Novelística femenina - Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes

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N OVELISTICA FEM ENINA: UN ESFUERZO DE LIBERACIÓN
LUCIA FOX-LOCKERT
Cuando María de Zayas escribió Desengaños en 1647
tuvo un propósito definido de prevenir a las mujeres de lo
que realm ente ocurría entre ios dos sexos.1 Ella induce a
que analicen los simples casos que se les presentan en la
je r tratando de alcanzar la justicia y la igualdad. Aquí su
protagonista es una muchacha que trabaja en una fábrica
novela para que las m ujeres rectifiquen los conceptos de
la época que aparecen por doquier en el teatro y la novela
sus novelas posteriores explora otros tipos de mujeres que
pueden representar a la m ujer nueva en contraste con la
de que la m ujer es débil, ignorante y cruel. Después de
m ostrar ejemplos de reinas y m ujeres dignas e inteligentes
m ujer antigua. Los valores tradicionales de la m ujer espa­
que han sido sujetas a pruebas horribles, concluye en que
su protagonista Lisis junto con cuatro mujeres más entra­
en 1890. Después, en M emorias de un solterón publicada en
rán al convento porque allí "el esposo Jesucristo no engaña
y que organiza a los trabajadores. Lamentablemente ella
term ina seducida por un aristócrata. La autora a través de
ñola son analizados en Una cristiana-La prueba publicada
1 8 96, ella explora las inquietudes modernas en la mujer jo ­
ven. Feita, la protagonista, quiere recibir un título, quiere
ja m á s ." Hay un aspecto de la sexualidad masculina que
los autores de la época no han mencionado y que ella saca
vivir de su ciencia y de su trabajo. Sin embargo, realística­
a relucir: el temor de la m ujer a la violencia masculina, a la
el albor de una sociedad distinta de la que hoy existe."
Clorinda M atto de Turner en el Perú trata de hacer lo que
m ente, la autora concluye en que "Feita era la m ujer nueva,
locura del hom bre, y al juicio de los hombres en cada acto
que es castigado sin misericordia. Dentro del mismo
sistem a, pero ya en América, la monja mexicana Sor Juana
la Bazán hizo en España. Ella misma era una m ujer vigo­
rosa, anticlerical, liberada. Sus esfuerzos fueron dirigidos
Inés de la Cruz explicó en su "Respuesta" a la presunta
contra el sistema económico, social y religioso de la época.
So r Filotea de la Cruz que su decisión conventual "era lo
Ella cree que la m ujer y el indio son las víctimas de este
menos desproprocionado y lo más decente que podía elegir
en materia de la seguridad que deseaba de mí salvación."2
sistem a. En su novela Aves sin nido4 ella denunció los
graves delitos que fueron cometidos por los mismos m iem ­
Es difícil imaginarse un convento como el último baluarte
del inconformism o femenino y paradójicamente resulta el
bros representantes de las instituciones oficiales.
En
Indole ella trató de plantear la posibilidad de que su prota­
lugar de reivindicación espiritual.
gonista se libere tanto de las opiniones de su marido como
En 1841 Gertrudis Gómez de Avellaneda escribió Sab,3
que históricamente es una de las primeras novelas de de­
de las de los clérigos con el fin de distinguir la verdadera
religión. En ella la libertad de conciencia es la premisa del
nuncia anti-esclavista en Hispanoamérica (La cabaña del
individualismo. En su novela Herencia ella plantea la tesis
de la educación como base de la verdadera herencia. Ella
Tío Tom apareció entre 1851 y 1852). Pero hay otra explo­
ración aun más precursora: la de las similaridades entre los
esclavos y las m ujeres. Incluso, yo voy más lejos y en un
libro aparte trato de probar que Sab, el esclavo negro, es el
representante simbólico de la mujer.Esta autora romántica
exalta la figura de Sab pero destaca la diferencia entre la
esclavitud corporal, que es inevitable en muchos casos, y la
liberación por un amor puro "qu e es la más bella de las pa­
siones del hom bre." Sab se queja de que la peor esclavitud
es la indoctrinación mental a que lo han sujetado los hom­
bres:
Son los hombres ios que me han formado este destino,
sí, ellos me han cortado las alas que Dios concedió a mi
alma, sí, ellos han levantado un muro de errores y preo­
cupaciones entre m í y el destino que la Providencia me
había señalado, sí, ellos han hecho inútiles los dones de
Dios. Sí, ellos me han dicho: ¿ Eres fuerte? Pues sé débil.
