Perfil histórico de la Anestesiología.

Anuncio
173
Rev Biomed 1996; 7:173-184.
Perfil histórico de la
Anestesiología.
Carlos Sáenz-Larrache.
Centro Médico de las Américas. Mérida, Yucatán, México.
RESUMEN.
Con motivo de la celebración en este año de
1996 del sesquicentenario de la aplicación de la
primera anestesia por inhalación en el mundo se
hace una remenbranza relatada de los eventos que
tuvieron lugar entre 1844 y 1847 con el uso de
elementos como el óxico nitroso, el eter y el cloroformo y la culminación de los hechos en la fecha
del 16 de octubre de 1846 por el Dr. William
Morton en Boston, Massachussets, U.S.A. en donde se considera la primera demostración exitosa
de un acto anestésico. Se narran los testimonios
de personajes contemporaneos y la influencia de
este descubrimiento en el mundo quirúrgico. Poco
tiempo después, las noticias médicas llegan a nuestro país y se generan conocimientos acerca de eventos anestésicos durante el año de 1847, siendo la
piedra angular que inica la Anestesiología Mexicana, el documento histórico existente en la península yucateca, que señala que el Dr. José Matilde
Sansores practicó la eterización en un paciente en
el Hospital General de San Juan de Dios de la
ciudad de Mérida, Yucatán, el día 4 de junio de
1847, tan sólo ocho meses después del experimento
inicial de Morton en Boston. Esta situación pondría a Yucatán y al Dr. Sansores en prioridad con
respecto a otras investigaciones, para ser el primer mexicano en utilizar la anestesia inhalatoria
en nuestro país, lo cual fue fortuitamente facilitado por la situación política que durante la guerra
México-Americana guardó Yucatán.
SUMMARY.
Historic profile of anaesteology.
The 16th of October, 1996 is the six
hundredth anniversary of the first ever successful
application of inhaled anaesthesia in the world.
To mark this anniversary here is a summary of
the events which took place between 1844 and
1847 with the use of elements such as nitrous
oxide, ether and chloroform and the culmination
of the facts on the 16th of October, 1846 in Boston,
Massachussets, U.S.A. where it is generally
considered that Dr. William Morton carried out
the first successful use of an anaesthesia.
Solicitud de sobretiros: Dr. Carlos Sáenz-Larrache. Centro Médico de las Américas, Calle 54 No. 365, C.P. 97000, Mérida, Yucatán, México.
Recibido el 10/Sept/1996. Aceptado para publicación el 13/Sept./1996.
Vol. 7/No. 3/Julio-Septiembre, 1996.
174
C Sáenz-Larrache.
Contemporary testimonies are narrated as well as
the influence of this discovery on the surgical
world. Soon after, the news reached our country
followed by more knowledge of anaesthetic acts
which caused the formation of "Anestesiología
Mexicana". In 1847, a historical document in the
Yucatan Peninsula describes that Dr. José Matilde
Sansores, practised the etherisation in a patient at
the San Juan de Dios General Hospital in Merida,
Yucatan, on the 4th of June, 1847, just 8 months
after Dr. Morton's initial experiment in Boston. This
information gives priority to Dr. Sansores and
Yucatan over other investigations for being the first
mexican to use an inhaled anaesthesia in our
country. This occurrance was facilitated by
Yucatan's political situation during the MexicoAmerican war.
INTRODUCCION.
Sin duda alguna, la inducción y mantenimiento de la anestesia ocupan un lugar preeminente en
la escala de los grandes avances de la medicina, al
mismo nivel que otro logro, el tratamiento de las
infecciones bacterianas.
El dolor constituye una sensación
fundamental de la mayor importancia fisiológica y
filogenética. La polaridad dolor-placer proporciona
a todas las formas de vida superior, el sistema más
elemental de orientación espacial y temporal. El
placer guía a los seres vivos en su búsqueda en
condiciones favorables para el propio desarrollo,
y el principio opuesto, el dolor, les permite evitar
el daño que podría amenazar su integridad física y,
por ende, su supervivencia. Sin embargo, en el ser
humano -por lo menos- existen situaciones en los
que el dolor no cumple ninguna función fisiológica
ni evolutiva. Puede ser el síntoma concomitante
de enfermedades incurables -como el cáncer
avanzado- o puede separarse del daño físico para
existir como un fenómeno autónomo. En tales
casos el dolor ha de ser abolido terapéuticamente.
Existe otra situación más fundamental aún, en la
que la función evolutiva del dolor se torna
Revista Biomédica
contraproducente para la persona afectada: en los
cuadros patológicos susceptibles de curación o al
menos mejoría mediante técnicas quirúrgicas, el
dolor y sus fenómenos acompañantes forman
barreras casi insuperables para una intervención
restablecedora de la salud del paciente. Gracias
primordialmente a la invención o descubrimiento
de la anestesia ha sido posible el imponente
desarrollo de los procedimientos quirúrgicos, hasta
el actual nivel tecnológico, altamente diversificado
y sofisticado. El principio de la anestesia transitoria
inducida se descubrió de manera fortuita y en
pequeños pasos, cual ha sido el caso otras veces
en medicina. Una aureola de aventura envuelve el
desarrollo de la anestesia y a diferencia de otras
disciplinas médicas, tiene un fundamento
puramente empírico, tanto que al menos en sus
inicios, fue más compatible con el mundo del
espectáculo que con la ciencia académica, lo cual
presta un especial colorido a la historia de esta rama
de la medicina.
En la actualidad, la anestesia constituye una
especialidad clínica sólidamente asentada sobre
bases teóricas aportadas por la fisiología, la
farmacología y la bioquímica. De ordinario,
suponemos que la ciencia básica ha de preceder
siempre a la investigación y la aplicación práctica;
pues bien la historia de la anestesia, ilustra
vívidamente como una disciplina clínica que ha
adquirido una base teórica en un estadio de su
desarrollo más bieén tardío, tuvo orígenes prácticos
muy modestos.
