intentó mantener secretas las propiedades de su remedio milagroso para capitalizarlo mejor; pero el olor de la substancia y el hecho de que Jackson le ayudara en repetidas ocasiones la impidieron guardar el enigma. El 25 de septiembre de 1846, Edward Gilbert Abbott, se presentó para evaluación médica por un tumor en el cuello al Massachusetts General Hospital de Boston. Cinco días después, el 30 de septiembre, Morton aplicó la eterización en su consultorio a Eben Frost para al extracción de un diente ulcerado. Ésta fue testificada por Albert G. Tenney, reportero quien la publicó al día siguiente en el diario Boston Daily Journal como un experimento clínico, lo cual llamó la atención del cirujano Henry Jacob Bigelow quien se apersonó en las siguientes aplicaciones etéreas de Morton y luego transmitió sus comentarios a John Collins Warren, Jefe de Cirugía en el HGM. Todos coincidieron en que el siguiente paso se llamaba Gilbert Abbott. Es así que Morton recibió el 14 de octubre la siguiente carta que le fue entregada en mano propia: "Estimado Señor: Le escribo, a solicitud del Dr. J. C. Warren, para invitarlo a que se presente el viernes próximo a las 10 en punto de la mañana al hospital para administrar a un paciente que será operado, la preparación que usted ha inventado para diminuir la sensibilidad al dolor. Suyo afectuosamente Charles Frederick Heywood Cirujano Huésped del Hospital General de Massachusetts Miércoles 14 de octubre de 1846." La proximidad de la fecha obligaba a apresurar los preparativos, por lo que Morton encargó al constructor de instrumentos Mr. Chamberlain una nueva y mejor válvula. Señalaba el calendario 16 de octubre de 1846, ya había sonado la campana convocando a los enfermeros al quirófano. Aunque Morton llegó al hospital con cierto retraso, mientras instalaba el aparato e iniciaba la inhalación del éter, el Dr. Warren explicaba a los estudiantes y asistentes: “Caballeros, ustedes son testigos de la aplicación de una preparación hecha por el Dr. Morton, que permite que las personas sean operadas libres de dolor. Ustedes saben que deseable sería esta situación. Por lo que hoy he permitido al Dr. Morton hacer el experimento ante ustedes”. Quien haya trabajado alguna vez con éter, sabe que no es posible una pronta inducción de la anestesia con esta substancia. Un nuevo fracaso parecía estar programado: el cirujano esperando impacientemente, un aparato todavía imperfecto, el uso por vez primera de una nueva válvula y un gas irritante. Morton no perdió la calma y al cabo de pocos minutos comunicaba ya a Warren: “Doctor, su paciente está listo”. La operación dio comienzo... y el paciente no mostraba ninguna reacción a la incisión. La intervención consistía en extirpar un tumor del cuello de Gilbert Abbott. Las primeras reacciones, débiles, no aparecieron hasta la ligadura de los vasos sangrantes y la sutura final. El paciente murmuraba algunos sonidos ininteligibles, pero la operación ya había concluido. ¡Algo insólito, increíble casi! Preguntado por el dolor, respondió no haber sentido ninguno. Warren se dirigió a los presentes: “Caballeros, esto no es ningún engaño”. Para Oliver Wendell Holmes, médico, literato y poeta contemporáneo estas irónicas palabras constituyeron la más modesta declaración en la historia de la Medicina. Warren no las dijo, sin embargo, despectivamente; antes bien, reaccionaba así a la demostración del gas hilarante calificado dos años antes como un “engaño”. Fue éste un momento culminante en la historia de la Medicina. Vol. 7/No. 3/Julio-Septiembre, 1996. 