¿Eres altivo? Pues sé humilde. ¿Tienes sed de grandes
virtudes? Pues devora tu impotencia a la humillación
. . . ellos son los que deben presentarse delante de Dios ;
porque tienen que dar una cuenta terrible, porque han
contraído una responsabilidad inmensa, (p. 537)
compara a sus dos protagonistas y dice: "M argarita y
Camila habían entrado en posesión de lo que les legaron
sus madres, su educación, su atmósfera social, más que su
sangre: era pues, la posesión de la H erencia." Ella quizás
se atrevió a acusar "lo s males de la sociedad" cuando el
am biente no estaba preparado para ello y terminó su vida
excomunicada y en el exilio.
En 1926 una venezolana, Teresa de la Parra, escribe Ifigen ia (diario de una señorita que se fastidiaba).5 Cuando
su novela apareció causó mucho revuelo. El problema que
presenta es típico: las mujeres están atrapadas en las con­
venciones del "qué dirán" pero además en la inevitable
elección: soltería o m atrim onio. La autora—que nunca se
casó y siguió su propia elección, que era su carrera litera­
ria—nos presenta el caso de María Eugenia que no tiene tal
suerte. María Eugenia, como Ifigenia la víctima, sacrifica
su individualidad en el altar del matrimonio, "m onstruo de
Siete Cabezas, divinidad omnipotente que tiene por cuerpo
el egoísmo feroz de los hom bres" (p. 444). La novelista po­
ne énfasis en ¡a preparación tradicional de una señorita de
Emilia Pardo Bazán fue una de las pioneras de la libera­
la clase media o alta. El ambiente de fiestas, vestidos, no­
ción femenina en España. Muchas de sus novelas exploran
vios y chismes de un lado, y por el otro ella tiene que pre­
el papel de la m ujer dentro de las tradiciones españolas.
pararse para la vida doméstica. De esta manera la mujer
Desde La Tribuna, escrita en 1883, ella presenta a la mu­
tiene dos alternativas: casarse a toda costa o quedarse sol­
tera y convertirse en una carga para sus parientes. María
pital Buenos A ires, todavía estas mujeres sufren las
Eugenia obstinadamente se resiste al principio, pero ante
las presiones familiares aprende, como las damiselas chi­
cadenas invisibles de su propia derrota: no se les ha pre­
parado para ganarse la vida, ninguna de ellas tiene aparte
nas, a amarrarse los pies para no volar y acepta resignada
casarse con un hombre aburrido y rico. El tiene una máxi­
del "a m o r" una razón para vivir. El comentario de la
Bullrich es claro: si Luis por su privilegio de ser hombre
m a favorita que lo retrata por entero al referirse a las mu­
jeres: "¡q u e entienden ellas ! " La sensible e inteligente Ma­
es el "m acho sagrado," ellas por el hecho de ser mujeres
ría Eugenia se da cuenta de que él "odiaba a las mujeres co­
han sido pospuestas en las metas personales. Los padres
las han criado para que se casen bien, pero como esto les
m o yo, que pretendían ser sabias y bachilleras; que en su
falla en la mitad de su vida no saben lo que deben hacer y se
opinión la cabeza de una m ujer era un objeto más o menos
encuentran perdidas. La novelista no ofrece soluciones
decorativo, completamente vacío por dentro, hecho para
alegrar la vida de los hombres y adornado con dos orejas
originales: una de las mujeres encuentra otro hombre
cuyo oficio debía ser el recibir y coleccionar órdenes que
éstos les dictasen" (p. 315). Teresa de la Parra acentúa su
deseo de reforma atacando la letra muerta y la hipocresía
en esas siete cabezas del monstruo que son: la sociedad, la
fam ilia, el honor, la religión, la moral, el deber, las conven­
ciones y los principios. En una de sus conferencias ella
exaltó a M anuelita Sáenz, la amante de Bolívar:
La figura de doña Manuelita es en extremo interesante
no sólo por su lado pintoresco, sino porque representa,
si bien se analiza, el caso de la protesta violenta contra
la servidumbre tradicional de la m ujer a quien sólo se
le deja como porvenir la puerta no siempre abierta del
m atrim onio. M ujer de acción no pudo sufrir ni el enga­
ño ni la comedia del falso amor. Hija de la revolución
no escuchó más lenguaje que el de la verdad y el del dere­
cho de la defensa propia. Fue la m ujer "après guerra"
de la Independencia. Predicó una cruzada con el ejem ­
plo sin perder tiempo y sin dejar escuela.