Situémonos, entonces, en la primera mitad
del siglo diecinueve y recordemos con interés los
hechos que suscitaron la invención o descubrimiento de los elementos capaces de suprimir transitoriamente los estímulos dolorosos durante las intervenciones quirúrgicas.
LOS HECHOS, LOS LOGROS Y LOS
HOMBRES.
Un buen día del año de 1844, Hartford, a la
sazón una pequeña ciudad del estado de
Connecticut en los Estados Unidos, despertó con
175
Historia de la Anestesiología.
carteles en sus calles que anunciaban: “Gran exhibición de los efectos producidos por la inhalación
del óxido nitroso, gas hilarante o gas de la risa. Se
efectuará en el salón Unión este martes por la noche, 10 de diciembre de 1844. Se prepararán 40
galones de gas y se administrará a todos los de la
audiencia que deseen inhalarlo. El efecto que este
gas produce en los que lo inhalan será reír, cantar,
bailar, hablar o pelear, de acuerdo con el carácter
de cada quien”.
Esta exhibición pública de la embriaguez producida por la inhalación del óxido nitroso, más
conocido por el nombre del “gas hilarante”, albergaba el peligro de comportarse indecorosamente
y para disipar temores acerca de lesiones o acciones agresivas contra los espectadores el cartel continuaba:
“Ocho hombres fuertes ocuparán los asientos del frente, para proteger de aquellos que bajo
la influencia del gas intenten lastimarse entre sí”.
Más aún, el cartel aseguraba en una postdata
que sólo personas selectas serían autorizadas a
inhalar el gas, pues la demostración aunque era una
diversión de buen tono, tenía carácter científico.
Estas demostraciones eran frecuentes tanto en
América como ante el público europeo, sobre todo
londinense, en donde disfrutaban de tales
exhibiciones. Fue, sin embargo, en Hartford, donde
un dentista de nombre Horace Wells quien sacó
las consecuencias científicas de un incidente
ocurrido aquella tarde de diciembre de 1844.
Concretamente, le llamó la atención que un tal Sam
Cooley, que se había herido estando bajo el efecto
embriagador del gas hilarante, no sintió dolor
alguno hasta que, transcurridos algunos minutos
en -estado lúcido de nuevo- fue advertido al
respecto. Se le ocurrió que quizá fuera también
posible extraer con el óxido nitroso una pieza
dentaria sin dolor. A él mismo, le estaba
mortificando desde algunos días una muela del
juicio, así que decidió ir hasta el fondo del asunto.
En efecto, se hizo sacar la muela bajo los efectos
del gas hilarante por su amigo John M. Riggs, y al
despertar sus primeras palabras fueron:
“Una nueva era en la extracción dentaria”.
A las pocas semanas, Horace Wells estaba
ya plenamente convencido de la importancia de su
descubrimiento después de haber practicado la extracción dentaria indolora con óxido nitroso a 15
de sus pacientes. También los cirujanos debían
aprovechar las ventaja de esta anestesia, reflexionó Wells, y se ofreció a John Collins Warren, cirujano en jefe del Hospital General de Massachusetts
(HGM) para llevar a cabo una demostración con
la técnica del gas hilarante.
Wells se presentó puntualmente el día acordado y cuando la “operation bell” sonó, tenía preparado todo el utillaje. Lo ocurrido después requiere una introducción: el Hospital General de
Massachusetts se hallaba en el llamado Bulfinch
Building de Boston, junto al río Charles, un edificio de atractiva arquitectura, todavía en uso actualmente. A ambos lados de la espaciosa escalera
se extienden las alas de tres plantas con los pabellones hospitalarios. La caja de la escalera se alza
sobre el resto del Hospital más de la altura de una
planta, la cual alberga bajo su cúpula el “operating
theater”. Este quirófano está provisto de gradas
en todo su alrededor, lo que permitirá a los estudiantes y asistentes mirar desde cualquier lugar
hacia el centro, donde el profesor presentaba u
operaba a sus pacientes. En la caja de la escalera
colgaba la “operation bell”, la cual sonaba diez
minutos antes de una intervención quirúrgica para
que se personaran los enfermos.
Por aquel entonces, en este “operating
theater” sólo se realizaban una o dos intervenciones quirúrgicas por semana. Cuando una operación se volvía inevitable, se la consideraba a menudo la alternativa de la muerte, y no pocos la preferían a ser operados. Por esta razón, antes de conocerse la anestesia, los cirujanos trataban de que
las operaciones fueran lo más sencillas y breves
posible. Una máxima de la época decía que “La
simplicidad de una operación, es la medida de su
perfección”. Se toma por hábil cirujano al que llevará a cabo una amputación en menos de un minuto y del Dr. Lister sabemos que cuando operaba se
Vol. 7/No. 3/Julio-Septiembre, 1996.
176
C Sáenz-Larrache.
hacía contar los minutos y hasta los segundos por
un estudiante, que, al terminar, los hacía públicos
a voz en grito.
Retornemos a la campana que anunciaba las
operaciones. Estaba colgada en la escalera y sonaba antes de toda intervención quirúrgica para que
acudieran los enfermeros, cuya tarea consistía en
sujetar al paciente. Este día de enero de 1845, la
campana debía haber anunciado la era de la cirugía indolora, un día de júbilo que habríamos de
celebrar hasta los tiempos actuales como el nacimiento de la anestesia, un magno acontecimiento
que debía haber hecho a Horace Wells merecedor
de los más altos galardones de la Medicina.
El destino, sin embargo, no lo quiso así:
cuando el paciente, a pesar de haber inhalado el
gas hilarante al comienzo de la operación, gritó de
dolor como todos antes, de él, de modo que los
enfermeros a duras penas consiguieron sujetarlo,
exclamaron los espectadores: “Es un engaño”.
¿Por qué fracasó la demostración de uno de
los más importantes descubrimientos de la
Medicina? Para este fracaso de enero de 1845
existen algunas explicaciones plausibles. Al ser el
óxido nitroso un gas de débil efecto, el más
pequeño escape en el sistema de aplicación
reduciría considerablemente su acción. Además, en
las personas robustas a menudo no basta por sí solo
para inducir una narcosis suficiente. De igual
manera, cabe suponer que, el gas era poco puro, o
bien el cirujano no esperó hasta haberse instaurado
el pleno efecto.