178 C Sáenz-Larrache. Los cirujanos de hoy no estarían en absoluto satisfechos con la anestesia de Morton. Pero en aquel entonces, pareció casi un milagro que el paciente no gritara al efectuar la incisión y no hubiera de ser sujetado por varios enfermeros. Y aunque ciertamente, se presentaron reacciones dolorosas, fueron mucho menos intensas que de costumbre y por tanto, desdeñables. Que la demostración fuera tan impresionante y convincente hay que atribuirlo también a la suerte en buena medida. Con una válvula no ensayada y con una preparación etérea de imprescindible pureza, Morton consiguió demostrar con éxito la narcosis en presencia de renombrados médicos, que de palabra y obra se encargaron de difundir con rapidez el nuevo método. Quedaba aún, sin embargo, un obstáculo! Morton se negaba a dar a conocer la composición del agente anestésico, pues deseaba patentarlo. Bautizó su preciado secreto con el nombre de “Letheón”. En octubre 22 del mismo año, el cirujano Heywood escribió una carta testimonial a Thomas Morton en los siguientes términos: “Certifico que he asistido a la administración de la preparación del Dr. Morton, en dos pacientes operados por el Dr. Warren y Dr. Hayward en el Hospital General de Massachusetts el 16 y 17 de octubre y que bajo su influencia ambos individuos soportaron operaciones de 5 a 10 minutos sin sufrimiento y que rápidamente se recuperaron de sus efectos. C. F. Heywood. Cirujano Huésped Hospital General de Massachusetts. Oct. 22 - 1846”. Morton no perdió tiempo en tramitar una patente para su producto y la consiguió el 12 de noviembre siguiente. Oliver Wendell Holmes escribió a Morton el 21 de noviembre de 1846 en los términos siguientes: “Estimado señor, todos deseamos tener participación en su gran descubrimiento. Lo que yo ofrezco darle son lo nombres o el nombre que Revista Biomédica debe ser aplicado al estado producido por el agente. El estado, pienso que deberá ser llamado Anestesia”. Sin embargo, la anestesia etérea tenía opositores en varios frentes. La religión cristiana consideraba al dolor como un regalo de Dios al hombre y que cualquier intento para evitarlo representaba oposición al deseo divino. Por otro lado, en forma inexplicable un grupo de cirujanos en unión de otro constituido por dentistas cuestionaban la seguridad y eficacia de la anestesia y en todo caso consideraban que su descubrimiento no debía ser comercializado. La esperanza de Morton del gran negocio se fundió, en todo caso, como la nieve bajo el sol. No deja de ser paradójico: los inventos cuyo valor parece incalculable son difíciles de capitalizar. Las disputas por el honor de ser considerado el descubridor de la anestesia, el rechazo de la oficina de patentes, querellas personales y al final, la demencia, condujeron tanto a Morton, como a Jackson y a Wells, a un desgraciado final. De haber vivido unos días más, Wells habría recibido un diploma de la Academia Francesa que le acreditaba como descubridor de la anestesia. En el momento de fallecer, el documento estaba ya en camino hacia los Estados Unidos. Posteriormente, investigaciones históricas han puesto de manifiesto que la importancia de las antedichas personas y la de Crawfor W. Long es, aproximadamente del mismo orden. Crawford W. Long, médico, ejercía en el estado de Georgia, en Jefferson, donde desde 1842 -cuatro años antes que Warren y Morton- había operado en repetidas ocasiones utilizando la anestesia con éter. En una ocasión, el miércoles 30 de marzo de 1842, habían asistido cuatro testigos. El paciente se llamaba James M. Venable. Sin embargo, Long era una persona tímida y responsable, que deseaba ensayar primero a fondo la anestesia con éter, antes de presentarse al público. Sólo hizo pública su aportación en diciembre de 1849. Demasiado tarde, sin embargo: la marcha triunfal de la anestesia había dado ya co- 179 Historia de la Anestesiología. mienzo. Además, el Comité Congregacional del Estado concluyó un reporte fechado el 30 de octubre de 1849 acreditando a William T. G. Morton el descubridor de las propiedades anestésicas del éter. El congreso posteriormente votó para hacerle a Morton una contribución de $100,000.00 (cien mil dólares) pero no hay evidencia de que haya recibido algún dinero. Murió