tierra y roca que parece cerrar el valle sin esperanza de hallar su

Anuncio
LITERATURA
tierra y roca que parece cerrar el valle sin
esperanza de hallar su salida. Eran pocos,
muy pocos sus habitantes, y menos las casas agrupadas formando un todo rural.
Esta gente del norte ha gustado siempre
de la soledad, y ha procurado hacerse su
hogar lejos del hogar de los otros, pareciéndole que un árbol y casi una arboleda Irondosa, son pequeños para dos nidos.
Interrumpían, pues, la verde uniformidad
de los campos, hasta una docena de casas
terrosas, de ese color especialísimo dado por
las lluvias persistentes á paredes y tejas y
hasta á rostros, que parecen todos hechos de
una sola pieza.
¿Un habitante de Toranzo, buscaba la ladera de tal montaña? Pues, esoíro levantaba
su hogar en la falda de ia parte opuesta.
;,Tal montañés no lograba unir las piedras
para cobijarse á una orilla de! riachuelo, de
caudal misérrimo? Pues, el vecino terco y
rudo como los peñascales, amasaba la tierra para juntar otros pediuscos en la orilla
de más allá.
Así, poco á poco, y casi sin darse cuenta
de ello, el valle se encontró divido en dos
grupos de habitantes: los del lado derecho y
los aei lado izquierdo. Estaban distanciados
por el lecho del río, pero podían acercarse
á voluntad, cuando así lo ordenaba el comercio de ideas ó de bienes, vadeando la
mansa corriente por cualquier lado, con solo
quitarse ¡os rústicos zapatones y á veces
sin tomarse tan leve trabajo.
Y cuentan, cuenlanque en el lado derecho
vivía Toño, un mozuco íornído y sencillote,
que jamás vio más allá de sus trigos y de
sus lechugas y de sus vacas gordas y lozanas, pletórieas de pasto y de agua, tornada
en leche sin gasto alguno de su propietario.
Y este Toño era de tan buena pasta, de tan
excelente modalidad, que soportaba confiado, las más pesadas bromas de sus convecinos,contestando aún con un «buenas tardes»
dicho antes con los ojos que con la boca, á
las chanzonetas y puyas dirigidas, al pasar,
á su persona, por grandes y chicos, por viejos y mozas.
El tal mozuco, por arte, no se supo si de
Dios ó del diablo, pero se sospechó siempre
que de éste maldito rey del averno, era corcovado y contrahecho, con un hombro más
bajo que otro y una jiba en el pecho, necesaria, según un dicho de su madre, para aposentar un corazón tan grand<, que sin ese
hueco hubiera hecho morir á Toño de «ajogos malinos», como al pobre huelo Nanduco.
Muy cierto era, desde luego, que el montañés era bueno, como la borona blanca, co-
mo la leche espesa de las vacas rubias. Sin
beber estuvo un invierno por regalar el jugo
de las ubres de sus vacucas á Marita la tísica, que se fue á los cielos; ningún otro sacaba de su choza á Morona, aquel viejuco de
de la montaña, empeñado en no dejar las
paredes de piedra húmeda, mientras no le
sacaran muerto, y que solo consentía en salir al sol en una silla un ratuco cada día,
llevado por él, apisdado de la soledad del
pobre impedido. Si no había quien llevara
al cementerio del valle la caja de tablas cepilladas, guardadora de alguien que fué; los
hombrosdeTofio estaban prontos, á sufrir su
peso y el pecho corcorvado á levantarse
en un par de sollozos,al caer sobre la madera el puñado de tierra bendita.
Estas acciones repetidas y aquel rostro
bonachón, mareo de dos ojillos pequeños y
redondos quebrillaban inquietos.le hicieron
popular en el contorno y dieron á cbanzonetas y á burlas un carácter amistoso y
hasta protector, incapaz de olender al mozuco de la jiba. Antes bien, le hacían sonreír,
seguro de que un solo golpe de sus gruesos
pulsos sería bastante para desalquilar la boca mofadora ó partir la mano que se abrió
á sus espaldas, apoyando el pulgar en la punta de la nariz de su propietario.
Pero lo más curioso era que esa aírayente
simpatía de Toño, llevaba hacia él á todos
los animales del valle, las vacas se dejaban
ordeñar por su mano, los perros lamían sus
dedos carnosos, y los gorriones bajaban á
comer las migas de borona, cuando las iba
echando sobre su pañuelo rameado.
Y los árboles y las piedras, y los terruños
y ¡a Naturaleza toda, píetórica de espíritus
sin duda, parecían obrar ante un conjuro
para favorecer á Toño; y sus árboles eran
los más frondosos, y las piedras parecían
más pulidas y más firmes eri sus cercados y
sus tierras con menos abono, pero con más
sudor que las vecinas, daban las mejores cosechas, é hicieron rico, pronto, al honrado
muchacho de la joroba.
Pero su mejor amigo, el camarada que
guardó siemprepara él laspreferencias todas,
era el río, el riachuelo pequeñuco y modesto,
que dividía en dos el valle de Toranzo.
Si pensó el jiboso pasar á la orilla izquierda, por arte de encantamiento el Pas traía
menos agua y se dejaba vadear, sin temor á
reumas impertinentes ; si deseaba T o ño
trasportar maderas á tal caserío, la corriente
era fuerte para llevar la barcaza.
Ante una protección tan decidida, Toño
ilegó un día á llamar al Pas su mejor amigo.
La frase tuvo suerte en el valle, y corrió de
boca en boca, y cuando un £rupo de mozas
Descargar