Es interesante recordar que más de 40 años
antes de Horace Wells, en 1800, un polifacético y
talentoso farmacéutico, Humphry Davy ya conocía
las propiedades analgésicas del óxido nitroso y casi
no se concibe que una posibilidad tal pasara
desapercibida tanto a los cirujanos como al público
en general. Lo que sucedió es que Davy regía el
llamado Instituto Neumático de Clifton que se
dedicaba al tratamiento de las enfermedades
mentales y somáticas con gases de reciente
descubrimiento, y hacia ese objetivo dirigió el gas
hilarante, he aquí sus palabras textuales:
Revista Biomédica
“Siento las sensaciones más deliciosas de pies
a cabeza, disfrutando simultáneamente de la
fuerza de Hércules, la energía de Alejandro
Magno y las visiones de Juana de Arco, hasta
quedar dormido”.
Por qué habría de pasar casi medio siglo para
el redescubrimiento del gas hilarante, permanecerá para siempre un enigma. Tras el malogrado experimento de Horace Wells nadie estaba dispuesto
a repetirlo por el momento, de modo que seguía
vigente la tesis formulada pocos años antes por el
famoso cirujano Velpeau:
“Evitar el dolor durante las operaciones quirúrgicas es una quimera que no podemos evitar hoy
en día”. Pronto, sin embargo, sería desmentido
Velpeau.
William Thomas Green Morton, un dentista
de Boston y estudiante de Medicina a la vez, logró
el avance decisivo, quizá precisamente por la mala
fortuna de Horace Wells. Morton, que le había procurado a su antiguo colega y socio Wells la demostración ante el Profr. Warren, albergaba él mismo grandes esperanzas de un procedimiento indoloro para la extracción dentaria. Su especialidad
eran las prótesis, pero los raigones constituían un
obstáculo insalvable para convertirlas en un éxito
económico: su extracción sumamente dolorosa disuadía a muchos pacientes. Si no podía ser con el
gas hilarante, había que intentar otra cosa. Recordó entonces un pasaje del libro recetario de
Jonathan Pereira, publicado en 1839, en Londres
“Elements of Materia Medica”, en donde sugería
el efecto analgésico del éter sulfúrico, también
conocido como “vitriolo dulce”. Su amigo y colega Charles T. Jackson tenía ya alguna experiencia
en la aplicación local del éter para empastar cavidades dentarias y como compartían la mismas casa,
seguramente compartieron conocimientos. El éter
posiblemente se sintetizó desde el siglo XIII o XIV
y con seguridad Valerius Cordus lo había preparado en el siglo XVI y existía también la descripción
de Paracelso acerca de las propiedades hipnógenas
y analgésicas de esta substancia.
En el verano de 1846, Morton empezó a en-
177
Historia de la Anestesiología.
sayar el éter en animales y en sí mismo. Los resultados obtenidos lo convencieron de su idoneidad
para suprimir el dolor, pero no tenía suficientes pacientes, por lo que reclutó pasantes para extracciones dentarias previa recompensa de cinco dólares. Ya seguro Morton del éxito del procedimiento, intentó mantener secretas las propiedades de
su remedio milagroso para capitalizarlo mejor; pero
el olor de la substancia y el hecho de que Jackson
le ayudara en repetidas ocasiones la impidieron
guardar el enigma.
El 25 de septiembre de 1846, Edward Gilbert
Abbott, se presentó para evaluación médica por
un tumor en el cuello al Massachusetts General
Hospital de Boston. Cinco días después, el 30 de
septiembre, Morton aplicó la eterización en su consultorio a Eben Frost para al extracción de un diente
ulcerado. Ésta fue testificada por Albert G. Tenney,
reportero quien la publicó al día siguiente en el diario Boston Daily Journal como un experimento clínico, lo cual llamó la atención del cirujano Henry
Jacob Bigelow quien se apersonó en las siguientes
aplicaciones etéreas de Morton y luego transmitió
sus comentarios a John Collins Warren, Jefe de
Cirugía en el HGM. Todos coincidieron en que el
siguiente paso se llamaba Gilbert Abbott.
Es así que Morton recibió el 14 de octubre
la siguiente carta que le fue entregada en mano
propia:
"Estimado Señor:
Le escribo, a solicitud del Dr. J. C. Warren,
para invitarlo a que se presente el viernes próximo
a las 10 en punto de la mañana al hospital para
administrar a un paciente que será operado, la preparación que usted ha inventado para diminuir la
sensibilidad al dolor.
Suyo afectuosamente
Charles Frederick Heywood
Cirujano Huésped del Hospital General
de Massachusetts
Miércoles 14 de octubre de 1846."
La proximidad de la fecha obligaba a apresurar los preparativos, por lo que Morton encargó
al constructor de instrumentos Mr. Chamberlain
una nueva y mejor válvula.
Señalaba el calendario 16 de octubre de
1846, ya había sonado la campana convocando a
los enfermeros al quirófano. Aunque Morton llegó
al hospital con cierto retraso, mientras instalaba
el aparato e iniciaba la inhalación del éter, el Dr.
Warren explicaba a los estudiantes y asistentes:
“Caballeros, ustedes son testigos de la aplicación de una preparación hecha por el Dr. Morton,
que permite que las personas sean operadas libres
de dolor. Ustedes saben que deseable sería esta situación. Por lo que hoy he permitido al Dr. Morton
hacer el experimento ante ustedes”.
Quien haya trabajado alguna vez con éter,
sabe que no es posible una pronta inducción de la
anestesia con esta substancia. Un nuevo fracaso
parecía estar programado: el cirujano esperando
impacientemente, un aparato todavía imperfecto,
el uso por vez primera de una nueva válvula y un
gas irritante. Morton no perdió la calma y al cabo
de pocos minutos comunicaba ya a Warren:
“Doctor, su paciente está listo”.