en la pobreza a la edad de 49 años; sus años finales fueron realmente patéticos, sólo superados por las circunstancias bajo las cuales su primer socio, Horace Wells, se había suicidado, a los 33 años de edad dominado por narcomanía y las substancias que el mismo había preconizado y que lo llevaron a una profunda depresión. El Dr. Charles Frederick Heywood, que fue quien llevó la carta invitación para la demostración exitosa en el domo del éter, trabajando posteriormente en Nueva York, ha de haber sentido una intensa reacción emocional, cuando W. T. G. Morton fue llevado por la ambulancia al Hospital San Lucas, el miércoles 15 de julio de 1868, para morir allí la mañana siguiente. Durante esta fatal visita a Nueva York, Morton preocupado por un dictamen que rechazaba sus reclamos por el descubrimiento se encontró atrapado por una llamada en esa época “onda de calor”. Agobiado por la fatiga y el miércoles, fue atendido por los Dres. Sayre y Yale que le prescribieron sanguijuelas en las sienes, ventosas en la columna y hielo en la cabeza. En un esfuerzo por escapar del síndrome, Morton condujo su carruaje junto con su esposa hasta el Parque Central y de un salto tomo un baño en las frías aguas del lago. Pronto quedó inconsciente. Aunque se dice que sufrió una apoplejía, su muerte de acuerdo cono el examen médico sobrevino por “golpe de calor”. El 17 de julio, el New York Tribune identificó al caballero de Boston. La nota decía: “La relación de muertes por golpe de calor en nuestra edición de ayer, incluye el nombre de William Thomas Green Morton, M.D. cuyos trabajos para introducir el proceso anestésico durante las operaciones quirúrgicas, le han conferido un eminente lugar entre los benefactores de la humanidad". TODO BENEFICIO TRAE CONSIGO UN DETRIMENTO. Esta máxima es valida también cuando analizamos las ventajas del nuevo descubrimiento. Como cualquier actividad laboral, el ejercicio de la Anestesiología conlleva riesgos profesionales de importancia insospechable. El 28 de enero de 1848, en el poblado de Wilaton, Inglaterra, Falleció Hannah Greener jovencita de 15 años de edad, mientras se le administraba cloroformo para extraerle una uña enterrada. Dos meses antes se le había extirpado con éxito otra uña bajo anestesia con éter etílico. Durante el accidente se intentó hacerle reanimación con brandy. Gibbs y Modell publicaron que Simpson sugirió que fue la broncoaspiración y no el cloroformo la responsable de aquella primera muerte ocurrida durante un procedimiento anestésico. Un tribunal absolvió de mala praxis al cirujano Thomas Natamiel Meggison y su ayudante el Sr. Lloyd. Un análisis retrospectivo muestra que la cirugía debió haber podido beneficiarse tanto del éter, como del óxido nitroso, mucho tiempo antes. En lugar de ello, ambas substancias fueron reducidas muchos años al papel de atracción de feria. Wells describió este hecho como sigue: “Las dos más poderosas transformaciones en la vida humana desde el nacimiento de Nuestro Señor, han sido la pólvora y la anestesia, ambas descubiertas por diversión”. Los chinos mezclaron nitrato potásico, carbón vegetal y azufre, lo que no es otra cosa que pólvora, e hicieron fuegos artificiales y petardos. Y los habitantes de Nueva-Inglaterra del siglo XIX respiraban gas hilarante y éter para divertirse. Así es la vida: la búsqueda de nuevos placeres puede también avivar el espíritu inventor del ser humano. Pero la vida los años han continuado su marcha, inexorable. Los procedimientos y los fármacos se han multiplicado y perfeccionado para hacer de la práctica anestesiológica una ciencia Vol. 7/No. 3/Julio-Septiembre, 1996. 