m ejor con el que tal vez se case, la otra se suicida—no de
am or—sino de impaciencia por no poder cambiar ni a los
hom bres ni al sistema, y la tercera decide seguir jugando
pero en otra escala y no con amantes hispanoamericanos,
sino con hombres más sofisticados que al menos le den la
ilusión de sentirse apreciada y no usada por "esos salvajes
de las pam pas" solemnes, silenciosos, graves que "d e­
m uestran a las claras que están saciando un apetito ances­
tral entre nuestros brazos" (p. 105).
O tra chilena en 1957 escribe una novela M arta N adie9
que plantea un problema nuevo en la novelística de Marta
B runet. M aría N adie presenta a la muchacha que quiere
vivir sola, trabajar sin tener otra preparación que la escue­
la secundaria y hacerse su propia vida en su estilo inde­
pendiente. María halla pronto que no es tan fácil hacerlo
en un ambiente en donde los hombres ven a una mujer
que vive sin su familia como a una fácil presa. Un amante,
un aborto y el horrible asqueo que siente de haber sido
En 1938 apareció en Chile la novela de María Luisa
manipulada para hacer lo que no quería hacer la impulsan
Bombai titulada La am ortajada,6 que fue ampliada en la
a escapar de la ciudad. Esta vez ella cree en la pureza del
campo y obtiene un puesto insignificante en un pueblo.
edición en inglés después con el título The Shrouded
W ornan.7 Aquí la autora explora otro tipo de esclavitud
que es la dependencia emocional de la m ujer del marido
Pronto se da cuenta de que allí los prejuicios contra la
m ujer sola son aun peores. Desalentada y en círculos cami­
Su protagonista Ana
na sin hallarle solución a su vida. Al observar a un gatito
María es una m ujer apasionada hasta el punto de crearse
que pacientemente espera enfrente de la casa de sus dueños
un propósito en la vida tratando de lograr inútilmente el
que le han cerrado la puerta, ella simplemente desea que
alguna puerta se le abra. Allí termina la novela. Simbó­
que la engaña con otras mujeres.
am or y fidelidad de su marido. Como esto es imposible,
ella se vuelve una m ujer resentida y amargada. Es la muer­
te la que le revela que su obsesión amorosa era quizás el
miedo terrible de enfrentarse a su propia existencia. Tam­
licamente la autora se da cuenta de que todavía no hay
lugar para que María Nadie halle su propio camino sin
ser ofendida por el establecimiento rígido y acusador.
bién la argentina Silvina Bullrich en Bodas de Cristals pre­
La española Elena Soriano en 1955 publica su Trilogía10
senta una situación semejante pero con la diferencia de
que la esposa es una m ujer resignada y conforme con su
que consta de La playa de los locos, Espejismos y M edea
rol de "m u je r legítim a" y madre. Ella trata de conservar
a toda costa a su marido y de impedir un divorcio.
Sus
razones son las tradicionales: los intereses familiares tanto
como los económico-sociales, además, el hijo de ambos
los necesita. Ella cree que como Luis es tan inconstante
se cansará al fin de serle infiel y en su vejez será comple­
tam ente suyo.
Lo interesante es que en esta novela la
autora presenta el punto de vista de las am antes.
Si la
55. M agistralm ente ella enfoca tres problemas íntim a­
m ente ligados a la psicología de la m ujer hispana, a saber:
la virginidad, la precariedad de la juventud y la belleza
femenina y la fidelidad destructiva que anula un propósito
personal en la m ujer que hace de su marido su principio
y su fin. Analizados uno por uno, los problemas pueden
parecer más simples de lo que son, pero si se busca una
interacción en las tres novelas se halla que convergen en
liberación se entiende como un proceso interno que se
esta interrogación: ¿por qué es que no pueden liberarse
las m ujeres de esos tres "han g-u ps"?