La operación dio comienzo... y el paciente
no mostraba ninguna reacción a la incisión. La intervención consistía en extirpar un tumor del cuello de Gilbert Abbott. Las primeras reacciones,
débiles, no aparecieron hasta la ligadura de los vasos sangrantes y la sutura final. El paciente murmuraba algunos sonidos ininteligibles, pero la operación ya había concluido. ¡Algo insólito, increíble casi! Preguntado por el dolor, respondió no
haber sentido ninguno. Warren se dirigió a los presentes:
“Caballeros, esto no es ningún engaño”.
Para Oliver Wendell Holmes, médico, literato y poeta contemporáneo estas irónicas palabras
constituyeron la más modesta declaración en la historia de la Medicina. Warren no las dijo, sin embargo, despectivamente; antes bien, reaccionaba así
a la demostración del gas hilarante calificado dos
años antes como un “engaño”.
Fue éste un momento culminante en la historia de la Medicina.
Vol. 7/No. 3/Julio-Septiembre, 1996.
178
C Sáenz-Larrache.
Los cirujanos de hoy no estarían en absoluto satisfechos con la anestesia de Morton. Pero en
aquel entonces, pareció casi un milagro que el paciente no gritara al efectuar la incisión y no hubiera de ser sujetado por varios enfermeros. Y aunque ciertamente, se presentaron reacciones dolorosas, fueron mucho menos intensas que de costumbre y por tanto, desdeñables. Que la demostración fuera tan impresionante y convincente hay
que atribuirlo también a la suerte en buena medida. Con una válvula no ensayada y con una preparación etérea de imprescindible pureza, Morton
consiguió demostrar con éxito la narcosis en presencia de renombrados médicos, que de palabra y
obra se encargaron de difundir con rapidez el nuevo método. Quedaba aún, sin embargo, un obstáculo! Morton se negaba a dar a conocer la composición del agente anestésico, pues deseaba
patentarlo. Bautizó su preciado secreto con el nombre de “Letheón”.
En octubre 22 del mismo año, el cirujano
Heywood escribió una carta testimonial a Thomas
Morton en los siguientes términos:
“Certifico que he asistido a la administración
de la preparación del Dr. Morton, en dos
pacientes operados por el Dr. Warren y Dr.
Hayward en el Hospital General de
Massachusetts el 16 y 17 de octubre y que
bajo su influencia ambos individuos
soportaron operaciones de 5 a 10 minutos
sin sufrimiento y que rápidamente se
recuperaron de sus efectos.
C. F. Heywood. Cirujano Huésped Hospital
General de Massachusetts. Oct. 22 - 1846”.
Morton no perdió tiempo en tramitar una
patente para su producto y la consiguió el 12 de
noviembre siguiente.
Oliver Wendell Holmes escribió a Morton el
21 de noviembre de 1846 en los términos
siguientes:
“Estimado señor, todos deseamos tener
participación en su gran descubrimiento. Lo que
yo ofrezco darle son lo nombres o el nombre que
Revista Biomédica
debe ser aplicado al estado producido por el agente.
El estado, pienso que deberá ser llamado
Anestesia”.
Sin embargo, la anestesia etérea tenía opositores en varios frentes. La religión cristiana consideraba al dolor como un regalo de Dios al hombre
y que cualquier intento para evitarlo representaba
oposición al deseo divino. Por otro lado, en forma inexplicable un grupo de cirujanos en unión de
otro constituido por dentistas cuestionaban la seguridad y eficacia de la anestesia y en todo caso
consideraban que su descubrimiento no debía ser
comercializado.
La esperanza de Morton del gran negocio
se fundió, en todo caso, como la nieve bajo el sol.
No deja de ser paradójico: los inventos cuyo valor
parece incalculable son difíciles de capitalizar. Las
disputas por el honor de ser considerado el descubridor de la anestesia, el rechazo de la oficina de
patentes, querellas personales y al final, la demencia, condujeron tanto a Morton, como a Jackson y
a Wells, a un desgraciado final. De haber vivido
unos días más, Wells habría recibido un diploma
de la Academia Francesa que le acreditaba como
descubridor de la anestesia. En el momento de fallecer, el documento estaba ya en camino hacia los
Estados Unidos. Posteriormente, investigaciones
históricas han puesto de manifiesto que la importancia de las antedichas personas y la de Crawfor
W. Long es, aproximadamente del mismo orden.
Crawford W. Long, médico, ejercía en el
estado de Georgia, en Jefferson, donde desde 1842
-cuatro años antes que Warren y Morton- había
operado en repetidas ocasiones utilizando la
anestesia con éter. En una ocasión, el miércoles
30 de marzo de 1842, habían asistido cuatro
testigos. El paciente se llamaba James M. Venable.
Sin embargo, Long era una persona tímida y
responsable, que deseaba ensayar primero a fondo
la anestesia con éter, antes de presentarse al
público.
Sólo hizo pública su aportación en diciembre de 1849. Demasiado tarde, sin embargo: la
marcha triunfal de la anestesia había dado ya co-
179
Historia de la Anestesiología.
mienzo. Además, el Comité Congregacional del
Estado concluyó un reporte fechado el 30 de octubre de 1849 acreditando a William T. G.
Morton el descubridor de las propiedades
anestésicas del éter.
El congreso posteriormente votó para hacerle a Morton una contribución de $100,000.00 (cien
mil dólares) pero no hay evidencia de que haya recibido algún dinero. Murió en la pobreza a la edad
de 49 años; sus años finales fueron realmente patéticos, sólo superados por las circunstancias bajo
las cuales su primer socio, Horace Wells, se había
suicidado, a los 33 años de edad dominado por
narcomanía y las substancias que el mismo había
preconizado y que lo llevaron a una profunda depresión. El Dr. Charles Frederick Heywood, que
fue quien llevó la carta invitación para la demostración exitosa en el domo del éter, trabajando posteriormente en Nueva York, ha de haber sentido
una intensa reacción emocional, cuando W. T. G.