180 C Sáenz-Larrache. evolutiva y cada vez más segura aunque siempre perfectible. Pero el recuerdo de aquellos hechos de mediados del siglo diecinueve y los logros de aquellos hombres valerosos que batallaron para descubrir y lograr lo que otros habían desdeñado, nos deben hacer reflexionar y procurarnos realizar nuestra admiración por el pasado y nuestra fe en el futuro de la Anestesiología, a la que escogimos como nuestra única razón de ser médicos. LOS EVENTOS EN LA REPÚBLICA MEXICANA. En los días en que Morton demostraba las propiedades anestésicas del éter sulfúrico durante y después de ese 16 de octubre de 1846, México y los Estados Unidos se encontraban implicados entre sí, en una lamentable guerra que estalló con la batalla de Palo Alto el ocho de mayo de 1846 a la que siguieron numerosas acciones militares, propiciadoras del avance de las tropas americanas por el territorio mexicano a través del río Bravo, Saltillo, Monterre y el Valle de México, llenando con las acciones sangrientas de cruentas batallas, episodios de tipo bélico y médico en la historia de ambos países. Por su relativo reciente origen, la historia de la Anestesiología a nivel mundial, ha sido registrada con bastante claridad y detalle. Sin embargo, en la República Mexicana existen lapsos de silencio que han impedido la recopilación e integración de los hechos que deben conformarla. Las primeras experiencias anestésicas en nuestro país, sin lugar a dudas se realizaron con éter sulfúrico, varios meses después de que William Morton efectuara su singular demostración en la ya unánimemente llamada “domo del éter” del Hospital General de Massachusetts en Boston. El Dr. Benjamín Bandera en 1939 es quizás el primer investigador que se da a la tarea de recopilar de entre tesis recepcionales, periódicos y documentos que básicamente relatan los hechos históricos y adelantos de la cirugía en México, los elementos que al ser relacionados por él y otros investigadores, constituyeron poco a poco Revista Biomédica en forma cada vez más armónica y sistematizada, lo que hoy conocemos como historia de la Anestesiología en México. En 1946, con motivo de la conmemoración del primer centenario del evento de Boston, la Academia Nacional de Medicina, pidió entre otros a Fernández del Castillo, Bandera y Alcántara Herrera, realizaran una crónica formal respecto a los orígenes y desarrollo de la Anestesiología Mexicana. Los trabajos realizados por los autores mencionados fueron primero leídos en la Academia Nacional de Medicina y publicados en la Gaceta Médica de México. La importancia de los referidos documentos ameritó reimpresiones posteriores en revistas mexicanas en 1972 y en 1984. Hasta aquí existe más o menos acuerdo en que el primer acto anestésico con éter sulfúrico inhalado dentro de la República Mexicana fue realizado en el puerto de Veracruz por médicos del ejército invasor estadounidense en el mes de septiembre de 1847, por el Dr. John Porter bajo la dirección de Edward Barton al soldado William Williamson, que fue sometido a amputación del miembro inferior izquierdo. Sin embargo, tanto Alcántara, Bandera y Fernández del Castillo dan crédito a Pablo Martínez del Río como el primer mexicano que empleó éter sulfúrico con fines anestésicos, en una fecha no precisada entre fines de 1847 y principios de 1848, en la ciudad de México. Con motivo de la celebración del XXII Congreso Mexicano de Anestesiología en septiembre de 1985 en la ciudad de Mérida, México, el comité organizador dedicó una sesión especial para revisar temas relacionados con la historia de la Anestesiología en nuestro país, siendo coordinador de dicha sesión el Dr. J. Antonio Aldrete de la Universidad de Alabama en Birmingham, U.S.A. Como participante de dicha revisión histórica, encontramos algunos reportes que aportaban nuevos datos a nuestro conocimiento histórico. Siendo nuestra intención el aportar elementos que complementen la historia ya conocida y registrada, sustentamos la tesis, aún no desmentida, de que fue 181 Historia de la Anestesiología. en la península de Yucatán donde se administró la primera anestesia por inhalación con éter en la República Mexicana. Vayamos pues a los