Las respuestas
m anifiesta después en ciertas actitudes externas, la autora
m uestra las diversas formas que las mujeres usan para
liberarse de las convenciones. El problema es que ellas
pueden variar de un caso al otro, pero al menos en estas
novelas las protagonistas ocupan terrenos comunes, todas
insisten en que el hombre les dé la integridad de su amor
caen en otro tipo de sujeción con otro tipo de hombre: el
y él no quiere hacerlo. Generalmente el hombre quiere
poseer el cuerpo sin establecer comunicación. La prota-
am ante. Dentro de una sociedad más sofisticada de la ca­
gonísta de La playa de los locos, una m ujer educada y
consciente de su propio valor, no puede darse y necesita
racionalizar su entrega. El hombre acude a las corrientes
los cuales giran el rol masculino y femenino en Hispano­
américa. En sus obras Los convidados de agosto (1968),
A lbum de fam ilia (1971), M ujer que sabe Latín (1973),
es su arma para
El uso de la palabra (1974) —año de su trágica muerte—y
casarse bien, es sádica y quiere jugar con el hombre, es
frígida, etc. El no llega a entender lo que ella exige de él.
Igualm ente en Espejism os: la esposa querría sentirse
amada aunque ella no sea tan joven, aunque sus atractivos
la publicada postumamente El eterno, fem enino (1975),
explora desde diversos ángulos el montaje de esta farsa
explicaciones de por qué ella se niega:
hayan disminuido. Lo que ella pide es imposible porque
el hom bre está enamorado de su cuerpo y tratará de reem­
plazar un cuerpo viejo con otro joven, en otras palabras,
que todos perpetúan y que se llama hipocresía social.
Como ninguna m ujer antes, ella se decide a sacarles los
trapitos al aire a la sociedad provinciana y a la capitalina.
Nadie como ella ha podido advertir con ironía y suspicacia
todos los remilgos y apariencias que cubren una convi­
las m ujeres son reemplazables. M edea 55 es la novela más
trágica y valiente. Daniela, como la protagonista griega,
vencia peligrosa. Con gran conocimiento de causa, ella
ha sacrificado patria, familia y seguridad por el amor de
y del "m ach ism o" masculino. Quizás en sus obras se
un hom bre que es Miguel Darguelos. Desde que se cono­
cieron en la Guerra Civil, ella, aristócrata, y él, miliciano,
respira el desaliento de la m ujer que si ha conseguido
—individualmente—adquirir una profesión, sus ideas,
han pasado juntos toda clase de aventuras. E l, que no es
su estilo de vida, su gloria y el reconocimiento de ambos
español sino de Albania, le ha exigido a ella que use su
sexos, todavía sabe que es la excepción. Ella ve que el 99%
belleza y su cuerpo para librarlo de cuanto peligro y cala­
de las m ujeres arrastran existencias mediocres y lamen­
tables. Ella observa que los dos extremos, la absoluta fide­
midad le han ocurrido. Ella lo ha hecho porque cree que la
verdadera fidelidad está en ese pacto de verdad entre ellos.
Ella cree que a pesar de las situaciones dubias ellos siguen
unidos por esa ofrenda tácita. Hay que aclarar que ella
es una artista de cine y que siguiéndolo en sus mil peri­
pecias siempre ha pospuesto sus planes para adaptarse a
los de él. Todo estaría bien, excepto que después de dieci­
siete años de matrim onio, él se divorcia de ella para casarse
con una chica virgen de diecisiete años que le conviene para
sus planes políticos y porque él quiere empezar una vida de
respetabilidad. Daniela reacciona:
M e vuelvo loca y no puedo entenderte. Cuando era casi
niña mataste mi instinto más noble y encendiste el más
bestial: me exigiste estar siempre pronta y en la brecha
de tu servicio y me pagaste con tu atención de media
ho ra; y por fin acabas de confesar tu más profundo
anhelo y en el acto repudias al hijo que te ofrezco. ¿Por
qué? ¿Q ué quieres realmente de mí? ¿Qué buscas de las
m ujeres? Eres mil veces más egoísta e insaciable que
y o : te hastía lo mismo la carne que el espíritu. Cuando
fui a darte el primer hijo y abdicaba en él a mi carne te
apresuraste a buscar otra carne libre. Y cuando la mía
era libre, te hastiaba e irritaba mi excesivo amor y bus­
cabas otra amante nueva. ¡M iguel! ¡M iguel!, si yo he
sido monstruosa, sólo tú me has hecho serlo, (p. 218)
La autora tampoco ofrece soluciones directas; a lo sumo,
las m ujeres pueden analizar sus vidas en estos espejos.