Morton fue llevado por la ambulancia al Hospital
San Lucas, el miércoles 15 de julio de 1868, para
morir allí la mañana siguiente. Durante esta fatal
visita a Nueva York, Morton preocupado por un
dictamen que rechazaba sus reclamos por el descubrimiento se encontró atrapado por una llamada
en esa época “onda de calor”. Agobiado por la fatiga y el miércoles, fue atendido por los Dres. Sayre
y Yale que le prescribieron sanguijuelas en las sienes, ventosas en la columna y hielo en la cabeza.
En un esfuerzo por escapar del síndrome, Morton
condujo su carruaje junto con su esposa hasta el
Parque Central y de un salto tomo un baño en las
frías aguas del lago. Pronto quedó inconsciente.
Aunque se dice que sufrió una apoplejía, su muerte de acuerdo cono el examen médico sobrevino
por “golpe de calor”. El 17 de julio, el New York
Tribune identificó al caballero de Boston. La nota
decía:
“La relación de muertes por golpe de calor
en nuestra edición de ayer, incluye el nombre de
William Thomas Green Morton, M.D. cuyos
trabajos para introducir el proceso anestésico
durante las operaciones quirúrgicas, le han
conferido un eminente lugar entre los benefactores
de la humanidad".
TODO BENEFICIO TRAE CONSIGO UN
DETRIMENTO.
Esta máxima es valida también cuando analizamos las ventajas del nuevo descubrimiento.
Como cualquier actividad laboral, el ejercicio de
la Anestesiología conlleva riesgos profesionales de
importancia insospechable. El 28 de enero de 1848,
en el poblado de Wilaton, Inglaterra, Falleció
Hannah Greener jovencita de 15 años de edad,
mientras se le administraba cloroformo para extraerle una uña enterrada. Dos meses antes se le
había extirpado con éxito otra uña bajo anestesia
con éter etílico. Durante el accidente se intentó
hacerle reanimación con brandy. Gibbs y Modell
publicaron que Simpson sugirió que fue la
broncoaspiración y no el cloroformo la responsable de aquella primera muerte ocurrida durante un
procedimiento anestésico. Un tribunal absolvió de
mala praxis al cirujano Thomas Natamiel Meggison
y su ayudante el Sr. Lloyd.
Un análisis retrospectivo muestra que la cirugía debió haber podido beneficiarse tanto del éter,
como del óxido nitroso, mucho tiempo antes. En
lugar de ello, ambas substancias fueron reducidas
muchos años al papel de atracción de feria.
Wells describió este hecho como sigue:
“Las dos más poderosas transformaciones en
la vida humana desde el nacimiento de Nuestro
Señor, han sido la pólvora y la anestesia, ambas
descubiertas por diversión”.
Los chinos mezclaron nitrato potásico,
carbón vegetal y azufre, lo que no es otra cosa que
pólvora, e hicieron fuegos artificiales y petardos.
Y los habitantes de Nueva-Inglaterra del siglo XIX
respiraban gas hilarante y éter para divertirse. Así
es la vida: la búsqueda de nuevos placeres puede
también avivar el espíritu inventor del ser humano.
Pero la vida los años han continuado su
marcha, inexorable. Los procedimientos y los
fármacos se han multiplicado y perfeccionado para
hacer de la práctica anestesiológica una ciencia
Vol. 7/No. 3/Julio-Septiembre, 1996.
180
C Sáenz-Larrache.
evolutiva y cada vez más segura aunque siempre
perfectible. Pero el recuerdo de aquellos hechos
de mediados del siglo diecinueve y los logros de
aquellos hombres valerosos que batallaron para
descubrir y lograr lo que otros habían desdeñado,
nos deben hacer reflexionar y procurarnos realizar
nuestra admiración por el pasado y nuestra fe en
el futuro de la Anestesiología, a la que escogimos
como nuestra única razón de ser médicos.
LOS EVENTOS EN LA REPÚBLICA
MEXICANA.
En los días en que Morton demostraba las
propiedades anestésicas del éter sulfúrico durante
y después de ese 16 de octubre de 1846, México y
los Estados Unidos se encontraban implicados entre sí, en una lamentable guerra que estalló con la
batalla de Palo Alto el ocho de mayo de 1846 a la
que siguieron numerosas acciones militares,
propiciadoras del avance de las tropas americanas
por el territorio mexicano a través del río Bravo,
Saltillo, Monterre y el Valle de México, llenando
con las acciones sangrientas de cruentas batallas,
episodios de tipo bélico y médico en la historia de
ambos países.
Por su relativo reciente origen, la historia de
la Anestesiología a nivel mundial, ha sido registrada con bastante claridad y detalle. Sin embargo,
en la República Mexicana existen lapsos de silencio que han impedido la recopilación e integración de los hechos que deben conformarla.
Las primeras experiencias anestésicas en
nuestro país, sin lugar a dudas se realizaron con
éter sulfúrico, varios meses después de que
William Morton efectuara su singular demostración
en la ya unánimemente llamada “domo del éter”
del Hospital General de Massachusetts en Boston.
El Dr. Benjamín Bandera en 1939 es quizás el
primer investigador que se da a la tarea de recopilar
de entre tesis recepcionales, periódicos y
documentos que básicamente relatan los hechos
históricos y adelantos de la cirugía en México,
los elementos que al ser relacionados por él y
otros investigadores, constituyeron poco a poco
Revista Biomédica
en forma cada vez más armónica y sistematizada,
lo que hoy conocemos como historia de la
Anestesiología en México.
En 1946, con motivo de la conmemoración
del primer centenario del evento de Boston, la
Academia Nacional de Medicina, pidió entre otros
a Fernández del Castillo, Bandera y Alcántara
Herrera, realizaran una crónica formal respecto a
los orígenes y desarrollo de la Anestesiología
Mexicana. Los trabajos realizados por los autores
mencionados fueron primero leídos en la Academia Nacional de Medicina y publicados en la Gaceta Médica de México. La importancia de los referidos documentos ameritó reimpresiones posteriores en revistas mexicanas en 1972 y en 1984.