hechos. La aportación histórica de William Morton a la medicina se publicó un mes después y se difundió por todo el mundo, instrumentando un trascendente cambio en la terapéutica. Tanto Bigelow como Natham Keep publicaron sendas comunicaciones entre noviembre de 1846 y abril de 1847 en el Boston Medical and Surgical Journal, utilizando éter para fines quirúrgicos y obstétricos. Ya hemos mencionado antes que precisamente en esos meses se libraba la controvertida guerra México-Estados Unidos que desembocó con una invasión a nuestro país por las tropas al mando del general Winfield Scott. Durante la mencionada guerra la frontera norte de la República Mexicana, fue ocupada por tropas norteamericanas, los puertos fueron bloqueados; el ferrocarril, el telégrafo y otros medios de comunicación no funcionaban con eficiencia y oportunidad; el cuerpo médico mexicano se encontraba desorganizado y carente de equipo. Por estas razones no se podían conocer con prontitud los avances médicos y/o científicos de la época, y así practicar una medicina que proporcionara los adelantos del momento. Sin embargo, estas circunstancias no estuvieron presentes en toda la intensidad en la frontera sur, especialmente en la península de Yucatán. Se sabe que desde 1843 el gobierno yucateco solicitó su integración al territorio mexicano, para 1846, esta situación no se había concretado, en vista de que existían algunos impedimentos constitucionales, esto condicionó que las autoridades yucatecas pidieran y obtuvieran del gobierno central la neutralidad, quedando así prácticamente fuera de las acciones bélicas; pero por otro lado, prontamente estarían inmersos en una guerra interna, causada por un grupo de insurrectos, que no reconocían el gobierno constituido (Guerra de Castas o Social). Los gobernantes yucatecos para poder luchar contra la insurrección, establecieron relaciones con Cuba, de donde recibieron armamentos, víveres y medicamentos, así como una vía de comunicación libre con los Estados Unidos de Norteamérica y Europa, favoreciéndose la obtención de conocimientos científicos, de recursos físicos, de medicamentos y drogas. Alcántara Herrera y Fernández del Castillo, en sus publicaciones, señalan que el Dr. Pablo Martínez del Río fue el primer mexicano que administró éter sulfúrico en México a fines de 1848 o principios de 1849. Es posible que estas investigaciones desconocieran una nota periodística, que permite suponer que la primera anestesia con éter sulfúrico en territorio mexicano, aplicada por un mexicano, fue en la península yucateca. Esta evidencia periodística, fue publicada en el diario “El Noticioso de Yucatán”, año I, Núm. 150, pág. 2. del día 12 de junio de 1847, firmado por el Dr. José Matilde Sansores, misma que transcribo literalmente: “SUPRESIÓN DEL DOLOR EN LAS GRANDES OPERACIONES QUIRÚRGICAS POR MEDIO DEL ÉTER”. Bajo este tema leí en el diario de la Habana (Tomado del boletín científico) el descubrimiento de las propiedades adormecedoras del éter sulfúrico, debido a los cirujanos norteamericanos M. Jackson W. Morton, cuyos cinco primeros experimentos fueron comunicados al Journal of Surgery of Boston. "En el momento ansiaba un caso para confirmar aquel hecho, y la ocasión se presentó el día 4 del corriente en el Hospital General de San Juan de Dios, del que soy Director, cuyo resultado creo mi deber publicar en honor de aquellos y bien de la humanidad. "José María Juchim, el miércoles 2 por la tarde en el pueblo de Hynucmá a consecuencia de una bomba que hizo su explosión, teniéndola en la mano izquierda le hizo volar ésta en pedazos; conducido al día siguiente al anochecer al Hospital lo reconocí y vista la necesidad de amputación determiné ejecutarla poniendo en práctica el nuevo descubrimiento. Al efecto, dispuse de un aparato demasiado sencillo y supliqué a los Doctores Don Ignacio Vado inolvidable por haber fundado la Vol. 7/No. 3/Julio-Septiembre, 1996. 