Parece que la liberación es imposible si no se han estable­
cido canales de comunicación entre los dos sexos. Cada
se enfrenta a todos los "porqués” de la sujeción femenina
lidad femenina y la infidelidad masculina, son destruc­
tivos. La virginidad
mreza, la decencia, la abnegación,
la soledad de las mujeres tienen un precio altísimo. Las
m ujeres aprenden a concebir sueños hasta que se casan y
después aprenden a enterrarlos. Solamente la maternidad
les da una sonrisa, una máscara de satisfacción, su último
peldaño en su función de m ujer. Ella dice en Album de
fa m ilia :11
En México las alternativas y las circunstancias de las
m ujeres son m uy limitadas y m uy precisas. La que quie­
re ser algo más o menos que hija, esposa y madre, puede
escoger entre convertirse en una oveja negra o en un chi­
vo expiatorio; en un objeto de envidia o de irrisión.
Si Rosario Castellanos tiene que "desm itificar" a la socie­
dad, lo hace en literatura. Poco a poco la liberación propia
le hace percibir la necesidad de que la palabra se extienda,
que todos los que leen empiecen a percibir que en una situa­
ción así todos sufren. Se hace necesaria una reforma que
todavía no llega.
Para concluir, quiero hacer notar que entre las mujeres
escritoras hay desde María de Zayas hasta las presentes
una continua línea de protesta, de alerta a las mujeres con
la intención de crear en ambos sexos un sentido mutuo
de responsabilidad. Todas estas escritoras utilizan en
muchos casos sus propias experiencias biográficas para
uno interpreta al otro y juega de acuerdo a ciertas reglas
darle a su creación el realismo de su propia tortura. Ejem­
plos biográficos abundarían, pero si nos limitamos a .lo
establecidas por el hombre, él las modifica cuando le con­
viene. Las m ujeres están a expensas del capricho del hom­
estrictam ente literario, tenemos muchos otros nombres
de otras m ujeres que no incluyo, dado lo limitado de esta
bre. Si es verdad que ellas son sinceras y leales, les falta
el sentido de seguridad. Viven en un mundo que las trai­
exposición. En casi todas las escritoras se encuentran
soluciones aplicables a la mujer en general. Dadas las di­
ferencias de clases sociales, geografías, economías, etc.,
ciona y las deja al descubierto. El hecho de que el hombre
sea el refugio de la m ujer hace más estratégica su vulne­
rabilidad. Daniela ve en su carrera un pasatiempo y hasta
la maternidad es un reflejo del deseo de él.
Rosario Castellanos, mexicana, es una de las mujeres
lo único que cabe resaltar es que todavía la liberación feme­
nina se encuentra como una aspiración personal. Lamen­
tablem ente todavía no existe en Hispanoamérica como
una realidad, ni siquiera como un derecho.
que más hizo por aclarar todos los mitos sociales sobre
M ichigan State University
1 María de Zayas, Los desengaños amorosos (Madrid: Biblioteca de
Clásicos Españoles, 1950).
2 Sor Juana Inés de la Cruz, Obras completas (México: Fondo de Cul­
tura Económica, 1957).
3 Gertrudis Gómez de Avellaneda, Obras (La Habana: Edición Nacio­
nal del Centenario, 1914), tomo IV.
4 Clorinda Matto de Turner, Aves sin nido (Lima: Ediciones Peisa,
1973).
5 Teresa de la Parra, Ifigenia (diario de una señorita que se fastidiaba)
(Caracas: Editorial Las Novedades, 1943).
6 María Luisa Bombai, La amortajada (Buenos Aires: Sur, 1938).
7 The Shrouded Wornan (New York; Farrar, Straus, 1948).
8 Silvina Bullrich, Tres novelas contiene Bodas de cristal (Buenos
Aires: Editorial Sudamericana, 1966).
9 Marta Brunet, María Nadie (Santiago de Chile: Zíg-Zag, 1957).
10 Elena Soriano, Trilogía consta de tres tomos: La playa de los locos,
Espejismos y Medea 55, los tres publicados el mismo año y en la misma
editorial (Madrid: Calleja, 1955).
11 Rosario Castellanos, Album de familia (México: Joaquín Mortíz,
1971), p. 149.
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