Hasta aquí existe más o menos acuerdo en
que el primer acto anestésico con éter sulfúrico
inhalado dentro de la República Mexicana fue
realizado en el puerto de Veracruz por médicos
del ejército invasor estadounidense en el mes de
septiembre de 1847, por el Dr. John Porter bajo la
dirección de Edward Barton al soldado William
Williamson, que fue sometido a amputación del
miembro inferior izquierdo. Sin embargo, tanto
Alcántara, Bandera y Fernández del Castillo dan
crédito a Pablo Martínez del Río como el primer
mexicano que empleó éter sulfúrico con fines
anestésicos, en una fecha no precisada entre fines
de 1847 y principios de 1848, en la ciudad de
México.
Con motivo de la celebración del XXII Congreso Mexicano de Anestesiología en septiembre
de 1985 en la ciudad de Mérida, México, el comité organizador dedicó una sesión especial para revisar temas relacionados con la historia de la
Anestesiología en nuestro país, siendo coordinador de dicha sesión el Dr. J. Antonio Aldrete de la
Universidad de Alabama en Birmingham, U.S.A.
Como participante de dicha revisión histórica, encontramos algunos reportes que aportaban nuevos
datos a nuestro conocimiento histórico. Siendo
nuestra intención el aportar elementos que complementen la historia ya conocida y registrada, sustentamos la tesis, aún no desmentida, de que fue
181
Historia de la Anestesiología.
en la península de Yucatán donde se administró la
primera anestesia por inhalación con éter en la
República Mexicana. Vayamos pues a los hechos.
La aportación histórica de William Morton
a la medicina se publicó un mes después y se difundió por todo el mundo, instrumentando un trascendente cambio en la terapéutica. Tanto Bigelow
como Natham Keep publicaron sendas comunicaciones entre noviembre de 1846 y abril de 1847 en
el Boston Medical and Surgical Journal, utilizando éter para fines quirúrgicos y obstétricos.
Ya hemos mencionado antes que precisamente en esos meses se libraba la controvertida guerra
México-Estados Unidos que desembocó con una
invasión a nuestro país por las tropas al mando del
general Winfield Scott.
Durante la mencionada guerra la frontera
norte de la República Mexicana, fue ocupada por
tropas norteamericanas, los puertos fueron bloqueados; el ferrocarril, el telégrafo y otros medios
de comunicación no funcionaban con eficiencia y
oportunidad; el cuerpo médico mexicano se encontraba desorganizado y carente de equipo. Por estas razones no se podían conocer con prontitud
los avances médicos y/o científicos de la época, y
así practicar una medicina que proporcionara los
adelantos del momento.
Sin embargo, estas circunstancias no estuvieron presentes en toda la intensidad en la frontera sur, especialmente en la península de Yucatán.
Se sabe que desde 1843 el gobierno yucateco solicitó su integración al territorio mexicano, para
1846, esta situación no se había concretado, en
vista de que existían algunos impedimentos constitucionales, esto condicionó que las autoridades
yucatecas pidieran y obtuvieran del gobierno central la neutralidad, quedando así prácticamente fuera de las acciones bélicas; pero por otro lado, prontamente estarían inmersos en una guerra interna,
causada por un grupo de insurrectos, que no reconocían el gobierno constituido (Guerra de Castas
o Social).
Los gobernantes yucatecos para poder luchar
contra la insurrección, establecieron relaciones con
Cuba, de donde recibieron armamentos, víveres y
medicamentos, así como una vía de comunicación
libre con los Estados Unidos de Norteamérica y
Europa, favoreciéndose la obtención de conocimientos científicos, de recursos físicos, de medicamentos y drogas.
Alcántara Herrera y Fernández del Castillo,
en sus publicaciones, señalan que el Dr. Pablo
Martínez del Río fue el primer mexicano que administró éter sulfúrico en México a fines de 1848
o principios de 1849. Es posible que estas investigaciones desconocieran una nota periodística, que
permite suponer que la primera anestesia con éter
sulfúrico en territorio mexicano, aplicada por un
mexicano, fue en la península yucateca. Esta evidencia periodística, fue publicada en el diario “El
Noticioso de Yucatán”, año I, Núm. 150, pág. 2.
del día 12 de junio de 1847, firmado por el Dr.
José Matilde Sansores, misma que transcribo literalmente: “SUPRESIÓN DEL DOLOR EN LAS
GRANDES OPERACIONES QUIRÚRGICAS
POR MEDIO DEL ÉTER”. Bajo este tema leí en
el diario de la Habana (Tomado del boletín científico) el descubrimiento de las propiedades
adormecedoras del éter sulfúrico, debido a los cirujanos norteamericanos M. Jackson W. Morton,
cuyos cinco primeros experimentos fueron comunicados al Journal of Surgery of Boston.
"En el momento ansiaba un caso para confirmar aquel hecho, y la ocasión se presentó el día
4 del corriente en el Hospital General de San Juan
de Dios, del que soy Director, cuyo resultado creo
mi deber publicar en honor de aquellos y bien de
la humanidad.
"José María Juchim, el miércoles 2 por la
tarde en el pueblo de Hynucmá a consecuencia de
una bomba que hizo su explosión, teniéndola en la
mano izquierda le hizo volar ésta en pedazos;
conducido al día siguiente al anochecer al Hospital
lo reconocí y vista la necesidad de amputación
determiné ejecutarla poniendo en práctica el nuevo
descubrimiento. Al efecto, dispuse de un aparato
demasiado sencillo y supliqué a los Doctores Don
Ignacio Vado inolvidable por haber fundado la
Vol. 7/No. 3/Julio-Septiembre, 1996.
182
C Sáenz-Larrache.
escuela de Medicina y Mortimer Tappan, Médico
radicado en esa época en Mérida y profesor de la
misma escuela, me acompañasen en mis deseos. A
mi disposición dicho aparato. Juchim fue colocado
sobre una mesa; a la una y treinta y tres minutos se
dió principio a la inspiración del éter, Juchim,
molierista por organización se resistía a su
inspiración.