182 C Sáenz-Larrache. escuela de Medicina y Mortimer Tappan, Médico radicado en esa época en Mérida y profesor de la misma escuela, me acompañasen en mis deseos. A mi disposición dicho aparato. Juchim fue colocado sobre una mesa; a la una y treinta y tres minutos se dió principio a la inspiración del éter, Juchim, molierista por organización se resistía a su inspiración. "Decía: -No he venido al Hospital para que maten, solo para que me curen- convencido por la razón de que el objeto era librarlo de sufrir, empezó a hacer algunas inspiraciones y tuvo dos accesos de tos. Como buen bebedor y sintiendo efectos de embriaguez, dijo. No me emborrachen V.V. pues si viene mi amo y me encuentra así creerá que así vine al Hospital; si V.V. quieren emborracharme denme a beber eso. Esto probaba que el éter comenzaba a hacerle efecto y siendo más dócil a las aspiraciones dijo que la cabeza se le iba, cerró los ojos, se presentó un ligero sudor y palidez del rostro; le lavé un brazo dejándolo caer, advertí que había perdido resistencia que debía oponer; se le hizo una impresión en la piel con la uña y no dando señas de sensibilidad, se retiró el tubo de éter, transcurriendo en todo este tiempo treinta y cinco minutos; armado del cuchillo interóseo, di principio a la amputación del brazo izquierdo en el tercio inferior; dividí los tejidos, se aserraron los huesos, se ligaron las arterias y concluido todo, el paciente no dio ningún síntoma de sensación, continuando como en un profundo sueño se le administró un poco de vino y en menos de dos minutos el enfermo despertó perfectamente tranquilo; interrogado a presencia de los doctores citados, de los empleados del establecimiento, estudiantes de medicina y algunos otros concurrentes, sobre qué sentía, repuso: “nada”. ¿No has sentido te hubiesen hecho alguna cosa? Repuso. “No, pues que me han hecho, yo no he sentido ni siento nada”. Honor a Mr. Jackson y Morton por este gran descubrimiento pues un poco de vapor de éter conducido a los pulmones suprime el dolor y priva a las operaciones quirúrgicas de lo más repugnante que contienen. Revista Biomédica "Hechos tan sorprendentes transmitidos por Mr. Warren de Boston han hecho se confirmen en Inglaterra el 22 de diciembre próximo por M. Liston Foorgurson y otros; en Madrid el 30 de enero por el Dr. D. Diego de Argumoza; en Francia por M. Malgaine, cuyos resultados ha comunicado a la Academia de Medicina y se ve conmovido hoy todo el mundo científico como era de esperarse. “Yo invito a mis coprofesores a seguir estos experimentos sin asegurarles que serán tan felices como yo en su primer ensayo, pues alguna vez ha fallado como sucede con todos los agentes físicos o con todos los medicamentos debiendo también tener en cuenta la imperfección de todos los procedimientos y el poco cuidado y habilidad que en todo descubrimiento nuevo encuentran los primeros ensayos”. “Se están inventando aparatos para hacer más perfecta la inspiración del éter y de este modo más seguros y precisos sus resultados; más guiado de lo que creí y conformándome con lo que el país puede hacerse, describiré el que me ha servido, demasiado sencillo y que por lo tanto podrá proporcionárselo cualquiera: "Consiste en un pomo de cristal de boca ancha con una tapa gruesa y que ajusta bien; ésta, es atravesada por un tubo de la lata, que representa el hueco de un cañón de pluma gruesa y debe llegar cerca del fondo del frasco; la extremidad que sobresale y es semicurva, termina en forma de embudo. Otro tubo atraviesa sólo el grosor de la tapa es más largo y curvo que el anterior termina en boca de pistel y es el que debe colocarse en la boca del paciente: empapados en pedazos de esponja en el éter e introducidos en dicho frasco, se coloca la tapa que contienen dichos tubos, y se hace la aplicación dicha, ésta debe ser metódica y prudentemente ejecutada”. Hasta aquí la reproducción de la comunicación del Dr. José Matilde Sansores, que contiene evidencias claras acerca de la fecha exacta de la aplicación de la anestesia etérea en Yucatán, del artefacto fabricado para tal aplicación y que es también una aportación para la vaporización del anes- 183 Historia de la Anestesiología. tésico, el nombre del paciente, los detalles clínicos observados en el enfermo durante el estado anestésico, etc. Además, refiere dos detalles de importancia primordial para comprender cómo se lograba la difusión de conocimientos en la Península de Yucatán: 1.