hacer famllla FILOSOFÍA Y FAMILIA La elección de los amigos La elección de amigos requiere saber que la amistad nace de la mutua estima y se sostiene no tanto por las “buenas” acciones como por la honestidad. Lo que hace a un amigo tener seguridad en el otro es el conocimiento de su integridad. Tiene como garantía su bondad natural, su lealtad, su constancia. No puede haber amistad donde existe afán de dominio, deslealtad o injusticia (Étienne de La Boétie). E l desamor que nace del odio puede ser desarmado algunas veces por el amor y se acaba por olvidar; mas la envidia, dice Ramón y Cajal, sólo cesa ante la muerte; y a menudo ni al borde del sepulcro se detiene. Y continua diciendo, tal vez de una forma algo dura: “Hay tres clases de ingratos: los que callan el favor, los que lo cobran y los que lo vengan”. En esa misma línea, en este mismo sentido de advertencia prudente de la existencia de la contradicción del corazón humano, advierte Blaise Pascal: si los hombres supiesen lo que dicen algunos de los otros, no habría ni cuatro amigos en el mundo. La elección de los amigos pues, es una cuestión vital. p or ello, la amistad -que es necesaria para una vida equilibrada- está entretejida de virtud, no de utilidad y placer. Hay amistades que parecen amables, pero son amargas. Ocurre como con la miel de Heraclea, -dice Francisco de Sales- que es venenosa siendo tan parecida a otra, que es saludable. Por lo que es un gran peligro tomar la una por la otra, o tomarlas mezcladas, porque la bondad de una no impide el daño de la otra. De la misma forma, haciendo un paralelismo con la amistad, es menester andar alerta para no ser engañado por amistades imposibles, tanto 38 www.hacerfamilia.es Las amistades que no son verdaderas, que establecen sus redes en el placer o la utilidad, degeneran en celos, tristezas más cuanto se entablan entre personas de diferente sexo, sea cual fuere el pretexto. La miel de Heraclea -continúa diciendo Francisco- es incluso más dulce al paladar, en principio, que la miel ordinaria, a causa del acónito, que le da un exceso de dulzura. El acónito es, a su vez, una planta vistosa, ornamental, de flores azules, púrpura, amarillas, rosas o blancas. Pero una vez engullida, el veneno produce vértigos. De la misma manera, la falsa amistad antes o después provoca trastornos, vértigos en el espíritu, que hace titubear a la persona acerca de la senda del verdadero amor, perturba la vista y el juicio hasta tal extremo que los que están afectados de ella creen que camina por la senda del bien, cuando obran mal; temen la luz y aman las tinieblas. L a miel de Heraclea, como la falsa amistad, pronto llena la boca de amargura. Las amistades que no son verdaderas, que establecen sus redes en el placer o la utilidad, degeneran de la misma manera en congoja, confusiones, celos, tristezas, injurias, calumnias, que “llenan” de soledad el alma. Un sabio consejo práctico: “Si quieres hacerte con un amigo sea después de haberlo experimentado, y no te entregues a él con ligereza” (Eclo); y a este criterio, se puede añadir el siguiente: “Aléjate de tus enemigos; y está alerta en orden a tus amigos” (Eclo). Lo dice la sabiduría. Desde luego, “nunca te fíes de tu enemigo; porque como un vaso de cobre cría cardenillo, así la falsa amistad cría su malicia. Y aunque tu enemigo se haga ‘humilde’ en su comportamiento y ande cabizbajo, tú está sobre aviso, y recátate de él. No te lo pongas a tu lado, ni se siente a tu diestra, no sea que volviéndose contra ti, tire a usurparte el puesto; por donde al fin caigas en la cuenta de lo que te digo, y te traspasen el corazón mis advertencias” (Eclo). ¿Cómo caracterizar el amor de amistad para reconocerlo cuando aparezca? Tomas de Aquino señala las siguientes pistas o características: D Sólo se puede tener amistad con los que ejercitan su razón y su corazón como virtud, es decir, con personas. D La amistad que se presenta en un momento ha de ser a nuestro juicio potencialmente estable y prolongada en el tiempo, es decir, ha de ser sostenible. D La amistad ha de conllevar benevolencia, se quiere el bien para el amigo no en razón de justicia, de utilidad, o placer, sino de gratuidad. D Entre los amigos ha de haber comunicación y correspondencia en el afecto mutuo, de forma libre, y ser reconocido por ambos, es decir, ha de existir reciprocidad. Habrá que decir, antes de concluir, que las amistades a “dúo” no son recomendables. Las amistades verdaderas están abiertas a los demás. En suma, hemos de saber, y enseñarlo a nuestros hijos, que la elección de los amigos, el amor de la amistad, es un desafío que se deriva de un juicio ético, y no solo de un sentimiento afectivo. Emilio LÓPEZ-BARAJAS ZAYAS Catedrático de Universidad en Fundamentos de Metodología Científica