"Decía: -No he venido al Hospital para que
maten, solo para que me curen- convencido por la
razón de que el objeto era librarlo de sufrir, empezó a hacer algunas inspiraciones y tuvo dos accesos de tos. Como buen bebedor y sintiendo efectos de embriaguez, dijo. No me emborrachen V.V.
pues si viene mi amo y me encuentra así creerá
que así vine al Hospital; si V.V. quieren emborracharme denme a beber eso. Esto probaba que el
éter comenzaba a hacerle efecto y siendo más dócil a las aspiraciones dijo que la cabeza se le iba,
cerró los ojos, se presentó un ligero sudor y palidez del rostro; le lavé un brazo dejándolo caer,
advertí que había perdido resistencia que debía
oponer; se le hizo una impresión en la piel con la
uña y no dando señas de sensibilidad, se retiró el
tubo de éter, transcurriendo en todo este tiempo
treinta y cinco minutos; armado del cuchillo
interóseo, di principio a la amputación del brazo
izquierdo en el tercio inferior; dividí los tejidos, se
aserraron los huesos, se ligaron las arterias y concluido todo, el paciente no dio ningún síntoma de
sensación, continuando como en un profundo sueño se le administró un poco de vino y en menos de
dos minutos el enfermo despertó perfectamente
tranquilo; interrogado a presencia de los doctores
citados, de los empleados del establecimiento, estudiantes de medicina y algunos otros concurrentes, sobre qué sentía, repuso: “nada”. ¿No has sentido te hubiesen hecho alguna cosa? Repuso. “No,
pues que me han hecho, yo no he sentido ni siento
nada”. Honor a Mr. Jackson y Morton por este
gran descubrimiento pues un poco de vapor de
éter conducido a los pulmones suprime el dolor y
priva a las operaciones quirúrgicas de lo más repugnante que contienen.
Revista Biomédica
"Hechos tan sorprendentes transmitidos por
Mr. Warren de Boston han hecho se confirmen en
Inglaterra el 22 de diciembre próximo por M.
Liston Foorgurson y otros; en Madrid el 30 de
enero por el Dr. D. Diego de Argumoza; en Francia
por M. Malgaine, cuyos resultados ha comunicado
a la Academia de Medicina y se ve conmovido hoy
todo el mundo científico como era de esperarse.
“Yo invito a mis coprofesores a seguir estos
experimentos sin asegurarles que serán tan felices
como yo en su primer ensayo, pues alguna vez ha
fallado como sucede con todos los agentes físicos
o con todos los medicamentos debiendo también
tener en cuenta la imperfección de todos los procedimientos y el poco cuidado y habilidad que en
todo descubrimiento nuevo encuentran los primeros ensayos”.
“Se están inventando aparatos para hacer
más perfecta la inspiración del éter y de este modo
más seguros y precisos sus resultados; más guiado de lo que creí y conformándome con lo que el
país puede hacerse, describiré el que me ha servido, demasiado sencillo y que por lo tanto podrá
proporcionárselo cualquiera:
"Consiste en un pomo de cristal de boca ancha con una tapa gruesa y que ajusta bien; ésta, es
atravesada por un tubo de la lata, que representa
el hueco de un cañón de pluma gruesa y debe llegar cerca del fondo del frasco; la extremidad que
sobresale y es semicurva, termina en forma de
embudo. Otro tubo atraviesa sólo el grosor de la
tapa es más largo y curvo que el anterior termina
en boca de pistel y es el que debe colocarse en la
boca del paciente: empapados en pedazos de esponja en el éter e introducidos en dicho frasco, se
coloca la tapa que contienen dichos tubos, y se hace
la aplicación dicha, ésta debe ser metódica y prudentemente ejecutada”.
Hasta aquí la reproducción de la comunicación del Dr. José Matilde Sansores, que contiene
evidencias claras acerca de la fecha exacta de la
aplicación de la anestesia etérea en Yucatán, del
artefacto fabricado para tal aplicación y que es también una aportación para la vaporización del anes-
183
Historia de la Anestesiología.
tésico, el nombre del paciente, los detalles clínicos
observados en el enfermo durante el estado anestésico, etc. Además, refiere dos detalles de importancia primordial para comprender cómo se
lograba la difusión de conocimientos en la Península de Yucatán: 1.- El Dr. Sansores se enteró del
descubrimiento de Morton a través del Boletín
Científico del Diario de la Habana; aunque no refiere cuando, se puede suponer que fue a través de
la comunicación de Bigelow la de más influencia,
citando la confirmación de los hechos por Warren
en E.U., Malgaines en Francia, Foorguson en Inglaterra y Diego en Argumosa en Madrid a fines
de 1846 y en enero de 1847 respectivamente. 2.Se puede pensar que el Dr. Sansores en su calidad
de Director del Hospital de San Juan de Dios, tuviera los nexos suficientes con Hospitales de la
Habana, para poder conseguir un frasco de éter
sulfúrico, aspecto que por otro lado no menciona
en su escrito periodístico, y tampoco relata nuevas experiencias con el método.
En cuanto al Hospital General de San Juan
de Dios, es conveniente recodar unas fechas
históricas:
El 6 de enero de 1542, Francisco de Montejo
“El Adelantado”, fundó la ciudad de Mérida en el
mismo sitio de la antigua ciudad Maya llamada Ich
Caan Sijó o T’jo. En dos grandes cerros se alojaban los soldados y en el espacio entre ellos se trazó la plaza y la ciudad, en forma cuadriculada y
orientadas las calles hacia los puntos cardinales.
Recién fundada la ciudad de Mérida, los
Frailes Franciscanos crearon el primer Hospital,
para lo cual el Alcalde Mayor Don Gaspar Suárez
Ávila donó el terreno y con ayuda de los vecinos
y del Ayuntamiento se erigió el Hospital el 18 de
mayo de 1562 con el nombre de “Nuestra Señora
del Rosario”. Su iglesia, que aún subsiste en la esquina de las calles 61 x 58, sirvió a veces como
catedral mientras se erigía la actual terminada en
el año de 1598. Este Hospital en 1620, fue entregado a los Frailes Juaninos quienes lo ampliaron
para que fuere Hospital y convento al mismo tiempo, entregándoseles oficialmente el 6 de diciem-
bre de 1625 con el nombre de “San Juan de Dios”.