- El Dr. Sansores se enteró del descubrimiento de Morton a través del Boletín Científico del Diario de la Habana; aunque no refiere cuando, se puede suponer que fue a través de la comunicación de Bigelow la de más influencia, citando la confirmación de los hechos por Warren en E.U., Malgaines en Francia, Foorguson en Inglaterra y Diego en Argumosa en Madrid a fines de 1846 y en enero de 1847 respectivamente. 2.Se puede pensar que el Dr. Sansores en su calidad de Director del Hospital de San Juan de Dios, tuviera los nexos suficientes con Hospitales de la Habana, para poder conseguir un frasco de éter sulfúrico, aspecto que por otro lado no menciona en su escrito periodístico, y tampoco relata nuevas experiencias con el método. En cuanto al Hospital General de San Juan de Dios, es conveniente recodar unas fechas históricas: El 6 de enero de 1542, Francisco de Montejo “El Adelantado”, fundó la ciudad de Mérida en el mismo sitio de la antigua ciudad Maya llamada Ich Caan Sijó o T’jo. En dos grandes cerros se alojaban los soldados y en el espacio entre ellos se trazó la plaza y la ciudad, en forma cuadriculada y orientadas las calles hacia los puntos cardinales. Recién fundada la ciudad de Mérida, los Frailes Franciscanos crearon el primer Hospital, para lo cual el Alcalde Mayor Don Gaspar Suárez Ávila donó el terreno y con ayuda de los vecinos y del Ayuntamiento se erigió el Hospital el 18 de mayo de 1562 con el nombre de “Nuestra Señora del Rosario”. Su iglesia, que aún subsiste en la esquina de las calles 61 x 58, sirvió a veces como catedral mientras se erigía la actual terminada en el año de 1598. Este Hospital en 1620, fue entregado a los Frailes Juaninos quienes lo ampliaron para que fuere Hospital y convento al mismo tiempo, entregándoseles oficialmente el 6 de diciem- bre de 1625 con el nombre de “San Juan de Dios”. Posteriormente, en 1640, se construyó frente a la plaza de la Mejorada, la llamada Iglesia del Tránsito, que contaba con un convento Franciscano. A partir de 1694, ampliadas sus instalaciones, también fue erigido Hospital-Convento. Dos siglos después, el Congreso local expide un decreto que ponía a cargo de los Ayuntamientos el cuidado de los hospitales, hospicios y establecimientos de beneficencia pública y es así que el 10 de febrero de 1832, el gobierno del Estado de hace cargo del Hospital de San Juan de Dios con la denominación de Hospital General de Mérida; un año después, en 1833, es fundada la Escuela de Medicina determinando que el hospital sirviera para las prácticas médicas correspondientes. Así funciona hasta junio de 1861, en que estas actividades se trasladan al ex convento de la Mejorada, pero este lapso de casi treinta años, en el que el Hospital General del Estado o de San Juan de Dios, funcionó para apoyo de la docencia médica, permitió testificar el despertar científico de la Anestesiología Mexicana y perticularmente de nuestra patria chica, Yucatán. Con esto parece ser que la primera anestesia inhalatoria administrada por c iviles en la República Mexicana, fue en la ciudad de Mérida el 4 de junio de 1847, ocho meses después del descubrimiento de W. Morton en Massachusetts. Esta prioridad, pretendida por nosotros, desearíamos se justifique con nuevos documentos, porque demuestra el interés de nuestros antecesores, quienes se esforzaban por introducir cualquier progreso científico en la península. Es más que verosímil que dicha prioridad sea reconocida, toda vez que Yucatán, por su situación geográfica y política durante la Guerra entre México y los E.U., estaba en abierta comunicación con este país y con Europa a través de la Isla de Cuba. Es así como los acontecimientos políticos y militares de la Historia de México, se hallan ligados profundamente al desarrollo de la investigación científica en nuestro país, especialmente en lo Vol. 7/No. 3/Julio-Septiembre, 1996. 