Posteriormente, en 1640, se construyó frente a la plaza de la Mejorada, la llamada Iglesia del
Tránsito, que contaba con un convento Franciscano. A partir de 1694, ampliadas sus instalaciones,
también fue erigido Hospital-Convento.
Dos siglos después, el Congreso local expide un decreto que ponía a cargo de los Ayuntamientos el cuidado de los hospitales, hospicios y
establecimientos de beneficencia pública y es así
que el 10 de febrero de 1832, el gobierno del Estado de hace cargo del Hospital de San Juan de
Dios con la denominación de Hospital General de
Mérida; un año después, en 1833, es fundada la
Escuela de Medicina determinando que el hospital
sirviera para las prácticas médicas correspondientes. Así funciona hasta junio de 1861, en que estas
actividades se trasladan al ex convento de la
Mejorada, pero este lapso de casi treinta años, en
el que el Hospital General del Estado o de San Juan
de Dios, funcionó para apoyo de la docencia médica, permitió testificar el despertar científico de
la Anestesiología Mexicana y perticularmente de
nuestra patria chica, Yucatán.
Con esto parece ser que la primera anestesia
inhalatoria administrada por c iviles en la República Mexicana, fue en la ciudad de Mérida el 4 de
junio de 1847, ocho meses después del descubrimiento de W. Morton en Massachusetts.
Esta prioridad, pretendida por nosotros, desearíamos se justifique con nuevos documentos,
porque demuestra el interés de nuestros antecesores, quienes se esforzaban por introducir cualquier
progreso científico en la península.
Es más que verosímil que dicha prioridad sea
reconocida, toda vez que Yucatán, por su situación geográfica y política durante la Guerra entre
México y los E.U., estaba en abierta comunicación con este país y con Europa a través de la Isla
de Cuba.
Es así como los acontecimientos políticos y
militares de la Historia de México, se hallan ligados profundamente al desarrollo de la investigación científica en nuestro país, especialmente en lo
Vol. 7/No. 3/Julio-Septiembre, 1996.
184
C Sáenz-Larrache.
que respecta al nacimiento de la Anestesiología en
la República Mexicana.
Estos dos hechos trascendentales, el primero en Boston, EE.UU. y el segundo en nuestra ciudad de Mérida, México, se aproximan en el tiempo durante este octubre de 1996 y el futuro junio
de 1997, a cumplir sendos sesquicentenarios.
La historia reciente de nuestra Anestesiología
Yucateca contemporánea, sitúa el despertar de esta
disciplina como especialidad, el 16 de Agosto de
1966, cuando un pequeño grupo de médicos
anestesiólogos, constituye legalmente la Sociedad
Yucateca de Anestesiología, cuyo objeto consistía
en representar y agremiar a los médicos dedicados
a esta novel especialidad; así, nuestro pasado
reciente recuerda a Sansores Manzanilla, López
Peraza, Valencia Romero, Herrera Ruiz, Martínez
Repetto, Méndez Peñate, Madera Reyes, etc., como
iniciadores de lo que es nuestra Anestesiología hoy
en día. Al transformarse nuestra agrupación en
Colegio de Anestesiólogos y cumplir 30 años de
representación científica-agremial, la comunidad
médica en general y la anestesiología en particular,
tienen la oportunidad de recordar estos hechos,
cuando se considera que hace tan sólo 150 años
que podemos ofrecer a nuestros pacientes
posibilidades de tolerar un sueño farmacológico
controlado que permita reparar daños con opciones
quirúrgicas exitosas y poder lograr con seguridad
y profesionalismo el sueño de Hipócrates que
inmortalizó en su aforismo que dice:
“QUITAR EL DOLOR ES OBRA DIVINA”.
BIBLIOGRAFIA.
1.- Sikes WS. Essays on the first hundred years of anesthesia.
Park Ridge: Wood Library Museum, 1982: Vol. 1:48-72.
2.- Fernández del Castillo F. ¿Cuándo y por quién se aplicó
por primera vez en México la anestesia por inhalación?''
Gac Med Mex 1978; 114:265-278.
3.- Bandera B. Historia de la Anestesiología en México.
Evolución desarrollo y futuro. Rev Mex Anest 1960;
47:83-94.
Revista Biomédica
4.- Daily American Star (México) September 1847 a
February 1848.
4.- Porter JB. Medical and surgical notes of campaining in
the war with México, during the years 1845-1848. Am J
Med Sci 1852; 23:13-27.
5.- Smith GH, Judah C. Chronicles of the gringos: The U.S.
army in the Mexican war 1846-1848. Alburqueque:
University of New México Press, 1968:348-350.
6.- Aldrete JA, Marron OM, Wright AJ. The first
administration of anesthesia in military surgery: On
occasion of the Mexican American war. Anesthesiology
1984, 61;5:585-588.
7.- Ancona E. La guerra Social. En: Historia de Yucatán.
México: Tomo IV Capítulo preeliminar 1899.
8.- Avila-Escalante A. Historia de la Medicina en Yucatán.
Mérida: 1926:64.
9.- Alcántara-Herrera J. Anotaciones históricas con motivo del primer centenario de anestesia por el éter y el cloroformo. Medicina 1946; 36:349.
10.- Sansores JM. Supresión del dolor en las grandes operaciones quirúrgicas por medio del éter. Diario El Noticioso (Estado de Yucatán) 1847, 15 de junio de 1847; pag. 2.
11.- Hugin W. Anestesia. Descubrimiento, avances, mitos
históricos. Basilea: Ediciones Roche 1989: 13-53.
12.- Sáenz-Larrache C. ¿Es la primera anestesia por inhalación administrada en Yucatán, la primera en la República Mexicana? Rev Mex Anest 1985; 8:151-154.
13.- Villareal-Guzmán R. Algo de la Anestesiología digno
de recordar. Rev Sanid Milit Mex 1993; 47:144-47.
14.- Manzanilla M. Panorama histórico de la Medicina en
México. Gacet Med Mex 1981; 116:1-13.
Descargar