184 C Sáenz-Larrache. que respecta al nacimiento de la Anestesiología en la República Mexicana. Estos dos hechos trascendentales, el primero en Boston, EE.UU. y el segundo en nuestra ciudad de Mérida, México, se aproximan en el tiempo durante este octubre de 1996 y el futuro junio de 1997, a cumplir sendos sesquicentenarios. La historia reciente de nuestra Anestesiología Yucateca contemporánea, sitúa el despertar de esta disciplina como especialidad, el 16 de Agosto de 1966, cuando un pequeño grupo de médicos anestesiólogos, constituye legalmente la Sociedad Yucateca de Anestesiología, cuyo objeto consistía en representar y agremiar a los médicos dedicados a esta novel especialidad; así, nuestro pasado reciente recuerda a Sansores Manzanilla, López Peraza, Valencia Romero, Herrera Ruiz, Martínez Repetto, Méndez Peñate, Madera Reyes, etc., como iniciadores de lo que es nuestra Anestesiología hoy en día. Al transformarse nuestra agrupación en Colegio de Anestesiólogos y cumplir 30 años de representación científica-agremial, la comunidad médica en general y la anestesiología en particular, tienen la oportunidad de recordar estos hechos, cuando se considera que hace tan sólo 150 años que podemos ofrecer a nuestros pacientes posibilidades de tolerar un sueño farmacológico controlado que permita reparar daños con opciones quirúrgicas exitosas y poder lograr con seguridad y profesionalismo el sueño de Hipócrates que inmortalizó en su aforismo que dice: “QUITAR EL DOLOR ES OBRA DIVINA”. BIBLIOGRAFIA. 1.- Sikes WS. Essays on the first hundred years of anesthesia. Park Ridge: Wood Library Museum, 1982: Vol. 1:48-72. 2.- Fernández del Castillo F. ¿Cuándo y por quién se aplicó por primera vez en México la anestesia por inhalación?'' Gac Med Mex 1978; 114:265-278. 3.- Bandera B. Historia de la Anestesiología en México. Evolución desarrollo y futuro. Rev Mex Anest 1960; 47:83-94. Revista Biomédica 4.- Daily American Star (México) September 1847 a February 1848. 4.- Porter JB. Medical and surgical notes of campaining in the war with México, during the years 1845-1848. Am J Med Sci 1852; 23:13-27. 5.- Smith GH, Judah C. Chronicles of the gringos: The U.S. army in the Mexican war 1846-1848. Alburqueque: University of New México Press, 1968:348-350. 6.- Aldrete JA, Marron OM, Wright AJ. The first administration of anesthesia in military surgery: On occasion of the Mexican American war. Anesthesiology 1984, 61;5:585-588. 7.- Ancona E. La guerra Social. En: Historia de Yucatán. México: Tomo IV Capítulo preeliminar 1899. 8.- Avila-Escalante A. Historia de la Medicina en Yucatán. Mérida: 1926:64. 9.- Alcántara-Herrera J. Anotaciones históricas con motivo del primer centenario de anestesia por el éter y el cloroformo. Medicina 1946; 36:349. 10.- Sansores JM. Supresión del dolor en las grandes operaciones quirúrgicas por medio del éter. Diario El Noticioso (Estado de Yucatán) 1847, 15 de junio de 1847; pag. 2. 11.- Hugin W. Anestesia. Descubrimiento, avances, mitos históricos. Basilea: Ediciones Roche 1989: 13-53. 12.- Sáenz-Larrache C. ¿Es la primera anestesia por inhalación administrada en Yucatán, la primera en la República Mexicana? Rev Mex Anest 1985; 8:151-154. 13.- Villareal-Guzmán R. Algo de la Anestesiología digno de recordar. Rev Sanid Milit Mex 1993; 47:144-47. 14.- Manzanilla M. Panorama histórico de la Medicina en México. Gacet Med Mex 1981; 116:1-13.